Con este artículo queremos abordar un tema muy poco tratado dentro de las comunidades. Nos proponemos abrir caminos desde lo espiritual y lo comunitario para las personas que no se encuentran identificadas con las identidades sexuales socialmente aceptadas y quienes desde siempre han transitado un espacio de discriminación. Nuestro propósito es contribuir a visibilizar esta compleja problemática que todavía persiste en nuestros territorios.
Soy Diana Collazos, vengo de un proceso en donde nos han enseñado a hablar de la dualidad hombre-mujer como explicación del origen de la vida. Un discurso con el que caminé la palabra y el territorio durante mucho tiempo. Pero mientras conocía y me enamoraba de la lucha de nuestros mayores por liberar el territorio, en un rincón de nuestro proceso me encuentro con un espacio de resistencia totalmente discriminado, un espacio del que no se hablaba por ser considerado una enfermedad o un castigo.
Es así como queriendo conocer esa lucha dentro de nuestra lucha me encuentro con María Eugenia Orejuela, y juntas decidimos emprender un camino para conocer y reconocer la diversidad en el territorio.
Soy María Eugenia, mi propósito era continuar con un trabajo iniciado años atrás con mujeres indígenas desde la perspectiva de género y feminismo. En ese momento me encontré con la invisibilización de las mujeres al interior de sus procesos. Pero esta vez quería incluir la diversidad sexual, también observada durante la investigación inicial pero no reconocida en los pueblos indígenas.
Nuestra intención no era distinta, en nuestro caminar por encontrarnos como mujeres en una sociedad machista y patriarcal las oportunidades de hallar un espacio eran limitadas. También habíamos visto a otras personas discriminadas por su identidad sexual, así que nos hicimos cómplices para escuchar tres historias que conmovieron nuestro sentir.
Ser mujer o una persona con orientación sexual o identidad de género diversa en sociedades machistas y patriarcales, es sin duda una lucha constante. Parece que las luchas colectivas de los movimientos sociales por los derechos, no han incluido las luchas individuales, de mujeres y diversos.
Antes de encontrarnos con las tres protagonistas de las historias que hacen parte de este relato estuvimos con Claudia, una mujer indígena que acompaña procesos al interior de la comunidad. Ella nos habla acerca de las mujeres que han ocupado puestos de liderazgo. Claudia menciona que uno de los oficios asignados tradicionalmente ha sido el de secretaria, se dice que es “porque las mujeres escriben mejor”. Ella nos cuenta que, a pesar de estar vinculadas con algunos puestos de liderazgo, aún no tienen el apoyo suficiente para ocupar los cargos donde se toman las grandes decisiones. Debatir sobre este tema es muy importante desde nuestra posición de mujeres, para continuar visibilizando y fortaleciendo los distintos procesos de lucha que defienden la vida.
El encuentro, las voces
Son tres personas con quienes hablamos: Ana, una chica trans, Carlos y Laura, homosexuales, quienes nos relatan cómo se reconocen como personas, con una identidad sexual distinta a la socialmente aceptada, también nos hablan de la historia de su relación con la familia y la sociedad.
Nos encontramos una mañana en la casa de la organización indígena, en la cafetería había varias personas que de alguna manera fingían no mirar a Ana, la chica trans. Ella estaba vestida de plateado, con una falda de lentejuelas ceñida al cuerpo y una blusa corta, se veía espléndida, reflejaba una imagen que hacía sentir su fortaleza y su ser femenino. Iniciamos la conversación en la parte de atrás de la cafetería, en un espacio abierto y con vegetación, para tener más privacidad y evitar el ruido.
En medio de risas fuimos generando confianza. Carlos se anima a ser el primero en hablar. Nos cuenta que tuvo una infancia difícil llena de maltratos físicos y en un entorno machista donde la educación en casa estuvo siempre dirigida al aprendizaje de las labores del campo, pues querían enseñarle los comportamientos propios de un hombre, “para así conseguir mujer”. Pero desde su adolescenciaya sentía atracción por personas del mismo sexo; ya se reconocía diferente.
Para Carlos “a muchos hombres y mujeres homosexuales les toca luchar mucho para encajar en un mundo heterosexual”, y agrega: “nos ha tocado pelear contra el mundo para reconocernos a nosotros mismos y para que nos reconozcan”. Carlos cuenta con el apoyo de su mamá, hermanas y hermanos. Para él esto es un apoyo suficiente para continuar su camino.
Para Ana y Laura no fue distinta la niñez ni la adolescencia, y al igual que Carlos sufrieron maltratos y discriminación por verlas distintas al resto de mujeres.
El caso de Ana como mujer trans ha sido muy complejo, su recorrido desde la niñez ha estado marcado por un entorno muy machista que le imponía las labores en la tierra. Dice Ana que desde muy pequeña le gustaba vestirse como niña, “me ponía vestidos y adornos y decía que estaba linda”. Sus padres consideraron en algún momento llevarla al psicólogo porque pensaban que se trataba de una enfermedad. Ana se negó a asistir porque tenía muy claro que ella quería sentirse mujer. Durante su proceso de cambio de apariencia Ana vivió el suicidio de su padre, una situación que le causó mucho dolor por las distintas discusiones que tuvo con él por su sentir distinto. Su madre la aceptó en su proceso de cambio, pero sus familiares la rechazan, le piden que se comporte como un hombre, que no muestre su identidad sexual. Pero Ana se siente bien sintiéndose mujer, “así me quieran cambiar, yo no lo quiero”. Ana, al igual que Carlos, piensa que después que logre el apoyo de su mamá no le importará nada más. Para ella “la solución es hablar con un amigo, mamá o alguien de confianza. A veces da miedo porque no cualquiera lo acepta”.
Para Laura, su proceso de reconocimiento no ha sido fácil, sufrió mucha discriminación en el colegio. Uno de sus hermanos es homosexual e intento suicidarse por la constante discriminación. Al igual que Ana y Carlos, Laura también creció en un entorno familiar machista, su madre consideraba que dos hijos homosexuales eran un castigo. A Laura no le gustaban las faldas ni las muñecas, y en el colegio se reunía más con niños que con niñas. Además, buscando ser aceptada, ha estado en relaciones de pareja con hombres, pero estas experiencias solo le confirmaron su gusto por las personas de su mismo sexo. Es durante este proceso de reconocimiento cuando su madre acepta su identidad sexual y la apoya. Laura es madre producto de una situación no esperada y ha recibido muchas críticas por parte de quienes consideran que “una mujer homosexual no debería tener semillas”.
Una sonrisa en nuestros rostros fue la última palabra al llegar la tarde, con un abrazo cerramos este encuentro y prometimos encontrarnos pronto en otros espacios, en donde sin duda alguna seguiremos hablando de lo diversa y bonita que es la vida para así seguir sanando. Porque escuchar a Carlos, a Ana y a Laura fue para nosotras eso, un proceso de sanación frente a esa enfermedad que es la discriminación. Discriminación alimentada de desconocimiento, erroneamente sustentada en pretendidas creencias religiosas y culturales que nos confunden y separan nuestras luchas. Encontrarnos fue reconocer una lucha que también es por la vida en libertad y alegría, a la que no todos le estamos apostando, pero que finalmente defiende la armonía del territorio.
Estos tres relatos nos dejan un camino trazado para seguir explorando y así lograr comprender que todas las personas, independientemente de nuestra identidad sexual, somos seres humanos que compartimos el espacio en que habitamos con otros seres, animales y plantas. Porque la diversidad sexual también sucede en toda la naturaleza.
Para cerrar esta reflexión, compartimos un relato de creación nasa, narrado por el Mayor Marcos Yule, y que nos permite conocer y reconocer nuestro origen. Lo interesante de este relato es que el ser que crea la vida es un cuerpo, donde al mismo tiempo está lo femenino y lo masculino.
Primer sueño:
En el sueño aparece el Ksxa´w quien le dice a Isxkwe Sxlapun que se levante. Le muestra tres piedras y le dice que las frote. Al frotar las piedras produce candela que se convierte en la primera mujer, Uma.
Segundo sueño:
Frotando las piedras a petición de Uma, moldea al ser Tay “Sol”, ser masculino de cuerpo pesado y caliente, compañero de Uma, padre de sus diez hijas. Uma quien era de cuerpo caliente por no seguir una orientación espiritual cae a la tierra, se enfría y se vuelve agua.
Tercer sueño:
Crea al ser A’te, “Luna”, ser femenino de cuerpo frío para que acompañe a Tay y conciba hijos con él. De la relación con Tay tiene hijos varones. Son las constelaciones y las estrellas. Cuando iban creciendo hubo la preocupación de que ellos querían juntarse en pareja con las hijas de Uma y el abuelo le dijo que no se podía porque eran de la misma sangre.
Cuarto sueño:
Isxkwe Sxlapun sintió tristeza en su corazón y la preocupación llegó a su mente. Sintió sueño y durmió profundamente. En su sueño se le apareció Ksxa’w, quien entregándole dos piedras le aconsejó que las tragara.
Al despertar lo invadía una gran felicidad. Buscó las piedras y las tragó. Entonces sintió como en su vientre palpitaba la vida y su barriga empezó a crecer. Sxlapun se había embarazado. Él se pudo embarazar porque era ser masculino (sxla: hombre) y femenino (pun: mujer).
Quinto sueño:
Cuando las familias están organizadas en la Nasa Txiwe (tierra de los seres), aparecen los conflictos. Isxkwe Sxlapun, que está atento a sus creaciones, concibe la autoridad espiritual y política para mantener el orden y la armonía en sus hijos.
fuente: https://revistaunidad.cric-colombia.org/caminando-la-diversidad-en-el-territorio/