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La matroshka zapatista

21.07.05

Magdalena Gómez
La Jornada

La Sexta Declaración de la Selva Lacandona se va desplegando y aparecen más elementos que nos permiten comprenderla y analizarla.

El anuncio de la organización en Chiapas de diversas reuniones nos dice que han optado por tener un primer intercambio por sectores; ojalá que más adelante se distribuyan por regiones, de manera que se produzca un diálogo intersectorial, evitando los compartimentos y, sobre todo, que al centralizar el EZLN las relaciones con cada sector se reproduzcan fenómenos propios de la concepción vanguardista que ha rechazado. En esta experiencia hace falta un balance de lo que han significado esfuerzos previos, como la Convención Nacional Democrática o el Frente Zapatista.

Por lo pronto podemos observar que la reunión con organizaciones políticas permitirá precisar si se trata de alianzas y en qué términos, o si es una sumatoria. Al respecto ya se han expresado inquietudes de que no se debe partir de cero, pues hay procesos en curso, que algunas organizaciones han impulsado, y que no se trata de “mimetizarse” en la Sexta.

Con el movimiento indígena agrupado en el Congreso Nacional Indígena la relación será armónica sin duda, pues ha sido continua y de convergencia. Las organizaciones sociales mostrarán junto a su disposición la preocupación por la autonomía de su perfil específico. En el caso de quienes asistan a título personal también el intercambio permitirá prevenir protagonismos excesivos que en la década pasada llevaron a que los zapatistas disolvieran su grupo de asesores.

Mientras avanzan las tareas de coordinación resulta necesario profundizar en la problemática y contexto de la Sexta Declaración. En primer lugar, retomo la reflexión sobre el sujeto. Ya el EZLN precisó que en adelante no trabajará sólo con los pueblos indígenas ni sólo por ellos, al respecto hay quienes señalan que el inicio del zapatismo era más amplio; sin embargo, si se relee el importante libro de Gloria Ramírez, 20-10, y se sigue el proceso con atención, observamos que tanto en la etapa de trabajo interno como en la última década (más dos) de vida política y pública, los pueblos indígenas, su cultura, cosmovisión y sobre todo su historia de resistencia se impusieron como signo característico que el zapatismo asumió sin reparo alguno y sin que exista contradicción entre las demandas de estos pueblos y el programa antineoliberal.

Probablemente el proceso pactado en el diálogo con el gobierno federal lo hubiera llevado necesariamente a los otros sectores y fue el estancamiento del mismo, con el incumplimiento de los acuerdos de San Andrés, lo cual lo dejó prácticamente como rehén del tema y es justamente el cerco que busca romper.

Ahora bien, habrá que reconocer que posicionarse como izquierda social requiere la más amplia presencia de todos los sectores. En fin, que el EZLN puede prevenir el riesgo del desplazamiento indígena que la hegemonía ideológica de la izquierda hace propicio, pues ya se restableció el funcionamiento de las juntas de buen gobierno, así como su reorganización y probable evaluación, aunado al señalamiento de que la mayoría de la dirección zapatista continuará cerca de este trascendental y emblemático proyecto.

Otro tema central es la propuesta de llevar al país a la realización de un nuevo constituyente que, como el de 1917, perfile y defina la nación. El zapatismo tendría que introducir matices o etapas en algunos de sus planteamientos iniciales; por ejemplo, descalificar con razones en lo general válidas a la clase política y a los partidos actuales no puede convertirse en una negación a ultranza de los espacios propios de la democracia representativa. Justamente el debate que hemos sostenido es que este tipo de democracia es insuficiente para incluir al continente de la democracia toda, a la cual falta el contenido de las formas de democracia directa y participativa, como es el caso de la autonomía de los pueblos indígenas.

No podemos olvidar que un constituyente será posible con un nuevo pacto social y ello es mucho más amplio que las agrupaciones que la izquierda social pueda lograr. Basta mirar la complejidad de nuestra sociedad para darnos cuenta de que no es fácil lograr una nueva Constitución si no se tienden puentes con otros sectores, también democráticos, pero de otros signos. Y aclaro que estoy entendiendo que el planteamiento es lograr una nueva Constitución que derogue a la actual y no simplemente redactar un proyecto de Constitución, que para eso no se requiere transitar por puentes y pactos sociales.

Ahora bien, en tiempos electorales es el único momento en que todos los partidos “descienden” a encontrarse con los potenciales electores para su causa y es muy positivo que la izquierda social esté presente.Ya construirá el zapatismo estrategias con el movimiento aliado. Así que como la matroshka seguirá dando señales; una tras otra aparecerán en su momento.


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