Kokonuko es un resguardo ancestral que se encuentra ubicado en la cordillera central, lugar de muchos volcanes. Dos de ellos son los más importantes y cosmogónicamente se denominan Padre Jukas y Mamá Dominga, considerados los padres de los kokonukos que han habitado estas tierras desde tiempos ancestrales. Es un espacio donde la calidez de la gente se complementa con la riqueza natural que existe y se conserva, como por ejemplo los sitios sagrados, los bosques, las cascadas y los lugares de aguas termales medicinales. Somos además privilegiados, porque existen tierras propicias para la ganadería y la agricultura de clima frío.
En este espacio de vida existe una organización comunitaria que es dirigida por el Cabildo, elegida el mes de noviembre por la comunidad en asamblea general para el lapso de un año. Se cuenta con quince Juntas de Acción Comunal -quienes delegan un capitán de loma y un guardia para apoyar al cabildo– y treinta y cinco grupos comunitarios que delegan un guardia para todo un año de trabajo voluntario, siguiendo así lo consagrado en los mandatos planteados por nuestra comunidad en el Plan de Vida.
A través de los tiempos, el resguardo de Kokonuko ha fortalecido la unidad frente a situaciones que se han presentado en diferentes momento histórico. Tal es el caso de la recuperación de tierras en posesión de los terratenientes y la curia de Popayán, así como la resistencia frente al surgimiento de los grupos armados. Los acontecimientos que quisieron desarmonizar el territorio hicieron que la gente promoviera la organización, la lucha y el trabajo en minga para solucionar de raíz tan complejos problemas.
En los tiempos de la pandemia que llegó a nuestros territorios y se consideró una amenaza para nuestro pueblo, la comunidad no fue indiferente y reaccionó con los cuidados que se necesitaban. Siguiendo los protocolos de bioseguridad y alrededor del fuego que se avivaba con el sahumerio de plantas naturales, se hicieron los conversatorios de mayores y mayoras, sabedores y sabedoras, autoridades, presidentes de las Juntas de Acción Comunal, docentes y jóvenes.
En ese espacio de orientación, de aprendizaje, se unificaron los pensamientos y se plantearon las propuestas de trabajo conjunto, articulado con la Guardia y demás comuneros, para aplicar las estrategias en defensa de la vida. Además, mucha gente de diferentes lugares estaba llegando al resguardo, generando un riesgo muy alto de contagio, especialmente entre los más vulnerables.
En los conversatorios que se realizaron con los mayores y mayoras fue muy importante escuchar lo que se pensaba sobre la pandemia causada por el Covid-19. Para Franquelina Calambás, mayora de 70 años, sabedora ancestral que reside en la vereda de Pisanrabó, resguardo indígena de Kokonuko, hay diversas versiones: “el origen de estos virus, se puede decir o se especula desde diferentes puntos de vista, en primer lugar se considera como un castigo de Dios que está profetizado ante tanta injusticia y desobediencia que existe al poder divino de un Dios creador del Universo; en segundo lugar, el Covid-19 surge como una respuesta de la madre naturaleza ante el uso desproporcionado de los recursos naturales, el uso excesivo de insecticidas, pesticidas que generan la contaminación y desgaste de la Madre Tierra, el maltrato y exterminio indiscriminado de las especies de animales nativos en muchos países, afectando al medio ambiente y los ecosistemas en donde se encuentran”. Para otros pensadores de la comunidad del resguardo de Kokonuko, es como una combinación de las creencias y de lo que existe en la naturaleza: “El Covid-19 surge ya que Dios ha creado el mundo con todos los seres, las cosas y ha dado la sapiencia al ser humano para administrar, hacer un uso racional de todo lo que existe y usar la inteligencia para que bajo todos los principios naturales ayude a la conservación de las especies sin alterar los principales equilibrios que conllevan a la armonía de la naturaleza, pero ante esta desobediencia y el mal enfoque que se le da a la sabiduría, se requiere dar una reprensión desde la misma naturaleza, especialmente a las personas, las organizaciones y a los gobiernos que no aportan en su conservación”. Los planteamientos de nuestros mayores y mayoras de acuerdo a su pensar, saber y sentir desde la experiencia, coinciden con una realidad que se está viviendo en nuestro mundo, debido a todas las injusticias políticas, sociales y económicas como la destrucción de nuestro planeta y la obtención del poder pasando por encima de los pueblos y sus diversas manifestaciones de vida.
Culminados los conversatorios, las autoridades expidieron una resolución desde el Derecho Propio encaminada a preservar la vida, evitar la circulación de personas, las reuniones e incluso cerrar el acceso a los sitios sagrados de las termales de Salinas y Agua Hirviendo, sitios que aglomeran visitantes propios y turistas que llegan en diferentes medios de transporte a disfrutar de fines de semana y festivos. También se suspendieron las clases oportunamente para más de mil estudiantes en las instituciones y centros educativos del resguardo.
Estas decisiones posibilitaron promover el cuidado de los niños y mayores, la solidaridad, el trabajo en la unidad familiar, pero también dejaron efectos negativos en la economía de las personas que se benefician del sector del turismo y de las pequeñas iniciativas productivas.
Las autoridades de Kokonuko, en unidad de fuerza con los resguardos de Puracé y Poblazón, determinaron posicionarse en el punto de control localizado en el sector de Patico, ya que este lugar es un punto de entrada a los tres resguardos y está ubicado justo en la vía internacional que comunica al centro del país, Popayán, Putumayo y la Amazonía con el vecino Ecuador.
En este lugar, conocido como Patico, se ubicaron los miembros de la Guardia Indígena acompañados de otros comuneros en un trabajo articulado, voluntario y permanente, donde se hizo el control para el ingreso a la comunidad. Consistió en detener los automotores, revisar la cantidad y situación de salud de sus ocupantes, lugar de origen y destino. Además, se daba las recomendaciones en un proceso de sensibilización en cuanto a la pandemia y las actividades que se estaban llevando a cabo en el marco de la defensa de la vida y el territorio. Se culminaba realizando la respectiva limpieza y desinfección con medicina tradicional que incluía plantas como el eucalipto y el pino, en sahumerio, y otros elementos convencionales que se utilizan para la desinfección de automotores.
Cada guardia y comunero encargado del turno hizo el papel que le correspondía con gran responsabilidad para el cumplimiento del protocolo de bioseguridad que buscaba proteger a la comunidad, ya que cada día se incrementaba de una u otra forma el contagio en las principales ciudades y se expandía hacia otros lugares.
“Pero esta experiencia, en ocasiones, no es muy gratificante”, comentan los integrantes de la Guardia, “se tiene a diario inconvenientes con los mismos comuneros que quieren viajar a la ciudad a vender y comprar productos, también con los transportadores que se trasladan a distintos lugares por este importante corredor vial y hasta con los ciclistas, que en sus rutinas diarias quieren pasar hacia Kokonuko y Puracé, queriéndonos irrespetar cuando ven que estamos poquitos, porque no son conscientes, no están acostumbrados a estas cosas pero lo hacemos por el bien de la comunidad”.
En cuanto a la vida dentro del resguardo indígena de Kokonuko, había una ventaja para quienes se encontraban en las parcelas de trabajo, ya que con mayor dedicación y sin ningún problema seguían desarrollando tranquilamente sus actividades que se convirtieron en la rutina del diario vivir. Ellas y ellos se sentían seguros por la labor que hacían las autoridades y la Guardia Indígena en los puntos de control.
Por el lado de nuestra niñez, los días giraron alrededor del compartir en familia las labores del campo, donde padres, madres, hermanos mayores, niños y niñas trabajaban desde la siembra hasta la cosecha de la papa, y los niños más grandes cuidaban a los más pequeños, los distraían con juegos, los alimentaban, les enseñaban algunas dinámicas y eran de mucha ayuda mientras sus padres realizaban las actividades. En este tiempo no se pensaba en tareas de la escuela porque se hizo la reflexión en familia de que no había condiciones para recibir, desarrollar y enviar las tareas, por eso se tomó la decisión de que para el próximo año se repitiera el año lectivo. “Es mejor que se aprenda bien con el profesor que les explique, ya que no es lo mismo con lo virtual o con las copias, mientras tanto están con nosotros aprendiendo el trabajo del campo”, dicen los padres y madres de familia, mientras van desarrollando la cosecha de la papa.
Finalmente, nuestra comunidad sigue con el cuidado de la vida y con el trabajo por hacer en cada una de las parcelas, conscientes de que hay que producir para el sustento y, por supuesto, enviar comida a las ciudades y comprar otras cosas que se necesitan para los hogares. Se mantiene a la espera de que los tiempos mejoren en cuanto a la pandemia para poder estar tranquilos y poder transportarse a otros lugares, libres de un posible contagio, pero también en que los precios de las cosechas mejoren ya que están cada día más bajos, mientras que el de los insumos, cada día más elevado.
El pueblo Kokonuko ha forjado lazos de unidad como principio fundamental de la organización y eso ha hecho que se haya mitigado diversas problemáticas que en su trasegar histórico se quisieron propagar y desarmonizar la comunidad. Hoy que se atraviesa una nueva dificultad que atenta contra el derecho fundamental que es la vida de cada comunero, la comunidad debió ser disciplinada, coherente, consecuente, no indiferente y hacer aún más fuerte aquel principio de unidad en el proceso organizativo que conlleva a resistir, permanecer y defender el territorio, fortaleciendo procesos de identidad, apoyados en la experiencia de los mayores, mayoras, sabedores, sabedoras que orientan, enseñan y aprenden cada día de las señas y mensajes de la naturaleza.
Referencia:
Este escrito se hizo con base en la conversa con mayores y mayoras de la comunidad, las autoridades indígenas y la Guardia Indígena.
Fuente: https://revistaunidad.cric-colombia.org/salvaguardar-la-vida-y-el-territorio-kokonuko/