Clajadep :: Red de divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular

Imprimir

AuTogobierno: un Mundo PosEstatal (2º parte)

03.03.05

4) Autogobierno: un mundo posestatal. (Segunda parte)

Primicia para Indymedia,
kaos [en-la] red, y Clajadep-La Haine.

II.- Exhumaciones e inventos de la Nueva Clase. Poder y multitud. Estado, trabajo y política.

Lo reiteramos: la Nueva Clase (NC) es una élite gerencial-administrativa que comparte el poder con la clase hegemónica. Una variante de “Lo político estatal” como centralismo corporativo-burocrático, legitimada, cada vez mas, por menos votos. Un funcionariado profesional aplicado a las finanzas, la jurisprudencia, la cultura y la administración, que se ha sumado, al trono de la burguesía.

Es el propio desarrollo de la relación social, multitud-capital, la que le marca a los personeros de los estados que las fronteras decimonónicas están obsoletas. En Davos 2004, el gurú Samuel Huntington, lo dijo mejor que cualquier marxista: “Los miembros de la élite mundial tienen escasa necesidad de lealtades nacionales, las fronteras nacionales son obstáculos, que por fortuna, desaparecen, y los gobiernos nacionales son restos del pasado y su única utilidad es la de facilitar las actividades de la élite mundial”.

En América Latina, ante la resistencia que opone la multitud campesina, indígena, autoexplotada, asalariada y desempleada, las élites sociales ya no saben que probar. Tan sólo en los últimos tres años pasamos del proyecto de la ampliación del Nafta para conformar el ALCA, a las insurrecciones destituyentes del 2001 y 2003, contra el presidente argentino De La Rúa y el presidente boliviano Sánchez de Lozada. Luego la Nueva Clase enfrentó las barricadas anti-cumbre de la OMC (Organización Mundial de Comercio) en Cancún, y viró hacia la profundización de los tratados de libre comercio país por país. En Chile, de la ronda de la APEC 2004 (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico que incluye a las siguientes economías y países: Estados Unidos, Canadá, China, Rusia, Japón, Brunei, Corea del Sur, Singapur, Vietnam, Tailandia, Taiwán, Filipinas, Hong Kong, Indonesia, Malasia, Australia, Papua Nueva-Guinea, Nueva Zelanda, Chile, México y Perú) la aristocracia imperial se tuvo que medir con la insubordinación en las calles.

Desde la llegada de Kirchner y Lula, a sus respectivos gobiernos, se intenta inflar el Mercosur. Mientras los gerentes estatales argentinos siguen buscando a burguesía nacional extraviada en las tinieblas de la historia, subsidiariamente, se terminan recostando en la burguesía paulista, que representa, el 42 por ciento del PBI brasilero.

:: eN LAS ELECCIONES DEL 27 DE FEBRERO EN LA PROVINCIA DE sANTIAGO DEL eSTERO, LA PRIMERA FUERZA ELECTORAL, JUSTAMENTE FUE, NINGUNA FUERZA ELECTORAL. LA ABSTENCIÓN Y LOS VOTOS EN BLANCO, RECURRIDOS Y ANULADOS, CON EL 37 POR CIENTO, “GANÓ” LAS ELECCIONES.

Argentina, en sólo el 2004, pasó de integrar el grupo de los veinte a mimar a Chávez. Se deslizó de los coqueteos con la Unión Europea a entregarse a los brazos de la tiranía del partido único de China. Para dar por hecho el 2004, lo concluyen derrapando en diciembre en Perú. La tan promocionada Comunidad Sudamericana de Naciones es un triste remedo del anhelo sanmartiniano y bolivariano de la patria grande. El sueño de una patria universal, vale decir, ningún patrioterismo en los términos que lo entiende la burguesía del nacionalismo popular de opereta.

En Cuzco, Perú, estamos ante un encuentro de simuladores. Una cumbre para la foto con el presidente anfitrión Toledo escasamente apoyado por el diez por ciento de su pueblo. Con el presidente boliviano Carlos Mesa que vio desaparecer, en las últimas elecciones municipales de su país, a la coalición bipartidista que gobernó el altiplano en las últimas décadas.
Una caída similar a la de los “adecos” de la Acción Democrática (AD) y el partido cristiano demócrata (COPEI) en Venezuela, luego de la irrupción de las fuerzas armadas y de las masas que catapultaron, y restituyeron al poder, al coronel Hugo Chávez.
Algo parecido a la desaparición, después del 2001, de la hegemonía histórica en la Argentina entre el PJ y la UCR. Muchachos y muchachas de la Nueva Clase, no se hagan ilusiones con Santiago del Estero. Los radicales son tan impresentables que se tuvieron que disfrazar de “Frente Cívico y Social” para poder arribar al gobierno. Como si esto fuera poco, fue la primera derrota nacional de un candidato del PJ, post default, que tuvo la bendición de Kirchner. En medio de la finalización del segundo megacanje, que hipoteca a la multitud por otros 40 años, concluye cuatro décadas de hegemonía peronista en la provincia de Santiago del Estero. El peronismo no salvó la ropa, ni con todas las prebendas del interventor federal que tuvo pingüino por once meses, y los cientos de miles de kilos de alimentos y ropa mandados la semana previa a los comicios para comprar conciencias. Después la progresía despotrica contra el clientelismo de la década pasada, cuando el kirchnerismo, practica el mismo método menemista y duhaldista. Pero la multitud no come vidrio. El dato más importante de las elecciones, que describe todo una fase epocal, es que la primera fuerza electoral, justamente fue, ninguna fuerza electoral. La abstención y los votos en blanco, recurridos y anulados, con el 37 por ciento, “ganó” las elecciones. Por lo visto el 27 de febrero, el éxodo del sufragio reaviva el fuego destituyente del “Que se Vayan Todos”. Con ese porcentaje de voto inválido y no voto, en realidad, el Frente Cívico no ganó por el 45 por ciento, sino, por apenas el 30 por ciento del total del padrón habilitado para votar. Y el Partido Justicialista no obtuvo el 40 por ciento, sino el 25 por ciento del padrón. Pasaron más de tres años del 2001, pero la que no pasa es la crisis orgánica, que en las elecciones de Santiago del Estero, volvió a decir: ¡Presente!

El imperio, como antes el imperialismo, busca afanosamente sus nuevas instituciones. Y ante la resistencia del trabajo hecha mano a todos los imaginarios de la burguesía de los últimos 200 años. Alianzas bilaterales, coaliciones ampliadas como el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones, y aún mega bloques regionales como La Comunidad Sudamericana de Naciones. Todo sea para que fantasmagóricamente se de la impresión de un nuevo espacio latinoamericano. Cuando en realidad es un rejunte de representaciones que se unen para negociar en mejores términos su ubicación subalterna en la globalización. Intentando desesperadamente que las fracciones empresariales mas importantes del sub continente no desaparezcan aplastadas por las burguesías transnacionales mas poderosas asentadas en los países centrales.

:: aRGENTINA ESTÁ NADANDO EN RIQUEZA MIENTRAS MILLONES SE AHOGAN DE HAMBRE.

Quien quiera ver en esto el abrazo de San Martín y Bolívar sólo ve un espejismo. Quien crea que aliándose al presidente colombiano Uribe que es un discípulo incondicional de Washington, y al socialdemócrata Lagos cuya país es el mas desigual de América del Sur; continúa el legado progresista de las burguesía de hace dos siglos, quien se preste a esta farsa, solo está en presencia de una entelequia de comunidad de pueblos libres. Inversamente, sus gobiernos sólo participan de una comunidad latinoamericana cada vez mas precaria y cambiante, conducida por las burguesías imperiales autóctonas queriendo urgentemente hallar su lugar en el mundo. Una mundialización a la que no están invitadas mas que en su condición de furgón de cola del desarrollo capitalista. Un imperio donde sus estados actuarán, en primer término, como tomadores y pagadores de deuda externa; y en segunda, y no menor importancia, como valuarte represivo de una multitud en paciente, pero permanente, proceso de autoconstitución soberana.

En las últimas elecciones bolivianas tampoco salió victorioso el recambio por izquierda. El MAS de Evo Morales (como antes Lula que perdió los comicios en los estados de mayor desarrollo de la multitud) corrió igual suerte que el PT. En Brasil, la mayoría de los obreros masa, como de los obreros sociales; de Curitiba, Porto Alegre y San Pablo, le dieron la espalda al “par-tido” de los trabajadores. En el caso boliviano, Evo Morales, perdió en los grandes centros urbanos y suburbanos; donde mineros y campesinos, obreros y empleados públicos, desocupados y autoexplotados, y las nuevas figuras posfordistas del precariado marcan la tendencia hegemónica del desarrollo del capital. Los municipios de Santa Cruz de la Sierra, El Alto, La Paz y Cochabamba, fueron ganados por nuevos partidos vecinalistas y movimientos sociales independientes donde -en promedio- ni ellos pudieron sacar mas del 20 por ciento de los votos.

Estamos asistiendo a la transición entre:
1.- El declive de los partidos que condujeron América Latina por medio siglo.
2.- La abstención electoral.
3.- El voto cínico por el “mal menor”.
4.- Las estrategias defensivas del sufragante que opta por los partidos que procuran bloquear la representación desde la desrepresentación.

Y en forma más amplia entre:
1.- La agonía del mundo de la representación de las masas a través de su voto.
2.- La concreción del autogobierno de la multitud.

Exodo electoral, contrapoder y sublevación. Todos estos caminos tentativos son el fruto del mismo proceso de constitución de la multitud. Si el capital no sólo produce mercancías, sino que reproduce las mismas relaciones sociales que garantiza la producción de mercancías y la forma estado; la antagonía de la multitud, no sólo produce y reproduce al capital, sino que, también anticipa y desarrolla desde su autonomía la posibilidad de la sociedad futura anticapitalista. Una humanidad sin políticos y empresarios, sin división de poderes y moneda, sin estado y mercado.

Mientras las viejas representaciones son decadentes, las nuevas, la izquierda del capital, no termina de afianzarse. En el “intermezzo”, famélicas representaciones tratan de ocupar su lugar. Algunas repletas de las mejores intenciones pero imposibilitadas de ocupar el viejo trono de aquellas que cayeron en desgracia. El propio desarrollo excedentario del trabajo de la multitud, que imposibilita su completa acumulación, trastorna su completa representación electoral. En la Argentina: La “Honorable Cámara de Diputados” y la “Honorable Cámara de Senadores”, como se hacen llamar los representantes del Congreso Nacional, sus 255 diputados están fraccionados en 42 bloques. Y sobre 71 senadores hay 14 bloques. Mientras que, en la vapuleada Legislatura Porteña que no sirvió para nada para evitar la masacre de Cromañón; sobre 60 legisladores, hay 19 bloques. De los cuales, existen 15 bloques, que no superan los tres diputados cada uno. A nivel nacional y en la Capital Federal, queda de manifiesto, una clara demostración de la brutal crisis del poder del capital para representar, estatal y partidariamente, a la multitud.

Esta gigantesca transformación social de la que somos parte, esta mutación civilizatoria que involucra a todos; produce efectos instantáneos, movimientos subterráneos de largo alcance, obvias explosiones de rebeldía, y otras de consecuencias insospechadas que pueden terminar en revoluciones. Las victorias y derrotas de la multitud son permanentes, como las del propio capital. Acumulación de agravios, acontecimientos, rupturas, y procesos sociales de largo aliento, todo en uno. La multitud actúa en la epidermis social y subyacentemente en el novedoso imaginario en gestación. Sus nuevos significantes sociales radicales, se incuban, fuera de la mirada de los mass media y eclosiona en el territorio. Por momentos resulta incomprensible su dinámica intempestiva y demoledora y su proyección social de consecuencias impredecibles. En la era de la subsunción real del trabajo en el capital, de la inclusión del hacer en el mercado, de la sociedad productiva en la matrix; “la pax democrática” (como dominio consensual de los patrones sobre los trabajadores) es una “rara avis”, una especie exótica. Por eso, ante cada ajuste del torniquete para incrementar las ganancias empresarias y consolidar su dominio, detonan, conflictos múltiples en las diferentes fracciones de la multitud. Retiro de planes asistenciales, encarcelamiento de los luchadores sociales, negativa de aumentos salariales, peores condiciones laborales, confirmación de la impunidad de ayer de los genocidas con uniforme, y la actual inmunidad de los genocidas silenciosos del capital-parlamentario; todas estas afrentas contra la multitud, se transforma en una apuesta del capital de difícil concreción ante la antagonía del trabajo.

El poder, el estado, la política es una relación social, no una cosa. La coacción del poder sin hegemonía social sobre las masas, como puro dominio de la fuerza desnuda del capital por intermedio del estado, como manifestación excluyente del poder político contra la multitud, profundiza las grietas del suelo social; haciéndolo cada vez menos sólido.

Lo que caracteriza este tiempo histórico es la inestabilidad y lo antiteleológico del proceso de lucha. Como nunca en 20 años, los capitalistas no tienen comprada la historia. Por cierto que tampoco la multitud. Pero justamente, este incierto desenlace del movimiento humano en su conjunto, es lo que permite que lo aparentemente macizo del dominio capitalista se tambalee, y lo potente de la fuerza de trabajo se consolide como poder autónomo del capital.

Por supuesto que los conflictos no son lineales. Se están desarrollando al interior del magma de significancias sociales dominantes que intenta reabsorberlo, al mismo tiempo, que pujan por su independencia de todo lo conocido.

Si el poder está en el trabajo como vínculo social, entonces, la potencia del hacer es una fuerza política. La plusvalía nunca se realiza como ganancia privada dentro de las cuatro paredes de la empresa. No es un vínculo personal obrero-patrón. Por eso por más que se expropia, esta o aquella empresa, la que sigue comandando a la unidad okupada es la relación social capitalista que la trasciende. Aquellos que dicen lo contrario, que construyendo nuevos vínculos personales y grupales (sin un área social autónoma libre de estado, el mercado y la moneda) se están liberando del capitalismo; mienten o se autoengañan. La liberación del capital será social, como social es la moderna esclavitud al servicio del lucro empresario. De lo contrario, no habrá liberación de la especie humana de los parásitos capitalistas. La redención de la energía colectiva expropiada por los patrones precisa emanciparse socialmente para recuperar el dominio de su destino.

La política es una fuerza común creativa. La carne del trabajo es lo que produce y reproduce la vida social, lo que actualmente se entiende por economía política de las relaciones sociales capitalistas. En cambio, las redes universales autogestivas del común, aboliendo lo económico como ciencia y función diferenciada de la especie; ubica a lo social, lo económico y lo político como el origen, medio y fin de la multitud en permanente transformación. Una nueva relación social. Un poder constituyente perpetuo.

La tensión entre la división del trabajo y la forma de relacionar lo hecho con la mediación de la mercancía; es decir, el hacer de los trabajadores fracturado por el capital, una forma de vínculo que une separando; se enfrenta, a la antagonía del mundo del trabajo y a su propia unidad que aspira a separarse de la mediación de la mercancía que mantiene con vida el dominio del capital. Los patrones unen la sociedad dividiendo a los trabajadores, inversamente, los trabajadores se reencuentran separándose del lazo que le imponen los empresarios.

Si el capital no amplía la colaboración del intelecto general de masas como cerebro colectivo de la multitud perece. El desarrollo cooperante del general intellect es una fuerza valorizante del capital, pero también, es su potencial sepultura. Si no segmenta la unidad del trabajo inmaterial bajo la forma de la mercancía, como valor de cambio, y trabajo por dinero; el hacer como valor de uso tiende a unificarse bajo la cooperación, sin necesidad, de mediación alguna. Recobrando el puro uso sin valor, que beneficie el libre usufructo y consumo del trabajo de cada cual; según lo que necesite cada quien. Un hacer recíproco sin ninguna prestación monetaria a cambio. Fin del valor de cambio, del trabajo abstracto y de la mercancía. Fin de la comercialización, del capital como trabajo muerto y del estado. Reinado del valor de uso, del trabajo concreto, del libre beneficio sin la mediación de la mercancía dinero, recuperación de las máquinas como trabajo muerto acumulado puesto a disposición de toda la multitud, y un nuevo poder constituyente. Un mundo de redes autogestivas que unifica sin masificar. Que reúne sin uniformar. Que articula singularidad y comunidad, lo objetivo con lo subjetivo, lo económico con lo político como potencia de lo social.

Los asalariados y autoempleados que producen plusvalor y autovaloran el capital, respectivamente, en cada una de sus luchas parciales develan lo inútil del comando empresario. Ellas y ellos, son los creadores de la vida en sociedad. Ellos y ellas, son los que modifican la naturaleza con la energía que emite el trabajo como producto humano del hacer. En cada conflicto que se desarrolla con características asamblearias, horizontales, desde la desobediencia civil a las normas de los patrones, desde la acción directa de la toma de empresas y el espacio público; se exilian por un momento del dominio heterónomo, por lo tanto ajenos a ellos, del control parasitario del poder capitalista y estatal.

Entreabren una época futura, “kairológica”, una intersección de tiempo y espacio que: irrumpe e interrumpe, un presente monótono. Una dosis de ruptura, o “clinamen”, con el tiempo muerto del reloj capitalista. Mientras dura el conflicto los pasajeros de la cápsula del tiempo tienen un pie, en cada orilla, entre lo viejo y lo nuevo. Conquistan por unas horas, o días, una porción del paraíso terrenal. Detienen al dios Cronos y dan paso al dios Kairos. Espían cómo es el mas allá del capital y el trabajo por dinero. Conquistan un tiempo anticapitalista que se esfuma cuando se termina la lucha y se vuelve a la cincha del trabajo forzado. Un lapso de antagonía que deja un resto, un plus de autonomía y goce, que sedimenta en el cuerpo y la cabeza de cada trabajador y trabajadora; que saborearon comúnmente, mientras duró, la dignidad de ser una mujer y un hombre libre. Otean un futuro deseable, de igualdad y de opulencia, para todos y todas. Se unifican en la lucha sin desingularizarse. Se apropian del tiempo mientras los rodea un mar de mercancías-zanahorias de las que nunca gozarán bajo el capitalismo.

Argentina está nadando en riqueza mientras millones se ahogan de hambre: el PBI del 2004 creció otro nueve por ciento y el superávit fiscal fue de 17.000 millones de pesos. Se pagaron 10.600 millones de pesos entre capital e intereses de la deuda externa y otros 2.000 millones de intereses de los títulos que no están en default. El ahorro fiscal fue del 6,2 % del PBI, y el superávit del Banco de la Nación Argentina ha sido del orden de los 900 millones de pesos. El superávit comercial de 2004 es de 12.000 millones de dólares y la inversión creció un 35 por ciento.

:: La miseria es una enfermedad social creada por el capitalismo. El cara dura de Rodríguez Saá, que pregona que tiene el desempleo mas bajo del país; en realidad, tiene el guarismo más alto de toda la Argentina.

Al mismo tiempo, bajo la presidencia “K”, los desempleados están peor que con Duhalde. Ya se dieron de baja más de 600.000 planes Jefes y Jefas de Hogar. Y lo que viene es “el Plan Familia”, que busca hacer caer otro medio millón de planes Jefes y Jefas; y así desarticular, a las organizaciones sociales en lucha que bloquean con su autonomía la dependencia clintelística del estado de la fuerza de trabajo excedente. A cambio de miserables 25 pesos (unos 8 dólares) se pretende que las madres eduquen, curen y alimenten a cada hijo. Se busca acortar, a uno sólo de sus términos, la vieja frase del general Perón: “De casa al trabajo y del trabajo a casa”. En el caso de aquellos que no cobran un salario el planteo genocida del estado es claro: si no se hace trabajo social en los barrios no hace falta moverse de la casa. Hay que encerrarse y masticarse la bronca viendo como los hijos se sumergen en el analfabetismo, se enferman por desnutrición, y mueren por causas evitables.

La miseria es una enfermedad social creada por el capitalismo. Y en la era posfordista del desempleo estructural el estado colabora en eliminar, mas o menos lentamente, a los que sobran. Una provincia rica en recursos petroleros como Santa Cruz, la provincia que pingüino condujo por tres mandatos, amortigua el desempleo a costa de un 41 por ciento de empleo público. Entretanto el actual gobernador encarcela desocupados, que reclaman sólo ser, esclavos asalariados. El cara dura de Rodríguez Saá, que pregona que tiene el desempleo mas bajo del país; en realidad, tiene el guarismo más alto de toda la Argentina. La provincia puntana, sin planes sociales, tiene una desocupación que trepa del 3 al 26,9 por ciento. Según las últimas cifras completas aportadas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), sin planes asistenciales, estas son los valores del desempleo que le siguen a San Luis en orden decreciente: Concordia 25,9 %; Gran Rosario 22,7 %; Gran Tucumán con 22,2 %; Gran La Plata 22 %; Bahía Blanca 21,7 %; Gran Resistencia con 21,3 %; Corrientes 21 %; Formosa 20,7 por ciento; y La Rioja con 20 %. Esto se condice con el aumento, en un 110 por ciento, de las importaciones de bienes de capital en el último año. Que profundiza la excedencia de asalariados al ser reemplazados por el trabajo muerto de las máquinas. Se trabaja cada vez más, pero con menos empleados a sueldo. Se produce plusvalor de manera cada vez más social pero el producto del esfuerzo humano resulta apropiada por cada vez menos personas. No olvidemos compañeros, que el decil más rico de la población recibe 50 veces más que el decil más pobre.

Si una herencia ha dejado el 19 y 20 de 2001, es haber demostrado, a cada una y uno de sus protagonistas, la propia capacidad de autoorganización como sujeto singular y comunitario. Una voluntad autodeterminante, sin la intervención de nadie más que el motor de los propios deseos de aquellos que participaron en la primera insurrección de la multitud del nuevo siglo. Toda una fiesta democrática del individuo social, en medio de las balas de De la Rúa y del estado de excepción de Duhalde.

:: ¿cUÁL ES ENTONCES EL HILO ROJO QUE RECORRE A LAS DIFERENTES SUBJETIVIDADES EN EL MUNDO ENTERO?

Estas prácticas nacen de una nueva subjetividad, la misma subjetividad que conforma la sustancia que incrementa el valor del capital. La subjetividad que anima, da vida, a las máquinas. Un hacer humano que ceba de ganancias a la tecnología en manos de los patrones. Una subjetividad que comenzó siendo comprada por una relación social, cosificada y objetivada, que se presenta como dinero, y que no es más que el viejo trabajo acumulado que antes produjo el hacedor. Una subjetividad que termina plus-cosificada, plus-objetivada, en las cosas materiales y servicios como mercancía. Que transforma la subjetividad del trabajo en productos, y que por intermedio de la compraventa y las ganancias que se obtienen de la subjetividad objetivada, del trabajo concreto en trabajo abstracto, del valor de uso en valor de cambio, incrementa el capital y el dinero puesto en juego. Produciendo, en definitiva, un plusvalor, un plustrabajo y una plusvalía acumulable para los patrones. Una cadena social que cierra el ciclo expresándose, una y otra vez, como salario, dinero y capital, que compra objetivamente la autonomía del trabajo. Dicho de otro modo, como la potencia subjetiva de la multitud contra el poder objetivado de los empresarios, que los obliga a venderse, o morir de hambre. Como la antagonía social del trabajo contra la relación social capitalista, o lucha de clases.

Las nuevas prácticas autónomas de la multitud, sus victorias parciales, los aumentos salariales conquistados, el incremento del presupuesto estatal en beneficio de las mayorías, amplifican la nueva subjetividad. La multitud creadora comprueba su poder y le arranca conquistas al capital bajo las diferentes formas en que se manifiesta como nexo colectivo: sea como salario, sea como presupuesto estatal.

:: Pero bajo la secesión del estado vive la tensión entre: la república anticapitalista de la multitud y un país capitalista más, sólo formalmente, independiente.

Pero el capitalismo no es únicamente un lazo económico, sino una ligadura global y política que permita la producción, reproducción y circulación de mercancías como células que alimentan, regeneran; pero también indigesta, a la matrix capitalista. ¿Cuál es entonces el hilo rojo que recorre a las diferentes subjetividades en el mundo entero? ¿Que late de todo esto, en la subjetividad por su independencia de Moscú, del combate de las masas ucranianas? Lo que subyace en la multitud ucraniana es el principio de secesión, de separación, del trabajo del capital. La independencia de la multitud del estado como forma del capital. La autonomía del hacer contra el estado ucraniano pos-socialista.

Por supuesto que los capitalistas ucranianos, filo europeos, intentarán que este conato de independencia de clase se encause en la constitución, en el peor de los casos, de una Ucrania dividida en dos. Una Ucrania pro Rusa y otra pro europea. Dos ucranias, dos estados, dos variantes capitalistas. Por supuesto que ninguno de los dos candidatos en pugna busca la autonomía de la multitud. Pero bajo la secesión del estado vive la tensión entre: la república anticapitalista de la multitud y un país capitalista más, sólo formalmente, independiente. Algo parecido a lo que está pasando con el empresariado de Santa cruz de la Sierra, que busca oponerle a la autonomía de los pueblos originarios y al precariado, una autonomización del estado nacional boliviano para crear un nuevo estado en el oriente petrolero del altiplano.

El líder opositor a Moscú, Viktor Yushchenko, no era nada sin las masas acampando por semanas bajo el crudo invierno del hemisferio norte. Yushchenko resultó un rehén de una multitud que estaba al borde de asaltar el parlamento sino se respetaba su voluntad expresada en los comicios.

:: LA ALTERNANCIA ESTÁ BIEN VISTA EN LA ERA DEL IMPERIO, SIEMPRE Y CUANDO, LAS OPCIONES SEAN INOFENSIVAS PARA EL CAPITAL.

Es fácil para el poder sostener la religión del sufragio mientras sus candidatos ganan las elecciones. Pero el espectáculo electoral se está tornando incontrolable para el sistema representativo en su conjunto. Entre la abstención y las victorias de los candidatos no pautados para ganar, se está transformando en imprevisible, el acostumbrado y suave recambio de unas élites políticas por otras. Práctica que se daba normalmente en décadas pasadas. La alternancia está bien vista en la era del imperio, siempre y cuando, las opciones sean inofensivas para el capital.

Si en el 2000 en Estados Unidos, ganaba Al Gore, y el establishment esperaba que fuera George W. Bush, fraude y a la bolsa. Chávez llegaba en Venezuela a la presidencia por la vía electoral, pero como no respondió a pie juntillas a los intereses del imperio, complot de Washington, y Carmona al poder. Si no fuera por la movilización de las masas y los fusiles del ejército que no se pasaron en masa al golpe, estaríamos en plena campaña internacional contra la violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela, o en una guerra civil. El pueblo haitiano votó a Aristide, que no pudo disciplinar la insurrección de la multitud ante las promesas electorales incumplidas. No hay problema: Francia, Canadá y Norte América, raptan al presidente; lo mandan al Africa, invaden militarmente su territorio bajo el manto de la ONU y despliegan a los ejércitos lame botas de Brasil, Chile y Argentina. Y de la democracia electiva no hay noticia hasta nuevo aviso. Si en la India pierde el prospecto cobijado por los mercados, se da un golpe financiero y a otra cosa. Como el candidato del presidente ruso Vladimir Putin, Víctor Yanukovich, no triunfó, entonces se envenena al opositor. Si hubiera muerto por la conspiración de Moscú, adiós a la voluntad popular expresada en los comicios.

Todavía los representantes capitalistas, todos ellos, los aliados de la nueva oligarquía comandada por Vladimir Putin, y la nueva clase amiga de la Europa de los mercados; pueden reconducir la antagonía de la multitud por intermedio del estado de partidos. Pero si no quieren ver caer la ficción del sufragio, como soberanía popular delegada, necesitan respetar la democracia del voto que ellos tanto pregonan.

:: LOS CAMBIOS, AUNQUE POR MOMENTOS IMPERCEPTIBLES, SON PERMANENTES.

El menú es claro: Capital-parlamentario y estado de excepción. Estado de emergencia permanente y Capital-parlamentario, como guerra civil y global no declarada contra la multitud. Estado de guerra, o estado en guerra; y estado de paz, entrelazado, uno con otro, de manera indistinguible. El estado de excepción, como forma política provisoria que suspende el estado de derecho burgués para salvarlo, se transforma en la regla de funcionamiento del estado. Lo inusual ahora es cotidiano. La excepción es la norma. Lo anormal se hace normal. La emergencia se transforma en permanencia. Este es el menú del imperio. Sólo la multitud posee, a través del poder de su trabajo, de su autodeterminación y organización, la posibilidad de alumbrar una nueva civilización poscapitalista.

Un mundo donde quepan todos los mundos de la multitud, no está, en este mundo. Ya no alcanza con entender la realidad para después modificarla. Sino que tenemos que, a partir de este viejo mundo, hacerlo de nuevo. El planeta está puesto en entredicho. Los cambios, aunque por momentos imperceptibles, son permanentes. La división de naciones que forjó el desarrollo mercantil nunca fue estable. El mapamundi se ha modificado sustancialmente en los últimos 200 años. ¿O acaso la tierra era igual en el siglo XVIII antes de la revolución norteamericana y francesa, dónde ni siquiera existía este país que hoy llamamos la Argentina? ¿O en el siglo XIX, con los cambios producidos entre la derrota de Napoleón Bonaparte, la independencia de las colonias Latinoamericanas y la irrupción de la Comuna de París? ¿O en el siglo XX, después de la caída del imperio Austrohúngaro y la pérdida de hegemonía inglesa a manos de los norteamericanos, el nacimiento de la URSS y la revolución China? ¿O para no irnos tan lejos, después del final del Tercer Reich, la revolución cubana, vietnamita y nicaragüense, y la caída del muro de Berlín; todos, acontecimientos que se sucedieron en menos de cincuenta años? Ahora, en el siglo XXI, después de la batalla de Génova, la destrucción de las torres gemelas y la invasión a Afganistán e Irak, las juntas de buen gobierno zapatistas, la insurrección Argentina y boliviana, el golpe de estado fallido contra Chávez, la autonomía en Cabila y la revolución en marcha en Nepal que afronta una contrarrevolución; todo indica, que estamos en pleno clivaje civilizatorio, antropológico, económico, geográfico, político y social.

:: La crisis no se ubica exclusivamente en el capital como “cosa”, y en los patrones como enemigos de la multitud. Sino que, está en el propio comportamiento, imaginario y lenguaje impurificado por las relaciones sociales dominantes que involucra a los propios trabajadores.

El planeta tierra como hoy lo habitamos, con su actual división geográfica por países, está siendo reestructurada por una nueva regionalización. De resultas complementaria con una futura reunificación diferente a todas las conocidas. Este es el plan de las clases dominantes y sus agencias políticas. Hacer coincidir la concentración transnacional del poder empresario, distribuido funcionalmente como redes nacionales autovalorativas del capital, con nuevas instituciones imperiales en formación. Red y centralización, imperio y nación, multitud y estado, trabajo y capital, por el momento conviven. Pero son formas antagónicas para el desarrollo del intelecto general de masas como forma dominante de la producción inmaterial que alimenta al imperio, o que puede emanciparse sin rodeos de su control y dominio.

No están separados de manera tajante el trabajo y el capital. Si lo que valoriza al capital es la sustancia humana creativa, el trabajo como fuerza subjetiva, entonces, la crisis no está fuera de los cuerpos y las conciencias que alimentan al capital. La crisis no se ubica exclusivamente en el capital como cosa, y en los patrones como enemigos de la multitud. Sino que, está en el propio comportamiento, imaginario y lenguaje impurificado por las relaciones sociales dominantes que involucra a los propios trabajadores. La compraventa de los seres humanos como objetos, deriva en consecuencias ambivalentes. No sólo en prácticas contrapuestas, sino también identificatorias con los capitalistas. Algo así como: te odio, pero más detesto no poder ser como vos. Te aborrezco como patrón, pero más aborrezco no ser un patrón. Algo de eso hubo en una porción de las obreras y obreros de la cooperativa 18 de diciembre, ex- Brukman, que ante la lucha por la ley definitiva de expropiaciones impulsada por los obreros de Zanón dijeron que no marcharían con ellos. Sin mantener concientemente la esquizofrenia de caminar hacia el anticapitalismo mientras se produce bajo el dominio de las relaciones capitalistas (situación que no ocultan los compañeros de Zanón); sin este grado de lucidez, se termina tirando la toalla, y se sigue produciendo para el sistema bajo la misma esquizofrenia, pero reprimiendo, la toma de conciencia de la enfermedad social llamada capitalismo. El nuevo imaginario no se construye, únicamente, haciéndose de las máquinas que pertenecían al patrón. Por lo visto algunos obreros okupas, cuando se ponen a trabajar para el mercado, y renuncian lisa y llanamente al anticapitalismo, vuelven a reproducir, no sólo, su trabajo como mercancías tasadas en dinero y acumulables como capital, sino, que reproducen los comportamientos inherentes a la lógica sistémica de cualquier empresa capitalista. Por más que ganen todos por igual y se digan dueños de su destino, en realidad, retornan a una vida expropiada por el mercado capitalista.

Los medios masivos de (in)-comunicación dirigiéndose a ese tercio de la multitud con cierta capacidad consumista y orgullo de ser un esclavo rentable, con pretensiones de burgués, lo diría mas o menos así: “No pierda su tiempo en vencer a los capitalistas. Usted que está por encima de la línea de la pobreza, que respeta la ley, que vive de su digno trabajo; usted noble ciudadano, que vota y delega su destino en los que saben, aspire a ser, ¡usted también!, un envidiable empresario. Eso sí, ¡no desfallezca en el intento! No atienda a guerras y convulsiones, a devaluaciones y confiscaciones, muertos y presos políticos, a corrupciones y hambrunas. ¡Esmérese un poco más, que veinte años de democracia no es nada! Sólo es una cuestión de tiempo, bajar la cabeza y el lomo, un poco de fortuna, y mucha, pero mucha, paciencia y esfuerzo”.

El trabajo y su crisis, la disputa entre autonomía y heteronomía, entre la autodeterminación social y su apropiación por los empresarios; constituye una relación, que menos estable, es cualquier cosa. Creativa y confiscada, liberadora e intolerable, productiva y conflictiva, imaginativa y cosificante. Pero sobre todo, si algo hoy caracteriza al trabajo es su inestabilidad. La energía subjetiva y viva, inteligente y esforzada, física y mental, cooperante y competitiva del trabajo, es la contracara del imperio. El obrar bajo el capitalismo nos muestra su reverso despiadado: indigencia y desempleo, subconsumo y trabajo asalariado, conflagraciones y desolación, impunidad genocida y riquezas para una minoría. Un semblante siniestro, el otro lado, del bello rostro de la creatividad humana expropiada por el capital.

Las formas capitalistas del estado-nación resultan desgarradas por la autonomía cooperante de la multitud que constituye el revés de la trama del imperio. Esta doble dimensión, material y subjetiva entre el capital y el trabajo, no soporta por mucho más tiempo la actual división política del globo.

El trabajo hiperproductivo y tecnológico, fantasioso y afectivo, creativo y cognitivo, sin el dominio del capital, nos pone a las puertas del mayor grado de libertad y abundancia que conoció hasta el presente la humanidad. Por cierto, que son los propios patrones los que hacen buena parte de la tarea. Si el socialismo era la primera fase del comunismo, es decir, la abolición paulatina del trabajo asalariado, entonces, el posfordismo constituye la mismísima transición, la antesala del anticapitalismo. Si hacía falta una primera etapa para alumbrar la sociedad de hombres libres, esta labor la está efectuando el propio capital como contracara excedentaria del trabajo.

Un mundo poscapitalista es una demanda y una práctica de la propia multitud. Un mundo donde el trabajo excedente del capital, que no puede ser disciplinado directamente por el hambre y la guerra, no les deja más opción a los empresarios que, mientras no los pueda arrasar; tolerar las redes de autoconsumo y una reproducción simple del capital en su variante cooperativa. Formas de gestión social, que por otro lado, no constituyen nuevas relaciones sociales antagónicas y anticapitalistas. Sino que son variantes personales y grupales que no confrontan con la hegemonía de la ley del valor.

:: Pero la cooptación también tiene su reverso trágico para el trabajo. El paraguas del estado no es gratis. El supuesto manto protector no es más que un chaleco de fuerza. Lo que los gobiernos garantizan con la cooptación de los créditos para las apropiaciones hechas por la multitud, es impedir, el fin de las relaciones humanas tarifadas por plata.

Un capitalismo que, bajo un peligroso ejercicio de cooptación, se puede permitir la toma de cientos de empresas en Argentina sin estado obrero, y la okupación de miles de kilómetros de tierras en Brasil sin revolución campesina. El estado, coquetea con estas prácticas, mientras no sean un peligro inminente para las ganancias capitalistas. Pero la cooptación como ejercicio de dominio social, y no como la mera compra de este o aquel dirigente, también es binaria. La cara tenebrosa para los gobiernos de la reabsorción de las acciones autónomas, se dibuja, bajo el peligroso biorritmo desbordante de las expropiaciones impregnando al conjunto de las prácticas de la multitud. Que las okupaciones no solamente terminen con la explotación directa entre los protagonistas de estos laboratorios sociales en lucha, sino que, pongan en cuestión todo el sistema capitalista.

Pero la cooptación también tiene su reverso trágico para el trabajo. El paraguas del estado no es gratis. El supuesto manto protector no es más que un chaleco de fuerza. Lo que los gobiernos garantizan con la cooptación de los créditos para las apropiaciones hechas por la multitud, es impedir, el fin de las relaciones humanas tarifadas por plata. Que no se extirpe el mercado del territorio social. Que no se concluya con la explotación ampliada del hombre por el hombre. Expoliación que se sostiene en la compraventa como la manera expansiva del capital. Como forma de explotación social a gran escala.

Con sus respectivas características, en Ucrania, se está produciendo un ejercicio de autonomía de proporciones colectivas y potenciales consecuencias globales. Mientras tanto, el capital europeo, fogonea la insumisión de la multitud contra la nueva burguesía de Moscú; y conduce la fantasía capitalista independentista de una parte de los ucranianos que estiman que, separándose de Putin, por lo menos por un tiempo vivirán mejor. Entre resistencia y secesión juega sus naipes el capitalismo que no tendría problemas en permitir la división de Ucrania, como antes lo hizo con los Balcanes, si de esto depende que no se instituya la “res-pública” de la multitud que puede comenzar en Ucrania y no se sabe donde termina.

:: Si no hay una permanente ampliación de un área autónoma constituida por redes universales antimercantiles que provean todo lo necesario para la vida de la multitud, los islotes liberados en estado de resistencia, sean barrios, comunas y aún países, terminarán extendiendo el intercambio de su hacer en términos mercantiles.

Sin independencia posestatal y anticapitalista de la multitud ucraniana, la secesión y la constitución de las nuevas fronteras de una Ucrania dividida; puede terminar, en el mejor de los casos, como un territorio de producción, circulación y simple consumo entre sus habitantes. Logro para nada menor. Pero que, de no conectar su experiencia anticapitalista con otras diseminadas en el planeta, cuando busquen ampliar el intercambio con otros países capitalistas para conseguir aquello que no tienen y necesitan, caerán en la reproducción ampliada del capital. Si no hay una permanente ampliación de un área autónoma constituida por redes universales antimercantiles que provean todo lo necesario para la vida de la multitud, los islotes liberados en estado de resistencia, sean barrios, comunas y aún países, terminarán extendiendo el intercambio de su hacer en términos mercantiles. Recostándose en el caso de Ucrania, naturalmente, en la Unión Europa como el bloque económico mas próximo a sus fronteras.

Pero si bien la toma de una empresa y territorio no termina por abolir la plusvalía como argamasa colectiva del sistema mercantil, tampoco, una vinculación en red de diferentes territorios secesionistas, pero capitalistas, produce efectos anticapitalistas.

:: uNA NACIÓN DE NACIONES, UN PAÍS COMÚN COMPUESTO POR LOS TERRITORIOS SINGULARES EMANCIPADOS DEL CAPITALISMO. uN PAÍS RED. uN ÁREA PAÍS.

No provendrá de la reedición de ninguna nueva forma de socialismo, así sea posestatal y en red, la que termine con la expoliación de unos hombres y mujeres por otros. En todo caso un área autónoma global, otro mundo, una coordinación interplanetaria, una composición de nuevos territorios autodeterminados; para evitar retornar a los dominios mercantiles, precisan, fundar un universo pos-estatal, pos-nacional y pos-dinerario en cualquiera de sus formas. Sea capitalista o sea socialista.

Conformando una nación de naciones, un país común compuesto por los territorios singulares emancipados del capitalismo. Un país red. Un área país. Una zona común integrada por las porciones secesionistas de cada nación. En vez de una asociación de comercio libre, una asociación libre de comercio. Un área libre sin comercio. El fin de la nación, los países y el mundo, como hoy los conocemos.

Una tierra compuesta por unidades productivas cooperantes, retazos de barriadas, porciones de provincias, condados y regiones, y aún países completos que se separan del viejo mundo. Pero integrando todos juntos un territorio común como parte del nuevo mundo. El sureste mexicano con sus caracoles; el Alto Boliviano con sus quinientas juntas vecinales en las que está organizada una multitud de 800.000 mil habitantes; los miles de hectáreas okupadas en Brasil por el Movimiento de los Sin Tierra; las comunidades indígenas del Ecuador y Perú; las urbes argentinas donde las brazas del “Que se Vayan Todos” le quema la nuca a la clase política, las redes piqueteras de autoconsumo, las asambleas que resisten, y las 12.000 trabajadoras y trabajadores de empresas recuperadas argentinas; los laboratorios sociales del precariado en Inglaterra y España, Italia y Alemania; media Ucrania; las aldeas independientes de Argelia; las multitudes nigerianas y de Costa de Marfil que buscan recuperar sus recursos naturales; y el millón de menesterosos haitianos de la villa Cité-Soleil que están enfrentando la ocupación de la ONU. Estas y otras miles de prácticas invisibilizadas por los grandes medios, pero no por ello menos existentes, socavan al imperio y fundan el nuevo mundo de la multitud desde las propias entrañas del capital. Que es igual que decir, desde las propias entrañas del trabajo que lo sostiene pero que antagoniza con el capitalismo para independizarse de él y articularse mas allá de su dominio.

Esto no significa que no se combata por liberar todo el territorio nacional donde esté asentada cada experiencia donde se confronta contra el capital. Ni que no haya que concluir con el poder dominante. Ni que la autoorganización niegue la antagonía contra el capital, que por otro lado, no se podrá evitar porque ninguna clase dominante se suicida. Autonomía no es atomización ni autismo. Ni el éxodo del capital es la reedición posmoderna de la isla de Robinsón Crusoe. Tampoco significa que se desprecie la reivindicación por mejoras salariales y más presupuesto estatal en beneficio de la multitud, mientras el asalariamiento y el trabajo por dinero, sea la forma dominante del corsé social.

:: La resistencia se transforma en una suerte de asedio y éxodo. Asedio contra los intereses capitalistas y éxodo mas allá del capitalismo. Pero también al revés. Se resiste para retener y ampliar lo conquistado, mientras se produce el asedio del propio capital para demoler y cooptar cada experiencia de éxodo.

Cada una de las múltiples formas de la multitud tiene demandas singulares y comunes. No es lo mismo estar desempleado que ser un trabajador inmaterial de Telefónica. No es lo mismo ser un operario de una PyME que pelea por un mejor sueldo, que haberle ocupado la fábrica al patrón. No es lo mismo ser un repositor de supermercado que un diseñador de páginas web. No es lo mismo integrar una red de familias campesinas bajo el dominio del autoconsumo que ser empleados en el servicio de transporte. Ser un trabajador sexual que un operario automotriz. Trabajar el campo como obrero golondrina que un técnico de la industria del petróleo. Ser vendedor ambulante que docente. La composición técnica de cada variante laboral, asalariada o autoexplotada, ocupada y desocupada, que gana menos que la canasta de indigencia o más que la línea de la pobreza, depara diferentes tácticas de resistencia. Pero como la clase de la multitud se recompone permanentemente, como la lucha es constituyente a la clase, mas aún bajo los ciclos de crisis cada vez más periódicas del posfordismo; por consiguiente, todas las singularidades productivas y reproductivas del capital, son recomposiciones singulares y comunes del trabajo. Cada una de sus tácticas específicas, resultan absolutamente compatibles con una misma estrategia de emancipación social.

Todas y cada una de las luchas resultan valiosas y necesarias. La particularidad de cada una de ellas, debe servir, para potenciar lo común que la multitud tiene como clase. El desprecio a ser los esclavos modernos de otros hombres, la conquista de la más plena libertad, el amor por la igualdad humana expresado como la ontológica diferencia de cada persona, y la autosoberanía del trabajo que no precisa de ninguna mediación estatal y mercantil para autogobernarse. Lo común en lo singular y lo singular en lo común. La democracia de la multitud como proyecto posible y concreto.

La resistencia se transforma en una suerte de asedio y éxodo. Asedio contra los intereses capitalistas y éxodo mas allá del capitalismo. Pero también al revés. Se resiste para retener y ampliar lo conquistado, mientras se produce el asedio del propio capital para demoler y cooptar cada experiencia de éxodo.

El asedio es mutuo entre el trabajo y el capital. Como bifronte y recíproca es la relación social antagónica que constituye el imperio. El capital combate cada expresión de emancipación social por más pequeña que sea. Al mismo tiempo que, cada una de ellas, entrelazándose con otras que actúan fuera de sus fronteras geográficas se autodefienden mutuamente del enemigo común: Los empresarios y sus estados. Y todos los dispositivos del imperio: las burocracias sindicales, las ONG´s sistémicas, las personalidades que viven a costa de los que luchan, los movimientos sociales meramente reformistas, los saboteadores de la contrainformación, las nomenclaturas religiosas, los comunicadores de los mass media, los partidos del sistema en cualesquiera de sus variantes, los policías, jueces y militares.

Una red de redes comunitaria y antimercantil. Una red sin nodo central ni núcleo rector. Una bandada que desquicie todos los aparatos de captura de la insumisión. Que impida que las fuerzas del orden puedan concentrar su maquinaria bélica en un solo punto. Una resistencia que se defiende expandiéndose, y no acantonándose, en ningún baluarte particular. Donde cada unidad bioproductiva y cultural de trabajo humano liberado, cuente con los recursos naturales, tecnológicos y de infraestructura de todo tipo, en cada una de sus latitudes.

Para todos, todo. Donde cada individuo social entienda que lo propio es fruto de lo común, y el fruto de lo común es propio. Que lo de todos es producto del esfuerzo de cada uno. Y lo de cada uno resulta una realización de todos. Donde la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y distribución, no impide, el respeto de la propiedad personal obtenida por el esfuerzo individual como parte de un trabajo colectivo. Donde persona, grupo y colectividad, no se superponen, ni se homologan; sino que se complementan y diferencian. Este es un nuevo mundo de singularidades. Una identidad geográfica y social, compuesta, por múltiples identidades sociales y geográficas. Un mundo de los comunes donde quepa cada uno de los nuevos mundos singulares.


https://clajadep.lahaine.org