Muchas veces se cree que lo contundente es cuando te ves afuera y saliste cortando la ruta. Nosotros decimos que lo contundente es el trabajo de todos los días (…) Y hay un día donde nosotros nos hacemos transgresores de la ley, salimos a la calle y nos hacemos ver y hacemos escuchar nuestras voces (…)
Ese día es posible, en realidad, por el trabajo que hacemos todos los días.
“Vivir bajo dos pieles…
En torno a la resignificación de las políticas sociales y la complejización del vínculo con el Estado.
El Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano”1
Karina Bidaseca2
Revista Movimientos Sociales
“Muchas veces se cree que lo contundente es cuando
te ves afuera y saliste cortando la ruta. Nosotros decimos que
lo contundente es el trabajo de todos los días (…) Y hay un día donde
nosotros nos hacemos transgresores de la ley, salimos a la calle
y nos hacemos ver y hacemos escuchar nuestras voces (…)
Ese día es posible, en realidad, por el trabajo que hacemos todos los días”
Miembro del MTDS.
, 2001.
Introducción
La experiencia del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano (de ahora en más, MTDS) –
integrado por aproximadamente 500 familias- no es la única que se plantea el tema de la autonomía
económica y política respecto del Estado y/o de otras instancias (mercado, partidos políticos,
sindicatos, etc.) en los órdenes discursivo y práctico.
Antes y después del acontecimiento del 19 & 20 de diciembre de 2001 en Argentina, diversas
experiencias (fábricas recuperadas por los obreros; algunas asambleas barriales, entre otras) y grupos
(como los aborígenes) abordan también este problema, anque con objetivos y modalidades distintas.
El Movimiento Piquetero, que agrupa a los diversos movimientos de desocupados, demostró, en
esta dirección, su heterogeneidad por sobre los elementos convergentes, a saber: la identidad de
piquetera/os; el piquete como método de lucha; la dependencia respecto del Estado (Planes)i; la
situación de precariedad derivada del no-trabajo; su sentido de contención social.
La diversidad de las experiencias locales opone a las líneas reformistasii las llamadas “duras”
entre las que se encuentran los MTD y CTD (Coordinadoras de Trabajadores Desocupados) que
integran la Coordinadora Aníbal Veron actualmente divididaiii.
El MTDS –como el resto de los MTD- se caracteriza por haber resignificado los planes –
sostenidos por la red clientelista del aparato justicialistaiv- generando emprendimientos productivos en
los barrios más castigados del conurbano para fortalecer la organización y crear los principios de
autonomía y cambio social.
Si bien, ambas corrientes piqueteras, como contraprestación de los planes, desarrollan proyectos
comunitarios (comedores, roperos, etc.) divergen precisamente, en relación con los emprendimientos
1 El seguimiento de esta investigación ha estado a cargo de la Dra. Elizabeth Jelin a quien expreso mi gratitud. Hago
extensiva la misma al Dr. Carlos Acuña, al Dr. Gabriel Kessler y a la/os compañera/os del seminario de discusión interno.
Por último, mi reconocimiento y agradecimiento a las mujeres y hombres del MTDS.
2 Mter. en Investigación en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
productivos. Las primeras los consideran inviables, mientras para los MTD constituyen recursos
fundamentales para la sustentabilidad del Movimiento, la ansiada autonomía y el logro de una nueva
sociabilidad no capitalista.
Por cierto, el proyecto productivo para el MTDS representa además de la necesidad alimentaria
inmediata, un doble objetivo: la autonomía, o la posibilidad de generar proyectos de “economía
alternativa” o “solidaria” -como ellos la definen- que les permita sostenerse cuando los planes finalicen
y, por otro lado, una búsqueda hacia “la recuperación de lo humano” y la “reconstrucción del tejido de
la comunidad”, pues piensan que existe una correspondencia entre las formas de organizarse y las
metas que se persiguen (Página 12/web).
Desde su creación el MTDS operó una transformación de la “energía emancipatoria”
(Hirshman, 1984 citado por Santos, 2002) que comenzó bajo la forma de movimiento social y continúa
en la puesta en acto de dichos proyectos. Así, el Movimiento combina diferentes orientaciones de
acción: la productiva, y la política, en la que asumen su identidad de piquetera/os en los cortes de ruta
realizados con el propósito de demandar más planes sociales o defender a quienes quedaron fuera de su
adjudicación -lucha que significa también asegurar la subsistencia- sin que ello pueda ser leido en
términos de claudicación o traición. La reflexión o “educación popular”, como ellos la definen, es la
tercera pata imprescindible para completar un proyecto autónomo.
Los miembros del MTDS se definen como “anticapitalistas, autónomos de los partidos políticos,
incluso los de izquierda, y de las centrales sindicales”. Cuatro principios rigen la organización:
horizontalidad, participación, democracia directa y autonomía. Se niegan a todo tipo de representación
y su órgano maximo de decisión son las asambleas.
Su pensamiento y acción imprimen la compleja relación de negociación/conflicto que
establecen con el Estado y las diferentes instancias -nacional, provincial y municipal-, al ser, por un
lado, receptores de los planes y, a su vez, mantener un enfrentamiento constante con el Estado.
Acuerdos y desacuerdos, sin embargo, no diluyen el vínculo aunque en ese proceso se mece la
posibilidad latente de la suspensión de los planes.
Uno de los dilemas que se le presenta al MTDS –compartido con otros MTD- se caracteriza
por: cómo lograr una economía alternativa sin reproducir la lógica del capital; cómo ocuparse de los
espacios dejados por el Estado (la alimentación, la salud, etc) sin reproducir el sistema de provisión
social; cómo lograr la nueva sociabilidad o el “nuevo hombre” dentro de un orden capitalista que
profundizó la fragmentación social.
En torno a esta última cuestión no debemos rehuir el componente utópico que a menudo
alimenta y/o sostiene las prácticas de los movimientos. El MTDS es un movimiento autogestionado, a
partir de valores tales como la horizontalidad, la democracia directa, el anticapitalismo, la búsqueda de
un comunitarismo, y el declarado proyecto de construir al “hombre nuevo”. Los alcances de este
estudio no se dirigen a profundizar en estas cuestiones, por cierto difíciles de abordar, sino a otros
dilemas teóricos que se traducen en la práctica cotidiana del Movimiento respecto de los
emprendimientos productivos. A modo de ejemplo: ¿cómo se resuelven cotidianamente los problemas
relacionados con la producción y distribución que desarrollan los talleres productivos?¿Qué destino se
le da a la producción de pan o calzados? ¿Es sólo para autosustento, para intercambiar con otras
organizaciones o se piensa en la comercialización? ¿Cómo se resuelve el tema del mercado?
Problemas nada fáciles de resolver cuando está en juego la escasa disponibilidad de capital y la
sustentabilidad de los proyectos. Autonomía y reproducción material aparecen pues, a simple vista,
atrapados en la lógica del capital. Por otro lado, estos dilemas son decisivos pues incluyen la puesta a
prueba de dos de sus principios: horizontalidad y participación.
En este trabajo nos proponemos estudiar la resignificación que el MTDS hace de los Planes
otorgados por el gobierno, comprender su sentido distintivo para la construcción de una economía
alternativa y de un proyecto político autónomo que aboga por el cambio social.
Interpretar este tipo de experiencias “alternativas” implica pensarlas desde su base de
construcción de una identidad colectiva en la trama urdida por las “redes sumergidas en la vida
cotidiana” durante la fase de latencia3 (Melucci, 1994). Por cierto, los talleres productivos del MTD son
las acciones menos visibles del movimiento pero las que consolidan lazos sociales, los marcos
culturales, ademas de asegurar la reproducción material.
Partimos de la hipótesis que una misma práctica con un discurso diferente puede tener otras
consecuencias en el nivel de la acción. Intentaremos pues, superar el nivel discursivo de los sujetos
para profundizar en las prácticas.
Entre las diversas experiencias que viene desarrollando el MTDS desde sus inicios tomamos
como estudios de caso las productivas actualmente en funcionamiento en el Barrio San Martín:
panadería, marroquinería y taller de costura, y un taller que ha dejado de funcionar, el de herrería. La
finalidad es indagar en los motivos que nos permitan explicar la permanencia y culminación de las
iniciativasv, comprendidas como experiencias incipientes y precarias, como campos experimentales.
El interrogante acerca de si el sistema de producción que el MTDS está desarrollando constituye
ya una economía alternativa –entendida como proyecto integral e instrumento emancipatorio- o se trata
sólo de una respuesta a la falta de trabajo o al cumplimiento de la contraprestación guiará este
recorrido. Centraremos este estudio en la viabilidad de las experiencias productivas y en su potencial
emancipatorio (Santos, 2002).
El mismo está basado en el trabajo de campo desarrollado entre abril y junio de 2003 utilizando
entrevistas en profundidad realizadas a los miembros del MTDS y observación no participante.
En la primera sección presentaremos una historia concisa del MTDS -atravesada por los dilemas
originados en el posicionamiento del movimiento respecto del Estado y del mercado- comenzando por
los determinantes estructurales que originan el nacimiento del Movimiento piquetero durante la década
de 1990. En la seguna sección, haremos una breve reseña de las características que asume la “economía
solidaria” como modo específico de producción y focalizaremos la atención en el funcionamiento de
los talleres productivos explorando las posibilidades y límites que presentan estas iniciativas.
Finalmente, la última parte se refiere a las posibilidades emancipatorias del MTDS no sólo en el orden
económico sino también político, social y cultural, en tanto tales iniciativas de producción alternativa,
entendemos, forman parte de un proyecto integral que implica una lucha por todas las formas de
opresión, que no prioiricen el nivel económico y se limiten a la explotación, sino que abarquen una
crítica al patriarcado, al racismo, entre otros.
Cuan Aves Fenix…. Historia del MTD de Solano (1997-2003)
1. Los noventa: crisis y creación
El vasto proceso de reformas implementadas desde la crisis de la matriz estadocéntrica en la
Argentina, a partir de la hegemonía del neoliberalismo, introdujo profundos cambios económicos y
sociales, impactando tanto sobre la estructura económica, el orden social como sobre el rol y las
funciones del Estado.
Promediando la década de 1990 en la provincia de Neuquén, en las localidades de Cutral-Có/Plaza
Huincul, la “pueblada” surgida en esa región vejada por la aplicación de la política de ajuste estructural
que incluyó la privatización de la empresa petrolera nacional YPF y la desocupación masiva de los
trabajadores, inventó un nuevo modo de protesta. La rebelión popular de la que participó todo un
pueblo (20.000 personas) parió un nuevo sujeto de la protesta: el fogonero (quien pasará la noche junto
a los fogones del piquete) y el/la piquetero/a, términos con los que se designarán a partir de ese
3 Melucci (1994) define esta fase como “especie de laboratorio clandestino para el antagonismo y la innovación” (pag. 146).
momento a los sujetos que con los “piquetes” impidan la circulación de tránsito y mercancías a través
del corte de rutas, calles y/o avenidas, puentes, etc..
La creatividad no se consumó en esta “aparición” (Arendt, 1998); mostró acabadamente el poder
del movimiento al instalar un “poder paralelo” basado en la conducción de delegados o representantes
revocables electos en asambleas populares.
La protesta se expandirá hacia el norte del país, a las localidades de Tartagal/Gral. Mosconi (Salta)
también de emplazamiento petrolero, y Libertador Gral San Martín (Jujuy). De este modo, las
puebladas son comprendidas dentro de lo que Tarrow (1997) denomina “ciclo de protesta”, puntos de
inflexión para el cambio social y político que crean nuevos repertorios de acción y marcos culturales
(símbolos, rituales, etc) y generan asimismo, prácticas organizativas novedosas o transforman las
existentes (asambleas populares; cabildos abiertos).
El ciclo de protesta que comienza a principios de la década de 1990 fue importante en tanto
canalizó procesos de conformación de organizaciones y/o movimientos como el “Movimiento
Piquetero”, movimiento de movimientos, y los movimientos que como el MTDS lo integran.
A continuación abordaremos su historia desde el “estado naciente” (Alberoni, citado por Martinez,
1985) de acuerdo a diversas fases según un criterio analítico guiado por los dilemas que “marcan” las
prácticas del Movimiento.
2. El MTD Solano: las fases de su historia
En el sur del Conurbano bonaerense, espacio marcado indeleblemente por las políticas de ajustevi, el
MTDS comenzó a organizarse en la capilla Nuestra Señora de las Lágrimas en San Francisco Solano,
en agosto del año 1997.
Aquellas primeras eran reuniones de vecinos que compartían los problemas derivados de la
desocupación. Al tiempo comienzan a debatir acerca de construir un movimiento similiar al de sus
vecinos de Florencio Varela, en donde se creó el primer MTD. “Al principio a nosotros nos unió la
desocupación, la pobreza, la discriminación (…) Si algo nos permitió el movimiento fue encontrarnos
en asamblea y recuperar la palabra, nos permitió escucharnos”, dice uno de los integrantes.
Desde el momento fundacional, los principales debates entre los integrantes del MTDS surgen a
partir de las diferentes formas de posicionarse frente al Estado -discutiendo el binomio
dependencia/autonomía- y al mercado. Estos debates generaron tensiones y dilemas: en 1997 fue la
aceptación de los subsidios de empleo vs la claudicación ante el Estado; luego, los distintos criterios de
organización: verticalismo vs horizontalidad; más tarde, aceptación o rechazo al sistema económico y,
en el medio, se cuestiona la “inclusión” en el modelo societal. La lucha por puestos de trabajo al
interior de una fábrica vs la construción de una economía alternativa, es el debate de los últimos
tiempos en las asambleas, que aquí nos convoca.
Cada uno de estos dilemas implicó momentos de “quiebre” en el Movimiento. A partir de los
debates que los mismos originaron al interior del MTDS, describiremos las distintas fases de su
evolución:
1° Fase: “Estado naciente” del MTDS (1997)
El llamado “Cura de los desocupados”vii, el sacerdote Alberto Spagnolo, cobró notoriedad pública
cuando a comienzos del año 2000 empezó a actuar con la/os desocupada/os y cobijó en su entonces
parroquia de las Lágrimas, a seis familias sin techo que integraban dicho movimiento.
El entonces obispo de Quilmes, Monseñor Jorge Novak, decidió trasladarlo a otra iglesia. Tal
medida resistida por Spagnolo y Novak recurre a la Justicia que ordenó el desalojo de la parroquia en el
año 2000.
Uno de los rasgos de relevancia para comprender el nacimiento del MTDS, se vincula con la acción
de la Iglesia y el impulso de las comunidades de base inspiradas en la teología de la liberación.viii“El
movimiento aquí empezó en la parroquia, cuando el gobernador de entonces, Duhalde, comenzó a
anotar vecinos para recibir subsidios estatales. Llegaban a la parroquia a denunciar que les hacían
pagar diez pesos para anotarse para recibir los planes Trabajar”, relata una integrante del MTD.
En una entrevista, el ex cura párroco y miembro del Movimiento cuenta sus primeras
experiencias dentro de la Iglesia con la/os desocupada/os del barrio: “El trabajo con organizaciones
populares en el Movimiento de Trabajadores Desocupados (…) surge del pedido de un montón de
desocupados que tenemos en esta comunidad, donde el índice de desempleo es del 40%
aproximadamente y los sueldos son bajísimos. La gente ha pedido un lugar para reunirse. Yo consulté
al obispado y aprobaron el pedido” (Diario de las Madres de Plaza de Mayo, 1998).
Aquel lugar sagrado será, pues, el espacio donde se ensayarán las primeras formas arcaicas de la
organización:”En la parroquia se organiza una asamblea donde participan los vecinos,
organizaciones intermedias, desocupados, y se pide que el obispo venga a discutir. El obispo no acepta
y termina con la ocupación del lugar por parte de la asamblea (…) Unos días después me llega del
juzgado la orden de desalojo.” Finalmente, el grupo expulsado se desvinculó como colectivo de la
Iglesia. No obstante, como en otros casos conocidos de America Latina, este funcionó como un espacio
de reclutamiento de individuos y de extensión de redes y profundización de solidaridades previas a
modo de lo que Tarrow (1997) denomina “organizaciones huésped” o “estructuras de reserva de los
movimientos”.ix En su recinto los sujetos aprendieron sobre la autogestión, experimentaron prácticas de
democracia directa (asambleas) y de organización para evitar caer en la centralización y
burocratización de los liderazgos. Fue, en definitiva, un espacio de socialización política.
En esta etapa se consiguen los primeros 50 planes luego de las primeras movilizaciones a la
Secretaría de Trabajo del Municipio. La autonomía en el manejo de los planes se logra luego de dos
cortes de ruta.
2° Fase: Autonomía e identidad (1998)
La separación defnitiva de la Iglesia fue la acción desencadenante de un proceso latente y necesario
para alcanzar la autonomía y construir una identidad propia. A partir de este momento el Movimiento
decide romper con el clientelismo político representado por los punteros políticos del barrio que
administran los Planes. Al respecto, uno de sus integrantes relata este proceso: “En diciembre del 98
recién empezamos a hablar de autonomía porque habíamos sufrido nuestra primer derrota (…)
Nosotros fuimos a arrancarles los planes pero estaban manejados por ellos, terminamos trabajando
para ellos, limpiando la casa de los punteros del barrio, del concejal, barriendo el centro comercial,
que no era eso el proyecto. El proyecto decía clarito: mejoramiento de espacios barriales, de espacios
verdes.” (Antonio, mayo 2003).
Allí comienza la inacabada e inacabable lucha territorial con el aparato punteril en la que entran
en juego valores materiales y simbólicos. “Los punteros empezaron a presionar a los compañeros
diciéndoles que si no se alejaban del movimiento se iban a quedar sin planes… Muchos compañeros
terminaron yéndose del movimiento. En noviembre del ́97 éramos 350 en asamblea, 150 compañeros
con planes. Para abril del 98 quedamos solamente 30. (…) Empezamos a replantearnos, no podemos
seguir posicionándonos frente a los punteros, seguir dependiendo de ellos los planes. Entonces ahí
empezamos a hablar de autonomía, empezamos a romper con el secretariado, se abolió la figura del
secretario y a caminar un nuevo camino.” (Antonio, febrero 2003)
Este momento “bisagra”, según mi interpretación, fijo la posición del MTD frente a la
dominación clentelista. Fue fin y comienzo: el fin de la dependencia clientelista y el comienzo de una
organización que emprendería el intento de construcción de una organización autónoma no sólo en el
orden político sino también en lo económico.
3° Fase: En busca de una organización autónoma (1998-2001)
Cuando se comienza a discutir la forma que adoptará el colectivo, se decide replicar el MTD fundado
en Florencio Varela caracterizado por una organización de tipo vertical. Narra uno de los miembros las
contradicicones que esta elección implicaba: “Nosotros levantamos nuestra bandera: Trabajo,
Dignidad y Cambio Social. Que no sea entrar en contradicción inmediatamente, no? Cuando decíamos
vamos a consultar al secretario general, a la mierda con la dignidad, con el cambio social, estamos
repitiendo un esquema terriblemente dominante, entonces el cambio social nosotros lo entendemos
como algo nuevo, una sociedad nueva donde tenemos que romper con todo, esos esquemas, entonces
no podíamos tener secretario gral. En el 97 habíamos comenzado con esto y en el 98, noviembre o
diciembre del 98 recién empezamos a hablar de autonomía” (abril, 2003).
La inmanente contradicción entre los principios que el colectivo había fijado y la forma
organizativa elegida dio origen a una nueva etapa que implicaba discutir el tipo de organizacion a
adoptar. En abril del 2001 se realiza el primer plenario del Movimiento y allí se definen los principios
del MTDS: autonomía, democracia directa y horizonatlidad.
La forma de organización elegida se sustenta en la dinámica barrialx: en cada barrio hay Grupos de
trabajo y Areas. Los Grupos están compuestos por un conjunto de personas que elige a dos o tres
delegados (siempre más que uno), quienes forman la mesa general. La mesa es un espacio de
evaluación y de planteo de dificultades; no es resolutiva. Las resoluciones se toman en la asamblea
considerada el órgano máximo de autoridad. Luego están las distintas áreas: prensa (encargada de
interactuar con los medios); producción (planificación y talleres); economía; capacitación y educación
popular; administración (seguimiento de los planes, elaboración de proyectos y la relación con el
ministerio); mercadería; tierra; relaciones institucionales (encargada de interactuar con el ministerio); y
seguridad (organiza la seguridad en los cortes de ruta).
Por otro lado, el MTD de Solano decide integrar, junto a otros MTD, la Coordinadora de
Trabajadores Desocupados Aníbal Verón.xi
4° Fase: En busca de una economía alternativa (1999 …)
Una vez consensuada la forma de organización elegida y logrado la autoadministración de los Planes el
debate comienza a girar alrededor de la autonomía respecto del Estado en caso de que este decidiera
poner fin a los planes. Allí surge el debate acerca de las posibilidades de autosustento económico.
De este modo Jose narra el proceso por el cual se comienza a hablar de “economía solidaria”:
“La economía solidaria surge cuando comenzamos ya a obtener los planes en forma nuestra ya no de
los punteros; a partir de presentar legalmente los proyectos de los talleres a la municipalidad.
Comenzamos a preguntarnos que hacemos con esto que ya no es aquello que nos manejan sino que es
nuestro y empezamos a ver la manera de darle un destino mas operador a esos $ 150 y desde ahí se
empezo a trabajar el tema del aporte voluntario y solidario para crear un fondo común y empezar a
generar los talleres productivos.”
El debate, inconcluso, remite no sólo a la inserción en el mercado productivo sino también en el
mercado laboral y se comienza a hablar de una nueva concepción de “trabajo” en el que encalla una
economía solidaria, alternativa y colectiva. Este es el debate actual y los dilemas que lo acompañan
serán tratados en los apartados que siguen.
Cabe agregar que la actual es una etapa crítica pues ha decrecido el número de miembros (de
1.200 a principios de 2002, actualmente son 500 beneficiaria/os). Ello se debió, en parte, al momento
politico coyuntural marcado por la elección presidencial que otorgó mayor poder a los punteros del
barrio, pero, fundamentalmente, por el impactante episodio de represión del 26 de junio de 2002 en el
que murieron dos jóvenes piqueteros en el corte del Puente Pueyrredón.xii La represión ejercida por el
gobierno contra del Movimiento piquetero en un proceso que se dio en llamar “criminalización de la
protesta”, marcó un “antes y un después” en la historia del Movimiento; muchos de sus miembros
optaron por la “salida” (Hirschman, citado por Revilla Blanco, 1994) y fueron cooptados por el aparato
punteril.
2. ¿Hacia una economía alternativa?
2.1 Formas alternativas de producción
La “economía solidaria” y las “economías populares” consitituyen formas alternativas de producción al
capitalismo. Si bien en la práctica no se presentan separadas, pues es común encontrarlas hibridizas en
el amplio espectro de experiencias, a los fines de este trabajo distinguiremos analíticamente una de
otra.
La “economía solidaria” refiere a un sector de la economía al que corresponden formas
asociativas de producción. Las cooperativas son consideradas las experiencias centrales de este tipo a
pesar de las críticas de algunos autores acerca de constituir verdaderas alternativas al sistema capitalista
dada su articulación con el mercado. Su diferenciación respecto de las empresas capitalistas no reside
según Quijano (2002) en la división del trabajo, en la relación con el mercado, en la función del salario
o la administración jerarquizada. Básicamente, estriba en el desarrollo de valores como la autonomía,
democracia participativa, igualdad y solidaridad.
Por otro lado, las llamadas “economías populares” se diferencian de la anterior en que “no
necesaria o explícitamente hay una identificación ideológica o política de los agentes ni una visión
revolucionaria del mundo” (Quijano, 2002: 491). La lógica de este tipo de economías organizadas en
base a la reciprocidad de las relaciones primarias cotidianas es fundamentalmente comunitaria y
atiende a la satisfacción de las necesidades vitales. Según Coraggio (1997) incluyen actividades por
cuenta propia o dependientes, mercantiles o no.
Las formas organizativas que adoptan las experiencias de economía popular y solidaria son muy
variadas. Su heterogeneidad depende de las distintas situaciones y contextos concretos en que surgen,
de los problemas que enfrentan, y las iniciativas de quienes las promueven y/o integran. A
continuación nos referiremos a las experiencias productivas que desarrolla el MTDS.
2.2 Los Talleres productivos del MTDS
Como clima de época, el discurso global y local de la economía alternativa resurgió en America Latina
y otras partes del mundo (véase Santos, 2002). En la Argentina comenzó a circular con mayor ímpetu
en las dos últimas décadas a partir de las experiencias de la red del club del trueque, nodos de
intercambios en los que se re-inventaba el mercado, las fábricas tomadas, el movimiento asambleario,
entre otros.
El MTDS es penetrado por dicho discurso desde adentro –a partir de los procesos reseñados- y,
desde afuera, luego de la vinculación con el Movimento dos Trabalhadores Sem Terra de Brasil (que
está realizando experiencias de producción colectiva en los asentamientos) y tras la lectura de textos
sobre la experiencia del presupuesto participativo de Porto Alegre. El mismo comienza a ser apropiado
por sus miembros en el momento de la ruptura con la figura del puntero político instalándose la
necesidad de lograr la autonomía de la organización en los órdenes político y económico. “La
economía pasa por ser nosotros absolutamente autónomos y autogestivos de forma productiva y en la
economía. Nosotros vemos que no vamos a lograr una economía alternativa si no tenemos una
autonomía política. Entonces a partir de ahí vamos a ver la posibilidad de tener una economía
alternativa que sería una metodología, una determinada forma de economía”, explica Antonio en la
entrevista.
El MTDS está constantemente enfrentado al dilema dependencia/autonomía; los planes generan
un alto grado de dependencia respecto del Estado y ello atenta contra el logro de la autonomía del
Movimiento. En sus palabras: “El problema es que tenemos una autonomía relativa, restringida y eso
hace que tengamos un grado de exposición muy grande. Nosotros seguimos cargando con el collar del
Estado que son los planes y subsisdios (…) Lo que nosotros queremos es construir esa red de
producción alternativa porque ahí está la salida del collar, no hay otra manera” (MTDS-Colectivo
Situaciones, 2002: 198).
Los emprendimientos productivos representan para el MTDS la consolidación de la
organización. Expresa uno de sus miembros: “Cuando llegamos a sescientos compañeros vimos
también que para consolidar había que trabajar en forma más contundente los talleres productivos.
Estos talleres se habían descuidado por los planes de lucha que habíamos venido sosteniendo”
(Revista Movimientos Sociales, 2002: 18).
En un principio los talleres fueron diseñados conforme a separarse de los objetivos según los
cuales el gobierno creó los planes de empleo, esto es, trabajos comunitarios y/o asitencialismo.
La denominación de “talleres productivos” responde a la intencionalidad de diferenciarse de los
llamados “microemprendimientos” y de establecer otra concepción a la de trabajo –no capitalista-
ligada a lo comunitario: “Talleres productivos, los llamamos así porque creemos que los
microemprendimientos son manejados por diez tipos y uno a la cabeza; en cambio el taller lo
manejamos todos y es de todos. En un microemprendimiento es la forma mas fácil de ingresar al
mercado; nosotros no queremos ingresar al mercado. Lo que queremos por ahora es autoabastecernos
nosotros y que la gente del barrio también pueda comprar un pan bueno y barato.” (Horacio, junio
2002).
Como se desprende del relato, estas iniciativas productivas autónomas y autogestivas fueron
diseñadas como alternativas a la producción mercantil: “Y no sólo porque las relaciones mercantiles
son antagónicas a los valores que nos mueven en la construcción militante, sino por un problema de
efectividad concreta: el mercado hoy no es un medio de satisfacción de las necesidades de los
vecinos de Solano” (Colectivo Situaciones, N° 4: 7) (el subrayado es nuestro).
Lograr la autoadmnistración de los planes y la aprobación de los talleres como contraprestación
implicó que la lucha debiera trasladarse al espacio público con el corte de ruta. En ese espacio se
“ganan” los planes y se consiguió quebrar el control social de las auditorías municipales: “Nosotros no
lo permitimos que vengan controlar nada, esto es absolutamente nuestro, es genuinamente nuestro, no
tienen nada que controlar (enfatiza). Lo que nosotros hacemos desde lo que es nuestro, estamos de
alguna manera cumpliendo con la figura legal que ellos exigen que es este un trabajo como
contraprestación a los subisidios, y lo hacemos a nuestra manera”, explicaba Antonio.
Las primeras experiencias -la panadería y marroquinería- fueron desarrolladas entre 1998 y
1999 aunque hay un reconocimiento en común en tomar como momento de puesta en acto el año 2001
cuando se desarrolla el primer Plenario del MTDS y se reafirman los acuerdos fundantes.
Fueron numerosos los talleres que se impulsaron en el momento inicial, pero relativamente
pocos los que lograron permanecer luego del giro que el nuevo gobierno le impondría a la política
económica al eliminar la convertibilidad monetaria. De hecho, la viabilidad de estas producciónes
alternativas depende, entre otras cosas de su capacidad de sobrevivir bajo la hegemonía del capitalismo.
A continuación tomaremos como casos de estudio las experiencias que el movimiento desarrolla
actualmente en el Barrio San Martín. En mismo está integrado por 89 miembros beneficiarios de los
planes de los cuales 20 son ancianos. Entre los 69 adultos jovenes hay 33 mujeres y 36 varones y de
ellos solo trabaja en los talleres productivos el 35 %. El resto trabaja en las áreas (salud, prensa,
seguridad, etc.) y en talleres no productivos (albañilería), comedor, copa de leche o en la huerta
comunitaria de Roca Negra que no está financiada por los planes por ello no la tomamos aquí.
Focalizaremos este trabajo en la viabilidad de las iniciativas y en su potencial emancipatorio
(Santos, 2002) si bien las comprenderemos no en términos de éxito o fracaso sino como campos
experimentales, precarios y no suturados.
I.
El taller de marroquinería
“Yo venía de como organizar la base acá era mas importante que tener el poder en las manos (..) si
hiciéramos talleres, que en el futuro iba a hacer algo de base, y eso era lo más imporante para la
organización. Entonces como yo era artesano empecé a enseñar”, cuenta Cesar, a cargo del área de
producción y capacitación e iniciador del taller de marroquinería, sobre su experiencia militante en
Chile con organizaciones populares y comunidades indígenas.
El taller de marroquinería funciona tres veces por semana en el horario de 15 a 18 horas. En el trabajan
cinco miembros del MTDS, un varón y cuatro mujeres, vecina/os del barrio, beneficaria/os del Plan, a
cambio de la contraprestación exigida por el gobierno.
Una mesa de corte de chapa se exhibe en el centro del lugar; una máquina recta comprada usada
se encuentra, ahora, en desuso; una máquina de lustrar yace sobre el piso; hormas de madera; trozos de
neumáticos utilizados para las suelas de los calzados se apilan en las estanterías. Son las máquinas e
insumos necesarios para fabricar calzados artesanales de distinto tipo según la estación del año (suecos,
cheyenes, etc.); carteras; billeteras. Sin embargo, no hay a la vista tareas para realizar. Tan solo los
cortes apilados de las capelladas de algunos cheyenes, un par de sandalias terminadas; el resto son
tareas interrumpidas.
A la hora de comenzar, el trabajo se ve obstaculizado porque faltan los materiales necesarios
para realizar los moldes, o, no se encuentran ciertas herramientas (la tijera).
Comienza la entrevista; las mujeres, sumidas en el silencio, delegan en el único varón presente
la palabra.
Cesar debe regresar a Roca Negra (lugar en el que el MTDS comparte la huerta comunitaria con
otros MTD). Antes de partir y a modo de confesión nos dijo que “poner en funcionamiento un taller
tarda aproximadamente 4 años y que como lo están haciendo ellos va a tardar por lo menos 6 años”.
Que la gente del movimiento no entiende esos tiempos.
Comenzamos a hablar del taller con Antonio, mientras las dos mujeres intentaban hacer, en
vano, los moldes en un cartón que sustituya el faltante cartón piedra. A medida que le entrevsita
transcurría era notoria la centralidad de la figura de Cesar como referente para el trabajoello, él cumple
el rol, por ahora, insustituible, del maestro.
En efecto, el saber del artesano sobre el proceso de producción del calzado ha sido, desde luego,
el recurso simbólico fundamental para poder iniciar el taller, cuya legitimación fue alcanzada en la
instancia de la asamblea. De hecho, el MTDS fijó como norma que los proyectos de los talleres deben
ser aprobados por la asamblea y luego “todos tienen derecho a integrarlos”.
Sus escasas herramientas manuales traídas de Chile -puestas a disposición del grupo- (cinceles,
hormas de madera, raspadora), muestran la ausencia de tecnologización.
Como todo proceso de producción, el taller en sus comienzos requirió de insumos que no se
poseían y para ello debieron recurrir al dinero. Así se fijaron los primeros criterios de organización que
regirían para todos los talleres: el aporte solidario de $10 por cada beneficiaria/o del plan que
conformaría el “fondo común” sería destinado a la compra de materiales, previa instancia de
aprobación de un presupuesto en la asamblea. De este modo se logró comprar la máquina de coser usada por un valor de $300.
La creación de los talleres implicó fijar acuerdos referenciados en normas internas, extensibles a
todos los talleres, constantemente sometidos a crítica en las instancias asamblearias y por lo tanto,
algunos continúan y otros han variado o han perimido.
Uno de los criterios fundamentales es el aporte solidario de los miembros al “fondo común” que no
sólo es utilizado para la instalación de los talleres, sino también para sostener la compra de remedios
para la farmacia comunitaria, el comedor, los viáticos para las movilizaciones, los gastos de material
para gestionar los Planes, etc..
No obstante, su no obligatoriedad (de hecho, hay miembros que no aportan todos los meses), se
basa, según explica Antonio, en “criterios internos que te llevan a pensar que conveniencia o efecto
tendría en forma individual o no y esos criterios se aprueban en la asamblea, en la discusión con los
compañeros.”
Regresando al funcionamiento del taller, una vez que la fase de superar la necesidad del capital
inicial fue lograda, el problema que se presentaba era el sostenimiento del taller, esto es, la reposición
de los insumos; el desgaste de los medios de producción, etc. Se acordó entonces que los productos
fabricados –y esto es extensivo a todos los talleres- fuesen vendidos a un precio apenas superior al de
su costo al movimiento.
Ello concitó por cierto conflictos pues significaba reproducir la lógica capitalista en la adopción de
las reglas de mercado trasladadas al movimiento. Y originaba otro de los dilemas: o adoptar dicha
lógica o no poder asegurar la continuidad del taller.
Reproduzco un fragmento de la entrevista que ilustra este dilema:
- Comprando pegamento, cuero, hilo, etc. a nosotros esa sandalia nos salía al costo $6,
nosotros ponele la vendíamos al movimiento a $7, a $6 y se vendía al movimiento, ¿por
qué?, porque sino todo el tiempo teníamos que estar pidiendo a la caja chica entonces no
podía abastacerse el taller.
- ¿Y esos $2 se los quedaba el taller?
- Para eventualidades que pudieran pasar, como excedente de eso y deciamos, eso permite
levantar otro taller o seguir sosteniendo el taller y que a la vez que los compañeros que una
sandalia que en el comercio pudiera salir $20 acá la consiguen a 10 pero lo que veíamos era
que por mas cara que pudiera salir la sandalia, mas cara que comprarla afuera, estábamos
apostando a un proyecto distinto, a una economía diferente.
El tema del mercado es otro elemento a tener en cuenta dada la ideología del Movimiento que subyace
en los proyectos productivos: no reproducir la lógica del capital. “Nosotros decimos que tenemos que
armar una red por fuera de este sistema. Si entramos al mercado nos convertiríamos en capitalistas
de vuelta. Aparte no podríamos ingresar porque el mercado; el capital nos va a hacer m…
económicamente y la fuerza, si nosotros producimos 1000 zapatos por día ellos van hacer 3000,
entonces no podemos competir con el mercado; hoy no podemos ni queremos competir.” (Horacio,
junio 2002).
En este sentido, el taller depende del mercado para proveerse de aquellos insumos, como el cuero,
que es comprado en el distribuidor mayorista o en la curtiembre. Al respecto, Cesar nos decía: “Ahora
tenemos que comprarle al capitalismo en determinado tiempo, pero nosotros estamos haciendo zapatos
y nosotros a la vez necesitamos el cuero, nosotros les podemos dar zapatos y ellos (habla del MOCASE
–Movimiento Campesino de Santiago del Estero-) nos dan cuero, entonces hacemos trueque”.
Metas y tiempos se interpenetran. Los tiempos del movimiento se entrecruzan con los tiempos
individuales. La finalidad de tales emprendimientos es pues, en primer lugar, poder garantizar el
autosustento de la organización, sin plazos determinados, como nos explicaba Horacio: “Nuestro
objetivo son estos proyectos a futuro, no nos ponemos a hacer plazos porque esto no es mecánico, se
requiere una capacitación también desde lo ideológico y político de los compañeros para poder tener
convicción del proyecto, eso se logra a traves de charlas, de reflexión, de un debate en donde se van
tomando algunos acuerdos por eso no nos ponemos metas, en tanto tiempo de capacitacion, otro
tiempo producción y al final de ese tiempo ya todo el mundo va a tener el calzado, no, esto se va a dar
en la medida que los compañeros tomen como propio al proyecto.” (mayo 2003).
Una vez logrado el autosustento, el proyecto –extensible a todos los talleres- es llegar a establecer
las formas de intercambio con otras organizaciones. Dice Horacio: “En principio esta producción está
destinada a la necesidad de los compañeros para autosustento de la organización, para los
compañeros, con un precio de costo. La idea es que podemos ir pensando mas adelante en una
producción mayor ya para el intercambio de estos productos por otras cosas que nosotros pudiéramos
ir necesitando con otros movimientos”.
La apuesta del MTDS es construir una economía alternativa en red con otras organizaciones como
los MTD, el MOCASE, etc. de modo de que en caso de lograr un excedente se puedan intercambiar los
productos logrando prescindir de la utilización del dinero. “Nada monetario, que no sea una cuestión
de paso de moneda y poder apostar a una economía distinta.” (Cesar, 2003).
La idea del trueque o intercambio de bienes que maneja el Movimiento descansa no sobre el “valor
de cambio” sino sobre el “valor de uso”, priorizando la necesidad. Como lo explica Cesar en una
entrevista:
- Puede ser que nosotros les demos zapatos (refiere al MOCASE) y yo todavía no tenga el cuero, no
importa mas adelante tendrá cuero y nos dará.
- ¿Y como es el valor que se fija para el intercambio?
- No son valores son las necesidades. (…) Nosotros no trabajamos con cuestiones de costo y de
cuanto gastamos o no gastamos sino con las necesidades (…) En el intercambio es lo mismo, no
importa el costo de ese zapato; significa que si necesitamos 200, 500 bloques y ellos necesitan 40
pares de zapatos, nosotros les damos los 40 y ellos nos dan los 200. Si Lanús después podría tener
una necesidad x, viene Lanús y nos dice mira estoy con un grave problema dentro del movimiento y
necesito pulloveres y nosotros estamos haciendo pulloveres entonces no es necesario que Lanús me
de algo: toma los pulloveres, el intercambio es de acuerdo a al necesidad que podamos tener y no a
cuanto me salió esto.
En realidad, detrás de esta idea subyace el principio de la reciprocidad que liga a las organizaciones en
obligaciones mutuas (Polanyi, 1967)..
El taller de marroquinería, aún en la fase de capacitación, no ha llegado a concretar la idea del
intercambio ni del autosustento; no ha desarrollado la capacidad operativa para lograr hacer un stock de
productos y, por consiguiente, no ha habido excedentes ni procesos de acumulación. Además, el grupo
iniciador (8 personas) se desintegró y se conformó un grupo nuevo menor.
El excedente, que aun desconcen, no obstante ya ha sido definido por ellos como “dinero invisible”
pues, según sus interpretaciones, ese excedente reproduce relaciones capitalistas: “Nosotros decimos
que el excedente es plata invisible no la vemos. Si a nosotros nos llega el dinero acá y tenemos que ir a
comprarle al capitalismo signiifca que no lo vemos, llega y se va, es invisible, ese excedente invisible
que no lo vemos en vez de apostar al capitalismo vemos como podemos a apostar a hacer otra
organización que el día de mañana nos pueda dar otra cosa y nosotros no invertir el excedente en el
capitalismo y poder tener un cambio real” (Cesar, mayo 2003).
Durante el trabajo de campo pude observar no solo la inexistencia de excedentes de producción
sino las serias dificultades que se interponen para lograr la reposición de los insumos. “En principio la
idea es producir calzado digamos, una función minima, depende todo eso de los recursos que nosotros
vamos obteniendo para la producción. En este momento no se cuanto llegará a salir del material que
ienen todo el material? (le pregunta Antonio a las dos mujeres) Un poquito de cuero, no
creo que nos de para mas de 10 pares o menos tal vez.” (Antonio, Francisca y Noemi, mayo 2003).
La falta de recursos económicos está incidiendo en forma decisiva en la sustentabilidad del taller
acentuado por el impacto negativo de la política económica en el aumento de los precios y la
devaluación de los subsidios.
Con respecto a la organización del taller, decíamos anteriormente que el MTDS necesitó crear
ciertas normas internas que incluye a la totalidad de talleres, algunas de las cuales sufrieron
modificaciones en el transcurso del tiempo. Entre los “criterios” que se se modificaron, podemos citar,
a modo de ejemplo, el de las faltas al taller (y a las marchas). Respecto de las primeras, antes de
comenzar a trabajar en los talleres se pasa una planilla para verificar la asistencia, siendo permitidas
hasta tres faltas justificadas (por enfermedad y también se contempla la licencia por maternidad para
las mujeres).
Otra norma refiere a las “sanciones” a aquel miembro que no cumple con su responsabilidad de
trabajo. En ese caso la “sanción” –de la que ellos prefieren no hablar- es colectiva y se basa en la
autoexclusión: “No hemos todavía llegado a sancionar a ningún compañero … se habla con el
compañero y a partir de seguir con esa práctica el compañero se va quedando como aislado solo, se
va aislando solo”, nos explicaba Antonio.
El “sentido del colectivo” prima de tal modo que la irresponsabilidad o apatía individual atenta y
constituye una amenza a la cohesión del movimiento. Explica Antonio: “Absolutamente todo lo que
tenemos en el movimiento es de pertenencia de todos los compañeros. Nosotros todo lo que tenemos en
el movimiento lo tenemos a través de la lucha que, hasta llegó a costar la vida de compañeros, por eso
nosotros el valor (con énfasis) que le damos a estas cosas, no lo podemos dejar al libre albedrío
digamos como para quien haga lo que quera ahí adentro entonces si es asi cada taller es parte de
nuestra lucha entonces no vamos a permitir que nadie que quiera estar en el taller se aproveche de ese
esfuerzo de esa lucha de ese compañero.”
En realidad es la asamblea quien tiene el poder para llamar la atención a quienes falten al “pacto”
ya sea por no trabajar, no cumplir con el plan de lucha o el aporte solidario.
En ese caso el miembro puede ser retirado del grupo, pero no del Movimiento, en tanto siga siendo
beneficiaria/o del plan y lo legitime en la acción colectiva sostenida en el corte de ruta. El siguiente
extracto de una entrevista refiere a ello:
- ¿Que sucede cuando hay un compañero que no trabaja?
- Ahí todo el grupo esta de acuerdo porque vos no estás cumpliendo con esto entonces el
grupo lo saca.
- ¿Del movimiento?
- No, del taller, del grupo. Nosotros decimos que nadie te puede sacar tu silla. De última se le
da los papeles y puede ir a otra organización a cobrar el subsidio pero nosotros no le
sacamos su subsidio. Pero del taller sí porque el taller es un proyecto del MTD. (Cesar, abril
2003)
Por otro lado, existe un control externo al grupo por parte de los restantes integrantes del
movimiento. Explica Antonio: “Yo puedo estar acá en el taller de marroquinería de San Martín, pero
es mío también el taller que está en Claypole, el de huerta y si yo veo una situación de injusticia con un
compañero, ponele que alguien se esté llevando la verdura, o no vaya a trabajar es mi deber llamarle
la atención a ese taller aun no siendo de Claypole”.
El control es ejercido en las diferentes instancias organizativas: la Mesa General, en las reniones
periódicas de los talleres productivos, o en el plenario mismo.
Con respecto a la organización del trabajo, el taller posee una mínima organización laboral que
intenta romper con la lógica del trabajo fabril y los rasgos negativos que, según ellos, caracteriza a las
economías capitalistas.
II
El Taller de herrería
El taller de herrería se creó al poco tiempo en un momento que podemos llamar de “explosión” de
iniciativas productivas puestas en marcha por el MTDS.
Este taller contó también con quien “poseía” el saber técnico. Conocido como el herrero del
barrio, se acercó al Movimiento como un desocupado más y “ganó legítimamente” –como expresa uno
de sus compañeros- el plan en un corte de ruta.
El proyecto inicial de crear la herrería fue según Francisca (quien estuvo desde los comienzos y
ahora integra el taller de marroquinería) “darle la posibilidad a los compañeros de que tengan
medianamente asegurada la casa con rejas y esas cosas… y después tambien hacer un intercambio de
trabajo, que a lo mejor hubiese yo que se por darte un ejemlo alguna fabrica recuperada que este
fabricando yo que se… colchones, nosotros vamos y le ponemos las rejas y que nos den los colchones”.
El grupo compuesto por quince personas de ambos sexos –mayoría de varones- recibía capacitación
los días martes. Cuenta Francisca: “Teníamos herrería y herrería artística, era hacer maceteros, las
rejas (nos explica). Bueno, después había días que directamente no hacíamos nada, estaba la gente
que quería trabajar y otra que no quería hacer nada y bueno la gente se fue a otro grupo y fue asi
como me pusieron aca en marroquinería” (Mayo, 2003).
Uno de los elementos importantes es que la instalación del taller requería herramientas que son muy
costosas. La única máquina que se llegó a comprar fue una soldadora que, ahora en desuso, pertenece al
Movimiento. La no disponibilidad de las herramientas (fragua; máqina amoladora; dobladora, etc.) y la
imposibilidad de construirlas por ella/os mismos (como veremos en la panadería) fue un factor decisivo
al momento de interpretar el fin de la experiencia.
Máquinas de alto costo que el herrero, si bien poseía, no las socializó. Cuenta Antonio: “El
compañero herrero tenía esas herramientas pero llega un momento que plantea el chabón: -Pero si yo
voy a poner a dispoisición mis herramientas pero de ahí yo no voy a sacar nada, no, yo no hago mas
nada.”
El grupo no logró ni siquiera alcanzar algún tipo de conocimiento básico: “No llegó a enseñarnos
nada lo único que hicimos fue sacarle la tierrita esa, de la reja esa”, relata en forma irónica Francisca.
A modo de anécdota, ella misma nos cuenta el momento de la visita del auditor llegando al lugar para
controlar el cumplimiento de la contraprestación: “Cuando vinieron a preguntar a ver que era lo que
haciamos como yo tenía la reja delante de mi casa lo llevé (risas) Y no teniamos hecho nada, nada de
todo eso nada para mostrarles, y decía: -uy, que bueno (risas)”.
Por otro lado, la misma idea originaria del taller se desvirtuó cuando fue puesta al descubierto la
intención que animaba al herrero: realizar trabajo de herrería para afuera con la ayuda de los integrantes
del grupo que él mismo estaba capacitando.
La conclusión a la que arribamos respecto a los límites que presentó esta experiencia es que
nuevamente, como en el estudio de caso anterior, la falta de recursos para acceder a la compra de
herramientas y máquinas determinó el fin de esta iniciativa cuyo único logro fue haber realizado una
parrilla para un miembro del Movimiento.
En una autocrítica, Antonio reflexiona al respecto: “Ese otro error de impulsar talleres en gran
escala, digamos varios talleres, tiene… fijate lo que paso ahí en herrería, quince compañeros
queriendo ser herrero, queriendo trabajar en herreria, imaginando no se que cosa pero mucho menos
viendo el proyecto, se nota que no entendió el proyecto, por eso el proyecto se cae.”
La diferencia que tal vez marque de modo mas decisivo una antítesis respecto del taller de
marroquinería se basa en la falta de compromiso con el proyecto político del Movimiento por parte del
herrrero -a diferencia del artesano claramente definido como “miembro identificador” (Revilla Blanco,
1994)-. Por ello, en este caso, operó la “salida” en lugar de la “voz” (Hirshman, citado por Revilla
Blanco, 1994) que caracteriza a los miembros “poco leales” a la organización.
III
El taller de prendas
Ubicada en las cercanías de la marroquinería, el taller de prendaas funciona en la casa de una de las
mujeres del Movimiento que fue su iniciadora. Levantado en un espacio pequeño que es compartido
por el área de salud –integrado por 20 personas, en su gran mayoría mujeres del Movimiento que
trabajan diariamente durante 4 horas organizando el trabajo de la importante farmacia comunitaria que
construyeron (dar los remedios a los integrantes del Movimiento recetados por el médico), aplican
inyecciones o hacen curaciones y reciben capacitación de algunos médicos.
En el taller trabajan diariamente dos mujeres durante 4 horas. En un momento cercano solían ser
11 los integrantes del grupo (2 varones y 9 mujeres) y el taller funcionaba en dos turnos: mañana y
tarde. Finalizando el año 2002 el grupo se desarma; sus integrantes se van del Movimiento por distintos
motivos (cooptación clientielista, miedo, etc.) y dejan impaga la ropa fabricada por ellas mismas y
comprada al taller a crédito, lo que ocasionó la actual etapa de crisis que atraviesa el taller. Relata Eva:
“Se fueron del Movimiento porque hay punteros políticos que ven que te renevan tu plan y no hacés
nada. Per eso es como dice el refrán: pan para hoy, hambre para mañana. Ellos te piden $10 o $20 y
no tenés beneficio, porque acá los compañeros, tenés el aporte solidario, los remedios” (junio, 2003).
En el se fabrican una variedad de productos: prendas para vestir, carteras de jean, almohadones,
etc. para niños y adultos pero también se recicla ropa usada donada y se realizan arreglos de ropa, para
los miembros del MTDS y para el barrio aunque en los últimos tiempos la venta cayó porque según
Eva “las prendas uno evita comprar, todo el mundo anda con lo jutso” . Los precios de la ropa oscilan
entre $0.50 y $3 y vendidos casi a su costo no dejan margen de ganancia alguno.
En la época en que el taller alcanzó su mayor producción pudo generar pequeñas ganancias y
realizar un stock de mercadería que aun no se consumió. Así se pudieron comprar usadas además de la
primer máquina recta dos máquinas mas, una de las cuales está rota. Otra máquina es de una
compañera. No obstante, ese margen minimo de ganacia fue utilizado para la reposición de los insumos
(telas, hilos, etc.) comprados en los negocios de la zona.
Para las compras se pide un presupuesto que es presentado en las reuniones de talleres
productivos y así obtienen el dinero para comprar los insumos cuando no disponen de la caja chica del
taller.
El aprendizaje de un oficio es valorado por Eva de modo que a pesar de todo ella sigue
trabajando. Cuando ella comenzó no sabía coser, ni cortar y en estos dos años logró aprender un oficio.
Uno de los obstáculos más importantes registrados en el campo es la dificultad de lograr armar
el grupo y el tiempo que ello lleva, límite que es extensible a los restantes talleres.
IV
La Panadería
La panadería funciona en el local del MTDS. Está ubicada al costado del salón de reuniones donde se
llevan a cabo las asambleas y detrás del comedor en el que se sirve la copa de leche a setenta niños -del
MTDS y “de la calle”-. El precio del pan es menor al de los comercios del barrio: $1.10. Cuando
comenzamos el trabajo de campo -en agosto de 2002- era de $1 y en febrero había alcanzado el valor
de $1.50. La factura es otro producto nuevo que se agregó a la producción y su valor es $1.50.
Cuando arribamos al lugar, todos trabajaban a un ritmo apresurado: dos hombres amasaban
mientras uno más joven (el aprendiz, como se autodenominó) miraba la tarea. Una mujer trataba de
trabajar según lo que le permitía su bebe en brazos; otro varón cuidaba el pan que estaba en el horno. El
ritmo veloz lo marcaba la hora de la salida del pan para alimentar a los chicos que esperaban en el
comedor la merienda.
La receta de cómo hacer el pan colgaba de una pared donde se fijaban los ingredientes y
medidas justas. En otro cartel se lee: “la dignidad no se negocia”. Mientras estábamos allí se acercaron
dos vecinas a comprar pan y factura.
Me cuentan que la panadería funcionaba en otro lugar, en la casa de un compañero, y en abril de
2002 la trasladaron allí.
En los inicios se producían entre 10 o 15 kilos y trabajaban 27 personas. Actualmente, trabajan
12 personas de ambos sexos (3 mujeres y 9 varones) durante 4 horas diarias repartidas en 4 turnos
durante las 24 horas los siete días de la semana –el trabajo del fin de semana es voluntario-. Toda/os
tienen planes. El turno tarde hace aproximadamente 10 kilos. El que mas produce es el turno mañana:
26 kilos. La producción diaria alcanza aproximadamente 40 kilogramos de pan y 6 de factura. Los
sabrantes se venden mas baratos o la llevan ellos luego de anotarlo en un cuaderno para llevar un
control de la materia prima.
En los comienzos, un maestro panadero comenzó a socializar su saber a otros miembros que se
integraron al taller y de a poco fueron adquiriendo las primeras máquinas compradas usadas con el
dinero del fondo común: primero fue la cebadora, luego la amasadora, la batidora, después la armadora
de pan en un proceso que abarcó entre cinco y seis años hasta lograr equipar la panadería. El horno
pizzero lo fabricó uno de los integrantes que era chapista y maestro panadero. Algunas de las máquinas
fueron fabricadas por ellos y asimismo su mantenimiento.
Al principio, el proyecto del taller era abastecer al Movimiento. Luego se debatió en la
asamblea acerca de vender al barrio a un “precio solidario”, menor que el de mercado. Este proceso es
narrado por uno de los miembros del MTDS en una entrevista grupal:
- En realidad el proyecto se hizo solo para el MTD y después vinieron del barrio y dijimos
bueno si queremos una panaderia que sea a nivel social no esaría mal, ademas nos
enorgullece a nosotros venderle al barrio de que estamos haciendo un trabajo social
territorialmente.
- ¿En que sentido hablás de trabajo social?
- Y que vos vendés el pan a 1.10 y no estás produciendo capitalismo, estás en contra de eso y
vos estás luchando para que una familia pueda tener un kilo de pan en la casa porque ahora
el nivel de trabajo no hay mucho trabajo y es muy difícil para una familia tener un kilo de
pan en la mesa (junio, 2003).
En la panadería opera una división del trabajo no determinada por el sexo sino por la experiencia,
aunque, como en el taller de marroquinería, la finalidad es que el conocimiento de cómo elaborar el pan
o la factura pueda ser alcanzado por todo el grupo. Como nos explicaba Dalia: “Se divide si, uno
amasa, otro soga y otro estira y otro cocina” (mayo, 2003). Las tareas son rotativas de modo que
según entiende el grupo se logró capacitar a 3 panaderos, “y ya otros habrá capacitados, y así se van
capacitando de a poco para que si mañana, pasado, el gobierno nos quita los planes, digamos, bueno,
vamos a poner los 3 turnos y tenemos gente para comenzar a trabajar con la panadería, para trabajar
para afuera” (Sergio, mayo 2003).
La panadería se rige por las mismas normas que comprenden a todos los talleres productivos:
justificación de faltas; licencia por maternidad a las mujeres; hasta “sanciones” señaladas arriba.
Uno de los tantos momentos difíciles que debió afrontar el taller fue la salida de los dos maestros
panaderos que habían iniciado el taller. “Los chuparon los políticos”, relata Hugo haciendo referencia
a la cooptación que ejercen los punteros, mientras Dalia apunta: “Te sacan la lucha, te dicen que no
vayas a ningún lado, que no es necesario para tener el plan que hagas un piquete. Te dan una bolsa de
mercadería y te quedas en tu casa”.
Ello implicó que los integrantes del grupo ya capacitados asumieran la responsabiidad de
continuar con el proyecto. Para este momento se decide agregar un nuevo producto a la oferta: las
facturas. Es interesante observar el discurso de los derechos que sustenta esta incorporación a la mesa
familiar: “Un derecho que tenemos todos, de poder desayunar con factura”, explicaba Antonio.
En la historia del taller, dos momentos son señalados por el grupo: un episodio de robo de
materia prima y algunas herramientas (la balanza) y el ingreso de $100 falsos a la caja. “Lo que
teníamos para seguir produciendo se lo robaron. La balanza todavía no la pudimos reponer. Aparte
una vez nos habían pasado $100 falsos y eso lo sintió también bastante la panadería”, señala Diego.
Hubo también momentos en que la panadería debió detener la producción por falta de recursos
monetarios para la compra de insumos. El momento que alcanzó su mayor dramatismo, por cuanto
siginificó evaluar la continidad del emprendimiento, fue durante el año 2002 cuando a partir de la
política económica del nuevo gobierno las nuevas medidas aplicadas impactaron negativamente en la
producción por el fuerte aumento de los precios de las materias primas. Dicho momento fue superado
pero cada vez se hace más difícil sostener la producción y la reposición de los insumos consumidos en
el proceso productivo. El escaso margen de ganancia (0.20 centavos por kilo de pan) sólo alcanza para
reponer los artículos de limpieza -imprescindibles en todo lugar de fabricación de alimentos según
normas sanitarias que el taller aplica rigurosamente- y los insumos.
La panadería no recibe donaciones ni subsidios por parte del gobierno. El costo de la harina es
de $35 la bolsa. La misma es comprada en un comercio mayorista que solo admite pagos en efectivo y
que, por otro lado, es uno de los productos alimenticios que registró una fuerte variación en su precio.
No obstante los límites descriptos, la panadería es caracterizada en forma consensuada por los
miembros del MTDS como uno de los talleres productivos que “mejor funciona” pues como dicen: “se
está trabajando bien, la materia prima está saliendo bien, vamos aprendiendo más” (Diego, junio
2003). En efecto, es el taller del que se proveen todas ls familias del Movimiento de este barrio no sólo
por su bajo precio sino porque según expresa una mujer del área de salud, “es para el bien de mañana,
llegar a subsistir cuando terminen estos subsidios” (junio, 2003).
Otros son también los indicios que muestran, según nuestra observación, el buen
funcionamiento del taller: en primer lugar, las características mismas del producto que se fabrica –el
pan- considerado de primera necesidad en el consumo familiar; luego, a pesar de haber disminuido la
mano de obra aumentó la producción; la superación de la etapa de capacitación puesto que la salida de
los maestros panaderos no obturó la continuidad del taller; la superación de los momentos críticos
señalados arriba; y la credibilidad en el proyecto político del MTDS por parte del grupo. A popósito un
extracto de una entrevista grupal del turno tarde precisa esta interpretación:
- ¿Por que cayó el numero de integrantes?
- Por los punteros políticos. Por ejemplo de acá hasta la Avenida San Martin hay 3 o 4 y
la gente se va con ellos.
- Te comen la cabeza (expresa uno de los trabajadores)
- Que les dan mercaderia, te prometen esto, no salgas a la calle…
- ¿Y Uds. por qué no adhieren a eso?
- Nosotros a lo mejor tenemos mas… algunos de los que se fueron no conocían bien que
era el MTD, de qe se trataba, debe ser por eso, el hecho de que los punteros jugaron a
eso, los que no sabían.
- ¿Y Uds. están convencidos del proyecto del MTD?
- Yo sí.
- Yo también.
En efecto, cuando les preguntamos al grupo acerca de qué era lo que pensaban sobre la economía
solidaria y si el taller cumplía con los principios que rigen este tipo de economía, su aprobación estuvo
determinada por una apuesta al taller pero también al proyecto básico de los talleres: lograr el
autosustento. Veamos un fragmento de la entrevista grupal:
- ¿Qué es para uds. la economía solidaria?
- Y… vos aportás para que funcione algo. Soy solidario con los compañeros porque veo
que está funcionando el taller. Aparte la idea es que si mañana nos sacan el plan, para
que nuestra familia tenga un kilo de pan, zapato o ropa, un plato de comida, una taza de
leche para los chicos, esa es la idea del MTD.
- ¿Y si hoy desaparecieran los planes podrían sostenerse?
- Y como funciona hoy la panadería sí.
El principio de solidaridad es fundamental para interpretar la evaluación que los miembros del MTDS
realizan de los talleres y que en esta taller apreció de modo más explícito. Este sentido expone la meta
básica del MTDS: “Lo que interesa es que tengamos resuelto colectivamente las necesidades básicas
para vivir; ya sea el tema de la alimentación, de la salud o la educación. Poder pensar la economía en
función de eso, y no en función de la guita o de con cuánto excedente se va a quedar cada compañero.
Y creo que la ca enunciado bajo el principio de “cambio social”. Antes desarrollaremos los limites de las experiencias analizadas.
de los talleres. Y aquí surge una pregunta crucial que tiene que ver con la ausencia de la motivación de
la ganancia. En torno a ello coincidimos en que el tipo de trabajo que caracteriza a los talleres no es
trabajo voluntario o solidario sino “trabajo subsidiado” (que apenas alcanza a los $150). Entonces: ¿qué
motivaciones tienen los miembros del MTDS para trabajar en el taller mas allá de la contraprestación
exigida que, por otro lado, nadie controla? La apropiación del proyecto, el valor de lo colectivo sobre lo
individual (el “free-rider” explicitado por Olson) constituye, pues, la divisoria de aguas y la explicación
de los altibajos que caracterizaron a los talleres. Cesar cuenta las tensiones y conflictos que se suscitan
cuando un miembro del grupo pretende retirar el producto que el mismo fabricó sin pago alguno:
- Yo te digo esto es de todos que es para todos no, yo me llevo un par de sandalias, laburé
toda la semana hice 50 pares de sandalias, ¿por qué no me puedo llevar una? No te
podes llevar una, esto es de todos los compañeros, señala Cesar.
- O sea, ¿el mismo trabajador del taller las tiene que comprar también?
- Claro, yo estoy cumpliendo una función más dentro del MTD porque todos apostaron al
proyecto, sino te llevás una vos, me llevo una yo, nos llevamos todos porque es para
todos, entonces al compañero esa idea le cuesta asumirla entonces viene y se lleva un
pedazo de cuero, un poco de pegamento, tiene plata en la mano y no la dio.
Por otro lado, la deserción de algunos miembros “poco leales”, que por distintas causas abandonan el
Movimiento incide en la desestructuración de los grupos y el proceso de adaptación que requiere el
nuevo grupo. Es el ejemplo del taller de prendas que redujo el némero de miembros de 11 a 2 personas
y eso implicó una caída de la producción.
6. Tiempo. La cuestión del tiempo es fundamental en dos sentidos: el tiempo interno del grupo que
necesita para adaptarse al nuevo régimen de trabajo, el proceso de aprendizaje que implica cambiar su
posición de trabajador asalariado, que el contro sea autocontrol o por parte de un par, y el tiempo a
largo plazo que implica la concreción del ideal de los talleres: llegar a establecer una economía
solidaria y altermativa al capitalismo.
4. Emancipación y movimiento
Antes de evaluar las potencialidades emancipatorias del proyecto del MTDS, explicitaremos la noción
de emancipación social que introducimos en este estudio.
Por cierto, el término emancipación ha estado históricamente asociado con la implantación de la
sociedad socialista. Distante de esta concepción de la historia, el concepto de emancipación adoptado
se basa en la definición que introduce Navarro (2002) y refiere a “las chances de las clases subalternas
y de los grupos sociales más pobres, a partir de diferentes identidades, de construir, de forma
autónoma, sus formas de asociación y representación de intereses y de ingresar en el campo de las
disputas políticas y allí ejercer su derecho legítimo de defender reivindicaciones propias y buscar
materializar sus demandas sin correr el riesgo o a riesgo de de ser eliminados o enfrentarse a
constreñimientos políticamente ilegítimos materializados por grupos sociales adversarios” (págs.
196/7) (mi traducción).
La retórica que introduce el MTDS alude a un proyecto de transformación social a largo plazo
que incluye un desafío a las formas capitalistas de producción mediante la implementación de un modo
de producción alternativo basado en la solidaridad y la necesidad. No obstante, cabe preguntarse:
¿dónde reside la emancipación para el MTDS? ¿Sólo en el proceso productivo intentando reducir la
alienación del trabajo o socializando los medios de producción? ¿Qué lugar ocupan por ejemplo las
relaciones de género en el Movimiento?xiii Por cierto, como expresan Santos y Rodríguez (2002) la
materialización de este potencial emancipatorio requiere de “la integración que se logre entre los
procesos de transformación económica y los procesos culturales, sociales y políticos” (pág. 64).
Siguiendo esta línea argumental, abordaremos los alcances del Movimiento y los límites que
obstaculizan este proceso emancipatorio, en los órdenes económico, social, político y cultural.
En el orden económico, las experiencias productivas desarrolladas muestran una construcción
precaria con relación al desarrollo de formas de producción alternativas al capitalismo. Como vimos
aun no se ha llegado al autosustento, a la producción de excedentes, al intercambio con otras
organizaciones y menos aún a prescindir del mercado. La viabilidad de los talleres está cuestionada por
factores estructurales y subjetivos. Cuestiones que, además, siguen povocando debates al interior del
Movimiento que aun permanecen irresueltos. Como expresa uno de sus miembros al respecto: “Uno
debate grande es si la mercadería la vendemos al mercado o si está para solventar las necesidades de
los compañeros. Esos debates están dentro del Movimiento, no es un debate acabado. Lo que sí
tenemos bien claro es que queremos abolir la explotación; pero la expltotación no se anula a partir de
una idea sino de un proceso” (MTDS-Colectivo Situaciones, 2002: 69).
No obstante, a través de estas experiencias, aun frágiles por cierto, los sujetos están
experimentando nuevos modos de organizar el trabajo - basados en valores de igualdad intentando no
reproducir las relaciones verticales y autoritarias propias de la empresa capitalista - y orientarse bajo un
paradigma agroecológico sustentado en la producción orgánica, como es notable en la experiencia
compartida de la huerta en Roca Negra. Al organizarse por valores opuestos al capitalismo –
reciprociad, necesidad- y basados en un intento de anular la separación entre capital y trabajo y la
subordinación de este a aquel, estimular relaciones horizontales y democráticas, socializar los medios
de producción, comienzan a perfilar un tipo diferente de organización económica. Por cierto, cabe
destacar su negación a constituirse en la forma de cooperativa pues cuestionan que las mismas pueden
operar en una sociedad de mercado, sin embargo, ello no obstaculiza que utilicen su lógica
participativa.
Uno de los avances en la dirección hacia practicar “lo alternativo” dentro de los talleres se
empezó a dar respecto de la construcción de una idea de trabajo opuesta a la noción capitalista y que,
por otro lado, sustenta el argumento de la falsedad que crea la identidad de “trabajador desocupado”.
En sus palabras: “Todas las actividades productivas que no se rijan por el criterio del trabajo como
capacidad que se vende en el mercado no son consideradas trabajo (…) Hace falta crear una nueva
concepción del trabajo y superar la dependencia del patrón. Es muy difícil romper la necesidad de ser
dirigido para producir” (MTDS-Colectivo Situaciones, 2000).
El pasaje de ser asalariado a integrar un lugar de trabajo en el que no hay un patrón requiere un
proceso de aprendizaje y de cambio importante.
En el orden social, si partimos del diagnóstico de una comunidad fragmentada, con altos niveles
de desocupación, subocupación, necesidades básicas insatisfechas, etc. uno de los logros que el
Movimiento alcanzó y profundizó con el desarrollo de los talleres es la reconstitucion del lazo social.
La superación del aislamiento, la profundización de las redes sociales comunitarias, el incremento de la
participación de los vecinos en la defensa de sus derechos, la ampliación de redes sociales hacia fuera
con organizaciones como MOCASE, o Madres de Plaza de Mayo y la movilización de recursos
materiales y simbólicos ligado a ello, así como las nuevas formas comuntarias que surgieron (farmacia
comunitaria, compras comunitarias, comedor) son indicadores de este proceso que se da a partir del
Movimiento. En este sentido, el barrio es un espacio de subjetivación y de articulación en la formación
de las redes del Movimiento en la fase de latencia y en el rol del “vecino” como categoría de poder. El
espacio generado por los talleres refuerza las “redes sumergidas en la vida cotidiana” (Melucci, 1994)
condición sine qua non de la existencia del Movimiento. Los sujetos han encontrado en el mismo un
espacio de contención y de visibilidad y un modo de dotar de sentido a una identidad colectiva. Son
ilustrativos de este proceso fragmentos de entrevistas en los que se rescata el sentido comunitario:
- ¿Qué cosas encontraste acá?
- Una unión, una forma de ver el compañerismo. Le digo que cuando nosotros armamos
el primer grupo, nos uníamos, si había que comprar yerba, si había que comprar azúcar
se ponía entre todos, si había que comprar herramientas para el trabajo se puso un peso
cada uno entre todos y compramos las herramientas para trabajar. (Horacio, 2002).
Por otro lado, con relación a los talleres en sí, ha variado de modo afirmativo la relación que el
MTDS estableció con los vecinos que no pertenecen al Movimiento, por ejemplo con la venta de pan y
factura a “precio solidario” menor costo. Además, en los talleres los sujetos pudieron socializar el
conocimiento y aprender un oficio.
No obstante, este proceso no está exento de dificultades que se vinculan con priorizar lo
colectivo. Los conflictos que se suscitan al interior del Movimiento surgen en los talleres, a partir de
priorizar por ejemplo la comercialización de los productos; o la negación a pagar por el producto que
ha sido fabricado por el sujeto.
Si bien, como expresa Quijano (2002) no basta la solidaridad para tener la viabilidad y vitalidad
necesarias para tornar un modo alternativo de producción tan poderso, flexible y de comprobada
capacidad de adaptación como el capitalismo, la ausencia de solidaridad debilita el esfuerzo de
mantener la vitalidad de un ejercicio alternativo (pág. 489).
En el orden político, la democratización de las relaciones sociales se proyecta en el campo
económico –a partir de mitigar las relaciones de autoridad entre patrón/obrero en los talleres por
relaciones más horizontales- y en la forma organizativa adoptada por el movimiento regido por los
principios de horizontalidad y democracia interna. La asamblea se convierte en el órgano consultivo y
resolutivo: “son nuestro máximo dirigente”, expresan. Es el lugar en donde se discuten las propuestas,
se toman las decisiones referidas a los talleres, al plan de lucha, la elección de delegados, se reafirman
o modifican los criterios, etc. Por cierto, el día fijo que funciona la asamblea de cada barrio
semanalmente o la Mesa general quedan suspendidas las actividades de los talleres para concurrir a la
asamblea.
No obstante, a menudo surgen problemas o posiciones que cuestionan dichos criterios: “No
podemos decir que las asambleas sí son verdaderamente democráticas. Muchas veces hay debates que
se extienden y llevan horas y se traban. Hay veces que tenemos que saldar la cosa con la votación,
pero en general se busca el consenso” (MTD-Situaciones, 2001).
Son notorias las tensiones originadas a partir del principio de la horizonatlidad. El relato de uno
de sus miembros refiere a ello: “Desde la forma organizativa de la organización, la horizontalidad,
ahí comienza a plantearse cosas que todavía no han sido saldadas. Entramos en contradicicones con
el tema de la horizonatlidad. Muchos compañeros por su experiencia militante, y mas aun si ha tenido
algun cargo es muy dificil que no lo repita” (Antonio, mayo 2003).
El proyecto de desarrollar los talleres productivos también implicó respetar este principio.
Como explica Neka Jara: “En los talleres productivos discutimos qué tipo de relación queremos tener
(…) Al comienzo teníamos encargados, alguien que en cada lugar ordenaba las cosas, pero más
adelante decidimos que no queríamos dirigentes, ni en la organización ni dentro de cada taller. La
manera de sacar el trabajo adelante es partir de acuerdos: antes de hacer nada resolvemos juntos qué
queremos producir, para qué destino, cómo vamos a hacerlo. Después revisamos en conjunto, en
talleres semanales si esos objetivos se van cumpliendo.” (Página/12 web, 2002).
Si bien la cultura política adoptada por el MTDS se basa en la democratización de las relaciones
sociales, por cierto debemos superar la instancia del mecanismo que anima la toma de decisiones e
interrogarnos acerca de la igualdad respecto a la legitimidad de voz. Ello nos conduce a interpretar las
prácticas emancipadoras del Movimiento en el último orden, el cultural.
En efecto, existe una conexión entre las luchas por la producción alternativa y contra la
desigualdad basada en el género tal como lo demostró el movimiento ecofeminista (Santos y
Rodriguez, 2002).
Respecto del Movimiento, si bien sus integrantes interpretan que alcanzar la autonomía “no es
solamente lograr la independencia del Estado o de las superestructuras; la autonomía se consigue en lo
personal, grupal, político, social.” (MTDS-Colectivo Situaiones, 2002: 196) nos interrogamos: ¿qué
“espacio de maniobra” tiene la mujer al interior del Movimiento en cuanto a alcanzar una conciencia
crítica?
Partimos de una consideración preliminar: el MTDS nace siendo un movimiento integrado por
una mayoría de mujeres. Al respecto, las conclusiones del Informe del Plan Jefas y Jefes de Hogar
Universal elaborado por el SIEMPRO destaca que el 64% de los 1.900.000 benefiarios del Plan son
mujeres desocupadas en un alto porcentaje con experiencia aboral en el servicio doméstico, que viven
en hogares indigentes, están al frente de sus casas o son cónyugues de esposos desempleados.xiv
Cabe destacar que las mujeres del MTDS obtienen los planes a partir de participar en los cortes
de ruta organizados por el Movimiento.xv Así, no sólo rechazaron la subordinación clientelista y servil
al puntero político del barrio, se enfrentaron a la autoridad eclesiástica de la diócesis y al Estado e
intentaron construir una organización autónoma. De modo que si coincidimos en la relación establecida
entre el logro de esa conciencia de género y el tipo de organización en la que participa la mujer (cuando
las organizaciones son creadas por los hombres u otras institucionales del tipo de las iglesias, la mujer
tiene menos probabilidad de alcanzar esa conciencia que en las organizaciones horizontales), la propia
construcción organizativa del MTDS debería favorecer el desarrollo de relaciones igualitarias entre
hombres y mujeres.
Dice Neka, la referente femenina del MTDS: “Hoy la cosa es más pareja, pero la mujer sigue
ocupando espacios clave. Eso sí, rara vez los principales, ya que los referentes de cada agrupación
son casi todos hombres. Ellos tienen más idea sobre la construcción política, ya que muchos hicieron
“carrera” en los sindicatos, en las épocas lejanas en que tenían trabajo. Pero en las bases y en la
segunda línea se nota más el dominio de las mujeres, llegadas al piquete para defender el estómago de
sus hijos.” (Clarin web, 26/9/02).
De acuerdo con uno de los exponentes de la escuela europea de los movimientos sociales
Pizzorno (1985, citado por Martinez, 1989), los mismos pasan por diversos momentos (“estado
naciente”, liberación y la autodeterminación, historización e igualdad.) En el MTDS la
experimentacion de “ser iguales” se potencia en el espacio público, en el espacio-tiempo del piquete,
tal como Arendt observara en su estudio de la polis griega: “La polis se diferencia de la familia en que
aquella sólo conocía “iguales”, mientras la segunda era el centro de la más estricta desigualdad”
(Arendt, 1998: 44). No es casual que las mujeres (y los varones) experimenten en el piquete la libertad
y la igualdad. El mismo está sumamente organizado bajo una clara división sexual de las tareasxvi; en el
las mujeres tiene a su cargo la parte vital de la resistencia. María habla del sentido del piquete: “Casi
siempre la que lleva adelante o la iniciativa es la mujer o la mayoria de las veces esta la mujer en el
piquete. Porque se siente con fuerza de estar en el piquete” (febrero 2003).
Pero, ¿qué sucede con la igualdad al interior del MTDS?
Precisamente uno de los interrogantes que se plantea este trabajo se basa en observar en las
prácticas lo que el MTDS pregona desde el discurso. Y es aquí el lugar en donde aparecen momentos
de fuga, por llamarlos de alguna manera. Tomaremos por un lado, la dinámica de los talleres
productivos y, por el otro, la dimensión organizativa del MTDS.
Las mujeres que integran los grupos productivos son beneficiarias de los Planes y, por
consiguiente, realizan el trabajo extradoméstico como contraprestación. En la panadería son minoría
trabajan junto a sus compañeros todos los días durante 4 horas pero al menos una de ellas refiere a su
trabajo como “ayuda” y coloca el saber en el maestro panadero.
- ¿Y acá trabajás en la panadería?
- Sí, a la tarde.
- ¿Y que hacés?
- Y… los ayudo a los compañeros que son panaderos.
La división sexual del trabajo al interior del MTDS está bien delimitada en los talleres a cargo
de ellos (panadería y construcción) y de ellas: el taller de marroquinería y el de costura y el area de
salud –ambos montados en la casa de una de las mujeres del MTDS- están a cargo de mujeres que
enseñan a otras mujeres a ser costureras o enfermeras vocacionales depositando, de este modo, en la
mujer el cuidado de la salud de la familia según la “ética del cuidado” (Gilligan, 1982).
Las mujeres no solo realizan el trabajo invisible de los talleres: el trabajo comunitario (ropero,
salud) al igual que el trabajo doméstico recaen en mayor medida en ellas y, sin equivalente en el
mercado de trabajo, permanecen ocultos. Por cierto, el informe del SIEMPRO destacó que el 70% de
las mujeres benefiaciarias del Plan realiza alguna contraprestación laboral, especialmente en el ámbito
comunitario.
De igual modo que el hecho que sean las mujeres la mayoría entre los benefiarios de los Planes
comporta una explicacion ligada a patrones culturales que redunda en que sobre ellas pesen menos los
prejuicios para demandar asistencia social sobre todo cuando se politiza el rol de madre, varones y
mujeres no asumen en forma simétrica la carga de trabajo doméstico –mas arduo entre mujeres que
viven en condiciones de precariedad con un numero elevado de hija/os-, en virtud del proceso de
construcción social de género que les atribuye a ellas la responsabilidad. No obstante, desde el relato de
las mujeres es común escuchar hablar de paridad. En una entrevista, María respondía de este modo a
mis dudas:
- ¿Y le dan lugar a la mujer en las asambleas? Como es el trato?
- Para mi es igual, vale tanto la opinión de la mujer como el hombre.
- ¿Y entre las mujeres hicieron algo juntas?
- No, porque no nos sentimos mas que los hombres o el hombre mas que la mujer.
- ¿Y el hombre realiza tareas en la casa?
- Si, algunos compañeros o compañeras que la pareja no participa cuesta un poco.
Por otro lado, en el orden discursivo los principios del MTDS son, como dijimos, la
horizontalidad, democracia directa, autonomía y cambio social. Sin embargo, al profundizar en el
estudio de la dinámica del movimiento hallamos que los varones –que, además son “los” referentes del
Movimiento- tienen experiencias de militancia política y sindical de antigua data. En cambio, las
mujeres sin este tipo de experiencias trabajan activamente en las bases sosteniendo los talleres
productivos, el centro de salud, etc. Si bien, en las asambleas hay una activa participación femenina
ellas no intentan disputar, por ahora, los liderazgos masculinos. Los oradores en los ámbitos ajenos al
movimiento son generalmente los varones. Ellos hablan en nombre de toda/os, detentan el poder de la
palabra. Las mujeres entrevistadas hablan de igualdad pues dicen “todos tenemos voz y voto”. Sin
embargo, uno de los relatos exhibe la tensión latente: “Nosotras tenemos que cumplir todo, estamos 4
horas acá y después capaz que tenemos reunión y llegás a tu casa y tenés que ocuparte de tus hijos. El
hombre no hace nada, milita todo el dia”, (Mónica, area salud, junio 2002).
La democratización que estimula el movimiento no llevó sin embargo, aún, a una
democratización de la vida cotidiana, si entendemos que la democratización no se sustenta solo en el
ejercicio de la horizontalidad en la toma de decisiones, sino en preguntarse si toda/os tienen legitimidad
de voz (Schmukler y Di Marco, 1997). Además, el propio discurso asambleario estaría
contradiciéndose si operara en forma contradictoria con sus características intrínsecas (dicho con otras
palabras, sería políticamente incorrecto).
Hoy, las mujeres del MTDS jerarquizan las luchas del Movimiento por sobre la lucha por
eliminar la desigualdad entre los sexos que la mayoría niega. Hablar de emancipación implica si no
eliminar, al menos reducir la explotación, la desigualdad y la opresión -proceso complejo que ni
siquiera las revoluciones lograron instaurar. Como demuestra Moulyneaux (1985, citada por Navarro,
2002) respecto de la revolución sandinista: “Si bien la revolución no exigió la disolución de la
identidad de las mujeres exigió sí una subordinación de sus intereses específicos a los objetivos
mayores (…) de establecer un nuevo orden” (pág. 228).
Un movimiento que proyecta un verdadero cambio social y una crítica al capitalismo como
modo de producción y de vida, debe por ejemplo integrar el debate y luchar por el reconocimiento del
trabajo doméstico cuestionando el concepto de actividad económica y la metodología que excluye el
mismo del PBI razón por la cual lucha el movimiento feminista desde hace tiempo.
Sin embargo, rescatamos positivamente que las mujeres del MTDS al salir de sus casas para
participar de la esfera pública, contribuyen al desarrollo de procesos emancipadores. Como se ha dicho,
derribar el muro que divide el espacio doméstico del público, salir del aislamiento implica un “camino
sin retorno”. La cultura política del Movimiento, la misma forma de participación asamblearia
constituye una fuente de politización. El espacio doméstico ya se transformó en un espacio politizado.
Las vidas de estas mujeres ya no son las mismas. Están asistiendo, sin tomar conciencia de ello, a una
profunda transformación cultural.
Conclusiones
En este artículo nos hemos centrado en el estudio de las prácticas productivas desarrolladas por el
MTDS como resignificación de los planes de empleo otorgados por el Estado, tratando de comprender
tales iniciativas –enunciadas por los sujetos como alternativas al capitalismo- como parte de un
proyecto integral de organización comunitaria en tanto involucra aspectos políticos, sociales y
culturales.
A partir de interrogarnos si era posible hablar ya de una economía alternativa o solidaria o si
tales iniciativas consistían meras respuestas a la desocupación o para cumplir con la contraprestación
exigida, el estudio se basó en el estudio de su viabilidad y las potencialidades emancipatorias.
Al comprender estas prácticas incipientes como campos experimentales, precarios y no
suturados, no podemos afirmar que hoy constituyan una economía de ese tipo. No obstante, eso no le
quita potencial transformador como ensayos de construir una organización económica basada en la
solidaridad, igualdad y horizontalidad, de reducir la alienación del trabajo y superar la división entre
caoital y trabajo, etc., de impulsar formas de participación democrática que pueden comportar con el
tiempo un proceso de cambio en las relaciones de género pero que ya han introducido cambios
implicados, por ejemplo, en la politización del espacio doméestico.
Por cierto, este proceso, que además es canalizado por un movimiento socialxvii, se enfrenta
permenentemente con dilemas y relaciones difíciles con el medio. El MTDS, como todo movimiento,
es una construcción precaria, y quizás más frágil que otras experiencias, pues su existencia hoy se
funda en la compleja relación mantenida con el Estado (“negociación”/enfrentamiento) que,
paradójicamente, habilita y bstaculiza el logro de la autonomía política y económica.
El sostenimiento de las experiencias productivas depende ineluctablemente de la lucha en el
espacio público y ello constituye en sí un límite pues, compo ya ha sucedido, la acción visible puede
fagocitar el trabajo silencioso de la reproducción material.
Las urgencias del tiempo cotidiano, de tener que salir a cortar las calles, implica un desgaste de
energías que impide la consolidación de la organización en la base y desestabiliza la materialidad.
Pues, ¿hasta dónde no incidió por ejemplo, la terrible represión de junio, además de en la dispersión de
muchos de sus miembros en el fluir de los talleres?
La imposibilidad de “llamarse a silencio” como los zapatistas –con los que comparten muchos
prncipios- y consolidar las bases se impone, según nuestro criterio, como uno de los límites más
importantes de la experiencia en su potencial emancipatorio, junto con los factores estructurales
mencionados; los subjetivos -el “free rider” que se deja o es cooptado por el aparato punteril- y el