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Francia: Revueltas y carnaval

Josep Rafanell i Orra :: 11.08.23

El 25 de marzo, tuvo lugar la carnicería en Saint- Soline durante una manifestación organizada por los Levantamientos de la Tierra, algunos sindicatos y otras organizaciones. Más de 200 heridos entre los cuales numerosas personas gravemente mutiladas, dos jóvenes en coma. Uno de ellos, desde ese día está todavía entre la vida y la muerte. Después los Levantamientos de la Tierra fueron disueltos. A continuación, antes y después de ese gran despliegue policial, las manifestaciones contra las reformas de las jubilaciones, la operación neo colonial orquestada por el Estado francés en Mayotte que se pareció furiosamente a los pogroms.

Francia: Revueltas y carnaval

Josep Rafanell i Orra

 

El 25 de marzo, tuvo lugar la carnicería en Saint- Soline durante una manifestación organizada por los Levantamientos de la Tierra, algunos sindicatos y otras organizaciones. Esto fue ya ampliamente contado. Una lluvia de granadas, psicópatas de la gendarmería tirando a los manifestantes como cazadores locos que podrían tirar sobre conejos. Más de 200 heridos entre los cuales numerosas personas gravemente mutiladas, dos jóvenes en coma.

 

Uno de ellos, desde ese día está todavía entre la vida y la muerte. Después los Levantamientos de la Tierra fueron disueltos.

A continuación, antes y después de ese gran despliegue policial, las manifestaciones contra las reformas de las jubilaciones, la operación neo colonial orquestada por el Estado francés en Mayotte que se pareció furiosamente a los pogroms.

El 27 de junio, el asesinato de Nahel, un joven ejecutado por la policía. Para no perder la costumbre, un árabe, pero podría haber sido también un negro. También podría haber sido un blanco. Lo diferente fue, que esta vez, fue cuidadosamente filmado por un habitante desde un inmueble. Se escucha en la grabación al policía que abate al joven: “¡Te voy a cagar con un balazo en la cabeza!”, y otro le replica “¡Dispara ya!”.

Se sabrá más tarde que el policía que asesinó a Nahel es un viejo militar transformado en guardián de la paz, que había sido condecorado y felicitado en numerosas oportunidades por el prefecto Lallemand, de siniestra memoria por su “trabajo” durante el levantamiento de los Gilets Jaunes, quien también formaba parte de las brutales BRAV-M (1) y CSI-93 (2), la cual es objeto actualmente de 17 investigaciones judiciales por hechos de violencia, secuestros y extorsiones.

A esto sigue una llamarada de disturbios. La mayor parte en los barrios franceses de marginados.

Miles de automóviles, de autobuses y de tranvías son quemados, 250 comisarías y gendarmerías arden, inclusive en los pueblitos marginados de provincia. Más de 1000 edificios son atacados. Son destruida 250 agencias bancarias y 200 comercios. Los postes con cámaras de vigilancia son cuidadosamente serruchados. Los robos de los supermercados y negocios se multiplican. Los jóvenes hacen escrupulosamente “sus compras” y a veces algunas mamás se unen al pillaje.

Las manifestaciones después de los primeros días, en los pueblos, se expanden a los centros de las grandes ciudades. Se ve emerger por aquí y por allá, bandas de neonazis paseándose del brazo con la policía que golpean a los manifestantes a veces entregándolos a la fuerza del orden.

Dos de los principales sindicatos policiales emiten un comunicado exigiendo que se les deje eliminar a los “nocivos” de los barrios. Amenazan al gobierno con entrar en acción por su cuenta contra las hordas salvajes. Es “la guerra”. Todo esto durará seis días. La guerra fue librada por la policía. Decididamente el último cuerpo intermediario entre el Estado y los que él decreta que son hordas. Una guerra sí, la que se agita en los espíritus rancios de los gobernantes intoxicados por las viejas imágenes del fascismo y de pogroms. Sobre las mortajas del teatro de la start-up republicana.

Después del despliegue de los cuerpos especiales anti terroristas de la gendarmería y de la policía nacional, de los blindados y de las jaurías de la BAC y de la BRAV (3) las manifestaciones son reducidas.

La fatiga de los chicos y chicas es también importante. Por lo menos hay otro muerto en Marsella, otro joven en coma en Lorraine. Más de 4000 detenidos, 400 jóvenes encarcelados por una justicia expeditiva. Todo aparece límpido: la justicia está el servicio de la policía, como nos lo decía Foucault. No a la inversa. Hay que esperar algún tiempo para conocer la extensión de la temible represión.

Luego Macrón, Darmanin, Dupont-Moretti después de haber sido desestabilizados por imágenes precisas de la ejecución y la intensidad del levantamiento, después de haber desplegado una armada de 50.000 canas y gendarmes, hacen una llamada a los padres reclamando su responsabilidad. Los amenazan con cortarles las ayudas sociales. Les advierten sobre los peligros de los juegos de video. ¿Quiénes son esos locos engreídos, desbordando de arrogancia? Respectivamente: el primero es el Presidente de la República, luego el Ministro del Interior, y finalmente el Ministro de Justicia. El primero es un antiguo banquero que realizó algunos suculentos negocios, y que una vez transformado en el Presidente encubre a un matón violento en el corazón del Elysée, o mantiene a un estafador en el seno de su equipo de consejeros, o que hace de un antiguo Presidente de la República multi condenado el embajador de Francia para grandes acontecimientos internacionales. El segundo había sido inculpado por violación, por haber obtenido felaciones de una proletaria a cambio de una promesa de alojamiento social cuando era Alcalde en una ciudad del norte. Lo admite sin problemas. Un error de juventud dice. Ha sido sobreseído por la justicia. El tercero arrastra problemas por apropiación ilegal de intereses y otros chanchullos. Accesoriamente, su hijo ha sido inculpado por haber golpeado a su mujer.

Hagámoslo breve. Una veintena de miembros del gobierno hicieron y son objeto de una investigación judicial por hechos de corrupción, inclusive violencias sexuales. Todo esto para caracterizar en algunos trazos las escenas institucionales del poder y la pandilla de degenerados que lo pueblan.

En la izquierda, en la extrema izquierda, sobre todo, algunos se preguntan ansiosos si esos disturbios, si esas revueltas son políticas. O lo afirman en un tono doctoral. Asegurándose que esta nueva situación entra en sus esquemas. Sí, pero no. Los gestos de los jóvenes que protagonizan la revuelta no son necesariamente “políticos”. Sus gestos son ante todo carnavalescos pese al temor de ser el próximo Nahel en la lista, pese a la rabia y al dolor, al odio al Estado, pese al incandescente desprecio a la policía, a todo lo que hay en el aire, incluyendo lo que queda de las instituciones, comenzando por la escuela y los centros sociales, las mediatecas que les recuerdan su ubicación social y la promesa de un estatus de tercera clase en el mundo encantador de la economía. No habría que mal interpretar mi propósito. Carnaval hubo y fue en algunos momentos destructivo, con su parte de nihilismo. Es siempre triste que los libros se quemen. Que la obra total en DVD de Godart se vaya en humo. Pero, sobre todo, hay que evitar de permanecer fascinados, atentos y satisfechos por la emergencia de un nuevo sujeto político: los chicos herederos de historias coloniales, con su identidad supuesta de habitantes de los barrios miserables. Por otro lado, todas aquellas y aquellos que han llegado a las manifestaciones les dirán: “los primeros días, los menos jóvenes, hombres y mujeres estaban allí, blancos y también algunos anarquistas y algunos autónomos perdidos”. Pero, más pasaban los días, los más jóvenes de los barrios populares se encontraban solos. Sea lo que sea es de otra cosa de lo que se trata. No de un sujeto social y su devenir político, sino el odio social, transformado en un odio a la sociedad y que toma caminos explosivos.

Alain Bertho, antropólogo que durante años estudió manifestaciones y disturbios urbanos, vuelve sobre aquellas del 2005 en el momento del levantamiento de los Gilets Jaunes diciendo: “sobre la cuestión de saber si esas manifestaciones eran un movimiento político, pro político o apolítico, la respuesta es la que me han dado muchos que habían quemado coches, y han quedado grabadas en mi cabeza. No es político, pero queríamos decir algo al Estado ¿Cómo decir de manera clara que la política partidaria y parlamentaria no servía para nada, para reclamar algo al Estado?”

Podemos apostar que esos propósitos los podríamos encontrar en boca de cualquier joven protagonista de las manifestaciones que conforman la revuelta del 2023.

Cuando se ve a los jóvenes salir del supermercado saqueado, con bolsas llenos de productos que corresponden escrupulosamente a la sobrevida semanal que consume la familia, como harina, aceite de girasol, pastas, algunas conservas, un poco de carne, dulces, etc., las lágrimas nos vienen a los ojos. Cuando se sabe también que pibes hurtaron un transporte público en Marsella para atravesar 800 kms. de Francia como en una película cómica (¡nada menos que de 800 kilómetros!), nos morimos de risa.

Salvo que el carnaval hoy día, cuando desborda, se confronta a las unidades especiales antiterroristas armadas, a policías encapuchados GIGN (4) con sus blindados y sus fusiles automáticos.

Graeber y Wengrow nos dicen: “no se puede comprender las realidades del poder, moderno o antiguo, sin reconocer el abismo entre las pretensiones de la élite y su margen de maniobra efectiva”.

El estado no es “la realidad, oculta tras la máscara del ejercicio de la política: es la máscara en sí misma, es lo que nos impide ver el ejercicio de la política por lo que es.

Si queremos aprehender lo que esta política es, debemos interesarnos no en qué sentido el Estado existe, sino en qué sentido no existe”.

Unos días previos al asesinato del joven Nahel, me había reunido con algunos amigos para hablar en una asamblea que habíamos organizado en los baldíos reapropiados por colectivos en los Murs a Pêches en una ciudad de la periferia de París. Este encuentro tenía por objetivo organizarse respecto a la ocupación de terrenos urbanos y de subsistencias alimentarias. El segundo día fuimos saboteados por “radicales” que querían introducir con forceps la política en los encuentros. Bueno, nada de dramático: fracasar, fracasar siempre, fracasar mejor decía Beckett.

Tendremos que continuar, encontrar nuevas formas. Con una asociación y un colectivo que crea relaciones entre los migrantes exiliados y campesinos, hemos logrado poner en marcha un proceso de trabajo conjunto para hacer un uso común de las parcelas ocupadas en una barriada de la periferia de Paris, en Murs à Pêches (5). Tal vez, incluso, creando asentamientos más o menos disimulados.

Volviendo a mi casa con la moto, me paré en un bar para tomar una copa. Un lugar encantador en el ángulo entre dos calles desoladas. Amo esos bares, su presencia improbable, su opacidad, su manera de magnetizar las formas de vida distintas. Allí fui recibido por el patrón árabe con un gran abrazo, pese a que casi no nos conocíamos. Me ofreció un vaso y después otro. Y otro aún… Me presentó, en la parte de atrás de la cocina, a un grupo de mujeres alegres, en plena discusión animada. Mientras tanto entraban y salían jóvenes árabes con sus caras acogedoras. También había un tipo con aspecto espectral de druida celta, largos cabellos blancos, probablemente de 60 años, mudo, cuidando la sala, colocando delicadamente las tazas de café en el mostrador. Apuesto que, en un hospital psiquiátrico, habría tenido un diagnóstico de esquizofrenia por su inexpresividad, su abulia, y no sé cuántas prescripciones más de medicamentos anti-psicóticos. Finalmente pude irme, después de la despedida interminable con las mujeres y con el patrón que casi me estrangula cuando me abrazó. Tuve que poner mucho cuidado para no zigzaguear con la moto para llegar a mi casa sano y salvo.

Pero… ¿qué pasó durante los seis días de manifestaciones?  ¿La manifestación de un nuevo sujeto político? Más bien actos de fragmentación social. No sabremos nunca, desde nuestra radical alteridad de militantes políticos, todas las complicidades que hubo y aquellas que les precedieron. Harían falta años de estudios comunales, y no sociológicos, para entender algo.

Sí, la vida libre y comunal, es aquella de los lazos que nos liberan con sus momentos de carnaval. Nada más temible, más insultante para los siniestros poderes eclesiásticos, los arzobispos de ayer, así como para los managers de hoy (y incluyo aquí a los izquierdistas), que asistir a la eclosión del sin-fondo anárquico de la vida.

Diría dos cosas a los que quieren distribuir cartas blancas políticas: no hay fundamentos asentados en la representación de sujetos sociales, en espera de su conversión en sujetos político, ni es necesario activar identidades con las cuales la sociedad se constituye en una prisión. No hay lógicas de orígenes. No hay líneas sobre-determinandas una temporalidad revolucionaria. No hay causas con sus consecuencias que develen el sentido de los acontecimientos. Nada de todo esto. Más que nunca un movimiento revolucionario empieza por el medio, in medias res.

¿Estas movilizaciones son una manifestación política? No. Son un carnaval que se encadena a un enésimo episodio de brutalidad y crueldad del poder. Querríamos encontrar un sujeto social, a la espera de un devenir político, y perderíamos lo esencial. No, nada de política y de sus sujetos, sino más bien la encarnación repentina de los cuerpos extranjeros de la metrópoli que pretende ocultar lo que la hace funcionar, que se pretende uniforme en su sueño de autoproducción. De repente, la manifestación de la presencia bajo la máscara del amotinado: impredecible, violenta, divertida.

Después hubo la venganza de la policía que fue desbordada, que sabe que su pacto con el Estado puede ser desautorizado.  Y el Estado que sabe que no se sostiene más que gracias a su policía. Y es que la policía no existe sin Estado, el cual hace existir por su parte una sociedad policial. En esto reside su auto-manifestación.

Los innumerables marginales continuarán siendo los peones más o menos invisibles (salvo cunado cruza una banda de canas descerebrados) de una urbanidad que se desea transparente, un espectáculo encantador en su falsa desmaterialización, que se sueña algorítmica, sin almas y sin carne. Sin nada fuera de sus escenas. Pero de golpe asistimos a la irrupción de los futuros explotados en los depósitos logísticos, los estibadores, los cajeros de los supermercados, los repartidores uberizados, los futuros enfermeros, el lumpen-proletariado de geriátricos a donde llevamos a nuestros viejos, aquellos y aquellas que serán enfermeros y médicos en los hospitales en ruinas, los técnicos precarios de las empresas de subcontratación en el mundo fantástico de los flujos numéricos. Pero sabemos que esta sociedad está ya muerta, pese a las caras torcidas por las muecas de los que pretenden gobernarla, aquellos que se obstinan con defenderla armados hasta los dientes: la camarilla de los Macron, Dermanin, Dupont-Moretti y las bandas de iluminados del mundo de la economía que ya no pueden prometer un contrato pastoral: se acabaron los proyectos de vida inscritos y previsibles dentro de las coordenadas del capital.

Los Grandes Carnavales volverán, con sus llamas, el sufrimiento, los asesinados honorados. Y el ruido y el furor pasados, el tiempo salido de sus bordes quizás volverá a su monótona linealidad. Pero mientras tanto habrán renacido de las cenizas del mundo social nuevas formas de comunidad. Seamos claros, estas formas comunales abren por todas partes nuevos caminos que de nuestro aquí nos conducen más allá.

Por todas partes es posible huir de las escenas de la representación que nos encierran en la prisión de las identidades, transformándonos en cautivos de la gobernabilidad.

No será suficiente cambiar la máscara brutal del poder para eliminar su poderío de devastación.

Es por los lazos que logremos con nuestros gestos de animación abrir nuevos posibles para volver imposible su mundo de destrucción.

¿Quién podrá predecirlo? ¿Acaso terminó?

 

París, 9 de julio de 2023

Original en francés. Traducción al castellano: Marita Yulita

 

Notas:

1. BRAV-M. Brigada de Represión de la Acción Violenta Motorizada. Las Brigadas Motorizadas para la Represión de las Acciones Violentas (BRAV-M) son unas brigadas móviles constituidas por binomios en motocicleta que intervienen dentro de la ciudad de París durante episodios de violencia urbana y alteraciones del orden público. Fueron creadas en marzo de 2019 por el prefecto de Policía de París Didier Lallement para luchar contra los Chalecos amarillos.

2. CSI-93. Companía de Seguridad y de Intervención de-Saint-Denis.

3. Brigada Anticrimen (Brigade Anti-Criminalité) de la policía nacional de Francia, destinada a la lucha contra la pequeña y mediana delincuencia. Es también empleada para la represión de movilizaciones y disturbios.

4. El Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional es una unidad de élite de la Gendarmería Nacional francesa especializada en acciones antiterroristas, en la liberación de rehenes y en operaciones especiales, activa desde 1974.

5. Los Murs à pêches son un conjunto de muros usados en el norte de Francia para el cultivo de melocotoneros en espaldera. Actualmente, ocupan aproximadamente 35 ha. ​ Fueron introducidos en el siglo XVI condicionando drásticamente el paisaje de Montreuil, hasta ser progresivamente abandonados a lo largo del siglo XX.​ Desde 1994, existen diversas asociaciones comprometidas con la protección y el uso popular de estas parcelas de cultivo.}

 


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