Un acercamiento a la historia de las primeras recuperaciones de tierra realizadas por los pueblos indígenas en el Cauca, cuyas memorias son conservadas hasta el momento por el Fondo Nazaria Morales del territorio ancestral de Nu YapalӨ (San Fernando – Silvia, Cauca).
Nu YapalӨ (plano de la casa grande), se encuentra ubicado en el oriente caucano, municipio de Silvia, donde se dice vivió mama Karamaya, quien luego de la llegada de los pulӨlӨ (gente blanca) fue nombrada como mama Manuela, la shura (mayora) que guardaba riquezas como semillas, piezas de alfarería y su conocimiento cultural del territorio. En Nu YapalӨ, cuentan que llegaron los pishaumera (espíritus mayores), a comerse a los hijos de mama Manuela Karamaya, que alcanzaron a ser bautizados por la religión. Al estar rodeada de muchos sentires por la invasión de los pulӨlӨ, buscó fortaleza para defender el territorio con dignidad, sin embargo, el miedo de afrontar el cambio la llevó a internarse en la peña con todos los saberes.
Desde lo alto de las montañas, entre formaciones de terrazas naturales, nuestros antepasados vieron la llegada de un pensamiento ajeno, los llamaron salvajes, los esclavizaron, saquearon y despojaron de sus pertenencias. Utilizando las religiones, trataron de acabar con los saberes culturales, mediante acciones de sometimiento, masacres, violaciones, que redujeron la existencia de la comunidad a partir del control político, social y económico. Así lo confirma María Ana Calambás, comunera del territorio Nu YapalӨ: “Se unieron los poderes que en ese momento estaban mandatando para crear leyes para beneficio del pulӨlӨ, instaurando el terraje 1 como forma de pago. Después de los robos de tierra, a los nativos que estaban bajo dominios y mandos de extranjeros les tocó adaptarse a la forma de vida que les fueron impuestas pagando las tierras que habían habitado con cuatro días de jornal a la semana, en un horario de 7:00 am a 4:00 pm. Pero cuando los pulӨlӨ se enteraron que nuestra gente se encontraba para crear y no servir más a los terratenientes, extendieron sus horarios de trabajos de 6:00 am a 6:00 pm.”
No todos estaban de acuerdo con lo que se vivía, las injusticias cometidas llevaron a encaminar la palabra como herramienta para el despertar, el convencimiento y la transmisión de una necesidad sentida. La acción de palabrear transmitida de generación en generación, como producto de la memoria colectiva, nos ayudó a permanecer y resistir como pueblo. Sin embargo, no todos creyeron en la palabra, pues ésta fue distorsionada al momento de transmitirla, restándole importancia y credibilidad a la capacidad de acción de la comunidad. No obstante, llegaron colaboradores de la Iglesia que tenían un proyecto evangelizador de apoyo a las comunidades. Es así como, en 1961, monseñor Vivas Ligote realizó el cursillo sobre sindicalismo en desarrollo del programa de “Acción Cultural Popular”, y con apoyo de la unión de trabajadores del Cauca, UTRACAUCA de acción popular2 lograron que la comunidad tomara más fuerza.
Palabra dulce para el Alik (MINGA)
Tras la palabra pasaron a la acción. Así, con palas, azadones y machetes hacían el llamado al Alik (minga); a ritmo de flauta y tambor se anunciaba que la recuperación ya empezaba. Como parte de esta actividad se tiraban tres bultos de papa, y a su alrededor se sentaban las mujeres, cada una con su cuchillo para pelarlas. Se preparaban también grandes ollas llenas de comida para la alimentación de cientos de personas participantes del trabajo comunitario. Las familias anfitrionas planificaban desde la noche anterior lo que sucedería el día siguiente, y al calor del Nak chak (fogón) las mamas revolvían el maíz con ceniza hasta el punto de cocción convirtiéndolo en mote. Entre paladas y palabras se sembró la semilla de la esperanza y la unidad de la comunidad Misak de Nu YapalӨ, al mismo tiempo que en el Nak chak se condimentó y cocinó la iniciativa de la recuperación de tierras.
Silenciosa en su palabra, firme en sus pensamientos y acciones, desde el día a día avivando el Nak chak para la liberación. (Dedicatoria a Nazaria Morales mujer terrajera compañera de vida de Taita Javier Calambá).
Foto de mujeres Misak pelando papa. De izquierda a derecha Nazaria Morales, junto a Josefa Morales y María Teresa Paja. 1980. Archivo fotográfico, Fondo Nazaria Morales.
“En 1962 empezaron a encontrarse con más frecuencia en diálogo para abordar las necesidades de las familias, quienes a través de la resistencia decidieron organizarse, no aceptar más humillaciones por parte de los pulӨlӨ. Se informaron, conformaron el sindicato donde participaron más de 200 jóvenes Misak y campesinos con el fin de defender y exigir el respeto a las costumbres de nuestra comunidad, también se plantearon algunas exigencias para acabar las formas de explotación directas e indirectas que el estado ha mantenido a lo largo del tiempo.”3
Documento del archivo Fondo Nazaria Morales – Folleto la arquidiócesis de Popayán anunciando al “gran benefactor de los campesinos” su santidad Pablo VI 1978
¡Creyeron que no eran capaces!
Al entender las necesidades que tenían como comunidad, nuestros mayores y mayoras tomaron la decisión de conformar el Sindicato Gremial Agrario de las Delicias, con el fin de mantener su territorio en armonía. Fueron en total 48 socios quienes compraron las tierras de Julio Garrido, el dueño en ese tiempo de la hacienda San Fernando (Nu YapalӨ), el cual puso un precio de 350 mil pesos de la época (unos 200 millones de pesos actuales). Gran parte de este proceso logró realizarse por el apoyo exigido al Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (INCORA).
La Caja Agraria les hizo un préstamo de 245 mil pesos –aunque dilataron la entrega del dinero por un año– y los otros 105 mil fueron aportados por los socios, siempre pensando en el bienestar de la comunidad, generando dinámicas de trabajo de forma horizontal similar a las siembras de los cultivos. Este fue un trabajo donde todos aportaron para sacar adelante el sueño que se tenía de volver a poseer sus tierras. Un 12 de julio de 1963 se realiza la entrega de la hacienda San Fernando a los comuneros Misak. Se convocó a través de la Radio Sutatenza a muchas personas para presenciar el evento. Esta fue una gran hazaña de los nativos y ex-terrajeros que retornaron nuevamente al territorio de origen de los abuelos y abuelas. Ellos con alegría y emoción prepararon un encuentro con niños, jóvenes, mamas y taitas, y acompañados de los con músicos, en una sola danza celebraron la liberación de su territorio.
El Campesino – “La reforma Agraria en los resguardos indígenas del Cauca”, Recortes de prensa Archivo Fondo Nazaria Morales 1968.
Entrega de la Hacienda San Fernando a los comuneros. fotografía de Víctor Daniel Bonilla. Archivo fotográfico fondo Nazaria Morales.
Fragmentando lo individual para hacerlo colectivo
Después de haberse encaminado en esta cruzada de la lucha por la tierra, los comuneros pensaron realizar procesos de base que les permitieran el sustento de las familias. Al tener la tierra, surgió la iniciativa de crear la Cooperativa Las Delicias, para poder capacitar a la comunidad en el manejo y aprovechamiento de las tierras recuperadas mediante la creación de un consejo administrativo que permitiera llevar un control de los proyectos de la organización. Aún hoy esta cooperativa se encuentra ubicada en Silvia, territorio Nu YapalӨ.
Si bien en esos momentos se vivió la alegría, también se hicieron presentes los momentos desagradables. Se recibieron muchas amenazas, e incluso se siguen recibiendo, solo por procurar preservar de la lucha de los pueblos. El taita Javier Calambás4 es una de las personas que más ha procurado conservar el material documental a lo largo de su vida. Se trata de un material visual y sonoro de las vivencias y acontecimientos de la lucha indígena en Colombia. Rumas de papeles llenan los costales ubicados arriba en el tumbado (cielo raso) de la casa donde se guardan las herramientas bajo el calor del Tak (hollín). En este material él atesora lo que hoy lleva como nombre el “Fondo Nazaria Morales”, un centro de memoria histórica para la conservación, investigación y divulgación de la memoria colectiva de las luchas, resistencias y procesos de los pueblos y comunidades locales en reivindicación de los derechos humanos.
Daremos las luchas desde las bases y con ellas
Como parte del proceso de más de 60 años de preservación de la memoria han resultado otras iniciativas que pretenden seguir activando el pensamiento de apropiación de nuestra historia, para fortalecer las costumbres y dar a conocer todo este trabajo de lucha y aguante. Parte de esta semilla es la “Asociación Jardín Botánico Las Delicias”, ubicado en el territorio Nuyapalө, una iniciativa que reúne a algunas familias del territorio con el propósito de contribuir en la conservación y propagación de la riqueza biocultural existente en el territorio, además de fortalecer los valores culturales del pueblo Misak. Esta organización no solo cuenta con comuneros Misak, sino también con campesinos e intelectuales que buscan un diálogo de saberes entre los conocimientos propios y científicos.
A través de la interacción y participación de niños jóvenes, mujeres shures (abuelos), y shuras (abuelas), como portadores de un saber, se tejen en armonía los pensamientos y sentires del territorio. Así, convocados a encontrarse en el Tulamyipa, como lugar sagrado o casa de los encuentros, y alrededor del Nak chak (fuego), avivan la palabra y la acción de los seres que habitamos en este territorio.
Multimedia
Video: Recuperamos sin saber qué es recuperar
Audio
Recuperamos sin saber qué es recuperar
Producción: Leidy Pílele Calambás Cantero, Yanina Cantero Calambás, Tania Victoria Urrutia Hoyos, Néstor Javier Muelas Calambás. Edición: Alex Arley Conejo Angucho, Programa de comunicaciones pueblo Totoroez.
Fuent: https://revistaunidad.cric-colombia.org/recuperamos-sin-saber-que-es-recuperar/