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Cinco sueños del zapatismo, cinco sueños para la resistencia

13.08.04

Por
César Enrique Pineda Ramírez
Jóvenes en Resistencia Alternativa
Publicado en Rebelión

Imaginen por un momento que el capitalismo es una edificación.** Una voluptuosa y faraónica obra que la humanidad ha construido en los recientes siglos. Un sólido muro, casi perfecto que no puede desintegrarse, ya que los materiales con los que está hecho son la dominación, la explotación, la alineación. Si uno mira el muro, parece que no hay forma de derribarlo. Parece impenetrable, inexpugnable. No hay manera de escapar del muro.

Acérquense ahora un poco al muro. Miren con detenimiento. Sus ojos tienen que hacer un gran esfuerzo. El muro…. tiene una grieta. Es una grieta pequeña, casi imperceptible. Por esa grieta, si uno enfoca bien la mirada, parece que se puede ver del otro lado. Pero la grieta no deja ver muy bien. Es una fisura, que parece, no le hace ningún daño a la solidez del gran muro. Esa grieta, es el zapatismo.

El zapatismo nos ayuda a ver del otro lado. A soñar con el otro lado, ya que apenas podemos ver una pequeñísima parte. Algunos dicen, que esta idea es una ilusión, algo infantil, apenas una quimera juvenil, desorientada y confusa. Nosotros creemos que es una posibilidad, una ruta por explorar, un camino que quizá podemos caminar.

El zapatismo nos ayuda a pensar al revés. De hecho, en muchas formas, es una revolución al revés. Es un ejército que no usa sus armas. Son revolucionarios que hablan de amor. Son una forma de hacer política que no busca tomar el poder. Son unos indígenas pobres, no una vanguardia ilustrada cuyo programa, liderazgo y carisma haya que seguir ciegamente.

El zapatismo tiene muchas posibilidades de interpretación y de lecturas. Hagamos una más. Reorganicemos los aportes del zapatismo a las resistencias de México, América y el mundo, para decir que son cinco. Empecemos por una de ellas.

1. Por un mundo donde quepan muchos mundos.

Diversidad e identidad

Durante muchos años, de hecho durante los últimos dos siglos, el pensamiento humano y también de los movimientos de resistencia fue construido bajo algunas premisas básicas. El pensamiento moderno, bajo el influjo de la ilustración, del pensamiento newtoniano y luego del positivismo generó la visión de que podíamos construir la verdad a partir de la racionalidad. Se construyó la idea de que podíamos encontrar a través de la ciencia, la verdad, y con ella, construir leyes universales del funcionamiento de la historia. Nuestros movimientos, los movimientos de resistencia históricos adoptaron esta visión. Si encontrábamos y comprendíamos ese funcionamiento, sólo era cuestión de seguir las pautas de esa verdad científica para construir la revolución.

Esta idea sobre la verdad, la racionalidad y la ciencia, generó un marco de pensamiento patriarcal, lineal, mecanicista, teleológico, que ayudó mucho en la construcción de una modernidad desarrollista y en constante expansión. La idea de progreso, desarrollo y crecimiento se adoptó por la humanidad, por la izquierda y por nuestros movimientos como un hecho sin cuestionamiento de la evolución humana.

Pero ese pensamiento ayudó mucho al funcionamiento de un sistema que precisamente necesita crecer sin obstáculos. Es el funcionamiento del capitalismo. El capitalismo crece, o perece.

Ese pensamiento está en crisis hoy. El zapatismo se inscribe en la desestructuración de ese pensamiento. Y es que las bases de este pensamiento modernizador, desarrollista, positivista causó varios estragos.

Los zapatistas, el zapatismo, proponen un mundo donde quepan muchos mundos. El zapatismo propone la idea de la verdad múltiple frente a las leyes universales de verdades únicas. El EZLN ha dicho que “las verdades nacen, crecen, se desarrollan, decaen y mueren”. El pensamiento dominante o hegemónico ayudó a crear la idea de que había que homogeneizar, había que desarrollar, había que modernizar. Esta visión ayudó a arrasar a la diferencia, las culturas, a “los distintos” en nombre de una modernidad racional que avanzaba inexorablemente hacia un mundo mejor. Los pueblos indios, pero no sólo ellos, sufrieron las consecuencias de esta visión. El zapatismo se inscribe en una ola de nuevas ideas que nos dicen que la historia no está escrita, que no necesariamente avanzamos hacia un sistema mejor, y que lo múltiple y lo diverso no son un obstáculo, sino que las diferencias son una riqueza que guardar, que preservar. La diversidad nos ayuda a avanzar. Un mundo donde quepan muchos mundos es la propuesta de un mundo otro donde convive, en unidad, la diversidad, sin que unos se impongan a otros. Un mundo donde caben todos, no es sólo una idea utópica del futuro, es una forma de vernos, soñarnos, hablarnos entre nosotros. Hoy la política no se hace más en nombre de verdades científicas. El zapatismo es parte de esta nueva forma de pensar, que decimos, es pensar al revés.

2. Que el que mande, mande obedeciendo.

Estado y poder

¿Es suficiente tomar el poder político?, concebido este como el poder del estado, el poder que se consideraba como el único y el más importante. El zapatismo y nosotros creemos que no. Que poder del estado es un poder insoslayable, sí, pero no es todo el poder, ni es todo lo político. Más importante que quien esté en el poder dicen los zapatistas es que quien está en el poder, mande, pero mande obedeciendo. Esta idea que aporta el zapatismo, es de nuevo una idea al revés. La izquierda ha construido una idea providencial y heroica de la toma del poder. El camino de la transformación o del derrumbe del capitalismo es una gran odisea, casi siempre encabezada por un héroe, llena de dolor y sufrimiento en donde al final del camino, la victoria, es decir, la toma del poder es la gran llegada, el gran día, el momento en que se bifurca la historia en dos grandes etapas. En un antes y en un después. A partir de ahí, y SOLO a partir de ahí, la historia y el hombre empezaban a cambiar. Es lo que Immanuel Wallerstein llama la estrategia de dos pasos: tomar el poder y después, y sólo después, cambiar al mundo. La estrategia de los movimientos de resistencia giraba alrededor de esta ruta. Era una estrategia digamos, estadocéntrica.

Pero esta idea también se ha deteriorado, aunque sigue siendo muy importante. El zapatismo, al proponer que el que mande, mande obedeciendo, reconoce la idea de la representatividad, pero con nuevos y colectivos controles democráticos. Concibe a las direcciones y los liderazgos como resultado de un proceso colectivo democrático, no como la vanguardia clarificante que debe guiarnos al gran día de la transformación. La historia del zapatismo está llena de ejemplos también de cómo el estado y su fuerza no es el único referente y muchas veces ni el más importante en su estrategia política. Por supuesto que hay conflicto frente al estado dominante y las elites mexicanas que gobiernan. El alzamiento armado deja claro esto. Pero su actuar pareciera una lógica mucho más amplia, su agenda no sólo la define el conflicto estatal. Hay otras áreas, “otra cosa” dicen los compañeros zapatistas, que es desarrollar sus propias fuerzas, dialogar con el resto, pensar en las alternativas, habla r de ellas. Todo eso no necesariamente está ligado de forma directa con el poder estatal.

Mandar obedeciendo significa repensar el poder. No es sólo un planteamiento ético, sino un planteamiento que desarticula la lógica del poder tal y como la conocemos. Desarticular las reglas del poder implica por supuesto dar la lucha arriba, contra los señores del poder y la explotación pero también abajo, entre nosotros, rompiendo los esquemas de dominación en nuestras familias, trabajo y escuelas; entre hombres y mujeres, entre adultos y jóvenes, entre razas, en nuestras organizaciones y colectivos, en nuestras relaciones cotidianas. Es generar una nueva relación que permita la construcción de un nuevo poder que decida de abajo hacia arriba, que se autogobierne y determine así mismo. Implica construir un orden social alternativo global.

Este planteamiento es crítico del sistema imperante en su conjunto y no sólo del gobierno en turno. Es una revisión a la lógica del sistema y no sólo una crítica a los dominadores. Mandar obedeciendo significa también la subordinación del estado a los pueblos. Implica la democratización cada vez más profunda del nuevo poder y el correspondiente proceso de devolución progresiva de las funciones usurpadas por el estado a la sociedad misma. No hay que tomar el poder, sino construirlo. No hay que tomar el sistema por asalto, hay que deconstruirlo y en ese proceso experimentar, diseñar, soñar, un sistema alternativo.

3. Sumar y no restar. Construir y no destruir. Convencer y no vencer. Representar y no suplantar.

Nueva forma de hacer política.

¿pero, cómo construir entonces un sistema alternativo global? El zapatismo con el mandar obedeciendo, y el mundo donde quepan muchos mundos propone algunas pistas para ello. Proponen un tercer elemento. La construcción de un nuevo mundo, de un mundo otro, necesita de otra política. La historia de la izquierda de nuestros movimientos está llena de tristes ejemplos en donde los peores vicios del poder dominante fueron reproducidos en nuestras organizaciones, en nuestras decisiones, en nuestras estrategias. Es una historia que separaba los medios de los fines. Si buscábamos un mundo mejor para todos, el socialismo, el comunismo o la revolución a secas, esto justificaba cualquier medio para llegar a ello. Hoy, a través de la historia, sabemos que este pensamiento pragmático dejó mucho que desear y que las cooptaciones, la corrupción, el sectarismo, el vanguardismo, el sectorialismo, el autoritarismo dañaron la credibilidad y la esperanza de los pueblos que vieron a sus dirigente s revolucionarios convertirse en dictadorzuelos en sus partidos, en sus organizaciones. Que vieron enriquecerse a las clases que hablaban de un mundo igualitario. Que vieron reproducir el poder que tanto se criticaba. Los que se decían dominados, se convertían en nuevos dominadores. Una nueva ética, fundada en espacios colectivos es condición insoslayable para un nuevo mundo. Por eso el zapatismo propone a los movimientos sumar y no restar, acostumbrados estos a la división, a la discusión estéril. Propone construir y no destruir, acostumbrada la izquierda a dilapidar todo lo hecho a cambio de controlar todo lo que quede. El zapatismo propone convencer y no vencer, acostumbrada la izquierda a los peores vicios de la concertación a oscuras, de la votación que aplasta, del acuerdo impuesto. Propone representar y no suplantar; construidas las organizaciones y los partidos con las voces de muchos que suelen ser la voz de uno solo.

Sin nuevos movimientos, que se desarrollen, experimenten y actúen dentro de un nuevo marco ético, el mundo otro se aleja, con el descrédito frente a los ojos de los pueblos.

4 Hay que caminar al ritmo del más lento.

Revolución y sujeto de cambio

Desechando el viejo vanguardismo, ese que decía que si una élite clarificada tenía el programa y la estrategia adecuadas, las masas acudirían corriendo a abrazar la revolución, el zapatismo entiende más a nuestras estrategias de resistencia y construcción de alternativas como un proceso. La imagen “ultra” de empujar metas que todavía no son realizables se desdibuja frente a la idea de que hay que caminar al ritmo del más lento. Desechando de nuevo la intención de imponer ideas y estrategias que por muy correctas, por muy avanzadas que sean no pueden ser cristalizadas sin el otro, sin los otros, que deben compartir, entender y enriquecer dichas propuestas. Caminar al ritmo del más lento es construir un proceso colectivo para caminar, y no correr dejando al resto atrás.

Por otro lado, el mismo alzamiento rompía con el esquema del sujeto revolucionario. Mientras una parte de la izquierda se niega a reconocer que no sólo hay un actor de transformación, el pensamiento y la acción zapatista son un ejemplo entre muchos otros de que ningún sector tiene un papel histórico predeterminado. Y más aún, que la clase obrera industrial, a la que se le asignaba un rol protagónico ha tenido posiciones más bien conservadoras frente a la emergencia de nuevos actores como los pueblos indios, los trabajadores desocupados o los movimientos de mujeres y por el ambiente.

5.Hay que caminar preguntando.

Diálogo

Finalmente los zapatistas dicen que hay que caminar preguntando. Toda la concepción zapatista es una fuerte crítica al pensamiento ortodoxo de izquierda, pero más aún, al pensamiento moderno ilustrado. Caminar preguntando implica el reconocimiento de los otros como actores para las alternativas y la construcción, digámoslo así, revolucionaria. Caminar preguntando se inscribe en una visión profundamente democrática interna y externa de los actores. Implica reconocer que pueden existir otras estrategias, implica reconocer que deben mediar estrategias de consulta y consenso al interior de nuestros movimientos y que el diálogo como forma de articulación es un vehículo poderoso entre los movimientos para desarticular muchas formas de dominación de manera radical. La acción del EZLN está llena de ejemplos de caminar preguntando: Desde proceso de consulta y construcción interna del zapatismo, hasta los procesos de encuentro nacional e internacional que el EZLN convocó en innumerables ocasiones a los movimientos. En todos los casos, de los cinco aportes que hemos comentado aquí, la praxis zapatista representa un experimentar constante. No deseamos mitificar aquí la acción zapatista. Sabemos y conocemos sus propias limitaciones, contradicciones y errores. Nos parece, sin embargo, que el movimiento zapatista hace aportes al pensamiento crítico que no podemos dejar a un lado porque son señalamientos profundos de una reconstitución de nuestras formas de pensar y construir nuestro horizonte utópico. Estos cinco aportes se entrelazan cada uno, estos cinco sueños son como las cinco puntas de una estrella, la zapatista que abre una discusión universal sobre el poder, la diversidad, el estado, la revolución y las formas de hacer política. La estr ella zapatista no es un nuevo dogma. Es una fisura en el pensamiento hegemónico para pensar al revés y para mirar del otro lado del muro.

Grietas y fisuras del grueso muro capitalista.

Retomemos, finalmente nuestra idea inicial. Volvamos al muro sistémico del que hablábamos al comienzo de esta intervención. Miremos nuevamente en el muro, alejemos la vista. Salgamos del zapatismo. Busquemos finamente por toda la pared del capitalismo. Veremos, si sabemos ver, que hay más fisuras y coarteaduras. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional es un síntoma, un signo, una pista, una señal entre muchas otras. Una grieta entre muchas otras.

Frente a los límites del sistema formal, frente a la pobreza y la exclusión una pequeña parte de los pueblos resiste, pero también experimenta con nuevas formas de quehacer y relación humana. Los sin tierra, los zapatistas, los piqueteros territorializan sus resistencias, creando pequeñas zonas, pequeñas islas de liberación. Fisuras del sistema. Errores de la Matrix. Otros mundos, “otras cosas” como dicen los zapatistas. En esos espacios que no llegan a erosionar el funcionamiento general sistémico, digamos la fortaleza del muro, sin embargo, se opone una acción y un pensamiento distinto al hegemónico. Son laboratorios de experimentación: juntas de buen gobierno, asambleas populares, tierras tomadas que producen; son señales, pistas de cómo se mira la vida, el mundo, del otro lado del mundo. Frente a la individualización y la competencia se oponen el comunitarismo, la solidaridad y la cooperación. Son espacios donde se deconstruye el pensamiento dominante. Son espacios donde vemos algunas señales de cómo sería una nueva educación, nuevas relaciones de intercambio y de comercio, formas experimentales de producir cultura e información y lo más importante, formas nuevas de poder colectivo. En esas experiencias, pero también en muchas otras en todo el planeta, no hay distinción entre luchas políticas y sociales, entre luchas materiales y culturales. Igual se echa a andar la producción que cuestionar las relaciones jerárquicas y patriarcales. Igual hay formas políticas de resistencia frente al capital y el neoliberalismo que reivindicación de la identidad cultural local. Igual se lucha local y nacionalmente que globalmente. En esos espacios se ha empezado a derrotar el poder simbólico que mantenía atados a los grupos subalternos. La grieta en el muro comenzó a ensancharse.

Pensamos que esas grietas, esas fisuras, esas islas de liberación pueden crecer, pueden articularse. Podemos, como dice el Subcomandante Marcos, hacer de nuestras islas una barca para ir a encontrarnos. Una fisura que se reúne con otra puede provocar que se desmorone una parte del muro. Cientos de pequeñas grietas, enredadas entre sí, de muchas formas, de muchos tamaños podría quizá, tal vez, derrumbar y hacer estallar al muro por completo.

No lo sabemos con certeza. Quizá valga la pena intentarlo. Quizá sí hay algo mejor detrás del muro. Quizá sea ese otro mundo, que decimos, que es posible.

JULIO 2004

*Texto presentado en el marco de eventos autogestionados en el Foro Social Américas, realizado en Quito, Ecuador, del 25 al30 de julio de 2004. ** La metáfora la utilicé desde 1998 en una plática en la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM. Retomo ahora la idea, aunque sea muy similar a la que ha propuesto John Holloway en algunos textos.

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