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Notas sobre El Socialismo que Viene, de Rigoberto Lanz

29.06.05

Con mucha honra hemos recibido de nuestro amigo Robinson Salazar desde México un enjundioso texto del intelectual de Venezuela Rigoberto Lanz, con la instigación a reflexionar e intercambiar opiniones. Si Robinson lo propone, creemos que vale la pena intentarlo, más porque lo pide un amigo que por el propio texto, sin disminuir su valor de antemano en absoluto, sino más bien valorizando un poco más la amistad y el respeto entre colegas que estamos en el mismo barco, el barco de la resistencia continental.

En primer lugar, creo que no nos corresponde a nosotros, los que hemos recibido el texto, mantenerlo en el reducido espacio en que nos comunicamos, aunque como personas estemos cada uno inmersos en las más variadas actividades. Nos parece pertinente que sea conversado por más personas y en especial por los protagonistas de las nuevas realidades continentales, los movimientos y comunidades autónomas, cuya palabra circula abiertamente en algunos casos, como los zapatistas, y más restringida, como el caso de localidades sin acceso a las redes internacionales de intercambio como la internet.

Por eso hacemos amplia difusión de estas reflexiones, con la expectativa de que sean tomadas y manoseadas por muchos, no para llegar a conclusiones, sino especialmente para que sirva a los más disímiles pensamientos libertarios y autónomos para su profundización conceptual, pues, a nuestro entender, ha terminado la época de la idea común, el proyecto de todos, para abrirse camino a los más variados proyectos de autoorganización, autonomía, relaciones sociales y resistencia, en la idea de un mundo donde quepan muchos mundos.

Por lo anterior nos parece que no se trataría de anular posturas divergentes de los caminos por donde anda la palabra, sino más bien de encontrar elementos de la experiencia que permitan contribuir a otras nuevas que están surgiendo y otras que surgirán.

Veamos, pues, el texto propuesto y anotemos algunos comentarios:

Dice Robinson:
Estimados colegas:
Rigoberto propone este texto para intercambiar ideas y premisas teóricas acerca del tema. Los acontecimientos que se presentan en América Latina nos invitan a reflexionar e intercambiar opiniones, hagámoslo.
Un abrazo y gracias
Robinson Salazar
Director de www.insumisos.com

Comentamos:
Estimado Robinson:
Gracias por la invitación al intercambio. Propongo que intervengan también las voces de la resistencia de las comunidades, para lo cual traeré a colación algunas notas compiladas de declaraciones y actividades de varias regiones, cuestión que estoy seguro será tomada con el mayor aprecio por parte de los colegas que han recibido la instigación, en especial el autor de las notas que nos enviaste, así nos evitamos el mantener el intercambio en un espacio intelectual y ponemos los pies en la tierra, en el barro, en las selvas y demás. Si alguna de esas experiencias se plantea intervenir con sus ideas y la reflexión de sus prácticas, habremos conseguido un objetivo más allá de nuestras posibilidades y capacidades.

Antes de comenzar a meter el bisturí en el texto, me gustaría abordar lo siguiente:

Creo que hay muchas modalidades de iniciar una mirada hacia lo social y lo histórico, entendiendo ambos como un todo de difícil separación funcional. Esas miradas tienen generalmente una carga ideológica y paradigmática, es decir, son prisioneras a priori, ya que es complejo posar la vista en la realidad con total abstracción del marco cultural a que estamos acostumbrados y al que a veces nos sometemos aceptándolo sin más, o después de largas experiencias que asientan ciertos puntos de vista inamovibles. Por eso creo prudente que el tipo de mirada sea lo más semejante a los tipos de transformaciones que se operan en nuestro entorno, es decir, a modificaciones situacionales deberían corresponder modificaciones interpretativas también, pues lo uno no debería desprenderse de lo otro. O sea, no creo mucho en que una manera de entender el mundo se mantenga por 200 años, sino que debe ir cambiando, a menos que entendamos por “cambio” solamente algunas modificaciones estatales. La lucha por el estado ha estancado el análisis y lo ha circunscrito a la finalidad, es decir, hacemos interpretaciones subordinadas a lo escatológico, priorizamos las que nos ayuden a llegar a una meta trazada de antemano, con lo que imponemos un punto de vista aún a nosotros mismos, con lo que debo decirte que estaríamos reproduciendo las condiciones sistémicas de operación epistemológica. Más aún si los sujetos de la interpretación, tradicionalmente un intelectual colectivo o un destacado teórico, se sobreponen al sujeto social aspirando a dirigirlo o condicionarlo a determinados esquemas derivados del objetivo que nos proponemos. No otra cosa procura el Forro Social de Porto Alegre, triste respuesta de una izquierda desplazada de espacios de poder por el neoliberalismo y desplazada de la voluntad de la resistencia autónoma de los pueblos en su lucha que ya no es más por el control de los estados. Notables son los esfuerzos de partidos y movimientos por atraer las movilizaciones hacia las batallas institucionales que permitirán la disputa de los gobiernos, como han sido los casos de Brasil, Argentina, Uruguay y ahora Bolivia.

Nuevos sujetos sociales vienen de muchas partes con su cosmovisión y capacidades interpretativas partiendo de sus territorios, de su propio mundo, de sus sensibilidades, nuevas construcciones conceptuales vienen dejando atrás los más adelantados pensamientos sistematizados por europeos, sean ellos de la talla de Negri, Castoriadis, Foucault, Bordieu, etc. autores sin duda, junto a muchos otros más anteriores, desde Rousseau y Spinoza, hasta Marx y Bakunin, que fueron construyendo un saber a partir del centro del imperio de aquellas épocas, imperio que se encargó de aplastar, sin conseguirlo completamente, nuestros saberes que hoy emergen por todos lados enriqueciendo las reflexiones destinadas a materializar el sueño de la sociedad sin clases, la recuperación de la vida comunitaria, el comunismo. Algunos nacidos en estas tierras, en especial Mariátegui y Guevara, comprendieron que no era posible asumir sin más las ideas provenientes de Europa, por más críticas que fueran, pues no se correspondían con nuestra realidad. Nacía el llamado socialismo latinoamericano, ambos fueron precursores y visionarios condicionados por las realidades y cultura de sus respectivas épocas, cuestión que hoy no es posible continuar, dado que los sujetos sociales se está reestructurando, como el ave Fénix, se levantan de las cenizas y abren sus alas. La crisis de la estructura tradicional del capital ha arrojado a millones a la marginalidad y para ello ningún europeo ofrece la más mínima posibilidad de respuesta.

Los actuales nietos de los invasores han quedado abandonados a su suerte: o se asumen como castas dominantes reproduciendo los estados traídos por los genocidas o se hacen una introspección del tipo ¿Quién soy? ¿Qué hago en el mundo? En busca de la identidad perdida. La cultura europea, en sus dos variantes nos dice que somos un estado, una nación, una patria, lo que resulta aberrante, por el otro lado nos dice que somos clase, pertenecemos a la ideología del proletariado. Así los asesinos no sólo nos trajeron las relaciones capitalistas, sino con ello a sus críticos que vinieron aquí a seguir luchando contra la extensión de los tentáculos de sus patrones, los pretendidos eslabones débiles de la cadena. No es desconocida la historia de la resistencia de los pueblos en todo el planeta, lo que sucede es que se esconde, en especial que los esclavos secuestrados de sus comunidades se aliaban a los pueblos dominados en los territorios nichos de los poderosos, cuestión que ellos aprendieron antes que nosotros y se encargaron de apoyar las bases analíticas y prácticas de la subordinación, desarrollando entre otras modalidades, la del racismo, cuya unidad de color de piel permitía evadir la identidad del oprimido.

No, compañeros. No reconozco a los nietos de los asesinos, nietos. entre los cuales me incluyo, ningún derecho a seguir manteniendo las instituciones de poder instauradas por los conquistadores a sangre y fuego de nuestra región, lo que no quiere decir que opero con el idealismo primitivista, pues es bien sabido que la estructura de clases estaba presente en varias comunidades regionales, no siendo ella la que reivindican hoy los pueblos y naciones anteriores, sino los ayllus y el sistema de relaciones fraternas de solidaridad grupal, lo que no es más que la reivindicación del comunismo o la anarquía, sinonimia de necesario uso común aunque conceptualización también europea (no por otro motivo no es utilizada por las comunidades).

Diferente es el caso del campesinado o de la población de la periferia de las ciudades del continente, en su mayoría descendientes de los enviados de Malinche, aún sabiendo que en varias de ellas la mayoría son hijos de esta tierra. Ser hijos de la tierra, de la Pacha Mapu, implica una relación mutua, inexistente en nuestro caso. No nos hemos ganado el derecho de serlo. Vivimos obsesionados por la administración de la res pública, por la reproducción de las instancias del poder. Sin embargo en muchos lugares algo nuevo viene en camino. Los MTDs y asambleas autónomos de los territorios controlados por el estado argentino son un buen ejemplo de ello, no porque su accionar de democracia directa se parezca a la praxis de muchas comunidades y naciones originarias, sino porque desde su situación se vuelcan hacia adentro y hacia fuera en una experiencia extraordinaria de autoformación como sujetos protagonistas de su vida articulados, o en proceso de articulación, por el nacimiento de nuevas relaciones de una sociabilidad del nosotros. En muchas partes se intenta reproducir la experiencia zapatista o la asamblearia, con diferentes resultados, relativos éxitos y desencantos, mientras las orgánicas autoritarias horadan obsesivamente para reclutar la población cautiva necesaria como base convencional de su rol de administradores públicos.

Es aquí, en la marginalidad que se autoorganiza y se levanta en el continente de Abbya Yala, donde es posible aprender como reordenar lo social desde el margen. No sólo debemos extraer lecciones de los golpes y fracasos, sino especialmente de los logros y avances. Algunos piensan que se avanza con el control del aparato del estado y reintentan materializar experiencias parecidas a las redes estatales del ex campo socialista, cuyo eje seguía siendo la administración del capital y la reproducción de todo tipo de estructuras verticales formadoras de la personalidad y los valores.

Hemos creído que la formación de valores podía trascender la vivencia dentro de las estructuras para controlarlas y superarlas. De allí las revoluciones culturales que dieron lo que dieron: el vacío total. Cualquier filosofía elemental arriba fácilmente a la conclusión de que no es posible separar el contenido de la forma. Sólo la racionalidad estricta puede convencernos de ello a fuerza de repetición y argumentación, con lo que profundizamos la formación del sujeto pasivo, no creativo, dirigido, no autónomo. Los valores se asientan en prácticas, de otro modo son volátiles y continúan aferrándose al mundo experimental que les rodea. No es ya más posible la circulación de valores basados en la intersubjetividad, en el intercambio racional o discursivo, sino que ellos deben radicarse en vivencias comunitarias, donde los niños puedan escuchar lo que se les dice y ver con sus propios ojos, pues de nada les sirven los discursos de gente adulta que practica el autoritarismo hogareño, la distancia hacia los otros y la obsesión por comprar o consumir, y menos luego ser enviados a la escuela donde aprenderán aún más a competir y superar a los demás, o a ser eternos perdedores, por mucho que los profesores les introduzcan ciertos conceptos. La idea de que llegaremos, nosotros o nuestros nietos, a la sociedad sin clases, se ha transformado en lo mismo que la conquista del cielo después de la muerte. No hay concientización que valga y menos cuando lo que nos rodea no se parece en nada a lo que se dice. Ello es suplido por la compulsión revolucionaria, al igual que los tipos de iglesias cuyos pastores saltan y gesticulan en las plazas asustando a los incautos con los demonios y las penas del infierno. La compulsión y el fervor son el extremo opuesto de la racionalidad estricta, pero entre ambos está el terreno fértil de la sensibilidad y el trabajo en conjunto. Ni el cielo ni el estado ni el mercado aceptan grupos de nosotros, solamente individualidades, rara casualidad, o a lo más organizaciones verticales y piramidales.

Valga la extensión, pues para iniciar una reflexión del calibre a que se nos convoca, es prudente adentrarse en la médula y aún más allá, despojarnos de nuestras corazas intelectuales para abrir los poros al viento, al agua que corre y al olor de la tierra, volver a la raíz, descubrir que estamos parados en la nada mientras las multitudes rugen expresando su potencia, mientras las comunidades luchan por su autonomía, mientras en los barrios y campos crece la autoorganización social, que es allí y sólo allí que podremos reinterpretar el mundo.

Veamos el texto propuesto:

EL SOCIALISMO QUE VIENE
Rigoberto Lanz

Borrón y cuenta nueva

Nadie parte de cero cuando emprende cualquier tarea intelectual. Menos aún si se trata del mundo de lo político donde el hombre lleva siglos ensayando caminos para encarar aquella clásica pregunta: “¿Podremos vivir juntos?”. Obligado es reconocer que arrastramos todo tipo de herencias teóricas: las buenas y las insufribles, las que asumimos concientemente y las que nos dominan en silencio. Eso vale para todos los ámbitos del pensamiento. También para este debate sobre el socialismo. Como ya hemos comentado en artículos precedentes, las corrientes socialistas en el mundo son variadísimas, las experiencias que ostentan este calificativo igualmente diversas. No hay pues chance alguno de colocarse en algún lugar privilegiado y sentenciar en nombre de “el” socialismo. No hubo tal cosa en el pasado, no la hay en estos días y menos la habrá en un futuro imaginable.
Aparece así más que justificado que cada socialismo se identifique con su respectivo apellido, desde el “socialismo utópico” de siglos anteriores, pasando por el “socialismo democrático” y sus variantes, hasta llegar a las búsqueda actuales con denominaciones transitorias como “socialismo del siglo XXI”, “socialismo de mercado” o “socialismo posmoderno”, entre otros perfiles que caben en la agenda que se discute en la actualidad. No se trata de ejercitar el ingenio en un laboratorio publicitario para atinar con un nombre simpático. El empeño debe más bien colocarse en otro lado: en la caracterización de los vectores sustantivos que definen los contenidos de las relaciones sociales, de las prácticas en todos los terrenos, de las lógicas de sentido que van a expresarse en los tejidos intersubjetivos de la gente de carne y hueso. Es allí donde se juega lo que es una sociedad (no importa como se llame). Es en la racionalidad de las prácticas (políticas, económicas, culturales, etc.) donde se afincan los contenidos que caracterizan a una sociedad concreta. Es en la médula de las relaciones sociales donde se condensa la naturaleza de un modo de producir la vida en sociedad.

Comentamos:
Discrepamos de que la médula de las relaciones sociales nuevas tengan un carácter racional e intersubjetivo, así como discrepamos de la acción comunicativa de Habermas. No es el acuerdo ni la convención la que promueve o estimula las aproximaciones, sino la vida en común, vida que implica el contacto de los cuerpos, las miradas y las acciones para transitar de los muchos “yo” al nosotros, y desde allí emergen nuevas visiones del mundo y de las personas que nos rodean, de otro modo no estaríamos más que alimentando la vieja racionalidad instrumental que orienta las conductas. Volvemos a Hobbes y Spinoza, buscamos las raíces del pensamiento en la historicidad cultural, es decir, el continuum de una racionalidad que determina los andares como antes lo hacía la divinidad, la subordinación al capitalismo, la planificación de la organización social para ajustarla al mercado, aún sea con perspectivas de cambio en tanto modalidades de transición.

Habría que definir si esos socialismo de que hablamos son aquella idea de la fase anterior al comunismo, pues algunos dicen que no y otros que si. También habría que definir si nos referimos a un tipo de estado o a una manera de organización comunitaria. Veamos, pues:

Sigue el texto:
Es justamente en ese terreno donde el pensamiento socialista de tipo soviético fracasó estrepitosamente. Es en ese ámbito esencial donde la experiencia stalinista (la más aberrante expresión del socialismo burocrático) trastocó todo el ideario revolucionario que había sido acumulado en las costosas experiencias del pensamiento libertario, de los movimientos radicales que desfilaron en todo el mundo durante los últimos siglos. El debate que hoy se libra está obligado a hacerse cargo de las lecciones que arroja esta pesadilla. No hay manera de contorsionar este pedazo de la historia haciéndose el distraído con sus terribles consecuencias en el terreno teórico o en la dimensión ético-política. Por ello nuestra insistencia en la necesidad de transitar el camino de un ajuste de cuentas con esta experiencia, de valorar justamente los patrimonios intelectuales que nos han legado las luchas de los pueblos, de ejercer una crítica consistente de las barbaridades con las que se pensó y actuó en este trayecto. Este no puede ser un ejercicio terapéutico para tranquilizar la conciencia; tampoco el taparrabos con el que una izquierda perezosa intenta demarcarse de un pasado poco glorioso. Se trata más bien de un talante intelectual que asume el reto de comprender las causas profundas de los desastres del socialismo stalinista. Precisamente por ello una postura de este tono se coloca en posibilidades reales de mirar hacia adelante “ligeros de equipaje”, sin la rémora de un pensamiento reaccionario que hablaba en nombre de la “revolución”, sin la pesada factura de aparatos políticos (la inmensa mayoría de partidos comunistas y similares) que no han sobrevivido al trauma de medio siglo de estafas “socialistas” cuando en verdad estaban construyendo un remedo chimbo de capitalismo de Estado (eso sí, con una dosis de autoritarismo y verticalidad propios de los despotismos más deleznables). El colmo sería que los planteamientos políticos que hoy circulan en este debate ignoraran estas graves implicaciones. Demasiado ingenuo sería creer que aquella mentalidad sólo existía en la extinta Unión Soviética. Muy cándido sería la creencia de un “socialismo del siglo XXI” liderizado por algún “Comité Central” de estos partidos hurásicos que sobreviven todavía, basado en la ideología de algún manual desempolvado y bajo el paraguas geopolítico de estos adefesios internacionales que deberían servir más bien como vitrinas de lo que nunca debió ocurrir.

Comentamos:
No creo que tengamos que delimitar el fallo del capitalismo de estado a la aberración stalinista, pues pienso que Lenin, en El Estado y la Revolución y en el ¿Qué Hacer? sentó las bases de lo que vendría, además que Stalin, falto de programa, asumió el ideario de Trosky para dirigir aquel estado. Lenin avaló y ordenó el aniquilamiento de los soviets autónomos, anarquistas o no, con lo que dio la forma vertical y totalitaria al nuevo estado. El texto de El Estado y La Revolución de Lenin se basa, según él, en los escritos de Marx sobre la Comuna de París, lo que no es cierto, pues sus principales acotaciones las hace sobre la base de la introducción de Engels al libro de La Guerra Civil en Francia, dejando de lado una serie de reflexiones realizadas por Marx en el último capítulo, reflexiones que permiten una variedad de interpretaciones, obviamente, si pensamos en que todo texto de un autor debe ser trabajado de esa manera y no como receta, otro error de Lenin que introdujo la idea de la guía para la acción, el manual. Sin negar la capacidad organizativa de Lenin, no creo que sea eso una virtud, pues también la tenían Rommel y Patton, por lo que parece prudente analizar los objetivos y el resultado alcanzado antes que la genialidad de un conductor.

Sigue el texto:
Queda claro pues que nunca partimos de cero en estos menesteres pero más claro aún ha de quedar que se arrastra una pesada herencia en el pensamiento y la experiencia llamadas “socialista” que es preciso colocar en su lugar. Alguien podrá argumentar con alguna razón que no todo fue negativo en este penoso trayecto. En efecto, muchos aportes teóricos quedaron por allí machacados por el implacable ejercicio del poder de los aparatos. Esos aportes han de ser reivindicados críticamente para repensar hoy un horizonte nuevo de la idea de revolución. Pero este justo reconocimiento no puede servir de coartada para encubrir la barbarie stalinista. Bienvenida la recuperación teórica e histórica de las mejores prácticas de las luchas revolucionarias en todo el mundo. Pero ninguna concesión a esta enfermedad del espíritu que ha sido el “marxismo soviético” (y todas sus variantes en América Latina y en Venezuela).

Comentamos:
Me merece dudas tener que marcar el énfasis en la superación conceptual del marxismo soviético. No me parece que tengamos que cobrar cuentas teóricas antes de, o junto a, las definiciones de la acción. En realidad no necesitamos de definiciones para la continuidad de los procesos que vienen en camino, pues ellos las están haciendo con su práctica, aunque algunas de ellas están en fase de sistematización, por ejemplo, los escritos de Holloway, reflexiones bastante atinadas derivadas de la experiencia zapatista, de la cual, así como de otras, pueden extraerse muchas lecciones. Los escritos del sup son otra fuente inagotable de instigaciones diversas, así como los análisis y textos del Colectivo Situaciones o del Nuevo Proyecto Histórico de Argentina, los textos de Álvaro García y de Óscar Olivera de Bolivia, los comunicados de comunidades originarias en Colombia y de la Coordinadora del Gas de Bolivia. El acompañamiento y análisis de esas y otras experiencias permite sacar a luz muchos elementos para la discusión. Veremos algunos al final del texto.

Vamos a ser claros en este punto: las reflexiones de los autores, aún de los que intercambiamos por esta vía, son meras interpretaciones, tan válidas como otras. Ninguna puede arrogarse el criterio de “la interpretación”, lo que me parece debería ser un marco necesario para el cruce de ideas. Algún autor puede tener más seguidores que otros, lo que tampoco es bueno, y otros pueden usar más la lógica argumentativa y el ordenamiento secuencial de sus ideas, lo que es menos bueno aún, pues no deberían ser esos los criterios para intercambiar, pues no se trata de ajustes lógicos, mi lógica con la del autor, sino de penetrar la mirada en las situaciones concretas. Así, nuestra mirada debería ser más seguidora de los procesos que armadora de conceptos. La búsqueda de conceptos aceptables no es más que la reiteración de la vieja práctica de influir o conducir, de encontrar los puntos de identificación, esto es, la homogenización del pensamiento o la justificación de determinadas prácticas.

Sigue el autor:
Piezas para armar

¿Cuáles pueden ser las anclas teóricas de una nueva visión del socialismo? ¿Desde dónde nutrir un contenido que tenga a la vez una consistencia epistemológica y una fuerza política subversiva?

Comentamos:
Habrá que dilucidar la importancia de ese nombre, socialismo, lo que sin duda será hecho por la propia experiencia, por lo que no me parece prudente partir de allí, o sea, no debería ser un punto de vista conceptual el que oriente los caminos, pues no hay un referente, de modo que el análisis, a mi entender, debería apuntar más a la caracterización de lo que hay que a lo que queremos. Huyamos de la teleología de la racionalidad, asumamos el canto del poeta: no hay camino, se hace al andar.
Particularmente no estaría por diseñar un ancla teórica, sino por hacernos carne de lo que está en camino, intentando hacer lo nuestro en el entorno, más aprendiendo que enseñando, retomando raíces, contribuyendo que a que se haga público el pensamiento diverso de las comunidades en ciernes, que los nuevos saberes se expandan, que se toquen con otros, que aprendan unos de los otros, en una relación horizontal de la multiplicidad de cosmovisiones en germen o ya enunciadas. Reconozcamos como sujetos del pensamiento a los sujetos sociales diversos sin aspirar a que unos se asocien teóricamente con los otros, pues ya sería una base intersubjetiva apriorística y determinante. Eso es la autonomía, donde personas de cada ideología y modos de interpretación pueden estar participando y aprendiendo, pues nos referimos a la autonomía del sujeto social, no a una ideología autonomista.

De allí se nutre de contenido la acción emancipatoria, no de una teoría, incapaz de hacerlo. No será de una teoría de donde sacaremos esas fuerzas, pues la rebeldía es innata, no es transferible, sólo autoorganizable en dinámicas sociales, son, parafraseando a Maturana, autopoiéticas en su epistemología y creación de pensamiento. Hablamos de potencia como capacidad latente en el tejido de nueva sociabilidad. Así, una nueva visión del socialismo sería contradictoria con las diferentes cosmovisiones, y tendería a imponerse, esto es, sería la justificación de un nuevo poder.

Sigue el autor:
*Desde una onda crítica. Que eche manos de todas las aportaciones que se producen hoy en los más variados cuestionamientos del status quo heredado de la cultura de la Modernidad. Ese inmenso arsenal crítico es hoy por hoy el más valioso reservorio intelectual para lo que sea (también para repensar la cuestión del socialismo).
*Desde una perspectiva anti-historicista. Que le tuerza el cuello a las viejas creencias en unas fulanas “leyes de la historia” que asegurarían el “derrumbe del capitalismo” y el triunfo más o menos inevitable del proletariado.
*Desde una visión relativista. Que ponga en jaque todos los dogmatismos en el terreno estético y moral, que disuelva las falsas creencias en la superioridad de “La Razón”, de la civilización occidental, de los “centrismos” que han justificado las más insólitas atrocidades en nombre de “lo verdadero”, “lo bello”, “lo bueno” y tantas otras falacias.
*Desde una crítica a la racionalidad tecno-científica. Que intenta pasar como lógica “universal”, que se impone en todos lados como paradigma único, que marca los modelos de producción y de vida, que sirve de coartada a los sistemas educativos imperantes, que suelda el “sentido común” dominante como lógica de la dominación.
*Desde un cuestionamiento del “progreso”. Que pone en su lugar toda una cosmovisión en la que se juegan ideas básicas sobe el individuo, la sociedad, el bienestar, las reglas de convivencia, etc. Categorías de este género han jugado un funesto papel en el seno de la izquierda, y sobre manera, en aquellas agrupaciones políticas que diseñan programas y estrategias desde funciones de gobierno.
*Desde una óptica comunitaria (sin “comunitarismo”). Que de cuenta de los dogmas del liberalismo reintroduciendo la problemática de la subjetividad en la definición de lo político, en la reconfiguración del espacio público, en una densificación social de la idea de democracia, en una redefinición a fondo del concepto de “representación” y de “identidad”.
*Desde la ecología política. Que representa hoy por hoy un importantísimo punto de encuentro de las tendencias alternativas en el terreno de los desarrollos sustentables, en la comunicación alternativa, en la reapropiación de los valores de uso, en la redefinición de la dialéctica “cultura”-“naturaleza”.
*Desde la irrupción del género. Que ha revolucionado por sí solo todo un tejido de prácticas y discursos hondamente arraigados en la cultura heredada. Tanto la explosión del mundo de los derechos humanos, como la generación de movimientos alternativos inspirados en esta problemática, se cuentan como valiosos activos para cualquier diseño de socialidad de nuevo tipo en el siglo XXI.
*Desde un nuevo multiculturalismo. Que destrone las pretensiones hegemónicas de una globalización en un solo sentido, que reivindica el diálogo de saberes y el verdadero encuentro de civilizaciones, que se casa con una apuesta fuerte por la diversidad cultural.
*Desde el descentramiento del “Sujeto”. Que ponga en su sitio los viejos mitos de un “proletariado” imbuido de la misión histórica de emancipar a la humanidad, y con ello, la pretensión de una “vanguardia” esclarecida que habla en su nombre (más bien que engorda en su nombre). En su lugar, una visión de los actores sociales definidos contingentemente en la performatividad de su acción (nada ni nadie es sustancialmente revolucionario, con este embuste nos marearon durante siglos).
*Desde una mundialización solidaria. Que enfrenta resueltamente la globalización hegemónica, las nuevas máscaras del colonialismo y todas las formas de subordinación. En su lugar, una concepción dialogante que se funda en los intercambios equitativos, en las relaciones de respeto y en la reciprocidad como norma.
*Desde los confines de la vida cotidiana. Que destrona el catálogo de prejuicios con los que el discurso político tradicional construye su propio repertorio de control. Se trata de una reapropiación de vida ordinaria de la gente como lugar privilegiado para la construcción de una nueva socialidad, es decir, para la puesta en acto de las prácticas que van tejiendo los embriones de otro modo de vivir en común.

Las indicaciones anteriores no son un “plan de gobierno” ni el listado de tareas que se encomienda a los militantes. Lo que hemos marcado son los contornos de un mapa de posibilidades teórico-políticas para repensar la sociedad que viene; es más bien una “caja de herramientas” con la que es posible trabajar la agenda de este nuevo tiempo. No quiere ello decir que esos ejes sean intercambiables y puramente decorativos. Son en verdad vectores con una fuerte carga sustantiva, preñados de contenidos que valen por sí mismos para marcar un territorio, para definir un perfil, para delinear una identificación. Pero no son los únicos lineamientos teóricos de los que podríamos disponer para este debate. Hay tendencias y matices de gran valor en distintas tribus. De allí la importancia del diálogo y la discusión. Por ello nuestra insistencia en fortalecer los espacios para el debate, para la crítica y el libre desarrollo del pensamiento.

Comentamos:
La tarea gigante que se ha tomado el autor es similar a los objetivos planteados por el Forro Social de Porto Alegre, que habla de humanizar el capitalismo hasta tener con que substituirlo, convoca a la diversidad y procura encontrar puntos en común. También carga, independientemente de la voluntad expresa del autor, una crítica a las experiencias argentina, ecuatoriana y boliviana, de las que algunos nostálgicos dicen que no han contado con vanguardias o una propuesta de gobierno, o de unidad, etc. Todo ello negando que los avances reales se han dado en los procesos de autoorganización en localidades.

Definir un perfil cuando vienen diferentes perfiles, cada uno tan válido como los otros, es, cuando menos, delicado. Ello nos llevaría de vuelta a la homogenización del pensamiento y de la acción, por lo tanto a la búsqueda de elementos comunes a partir de los cuales hacer circular la racionalidad de los argumentos, rearmando la cadena que se está rompiendo por todos lados. Estaríamos insuflando renovados bríos al capital en una operación tipo respiración artificial de revitalización de estructuras, con el ingenuo pretexto de que nosotros garantizamos que la dirección sea la correcta. Esa no es más que la mirada al ombligo de las autodenominadas vanguardias, el egocentrismo individual trasladado al hegemonismo del intelectual colectivo, el paso del artesanado de la vida a la su industrialización y planificación, de una multitud libre a un ejército, por tanto se trata de la mantención y ejercicio del poder. Delinear una identificación es más delicado aún, parece contraproducente en el actual marco de las luchas de resistencia desde la diversidad y la multiplicidad. Es lo que busca Evo Morales en Bolivia, acabar con las autonomías y la construcción de capacidades territoriales para reordenarlas en función del estado. Es total y absolutamente falso que en el continente haya dispersión y falta de unidad. Esa caracterización es el argumento de los que persiguen el pensamiento único. Lo que hay es una diversidad, una multiplicidad de sujetos y visiones, una autonomía de la mirada, por lo tanto una práctica libertaria. Todo ello, obviamente, en proceso. Son algunos solamente los que han logrado sistematizar una cosmovisión asentada en los gérmenes de nuevas prácticas sociales. Pero esa dinámica es creciente e imparable, multifacética e irregular, por eso el afán de las izquierdas por lanzar redes hacia la población aherrojándola detrás de las instituciones, única manera de interferir en la paulatina vivencia de las asambleas, la horizontalidad y la democracia directa. En conclusión puede decirse que las izquierdas observan con cierta preocupación que su papel de organizadores del estado para producir los cambios está siendo enviado poco a poco al museo de la historia. La población está descubriendo que ya no necesita a los líderes ni a los profetas para labrar su propio destino viviendo su presente. Por fin está acabando la época de los demiurgos, de la época de la divinidad como orientadora de las conductas pasamos a la época de la racionalidad instrumental que proyecta la planificación ordenada del futuro, del cielo como promesa pasamos a la utopía como ídem. Hoy nos estamos librando de ambas para mirarnos a nosotros mismos en nuestra situación y desde ahí romper las cadenas que atan nuestros cuerpos. Ya no es más el estado el encargado de hacerlo, ahora somos nosotros mismos, de modo que sería prudente bajar de los pedestales por nuestra cuenta antes que lo haga la multitud enfurecida. He ahí el fantasma que recorre el continente. La única alternativa que nos queda es abandonar despacito las posiciones de privilegio y adentrarnos en nuestros Lacandonas, nuestros barrios y localidades, a ponernos al servicio de la autoorganización y la autogestión, no más a dirigirla ni orientarla, por favor. Ya no hay más representantes ni intermediaciones, ni caminos ni transiciones. Seamos, pues, uno más. Acabemos con la estirpe de los intelectuales. O sea, es una invitación al suicidio de esa función.

Continúa el autor:
En el largo trayecto de las luchas revolucionarias de los pueblos hay un legado intelectual que forma parte del corpus de cualquier alternativa frente a los desafíos del presente. Eso ha queda claro. También parece claro que no habrá ninguna posibilidad de hacer avanzar la caracterización de un proyecto de cambio para Venezuela y América Latina utilizando los viejos conceptos que quedaron estampados en los manuales de un marxismo escatológico que sólo sirvió para legitimar a un funcionariado de partido tan estéril intelectualmente como inocuo en su desempeño político. Queda abierta sí la vía de las búsquedas teóricas que nunca han renunciado al talante crítico que es consustancial al chance de transformar la realidad. En ese camino habrá que estimular las convergencias de sensibilidades y posturas difícilmente reductibles a un solo punto de vista.

Comentamos:
Efectivamente hay que estimular la convergencia de sensibilidades y búsquedas teóricas de talante crítico, pero ello es tarea de los sujetos sociales, a los cuales nos debemos, por lo que es allí que debe buscarse, no en los recursos lógicos intercambiables, pues de otro modo estaríamos reconstruyendo bajo otras modalidades los intelectuales colectivos que interpretan y dirigen, o que argumentan el poder asumido por las izquierdas o las llamadas izquierdas. No es difícil reducir las posturas divergentes a un solo punto de vista, sino que no es pertinente. No es posible hoy plantearse la tarea de la convergencia de puntos de vista, sino más bien atender al desarrollo de las comunidades, urbanas o rurales, la autogestión de recursos que permitan la sobrevivencia local rompiendo paulatinamente los lazos con el mercado y la dependencia del estado.

Es ya demasiado obvio a estas alturas que la lucha por el poder sólo ha tergiversado las iniciativas y dinámicas sociales, por lo que se hace necesario pronunciarse firmemente sobre el asunto, lo que no se hace en este texto, por lo que puede llevar a la idea de que el autor no lo cuestiona, ya que habla solamente del poder de los aparatos. En realidad es hora de dejar de lado el poder, no disputarlo, ya que lo único que se consigue es la desviación de la población hacia las instituciones, cuando su dinámica es la de reorganizarse fuera de ellas, aunque sea utilizándolas en algunos casos en que hay suficiente fuerza y capacidad protagonista. Cuando no hay esa capacidad protagonista autoorganizada territorialmente y autónoma, lo único que funciona es la convocatoria desde arriba…

Sigue el autor:
El mapa de orientaciones que ha sido dibujado más arriba sugiere desde ya que el debate sobre el socialismo en esta coyuntura entra de lleno en la agenda que ha predominado en todas estas décadas cruzada por la polémica Modernidad/Posmodernidad. No hay discusión que valga la pena en estos tiempos que pretenda escaparse de ese clima. Por ello resulta mucho más interesante hacerse cargo desde el comienzo de las hondas implicaciones de esa polémica para hacer las cuentas en lo que concierne a la idea del socialismo. En esa dirección se puede anticipar una línea de fuerza que se deriva claramente de las posturas de las tribus posmodernas en América Latina: la figura de un socialismo posmoderno sería el punto de llegada natural de una elaboración teórico-política que se fundamenta precisamente en el repertorio de postulados que han sido esquematizados en líneas anteriores.
Comentarios al Dr. Rigoberto Lanz. Sociólogo Venezolano
rlanz@cipost.org.ve

Comentamos:
Creo que no es por esa vía que vamos a avanzar en las reflexiones, a menos que hablemos no de un socialismo pos moderno, lo que no deja de ser un interesante desafío intelectual, aunque poco útil para la emancipación, sino de nuevas relaciones sociales establecidas en las localidades, relaciones imposibles de predefinir, pues ya estaríamos otra vez poniendo la carreta delante de los bueyes. Conocer, estudiar y difundir esas nuevas relaciones sociales será más útil que intentar aprisionarlas en un concepto.

Veamos un breve texto del comunicado zapatista sobre la geometría del poder y luego algo sobre Argentina, elementos que creemos contribuyentes para el debate.

Dice el Sup:
Para tratar de entender esa geometría hay que tomar en cuenta, según nuestra opinión, que el capitalismo en la globalización neoliberal está realizando una auténtica guerra mundial, en todas partes y en todas las formas. Esta guerra no sólo destruye, entre otras cosas, las relaciones sociales. También trata de reordenarlas según la lógica del vencedor. Entre los escombros producidos por esta guerra de reconquista, yacen las bases materiales, económicas, del Estado-Nación tradicional. Pero no sólo, también se encuentran destruidos, o con daños severos, los aparatos y las formas de dominación tradicionales (las relaciones dominante/dominado, dominante-dominante, y dominado-dominado). Por lo tanto, la destrucción también alcanza a la clase política tradicional, a su constitución, a sus relaciones internas, a sus relaciones con el resto de la sociedad (no sólo con los dominados) y a sus relaciones con las clases políticas de otras naciones (las llamadas relaciones internacionales). De esta manera, la guerra neoliberal ha desfigurado la política tradicional y la hace marchar al ritmo de un espot publicitario, y la destrucción provocada por la bomba neoliberal en la política mexicana ha sido tan efectiva que, también según nuestro modesto punto de vista, allá arriba no hay nada qué hacer. Si acaso, programas cómicos.

Comentamos:
Como mero ejercicio aplicaremos esa caracterización también a otros países: Allá arriba no hay nada que hacer. Si acaso, programas cómicos. Haga usted el ejercicio, piénselo de su país y verá que encaja. Piense que las bases materiales, económicas, del Estado-Nación están en escombros, así como sus aparatos y la clase política.
Diga ahora si quiere reordenar esos escombros o hacer otra cosa. Vaya ahora a su barrio y empiece a hacerlo, no espere la nueva teoría. Vea otros textos zapatistas y saque sus propias conclusiones.

Veamos ahora parte del diálogo entre el Colectivo Situaciones y el MTD Solano, del libro Más Allá de los Piquetes:

“Cuando ustedes llegaron, nosotros terminábamos una reunión con todos los delegados de los talleres productivos. Allí discutimos el presupuesto de los talleres productivos, la forma de producción y su destino; y, por más que los criterios del MTD sean los de construir colectivamente una producción alternativa, a la hora de definir las cosas, está muy fuerte este tema del capitalismo. Y, como sabemos, se hace muy difícil construir colectivamente con una mentalidad capitalista. Para nosotros es un obstáculo el individualismo, el egoísmo, el pensar siempre en resolver primero los intereses personales por encima de los intereses de todos los compañeros.
“Es muy difícil, por ejemplo, empezar a producir cuando no está resuelto el destino de lo que vamos a producir: si va a ser para vender o si se trata de producir para el bien de todos, para ir generando una economía solidaria, colectiva.
“Muchas veces lo que ha logrado el capitalismo es socializar una imagen o una proyección de lo que es la felicidad. A punto tal que muchos, a pesar de estar en la peor de las miserias, jamás abandonan la fantasía de que un día puedan “salvarse”.

Comentamos:
Es ahí que está la resistencia. El capitalismo está introducido en las mentes y los cuerpos de las personas, y los compañeros, al tratar de construir otras bases de funcionamiento, chocan contra ello. Eso es más difícil que hacer una teoría, pero es la base de la continuidad de un camino emprendido y que no tiene retorno, pues no depende de un estado o de una dirección política. Hacer esa micro experiencia en muchas partes, discutir sus resultados, errores, logros y avances, es la gran tarea de todos. Intercambiar entre ellas en base a la cooperación y apoyo mutuo para algunos es una red de contrapoder, para otros es tomar el mundo inmediato en sus propias manos, para un mundo donde quepan muchos mundos.

Sistematizar esas experiencias permitirá una mayor y más rica corriente de intercambios y aprendizajes. No importan los gobernantes, la tarea interna de las comunidades es la misma, la prioridad sigue siendo la construcción local, lo importante es que los bolivarianos en Venezuela, el MST de Brasil y otros entiendan eso y se dediquen a ello, aunque mantengan lazos de intercambio con las esferas de la administración pública. Lo que no pueden hacer es por motivos de defensa de esos procesos subordinar sus ritmos de construcción a los dictados desde arriba, por muy socialistas que se definan los líderes. El enemigo no es el enemigo de los gobiernos, sino de los pueblos. Los gobiernos van y vienen, los pueblos permanecen. El como permanecen es el quid de la cuestión, pues es allí, en barrios y comunidades que se gestan nuevas sociedades.

Abrazos
Profesor J
profesor_j@yahoo.com


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