Para lo que nos interesa que es la utopía soberana, Venezuela efectivamente termina convirtiéndose en un laboratorio de sometimientos negociados en nombre del derecho a la soberanía, es si se quiere una forma de recomenzar el sentido último de toda tragedia empezando por la antigua Grecia. Por supuesto que la rebelión ante semejante barbarie vendrá, pero el mismo sistema de poder se arma de condiciones para poder controlarla, controlar las movilizaciones y la vida particular de los individuos. Esto no es factible al infinito, al fin y al cabo seguimos siendo, las clases trabajadoras y el pensamiento que las acompañan el motor de la vida, el cerebro que las comanda.
Vivimos desde hace siglos bajo una confrontación que remite a lo soberano, al derecho de soberanía de los pueblos, frente a un globalismo que la quiere demoler por completo. Toda forma de imperialismo en definitiva no ha sido sino la lucha por tomar en sus dominios la soberanía que las distintas transformaciones que han logrado las naciones, es decir pasen a manos de unos pocos condensados en los máximos poderes que rigen sobre el mundo.
Lo soberano es un concepto político que desde el comienzo de la modernidad sugiere la regencia universal de los pueblos por su destino pero de facto ha devenido desde siempre en un orden entrópico causado por quienes doman las condiciones para que ese destino quede siempre en manos de unos pocos. Reyes y dioses comenzaron por ser punto de arranque de esta encrucijada humana por el poder de la comunidad que dominaban que luego llamamos civilizaciones. Eran soberanías que se centraban en seres dichos divinos que en su conflicto fueron dando pie a la puesta en marcha de relatos imaginarios que representaban la explicación posible a la constante pérdida de soberanía que sufrieron los pueblos. Quizás el mas clásico de estos relatos es el mito de Prometeo que aún siendo parte de esa especie que llamaron divina regaló a los hombres el poder sobre el fuego lo que le causó el más terrible de los sacrificios perpetuos. Dicho mito nos explica como el conocimiento mas preciado solo podía que dar en el ámbito divino.
Tres momentos han dividido la forma desde la cual la soberanía solo se ajusta a los intereses de esos pocos. El paso de sociedades comunitarias donde se divinizaba la fertilidad innata a lo natural paso de ser una realidad de dioses hombres que condensaban todo este poder soberano y patriarcal. El paso de las sociedades naturales que se reunieron alrededor del culto al mundo natural que nos hace y nos rodea, a las sociedades míticas que confrontó la sabiduría de quienes empezaron a ordenar el conocimiento humano y los llamados reyes dioses, fue el primer paso hacia la reconversión de toda soberanía sobre el uno poderoso. Es el caso del nacimiento de los reinos civilizatorios en China y la filosofía naturalista de Lao Tse. Es el poder absoluto frente a una filosofía de vida que dio nacimiento al pensar ritual del Tao que hasta hoy perdura dentro de esa tensión entre totalitarismo y libertad natural. Los mitos imaginados representaron la lucha entre libertad y dominio, entre el conocimiento que se centra en las fórmulas de sometimiento y el conocimiento soberano que empezaron a ser el centro de toda libertad. A las sociedades míticas le sucedieron la religiones monoteístas que centraron la soberanía del universo y nuestro mundo en el Dios único que reina sobre nuestros destinos. Probablemente sea el momento al menos en el mundo occidental en que la soberanía pasó de manera absoluta al artificio de las iglesias, particularmente cristianas sucediendo a lo que fue el imperio romano. Allí se confrontaron la ignorancia del mundo feudal con la sabiduría del arte y el conocimiento que se acumuló por siglos desde la ciencia naciente hasta la leyenda mítica. Una vez debilitada la soberanía absoluta que se centraba sobre las iglesias como portal al Dios supremo, empezaron a constituirse en las ciudades más prósperas el orden capitalista, donde se vuelve a repetir el mismo esquema dualístico entre el soberano y el siervo, entre el patrón y el trabajador que se troparon con los movimientos liberales y anticoloniales que anunciaron la soberanía de los pueblos, la formación de las naciones y la igualdad de los seres humanos.
Como vemos la soberanía luego de ser un concepto ligado a la autodeterminación de los pueblos, es una lucha entre aparatos de poder siempre y por cualquier razón, divina o no, que flotan en todo momento sobre el principio de la monopolización de toda soberanía sobre el conocer y el instinto de liberación que nace precisamente repúblicas y naciones si han de ser libres necesariamente tienen con la diferenciación dualística e impositiva, siempre esclavista, y su confrontación con la soberanía igualitaria que es en realidad desde todo comienzo una soberanía cognitiva, porque es precisamente sobre la tenencia de un saber superior que nos explica la vida, donde se soporta la posibilidad de la libertad y la autodeterminación del ser soberano, es decir sostenerse sobre la soberanía cognitiva de sus habitantes, hasta podríamos decir que se soporta en las míticas utopías que van sobreviviendo y que también constituyen conocimiento. Sin embargo y por ello hasta hoy, ha sido imposible el logro libertario e igualitario, todas ellas cuando logran constituirse construyen un letrado de derecho que las nombra soberanas, autodeterminadas, pero estamos muy lejos de esta realidad. El derecho convertido en legalidad en realidad no hace sino esconderla, esconder la desigualdad y la falta de soberanías, hasta convertirlas en un deseo protocolar, un derecho escrito al cual apelamos una y otra vez como falsos mitos modernos, sin posibilidad de materialización universal ninguna. Esto es lo que han llamado derechos humanos y constitucionales, por los cuales se lucha en todo momento en todas las naciones pero jamás terminan de arraigarse como derechos fácticos de los pueblos.
Esta terrible mentira que en un principio (hablamos de las grandes revoluciones que se sucedieron entre los siglo XVIII y XX) marcaron al menos los sueños mas libres de las sociedades que trazaron sus fronteras y triunfaron sobre el viejo colonialismo, al paso siguiente en la medida en que han pasado los tiempos no hacen más que incorporarse a un orden internacional, perfectamente diseñado para que estas naciones no sean sino juguetes del divino capital, y digo divino porque el capital, el régimen de acumulación privada en pocas manos, generado desde el esclavismo salarial y la manipulación de la mente humana cada vez más apegada al aparataje maquínico, virtual, de la tecnología digital que se ampara en aparatos propios del poder transnacional corporativo, forma en estos momentos el sostén de lo que han llamado globalismo, un suave o muchas veces agresivo totalitarismo que intenta regir sobre el mundo entero. El derecho mismo se fragmenta y genera las condiciones para la desaparición de cualquier colectividad unida y productiva, autodeterminante, autovalorativa, incluso sobre la sexualidad humana que la fragmentan en sexualidades separadas ya sean distintas o dentro de su mismo género, llegando al límite de la libertad en lo que respecta a la sexualidad infantil. Sobre ese poder y su letrado de derecho vamos llegando poco a poco a la absoluta individualización del ser, a la ruptura de toda potencia colectivizante y la solidaria que prácticamente es el hito del nacimiento del ser humano.
Son abundantes los teatrales discursos que apelan a la soberanía, un lenguaje donde se suman a todas las ideologías políticas. El caso venezolano es en ese sentido emblemático, un laboratorio perfecto por donde lo veamos. Aquella revolución que se sostuvo en el regreso a la soberanía nacional, alimentaria, técnica y cognitiva, fundando una nueva independencia para una nación siempre dominada y dependiente desde su nacimiento, termina convirtiéndose en todo lo contrario. El mensaje generado virilmente, termina aplastando por una lloriquería contra las sanciones impuestas, explicando de manera tan perversa todo el sufrimiento y muerte que rondea sobre la vida de los venezolan@s. La soberanía apelada en un principio como arma para defender y realizar un movimiento de plena autodeterminación y la participación protagónica de toda la comunidad nacional, acto que nosotr@s llamamos proceso popular constituyente, es decir, constituir libremente y colectivamente las bases de todos los órdenes necesarios a una libertad deseada, se revienta y se convierte en una falsedad burocrática de mucha corrupción que con nuestro último presidente la subvierte aún más, acompañado por marionetas opositoras hasta devenir en lo que divertida o lastimosamente podríamos llamar una “Mafia Soberana”. Quienes detentan todo el poder de gobierno lo inducen a ser un gobierno de bandas criminales sin lugar a apelaciones de cualquier tipo y enriquecidos hasta el infinito del dinero. Una contrarevolución lúdica y bárbaramente lucrativa desde el mismo Estado que dio pie precisamente para que esta nación no haga otra cosa que trabajar callada, sometida y prácticamente sin sueldo, mientras sus gobernantes succionan a su conveniencia las pocas riquezas que aún se producen. Y no solo succionan lo hacen en el sentido contrario, forzando una emigración que no es solo fuerza de trabajo expulsada es el capital cognitivo, creador, formado por décadas que de alguna manera invitan a irse y sobrevivir externos. Nuevamente es la soberanía cognitiva la primera que es debilitada en porcentajes elevadísimos, regresando a la sociedad donde solo unos pocos saberes, hechos artes o ciencias, sobreviven. El grito desesperado por terminar con las sanciones es un grito falso porque allí lo único que se negocia es la continuidad de la riqueza y el dominio de unos pocos y entrar dentro de un sistema global de poder. Los términos de la negociación propia nunca se aclaran, se esconden y se deslizan hacia una interminable andanada de frases acusatorias entre la parte mas colaboracionista de la oposición pitiyankee y delegaciones de gobierno. En realidad allí solo se discute lo que el lobie comunicacional desea para mantener un aparente dualismo sin llegar a nada porque son lo mismo.
Para lo que nos interesa que es la utopía soberana, Venezuela efectivamente termina convirtiéndose en un laboratorio de sometimientos negociados en nombre del derecho a la soberanía, es si se quiere una forma de recomenzar el sentido último de toda tragedia empezando por la antigua Grecia. Por supuesto que la rebelión ante semejante barbarie vendrá, pero el mismo sistema de poder se arma de condiciones para poder controlarla, controlar las movilizaciones y la vida particular de los individuos. Esto no es factible al infinito, al fin y al cabo seguimos siendo, las clases trabajadoras y el pensamiento que las acompañan el motor de la vida, el cerebro que las comanda. }
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