¿Qué mejor forma de describir la situación de las mujeres kurdas en el Kurdistán iraní (Rojhilat) que empezar por el caso de Jina Amini, cuyo rostro se ha convertido en el símbolo de la resistencia contra la República Islámica de Irán?
Fue en el entierro de Jina que las mujeres kurdas decidieron, una vez más, que ya habían tenido suficiente: basta de injusticia, basta de violencia, basta de deshumanización. Con indignación y dolor, las mujeres se quitaron los pañuelos y comenzaron a corear el eslogan kurdo “Jin, Jiyan, Azadî”, que significa “mujer, vida, libertad”, y también la consigna “¡Muerte al dictador!”.
Es bien sabido que su resistencia provocó rápidamente un levantamiento a nivel nacional, que ahora está bien entrado en su segundo mes. En las últimas semanas, el Estado iraní ha escalado la violencia y la represión en regiones pobladas por kurdos y otras minorías.
Para que las mujeres kurdas se apropien de sus experiencias y centren sus voces y visiones de libertad, nosotras, las autoras, hemos hablado con muchas mujeres que viven en el Kurdistán iraní antes de escribir este artículo. Han compartido detalles íntimos de su vida personal con nosotras. Nos gustaría agradecerles su valentía.
Jin – Mujeres
A medida que se desarrolla esta revolución, muchos observadores continúan destacando el hecho de que las protestas estallaron primero entre las mujeres kurdas. Este detalle es fundamental, debido a la posición particularmente sensible de las mujeres kurdas en Irán y su larga historia de resistencia.
Para las mujeres kurdas, la muerte de Jina Amini no fue un hecho aislado. Evocó sentimientos de profundo trauma y tragedia histórica, un contundente recordatorio de la opresión sistemática que deben soportar en su vida cotidiana.
Para comprender el contexto en el que viven las mujeres kurdas, primero debemos afirmar que Irán es un país en el que todas las personas que critican a la República Islámica o se involucran en el activismo social, ponen en riesgo su libertad, seguridad y vida. Hay grandes discrepancias socioeconómicas. Millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza y las tasas de desempleo son altas. Sin embargo, ciertos factores hacen que algunos ciudadanos y ciudadanas sean aún más vulnerables a la discriminación y la violencia.
Todas las mujeres en Irán enfrentan la discriminación en la ley y en la práctica en áreas que incluyen el matrimonio, el divorcio, el empleo y la herencia. Además de esto, no existen leyes funcionales para proteger a las mujeres de la violencia doméstica.
Las mujeres no persas están aún peor. Según la relatora especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, la discriminación estatal contra otros grupos étnicos y religiosos está institucionalizada en Irán. Las mujeres de esos grupos experimentan múltiples formas de marginación.
Para las mujeres kurdas, baluches, árabes y bahá’ís, entre otras, estos múltiples niveles de discriminación incluyen la etnia y la religión además del género. Por lo tanto, su opresión es triple.
Por esta razón, el estatus de estas mujeres marginadas debe analizarse y problematizarse por separado del de las “mujeres iraníes”, debido a las circunstancias y condiciones muy diferentes entre los pueblos dentro de las fronteras de Irán.
Jiyan – Vida
Las kurdas en Irán han sido objeto de asimilación forzada, persecución, tortura y ejecuciones desde el establecimiento de la República Islámica.
A veces, las tácticas represivas del Estado son más sutiles: por ejemplo, el idioma kurdo a menudo se tolera en la esfera privada al mismo tiempo que se prohíbe en la vida pública. En otras ocasiones, son más explícitos: cualquier activismo social y político kurdo puede convertirse en motivo de enjuiciamiento, largas penas de prisión e incluso la pena de muerte.
El caso de Zahra Mohamadi, de 29 años, es un ejemplo. Es una activista de la sociedad civil que actualmente cumple cinco años de prisión simplemente por enseñar su lengua materna a niños kurdos.
Esto solo es suficiente para explicar la alienación experimentada por los y las kurdas. Pero la opresión y la discriminación no se dirigen únicamente a las expresiones de identidad cultural y lingüística.
Debido a la extrema negligencia del Estado en el Kurdistán iraní, la tasa de alfabetización de las mujeres y niñas kurdas, especialmente en las zonas rurales, se encuentra entre las más bajas de Irán. Muchas mujeres kurdas, especialmente las de mayor edad, no hablan ni entienden farsi en absoluto. Las provincias que conforman el Kurdistán iraní son algunas de las más pobres, con algunas de las tasas de desempleo más altas del país.
Aquellas niñas que superan estos desafíos temprano en sus vidas deben continuar luchando contra los obstáculos por el derecho a la educación superior y al empleo. Las prácticas sancionadas por la Ley Gozinesh, de 1985, prohíben directamente que determinados grupos religiosos y étnicos participen plenamente en la vida civil. Este es un sistema estatal que monitorea no solo a qué religión y grupo étnico pertenecen sus ciudadanos y ciudadanas, sino también si algún miembro de la familia tiene afiliaciones políticas, o si un pariente ha sido encarcelado alguna vez. Las familias están marcadas como partidarios o enemigos de la “Revolución Islámica”.
Por lo tanto, las oportunidades de trabajo son extremadamente difíciles de conseguir. La oferta de empleo estatal a menudo requiere que las mujeres jóvenes abandonen las ciudades kurdas, un paso arriesgado que no todas las mujeres están dispuestas (o su familia les permite) tomar. Las mujeres con las que hemos hablado han denunciado la exposición que sienten en las ciudades no kurdas debido a su origen étnico y religioso además de su género. Esto no significa que la esfera privada sea necesariamente siempre un espacio más seguro; por el contrario, también existen la violencia doméstica, los asesinatos por honor, la mutilación genital femenina y la autoinmolación.
En los últimos años, muchas mujeres no han tenido otra opción que dedicarse al trabajo kolbar, convirtiéndose en las principales proveedoras financieras de sus familias. Esto significa trabajar como mensajeros que llevan mercancías pesadas en la espalda al Kurdistán iraquí. Los kolbars trabajan en condiciones extremas por poco dinero y corren el riesgo de caerse de los bordes de las montañas, morir congelados o recibir disparos de las fuerzas de seguridad iraníes.
Azadi – Libertad
Históricamente, muchas mujeres kurdas se han unido a las fuerzas armadas de los partidos de oposición kurdos, que han resistido a la República Islámica desde su establecimiento y el ascenso al poder del ayatolá Jomeini. Para estas mujeres, la lucha armada es tanto una vía para alejarse de la violencia indiscriminada de la República Islámica contra las mujeres y los kurdos como una oportunidad para liberarse de la represión patriarcal a nivel familiar y comunitario.
No hay nada romántico en la guerra y las armas. Estas mujeres son acogidas en un contexto caracterizado por el conflicto y la violencia. Llevan generaciones de trauma kurdo que transmiten a sus hijos. Son madres, hermanas, hijas, amigas y esposas de seres queridos perdidos por el Estado iraní. No tener más remedio que defenderse a uno mismo y a la comunidad con la propia vida, habla de las circunstancias en las que existen un individuo y una comunidad.
A pesar de las diferencias, se puede establecer un paralelo entre estas mujeres luchadoras y las mujeres que protestan pacíficamente durante la revolución en curso. Cada vez que salen por la puerta, las mujeres que luchan y las mujeres que protestan arriesgan sus vidas. Están dispuestos a morir por el derecho a vivir como seres humanos libres, sin que el Estado o el patriarcado dicten cómo pueden vivir y quiénes pueden ser o no ser.
Y, tal vez, este mínimo común denominador pueda proporcionar al resto de Irán información sobre la lucha de más de 40 años de las mujeres kurdas contra la República Islámica.
Volviendo a Jina Amini, su esencia central manifestó al enemigo supremo del Estado. Era una mujer, kurda y musulmana sunita.
Las mujeres kurdas como ella quieren caminar libremente por las calles sin temer por sus vidas. Quieren el derecho a sus propias opciones de vida, a su cultura, a su lengua materna, a su literatura y arte, a su historia escrita y a su patrimonio. Quieren vivir en sus países de origen sin el mensaje constante de que son intrusos. Quieren autonomía corporal y el fin de prácticas como la MGF. Quieren que su sexualidad sea propia. Quieren vivir una vida libre de guerras, traumas y violencia, sin la necesidad de tomar las armas o salir a la calle en defensa propia.
Como mujeres kurdas, nos hemos centrado en lo que distingue la lucha de nuestra comunidad. Igualmente importante es que nuestras hermanas baluches, afganas, árabes y bahá’ís, entre otras, reciban urgencia, plataformas y foros donde puedan problematizar y retratar las muchas capas de discriminación que constituyen sus situaciones específicas.
Al referirse a las mujeres en Irán y sus demandas y deseos, tengan en cuenta que no existe un único análisis explicativo. Este es un país con una compleja red de prácticas discriminatorias y de alterificación no solo por motivos de género, sino también por etnia y religión. Es en estas intersecciones donde se despliega la realidad. Por esta razón, la representación es importante en todos los contextos y escenarios con respecto a las mujeres en Irán.
FUENTE: Rezan Labady – Ala Riani / Kurdish Peace Institute / Traducción y edición: Kurdistán América Latina