El anuncio de que la escritora nicaragüense Gioconda Belli aceptará la nacionalidad chilena, ofrecida por el Presidente Boric a algunos de los 300 expatriados por Daniel Ortega fue recibida con beneplácito internacional. Aunque no tanto en la izquierda más radical. Esta es la historia del líder sandinista que ayudó a botar a Anastasio Somoza y terminó como su adlátere.
El poder. Sin tener una participación destacada como guerrillero, con poco carisma, acusado por su hijastra, Zoilamérica Narváez Murillo, de violación; marcado por sus siete años preso, que le dejaron extrañas conductas como el gusto de aislarse y rodearse de sus ex carceleros, Daniel Ortega es un dictador ensimismado, de no muchas luces intelectuales, cuya esposa, Rosario Murillo, a veces parece ser quien gobierna.
Tal es el perfil que hace del Presidente nicaragüense, Fabián Medina Sánchez, en el libro “El Preso No. 198”, que relata la vida del combatiente que terminó convertido en un sátrapa. Ortega fue una figura admirada por la izquierda internacional y la causa del sandinismo fue incluso apoyada por la socialdemocracia. Su presencia llegó hasta el mundo del pop: Charly García y The Clash aludieron a los sandinistas en sus canciones. En 1987 fue entrevistado por la revista Playboy. Su conversación allí es una de las más reveladoras que ha dado.
Desde 2007, cuando volvió a ganar la presidencia por primera vez desde 1985, comenzó a utilizar las tácticas típicas de un líder totalitario. Algunos de sus rivales fueron asesinados o expatriados. Se ha ido reeligiendo tres veces en comicios viciados y ya lleva 16 años seguidos en el poder. Desde enero de 2017, su esposa Rosario Murillo es la vicepresidenta del país. Una de sus últimas decisiones fue expatriar a más de 300 nicaragüenses, entre ellos la escritora Gioconda Belli, quien aceptó la nacionalidad chilena.
Solidaridad del Presidente y diferencias en la izquierda. Boric ha sido el mandatario latinoamericano de izquierda más duro contra Ortega, según el diario El País de España. “No sabe el dictador que la patria se lleva en el corazón y en los actos, y no se priva por decreto”, escribió Boric en Twitter. Pero esto le ha creado roces con algunos de sus aliados en la izquierda, como el PC.
El martes, en un gesto que no pasó inadvertido, el jefe de bancada de los comunistas, Boris Barrera, se juntó con Gadiel Arce Mairena, ministro consejero de Nicaragua en Chile. Y el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue (PC), al ser consultado por este tema en Radio Futuro señaló que “yo le recomendaría al gobierno que se preocupe de las problemáticas que hay en el país“.
En un comunicado, el PC dijo: “habida nuestra experiencia, lamentamos la medida de destierro de ciudadanos nicaragüenses mediante proceso administrativo, como forma de resolver una situación que es de orden político, sin pretender con esta opinión, intervenir en los asuntos internos de ese país hermano”. Pero el PC culpó a EE.UU. de la situación en Nicaragua.
El historiador Cristián Pérez, de la Escuela de Periodismo UDP, es un experto en la izquierda y guerrillas latinoamericanas. Según él, “hay una lectura que plantea que cualquier enemigo de Estados Unidos, es mi amigo. Eso pasa con Rusia ahora. Por un lado ciertas bases del comunismo y organizaciones de derechos humanos, plantean que Managua fue atacada por Estados Unidos, donde se intentó hacer una contra revolución financiada por la CIA. La otra lectura es que Ortega superó todo nivel de violencia, y que se parece a la dictadura chilena de los años 70 y 80. Es una tensión no resuelta”.
Años intensos. Ortega nació en 1945, en La Libertad, un pueblito de 14 mil habitantes, a 175 kilómetros de Managua. Su padre era un ex buscador de oro, aventurero y pobre, que se casó con Lydia Saavedra, de una familia rica. Se fueron a Managua donde Daniel y su hermano Humberto, mientras estudiaban en el colegio La Salle, eran calificados como revoltosos.
Así lo describe el biógrafo: “Fue boy scout, monaguillo, tuvo hasta la intención de ser sacerdote, apedreó casas y personas, asaltó y mató, cayó preso, vivió el exilio, fue guerrillero, creyó en la transformación revolucionaria de la sociedad, coordinó la Junta de Gobierno, ha sido candidato en siete campañas electorales, cuatro veces presidente y finalmente devino en un dictador igual o peor que el que una vez ayudó a derrocar”.
Los hermanos Ortega se fueron acercando al movimiento anti Somoza, realizando pequeñas acciones de resistencia. En 1967, ya en el sandinismo, Daniel pasó a palabras mayores: participó en el asesinato de Gonzalo Lacayo, el principal torturador de las fuerzas de Somoza. Ortega, quien al parecer no disparó al cuerpo de Lacayo, reconoció su actuación en Playboy. En otra entrevista con David Frost en 2009 insistió: “Lacayo era el que me había torturado a mí y a centenares de nicaragüenses. Era el especialista en torturas y el Frente tomó la decisión de ejecutarlo”.
Por razones casi fortuitas Ortega -casualmente no estuvo en la encerrona cuando capturaron a cómplices del asesinato- fue detenido después, en 1969, y lo acusaron por otro delito: el robo del Banco de Londres. Por eso pasó 7 años en la cárcel. Dicen que eso le salvó la vida, porque fueron los años más duros de la represión contra los sandinistas. Al mismo tiempo, lo cambió para siempre. Fue ferozmente torturado. Harold Solano, que fue detenido junto a Ortega, recuerda: “Volví a ver a Daniel cinco días después. Estaba desfigurado, era un monstruo”.
Gracias a un intercambio con rehenes somocistas pudo salir de la cárcel en 1974 y se fue a Cuba. Desde entonces comenzaría una dura lucha por el poder en el Frente Sandinista. Ortega no era el mejor orador, ni el guerrillero más preparado, pero fue escalando y superando a dirigentes más conocidos como Tomás Borge o Sergio Ramírez.
Y tomó una decisión clave: en 1979 no participó en la lucha final. “Correr el riesgo de que te maten no tiene sentido”, le dijo Sergio Ramírez, quien ahora forma parte de la lista de las personas a las cuales Ortega les quitó la nacionalidad. Además, María Téllez, conocida guerrillera, dijo que no tenía experiencia militar y muchas limitaciones físicas.
El factor chileno. La ayuda internacional fue clave para el sandinismo en la última parte de la guerra. “En 1979, un grupo importante de oficiales chilenos combatió allí, especialmente en el Frente Sur, en la frontera de Nicaragua y Costa Rica, donde se planteó una guerra de posiciones. Es decir, necesitaban a oficiales que diseñaran la estrategia para empantanar a las mejores tropas de Somoza. Para eso recurren a militares chilenos que se habían formado en Cuba”, dice el historiador Cristián Pérez.
Agrega: “Deben haber sido unos 60: la mayoría eran comunistas, pero también había muchos socialistas. Y tienen una participación destacada en la guerra, porque son los oficiales que manejan artillería, que manejan cañones. Fue vital para que las mejores tropas de Somoza se quedaran atrapadas en ese lugar. Permite que se libere el territorio y puedan incursionar las columnas sandinistas, por el resto del país”.
La decadencia del sandinismo. Dicen que el poder atrae al poder y entre 1981 y 1984 Ortega fue coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua; luego jefe de Estado entre 1985 y 1990, cuando perdió las elecciones con Violeta Barrios de Chamorro. También perdió en 1996 y 2001. Tuvo su revancha en 2006 y repitió victorias en 2011, 2016 y 2021 (esta última con 7 candidatos en la cárcel). Si se suma todo son más de 25 años en el poder.
Entretanto, el sandinismo ha perdido a algunas de sus grandes figuras, como Sergio Ramírez y Gioconda Belli que denunciaron una deriva dictatorial. El que era el mejor amigo y luego rival de Ortega, el polémico Carlos Guadamuz, fue asesinado en plena calle de Managua en 2004, antes de su llegada al poder. Las protestas de 2018 y 2021 han dañado al régimen, pero Daniel Ortega con sus chaquetas deportivas de dudoso gusto y Rosario Murillo, con sus llamativos anillos, siguen con sus puños en alto, no se sabe hasta cuándo.