“Vendrá la guerra, amor, y en el combate nos fundiremos en las barricadas
deteniendo las hordas criminales a punta de corazón fuego y metralla
cavando sudorosos el futuro en las faldas de la paz…
¡No pasarán!
Los venceremos, amor no pasarán
Si mañana que irrumpa el nuevo día
Con su fiesta de pájaros y niños
Aunque no estemos juntos, te lo juro,
¡No, no pasarán!
[…]
¡Luchamos para vencer! ¡No pasarán!”[1]
Por los días finales del mes de julio de 1979 ganaba la Revolución y miles de nicaragüenses y el FSLN (Frente Sandinista de Revolución Nacional) entraron triunfantes entre cantos, banderas y consignas a Managua. Arduos días de combate e insurrección popular precedieron a la victoria, en una lucha más que desigual (un pueblo armado de esperanza frente al aparataje del poder bélico-militar), que terminó acabando con décadas de dictadura somocista[2]. Una victoria que solo se explica por la participación colectiva, activa, masiva y consciente del pueblo nicaragüense.
Este mes se cumplen 44 años de esa Revolución que hoy nos sigue movilizando y por eso, hemos recuperado algunas reflexiones de Mónica Baltodano[3], en una entrevista que pudimos hacerle en julio del 2021, en un programa de radio que teníamos; Insurgentes. Creemos que la memoria siempre es fundamental y nos permite leer la historia de manera circular, regresando al pasado para dialogar con el presente.
Bien sabemos el lamentable devenir que ha tenido Nicaragua desde que “libre y luminosa”[4], como dice Luis Enrique Mejía Godoy, renovó la esperanza y rebeldía del Sur Global después del triunfo de la Revolución Cubana. Bien sabemos —dolorosamente— que muchos personajes que, como dice Mónica, “fueron capaces de dar la vida, pero no de renunciar a las cosas” terminaron traicionando los ideales éticos revolucionarios, y bajo la usurpación de esa memoria justificaron el reparto de los bienes comunes —que con sangre y sudor construyeron lxs de abajo— entre una cúpula minúscula del FSLN que luego terminó pactando con los sectores más reaccionarios y permitiendo que un personaje como Daniel Ortega se consagrara como dictador. No se puede ocultar que ese régimen se caracteriza por ser patriarcal, por tener alianzas con el gran capital (nacional y transnacional) y por estar lleno de retrocesos en materia de derechos sociales; la represión, el hostigamiento y la persecución lo mantienen. Esto, incluso con aprobación de sectores del progresismo que bajo una mirada distorsionada y desde la ortodoxia aún consideran que es legítimo lo que sucede allí. Todo aquello que fue construido por la Revolución y el sandinismo, ahora se encuentra cooptado por el orteguismo, el mismo que en la lucha desigual ha hecho que lo militar evite a lo popular.
No se puede tener ambigüedad, ni una postura tibia para reconocer todo lo que sucede actualmente. Si la Revolución triunfó por su carácter popular justamente esa es la memoria que se debe recuperar para no permitir que siga siendo usurpada por lxs enemigxs del pueblo. Porque “cuando los traidores y cobardes sean referencias de una vieja historia”[5] serán las generaciones venideras las que debemos recuperar la memoria de los pueblos que lucharon y eso se logra “con el estudio de lo que fuimos, con el estudio de nuestra historia, de nuestros antepasados y de nuestra cultura para poder encontrar las vías para las transformaciones que se necesitan hoy”, menciona Baltodano.
¿Cómo fue posible esa victoria que no fue militar, sino popular? Fue posible porque la gente —desde todos los rincones de Nicaragua— sentía el abismo de la dictadura, las torturas a lxs campesinxs por parte de la Guardia Nacional, la quema y expropiación de sus tierras, el hambre; la nula posibilidad de vida. Gente que no tenía ya nada que perder, por eso, tenían todo que ganar.
Frente a la desmoralización que provocaba la pobreza, la caída de lxs compañerxs, lxs presxs políticxs, los asesinatos a lxs colaboradores del Frente, etc., estaba el acto político de la propaganda, las pintas en los barrios, la bandera rojinegra en las casas más empobrecidas y sobre todo la canción protesta que a ritmos alegres alimentaba la moral revolucionaria del pueblo, diciendo “no se me raje mi compa”[6] que pronto vamos a ganar. La convocatoria a la insurrección que hacía el FSLN permitía ver una posibilidad de vida, de dignidad. Pues ante la muerte por el hambre o una enfermedad, la gente —de abajo— decidió morir luchando; la lucha armada del pueblo se convirtió en un acto de autodefensa de la lucha por la vida, de la gente que “en el fragor del combate, hizo bombas de mecate para la Revolución”[7]. Ese sentido de dignidad e identidad en la lucha es lo que hizo que el pueblo se juntara, como diría Gramsci “solo en la lucha se deviene revolucionarix”.
Regresemos a ver la historia de Luis Alfonso Velásquez, el niño revolucionario de 10 años, “el chavalito que vendía bolis en los buses para que puedan sus hermanos estudiar”[8], que vio en la organización el único camino para la liberación, nadie puede juzgar esa decisión, pues ante tanto despojo, ante el haber tenido que dejar la escuela por la pobreza, ante el hambre; era el camino… es el camino. Entonces, cómo no recuperar la memoria popular de una Revolución tan bonita, construida con las manos de todxs, en el campo con sus “alforjas campesinas y proletarias”[9], en las montañas y la ciudad; una Revolución que nos decía “mire compañero, esto no se puede hacer sin la participación de las mujeres”[10] y de ahí sus grandes comandantas; una Revolución hecha desde abajo, con miles de “autores anónimos de la arbolada” [11],guerrerxs del amor, que hicieron llegar a la victoria.
En los últimos años se han dado intensas jornadas de movilización en diferentes territorios del Abya Yala (Colombia, Chile, Haití, entre otrxs); en Ecuador en 2019 y en el 2022. Insurrecciones que asemejan a pequeñas revoluciones que han hecho retroceder a quienes siguen queriendo mantener la noche neoliberal, victorias populares que desde abajo y desde los pueblos se configuran como una memoria tangible del verdadero poder que tienen las fuerzas populares más allá del Estado, más allá de los partidos, más allá de las instituciones, aunque la trampa electoral y la captura siempre acechen. Por eso, es importante ver los procesos anteriores, recuperar la memoria insurgente, para aprender y seguir caminando.
Si algo nos permite reafirmar esta memoria es que si no trabajamos profundamente en transformar la mentalidad dominante que tenemos todxs —por haber crecido en un sistema-mundo patriarcal, colonial, racista, clasista y adultocéntrico— ningún esfuerzo revolucionario se podrá llevar a cabo, pues al final seguiremos oprimiendo a alguien. Como dicen lxs compas, “uno no se toma el poder, porque es el poder el que se lo toma a uno. Tumbar la dictadura (cualquiera sea, en cualquier tiempo) por cualquier medio es una bocanada de aire y alegría, pero no basta, hay que liberarse también del orden institucional, sus trampas y sus dispositivos que capturan y engañan, como bien lo sabemos, mucho más allá y más acá de Nicaragua”[12].
Si no nos transformamos seria y comprometidamente, corremos el riesgo de perder la coherencia y como plantearía Dora María Tellez[13] ¿podremos conversar con nuestrxs “yo” jóvenes? Daniel Ortega no podría, pues su “yo” joven luchó contra una dictadura como la que ahora él encabeza. Con qué coherencia podría establecer una conversación cuando ha traicionado a sus compañerxs, principalmente a aquellxs que dieron su vida por ese mundo nuevo. Carlos Mejía Godoy ante la brutal represión y asesinatos en el levantamiento del 2018 le escribió una carta a Ortega, diciéndole que la sangre derramada le va a perseguir hasta el último día de su vida: “se acerca el 23 de Julio y el recuerdo de esa juventud aniquilada en León, tiene que llevarte a meditar. En nombre de ese DIOS, con quien te llenás la boca y el alma. En nombre de ese DIOS, que está viendo este holocasusto, dejá de matar. ¡Ya, Daniel, ya!”.
Ojalá nosotrxs, quienes estamos luchando por la vida, ahora, en distintos territorios y calendarios, seamos lo suficientemente sabixs y coherentes para que en un futuro podamos regresar a mirar lo caminado y construido, y ser consecuentes con nosotrxs mismxs y la liberación de la vida para todxs, porque “¡No pasarán, los venceremos amor, no pasarán!”[14]
[1] Canción: No pasarán. Carlos Mejía Godoy
[2] Sistema dictatorial de dominación y opresión que se apoyaba en una estructura política, militar, económica y social que mantuvo a la familia Somoza en el poder durante décadas.
[3] Ex comandante revolucionaria del FSLN, militante, historiadora y luchadora social. Crítica y opositora ferviente del orteguismo.
[4] Canción: Comandante Carlos Fonseca
[5] Canción: Comandante Carlos Fonseca
[6] Canción: No se me raje mi compa
[7] Canción: Vivirás Monimbó
[8] Canción: Quincho Barrilete
[9] Canción: Alforja campesina
[10] Canción: Zenzontle pregunta por Arlen
[11] Canción: Guerrero del amor
[12] Pueblos en Camino, 2023. https://pueblosencamino.org/?p=9774
[13] Ex comandanta del FSLN
[14] Canción: No pasarán