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Sobre la anarquía, hoy

Giorgio Agamben :: 28.02.23

La anarquía es, ante todo, la negación radical no tanto del estado ni simplemente de la administración, sino de la pretensión del poder de hacer coincidir estado y administración en el gobierno de los hombres. Es contra esta pretensión contra la que lucha el anarquista, en nombre, en última instancia, de ese ingobernable, que es el punto de fuga de toda comunidad entre los hombres.

 

Sobre la anarquía, hoy

 

Giorgio Agamben


Traducción para Artillería inmanente de un texto de Giorgio Agamben difundido originalmente el 26 de febrero de 2023 en su columna «Una voce», que publica regularmente en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet.

 

Si para quien pretende pensar la política, de la que es en cierto modo su foco extremo o punto de fuga, la anarquía nunca ha dejado de ser actual, tal lo es hoy también a causa de la injusta y feroz persecución a la que es sometido un anarquista en las cárceles italianas. Sin embargo, hablar de anarquía, como se ha tenido que hacer, en el plano del derecho, implica necesariamente una paradoja, ya que es cuando menos contradictorio exigir que el estado reconozca el derecho a negar el estado, del mismo modo que, si se pretende llevar el derecho de resistencia hasta sus últimas consecuencias, no se puede razonablemente exigir que se tutele jurídicamente la posibilidad de la guerra civil.
Para pensar la anarquía hoy es necesario, por tanto, situarse en una perspectiva completamente diferente y cuestionar más bien la forma en que Engels la concibió, cuando reprochaba a los anarquistas querer sustituir el estado por la administración. En esta acusación reside de hecho un problema político decisivo, que ni los marxistas ni quizás los propios anarquistas se han planteado correctamente. Un problema tanto más urgente cuanto que hoy asistimos a un intento de realizar de forma un tanto paródica lo que para Engels era el objetivo declarado de la anarquía, a saber, no tanto la simple sustitución del estado por la administración, sino más bien la identificación de estado y administración en una especie de Leviatán, que asume la máscara bondadosa del administrador. Es lo que teorizan Sunstein y Vermeule en un libro (Law and Leviathan, Redeeming the Administrative State) en el que la gobernanza, el ejercicio del gobierno, al exceder y contaminar los poderes tradicionales (legislativo, ejecutivo, judicial), ejerce en nombre de la administración y de forma discrecional las funciones y los poderes que les eran propios.
¿Qué es la administración? Minister, de donde deriva el término, es el siervo o ayudante por oposición al magister, el amo, el titular del poder. El vocablo deriva de la raíz *men, que significa disminución y pequeñez. El minister es para el magister lo que el minus es para el magis, lo menos para lo más, lo pequeño para lo grande, lo que disminuye para lo que aumenta. La idea de la anarquía consistiría, al menos según Engels, en el intento de pensar en un minister sin un magister, en un siervo sin un amo. Ciertamente un intento interesante, ya que puede ser tácticamente ventajoso enfrentar al siervo contra el amo, al menor contra el mayor, y pensar en una sociedad en la que todos sean ministros y ninguno un magister o jefe. Esto es lo que Hegel hizo en cierto modo, mostrando en su tristemente célebre dialéctica que el siervo domina en última instancia al amo. Sin embargo, es innegable que las dos figuras clave de la política occidental siguen así vinculadas entre sí en una relación incansable, de la que es imposible llegar al término de una vez por todas.
Una idea radical de anarquía no puede entonces sino desprenderse de la dialéctica incesante de siervo y esclavo, minister y magister, para situarse resueltamente en la brecha que los divide. El tertium que aparece en esta brecha ya no será ni administración ni estado, ni minus ni magis: estará más bien entre ellos como un resto, que expresa su imposibilidad de coincidir. En otras palabras, la anarquía es, ante todo, la negación radical no tanto del estado ni simplemente de la administración, sino de la pretensión del poder de hacer coincidir estado y administración en el gobierno de los hombres. Es contra esta pretensión contra la que lucha el anarquista, en nombre, en última instancia, de ese ingobernable, que es el punto de fuga de toda comunidad entre los hombres.
 

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