Estamos abocados a un proceso de transformación cultural que incluye el ir desdibujando las relaciones de poder sobre el otro, la otra y lo otro, tan arraigadas en nuestras sociedades. Con esta intención desarrollamos múltiples actividades económicas que sirven de base para propiciar nuestra transformación personal y organizacional. Haciendo esfuerzos por ir trascendiendo el mundo ideológico, intentamos respetar la ideología de cada quién. De manera que no hacemos proselitismo. Sería incoherente con nuestro proceso de ir desdibujando las relaciones de poder, intentar imponerlo.
En cuanto los seres humanos dejamos de ser recolectores y fuimos creando asentamientos, la población fue creciendo exponencialmente. Entonces, se fue haciendo muy difícil la colaboración espontánea entre un creciente número de personas y tuvimos que inventar nuevas maneras de organizarnos con base en estructuras formales. De hecho, hoy en día pareciera que existe un consenso en establecer un límite, de entre 100 a 200 personas, a partir del cual se requiere un andamiaje burocrático para que un grupo humano pueda gestionar determinada actividad.
Por ejemplo, durante cientos de miles de años la humanidad no necesitó la existencia de la figura de naciones, constituciones, leyes, instituciones, emblemas y rituales. Su existencia fue un invento relativamente reciente motivado por el crecimiento poblacional. De la misma manera fuimos creando la figura de empresas con el fin de facilitar la realización de una actividad entre muchas personas. De allí provienen sus estatutos, normas y organigramas que ahora se consideran esenciales para su funcionamiento. También, los partidos políticos y las religiones, así como muchas organizaciones que propician un cambio social, se fueron creando de manera similar, haciendo proselitismo, propagando su ideología y sus credos, ofreciendo un futuro mejor.
Por lo general, las agrupaciones humanas tienden a organizarse jerárquicamente en concordancia con sus ideologías. Estas son consideradas irrefutables por sus miembros y marcan las fronteras que definen quién pertenece o quién no, a una determinada organización. Las ideologías funcionan como un elemento aglutinador de sus integrantes.
Si bien, estas creaciones humanas han sido un factor esencial para facilitar la colaboración entre miles de personas que, en muchos casos, ni se conocen, también han generado terribles guerras y sufrimientos debido a la lucha de cada quien por imponer su “verdad”.
En la red Cecosesola, propiciamos la colaboración entre muchísimas personas, sin necesidad de gran parte del andamiaje burocrático que se considera esencial para el funcionamiento de organizaciones de nuestro tamaño. En ella hacemos vida 52 organizaciones comunitarias, a través de las cuales nos integramos más de 20.000 personas, así como 1300 trabajador@s asociad@, atent@s a propiciar la participación de las más de 100.000 familias que utilizamos los servicios de la red.
No nos concebimos como una “empresa cooperativa”. Más bien estamos abocados a un proceso de transformación cultural que incluye el ir desdibujando las relaciones de poder sobre el otro, la otra y lo otro, tan arraigadas en nuestras sociedades. Con esta intención desarrollamos múltiples actividades económicas que sirven de base para propiciar nuestra transformación personal y organizacional.
Haciendo esfuerzos por ir trascendiendo el mundo ideológico, intentamos respetar la ideología de cada quién. De manera que no hacemos proselitismo. Sería incoherente con nuestro proceso de ir desdibujando las relaciones de poder, intentar imponerlo. Más bien se va propagando en cuanto las personas y las organizaciones que se acercan se dejan contagiar. De hecho, algunas cooperativas de la red todavía siguen funcionando de manera convencional con las jerarquías burocráticas similares a las de cualquier empresa. No hace falta compartir un credo para ser parte de Cecosesola.
Nuestro estatuto es sólo un marco legal que nos permite funcionar dentro de las leyes del país, pero no es referencia alguna para nuestro accionar. Es tan así que, aparte de los que asistimos a la asamblea para su aprobación hace más de 20 años, casi nadie los conoce ni se ha interesado en conocerlos.
No existen reglamentos internos ni organigramas. Funcionamos con base a criterios colectivos consensuados.
Hacemos hincapié en eliminar las líneas de mando al ir desdibujando las jerarquías. Todas las personas que integramos la red tenemos la posibilidad de hacer, de desarrollar nuestras iniciativas, de tomar decisiones, de asumir responsabilidades, de equivocarnos y aprender de nuestros errores.
Si bien los registros contables son fundamentales ante terceros, han perdido importancia para el uso interno. Nuestras decisiones las tomamos basados en un flujo permanente y oportuno de información económica extracontable, accesible a todas las personas que integramos cada actividad.
Propiciamos que, al tener acceso a la información y a los criterios colectivos, cada quién pueda asumir la responsabilidad personal de tomar decisiones sin depender de instancias burocráticas.
No tenemos certeza de hacia dónde vamos. El acento lo ponemos, más bien, en las relaciones: en ir construyendo relaciones de confianza, atentos a lo que vaya emergiendo.
No nos ponemos límites. Vamos dejando de ser una organización con fronteras constituidas por una ideología que nos separe de los demás, para irnos convirtiendo en un proceso abierto al que quisiese contagiarse. Cualquiera se puede contagiar porque intentamos que lo que nos una, no sea un credo sino un deseo: el deseo de construir aquí y ahora el mundo que queremos a través de ir profundizando relaciones de confianza.
Si bien no sabemos hacia dónde vamos, sentimos cada vez más seguridad de que no estamos perdidos.