La ronda se va armando alrededor de la mesa y las mujeres toman la iniciativa. Nos reciben integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua (FPDTA) Morelos, Puebla, Tlaxcala, que vienen resistiendo al Proyecto Integral Morelos (PIM) y a la instalación de la termoeléctrica de Huexca a la que se opuso Samir Flores.
La ronda se va armando alrededor de la mesa y las mujeres toman la iniciativa. Nos reciben integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua (FPDTA) Morelos, Puebla, Tlaxcala, que vienen resistiendo al Proyecto Integral Morelos (PIM) y a la instalación de la termoeléctrica de Huexca a la que se opuso Samir Flores (https://bit.ly/3CmnBnR).
Desde el asesinato de Flores y el aumento de la violencia en la región, abundan el miedo y la desorganización pero, sobre todo, una sensación pegajosa de confusión se ha apoderado de muchas personas que se habían movilizado contra los proyectos desarrollistas del gobierno y el capital. No es momento de alegrías ni de avances, sino de reflexiones y de recomponer fuerzas.
“Antes había futuro”, retumba una voz seca y serena. Antes, sigue, la lucha generaba esperanzas, pero ahora domina la confusión. Intentando disipar la neblina, otra voz asegura que “Morelos se ha reconfigurado, al punto de que el narco es contrainsurgencia”. Sin rodeos dicen que el narcotráfico es sistémico, que trabaja con y para ese complejo que podemos nombrar como capitalismo + acumulación por la violencia + mal gobierno.
“En Amilcingo tienen todo el control desde el asesinato de Samir. Incluso gentes que estaban en la lucha, ahora están con el narco”. En modo alguno puede interpretarse como una queja, sino como el deseo profundo, desde el hondo dolor por la vida, de mirar la realidad de frente, sin la menor concesión, para afrontar una situación más que adversa.
“El narco controla el territorio y amenaza a la gente para que no vayan a las asambleas. Como la 4T no puede reprimir, apoya al narco que hace el trabajo sucio. Esa es la estrategia del gobierno. Pero el narco crece desde abajo, atrapa a los jóvenes que se endeudan por consumir o que quieren una vida más fácil sin tener que trabajar”. Las palabras suenan como mazazos, golpean duro y con precisión. “Hoy el narco ofrece tranquilidad, por eso le gente lo defiende”.
Una voz de mujer apunta que no se debe hablar de narco sino de crimen organizado. Si el narco trafica con drogas, el crimen lo hace con cualquier cosa: desde aguacates hasta la propia vida. “El crimen organizado es incluso peor que el narco”, atiza la voz femenina.
“No nos queda otro camino más que trabajar con los chavitos, poner atención en nuestros hijos como nos dijo Samir. Enseñarles otras formas, valores, respeto, cuidados con la tierra y las personas”. Las voces se van turnando, dibujando en el aire un espiral o un caracol que va caminando hacia lo más profundo, hacia los corazones colectivos.
Un varón mayor reflexiona: “El capitalismo es crimen organizado. El asunto es cómo le hacemos para que los chavitos cuiden el agua, la vida, que cuiden de sus amigos”. La pregunta en realidad dice: ¿cómo sobrevivir en esta situación tan difícil, cuando todo juega en contra?
El silencio abraza la mesa, como diciendo que no hay respuesta pero que en algún momento la vamos a ir tanteando, encontrando en el caminar colectivo.
Nos queda el amor a la madre tierra y a la vida
El más joven del grupo explica su drama personal: “Estoy vendiendo pan a cuatro pesos. El crimen me dice que lo venda a seis y que dos son para ellos. Además me venden los insumos, y si no los compro….”. No es necesario agregar nada más, y el silencio vuelve a magullar el optimismo y la mirada esperanzada hacia adelante.
Una mujer, que participa en el Frente de Pueblos desde el inicio, ensaya una explicación similar a la que hicieron las bases de apoyo zapatistas en Nuevo San Gregorio: “Ahora es más difícil ver al enemigo. La lucha no puede ser igual a como era hace apenas cinco años, porque hubo un cambio drástico. Ahora hay una insurgencia interna”, sentencia.
La ronda sigue atenta entre platos que van y vienen. Va ganando la idea de que no todo puede centrarse en la lucha contra un gobierno o contra un megaproyecto como la termoeléctrica del PIM. La idea de que los cambios vendrán en el largo plazo se afianza cuando alguien adelanta: “No imagino el final de esta guerra, serán otros los que lo vean”.
Las voces de mujeres arriman brasas de esperanza en el clima helado de las incertidumbres. “Estamos en un momento bajo, pero estamos. La gente no se rindió aunque hoy somos más manejables por la necesidad que existe. El amor a la madre tierra siempre va a estar y ese amor nos alimenta el alma”.
“El PIM no va a funcionar”, aseguran en la ronda. Luego se comprende que no es sólo un deseo, sino la experiencia acumulada por las comunidades en una larga década de resistencias. En estos diez años desde que se inició el PIM, fueron capaces de frenar el proyecto impuesto por los sucesivos gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido Acción Nacional (PAN). Pasaron por encima de la represión y el encarcelamiento. Pero no imaginaron ni las traiciones de arriba ni las deserciones de sus compas, ni los nuevos modos de una contrainsurgencia que se afinca entre sus vecinos.
Razonan que el proyecto se ha demorado por las resistencias de los pueblos y que hubo cambios en el precio del gas que están haciendo menos atractiva la puesta en marcha de la termoeléctrica de Huexca. Si seguimos huyendo de la dualidad triunfo-derrota y miramos los tiempos largos de los pueblos, podemos entender que la resistencia está dando sus frutos, que la deslegitimación del capitalismo crece y, sobre todo, que la persistencia de los pueblos nos llena de esperanzas y de optimismo.