Contrasta fuertemente con sectores del troskismo latinoamericano, como el famoso periodista chileno de apellido Cornejo que no se cansa de escribir la mentira de que en Bolivia hubo golpe y no una fuga de Evo Morales el año 2019. Debiera aprender como los europeos a mirar un poco más allá de sus narices. Aquel señor Cornejo se siente más aliado de los estalinistas de Resumen Latinoamericano, o sea que sólo tienen valor los que disputan el poder estatal.
Sábado 19 de octubre de 2019 | 10:12
Desde el 9 de octubre, el ejército turco está avanzando sobre las fronteras sirio-kurdas junto con milicias yihadistas. Con el acuerdo entre Turquía y EEUU, estos aliados de la OTAN intentan concretizar la expulsión de los kurdos de la región fronteriza. Defendemos el derecho de autodeterminación de la nación kurda contra la invasión turca y exigimos la salida del imperialismo y otras potencias de la región.
El objetivo político del ataque por parte de Turquía es la liquidación de las estructuras de autogobierno y militares de los kurdos de Rojava. Ligado a esto también podríamos mencionar otro objetivo de política interna pero que tiene cada vez más importancia: deshacerse de una parte de los 3,6 millones de refugiados sirios que actualmente viven en Turquía, reinstalándolos (por la fuerza si es necesario) en el noreste sirio mayormente poblado por kurdos.
El pueblo kurdo apátrida fue dividido en cuatro partes durante la Primera Guerra Mundial (Acuerdo Sykes-Picot) en el marco del establecimiento del orden imperialista de posguerra. Desde entonces, la cuestión kurda ha quedado sin resolverse en cuatro países (Turquía, Siria, Irak e Irán) hasta el punto de que estos Estados ocupantes consideran la privación del derecho al voto de la población kurda como un principio del Estado nación. Así, al Kurdistán se le niega el derecho a la autodeterminación.
La guerra civil en Siria cuestiona el acuerdo Sykes-Picot. La nación kurda logró con la población local una suerte de autonomía en la región. El autogobierno en Kurdistán Occidental (norte de Siria) persigue el enfoque de tomar medidas contra la opresión nacional y patriarcal en el marco de una coexistencia democrática con los Estados ocupadores. Para hacer esto, entró en una alianza militar con las tropas estadounidenses y occidentales que usaron a los combatientes kurdos para derrotar a Daesh, al menos en su forma territorial. Por su parte, la dirección político-militar kurda vio en sus “socios” imperialistas una “protección” contra Assad y sobre todo frente a Erdogan.
Pero la disolución de la alianza militar por parte de Trump llevó al movimiento kurdo a buscar una alianza militar con Assad y Putin. Pero ni siquiera esta alianza militar entre el PYD y Assad, patrocinado por la Rusia de Putin, contra el ataque turco, fue suficiente para frenar el avance turco. Este jueves se conoció un acuerdo entre Turquía y EEUU para un “alto de fuego”, según el cual el ejército turco pausaría los ataques a cambio de un cese de sanciones económicas, y para que la población kurda vaciara las ciudades Serekaniye y Tel Abyad. Según la prensa kurda, los combates en Serekaniye siguen sin cesar, a pesar de la declaración del alto de fuego.
Esta ocupación de la región fronteriza sirio-kurda para establecer una “zona de amortiguamiento” es expresión de un colonialismo de ocupación vía asentamiento. Debilitada por el estancamiento económico, la burguesía turca espera obtener enormes beneficios a través de megaproyectos. La burguesía turca cultiva la tesis de que podría establecerse como una potencia regional al poner los territorios kurdos bajo su propio control. Ante esta situación de emergencia, más de 200.000 personas de Rojava ya han huido.
Con la “zona de amortiguamiento” el Estado turco pretende cambiar permanentemente la composición étnica dentro de una zona de 14.400 kilómetros cuadrados. Según esto, se construirán nuevos pueblos y ciudades para entre dos y cuatro millones de personas. Como parte de esto, las milicias yihadistas sirven como vanguardia de la futura población de colonos. En el futuro, el Estado turco pretende un asentamiento forzoso de los refugiados sirios. El Bonaparte turco Erdogan promete a los nacionalistas turcos enviar a los refugiados a las zonas ocupadas de Siria. Una operación clara de limpieza étnica.
La retirada de Trump tiene lugar en el contexto más amplio de un cambio de paradigma. El multilateralismo, en el que las burguesías trabajan al unísono y evitan grandes conflictos de intereses, es disfuncional en tiempos de decadencia del neoliberalismo. Por ejemplo, Francia y Alemania quieren sancionar a Turquía separadamente de las estructuras de la UE, ya que no se pudo establecer una línea uniforme en el marco de la UE.
La legitimación previa de las guerras bajo términos como ‘democracia’, ‘derechos humanos’, etc., después de las desastrosas invasiones de Afganistán e Iraq, no funciona más con la misma fuerza en términos de propaganda a nivel internacional. Al mismo tiempo, Trump considera la política de Oriente Medio de los EEUU como un fracaso y prácticamente ha revocado la línea del consenso. Con su decisión sacudió al Pentágono y a los demócratas, que abogan por una ocupación prolongada de Siria. Trump utiliza la afirmación “misión cumplida” para abrir una ruta de escape desde Siria y de este modo poder focalizar su atención en la región Asia-Pacifico. Como Trump mismo lo dijo, hoy para los Estados Unidos salir del Oriente Medio es una “cuestión estratégica”.
Pero para hacerlo el imperialismo yanqui debe asegurar que sus intereses serán preservados. Para este propósito, Washington necesita aliados fiables y capaces de hacerlo, sobre todo en un momento en que Irán está extendiendo su influencia en la región como consecuencia de los sucesos en la guerra civil siria. Dos pilares fundamentales para el mantenimiento del orden imperialista en la región tienen problemas internos y externos, Israel y Arabia Saudita. No es descabellado deducir que Trump haya decidido recomponer las relaciones con otro aliado estratégico histórico del imperialismo en la región: Turquía. Es que la alianza con las fuerzas kurdas siempre revistió un carácter táctico, que además entraba en contradicción con los intereses de un aliado de la OTAN. La “traición” de los americanos a los kurdos en este sentido era solo una cuestión de tiempo.
Es así que, con la retirada de las tropas estadounidenses, Turquía se sintió alentada a invadir. Y aunque en un primer momento pareciera que, con esta invasión, Turquía estaba perdiendo a Estados occidentales como socios, a pesar de ser su ejército una parte importante de la OTAN, el acuerdo anunciado por el vicepresidente estadounidense muestra en última instancia el apoyo del imperialismo americano al plan de su aliado turco. Con esto intentan legitimizar, más allá de la retórica de Trump, la invasión turca y dar una salida “ordenada” a la retirada de las tropas estadounidenses.
Si bien este tipo de acuerdos no son los más fiables como se demostró una y otra vez a lo largo de los 8 años de guerra en Siria, es un avance reaccionario que fortalecería las posiciones de los distintos actores. Rusia y Al Asad completarían el control del territorio sirio en manos de los kurdos poniendo un freno al avance de Turquía, mientras estos dan un paso adelante en conquistar territorios que desplazan más a los kurdos con el objetivo de levantar una “zona de amortiguamiento” donde se trasladarían a millones de árabes sirios.
En este marco, la actitud de los imperialismos europeos hacia Turquía ha sido más que hipócrita. Fue la UE misma – y sobre todo Alemania – quienes equiparon al ejército turco en los últimos años. Por un lado, con los miles de millones de Euros del Acuerdo UE-Turquía, con el cual la UE cerró sus fronteras con ayuda de Erdogan. Pero sobre todo con ventas directas de armas: Turquía es el primer país destino de las exportaciones de armas de Alemania y sólo en 2018 recibió armas y equipamiento alemanes por valor de 242,8 millones de Euros – casi un tercio de todas las exportaciones de armas de Alemania. Para 2019 se esperan cifras aún más altas. Más hipócrita aún, es el hecho de que el embargo anunciado por parte del ministro del Exterior alemán, Heiko Maas, solo vale para exportaciones de armas aún en procesamiento, no para exportaciones ya autorizadas.
Erdogan sabe todo esto y por ello puede tener como rehenes a los refugiados sirios para afirmar su política regional hacia la UE. Para bloquear las voces críticas, amenaza con cancelar el acuerdo con la UE.
Las estructuras kurdas que supuestamente Alemania y Francia quieren defender en Siria, son reprimidas por los mismos Estados imperialistas dentro de sus propias fronteras. La organización kurda PKK sigue clasificada como organización terrorista por la UE, por lo que los activistas kurdos sufren represión y criminalización. El YPG/YPJ no está excluido de esto. Así, los activistas kurdos tienen prohibido en los hechos organizar redes de solidaridad eficaces contra la invasión turca.
La demagogia democrática de los gobiernos alemanes y franceses es expresión del pánico de una presión por derecha en la política interior. Permitieron al gobierno turco por medio de acuerdos, y exportaciones de armas y de capital, agudizar aún más las leyes restrictivas, de reprimir al pueblo kurdo, a la clase obrera y a los refugiados. Siendo que la inestabilidad del régimen turco produce crisis de manera permanentemente, ahora estas crisis se extienden por sobre las fronteras nacionales turcas hacia los países europeos. El bonapartismo turco no termina de conseguir su tarea histórica de hacer de Turquía una potencia regional. Es por ello que Erdogan – ligado a esta misión bonapartista – intenta disciplinar también a la burguesía turca, enfilándola detrás de sí, a través de esta guerra contra el pueblo kurdo. Por ahora, Erdogan ha logrado esta unidad nacional chauvinista.
Apoyamos la victoria de Rojava sobre la guerra de ocupación turca. Pero la política de las direcciones kurdas mostró todos sus límites. Los compromisos con los Estados imperialistas occidentales para con el objetivo de obtener un reconocimiento de su “autonomía democrática en Rojava”, frenaron claramente las posibilidades de cambios sociales. En los últimos años, el Estado turco ha señalado repetidamente que quiere colonizar el Rojava. La situación actual, donde fueron arrinconados a la disyuntiva de dejar que Turquía cometa un genocidio, o pactar con todos los demonios, muestra que los que presentaron a los estados imperialistas como potencias protectoras o incluso como aliados de las naciones oprimidas, estaban dejando al pueblo kurdo sin herramientas y una estrategia que impedía avanzar hacia la liberación nacional.
La invasión turca destruye con sus bombas las condiciones de vida de los seres humanos y la naturaleza. Este territorio primero se bombardea, después se reconstruye con cemento, para beneficio de las empresas imperialistas. El ejército turco invade con tanques alemanes para conquistar la región. Son las empresas multinacionales imperialistas que se benefician con la maquinaria guerrera las que tienen la responsabilidad principal. Es que en el capitalismo las ganancias valen más que las vidas humanas, que la supervivencia de ecosistemas, y que el futuro del planeta.
El rol que están jugando Assad y sobre todo Putin es también nefasto para la autodeterminación del pueblo kurdo y para los derechos e intereses de todos los oprimidos y explotados de la región. Lejos de interesarse en los derechos nacionales del pueblo kurdo, Putin y su vasallo Assad están tratando de sacar provecho de la situación, reconquistar territorios y usar esto para reforzar su relación de fuerzas ante sus rivales y socios-competidores internacionales. Todo esto a expensas evidentemente del pueblo kurdo. En ese sentido no se puede excluir que tanto Assad como Putin lleguen a un acuerdo con Erdogan próximamente sobre la “cuestión kurda” en Siria.
Sin embargo, hay perspectivas progresivas que se ven en la nueva oleada de solidaridad internacional con la resistencia kurda. Las milicias kurdas han conquistado la simpatía de los pueblos oprimidos y de los activistas internacionalistas a través de sus heroicas luchas. Decenas de miles de personas salieron a las calles en toda Europa en los últimos días para manifestar su solidaridad y para denunciar la complicidad del imperialismo, incluyendo a los jóvenes de Fridays For Future.
Al mismo tiempo, una clave de la defensa de Rojava se encuentra en la alianza con los explotados y oprimidos de la región misma: en Irán, los trabajadores salieron a la calle en muchas ciudades y protagonizaron huelgas. En Iraq, la crisis política y social llegó a un nuevo nivel con las masas saliendo a las calles contra el desempleo y la corrupción. En Turquía, la crisis política y económica incluso llegó al propio partido de Erdogan, donde dos figuras importantes anunciaron la creación de nuevos partidos tras su dimisión de la AKP. El desempleo altísimo, el aparato estatal corrupto y los salarios bajos están causando descontento en el país. Antes de la invasión, el bonapartismo de Erdogan se estaba desintegrando política y económicamente. Con esta invasión, quiere recrear la unidad nacional y quiere disciplinar a todos los sectores de su propia burguesía. El Estado turco no tiene ningún interés en retirar el ejército y la policía de Kurdistan porque perdería su colonia interna. De igual modo no va a ceder a la presión del partido HDP para instaurar una mesa de negociación. Cuanto más se debilita la posición de Erdogan en la política exterior, más ve la necesidad de extender aún más su domino de terror interno. Además, forma parte de la tradición de los partidos burgueses turcos actuar de manera unánime en la opresión del pueblo kurdo.
En esta misma fase, una política revolucionaria socialista que levante las demandas de pan, trabajo, vivienda para todos y que avance en contra de la división chauvinista entre trabajadores turcos y kurdos, puede tener una atracción enorme. La unidad de los trabajadores con los oprimidos es clave para frenar la reacción nacionalista. En la lucha contra el enemigo común se demuestra quién tiene interés en superar esta división chauvinista entre la clase obrera kurda y turca, y quién es guerrerista.
En los centros imperialistas se trata de oponernos con toda nuestra fuerza a la complicidad de nuestros propios gobiernos y manifestarnos contra las empresas de armas guerreristas. Siguiendo el ejemplo de los trabajadores portuarios de Génova que bloquearon el suministro de armas a Arabia Saudita para la guerra en Yemen, la clase obrera europea puede utilizar su fuerza y parar el suministro de armas mediante huelgas. Un movimiento juvenil masivo puede multiplicar su solidaridad en las escuelas, las universidades y las calles, hasta que los gobiernos imperialistas renuncien a su apoyo hipócrita para esta guerra de agresión.
Nuestra solidaridad está con la resistencia kurda. Por eso exigimos:
¡Abajo la invasión turca! ¡Por la expulsión de todas las potencias coloniales, regionales e imperialistas del Kurdistán!
El acuerdo contra los refugiados entre la UE y Turquía debe cancelarse sin sustitución y debe organizarse la acogida en condiciones dignas de todos los refugiados que deseen pedir asilo en Europa.
Anular la prohibición y poner fin a la represión de las organizaciones kurdas PKK, YPG y YPJ. Retirar al PKK de la lista de organizaciones terroristas.
Liberación de todos los presos políticos kurdos y del movimiento de solidaridad en las cárceles europeas.
Movilización internacional de los trabajadores, las mujeres y la juventud, incluyendo organizaciones como Fridays for Future y el movimiento feminista contra la invasión turca y las intervenciones imperialistas en toda la región. Para lograr estos objetivos, luchamos por el establecimiento de una corriente antiimperialista dentro de los sindicatos y movimientos sociales, porque la perspectiva más estratégica es desarrollar movimientos de masas y huelgas generales contra la guerra y las intervenciones del imperialismo.