La conquista del pensamiento propio es un fuego que, para que no nos abrase, debemos compartirlo. Las comunidades originarias se construyeron compartiendo el fuego, todos los fuegos. Zeus prohibió a los hombres el fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo. Consiguió devolverles el fuego a los hombres. Aquellas y aquellos que todavía intentamos retener el fuego de Prometeo en nuestras comunidades, seremos ferozmente combatidos. Entonces para sobrevivir y vivir debemos tener grabado en nuestras mentes y corazones: Zeus nunca se apiadará de nosotros.
La conquista del pensamiento propio es un fuego que, para que no nos abrase, debemos compartirlo. Las comunidades originarias se construyeron compartiendo el fuego, todos los fuegos.
La leyenda, el mito, la ciencia, la historia, o al decir de Freud, el mito científico, nos informa que Zeus prohibió a los hombres el fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo. Consiguió devolverles el fuego a los hombres. De esta forma la humanidad pudo calentarse. Obviamente, no se refiere solamente a la temperatura corporal, sino también a la mental.
La conquista del pensamiento propio es un fuego que, para que no nos abrase, debemos compartirlo. Las comunidades originarias se construyeron compartiendo el fuego, todos los fuegos.
No es el individuo quien construyó la comunidad, sino que es la comunidad la que construyó al individuo. En la lógica reaccionaria, conservadora, el origen comunitario está bloqueado. Quizá para que el destino colectivo no sea intentado.
La divinidad creó al individuo a su imagen y semejanza, más allá de que esto no hable demasiado bien de la divinidad. Desde esta perspectiva, la comunidad deviene de una sumatoria de individuos. O sea, la comunidad es una consecuencia.
La idea de la comunidad como origen está cuidadosamente vigilada. El libre albedrío es un dogma necesario para enfatizar la capacidad de decisión del individuo sobre lo que está bien y lo que está mal. El denominado punitivismo, es decir, el castigo como fundamente del pacto social, es el necesario correlato. Y digo pacto y no contrato. No solamente es diferente, sino que es lo opuesto. La estafa primordial, o sea el carácter individual del origen, ha sido fuertemente enfrentada. A veces con triunfos resonantes, otras con derrotas, y también con fracasos. Pero ha sido combatida. Enfrentada.
Los herederos de la divinidad, sean los reyes de Francia, los zares de todas las Rusias, los dictadores de Latinoamérica, fueron vencidos. Algunos volvieron al poder, otros lo perdieron para siempre. Son las revoluciones político sociales.
Las revoluciones cambian el fundamento del mandato represor de la cultura por un fundamento productor y deseante. Sin embargo, por ese deslizamiento de sentido, esos equívocos semánticos tan necesarios para el orden represor, se emplea la palabra “revolución” para los saltos tecnológicos. Desde la máquina de vapor, hasta la inteligencia artificial y la lógica digital. Lo digo brevemente: ninguna “revolución tecnológica” subvirtió el fundante represor. Lo hizo cada vez más sofisticado, incluso más abstracto, pero lo mantuvo. Incluso lo mejoró.
En la actualidad, sigue habiendo miedo a la libertad. Pero no hay pánico a la esclavitud. El discurso de la servidumbre voluntaria de Étienne de La Boétie, ha sido remixado infinidad de veces. Con algunos aditamentos interesantes. El libre albedrío implicaba que cada uno y cada una son responsables de las decisiones que toman. Responsables individualmente. ¿Consecuencias? Se habilitó una línea de WhatsApp para denunciar la presencia de trapitos, como se conoce popularmente a las personas que trabajan “ilegalmente” de cuidar a los vehículos estacionados en la vía pública.
La comunidad mafiosa de policías que sostienen esa práctica ni siquiera es mencionada, mucho menos investigada. Cada trapito responde por su trapo. Como sabemos, estos al menos no se lavan en casa sino en las comisarías.
Cuando hablamos de la batalla cultural, que en realidad es una guerra, no dejamos de usar las armas del enemigo. Decir revolución tecnológica forma parte de ese equívoco histórico.
La inteligencia artificial no intenta que los robots se aproximen a la humanidad, sino que la humanidad se fusione con los robots. Milenios de encíclicas, de bulas, de liturgia, han sido reemplazados por algoritmos. En cualquier formulario digital hay que aclarar: no soy robot. Ningún robot está obligado a declarar contra sí mismo. Los multibillonarios que desarrollan plataformas digitales son los actuales anti prometeo.
Nos han privatizado el fuego y se los han entregado a los dioses de la élite de programadores, desarrolladores, diseñadores de la realidad virtual sostenido en soportes digitales. Esta restauración digital conservadora tiene en las mentes de los niños y niñas enriquecidas un efecto similar al del paco en las mentes de los niñas y niños empobrecidos. Cuando el 11 de mayo de 1997 el ordenador Deep Blue vence al campeón mundial de ajedrez Garri Kaspárov, la restauración conservadora tuvo su primer y más resonante triunfo.
Aquellas y aquellos que todavía intentamos retener el fuego de Prometeo en nuestras comunidades, seremos ferozmente combatidos. Entonces para sobrevivir y vivir debemos tener grabado en nuestras mentes y corazones: Zeus nunca se apiadará de nosotros.
Publicado originalmente en Pelota de trapo