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Pedagogía de la reconquista: recuperación del territorio, de la ancestralidad, del sueño, del sentido

Raissa da Silva y Gabriel Kieling (Colectivo Itinerancias) y Michele Junana (Territorio Junana / Red de Pueblos en Lucha en Rio Grande do Sul) :: 08.11.22

Mestra Mayá comparte una pedagogía innovadora y a la vez profundamente ancestral, que supo producir conocimientos, prácticas y relaciones relevantes para el fortalecimiento de su pueblo, que contribuyó decisivamente a la impresionante recuperación de 54 mil hectáreas del territorio Pataxó Hã Hã Hãe , en el sur de Bahía.

Teia Dos Povos

 

Pedagogía de la reconquista: recuperación del territorio, de la ancestralidad, del sueño, del sentido

Raissa da Silva y Gabriel Kieling (Colectivo Itinerancias) y Michele Junana (Territorio Junana / Red de Pueblos en Lucha en Rio Grande do Sul)

Mestra Mayá comparte una pedagogía innovadora y a la vez profundamente ancestral, que supo producir conocimientos, prácticas y relaciones relevantes para el fortalecimiento de su pueblo, que contribuyó decisivamente a la impresionante recuperación de 54 mil hectáreas del territorio Pataxó Hã Hã Hãe , en el sur de Bahía.

No contaron nuestra verdadera historia. Mataron a nuestra gente, a nuestro bosque y no dijeron la verdad. Perpetraron un asesinato para acabar con nuestro pueblo, para invadir… Y los indios están ahí, aún con tanto sufrimiento y dificultad, los indios están ahí diciendo: míranos aquí, estamos aquí, estamos peleando, estamos luchando por nuestros derechos. (Extracto de La Escuela de la Reconquista).

Mayá, que en sus manos llevó a tantos hijos e hijas, ha dado a luz ahora un libro. La Escuela de la Reconquista es, ante todo, una semilla. Una semilla que contiene toda la sabiduría de cómo un Bosque resurgió. Es fuente de enseñanzas sobre cómo activar y reconquistar la historia real de un Brasil profundo y actual.

Desde la circularidad del tiempo, desde su sentir para pensar/pensar para actuar, Mayá recupera el sentido de lucha, de identidad, de nuestras raíces y culturas, de los misterios y encantos que tejen la vida. Mayá encarna la política. Su historia se funde con la historia de las retomas que hoy forman la Tierra Indígena Caramuru Catarina Paraguassu. Donde la magia de la enseñanza transforma los árboles en un salón de clases y el sueño de un niño en realidad.

 

Me convertí en un maestro errante. La escuela pasó con nosotros caminando de casa en casa… Yo también caminé de reanudación en reanudación. Los padres hicieron embargos y se llevaron a sus hijos. Tenía que ir donde estaban los niños. Llegué allí y les pregunté a los niños si sabían por qué estaban allí. Así, fuimos aprendiendo y reescribiendo nuestra historia. Una vez me citaron en el Foro de Pau Brasil. Llegué y me preguntaron si les estaba enseñando a los indígenas a retomar su territorio. Le expliqué que mi trabajo era ser maestra y que tenía que ir allá donde estaban los niños, con sus padres, porque era mi deber.

Para aquellos que saben leer más allá de las líneas –que están dispuestos y se atreven a ir más allá de las páginas del libro y llevar la lectura a su realidad, como enseña la maestra-, María Muñiz nos da formas de preparar un trabajo de base a partir de la cosmovisión original de su gente. Mayá retoma y co-crea una pedagogía de esta conexión –entre Tierra y Cielo, Luna y Sol, Conocimiento Tradicional y Ciencia, Sueño y Realidad; practica el arte de escuchar, de no olvidarse de aprender todo el tiempo, de aprender jugando juntos. Una pedagogía de la tierra que se hace en el movimiento, en el caminar, en la oración, en la lucha. Como ella misma se dice:

Nunca les dije [a los estudiantes] que yo era maestra, pero les dije que vinimos a estudiar para días mejores. Mi educación se hizo en este patrón: trabajando, caminando, cantando y hablando. A orillas de los ríos, debajo de los árboles, en casas de harina, en un gran corral que era de nuestra comunidad. Y allí, nuestro aprendizaje fue muy rico. Este corral albergó la escuela, muchas reuniones, encuentros y, hoy, se ha convertido en el Colegio Indígena de Aldeia Caramuru.

Ella nos presenta cantos (escuchad su voz, que hace temblar la tierra y vibrar el corazón); cada canción trae la profundidad del conocimiento que no cabe en un solo libro, tejiendo conexiones entre mundos, sustentando cielos.

Su práctica rompe con la linealidad colonial del pensamiento y las jerarquías coloniales del poder, que siempre han utilizado la “ciencia blanca” para defender su proyecto de exterminio. Junto a su gente, recuperó 54.000 hectáreas de su territorio ocupaos por finqueros: son 54.000 canchas de fútbol, en 30 años de lucha (de 1982 a 2012), 396 fincas retomadas, mejor que eso, 396 escuelas. “Y mi pedagogía sirvió para que estas historias se contaran, se redescubrieran, para que los jóvenes se conocieran, para que la gente se encontrara y supiera por qué estaba ahí”, revela Mayá. “Esta escuela se construyó escuchando las historias que los invasores intentaron borrar”, destaca.

Junto a su gente, Mayá retomó la escucha de la historia, confiando en la lucha, en la capacidad de hablar y contar de sí misma. Tomó el relevo de los suyos, produciendo conocimiento por sí mismo, siendo un puente entre el pasado y el futuro. Desde el despertar de la ancestralidad en su cuerpo, Mayá encontró los hilos que le permitieron tejer la conexión entre su pueblo, para recuperar lo que era suyo, y desde allí reactivar futuros. Había 396 granjas-escuelas. 54.000 hectáreas de historias ancestrales recuperadas y memorias de su gente, que ahora pueden hablar por sí mismas, desde su cuerpo-territorio-memoria.

De la espiritualidad, el canto y el sueño como guía y armas de lucha

 

Entre las perspectivas indígenas no coloniales que encarna y presenta Mayá, se destaca la importancia y el poder del sueño. Ailton Krenak comentó en Estudos Selvajes que la civilización no se toma el sueño en serio. Que en el ajetreo de las ciudades el sueño, si acontece, es una banal curiosidad o, a lo sumo, sólo representa el inconsciente del individuo, sin valor social. Entre el pueblo guaraní, y entre muchos pueblos, el sueño da sentido a la vida. Le dice a dónde ir, qué hacer, cómo y cuándo ir. Determina desplazamientos, rupturas, retornos y retomas. Revela los sentidos del gran Paseo. El sueño es un lugar de encuentro. Encuentro de diálogo con las fuerzas de la vida que hacen que la cotidianidad se desarrolle en este plano. Encuentro con los encantados: es necesario saber escuchar sus consejos.

Soñar es una cosa muy seria, que requiere mucho estudio. Davi Kopenawa también habla de esto en su ya clásico libro La Caída del Cielo. Dice que los blancos duermen como hachas en el suelo, y cuando sueñan, sueñan consigo mismos. No pueden salir de sí mismos. Y que mucho de ser chamán tiene que ver con aprender a soñar, tener visiones que ayuden a entender lo que pasó, lo que pasa y lo que pasará, en la no linealidad que lo caracteriza. La vida no fragmentada. Y esta visión que proporciona el sueño bien soñado, este salir de sí mismo para encontrarse con las fuerzas de la vida, da la dirección de cómo actuar.

La madre de Mayá, Lucília Muniz, soñaba con volver a estar juntas. “Vamos a enfrentar mucha guerra, pero vamos a tener derecho a llegar a nuestro territorio”, le dijo a Mayá cuando era niña. Y así fue. Demasiada guerra. Pero conquistaron su territorio. Con mucho coraje, organización colectiva pero, sobre todo, con la guía de los encantados. Como dice Mayá, “los encantados eran los que pretendían las pautas para que ella nos las pasara”. Y así continuaron y continúan haciéndolo.

Caminamos junto con nuestros seres espirituales. En todo momento, estamos juntos. Todo el trabajo de recuperación que hicimos, lo hicimos confiados en las fuerzas de nuestro dios Tupã, confiados en nuestros encantados, en el golpeteo de nuestras maracas para llamar a nuestros encantados.

Tocando las maracas y cantando con todas sus fuerzas. Entonces Mayá se defendió de algunas emboscadas, enfrentó a decenas de hombres armados, hizo correr a los militares. Con la fuerza de tu oración, con la fuerza de tu canto, con la fuerza de tu estirpe, de tu pueblo y de tus encantados.

Hubo un momento en que, conscientes de que Mayá como maestra tomaba y traía información del territorio (cuando los otros líderes no podían salir porque el cerco estaba cerrado, era ella quien hacía las conexiones con las organizaciones de apoyo), intentaron atrápala. Un día, volviendo en autobús desde la ciudad para la retomada, 40 hombres armados, a instancias de un campesino y políticos locales, bloquearon el camino en su busca. Al principio pensó que había llegado el momento de su muerte… Pero con el apoyo de un señor que iba en el autobús, quien sutilmente le recordó el poder de Dios y los encantados, y con la fuerza de esta guía espiritual, cantó una canción que habla del vuelo de las guacamayas. Y la policía salió en estampida como guacamayos. Se dispersaron. Sucumbieron a la fuerza de su canto. Mayá comenta sobre la historia:

Estuve en una guerrilla y traté de defenderme con la música. Las canciones tienen un gran poder. Son muy poderosas. Para mí, tienen un significado muy grande. Son mi arma más poderosa. En el momento en que me vi en esta guerrilla, ¿quién me defendió? Dios. Nuestros encantados, me libraron de esta fuerza maligna. No tuve que maldecirlos. Y llegó la canción. Sí, yo era una guerrera indígena.

Mayá cuenta otro episodio en el que se deshizo de muchos hombres armados con la fuerza de los encantados, con la fuerza de los cánticos. Fue allí en 1997, período de muchas reconquistas, cuando tomaron la hacienda Milagrosa, con motivo de la muerte de Galdino (quien fue brutalmente asesinado en Brasilia mientras defendía los intereses de la reconquista Pataxó Há Hã Hãe). Un coronel llegó a la reanudación con sus soldados y se abalanzó sobre el jefe Nailton, hermano de Mayá. La situación era tensa, a punto de convertirse en conflicto directo, cuando Mayá convocó a la comunidad para iniciar el ritual. Y comenzaron la canción :

Dios en el cielo, indios en la tierra

Dios en el cielo, indios en la tierra

Oh, ¿quién puede más?

¡Es Dios en el cielo!

Oh, ¿quién puede más?

¡Es Dios en el cielo!

Al principio las tropas observaron. Cuando menos se esperaba, estaban cantando. La comunidad sacó otro rincón del poder. Y las tropas juntas. El coronel vio que ya había perdido la batalla, se retiró y sus soldados subieron al autobús cantando “Dios en el cielo y los indios en la tierra”. Se podía oír la retomada, el autobús en marcha y los soldados cantando dentro, hasta que se perdió de vista. Antes de partir el coronel dijo: “Ustedes son un pueblo muy fuerte”.

De la importancia de saber que proviene de la sabiduría de vivir

 

La socióloga y activista boliviana Silvia Rivera Cusicanqui trae algunos elementos para entender la colonialidad y la lucha anticolonial, el choque de mundos que se dio cuando llegaron las carabelas y siguen chocando. Dice que algunos dichos aymaras ayudan a entender el significado del Buen Vivir, entre ellos uno que dice que hay que seguir lo que se dice. Esto significa poner en práctica lo que decimos. Suena simple, pero eso no es lo que sucede en el mundo colonial.

En la política colonial, los discursos están vacíos. Sirven para engañar. Convencer. Demasiada publicidad, muy poco diálogo. Un hablar que no parte de la escucha. Desconectado del corazón, de la verdad, del sueño, del encantamiento. Sin otro propósito profundo que no sea ganar. Un discurso sin sentido, expresión de un vivir sin sentido.

Si para soñar de verdad es necesario salir de sí mismo y estar dispuesto al encuentro, para orar de verdad es necesario saber escuchar, y este conocimiento también aporta mucho a tu papel de educador que trabaja para la lucha.

Podemos ser muy difíciles con la lucha. Cuando ponemos los pies en la tierra, el oído en la tierra, cuando sentimos el gemido de la tierra, escuchamos su llamado, sabemos cómo seguirá nuestros pasos, porque estamos escuchando. Ella nos está dando dirección. Este trabajo se hizo en nuestras retomas: nuestra escucha. Porque cuando tratamos de escuchar, sabemos qué camino tomar. Si no escuchamos, ¿cómo sabremos por qué camino tenemos que ir, qué camino tomar, cómo vamos a caminar, con quiénes tenemos que caminar?

Mayá trae dos situaciones en su libro que ejemplifican este choque entre mundos. En el primero, habla de una reunión de la Teia dos Povos en la que algunas personas “no sabían lo que querían” y “crearon polémica”, poniendo nerviosos a otros. Un paréntesis es para subrayar que la colonialidad del discurso, del andar, del vivir, no es monopolio del derecho. ¡Después de todo, la referencia misma de izquierda y derecha proviene de la política colonial! Pero si el corazón está abajo y a la izquierda, es necesario saber cómo acceder a él. Y sólo hable cuando él esté de acuerdo, y como él diga. Como tantas personas enseñan. Hablar bien para caminar bien. En este tenso momento del encuentro, Mayá arrancó una canción. «Pisa el massapé, deslízate, quien no sabe caminar, mira la caída».

Muchas veces creemos que sabemos caminar, pero estamos pisando mal, pisándonos unos encima de otros, maltratándonos, haciéndonos daño y, si no sabemos caminar, a veces nos caemos, resbalamos y, para levantarnos, podemos tener dificultades. Y para regresar, necesitas saber caminar. Si no resbalas y te caes, estás pensando que lo estás haciendo todo bien. Por eso hay que resbalar y caer para que al levantarse se levante más fuerte. Massapé es arbusto rizado que pisamos. Es un arbusto que se desliza. Y es una medicina también.

Mayá habla de otro canto, uno de tantos de Jurema, que termina diciendo “luchemos, pueblo mío, para que acaben estas guerras”.

Siempre hay silencio después de esta canción. Terminan los conflictos. No necesitamos tener fricciones entre nosotros. En un lugar donde solo hay lucha y confusión, nada saldrá bien. Siempre les he dicho esto a los jóvenes: “Para todo, debe haber paz”. Es mi forma diferente de pedir consejo. Necesitamos tener una cintura muy fuerte para luchar junto con la gente. Si estamos haciendo trabajo comunitario, tendremos que aprender a vivir juntos. Sabemos con certeza que hay gente allí de todos modos. Cada Dios se fue a su manera. Cada quien tiene su forma de ser. Pero sí sabemos estar cerca unos de otros, viviremos todos juntos muchos años, teniendo paz y tranquilidad. Incluso si tienes una pequeña conversación un día, deja que termine lo más rápido posible para no crear fricciones. Es el trabajo que he estado haciendo en mi comunidad y con otros. Yo canto cuando llego. Porque hay que saber llegar, saber pisar, saber estar. Cada ubicación es diferente. Tenemos que tener una manera de llamar a la gente para dar consejos. A veces hablar no funciona, así que cantemos.

Pero también es necesario saber imponer territorio, territorio-saber, territorio-cuerpo. Mayá cuenta de una vez que fueron a Francia y tenían una situación muy triste, decían que eran indios amazónicos. Ella peleó. Tomó el micrófono y dijo que eran del Nordeste, que todavía hay indios allá. Entonces un antropólogo dijo que él tenía una mesa preparada para que ella hablara, pero que le diera un asiento, que él sabia hablar todo de los pueblos indígenas. Y ella respondió:

Te pido que me perdones, pero que me respetes porque tengo boca. Puedo hablar. A mi manera, como sé hablar. No sé hablar como usted, médico, pero lo hablaré a mi manera y todos escucharán y sabrán lo que digo, porque no voy a hablar griego. No puedo hablar inglés, francés, polaco, pero a mi manera puedo hablar. Respétame porque mi lugar es mío.

Mayá comparte sus conocimientos pero también dice que su madre le decía que no dijera todo. Di algo, pero quédate con lo que es tuyo. ¿Cuál es tu gente? Tu secreto. Es muy común escuchar esto de los pueblos indígenas. Ellos tienen sus secretos. No les dijeron todo a los antropólogos. Y no basta con ser curioso, querer aprender, descubrir. Una vieja práctica para revivir la colonialidad. No sólo con palabras, sino también con silencios y misterios, se hacen confrontaciones. Y como canta Maya :

Todo indio tiene ciencia.

oh dios mio que pasara

Tiene ciencia divina

En el baúl de Jurema

Red de Pueblos y la fuerza de la lucha indígena

Japira Pataxó, Nailton Muniz, Mayá y Joelson. Maestros y Maestras de Bahía que fueron reconocidos como mestres de notorio saber por la UFMG. Imagen: Raissa da Silva.

El libro de la Maestra Mayá es el segundo que publica Teia dos Povos, un enredo de sueños y luchas en el que ella es una presencia importante. El primero fue Tierra y Territorio: Caminos de la Revolución Popular en Brasil , del maestro Joelson Ferreira, del asentamiento Terra Vista, en sociedad con Erahsto Felício. El tercero, Saberes dos matos Pataxó, de Japira Pataxó, está en preventa .

Y fue Joelson quien invitó a los Pataxó Há Há Hãe a participar de la Red de los Pueblos. “Con Joelson y Solange, con el movimiento de mujeres, empezamos a participar, nos empezó a gustar y sentir que nuestra lucha era la misma que la de ellos: era la lucha por el territorio, por la tierra, por las plantaciones, por la supervivencia”, dice Maya.

La preocupación ahora es tener una universidad dentro de la aldea. Pero ella dice que la red de los Pueblos es su universidad.

Me acerco a los 73, pero todavía soy valiente y estoy dispuesta a decirles a mis maestros ahora cómo debemos trabajar.

Y compartiendo y multiplicando semillas, produciendo alimentos, cuidando la tierra, teniendo autonomía alimentaria y diversidad vegetal, sin patentes, sin venenos, sin latifundios, sin monocultivos, esta universidad se ha ido levantando en la práctica. Se ha ido tejiendo entre muchos pueblos y territorios. Y Mayá dice que están tratando de organizar un banco de semillas.

Es necesario hacer realidad esta gran alianza que propugna la Red Popular.

Tenemos que aprender a ser humildes, amar más, considerar, respetar, de lo contrario no llegaremos. Porque la guerra está aquí. Y ella es mundial. Vean que la guerra es mundial, pero todos están dentro de sus casas. ¿Y quién está peleando en Brasilia? ¡Los indígenas! La pandemia no está atando a los indígenas de ir a la guerra. ¿Quién está al borde de las vías peleando? Los indígenas. Entonces, ¿para quién es la guerra mundial? Para que los indígenas la defiendan. La semana pasada tuve una reunión con un grupo de jóvenes que están al frente de las actividades y les dije que o aprenden a respetar el ser espiritual y el poder de nuestros encantados en nuestra comunidad, o se encontrarán en situaciones difíciles, simplemente pisarán el massapé y resbalarán. Digo aprendan y sigan el camino de la verdad, porque ni yo ni el Cacique Nailton somos eternos. Queremos que aprendan a trabajar con seriedad, con mucho amor y respeto. Tenemos que pensar más allá de nuestras comunidades.

Recordar el olvido y la pedagogía de la reconquista

 

¿Por qué empezamos a hablar de la Escuela de la Reconquista? Nuestros discursos indígenas quedaron en el olvido. Como se fueron olvidando nuestros discursos indígenas, y como profesora indígena que ejercía una profesión docente indígena, comencé a recordar este olvido. Recordé este escuchar a la gente que no estaba dispuesta a escuchar a nuestra gente. Ya tenían a nuestro pueblo como exterminado.

Mayá nos cuenta que empezó a recordar. Recordó el olvido. Recordó que no escuchar también extermina. Así, crea la pedagogía de recordar, escuchar y hablar.

Yo soñé. Mi sueño era tratar de recuperar este caminar, este hablar y este escuchar, o este escuchar, este hablar y este caminar, de diferentes maneras, recordando que nuestro pueblo aún existe, que nuestro pueblo aún tiene una forma de vivir, de caminar. Entonces, es una reconquista. Le estamos recordando a la humanidad que nuestra nación nunca murió. Nunca murió. Fue silenciada por la guerrilla contra nuestros pueblos indígenas. Siempre estaremos reconquistando, siempre diciendo que resistimos, que existimos y resistimos.

Esta pedagogía, que Mayá lleva en su trayectoria y materializa en su práctica, nos despierta también a una forma de hacer política a través de la reconquista de la capacidad de escucharse a sí misma, escuchar a su pueblo y hablar en el presente, de algo que existe.

Su antepasado más cercano, su madre, fue quien despertó a Mayá a recuperarse, a la misión que le dejaron sus antepasados. Su cuerpo es retomado y transformado en este cauce para la recuperación de su pueblo. Y hoy es Mayá quien despierta a sus alumnos, a los jóvenes ya todos los que se dejan tocar por su voz, su sabiduría, sus oraciones, su canto.

Con su pedagogía errante, camina por donde está su gente. Y recuerda la importancia de escuchar a la tierra, siempre conectado a las enseñanzas de las grandes y sabias educadoras, siendo madres, ancianas y mayores. Una pedagogía del pueblo, de la convivencia, del vínculo, del juego y el canto como poderosas herramientas para recuperarse, para reconocerse; y reconquistar en el extranjero, su tierra, su colectividad, su cultura, su abolengo. Que también están dentro. Que se construye entre las personas y entre todos los seres – con la tierra, con los ríos, con las lluvias, con las plantas, con los encantados y encantadas: conexiones de reconocimiento, afirmación y producción de vida.

Lo que Mayá puede enseñarnos sobre cómo combatir el fascismo

Video en el que Mayá relata el asesinato de Galdino Pataxó en 1997 en Brasilia y termina con un canto de empoderamiento que surgió de esta difícil situación. Imágenes de Juliana Tonalezzi y realización de Coletivo Etinerâncias, intercambio de conocimientos, 2015.

Mayá incita un movimiento en las personas, de manera pedagógica, que les permite transformarse para ser exactamente quienes son: que se recuperen y recuerden. Como decía Paulo Freire, “si la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es ser opresor”. Mayá va en contra de la producción de conocimiento por parte de la “ciencia blanca”, que en sus esquemas de poder entiende a los pueblos originarios como personas que no tienen nada. Que no son nada.

Y estas personas descubren que tienen dentro, desde su ascendencia, desde su gente, desde la conexión con la tierra y con los espíritus, un tesoro sin fin. Tan interminable que se multiplica cuando se comparte. Y se renueva. Se convierten en la fuente misma de un conocimiento muy valioso, que no está en los libros.

En la pedagogía de Mayá, luchar es juntar al pueblo desparramado para que cada uno cuente su historia. Porque fortalecernos como pueblo es saber quienes somos. Esta conciencia dificulta que los falsos líderes los manipulen: que el pueblo delegue su poder, sienta odio por los suyos, niegue su ascendencia y produzca la muerte estéril. Las personas que saben quiénes son asumen su responsabilidad, se reconocen dentro de la comunidad y producen vida.

Quienes aspiran a derrotar al fascismo hoy tienen todo que aprender de Mayá y su pueblo guerrero, basta con abrir los ojos, los oídos y el corazón a su práctica, a su pedagogía. Esta gran maestra nos enseña cómo hacer aldea para hacer política de aldea.

En esta pedagogía, la educación es un trabajo básico. Es encontrarte y reencontrarte para saber quién soy, de dónde vengo, dónde estoy, adónde quiero ir. A dónde queremos ir. En el “yo” descubra el “nosotros”. ¡Luchar es volver a encantarte a ti mismo!

 


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