Rheinhausen es un barrio obrero de Duisburg, ciudad industrial en la Cuenca del Ruhr. La reconversión industrial llegó allí antes que a Bilbo. En aquella fase los obreros salieron a la calle luchando por sus puestos, por el futuro de sus familias. Su lucha adquirió importancia cuando cortaron el tráfico tomando el estratégico puente de Rheinhausen.
Ante esta historia, no sorprende que el Deutsche Kommunistische Partei (DKP) eligiera la sala de congresos del barrio de Rheinhausen para celebrar su congreso este fin de semana.
El lema es «Luchar de forma solidaria». Luce en una pancarta roja en la que se ve sólo a obreros con cascos de obra. No hay obreras. Sólo en los pasillos ondea una pancarta con el retrato de la histórica dirigente Rosa Luxemburg. El segundo lema es una múltiple violación ortográfica de la palabra alemana «Sozialismus». A alguien se le ha ocurrido convertirla en «Sozial’is’muss». La brutal mutilación es un juego de palabras que debe significar algo así como «lo social es obligatorio». En castellano suena tan forzado como en alemán.
Los demás eslóganes son copias del movimiento antiglobalización. «Aquí se va a decidir si el DKP empieza a salir del búnker o si se encierra en el mismo para siempre para iniciar el proceso de putrefacción en el cual se halla el Partido del Socialismo Democrático (PDS)», explica un veterano comunista la situación de su partido.
Desde hace dos años se está trabajando sobre un nuevo programa político y, para más inri, el presidente Heinz Stehr ha dividido el partido cuando se puso incondicionalmente en el bando del PC de Irak, que colabora abiertamente con los invasores. De paso tildó de «terroristas» a todas las fuerzas iraquíes que hacen uso del derecho a la resistencia que les confiere la Carta de la ONU.
la gran fiesta
Estos dos puntos iban a ser temas a tratar en Duisburg. El DKP cuenta con 4.454 afiliados y unos 50 concejales en varios ayuntamientos. No hay parlamentarios comunistas ni a nivel regional ni en Berlín. Aun así, la anual fiesta de verano del DKP y de su diario, “Unsere Zeit” (Nuestro tiempo, UZ), sigue atrayendo a 30.000 personas. Por eso el PC es una referencia dentro de la heterogénea izquierda alemana.
A pesar de que la política neoliberal del canciller Gerhard Schröder ha causado un paro que afecta a 7 millones de personas, el DKP bajo el liderazgo de Heinz Stehr no avanza. En Duisburg se ha visto que su corriente controla el 70% de los delegados. El 30% lo componen los comunistas de la ex RDA y algunos jóvenes. Así, Stehr consigue evitar el debate. Cuando su corriente frena varias propuestas de la oposición, el veterano comunista comenta: «Ya está. Se acaban de atrincherar en su búnker, cerrando la salida con ladrillos desde dentro».
En su discurso, Stehr demuestra que realmente se ha encerrado en su refugio. Ráfagas de palabras vacías. No analiza ni la situación nacional ni la global. Habla «del imperialismo» porque ignora que hoy existen por lo menos dos corrientes opuestas: una se viste de Tío Sam, la otra de la «Tía Europa».
El DKP estaría realmente mal si no existieran los jóvenes. Una comunista sorprende al congreso con un proyecto bien pensado para denunciar el neoliberalismo en Alemania. En los pasillos hay otra que informa sobre Euskal Herria. «El movimiento juvenil vasco es un ejemplo a seguir», cuenta todo emocionada. Ella y su camarada han estado en tierra vasca. Saben de qué hablan y son conscientes de lo difícil que es «activar» a los jóvenes alemanes. Aun así, con ellos la idea comunista podría sobrevivir en Alemania.