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Aproximaciones a una crítica ecológica del extractivismo

Raúl Prada Alcoreza :: 04.08.23

El fenómeno del extractivismo no se circunscribe solo a la explotación de minerales e hidrocarburos y otras materias primas y recursos naturales, sino que abarca también a la agricultura de monocultivo. Aunque parezca extraño, la agricultura extensiva y de monocultivo es extractivista porque es depredadora; extrae energía, vale decir, los minerales, la fertilidad de los suelos, sin reponerlos, infertilizándolos; generando desiertos. Entonces, podemos referirnos al extractivismo como fenomenología depredadora del sistema-mundo capitalista.

Aproximaciones a una crítica ecológica del extractivismo
Raúl Prada Alcoreza
 

Contenido:

Introducción                                                         

Los extractivismos singulares

El extractivismo de la energía fósil  

Observaciones 1                              

Las huellas ecológicas                     

Deforestación en Bolivia                 

Observaciones 2                              

Deforestación, depredación

y las cadenas productivas

de la cocaína                                   

Observaciones 3                              

 
Introducción
Una mirada ecológica del extractivismo tiene que ser integral. Comprender el funcionamiento del extractivismo como complejidad dinámica, articulada, entrelazada, complementándose y reforzándose cada uno de los extractivismo singulares. El extractivismo funciona como sistema en el mundo, además de estar inserto y ser como la base del sistema-mundo capitalista. Ningún extractivismo particular puede comprenderse de manera aislada; no hay extractivismos aislados, aunque se den en algún país que se aproxime a la figura del mono-extractivismo. Pues este país “primario exportador”, se encuentra en esta condición económica por estar en el mundo, en el sistema-mundo, en la economía-mundo capitalista. Su extractivismo nacional solo se explica en el conjunto de flujos extractivistas singulares, que ingresan a los procesos de producción singulares. La mirada integral no solo abarca el conjunto de los extractivismos singulares, sino requiere integrar también a los procesos de producción singulares; que también se articulan, complementan y se refuerzan, además de imbricarse con los flujos extractivistas mismos. Así mismo, es menester integrar los consumos singulares, que se dan en el sistema-mundo capitalista. La mirada integral no concluye aquí; es menester observar los efectos globales, además de observar la depredación y los costos ecológicos. La mirada ecológica del extractivismo lo concibe como un sistema-mundo extractivista.
 
o pretendemos ahora lograr esta mirada integralsincronizada y dinámica de la complejidad del sistema-mundo extractivista, sino comenzar abrir senderos, trazar enfoques, desde distintos ángulos; ir hilvanando, poco a poco el tejido móvil de la mirada ecológica del extractivismo; además de ser conscientes de que se trata de una tarea colectiva. Definidos nuestros primeros pasos, mas bien, principiantes, vamos a avanzar con algunas orientaciones, que se encaminan en el sentido y la perspectiva bosquejada.
 
 
Una definición ecológica de extractivismo
 
El fenómeno del extractivismo no se circunscribe solo a la explotación de minerales e hidrocarburos y otras materias primas y recursos naturales, sino que abarca también a la agricultura de monocultivo. Aunque parezca extraño, la agricultura extensiva y de monocultivo es extractivista porque es depredadora; extrae energía, vale decir, los minerales, la fertilidad de los suelos, sin reponerlos, infertilizándolos; generando desiertos, cuando abandona las tierras agotadas. Entonces, podemos referirnos al extractivismo como fenomenología depredadora del sistema-mundo capitalista.
 
Los extractivismos singulares
 
El extractivismo de la energía fósil
 
La segunda etapa, por así decirlo, de la revolución industrial, consiste en el paso de la energía del carbón a la energía fósil. Ciertamente, la energía no puede ser concebida de esta manera, como asociada a determinadas materias primas; donde, mas bien, la composición de la materia y la energía adquieren una singularidad, entre plurales formas posibles. Pero sirvan las anteriores expresiones para ilustrar, recogiendo usos comunes en el lenguaje de las denominaciones modernas.
 
También podemos decir, así mismo para ilustrar, que cuando se pasa del ciclo del capitalismo británico hegemónico al ciclo del capitalismo hegemonizado por Estados Unidos de Norte América, pasamos a lo que se viene en llamar la civilización de la energía fósil. Teniendo en cuenta estas anotaciones, comenzaremos las revisiones con el extractivismo petrolero e hidrocarburífero.
 
Descripciones del extractivismo petrolero, gasífero y del carbón
 
Países productores de petróleo
 
1 Estados Unidos
 
Debido al fracking y al aumento en la explotación de sus yacimientos petroleros, el tercer país de Norteamérica lidera el ranquin mundial con casi 14 mil millones de crudo. Además, contando con la gran inversión en tecnología, han podido implementar modernos métodos de extracción de crudo, como en las arenas de alquitrán y de esquisto.
A pesar de ser el mayor productor de crudo del mundo, tienen el problema de China; está obligado a importar crudo a México y Canadá; otros dos grandes países petroleros. Su demanda sigue siendo superior a su capacidad de producción.
 
2.   Arabia Saudí
Era el mayor productor de crudo del mundo, con casi 12 millones de barriles de petróleo. Sus reservas de crudo, por si solas, representan el 5% del crudo cuantificado hasta la actualidad. De la que se tiene una significativa parte sin explotar. Ha disminuido su producción en favor de otro tipo de energías y combustibles, dejando el primer puesto como productor.
 
3.   Rusia
Con la producción de 11 millones de barriles de petróleo controla el del 13% al 14% del total del crudo que circula en el mundo. Las reservas de petróleo son como las terceras más grandes de las reservas naturales que tiene, sin contar con todo el crudo guardado bajo el hielo de Siberia y en el norte de Rusia, en el Ártico; también bajo un grueso y sólido hielo.
La Federación Rusa conforma geográficamente una sexta parte de la geografía territorial del planeta; en estas condiciones y extensiones su geografía y geología contiene grandes yacimientos.
 
 
4.   China
La producción de petróleo ha venido incrementándose constantemente, durante los últimos cincuenta años. En los últimos quince años ha adquirido dimensiones gigantescas, contando con el impulso político del Estado y su denominado “socialismo de mercado”.  
Produce cerca 4.6 millones de barriles de crudo. Sin embargo, esta producción no alcanza a cubrir la demanda de su consumo. Por eso, también se ve obligado el Estado a importar petróleo. Particularmente de Rusia y otros países asiáticos y árabes.
Las reservas de petróleo no son grandes, se calculan unos 20 mil millones de barriles.  El gobierno espera que con la tecnología del fracking, la fractura hidráulica, su producción y reserva crezca considerablemente.
 
5.   Canadá
Canadá produce más del 5% del petróleo que se circula en el mundo. Produce alrededor de 4,5 millones de barriles; empero, sus reservas llegan a alcanzar los 180.000 millones de barriles. Con esto es la tercera reserva de petróleo más grande del planeta.
El problema que busca resolver Canadá es que la mayoría de sus reservas están en arnas de alquitrán; lo que complica su extracción. Se espera que tecnología vaya abaratándose, de tal manera que los costos de la extracción sean adecuados y se logre la rentabilidad.
 
6.   Iraq
Iraq es el país con la quinta reserva más grande de petróleo del mundo. La mayor parte en yacimientos intactos. Produce alrededor de 4 millones de barriles de petróleo, que abastece el 94% del consumo de energía del país, además de un 66% de sus ingresos.
 
7.   Emiratos Árabes Unidos
Emiratos Árabes Unidos es una federación ubicada en Arabia formada por Abu Dhabi, Ajmán, Dubái, Fuyaira, Ras al-Jaima, Sarja y Umm al-Qaywayn. Producen juntos, alrededor de 3.5 millones de barriles al año; primordialmente por Abu Dhabi, Dubai y Sarja; los cardinales centros de extracción del líquido en los Emiratos Árabes Unidos. Todos juntos acumulan una reserva de aproximadamente 100 mil millones de barriles. De todas maneras, Dubai se prepara para independizarse del petróleo, abriéndose a otros rubros económicos.  Basa su economía cada vez menos en el líquido, buscando salidas en el turismo y otros negocios.
 
8.   Irán
Irán genera 3.4 millones de barriles al año. Contando también con grandes reservas y pozos sin explotar, es considerado una las llamadas ‘superpotencias’ del petróleo. Esos 3.4 millones de barriles representan el 5,1% del total del petróleo que circula en el mundo. El dinero generado con las exportaciones del crudo conforma el 60% de los ingresos totales de Irán.
 
9.   México
México es el onceavo país exportador del mundo. Produce cerca de 2,85 millones de barriles al año. Se ha dado a la tarea de buscar más reservas por medio de prospecciones, con la esperanza de encontrarlas. Los ingresos por las exportaciones petroleras alcanzan el 10% de los ingresos del país.
 
10.       Kuwait
Es el décimo país productor del mundo. Su producción de alrededor de 2,7 millones de barriles de petróleo al año; es decir,  cerca del 3% de la producción mundial. Se estima que sus reservas alcanzan para una explotación sostenida de un siglo.
Kuwait estuvo involucrado en la primera guerra del golfo; guerra desatada por la intervención de Irak, con la excusa de la “investigación” que Saddam Hussein realizó  en 1990.

Países con mayores reservas de petróleo del mundo

Los principales países con las reservas de petróleo más grandes del mundo son:

(En miles de millones)
1.   Venezuela – 297,6
2.   Arabia Saudí – 267,9
3.   Canadá – 173,1
4.   Irán – 154,6
5.   Iraq – 141,4
6.   Kuwait – 104
7.   Emiratos Árabes Unidos – 97,8
8.   Rusia – 80
9.   Libia – 48
10.        Nigeria – 37,2
11.        Kazajstán – 30
12.        Qatar – 25,380
13.        Estados Unidos de América – 20,680
14.        China – 17,300
15.        Brasil – 13,150
16.        Algeria – 12,200
17.        Angola – 10,470
18.        México – 10,260
19.        Ecuador – 8,240
20.        Azerbayán – 7
 

Principales países exportadores de petróleo

África: Argelia, Angola, Libia y Nigeria.
Medio Oriente: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Iraq y Kuwait.
América del Sur: Ecuador y Venezuela.
Grandes productores y exportadores, que no son miembros de la OPEP:
Canadá, Sudán, México, Reino Unido, Noruega, Rusia y Omán[1].
 
 
Consumo de petróleo
Estados Unidos participa en el 20,7% del consumo mundial de petróleo, lo que equivale a 18.490 barriles diarios; casi el doble del consumo de China, que es del orden del 11,5%, el segundo mayor consumidor de petróleo. China y Estados Unidos no producen suficiente petróleo para satisfacer sus demandas del crudo. En lo que respecta a la jerarquía del consumo, les siguen en la lista Japón (5,3%), India (4,1%) y Rusia (3,6%).
 
India y Rusia han mantenido el mismo nivel de consumo durante las dos últimas décadas, en cambio, el consumo de petróleo de China se ha incrementado notoriamente, sobre todo en la reciente década. El consumo de petróleo en China es casi el doble que lo que consumía en 2003.  
Reservas de gas natural
Las reservas de Gas Natural están concentradas en Oriente Medio (41%); particularmente  en Irán (16%) y en Qatar (14%). Después de Oriente Medio, las más cuantiosas reservas del mundo se ubican en la Antigua Unión Soviética (31%); África (8%); prioritariamente en Nigeria (3%) y Argelia (2,4%). También hay que citar a Asia Pacífico (8%). A diferencia de lo que pasa con la distribución regional de las reservas de petróleo, las reservas de gas natural están, mas bien, diversificadas.
 
Las regiones de mayor producción de Gas Natural se encuentran en Norteamérica (27%), con Estados Unidos a la cabeza (19%); la Antigua Unión Soviética (26%), donde se encuentra el primer productor mundial, Rusia con el 20% de la producción mundial en 2008; además de Asía Pacífico (13%).
 
Los mayores países consumidores de Gas Natural son Estados Unidos y Rusia, aproximadamente con el 22% y el 14% del consumo mundial en 2008, respectivamente.  A ellos les siguen Canadá, Japón, Reino Unido, China y Alemania, participando con cerca del 3% del consumo mundial cada uno.
 
En 2008, más del 26% de la producción mundial correspondió al comercio internacional del gas. Esto ya implica un elevado previsible  crecimiento, sobre todo, en lo que tiene que ver con el comercio del GNL (Gas Natural Licuado).  El mismo año, el 19% del gas comercializado internacionalmente se comercializó por tubería, en tanto que el 7% vía GNL. Japón y España son los dos mayores países importadores de Gas Natural vía GNL[2].
 
En el Oriente Medio y en la antigua Unión Soviética se encuentran los mayores yacimientos de gas; participando con el 40% y el 35%, respectivamente. Como se puede ver, en estas dos regiones se concentran casi las tres cuartas partes de las reservas mundiales de gas natural.
Por el abundante consumo de gas en las diferentes industrias, se optimiza la eficacia en la tecnología de búsqueda de los yacimientos. Es conveniente anotar que es posible encontrar gas natural en los yacimientos de petróleo; aproximadamente 1 m³ de petróleo es acompañado por 85 m³ de gas natural.
Distribución por países de las reservas de gas natural (billones de m3)
 
Rusia
48,1
Irak
3,1
Irán
22,9
Turkemistán
2,9
Qatar
8,5
Malasia
2,3
Emiratos A. U.
5,8
Indonesia
2,0
Arabia Saudita
5,4
Canadá
1,9
EE UU
4,7
México
1,9
Venezuela
4,0
Holanda
1,8
Argelia
3,7
 
 
Nigeria
3,2
 
 
 
 
 
En Arabia Saudita se ha descubierto un yacimiento de gas de 764.554 metros cúbicos de capacidad por día. De acuerdo a estudios efectuados, la producción diaria del nuevo yacimiento podría alcanzar 1,4 millón de metros cúbicos. Se estima que Arabia Saudita es el quinto país del mundo con mayores reservas de gas.
Entre Irán y Katar se comparte uno de los yacimientos de gas más grandes del mundo. South Pars corresponde en un 40% a Irán y en un 60% a Katar. Sus reservas son de 12 billones de pies cúbicos de gas; lo que conforma el 7% de las reservas mundiales. Así mismo en Irán se encontró un nuevo yacimiento ubicado en la isla Kish. Éste podría tener producción similar a dos frases de extracción del gigante yacimiento South Pars.
Irán espera una producción de 25 millones de metros cúbicos de gas por día, correspondientes a cada fase del yacimiento gigante de gas South Pars. Si bien el país posee las mayores reservas mundiales de gas natural del mundo, después de Rusia, se ha demorado en lo que respecta a la logística para la exportación. Empresas trasnacionales como Statoil (STL.OL) y Total (TOTF.PA) participan en las inversiones para el desarrollo de los yacimientos de gas del Golfo.
Se descubren nuevos yacimientos de gas en todo el mundo. El empleo de nuevos métodos de estudio y reciente tecnología, permiten que geologías, que antes eran considerados de escaso contenido en hidrocarburos, hoy son cuencas de gas natural[3].
 
 
Producción de gas natural
Como siguiendo la jerarquía del consumo de gas natural, también la producción la encabezan EE.UU. y Rusia, con el 21,1% y el 18,1%, respectivamente; seguidos de Irán (4,7%), Qatar (4,6%) y Canadá (4,2%).
 
Consumo de gas natural
EE.UU. además de ser el mayor consumidor de petróleo, es también el mayor consumidor de gas natural en el mundo; participa  con el 21,3%. Le siguen, en el ranking, Rusia (12,9%), Irán (4,6%), China (4,3%) y Japón (3,8%).
 
Producción de carbón
China es el mayor consumidor de carbón, así mismo es también el país que más lo extrae (46,3%). EE.UU. ocupa el segundo lugar de la producción mundial de carbón (11,69%); seguido de India (7,47%), Indonesia (5,61%), Australia (5,33%) y Rusia (4,49%).
 
Consumo de carbón
El consumo de carbón conforma el 28% de la forma de energía utilizad en el mundo. Solo tomando el caso de China, este índice asciende al 70%. La mayor potencia económica emergente consume casi tanto carbón como el resto del mundo junto (49,12%); cuatro veces más que Estados Unidos, que ocupa el segundo puesto (10,52%), en el ranking mundial. India ocupa el tercer lugar (8,81%), seguido de Rusia (3,25%) y Alemania (3,19%)[4].
 
Se puede decir que el carbón nuevamente está cotizado; esto parece ocurrir porque el petróleo se ha vuelto muy caro. Se dice del carbón, que es menos contaminante, debido a que su depuración es menos costosa. Sorprendentemente, recientemente, los centros industrializados consumen más carbón.
 
Los grandes consumidores de carbón en el mundo son la India y la China. Estas potencias emergentes demandan enormes cantidades de energía, derivada del carbón, sobre todo para su creciente industrialización; particularmente para la industria pesada, como la metalúrgica. En la India los importadores de carbón se topan con el obstáculo del incremento de los impuestos, que no se puede trasladar al consumidor. Al respecto, las opiniones están divididas; la discusión estriba si se debe usar el carbón para iluminación o para las industrias y el transporte. Las mayores importaciones de carbón provienen de Indonesia y Sudáfrica. Los principales clientes son productores de cemento, electricidad, acero, textiles. Por los motivos anteriormente mencionados y otros, se pretende reducir la producción de energía, que busca ser restringida de 76 mil MW a 56 mil MW. Sin embargo, la India, de todas maneras, importó en 2016 alrededor de 115 millones de toneladas de carbón; se estima que para 2017 se dará lugar un incremento en las importaciones del orden del 43%.
En comparación, los Estados Unidos están exportando, en lo que va de 2013, un total de 112 millones de toneladas de carbón metalúrgico y térmico para Europa, Sudamérica y Lejano Oriente, con Corea a la cabeza. La lista de los compradores es encabezada por Países Bajos, China, Corea e Italia.
Esta potencia económica e industrial sigue incrementando la producción y consumo de gas natural. Con este viraje, está abaratando la producción de energía. Hay que anotar que se está dando lugar una transformación energética, con la reconversión de la producción de energía termal. Todo esto se da en un contexto de demanda creciente de formas de energía; si comparamos, es notorio un mayor crecimiento en el consumo de la energía que de los alimentos.
Como dijimos, China es el mayor consumidor de carbón en el mundo; casi la mitad de lo que produce el mundo; el 13% lo utiliza para químicos y cementos, el 17% para hierro y acero; y el 70% para la industria e iluminación.
En el cuadro comparativo de consumo de formas de energía, Japón es el principal demandante de gas natural, sobre todo, para generar energía. En 2016 importó 87 millones de toneladas; esto se explica porque  cerró casi el 50% de sus usinas atómicas[5].
 
Observaciones 1
 
No parece acertado decir que se ha pasado del uso del carbón al uso del petróleo, como si fuesen dos etapas distintas; lo que se observa, mas bien, es que se sigue usando el carbón, al mismo tiempo que el petróleo y el gas natural. Además de otros usos de otras formas de energía, como la hidroeléctrica, sin mencionar otras más; por ejemplo, la llamada energía nuclear. Que se haya hablado de la civilización de la energía fósil, más parece una metáfora ilustrativa que una descripción adecuada. En consecuencia, parece apropiado hablar de composiciones y combinaciones de usos de formas de energía. Quizás se puede caracterizar a esa “segunda etapa” de la revolución industrial como cuando gana cierta preponderancia el uso del petróleo; empero, siempre en combinación con los otros usos de formas de energía.
 
Por otra parte, esta manera de hablar de energía, identificándola con algún uso de una forma singular de energía y materia, es circunscribir la energía a una forma material, donde la energía adquiere una singularidad, como composición concreta en los yacimientos específicos. Lo que no se puede obviar es que hay distintas materialidades de energía, por decirlo de esta manera, acostumbrada, apropiadas para la producción y el consumo, de acuerdo a las condiciones científicas y tecnológicas del momento. Sin embargo, no queda ahí la referencia, pues hay otras formas materiales de energía, existentes y coexistentes; aunque no sean apropiadas o accesibles para las condiciones de posibilidad, no solo tecnológicas y científicas dadas, sino para las estructuras de relaciones sociales y mallas institucionales establecidas. Así mismo, y es lo más importante, las formas de energía que se usan son asumidas por otras formas de energía activas, que las consumen, de una determinada manera. El mundo efectivo es un complejo dinámico de formas de energía sincronizadas.
 
Ninguna de las formas de energía deja de ser dinámica o deja de participar en las dinámicas complejas planetaria. No están a la espera, en tanto recursos naturales, como el pensamiento moderno y sus imaginarios lo creen, a ser usadas por el hombre, cuando el desarrollo de sus fuerzas productivas lo requiera. El planeta no deja de funcionar; para que funcione, todas las energías implicadas están en dinámicas entrelazadas. Lo que pasa es que las sociedades modernas, en el planeta, no solamente tienen una concepción somnífera de la energía, la que estaría a la espera de las demandas del hombre; sino que, en los contextos de las dinámicas energéticas planetarias, el hombre se apropia de parte de estas formas de energía materializadas, dándole un uso propio, supuestamente desarticulado de lo que llama la modernidad naturaleza. Esto no ha ocurrido nunca ni puede ocurrir; el hombre no puede dejar la naturaleza, salvo imaginariamente.  Al usar, de este modo, las pocas formas de energía seleccionadas, ocasiona efectos en la sincronía dinámica planetaria, que el hombre no quiere ver, que puede ignorar mientras los efectos que causa en el planeta no desaten tormentas; vale decir crisis ecológicas de magnitud.
 
Llamemos a esto no solamente ideología autocomplaciente de las sociedades humanas modernas; sino esquemas de comportamientos, estructurados de tal manera, que no solamente son destructivos de ecosistemas, sino se vuelven amenazantes para la misma sobrevivencia humana.
 
Es una ilusión moderna creer que el hombre puede controlar las tormentas que desata. Si antes, en las sociedades antiguas, se mitificaba a las fuerzas con las que entra en contacto, supuestamente exteriores a él; en la modernidad, el hombre modernocivilizado, se convierte en mito. Es más, se diviniza, imaginándose que está sobre la naturaleza y la puede dominar. Esta ilusión no puede sustituir la realidad efectiva - no la que construye institucionalmente -; no le ayuda un ápice a dominar la naturaleza. Sino que le sirve para justificar el dominio de un estrato privilegiado de hombres, no solamente sobre los demás hombres, sino sobre la mujer, a la que ha convertido en una subordinada.
 
La concepción moderna de energía es parte de esta mitología, la del “progreso” y del “desarrollo”. No es pues una comprensión de la complejidad, sinónimo de realidad, sino se trata de conocimientos fragmentados e instrumentalizados, al servicio del destino, por así decirlo, usando esta metáfora, que se ha forjado; el de la acumulación de capital. Que es la contabilidad abstracta, en su ideología leída de manera positiva, cuando es, mas bien, en contraste, la cuantificación de la destrucción ecológica, que ocasiona el sistema-mundo que ha construido.
 
La concepción compleja de la energía requiere comprenderla en el devenir energía y el devenir materia; además, en el planeta, en la simultaneidad dinámica y sincronizada de todos sus ciclos integrados.
 
Las huellas ecológicas
 
La deforestación
 
Se establece que la deforestación es el proceso donde distintos tipos de bosques o terrenos forestales son removidos indiscriminadamente, buscando obtener beneficios económicos, que no compensan ni reparan los daños ecológicos que causan.
 
Las consecuencias directas de la deforestación son múltiples y variadas, afectando todo tipo de especie y hábitat, produciendo un alarmante desequilibrio ecológico. Una de estas consecuencias es la desaparición de sumideros de dióxido de carbono; reduciendo la capacidad de los árboles de absorber el dióxido de carbono (CO2),  convirtiéndolo en oxígeno. De este modo evitar el llamado efecto invernadero. Por otra parte, al realizar tanto quema como tala indiscriminada, se ocasiona un cambio en los suelos, que luego altera el clima del lugar, al quedar con menor cantidad de retención de humedad, provocando de esta manera sequías[6].
 
 
La deforestación arrasa los bosques y las selvas de la Tierra de manera masiva, causando un inmenso daño a la calidad de los suelos. Los bosques todavía cubren alrededor del 30% de las regiones del mundo. Lo grave es que franjas, como del tamaño de Panamá, se pierden indefectiblemente cada año.
 
Las selvas tropicales y los bosques pluviales podrían desaparecer completamente dentro de cien años si continúa el ritmo actual de deforestación.
 
Los motivos de la tala indiscriminada son múltiples, pero la mayoría están relacionados con el capital, así como con las necesidades de los granjeros de mantener a sus familias. El inductor subyacente de la deforestación es la agricultura. Los agricultores talan los bosques con el fin de obtener más espacio para sus cultivos o para el pastoreo de ganado. A menudo, enormes cantidades de pequeños agricultores despejan hectáreas de terreno arbolado, para alimentar a sus familias, mediante tala y fuego, en un proceso denominado agricultura de roza y quema.
 
Las maniobras madereras comerciales, que proporcionan productos de pulpa de papel y madera al mercado mundial, también participan en la tala de innumerables bosques cada año. Los leñadores, incluso de forma furtiva, también construyen carreteras para acceder a bosques cada vez más remotos; lo que conlleva un incremento de la deforestación. Los bosques y selvas también son víctimas del crecimiento urbano constante.
 
No toda la deforestación es consecuencia de la compulsión económica. Alguna es causa de factores humanos y naturales como los incendios forestales y el pastoreo intensivo, que puede inhibir el crecimiento de nuevos brotes de árboles.
 
La deforestación tiene muchos efectos negativos para el medio ambiente. El impacto más dramático es la pérdida del hábitat de millones de especies. Setenta por ciento de los animales y plantas habitan los bosques de la Tierra; muchos no pueden sobrevivir la deforestación que destruye su medio.
 
La deforestación es también un factor coadyuvante del “cambio climático”. Los suelos de los bosques son húmedos, pero sin la protección de la cubierta arbórea, se secan rápidamente. Los árboles también ayudan a perpetuar el ciclo hidrológico, devolviendo el vapor de agua a la atmósfera. Sin árboles que desempeñen ese papel, muchas selvas y bosques pueden convertirse rápidamente en áridos desiertos de tierra yerma.
 
La eliminación de la capa vegetal arrebata a los bosques y selvas de sus palios naturales, que bloquean los rayos solares durante el día y mantienen el calor durante la noche. Este trastorno contribuye a la aparición de cambios de temperatura más extremos, que pueden ser nocivos para las plantas y animales.
 
Los árboles desempeñan un papel crucial en la absorción de gases de “efecto invernadero”, responsables del calentamiento global. Tener menos bosques significa emitir más cantidad de gases de “efecto invernadero” a la atmósfera; dándose una mayor velocidad y gravedad del “cambio climático”.
 
La solución más rápida a la deforestación es, sencillamente, interrumpir la tala de árboles. Aunque el ritmo de deforestación se ha ralentizado un poco en los últimos años, las exigencias financieras actuales hacen de esta solución una alternativa poco probable[7].
 
La solución más viable sería gestionar los recursos vegetales cuidadosamente, mediante la eliminación de los despejes agrícolas, para asegurar que los entornos forestales permanezcan intactos. La tala que se realice debe hacerse de forma balanceada, mediante la plantación de suficiente árboles jóvenes, que sustituyan a los más viejos, en todos los bosques y selvas. El número de nuevas plantaciones de árboles aumenta cada año, pero el total todavía equivale a una ínfima parte del área forestal del planeta.
 
A propósito, la investigadora Annie Leonard dice:
 
Cuando se elimina un bosque y el terreno es destinado, por ejemplo, a la explotación agrícola o ganadera, disminuye en gran medida la capacidad de la superficie terrestre para controlar su propio clima y composición química.
 
Los árboles crean oxígeno, elemento que sabemos bien, necesitamos para respirar. Esa sola circunstancia parecería motivación suficiente para dejarlos intactos. En calidad de pulmones del planeta, los bosques trabajan las veinticuatro horas para extraer el dióxido de carbono del aire (proceso denominado “captura de carbono”) y brindarnos oxígeno a cambio.
 
En nuestros días, muchos científicos preocupados por el cambio climático investigan toda clase de ardides intrincados, caros y artificiales para capturar el carbono de la atmósfera con la esperanza de moderar el cambio climático. A mí me parece un despropósito. Ya tenemos un sistema natural que, además de capturar el carbono de la atmósfera, nos brinda el tipo exacto de aire que necesitamos para respirar: el sistema de nuestros árboles. ¡Y sus servicios son gratuitos! No puede pedirse mucho más.
 
Y aún hay más: los bosques cumplen otros servicios vitales. Recolectan y filtran nuestra agua dulce, con lo cual mantienen el ciclo hidrológico general del planeta y moderan inundaciones o sequías. Conservan la salud del suelo porque sostienen en el lugar la fértil capa superficial, rica en nutrientes. ¿Cómo se nos ocurre destruir a tan indudables aliados[8]?
 
 
 
En consecuencia, una de las mayores amenazas para la vida humana en la Tierra es la deforestación. Esta actividad que implica “desnudar el planeta de sus bosques” y de otros ecosistemas como de su suelo, tiene como resultado un efecto similar al de quemar la piel de un ser humano. ¿Por qué decimos esto? Sin lugar a dudas, los bosques ayudan a mantener el equilibrio ecológico y la biodiversidad, limitan la erosión en las cuencas hidrográficas e influyen en las variaciones del tiempo y en el clima. Asimismo, abastecen a las comunidades rurales de diversos productos, como la madera, alimentos, combustible, forrajes, fibras o fertilizantes orgánicos.
 
 
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y (CNUMAD) establece que la protección ambiental es una parte integrante de “desarrollo”, que debería tener como objetivo aliviar la pobreza y lograr un equilibrio entre la eficiencia económica y la sostenibilidad. Se reconoce por parte de este organismo internacional, que todos los bosques del planeta deben ser objeto de una ordenación sostenible, que garantice sus servicios y beneficios sociales, económicos y ecológicos.
 
 
Los bosques y el régimen de lluvias
 
Una de las funciones más importantes de los árboles es su capacidad para la evapotranspiración de volúmenes enormes de agua, a través de sus hojas. Este proceso comienza cuando el agua, por efecto del calor del sol, se evapora - pasa del estado líquido al gaseoso - y se incorpora a la atmósfera como vapor de agua.  A medida que asciende y por disminución de la temperatura, el vapor de agua se condensa - se convierte en pequeñas gotas - formando las nubes. El agua, condensada en las nubes, cae finalmente en forma de lluvia sobre los continentes, permitiendo así el crecimiento de los árboles y de sus raíces, como también el de otros organismos vivos.
 
Por otro lado, una vez que sus hojas caen, éstas se pudren en el suelo, ocasionando, su enriquecimiento; los nutrientes son reciclados rápidamente por las bacterias del terreno, cerrándose así un ciclo. Si se eliminan los árboles, la lluvia cesará, pues ambos factores se encuentran estrechamente relacionados. Sin la lluvia, la tierra comenzará a morir, produciéndose una fuerte erosión y la zona de bosque se convertirá finalmente en un desierto.
Entre ejemplos catastróficos tenemos el caso del desierto de Harrapan, en Pakistán. Inicialmente se trataba de una zona rica en bosques, que disfrutaba de un régimen de lluvias adecuado, gracias a los monzones, vientos estacionales; resultado una buena muestra de ecosistema forestal auto-sustentado. Los bosques fueron talados gradualmente por los ganaderos, que necesitaban hierbas para sus rebaños. La precipitación en forma de lluvia se mantuvo en la región, hasta que la tala masiva afectó a más de la mitad del territorio. Como consecuencia, las lluvias cesaron y el área se volvió árida y los bosques circundantes murieron también. En la actualidad la zona es un semi-desierto, capaz de mantener tan sólo a una pequeña cantidad de  personas y pocos organismos que habitaban en el bosque.
Otro ejemplo catastrófico es la Cuenca Amazónica, compartida por siete países, con una extensión de 6.700.000 km2. Casi 70% de esta se encuentra en Brasil, correspondiente a un 30%  de la selva tropical que queda en el planeta. Parcelas de ellas, que contienen la mayor diversidad biológica, colindan con terrenos  talados y quemados, a los que se les dará uso agropecuario.  Al ritmo actual de deforestación y sumado al continuo “cambio climático”, los científicos aseguran que en dos decenios se destruirá 40% de la Amazonia y que otro 20% se degradará.
La deforestación, por tanto, puede ocasionar la extinción local o regional de especies, la pérdida de recursos genéticos, el aumento de plagas, la disminución en la polinización de cultivos comerciales o la alteración de los procesos de formación y mantenimiento de los suelos; es decir, erosión. Asimismo, impide la recarga de los acuíferos y altera los ciclos biogeoquímicos. En suma, la deforestación provoca pérdida de diversidad biológica a nivel genético, poblacional y eco sistémico.

 
 
Causas
 
La deforestación, como todo proceso, tiene sus causas fundamentales.  Entre ellas pueden citarse: el cambio del uso del agua para actividades ganaderas y agrícolas, los incendios y enfermedades forestales o la tala incontrolada de árboles.  En la actualidad, la deforestación de los bosques tropicales constituye una auténtica amenaza. Si analizamos estadísticamente tasas de deforestación en las distintas áreas ecológicamente importantes — bosques tropicales húmedos, bosques tropicales secos, bosques de llanura, bosques de montaña —, se puede concluir que, en los últimos años, este proceso ha resultado mucho más intenso en las zonas secas y semiáridas, especialmente en las montañas.
Esto es comprensible, dado que las áreas de mayor altitud o más secas resultan más adecuadas para la ganadería. Los suelos de estas regiones, en general, son más ricos y fácilmente cultivables que los suelos viejos de las llanuras tropicales, prácticamente lavados de todo tipo de nutrientes. Además de las restricciones agronómicas, hay que tener en cuenta la limitación que supone para la colonización la presencia de diferentes enfermedades, como malaria o fiebre amarilla, mucho menos extendidas en zonas de montaña o secas que en áreas húmedas.
Anualmente se pierden 13 millones de hectáreas de bosque nativo en el mundo, especialmente los bosques tropicales, tanto en Asia, como en África y América. En Argentina, se ha producido una importante disminución de la selva en Misiones, Salta y Jujuy. Una de las principales causas de la deforestación es la explotación maderera. En algunos casos se aprovechan las maderas de los árboles nativos y en otros la deforestación se produce para realizar plantaciones forestales.  También se tala el bosque, se aprovecha la madera y luego las tierras se destinan a la agricultura.
Sin lugar a dudas esta actividad genera serios problemas. No sólo afecta al medio ambiente, sino genera problemas sociales, afectando sobre todo a millones de personas que viven en el bosque y que obtienen de ellos sus medios de vida. Si bien existen regulaciones a nivel nacional para evitar la depredación de este recurso, muchas de las empresas no cumplen las normas, explotando los bosques con intensidad y velocidad, lo que no permite la regeneración de estos bastiones ecológicos.
Una razón más que por sí sola debería bastar para que no sigamos adelante con la pésima idea de talar bosques y selvas: un cuarto de nuestros medicamentos derivan de allí, en especial de las selvas tropicales. El curare, un anestésico y relajante muscular que se usa en cirugías; el ipecac, para tratar la disentería, y la quinina, para la malaria, son apenas unos pocos ejemplos. No hace mucho tiempo, los químicos occidentales se fascinaron con una planta nativa de las selvas tropicales de Madagascar, la vinca rosada, al enterarse de que los curanderos de la isla la usaban para tratar la diabetes. Esta planta de flores rosas resultó tener propiedades anticancerígenas, y ahora se emplea en la fabricación de dos medicamentos: la vincristina y la vinblastina. La primera sirve para tratar la enfermedad de Hodgkin; la segunda demostró ser una droga maravillosa para los pacientes de leucemia infantil, cuyas posibilidades de supervivencia se han elevado al 95%, desde el escaso 10%, diagnosticado antes de que se descubriera la planta.
 
La necesidad de un desarrollo sostenido
 
A la incidencia de la población sobre el mantenimiento de los bosques, reviste caracteres de especial gravedad en el caso de la Amazonia, donde la llegada de campesinos, a partir de la segunda mitad del siglo XX, ha venido a trastocar el equilibrio ecológico, mantenido por los pueblos aborígenes, que utilizaron  de los mismos durante milenios, sin que su estado de conservación resultara afectado sustancialmente. El establecimiento de nuevos colonos en estas zonas se ve favorecido por la existencia de programas gubernamentales, que conceden títulos de propiedad a los campesinos, que convierten un terreno “baldío” en terreno “productivo”. Con frecuencia, los colonos talan no sólo la parcela de terreno, que les ha sido asignada, sino una superficie mucho mayor. Por otro lado, el acceso a la región de estas nuevas poblaciones se ha visto favorecido por la presencia de carreteras, construidas para facilitar la explotación de estas áreas, como consecuencia de la presión que ejercen las empresas madereras, mineras y petrolíferas.
Así pues, en casos como el apuntado, la solución a los problemas que afectan los bosques pasa por un desarrollo sostenible de los recursos y una fuerte voluntad política de poner fin a la tala indiscriminada. Además, es preciso el reconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos aborígenes, que han demostrado estar comprometidos con la conservación de los bosques, así como evitar la migración de los campesinos hacia estas zonas. Esta última condición precisa de una redistribución equitativa de las tierras agrícolas, de tal forma que la supervivencia y la calidad de vida del campesinado queden aseguradas y sea innecesaria la migración y la consiguiente deforestación.
Entre 2000 y 2005 la deforestación se ha agravado en América del Sur y el sureste asiático. En contraste, se han destruidos menos bosques en América Central y en África. El balance entre la destrucción y el progreso de los bosques hace que se pierdan todos los años unos 83.000 Km2 de superficie arbolada.
 
 
 
Cómo combatir la deforestación
 
De acuerdo con las recomendaciones de las Naciones Unidas, existen diversas medidas encaminadas a frenar el proceso de deforestación. Por un lado, los programas forestales de cada país, los cuales deben hacer partícipes a todos los interesados e integrar la conservación y el uso sostenible de los recursos biológicos. Asimismo, las capacidades nacionales de investigación forestal deben mejorarse y crear una red para facilitar el intercambio de información, fomentar la investigación y dar a conocer los resultados de las distintas disciplinas.
Es necesario llevar a cabo estudios que analicen las causas de la deforestación y degradación ambiental en cada país; debe fomentarse la cooperación en temas de transferencia de tecnología, relacionada con los bosques, tanto Norte-Sur como Sur-Sur, mediante inversiones públicas y privadas, empresas mixtas. Por otro lado, se requieren las mejores tecnologías de evaluación para obtener estimaciones fidedignas de todos los servicios y bienes forestales, en especial los que son objeto de comercio general.
Mejorar el acceso al mercado de los bienes y servicios forestales con la reducción de obstáculos arancelarios y no arancelarios al comercio, constituye otra de las vías posibles, así como la necesidad de hacer un uso más efectivo de los mecanismos financieros existentes, para generar nuevos recursos de financiación a nivel nacional como internacional. Las políticas inversoras deben tener como finalidad atraer las inversiones nacionales, de las comunidades locales y extranjeras para las industrias sostenibles de base forestal, la reforestación, la conservación y la protección de los bosques.
Los productos de la naturaleza aún constituyen buena parte de lo que venden en el exterior los países en desarrollo para obtener divisas. Pero en muchos casos, los recursos naturales, que deben exportar, a veces principalmente para mantenerse al día con los pagos de la deuda externa, están ubicados en medio de ricas zonas ecológicas. A pesar del daño ambiental que puede causar la explotación de tales recursos, a los países con dificultades económicas les resulta difícil prescindir de esos ingresos en favor de la naturaleza.
 
Las  exportaciones de madera son una importante fuente de divisas para varios países tropicales. Los países en desarrollo obtienen alrededor de 7.000 millones de dólares anuales — un 9 por ciento de sus ingresos por exportaciones agrícolas — de los productos forestales. Sin embargo, esas naciones están recibiendo signos contradictorios: son elogiadas por organizaciones internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), por sus éxitos en la exportación, y al mismo tiempo se les pide que tengan en cuenta el medio ambiente si desean calificarse para recibir más fondos[9].
 
Deforestación en Bolivia
 
Robert Müller, Daniel M. Larrea-Alcázar, Saul Cuéllar y Sara Espinoza, en Causas directas de la deforestación reciente (2000-2010) y modelado de dos escenarios futuros en las tierras bajas de Bolivia, describen la situación de esta manera:
 
Bolivia se encuentra entre los diez países con mayor cobertura de bosque tropical, pero al mismo tiempo está entre los que experimentan las mayores pérdidas por deforestación (FAO 2010). Hasta mediados de los años 80s hubo muy poca deforestación en las tierras bajas de Bolivia; luego, la pérdida de bosques a gran escala empezó con el auge de la producción soyera en el contexto de la apertura de la economía boliviana a los mercados internacionales (Hecht 2005, Pacheco 2006, Killeen et al. 2007). Estas dinámicas cambiaron después de 2000, como se analizará en este artículo, pero sin que la deforestación se haya reducido. Hasta el año 2010, se perdieron aproximadamente 4.6 millones de hectáreas de bosque en las tierras bajas de Bolivia, correspondiendo a un 10% del área originalmente cubierta por bosque aquí (Müller et al. 2014).
 
Actualmente, las principales causas directas de la deforestación en Bolivia pueden agruparse en tres tipos generalizados de uso del suelo: la agricultura mecanizada (referida a la producción intensiva de cultivos industriales anuales, principalmente soya (o soja), caña de azúcar y arroz), la agricultura a pequeña escala (que incluye diferentes formas de producción manual, principalmente se cultivan arroz, maíz y cultivos perennes como el plátano) y la ganadería en pastos cultivados (la cual lleva al reemplazo de los bosques por pastizales, mayormente para la producción de carne para el mercado nacional). Estas categorías han sido usadas en Müller et al. (2012), pero también en varios otros estudios (Kirby et al. 2006) para caracterizar patrones de deforestación detectados. Otras causas directas, como por ejemplo la minería, juegan un rol mucho menor en Bolivia (Müller et al.2014).
 
Para estudiar la dinámica de la deforestación, se pueden aplicar modelos espaciales de regresión logística los que permiten generar mapas de probabilidades de conversión futura de bosque (Mertens et al. 2004, Müller et al. 2012). Usando tales modelos, Müller et al. (2011, 2012) caracterizaron los patrones de deforestación ocurridos entre 1992-2004 y proyectaron la expansión agropecuaria para el año 2030, sugiriendo la expansión de la agricultura mecanizada hacia bosques amazónicos húmedos ubicados al norte del departamento de Santa Cruz, junto con dos nuevas áreas o fronteras de expansión ubicadas en San Buenaventura (La Paz) y Puerto Suárez (Santa Cruz). Dichos autores resaltaron la necesidad de analizar periódicamente la dinámica de cambio de uso del suelo y resaltaron a la ganadería como una posible amenaza futura para los bosques en casi todas las tierras bajas de Bolivia. En ese sentido, Cuéllar et al. (2012) reportaron que entre 2000-2010, 1.8 millones de hectáreas de bosque se habrían perdido por deforestación. Estos datos ofrecen la oportunidad de examinar en detalle la dinámica reciente y proyecciones futuras de conversión del bosque, actualizando la información publicada por Müller et al. (2012).
 
En general, los análisis de deforestación en Bolivia consideran únicamente pérdidas de bosque, sin considerar la recuperación de áreas deforestadas en el pasado (Killeen et al. 2007, Cuéllar et al. 2012). Esto parece justificado, ya que Bolivia puede clasificarse como un país en la primera y segunda fase de transición de bosques (Angelsen & Rudel 2013, Müller et al. 2014), es decir que cuenta con grandes superficies de bosque parcialmente estables (fase 1), los cuales están afectados en gran parte por un rápido avance de deforestación (fase 2) con poca recuperación de bosques. Un trabajo publicado en 2013 del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP) distingue áreas con bosque en recuperación. Sin embargo, ésta se presenta como un fenómeno disperso, sin que se identifiquen grandes áreas continuas en proceso de recuperación, por lo que es difícil definir dinámicas de recuperación de manera sistemática.
 
Como objetivo superior, el estudio busca generar insumos técnicos y científicos que contribuyan al diseño de planes y programas de uso sostenible del suelo en las tierras bajas. Los objetivos de este estudio fueron: a) establecer las causas directas de deforestación ocurrida entre 2000-2010 en las tierras bajas de Bolivia, b) explorar las dinámicas recientes y futuras de la deforestación mediante la elaboración e interpretación de dos escenarios probables, y c) establecer las áreas con alto valor de conservación identificadas por Araujo et al. (2010) que estarían amenazadas por la posible expansión de la deforestación[10].
 
 
 
Los resultados de las causas directas de la deforestación entre 2000-2010, se presentan así:
 
En general, una alta contribución de la ganadería a la deforestación fue registrada para el periodo analizado, incluyendo un fuerte crecimiento después del año 2005. Su contribución a la deforestación ocurrida entre 2000-2005 fue del 44% y cerca del 60% para el periodo 2005-2010. Esta deforestación ocurrió mayormente a través de grandes desmontes en la Chiquitanía (p.e., en San Ignacio de Velasco, San José de Chiquitos y Puerto Suárez, entre otros), así como en el norte amazónico (sur de Guayaramerín – Beni - y norte de Puerto Rico – Pando - en la frontera con Brasil). La agricultura mecanizada fue la segunda causa de deforestación, concentrada al sureste de su área tradicional cerca de la laguna Concepción, con algún crecimiento hacia el camino entre Ascensión de Guarayos (Santa Cruz) y Trinidad (Beni). La contribución de la agricultura a pequeña escala fue mucho menor en comparación con las otras causas, impactando mayormente áreas al norte del departamento de Santa Cruz[11].
 
Modelado de las causas directas de la deforestación
 
La interpretación de coeficientes estandarizados de regresión muestra que la ganadería pareció expandirse de manera independiente a las condiciones ambientales y su distribución estaría explicada sobre todo por el acceso a mercados locales. La expansión de la agricultura mecanizada estuvo asociada a áreas con suelos fértiles, una precipitación intermedia y con un buen acceso a los mercados de exportación. La expansión de la agricultura a pequeña escala correspondió mayormente a áreas con un clima más húmedo, suelos fértiles y planos así como la cercanía a mercados locales. Restricciones de uso de suelo, como ocurre en las áreas protegidas, parecieron prevenir la expansión de la agricultura mecanizada, pero mostraron poco efecto en la expansión de la agricultura manual y la ganadería.
 
Los mapas de probabilidad de expansión de usos de suelo mostraron que la ganadería tendría un potencial generalizado de expansión, alcanzando casi todas las áreas accesibles. La agricultura mecanizada se vería restringida a algunas zonas con suelos más favorables, excluyendo las áreas ubicadas en el Escudo Precámbrico y en el norte amazónico. Además del área adyacente al área actualmente ocupada por este uso de suelo, fueron identificadas posibles áreas de expansión hacia el norte de Santa Cruz y sur del Beni, así como al pie del sur de la Cordillera Oriental (Puerto Suárez y San Buenaventura). En las dos últimas zonas todavía no existen áreas destinadas a la agricultura mecanizada; no obstante en el área de San Buenaventura actualmente, se construye un complejo agroindustrial azucarero (ver Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural, http://easba.produccion.gob.bo).
 
La agricultura a pequeña escala tendría su mayor potencial de expansión hacia el pie de la cordillera oriental norte y al noroeste de Santa Cruz, donde la humedad tiende a ser alta. Otras zonas de expansión de este tipo de uso fueron identificadas hacia el norte amazónico y hacia el norte de Concepción y San Ignacio de Velasco.
 
Modelado de escenarios futuros de deforestación
 
Bajo el escenario negativo se ubicaron las siguientes áreas amenazadas por la expansión de las tres causas principales de deforestación:
(a) la ganadería en pastos sembrados presionaría a los bosques de la Chiquitanía por San Ignacio de Velasco, Guarayos, Concepción, San José y Puerto Suárez, pero también a los bosques amazónicos ubicados en las cercanías de Cobija y Riberalta, así como también a los bosques chaqueños ubicados al pie del sur de la Cordillera Oriental, (b) la agricultura mecanizada tendería a expandirse al sureste de la zona integrada, entre Pailón y San José, así como al norte en el camino a Trinidad. Existirían también posibles zonas de expansión por Puerto Suárez y alrededores de la colonia Menonita al norte de San José y (c) para la agricultura a pequeña escala, las áreas de expansión se concentrarían cerca de las áreas que ya están bajo este uso, particularmente en el Chapare, el camino Yucumo-Rurrenabaque y el camino Ascensión de Guarayos-Trinidad.
 
El escenario positivo o conservacionista mostró una reducción del 40% de deforestación comparada con el escenario negativo. La diferencia relativa entre ambos escenarios fue mayor para la agricultura a pequeña escala, la cual en el escenario negativo tendería a expandirse a zonas de bosque con alto valor de conservación ubicadas en los bordes de áreas deforestadas en el Chapare y en el camino Yucumo - Rurrenabaque. En cifras absolutas, la diferencia entre ambos escenarios fue mayor para la ganadería con áreas grandes de expansión proyectada en TPFP existentes al norte de la Chiquitanía y Guayaramerín, entre otros.
 
En cuanto a la agricultura mecanizada, la diferencia entre ambos escenarios fue relativamente baja. Gran parte de su probable expansión se localizaría en áreas cercanas al uso existente que no tienen estatus de TPFP ni fueron identificadas como áreas con alto valor conservación; no obstante, un área importante de expansión hacia los bosques de alto valor de conservación ubicados en el camino Ascensión de Guarayos-Trinidad fue identificado.
 
A partir de la comparación de la deforestación futura bajo el escenario negativo y las áreas con alto valor para la conservación, las siguientes áreas con mayor sensibilidad fueron localizadas: (a) áreas al norte de la Chiquitanía entre Ascensión de Guarayos y Concepción, amenazadas por la ganadería, (b) áreas al este y sureste de Trinidad, amenazadas por la expansión de la agricultura mecanizada, y (c) áreas al sur de la reserva forestal El Choré, así como al pie de los parques nacionales Amboró y Carrasco, amenazadas por la agricultura a pequeña escala. La mayoría del bosque se vería amenazado por la expansión de la ganadería.
 
Discusión
 
Es importante notar que los resultados presentados en este estudio se basan en análisis aproximativos. Se podría llegar a un mayor nivel de exactitud con la definición de clases adicionales a las tres causas de deforestación analizadas, lo que implicaría un estudio adicional. Especialmente entre las categorías de agricultura mecanizada y agricultura a pequeña escala existe una transición, por ejemplo en los casos de mecanización incipiente en colonias andinas. También se debe tener en cuenta que la localización de áreas menonitas representa una aproximación muy gruesa, debido a que datos oficiales sobre el tema no están disponibles.
 
Un posible sesgo causado por los pequeños tamaños de los parches deforestados por agricultura a pequeña escala en comparación con la agricultura mecanizada y la ganadería podría esperarse. Sin embargo, el análisis visual para asignar los tipos de uso se realizó con imágenes de alta resolución de 0.5-2.5 m. Además, los datos originales de deforestación (bosque - no bosque) tienen una resolución de 30 m, equivalente a 0.09 hectáreas, de forma que incluyen explícitamente información sobre los desmontes ocurridos en parches pequeños. La reclasificación a una resolución más gruesa (pixeles de 500 m) pudo originar una pérdida de información. No obstante, no hubo un sesgo sistemático, ya que estadísticamente existió un equilibrio entre errores que sobre y subestimaron la contribución de la agricultura a pequeña escala.
 
El modelo espacial representa dinámicas generalizadas. Por esto, algunas tendencias recientes probablemente no fueron representadas. Por ejemplo, parece probable que la futura expansión de la agricultura a pequeña escala se concentre más al norte de Yapacaní y no tanto en el zona del Chapare, como lo indica el modelo. También es probable que este tipo de uso de suelo siga expandiéndose hacia el norte de la Chiquitanía, con mayor intensidad a la sugerida por los resultados del modelo. En ese sentido, los escenarios proyectados y analizados en este estudio deben interpretarse como patrones generales, ya que no toman en cuenta factores como decisiones políticas o cambios en la exportación de productos agrícolas o pecuarios.
 
Perspectivas - pautas para el diseño de políticas de conservación
 
El escenario conservacionista se puede entender como una opción de planificación de uso de suelo con la finalidad de mantener un bajo impacto sobre bosques y biodiversidad. Este escenario implicaría que, para una futura expansión agropecuaria, se deberían priorizar bosques chaqueños de un valor relativamente bajo de conservación de acuerdo con Araujo et al. (2010), mientras se debería restringir la expansión agrícola y ganadera hacia el norte. Esto llevaría consigo una fuerte restricción a la posible expansión de agricultura a pequeña escala, la cual parece no adaptarse bien a zonas más áridas. Una posible respuesta sería la intensificación de la pequeña producción en áreas ya deforestadas, procurando una mayor productividad.
La medida más efectiva para reducir la deforestación en el futuro será probablemente una aplicación más estricta de la legislación existente (Müller et al. 2013), en primer lugar mediante un fortalecimiento de la ABT (Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierras), entidad a cargo de controlar el uso de suelo. Muchos grandes desmontes ganaderos actualmente ocurren dentro de TPFP (Tierras de Producción Forestal Permanente) en la Chiquitanía y en el norte amazónico y podrían por ende ser evitados con un control más eficaz. También sería recomendable la promoción de una producción más eficiente (ver Merry et al. 2002), es decir medidas que permitan aumentar la carga animal, por ejemplo mediante una mejor aplicación del pastoreo rotativo o silaje de forraje para la época seca (Müller et al. 2013). También habría que cuestionar la visión de convertir Bolivia en un país exportador de carne de res.
 
Con respecto a la conservación de las zonas ecológicamente más valiosas en las tierras bajas de Bolivia, debería enfocarse en la reserva El Choré, en los alrededores del camino Ascensión de Guarayos-Trinidad y en las áreas de Chapare y Yucumo-Rurrenabaque. El proyecto del complejo agroindustrial San Buenaventura aparentemente amenaza a áreas ecológicamente valiosas. Mientras la mayor porción de la esperada expansión agropecuaria al norte de las tierras bajas está dentro de TPFP y debería por esto no ser legalizada, es una cuestión abierta cómo el gobierno tratará a la expansión agropecuaria (muchas veces menonita) al sur y sureste del área integrada de Santa Cruz, en bosques no clasificados como TPFP. Una gran parte de los bosques en Bolivia se encuentra en propiedades colectivas o con restricción de uso (Müller et al. 2014). Mayormente estas áreas enfrentan poca amenaza actual, pero pueden representar un factor muy importante para la mitigación de deforestación en el futuro.
 
A pesar de los avances recientes en la definición de políticas de una vida en armonía con la madre tierra, se puede constatar que dentro del gobierno actual existen dos visiones oficiales, pero contrarias sobre el desarrollo de país - una visión ambientalista y otra agrarista (Müller et al. 2014). La reciente ley 337 (Apoyo a la Producción de Alimentos y Restitución de Bosques) ofrece la posibilidad de legalizar posteriormente desmontes ilegales entre 1996 y 2011, lo que muestra quizás una reducida predisposición del gobierno actual a aumentar el control de deforestación.
 
Conclusiones
 
El hecho de que la ganadería recientemente causó el mayor impacto en los bosques de las tierras bajas de Bolivia indica un cambio en las dinámicas de deforestación, ya que en los años 1990, fue el cultivo de la soya que representó la primera causa de deforestación (Müller et al. 2012). Actualmente, el mayor impacto es causado por desmontes ganaderos grandes en la Chiquitanía y en el norte amazónico (p.e., alrededor de San Ignacio de Velasco) en tierras que en muchos casos no están tituladas. La expectativa de una futura exportación de carne de res, después de solucionar el problema de la fiebre aftosa, juega un rol importante en esta zona (El Deber 2012). La cercanía al Brasil es un factor también importante, posiblemente debido a un significativo comercio ganadero informal con este país vecino.
 
La decreciente contribución de la agricultura mecanizada a la deforestación podría explicarse por la abundancia de suelos fértiles en la planicie del río Grande antes del año 2000, con una alta aptitud para la agricultura mecanizada. La mayor parte de estos suelos ya estuvo bajo uso agrícola en el año 2000, por lo que la expansión de este tipo de uso de suelo fue menos intensa entre 2000-2010, siguiendo un patrón espacial de parches más pequeños. Dentro de esta última década, la expansión de la agricultura mecanizada se trasladó desde el norte de la ciudad de Santa Cruz, donde estaba centrada entre 2000 y 2005, hacia un área al oeste de San José de Chiquitos (cerca de la laguna Concepción) entre 2006-2010, donde aparentemente una nueva colonia menonita estaría desmontando un área muy grande. Es evidente que la formación de nuevas colonias menonitas juega un rol importante en los eventos de deforestación reciente.
 
La agricultura a pequeña escala tendría una contribución baja en la deforestación reciente. Mientras detectó poca conversión de bosques en las áreas establecidas de colonización andina (Chapare y norte de La Paz), destacó la apertura de nuevas colonias andinas al norte de la Chiquitanía, así como la expansión dentro de la reserva forestal El Choré.
 
Este estudio procura dar insumos para la planificación sostenible del uso de suelo en Bolivia, posiblemente en el contexto de la definición de una visión de uso espacial a nivel nacional - la cual todavía no existe[12].
 
 
 
Tasa de Deforestación
 
 
Donato Rojas, Ignacio Martínez, William Cordero y Freddy Contreras, en Deforestación de Bolivia 1993-2000[13], describen cuantitativamente la historia de la deforestación en Bolivia. En el apartado  Total de Superficie Desmontada en el Período de Estudio, escriben:
 
 
En el Cuadro III-1 se compara la superficie de los códigos 72 y 73 (Agricultura Establecida y Colonización con Agricultura Migratoria según memoria mapa forestal de Bolivia),  correspondientes a 1993 y al 2000, es decir, el desmonte realizado en el período señalado.
 
 
 
 
Cuadro III-1. Detección de cambio 1993 y 2000
 
Año 1993                                                              Año 2000 Cambio
 
Código                  Superficie (ha)                     Código                  Superficie (ha)       %           Total (ha)
72/73                      2.125.344                               72/73                      4.017.676               89            1.892.332
 
 
 
El período analizado (7 años) refleja un aumento de 1.892.332 hectáreas en la superficie deforestada en el país, que se traduce en un promedio anual de 270.333 hectáreas. La superficie deforestada aumentó en un 89% con respecto a la superficie desmontada determinada en 1993.
 
Los autores del Mapa Forestal de Bolivia (MDSMA, 1995b) establecieron una tasa nacional de desmonte de 168.012 hectáreas por año para un período de 18 años entre 1975 y 1993. De estas, 100.000 hectáreas se atribuían a la expansión de la frontera agrícola en las Tierras Bajas del Este de Bolivia (Departamento de Santa Cruz), región que cuenta con los mejores suelos de aptitud agrícola del país.
 
 
En el Cuadro III-2, la deforestación en el departamento de Santa Cruz es alrededor de tres veces mayor que la estimada para los departamentos Cochabamba, Beni, Pando, La Paz, Chuquisaca y Tarija. Sin embargo, esta diferencia de superficies es atribuida a la gran expansión de la frontera agrícola y ganadera en el departamento de Santa Cruz. Ver el cuadro III-2.
 
 
Cuadro III-2. Detección de cambio 1993 y 2000 por departamento
Departamento      Año 1993                               Año 2000                               Cambio
Superficie
(ha)                        Código   Superficie
Total (ha)              %                            Superficie
Total (ha)
Beni                        35                           72            88.831                    253.803                  88.796
Cochabamba         273.281                  72            427.950                  157                         154.669
Chuquisaca           38.644                    72            88.489                    229                         49.845
La Paz                    32.569                    72            109.856                  337                         77.286
Pando                    0,00                        72            49.352                                                    49.352
Tarija                      27.331                     72            75.681                    277                         48.350
Santa Cruz             1.753.484               72/73       3.177.517               81                           1.424.033
Total                      2.125.344                               4.017.676                                               1.892.331
 
 
Excluyendo a Santa Cruz del resto de los departamentos, el período analizado de siete años indica un aumento de 468.298 hectáreas en la superficie deforestada, lo cual resulta en un promedio anual de 66.900 hectáreas. Si se incluye al departamento de Santa Cruz, el promedio nacional anual para un periodo de siete años es de 270.333 hectáreas. La superficie promedio sube rápidamente debido a la superficie (1.424.033 ha) deforestada en Santa Cruz en el mismo período, demostrando con esto la enorme presión que este departamento ha sufrido y está sufriendo en el proceso de ampliar sus tierras agrícolas a expensas de áreas boscosas.
 
Este proceso podría agravarse por la enorme presión social de nuevos actores que pretenden asentarse en el departamento y que pueden causar una deforestación aún más elevada que la determinada en este estudio al año 2000. En ese sentido, BOLFOR está realizando una investigación para determinar la deforestación ocurrida en el período 2000-2002, enfocada en particular en el departamento de Santa Cruz.
 
Como se mencionó anteriormente, los códigos 72 y 73 son considerados como áreas de agricultura establecida y colonización, y agricultura migratoria respectivamente. Sin embargo, analizadas las imágenes de 1989 y 2000 se observa que algunas áreas consideradas sin vegetación o deforestadas en el Mapa Forestal de Bolivia publicado el año 1995 presentan cobertura boscosa, como se puede observar en los siguientes ejemplos (ver imágenes Landsat en la siguiente página) de proceso de imágenes aplicados el modelo de Tasseled Cap, el cual refleja directamente áreas que no poseen vegetación y zonas que han sufrido cambios de vegetación[14].
 
Deforestación y cambio climático
 
Andrea Urioste, en Deforestación en Bolivia: una amenaza mayor al cambio climático[15], en el resumen ejecutivo de su investigación, dice:
 
Existe suficiente evidencia para afirmar que el cambio climático es una realidad en Bolivia. Los efectos del cambio climático -evidentes y proyectados- son distintos para cada ecorregión de acuerdo al grado de vulnerabilidad de cada una de ellas. El Programa Nacional de Cambios Climáticos de Bolivia (2009) ha encontrado que los impactos más severos y acelerados ocurren en el altiplano y la amazonia boliviana. En el primer caso, se sugieren medidas de adaptación que implican una fuerte inyección de inversión en infraestructura productiva adaptada a las proyecciones de impacto económico y social de este fenómeno. En el segundo, se debaten políticas de mitigación del cambio climático en un escenario internacional de discusión, donde el mecanismo de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques (REDD) es una alternativa viable pero cuestionada por su enfoque de mercado promovido hasta ahora.
 
Se conoce que el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero en Bolivia es muy bajo, es decir, que la huella ecológica boliviana es significativamente más pequeña que la de un país industrializado como Estados Unidos o China. Los datos sugieren un promedio para Bolivia de 0.8 t CO2 por persona al año, comparado en el promedio regional de 2.5 y el promedio para los países de la OECD de 13 t por persona al año. Sin embargo, este dato no incluye las emisiones por deforestación, la cual aumenta en 110 millones de toneladas al año, o su equivalente en 11 t por persona al año2. Esto significa que el total de las emisiones per capita en Bolivia se encuentran cerca del nivel de los países de la OECD. Este documento pretende destilar propuestas de intervención sobre los efectos del cambio climático en Bolivia, donde la principal causa de emisión de gases de efecto invernadero es la deforestación, y a su vez, ésta es la causante de mayor degradación en los ecosistemas y de la pérdida de capital natural a un ritmo sin precedentes en la historia boliviana.
 
A nivel global, cerca de 13 millones de hectáreas de bosques tropicales —es decir, un área del tamaño de Nicaragua—se pierden cada año al ser convertidos a otros usos. Esta pérdida representa un quinto del total de las emisiones totales de carbono, haciendo que la pérdida de cobertura boscosa se considere el segundo factor más importante del calentamiento global. En consecuencia, la conservación de los bosques juega un rol vital en cualquier iniciativa para combatir el calentamiento global. En Bolivia, la tasa de deforestación es de 350.000 ha al año, pero en términos per cápita 320 m2/persona/año, resulta en una tasa 20 veces más alta que el promedio mundial (~16 m2/persona/año) y una de las más altas del mundo, superando los niveles de otros grandes países deforestadores.
 
La deforestación y degradación de bosques ocurren en todos los ecosistemas boscosos de Bolivia, principalmente en el bosque amazónico, en el bosque en transición, en el bosque seco chiquitano, en el bosque sub-andino y en el Chaco. En un escenario de deforestación para el año 2100 se encuentra que la expansión de la frontera agrícola en Bolivia será la principal causa de deforestación llagando ésta a superar las 33 millones de hectáreas de bosque. En tierras bajas, los procesos de deforestación son responsables del 95% de la reducción en el nivel de biodiversidad, mientras que el cambio climático solamente es responsable del 5%. Una deforestación esperada de 33 millones de hectáreas para finales de este siglo, significa la emisión de 8 mil millones de toneladas de CO2.
 
El cambio climático y el calentamiento global agravan este escenario de deforestación. Se ha establecido que los ecosistemas montanos serán menos resistentes a incrementos de temperatura con relación a los ecosistemas de zonas bajas. En todo caso, los ecosistemas más afectados serán aquellos ecosistemas de ladera (valles cerrados) y los bosques húmedos, aunque en el altiplano las condiciones de bio-productividad en las praderas también se verán afectadas por el aumento en la inestabilidad de las precipitaciones y el descenso de recarga de los acuíferos. Esto conducirá a una pérdida dramática de la capacidad productiva de los ecosistemas. Tomando en cuenta que existe una importante concentración poblacional en el altiplano y los valles, esto tendrá impactos serios y posiblemente dramáticos para el país.
 
La Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN Bolivia, 2010) ha realizado una serie de estudios para medir el impacto del cambio climático en distintos sectores de producción de alimentos en el departamento de Santa Cruz. El primer estudio implementado por Viscarra E. (2009) sostiene que el balance de las cinco zonas estudiadas (Yapacaní, San Pedro, Portachuelo, San Julián y Ascensión de Guarayos) muestra que el cambio climático aislado tiene consecuencias negativas en el rendimiento del arroz para las cinco zonas, pero en un análisis de corto plazo, el efecto fertilización, proveniente de la concentración de CO2 en la atmósfera, resulta en un efecto positivo para algunas de las zonas estudiadas. Se evidenciaron distintos niveles de consecuencias en cada región estudiada, pero se observó claramente que el cambio climático es contraproducente para los rendimientos del cultivo de arroz del departamento de Santa Cruz, por ser una zona tropical y con una media de altas temperaturas anuales. La producción observada en la campaña de invierno confirma esta tendencia.
 
Ante este desolador escenario de deforestación -agravado por las amenazas del cambio climático- los bosques ofrecen una única oportunidad para mitigar y adaptarse al cambio climático. Aproximadamente el 20% de la reducción de emisiones necesarias antes de 2020 para prevenir que la temperatura global aumente más de 2°C, puede lograrse si se reducen las emisiones provenientes de deforestación y degradación, se conservan las reservas forestales de carbono existentes y se aumentan las reservas forestales de carbono por medio de la aforestación y la reforestación. Pero para ello se requiere otorgar un valor a la biodiversidad y a los servicios que los ecosistemas brindan.
 
El agua, la tierra, el bosque y el aire conforman el capital natural que brinda servicios de secuestro y almacenamiento de carbono, producción de alimento, fibra y materiales de construcción, y de provisión de agua que frecuentemente no son valorados por el conjunto de la población y no se toman en cuenta en las decisiones de los actores productivos y estatales.
 
En el marco de la política boliviana actual existe, al mismo tiempo, una oportunidad y una deficiencia que permite y exige entender y cuantificar la contribución de la naturaleza para el “vivir bien”. Cuando una correcta valoración de los servicios ambientales es ignorada, la explotación irracional de los recursos naturales tiene lugar sin mayores obstáculos. Como un esfuerzo para evitar la sobreexplotación se busca dar a los servicios ambientales un valor económico y, a la inversa, se persigue crear incentivos económicos para lograr la conservación de la naturaleza y el bienestar de la población. El objetivo es lograr cambios indirectos en la lógica productiva de los hogares a través de una compensación directa –o a través del Estado– que induzca el cambio de actitud. La revalorización de la biodiversidad requiere un motor que ayude a traducir mercados globales alternativos (biocomercio, comercio justo y orgánico, mercado de carbono) en cambios efectivos de uso del suelo.
 
La posición de Bolivia sobre las causas estructurales del cambio climático plantea que “la tierra no pertenece al hombre, sino el hombre pertenece a la tierra”, y exhorta a los países adoptar una nueva conducta ante la humanidad, focalizada en el cambio del sistema capitalista por un sistema basado en la “complementariedad, la solidaridad y la armonía entre los pueblos y la naturaleza”. En ese contexto, los países desarrollados necesitan controlar sus patrones consumistas —de lujo y derroche— especialmente en el consumo excesivo de combustibles fósiles. Sin embargo, el discurso no prosigue con la exhortación necesaria a los países en desarrollo con abundancia de bosques tropicales como Bolivia, a cambiar también patrones — no de consumo pero sí de producción— en lo referido a las consecuencias, por demás conocidas, producto de la deforestación —siendo ésta la segunda causa de emisión de gases de efecto invernadero—.
 
Más de un siglo después de la revolución industrial, Bolivia podría encontrarse en el mismo punto de inflexión en el que se encontraron los países del hemisferio norte, pero con una gran diferencia: la amenaza del cambio climático. Sin embargo, esta amenaza puede significar para Bolivia una oportunidad para cambiar el patrón de desarrollo en un nuevo escenario de compensación por deuda ecológica, lo cual obliga a Bolivia a proyectarse en su propio futuro y buscar alternativas de “cambio” en una cosmovisión holística donde la madre tierra hace un todo con la vida de sus habitantes. Más allá del discurso, y en una perspectiva que mira 100 años atrás y proyecta 100 años adelante, el mensaje boliviano no reconoce la posición que ocupa como uno de los países con las mayores tasas de deforestación per cápita en el mundo y adolece de una propuesta real, diseñada y planificada para avanzar en un verdadero plan de desarrollo sostenible con el medio ambiente.
 
Después del fracaso de la Conferencia de Copenhague, ortodoxos y heterodoxos, izquierdas y derechas coinciden en que algo debe cambiar. El debate medular discurre entre herramientas pro mercado y anti mercado, sobre las cuales este documento destila algunas lecciones comparativas y propuestas de acción destinadas al “cambio”; cambio que fluye entre patrones de consumo y producción de países del primer y tercer mundo. La agenda boliviana -en los niveles nacional, departamental y municipal- pueden avanzar en la construcción de esquemas de servicios ambientales para bosque y usos del suelo, ámbito que acoge esquemas de aprovechamiento sostenible de productos forestales no maderables como el cacao, café, castaña, palmeras aceiteras, decenas de productos de la biodiversidad nativa boliviana y productos maderables certificados. La priorización de esta agenda otorga una coherencia discursiva en el plano internacional y un accionar soberano sobre el potencial de nuestras 53 millones de hectáreas de bosque amenazados de desaparecer en el presente siglo.
 
Se requiere construir un nuevo pacto para el uso sostenible de los recursos naturales y la conservación de la biodiversidad. Este pacto tiene el potencial de convertirse en la llave de canje de deuda ecológica por desarrollo sostenible. La oportunidad de generar financiamiento adicional para combatir el cambio climático ofrece a los países en desarrollo la oportunidad de cambiar sus patrones de desarrollo y subir sus estándares ambientales y laborales. Bolivia está en un momento oportuno para saltar etapas a su desarrollo y trascender la visión industrialista y el modelo del nuevo extractivismo de los gobiernos denominados progresistas.
 
El cambio de patrón puede basarse en la no explotación de recursos naturales abundantes y no renovables (gas, petróleo, litio) y mano de obra barata. La era de la compensación histórica por deuda climática puede constituirse en la llave para iniciar esta transición. Bolivia puede mantener una postura firme en las negociaciones en el marco de la Conferencia Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, y el rol central de los pueblos indígenas en esta demanda global, puede fortalecerse e ir más allá de la proclama y presentar medidas efectivas de reducción de la deforestación en Bolivia[16].
 
Observaciones 2
 
La deforestación quizás sea el síntoma más evidente de la magnitud agresiva de las sociedades modernas con su propio Oikos, su hogar planetario. Las plantas son las responsables de la oxigenación, desde que aparecieron en la Tierra, dando lugar a la atmósfera apropiada para la vida o las formas de vida que les siguen. Lo que es difícil de entender es el comportamiento humano, sobre todo, en la civilización moderna; que actúa en contra de su propio substrato de vida.  ¿Por qué lo hace? ¿Ha venido a la Tierra, como parte de las formas de vida, en su devenir, para destruir la vida, los ciclos vitales, las ecologías conocidas del planeta? Pareciera que fuese así; la modernidad, desde que se inició, parece una corroboración de la hipótesis implícita en la pregunta.
 
 
Sin embargo, no se puede aceptar esta aparente corroboración, no solo por razones éticas, por así decirlo, tampoco solo porque en la modernidad también se han dado movimientos sociales de apertura a la libertad y a la justicia; en su secuencia, en el momento apropiado, emergieron las críticas de la modernidad depredadora.  Sino  porque no parece que forme parte de la potencia de la vida, de su capacidad creativa infinita; al contrario, parece formar parte de un equívoco histórico, compartido por las sociedades que constituyeron e instituyeron el Estado, para conformarse como sociedades institucionalizadas y estatalizadas. Parece que son los caminos optados en esta dirección, que suponen las dominaciones y el monopolio de la disponibilidad de fuerzas, el poder, los que han conducido a la encrucijada actual, la de la crisis ecológica.
 
 
En Miseria de la geopolítica[17] dijimos que la geopolítica improvisada y circunstancial del “gobierno progresista”, circunscrita a la Amazonia boliviana, es una geopolítica extractivista. Definíamos el extractivismo como condición de posibilidad histórica del modo de producción capitalista. En otras palabras, que forma parte del substrato económico de este modo de producción, además de ser la trágica consecuencia de la llamada acumulación originaria de capital, que es más bien permanente. Ahora, cuando incursionamos en el pensamiento complejo, que es también un pensamiento ecológico, vemos al extractivismo de otra manera. El extractivismo no está, exactamente, al servicio del modo de producción capitalista, si se quiere de la modernidad, con las restricciones economicistas vulgares a las que se reduce, como “progreso” y “desarrollo”; sino, es al revés. El modo de producción capitalista está al servicio del extractivismo.
 
 
El modo de producción capitalista es un concepto de una teoría crítica del capitalismo; la acumulación ampliada de capital es una contabilidad abstracta del valor, reducido al valor de cambio.  La modernidad es un concepto estético, que intuye la vertiginosa suspensión de la civilización. En cambio el extractivismo, si se quiere, la huella ecológica, es la materialidad inscrita, la herida constatable, que deja el paso de esta modernidad y de este modo de producción. Lo real, si se quiere, lo efectivo, está en el extractivismo, que es, la muerte de ecosistemas, de múltiples y plurales de especies, de bosques, alterando dramáticamente los ciclos vitales. Dicho en términos metafóricos, el modo de producción capitalista, es más, culturalmente, la civilización moderna, están al servicio de la muerte; lo que acaba con la vida.
 
 
Deforestación, depredación, y las cadenas productivas de la cocaína
 
Descripciones
 
El Informe de Monitoreo de Cultivos de Coca en Colombia, producido por UNODC muestra que el área de cultivo y la producción de cocaína del Colombia aumentó preponderantemente en 2014. El informe señala que el área de cultivo de coca subió un 44%, de 48.000 hectáreas en 2013 a 69.000 en 2014, mientras que la producción potencial de cocaína, a su vez, aumentó de 290 a 442 toneladas métricas en el mismo período, lo que representa un aumento del 52 por ciento. El informe indica que mientras que la zona de cultivo de arbusto de coca disminuyó en algunas regiones del país - Amazonas, Orinoco y Sierra Nevada -, aumentó en otros - Pacífico, Central, Putumayo-Caquetá y Meta-Guaviare -. En este último, los cultivos de coca crecieron fuertemente en dos parques nacionales - La Macarena y Nukak -. 
 
La presencia de coca aumentó también en consejos comunitarios y resguardos indígenas. Un aumento regional de destacar se registró en la región de Putumayo-Caquetá, que vio un crecimiento del 68% - pasando de unas 12.000 hectáreas a más de 20.000 hectáreas -, mientras que la región con la mayor superficie cultivada, el Pacífico, registra un aumento del 40%, de 18.500 hectáreas a cerca de 25.900 hectáreas.
 
El valor de la producción de hoja de coca y productos derivados, pasta de coca y base de cocaína, también subió en un 40%, de USD 292 millones en 2013 hasta USD 408 millones en 2014. Esto es el equivalente a 0.3% del PIB del país y 3% de la participación en el PIB del sector agrícola.
 
El reporte también genera alertas sobre la producción de cocaína. Ni los mercados internacionales, ni las estadísticas sobre consumo muestran señales de cambio. Por el contrario, el Informe Mundial de Drogas mostró que, aunque el consumo de cocaína en Europa y los Estados Unidos sigue siendo alto, hay reducción en la prevalencia de uso durante los últimos años. Bajo estas circunstancias, no es claro el destino de la cocaína que se estaría produciendo en Colombia, una mayor oferta implicaría que el riesgo de aumento del consumo interno o en la región, es mayor. En este escenario,  UNODC pide que se preparen y fortalezcan las estrategias de prevención del consumo[18].
 
 
Colombia es el primer país de sembrados de coca. Colombia excede a Perú y Bolivia, aseguró a The Associated Press Bo Mathiasen, representante de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito. Según el informe de la ONU, hasta 2015 había en el país había sembradas 96.000 hectáreas de hojas de coca, lo que implica un incremento de 39% sobre las hectáreas detectadas en 2014. De acuerdo con Mathiasen, Colombia es también el mayor productor mundial de cocaína. Para 2015 la producción alcanzó 646 toneladas métricas. Colombia es el primer productor de cocaína en el mundo; el segundo es Perú y el tercero es Bolivia[19].
 
Perú es el segundo productor mundial de clorhidrato de cocaína; por debajo de Colombia. En 2015 redujo levemente la extensión de hectáreas de hojas de coca en su territorio, en comparación con 2014.
La cifra de Colombia, en extensión de hectáreas de hoja de coca, es mayor que la de Perú. La producción de cocaína es más grande en Colombia, dijo Kristian Hölge, representante en Perú de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito.
 
El último dato publicado por la ONU sobre producción potencial de cocaína en Perú es de 2008; arrojó 302 toneladas métricas. Desde esa fecha la agencia de la ONU ya no publica las cifras anuales de producción potencial de droga, porque los factores de conversión de hoja de coca a clorhidrato de cocaína aún “no han sido implementados”, según el informe.
 
El viernes, Bo Mathiansen, representante la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito de Colombia, indicó que en 2015 la producción potencial de cocaína de Colombia, fue de 646 toneladas métricas. El informe indicó que durante 2015 se sembraron 40,300 hectáreas de cocales en Perú, lo que implica una reducción de 6.1%, en comparación con 2014. La cifra mantiene una tendencia a la baja, que empezó en 2011, cuando se detectó que se habían sembrado 62,500 hectáreas de hojas de coca. La mayor cantidad de cocales están en dos zonas: el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro y el valle de La Convención-Lares. El informe indica que 87,304 toneladas de hojas de coca van al narcotráfico, mientras que apenas 9,000 toneladas son usadas para el masticado de la hoja de coca u otras formas de consumo tradicional. El precio del kilo de cocaína en Perú disminuyó su valor en 2015, retrocediendo hasta 1,133 dólares, luego que en 2014 alcanzó un promedio de 1,178 dólares. En Perú el precio del clorhidrato alcanzó su valor máximo en 2013 cuando trepó hasta 1,310 dólares el kilo, según la ONU[20].
 
 
¿A cuánto llega la producción de cocaína en Bolivia? Al respecto, incluyendo los informes de Naciones Unidas, son fraccionados; relativos, por ejemplo a la cocaína decomisada. Sin embargo, una estimación gruesa, comparando lo que ocurre en Colombia y Perú, estima una producción de 159 toneladas a 208 toneladas. Antes habíamos usado, de acuerdo a informes policiales, la cifra de 290 toneladas, convirtiendo al país en el segundo productor de Cocaína, después del Perú y sobre Colombia. Sin embargo, esta estimación parece errónea, dados los últimos informes de UNDOC.
 
Una muestra del fraccionamiento de la información se encuentra en la información transmitida por voceros de UNDOC. Se dice que la producción de cocaína pura en Bolivia en el primer semestre de 2016 superó, con 9 toneladas, la del conjunto del año anterior (8,6), informó recientemente el director nacional de la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico, Santiago Delgadillo, en base a los decomisos realizados por la Policía antidrogas. El decomiso de cocaína pura (clorhidrato) entre enero y junio se situó en 9 toneladas, por encima de las 8,6 toneladas de todo 2015 y de las 4 toneladas de 2014.Entre un 60  y un 70 por ciento del clorhidrato de cocaína incautado fue producido en laboratorios instalados en Bolivia, el resto es cocaína traída de Perú en tránsito a Brasil”, agregó. La policía antidrogas reportó también la destrucción de 36 laboratorios de cristalización donde se convierte, mediante precursores químicos, la pasta base de cocaína en clorhidrato para su exportación a Brasil y otros países de Europa y Asia. Los laboratorios portátiles se instalan en sitios donde existe mucha vegetación, ríos y zonas de difícil acceso. El año pasado se destruyeron 73 laboratorios y 59 seguían funcionando en el departamento de Santa Cruz, en el este del país. La hoja de coca es el principal insumo para elaborar inicialmente pasta base de cocaína.
La cocaína pura o clorhidrato cuesta $3.000 dólares en Bolivia, pero el precio se duplica en Brasil y puede alcanzar unos $70.000 dólares en Asia, según datos de la policía antidrogas de Bolivia.
Los cultivos de coca en Bolivia disminuyeron apenas en un uno por ciento en 2015, pasando de 20.400 a 20.200 hectáreas, según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés).
Bolivia llegó a producir 32.500 toneladas de coca el año pasado. Sin embargo, el valor en el mercado negro se redujo de 282 a 273 millones de dólares respecto a 2014. Este valor representa el 0,8 por ciento del PIB (producto interno bruto) y el 8,1 por ciento del PIB agrícola del país”, señaló el informe de UNODC. Además, el precio promedio de la hoja de coca en los mercados autorizados se incrementó en un 13 por ciento, de 8,3 en 2014 a 9,4 dólares por kilogramo en 2015.
Bolivia produce un 15 por ciento de los cultivos de coca del mundo, por debajo de Colombia, que lidera la producción con un 52 por ciento, seguido por Perú con un 32 por ciento, según datos de UNODC.
Brasil se convirtió en el segundo país de mayor consumo de cocaína después de Estados Unidos. UNODC estableció que existen 18,3 millones de consumidores de cocaína en el mundo[21].
 
 
Observaciones 3
 
 
Las expansiones de la producción, distribución y consumo de la cocaína han hecho crecer desbordantemente los cultivos de la hoja de coca, mucho más allá del consumo tradicional. Los cultivos de coca, que eran, por ejemplo en las zonas yungueñas occidentales de la geografía política o al noreste de la ciudad de La Paz, así como en el yungas de Vandiola, parte de la economías campesinas, formando parte de economías diversificadas, se convirtieron, prácticamente, en monocultivos, en los yungas paceños y en los yungas del Chapare. Desaparecieron, no del todo, las características del paisaje donde, además de cultivos de coca, había cafetales, platanales, árboles cítricos y frutales. Ahora solo se ve preponderantemente el cultivo avasallante de la coca. Estos monocultivos son parte de la cadena productiva de la cocaína; aportan con el insumo vegetal para la producción de la cocaína.
 
 
Estamos ante el despliegue de la economía política de la cocaína. Desde los cultivos hasta la industrialización de la coca, convertida en el producto deseado, la cocaína, la economía política conforma una cadena productiva eslabonada. Que esta economía política no aparezca en las estadísticas oficiales no quiere decir que no exista, sino que se la oculta, se la esconde o se la encubre, quiérase o no.
 
El tráfico de cocaína, forma parte de los tráficos más rentables de los mercados capitalizas, aunque estos mercados sean clandestinos; el llamado narcotráfico. La economía política de la cocaína es un sistema, pues está estructurado, organizado y funciona como sociedad clandestina. Forma parte de un sistema-mundo clandestino, por así decirlo. La dualidad jurídica de lo lícito y lo ilícito, no ayuda, de ninguna manera, a entender esta realidad oculta, empero efectiva. Tampoco no ayuda a “luchar contra el narcotráfico”, como les gusta titular a sus acciones policiales los gobiernos y estados. Se trata de un discurso normativo elemental, que no tiene la capacidad de nombrar adecuadamente lo que pasa.
 
 
Todas las burocracias de lucha contra las drogas, todo los dispositivos normativos y policiales, hasta económicos, no hacen mella en la economía política de la cocaína. Solo incentiva a que los Cárteles se organicen cada vez mejor. Por otra parte, en el fondo, tampoco a los organismos internacionales y nacionales les interesa acabar con esta economía “ilícita”, pues aprovechan la ocasión para blanquear y lavar el dinero derivado de estos tráficos. Las únicas embaucadas con este discurso moralista, policial y prohibitivo, son las opiniones públicas de las sociedades. Las que asisten a despliegues espectaculares policiales, que no hacen más que mostrar resultados pobres en una larga historia de fracasos.
 
 
Seguir en este paradigma del esquematismo dualista de lo lícito y lo ilícito, de lo permitido y de lo prohibido, es seguir haciéndole el juego a las estructuras de poder; las que pragmáticamente conviven o hacen convivir el lado institucional del poder con el lado no institucional del poder, el lado luminoso del poder con el lado oscuro del poder. El poder, en sus genealogías, siempre ha sido esta mezcla, entre lo aparente y lo efectivo, entre la forma de poder ceremonial y la forma de poder pragmático. En la modernidad esta mezcla ha adquirido dimensiones descomunales y desorbitadas. Lo “ilícito” es “ilícito” en el discurso, en la práctica es lo que se tolera y hasta se comparte, en distintas composiciones y tonalidades. Ya conocemos historias donde los servicios de inteligencia aprovecharon el mercado de la droga, sus ganancias, en las que participaron, para financiar a la contrainsurgencia. Hay otras historias, que tienen que ver con el control de los circuitos de este mercado clandestino por parte del Estado y de organismos financieros internacionales.
 
 
Seguir en este paradigma del esquematismo dualista de lo lícito y de lo ilícito no solamente es caer en la ingenuidad más penosa, sino, sobre todo, volverse cómplice de los ejercicios del poder y de las formas de dominación más perversas. La economía política de la cocaína no es el mal, como el discurso moralista lo señala. Es simplemente una de las contexturas desbordantes de las formas de la economía-mundo capitalista. El problema no es que la denominada droga hace daño o hace mal; pues si hacemos una lista de todo lo que hace daño y hace mal, sería una lista muy larga; encontraríamos, además, en esta lista, que la mayoría de los productos que hacen daño y mal son considerados “lícitos”.  El problema es que la economía política de la cocaína forma parte del capitalismo especulativo, de la apropiación abusiva del excedente y de la plusvalía. Además, y sobre todo, que forma parte de la marcha destructiva del extractivismo desbordado.
 
 
No se trata de la lucha del bien contra el mal, menos de la caricaturesca figura de los buenos contra los malos, otras figuras de la ingenuidad; sino de la defensa de la vida en el planeta. No se trata, por lo tanto, solo de luchar contra una de las formas del extractivismo o algunas de sus formas, las consideradas “ilícitas”, sino de luchar y desterrar el extractivismo con todas sus dinámicas integrales, que asolan los ecosistemas del planeta. Y no podemos aceptar, a las alturas de la crisis ecológica,  de alcances descomunales, ninguna de las formas del extractivismo, sean “lícitas” o “ilícitas”, que es como el principio y el fin del capitalismo, pues lo que está en cuestión es la vida misma, las formas de vida en el planeta. Ninguna abultada ganancia abstracta, ninguna contabilidad deslumbrante del capital acumulado, ninguna apología de la modernidad, en sus mitos como “progreso”, “desarrollo” o historia, devolverán la vida a lo que muere. La vida, las innumerables formas de vida, creadas por la potencia de la vida, tienen precio.
 
 
Es parte del cretinismo al que han llegado gobernantes, burocracias nacionales e internacionales, burgueses machistas y narcisos, que son una muestra facunda de la ignorancia elocuente; la que cree que cuando habla desde los estrados del poder dice algo inteligente; esto de que la crisis ecológica, conocida eufemísticamente como “cambio climático” o “efecto invernadero”, es una especulación de activistas. Esta gente apuesta a su goce inmediato y momentáneo, a su hedonismo, sacrificando miles de especies, ecosistemas y, sobre todo trasladando grandes calamidades a las futuras generaciones. Si actuáramos como ellos, recurriendo a dispositivos de poder, tendríamos que expropiarlos de todos sus monopolios, riquezas, controles, economías, pues no son otra cosa que criminales de lesa humanidad y ecocidasMetafóricamentejinetes del apocalipsis que desatan.   Usar estos recursos para regenerar a un planeta destruido. Pero, sabemos, que actuar como ellos, con su misma violencia, recurriendo a los dispositivos de poder al alcance, es caer en el círculo vicioso del poder. Son los pueblos del mundo los que tienen que encontrar una forma democrática de suspender a esta gente, desmantelar sus dispositivos de poder, quitarles la capacidad de incidencia y decisión que tienen, condenando el porvenir de la humanidad.
 
[1] Ver Países productores de petróleohttps://www.economiafinanzas.com/paises-productores-petroleo/.
[8] Investigadora Annie Leonard.
 
 
[9] Ver La deforestación, causas y consecuenciashttp://historiaybiografias.com/deforestacion/.
[10] Ver Causas directas de la deforestación reciente (2000-2010) y modelado de dos escenarios futuros en las tierras bajas de Bolivia. https://raisg.socioambiental.org/system/files/Muller_et_al_2014_vfinal.pdf.
[11] Ibídem.
[12] Ibídem.
[13] Ver de Donato Rojas Ignacio Martínez William Cordero Freddy Contreras Tasa de Deforestación de Bolivia 1993-2000. Proyecto de Manejo Forestal Sostenible (BOLFOR). Santa Cruz, 2003.
 
[14] Ibídem.
[15] Ver de Andrea Urioste E. Deforestación en Bolivia: una amenaza mayor al cambio climático. FUNDACIÓN FRIEDRICH EBERT FORO DE DEESARROLLO Y DEMOCRACIA. La Paz; septiembre de 2010.
[16] Ibídem.
[18] Ver ONU advierte fuerte aumento de cultivos de coca y producción de cocaína en Colombia. http://www.noticiasrcn.com/nacional-pais/onu-advierte-fuerte-aumento-cultivos-coca-y-produccion-cocaina-colombia.
[20] Ver Perú es el segundo productor mundial de cocaína, según Naciones Unidas. http://gestion.pe/politica/peru-segundo-productor-mundial-cocaina-segun-naciones-unidas-2165380.
[21] Ver Bolivia supera en seis meses producción de cocaína pura de todo 2015. http://www.diariolasamericas.com/economia/bolivia-supera-seis-meses-produccion-cocaina-pura-todo-2015-n3924674.



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