La violencia ejercida por la Policía de la Moral contra Mahsa Amini (una joven de 22 años detenida por llevar mal puesto el hijab) ocasionándole la muerte tiene sus raíces en el hecho de que ella fuese una mujer kurda-iraní. Las mujeres kurdas llevan en su alma el fuego de la libertad y son consideradas potencialmente peligrosas para los regímenes islámicos de la región, ejerciendo contra ellas un feminicidio político independientemente de que pertenezcan o no a alguna organización. Han sido muchas las denuncias de abusos, violaciones, detenciones, asesinatos o secuestro y venta de mujeres kurdas como esclavas sexuales en Libia, desarrollada especialmente por Turquía.
La consigna “Jin, Jiyan, Azadi” (“Mujer, Vida, Libertad”), actualmente con réplica mundial, fue escrita en la pared de su celda por la presa política kurda Sirin Alam-Holi, antes de su ejecución en 2010 por el régimen de Irán en la terrible cárcel de Evin. Precisamente en esta prisión hace un mes se produjo “un incendio”, dejando un saldo de seis muertos y un número desconocido de heridos/as. Este centro penitenciario se conoce por ser el destino de las disidencias al sistema iraní de menor a mayor escala, donde se acostumbra la tortura, la desaparición y la ejecución. De hecho el régimen ha anunciado recientemente la ejecución de manifestantes de esta última revuelta liderada por mujeres y respaldada por la población.
Las mujeres kurdas vienen estando presentes en el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) desde su creación, donde se les reconoció la necesidad de tener sus propias estructuras de organización. Abdullah “Apo” Öcalan, su líder y presidente, se levantó en armas en 1984 contra el estado turco en defensa del reconocimiento de la existencia, de los derechos civiles y políticos del pueblo kurdo por lo que fue detenido, torturado y condenado a cadena perpetua desde 1999.
Los kurdos son una nación ancestral sin Estado, no árabe, islamizada en su mayoría, intentado recuperar su Kurdistán (región montañosa en Asia Menor, al norte de Oriente Medio y al sur de la Transcaucasia), que en la Primera Guerra Mundial apoyó a los aliados contra el imperio otomano con la promesa del reconocimiento a su autonomía, pero en vez de ello se aprobó el Tratado de Lausana en 1923, donde Kurdistán fue repartida con el beneplácito de Estados Unidos y la antigua URRSS entre Turquía, Irán, Iraq, Siria y Armenia. Esta dinámica no cambió pasada la Segunda Guerra Mundial, cuando se trazaron en los acuerdos de Sykes-Picott y Yalta los 550.000.000 kilómetros cuadrados que actualmente dividen Kurdistán, donde empresas estadunidenses y europeas tienen sus intereses puestos en los recursos naturales y en la cual Turquía, Irak, Siria e Irán extraen petróleo y gas natural.
Opresión y represión
La opresión y represión han sido una constante para el pueblo kurdo, fundamentalmente hacia las mujeres. El estado turco nunca los ha reconocido como un pueblo autónomo o independiente y ha implementado una política de asimilación brutal sobre ellos, negándoles hasta el día de hoy la posibilidad de la educación, publicación y difusión de su lengua para obligarlos a integrarse al proyecto nacionalista promovido por el general Mustafá Kemal Atatürk (fundador de la Turquía moderna y creador del concepto de nación turca).
En Iraq, como consecuencia de la invasión estadunidense, parte de los grupos políticos kurdos apoyaron a estos con la intención de conseguir una mayor autonomía tras el derrocamiento de Sadam Husein, quien en 1988 atacó la población de Halabja con armas químicas (vendidas por Estados Unidos), las cuales fueron la justificación ante el mundo de dicha invasión. Posterior a esto se creó el Gobierno Regional de Kurdistán y pasados unos años surgió, en el marco de la guerra civil siria, la revuelta armada kurda, liderada por mujeres que se han estado enfrentando al Daesh (palabra despectiva creada por ellas y que fonéticamente indica aquello que hace daño y crea discordia) para designar al mal llamado Estado Islámico.
Estas milicianas, con el tiempo, constituyeron la Confederación de los Pueblos del Kurdistán, cuya descripción más clara es la dada por Melike Yasar, representante del Movimiento de Mujeres Kurdas: “La revolución de Rojava es una revolución de las mujeres. La libertad de las mujeres está en el centro del paradigma del sistema confederal. La resistencia de las mujeres en Rojava no empezó ahora sino es la consecuencia de la lucha de muchos años”.
Ellas lograron construir un territorio cuyos principios permeaban la igualdad de género, la descentralización, el desarrollo ecológico, la tolerancia a las diferencias religiosas, étnicas y culturales. Sus cantones no fueron reconocidos como autónomos por el Gobierno de Bashar al-Assad, ni por ningún Estado soberano u organización internacional.
Las milicias leales a Rojava, en un primer momento, recibieron apoyo militar por parte de la Coalición internacional Contra el Estado Islámico, quienes las abandonaron a su suerte argumentando que en dicha zona el Daesh estaba prácticamente derrotado, lo que ha ocasionado su avance al sentir el vacío de poder. Además, Turquía está bombardeando sistemáticamente estas poblaciones liberadas y se ha venido imponiendo de manera que ya no se ven letreros en kurdo, en las escuelas se imparte su plan de estudios y se han denunciado agresiones sexuales contra niñas y mujeres kurdas, como en el caso de la ciudad de Tal Abyad, donde la Comisión de Investigación sobre Siria de la ONU constató que 30 mujeres habían sido violadas solo en el mes de febrero del 2020.
El último bombardeo se ha producido el pasado 13 de noviembre dejando un saldo de 31 civiles muertos, infraestructuras completamente destrozadas y cuyos hechos no han salido en los grandes medios de comunicación ni a luz pública.
El Área de Solidaridad Internacional de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) manifestamos nuestro total repudio por dichos ataques por parte del régimen turco y su intervencionismo militar, y reiteramos nuestra solidaridad con estas valientes mujeres que lograron un pequeño oasis de igualdad, DDHH, trabajo comunitario basado en el respeto, la diversidad étnica y cultural en una región netamente patriarcal y fundamentalista.
FUENTE: Sandra Reyes /eldiario.es / Fecha de publicación original: 29 de noviembre de 2022