Los campesinos de El Carmen se cansaron del acoso y de generaciones de abandono
El aguacero que cayó el lunes sobre la trocha por la que habitualmente bajan los aguacates, no impidió que los campesinos pudieran llegar a la plaza principal del municipio de El Carmen de Bolívar, rodeados por un aura de susto provocado en la población y más allá de los Montes de María.
En los días previos, la inminente protesta de los sembradores había generado una confusión entre los pobladores del casco urbano, que decidieron por cuenta propia cerrar el comercio, dejar de dar clases y refugiarse en sus casas «por si algo pasaba».
Sin embargo el lunes llegó, bajaron los campesinos y no pasó nada. Cuentan que la marcha no estaba tan nutrida como se pensaba, pero la cantidad de hombres con sus mujeres niños y ancianos, eran signo inequívoco que la cosa iba en serio.
«La Policía no nos dejaba pasar porque creían que traíamos a la guerrilla infiltrada», cuenta uno de los labriegos con acento carmero y con el sentimiento de bronca histórica que le ha dejado generaciones de abandono estatal.
Sin embargo, una vez hicieron saber que se trataba de una protesta pacífica, consiguieron que los antimotines les despejaran el camino y les permitieran apostarse en la plaza principal del pueblo que a esas horas ya no tenía un solo vendedor de tinto y desde entonces no se han movido un solo centímetro.
Dicen que tienen fuerza para quedarse un mes entero y que si de aquí a ese tiempo no les han resuelto sus peticiones, están en capacidad de organizar una marcha de mayores proporciones e irse de forma pacífica por la carretera Troncal de Occidente hasta llegar a Cartagena.
DESPENSA AGRÍCOLA
Ellos no saben hacer nada distinto a cultivar. Jesús Moreno Villalba, Personero del pueblo dice que El Carmen de Bolívar es la despensa agrícola de toda la región y gran parte de la Costa Caribe.
De la zona de la montaña (como llaman a los territorios intrincados loma arriba), bajan cultivos de aguacate, yuca, ñame, plátano, arroz, y algunas frutas que florecen en tierras generosas que han servido de sustento al Carmen por generaciones enteras.
Moreno Villalba dice que esa es la razón por la que el carreteable es el pulmón del pueblo y que si los campesinos tuvieran una buena carretera, muchos de los problemas que hoy en día padecen podrían desaparecer o al menos disminuirse.
Los campesinos aglomerados en la plaza señalan que esa es la principal petición que están haciendo. «Una carga de 200 aguacates puede ser comprada en 20 mil pesos. De esos, 10 mil se quedan en el transporte y además hay que pagar a los alcanzadores. Los transportadores tienen razón, nosotros ya no tenemos trocha sino un camino de herradura», aseguran indignados.
Se calcula que cerca de 7.000 campesinos viven de los cultivos que se dan en la zona de la montaña. Además de los cultivadores, alcanzadores, arriadores, mochileros y demás trabajadores, se benefician de esa economía que se mueve en la zona.
El Personero afirma que se estima que por el cultivo del aguacate del Carmen se estarían moviendo unos 25.000 millones de pesos al año, pero de todo ese dinero la tajada más pequeña es la que le queda al campesino. «Casi todo se queda en intermediarios», dice.
LA PLAZA DE LOS LABRIEGOS
Por eso los campesinos dicen que no cederán en sus pretensiones. La plaza la han cercado con cordeles de amarrar cajas, tienen instaladas ollas comunitarias y hacen sus necesidades como pueden.
Aunque la protesta es pacífica, ellos mismos se han encargado de auto proveerse seguridad con bastones de mando hechos de troncos de árboles que han repartido entre los más jóvenes «para que no se meta gente rara».
El lugar lo han fraccionado organizadamente por veredas y es así como los marchantes de corregimientos como Lázaro, La Cansona, San Carlos, Bajo Grande, Tierra Grata y otros, están ubicados en zonas determinadas del parque.
Del sitio no sale nadie sin permiso y les calculan el tiempo que se demoran en ir a buscar provisiones del monte, especialmente queso, aguacate y carnes de res y cerdo que asan en improvisadas parrilllas.
Mientras están en la manifestación, algunos aseguran que dejaron los ranchos solos con los animales, pero otros confiesan que todavía existen muchos campesinos que no se animaron a bajar, pero que también apoyan la lucha que han emprendido.
Aunque aseguran una y otra vez que se trata de una manifestación pacífica de resistencia civil en busca de reivindicaciones sociales, el tema del conflicto y la estigmatización que se hace de ellos relacionándolos con grupos al margen de la ley, no lo pueden evitar.
«Arriba nos acosan los guerrilleros y los paracos y abajo el Ejército y la Policía», asegura otro de los campesinos, que al igual que los otros prefirió guardar reserva de su identidad.
Se sienten aislados en sus veredas a las que les restringen la entrada de elementos básicos para sobrevivir, en aras de evitar que los grupos ilegales que operan en la región puedan aprovisionarse.
«Si llevamos leche en latas, nos las hacen sacar y echarlas en bolsas, no nos dejan pasar alambres de púas ni grapas ni zinc ni mucho menos algunos abonos e insumos para los cultivos, porque dicen que la guerrilla hace explosivos con eso», denuncian.
A toda esta situación se suma el hecho de que las escuelas de las veredas están casi abandonadas, los profesores los nombran a mitad de año y afirman que los niños se están muriendo de lesmaniasis y otras enfermedades porque hace tiempo que no se ven brigadas médicas subir a la zona.
Por eso dicen que se han cansado. Algunos de los consultados señalan que la situación se agravó desde que fue creada la Zona de Rehabilitación y Consolidación a principios de la administración del Presidente Alvaro Uribe.
Desde entonces se sienten maltratados por los actores armados y por eso con pintura de aerosol en el centro de la plaza donde están concentrados, un letrero lo resume todo: «no queremos guerrilla ni paramilitares ni ejército ni corruptos. Atte. campesinos de la zona de la montaña».