Qatar es el emirato más rico del Golfo Pérsico. Conquistó una influencia política tan extensa, que lo llevó a ser sede del Mundial 2022. Pero, ¿cuál es la base de su poderío? Los obreros migrantes de la construcción, que visibilizaron mundialmente las condiciones laborales semiesclavas sobre las que se apoya el régimen monárquico.
Comienza el Mundial y los grandes medios bombardean cada vez más con diversas noticias (muchas irrelevantes) sobre el evento deportivo. Pero poco o nada hablan del régimen de explotación que rige en Qatar, verdadero responsable de la notoriedad que alcanzó este país en los últimos años. El 5 de Agosto de 2019 miles de obreros de la construcción ganaron una huelga durísima, que a su vez fue el comienzo de diversas manifestaciones que se produjeron a lo largo de estos años en las obras de construcción de estadios e infraestructura para el Mundial.
En la península de Qatar los sindicatos y los partidos políticos están prohibidos, la libertad de prensa está limitada, y por supuesto, la democracia liberal parece un horizonte rojo. En este artículo veremos cuál es la estructura socio política y económica de la península, para entender las huelgas de la construcción contra las condiciones semiesclavas de trabajo, atravesado por la geopolítica del emirato y una de las principales vías para ganar influencia política mundial.
La FIFA como organismo de disputa de influencias, es de los más tradicionales. Benito Mussolini había comprado los votos para el mundial de 1934 para legitimar su dictadura militar en Italia. Qatar, como otros emiratos, le da el mismo significado siendo destino de inversiones millonarias como una pata más de su política internacional. Para los países del golfo, el deporte es un medio para aumentar su influencia política internacional, y difundir una imagen positiva para las inversiones atrayendo el foco mediático, organizando grandes eventos. Además, compraron prestigiosos clubes y nacionalizaron deportistas de élite, entre algunos de ellos el Manchester, y son patrocinadores del FC Barcelona y la FIFA. Pero, ¿cómo es que logró un país tres veces más pequeño que Puerto Rico conquistar semejante lugar en el terreno geopolítico?
De productores de perlas a fabricantes de Ferraris
Qatar fue una colonia británica hasta 1971, famosa por albergar las alas más radicales del Islam, una pobreza profunda, y la producción de perlas. Sin embargo, a partir de la década del 90 su crecimiento fue meteórico. Para ello fueron fundamentales sus relaciones con Estados Unidos que en 1990-1991 llevaba adelante la Primera Guerra del Golfo. Qatar jugó un rol clave en apoyo al imperialismo dando espacio a la base de las Fuerzas Armadas de al-Udeid de la Fuerza Aérea de Qatar, ubicada a 32 kilómetros de Doha. Esta base que alberga alrededor de 5.000 soldados, es utilizada desde entonces para la gran mayoría de las operaciones militares norteamericanas en Medio Oriente. La invasión a Irak en 2003 hasta las tensiones actuales con Irán.
Hamad bin Jalifa Al Thani dio un golpe de Estado en 1995, contra su padre, ambos, pertenecientes a la familia Al Thani, que mantuvo el equilibrio tribal durante siglos, en la península. A partir de ese momento, Jalifa, comienza una serie de reformas internas estructurales. Por un lado económicas: invierte en una tecnología que no estaba muy desarrollada hasta el momento: el Gas Natural Licuado (GNL), lo que le permitió a la península transportar el gas de la reserva más grande del mundo, hacia cualquier parte del globo. Una tecnología que hoy es fundamental para abastecer a Europa en el contexto de la guerra en Ucrania.
Esa es la base de acumulación qatarí que los llevó a plantearse un plan de diversificación económica creando grandes fondos de inversión. Pasaron a ser accionistas importantes de grandes multinacionales como Volkswagen, Iberdrola o Rosneft, entre otras. Llegaron al cuarto lugar de inversiones inmobiliarias en Estados Unidos y a ser un competidor de primer nivel en la City de Londres. Este es el plan para el futuro, cuando se agoten los 160 años de reservas de gas que posee el país.
En poco más de 20 años se convirtió en el país más rico del mundo, con el PBI per cápita más alto, 137.000 dólares, donde viven 3 millones de personas, siendo consideradas sólo 300.000 como ciudadanas. Actualmente los qataríes conforman solamente el 12,5% de la población total del país, superados por los indios, nepalíes y a la par de otras nacionalidades, como bangladesíes, filipinos o egipcios, como parte de una absorción monumental de mano de obra debido a la exigencia que provocó la extracción de gas. Se estima que en la región de la península arábiga hay unos 23 millones de trabajadores migrantes.
Qatar desarrolló el sistema político más avanzado y abierto de todos los emiratos instaurando un Consejo Consultivo, parlamento -que sólo votan los ciudadanos y los partidos están prohibidos- con una Constitución nacional. Invirtieron en un sistema educativo de alto perfil, con universidades internacionales. Su capital Doha es un centro financiero que compite con los grandes jugadores mundiales; en «West Bay» se cierran los grandes negocios multimillonarios. Además, abrieron centros religiosos para todas las confesiones. Un verdadero oasis en medio de las “petromonarquías”.
A partir del desarrollo diferencial de Arabia Saudita por su apertura comercial y sistema político, avanzó en reformas internas elevando las aspiraciones geopolíticas. Qatar, buscó una política independiente alejada de los intereses de Arabia Saudita a partir de la guerra del Golfo del 1991 temiendo ser ocupada como Kuwait por los saudíes. En 2003 ganó importancia regional, cuando Riad expulsó a las tropas norteamericanas de su territorio por acusar a las monarquías de alojar terroristas. Pero Qatar, a pesar de estar en la misma bolsa, permitió a Estados Unidos que establezca una base dentro de sus fronteras.
Uno de los pilares de su influencia geopolítica es la cadena estatal de noticias Al Jazeera. Fue fundada con el objetivo de ganar influencia regional, para maximizar a los “amigos”, y limitar a los “enemigos”. Al Jazeera, apoyó abiertamente la Primavera Árabe, ganando un enorme prestigio regional, aunque su edición local es mucho más controlada. Este medio, se caracteriza por tener un línea abierta a todas las corrientes políticas y religiosas, como Hamás, Hezbollah, los Talibanes y funcionarios del Estado de Israel. Además de ser críticos con el resto de las monarquías del Golfo.
En el plano interno, Al Thani, renovó a los consejeros, llamó a elecciones municipales libres donde el voto femenino estaría permitido, y creó la figura de Primera Dama del país. Sin embargo, la personalidad de poder central seguiría siendo el Emir, y la libertad de prensa, los partidos políticos y los sindicatos seguirían prohibidos.
Esta apertura política autónoma llevó a tender lazos con la Hermandad Musulmana brindando un apoyo fundamental durante la Primavera Árabe; con Irán y Turquía, siendo ambos países la clave para evadir el bloqueo económico impuesto en 2017 por Arabia Saudita y el resto de las monarquías árabes pertenecientes al Consejo de Cooperación del Golfo (CCG, alianza económica y militar creada para contener la influencia iraní a partir de 1979). La posición conquistada por Qatar, lo convierte en un actor regional de peso decisivo en los conflictos geopoliticos reigonales abiertos con Irán.
Un Mundial de esclavos
Apenas son comprados los votos en la FIFA para ser sede del Mundial 2022, Qatar comienza las incontables obras de los estadios, hoteles e infraestructura correspondientes por ser anfitrión. Una tarea titánica ¿Quiénes son los que se animan a balancearse en la punta de esos rascacielos ostentosos característicos del pequeño país? Los 2 millones de migrantes provenientes del sur de Asia y África. Sobre las espaldas de ellos reposa el destino del próximo Mundial.
Las sucesivas huelgas que llevaron adelante los obreros nepalíes, indios y bengalíes están rompiendo la imagen de Qatar en la arena mundial. Visibilizaron una situación aberrante en el país más rico del mundo mostrando cuál es la verdadera base de acumulación del modelo económico qatarí: la «kafala» o lo que podemos traducir como trabajo semi-esclavo. El maltrato y la falta de derechos laborales son la base de la kafala, que consiste en que las patronales qataríes pueden retener los pasaportes de los migrantes para extorsionarlos a hacer lo que quieran. Los trabajadores tienen que pedir permiso si quieren salir del país, o cambiar de trabajo; hacer horas extras llegando a trabajar jornadas de 16 a 18 horas diarias por un salario de 200 dólares mensuales; y una vida de hacinamiento en el país de los rascacielos.
Pero no es lo peor de las condiciones laborales. El trabajo en la construcción es la intemperie como en cualquier parte del mundo. En Qatar esto significa trabajar a temperaturas que alcanzan los 50 grados centígrados. La cifra de muertes que alcanzó hasta el momento por las altas temperaturas y malas condiciones de trabajo en la construcción de estadios, fue de 6.500. Si en el Mundial del 2022 quisieran hacer un minuto de silencio por cada obrero muerto, tendrían que hacer 1 hora de silencio por cada partido, según la Confederación Internacional Sindical.
Las empresas intentaron, bajo amenaza de deportación, cambiar los contratados para bajar el salario. Presionaron a los trabajadores además adeudando salarios. Esto explotó en una oleada de huelgas que visibilizaron las condiciones infrahumanas en que trabajan en Qatar a pesar de las prohibiciones. Realizaron un piquete en la autopista de Durkham, donde participaron cientos de trabajadores del sur de Asia. La protesta triunfó conquistando la negociación colectiva, el salario mínimo y el pago de los salarios adeudados. Además del encarcelamiento de funcionarios de las empresas por abusos en las leyes internacionales del trabajo. De todas maneras, el régimen qatarí no abolió la kafala como sistema de atadura, la exigencia más importante de los trabajadores.
El gobierno qatarí, que tiene lazos cercanos a las empresas constructoras, planteó en un informe del 22 de agosto de 2019, que están atravesando una crisis financiera para justificar aquella falta de pagos. Sin embargo, se mostraron con una flexibilidad sin precedentes para solucionar el escándalo a pesar de no tolerar ningún tipo de protesta. Por otro lado, la crisis financiera del gobierno qatarí tiene sus bases en las tensiones con Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y otros miembros del CCG, que venían retirando fondos del sistema financiero de Qatar para generarle una crisis de liquidez luego de casi una década de distanciamiento desde las rivalidades iniciadas por los posicionamientos frente a la Primavera Árabe. Esto finalizó hacia el 2021 donde las relaciones comenzaron a reconstruirse.
A partir de este conflicto geopolítico es probable que Doha esté cada vez más lejos de garantizar derechos laborales mínimos a los trabajadores y de abolir la kafala, necesitando cada vez más del trabajo esclavo para sostener su imperio financiero y gasífero. Tendrán que decidir entre enfrentarse a las monarquías del golfo, o contra un movimiento obrero, de mayoría migrante, que se está revelando contra una petromonarquía.