El siguiente artículo fue publicado originalmente el 27 de agosto de 2022, cuando se cumplió un año de gobierno del presidente iraní Ebrahim Raisi. El autor, Manuel Martorell, es un periodista especializado en Kurdistán, que tiene varios libros publicados sobre el tema. En este trabajo, Martorell muestra de forma clara el nivel de represión interna que se vive en Irán, apenas un mes antes del asesinato de la joven Mahsa Amini por parte de la “policía de la moralidad”, en Teherán.
A continuación publicamos el artículo completo:
Un año después de que Ebrahim Raisi asumiera la Presidencia de Irán, este país sufre una profunda crisis social y, sobre todo, una grave involución política, como muestra la actual escalada represiva y, de forma más significativa, el aumento en el número de ejecuciones que, solo en lo que va de año, suponen casi todas las de 2021: 320 frente a 330.
Tal como declaraba al diario Público Mustafa Hijri, secretario general del Partido Democrático del Kurdistán de Irán (PDKI), uno de los principales grupos opositores, en junio ya se habían contabilizado 280 ejecuciones, la mayor parte de ellas en procesos con “interrogatorios extrajudiciales, confesiones sacadas bajo tortura y sin asistencia de abogados defensores”, siendo las minorías kurda y baluche las principales víctimas de la escalada represiva junto a personas detenidas por participar en protestas callejeras.
“La dureza del régimen aún es más palpable en el Kurdistán –recalcaba este dirigente-; solo en los seis primeros meses de 2022 han sido llevadas ante los tribunales en esta región 154 personas acusadas de actividades políticas, imponiéndoles penas que van de los seis meses a los cinco años de cárcel”.
Uno de los casos más dramáticos es el de Soada Khadirzadeh, una joven kurda embarazada de 32 años, detenida en octubre de 2021, bajo la acusación de atentar contra la unidad del Estado pero, en realidad, como venganza por no haber podido atrapar a su marido. Durante su encarcelamiento se le han negado los necesarios cuidados médicos, como ha denunciado Amnistía Internacional (AI), siendo sometida a continuos interrogatorios y vejaciones sexuales, que le llevaron el pasado 18 de agosto a intentar ahorcarse en la prisión de Urmie tras suministrar un somnífero a su bebé.
Las mujeres son precisamente uno de los sectores que más intensamente están sufriendo la involución política bajo la presidencia de Raisi, que no ha dejado de reforzar organismos como “Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio”, o las llamadas Patrullas de Vigilancia, dedicadas específicamente a que todas las mujeres lleven la cabeza cubierta con el hijab. Además, a mediados de julio Raisi instauró, con el mismo objetivo, la “Semana de la Castidad”, que miles de mujeres desafiaron en las principales ciudades desprendiéndose públicamente del pañuelo.
Cientos de mujeres han sido detenidas por este motivo, destacando entre ellas el caso de Sepideh Rashnu, una joven que se quitó el hijab en un autobús urbano y que fue grabada en un video que se ha hecho viral y que ha reactivado la campaña contra el velo islámico en las redes sociales, especialmente en la cuenta de Twitter #No2Hijab.
Muestra del creciente hartazgo de las mujeres son las cada vez más numerosas agresiones a clérigos en plena calle, como se aprecia en un video difundido en la ciudad sagrada de Qom, donde se ve a una mujer arrebatando el turbante a un religioso para pisotearlo en el suelo y después abalanzarse contra otro clérigo que pasaba por allí.
La represión también se ha cebado últimamente sobre los intelectuales, como respuesta al manifiesto firmado por casi doscientas personas vinculadas al cine, la literatura y el arte, pidiendo a las fuerzas de seguridad que no disparen contra los manifestantes. Por este motivo, han sido detenidos este mes de agosto los cineastas Mustafa al Ahmad, Mohamad Rasulof y Jafar Panahi, conocido este último por sus galardones en Cannes y Berlín.
Durante este año, se han registrado en Irán más de 2.000 protestas públicas, fundamentalmente contra la subida de los precios, la escasez de agua, el impago de salarios y la reducción de las pensiones, en buena parte como consecuencia de las sanciones internacionales tras haber roto Teherán el acuerdo nuclear alcanzado en 2015 con los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y la Unión Europea (UE), en protesta por la decisión de Donald Trump de retirar unilateralmente a Estados Unidos del acuerdo tres años después.
Según también explicaba Mustafa Hijri a Público, “en este año 2022, ha empeorado el nivel de vida, subiendo el precio de las necesidades básicas, como la comida y las medicinas, entre un 50% y un 150%”. “Cuando el presidente Raisi tomó las riendas del poder –añadía Hijri-, el kilo de arroz valía 30.000 tomanes (un dólar); un año después, se ha triplicado hasta los 110.000; según datos del propio régimen, cerca del 60% de la población vive bajo el umbral de la pobreza”.
Durante este tiempo, y sobre todo aprovechando la debilidad del bloque occidental al estallar la crisis de Ucrania, Raisi ha dado también un importante giro a la política exterior en sintonía con las posiciones más radicales del régimen, personificadas en el Guía de la Revolución -Alí Jamenei- y en los Pasdaranes (Guardianes de la Revolución), verdaderos poderes fácticos de la República Islámica, y quienes lo auparon a la presidencia tras eliminar de la carrera electoral cualquier atisbo aperturista.
En este sentido, el nuevo ministro de Exteriores, Husein Amir Abdollahian, se ha dedicado a estrechar los vínculos comerciales y estratégicos con países asiáticos y africanos, especialmente con Rusia y China. Solo en la mitad de este año 2022, se han celebrado tres cumbres ruso-iraníes, en las cuales Alí Jamenei respaldó expresamente la invasión de Ucrania.
Uno de los acuerdos más significativos entre Rusia e Irán ha consistido en desarrollar el ya avanzado programa iraní de drones militares, hasta el punto de que las tropas rusas ya están utilizando estas aeronaves iraníes no tripuladas, especialmente sus modelos Shaheb 129 y Shaheb 191.
A la sombra de Rusia y China, el régimen iraní se ha sentido con la suficiente fuerza en la actual coyuntura internacional para permitirse el lujo de dilatar las negociaciones con la Unión Europea sobre un nuevo acuerdo nuclear. Primero, se negó a negociar directamente con Estados Unidos; después presentó condiciones difícilmente asumibles, como cerrar la investigación abierta por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) sobre los nuevos reactores y centrifugadoras para enriquecer uranio, o que Washington sacara a los Pasdaranes de la lista de organizaciones terroristas. Finalmente, ha terminado por reducir las exigencias a garantizar que no se repitan retiradas unilaterales como la protagonizada por Trump.
Pese a la dura oposición de Israel, la posibilidad de que Europa cuente con las ingentes reservas de gas iraníes tras el levantamiento de las sanciones y la imperiosa necesidad iraní de frenar la creciente contestación social, han llevado a las dos partes al punto de mayor acercamiento en las negociaciones, quedando solo la respuesta de Irán a la última oferta realizada por Estados Unidos a través de la Unión Europea.
No sorprende, por lo tanto, que ante la debilidad de unas potencias occidentales “atrapadas” en la crisis de Ucrania, se hayan multiplicado los ataques a las bases norteamericanas en Siria e Irak. Obviamente, los Pasdaranes no reivindican estas acciones, pero nadie duda que los Guardianes de la Revolución, auténticos diseñadores y ejecutores de la política exterior, o los grupos que apoyan y financian en distintos países de la zona, están detrás de ellos. Así ha ido ocurriendo en los últimos años, asesinando a destacados dirigentes de la oposición, bien en Irak, Líbano, Alemania, Austria o en cualquier otra parte del mundo, de la misma forma que militantes vinculados al pro-iraní Hezbolá libanés estuvieron a punto de asesinar a Salman Rushdie en Londres a comienzos de los años 1990.
Lo mismo puede haber ocurrido en el reciente y nuevo intento de asesinato de Nueva York, o en el igualmente frustrado plan para matar a la conocida opositora iraní Masih Alinejad, exiliada en Estados Unidos, por mucho que el Gobierno de Raisi lo niegue formalmente, como ha hecho en el caso de Rushdie o esta misma semana respecto a los ataques contra bases norteamericanas en el desierto sirio.
La única mala noticia que ha recibido el régimen iraní en el primer aniversario del ascenso de Raisi a la presidencia ha sido la reunificación del PDKI, probablemente la organización política con mayor capacidad de desestabilizar la República Islámica. Tras un largo proceso de debate, las dos ramas en que estaba dividido este partido, el primero en levantarse en armas contra la República Islámica, han vuelto a unir sus fuerzas, tal y como anunciaron formalmente el 22 de agosto, iniciando así, como ha declarado Mustafa Hijri, “una nueva fase” en la lucha contra el régimen.
Irán tampoco ha tardado en responder al desafío; un amplio despliegue de tropas a lo largo de su frontera con el Kurdistán iraquí, la región donde el PDKI tiene sus principales apoyos, y nuevas amenazas al Gobierno regional de Arbil (capital del Kurdistán iraquí) han abierto un nuevo foco de tensión a solo unas decenas de kilómetros de la base norteamericana de Harir.
FUENTE: Manuel Martorell / Público