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Un pinguino en la Selva Lacandona. Subcomandante Marcos

25.07.05

(La zapatista es apenas una casita, acaso la más pequeña, en una calle llamada “México”, en un barrio llamado “Latinoamérica”, en una ciudad llamada “Mundo”).

No me lo van a creer, pero en el cuartel general del ezetaelene hay un pingüino. Ustedes dirán “¡ay qué el sup!, ya se le fundieron los fusibles por la alerta roja”, pero es la verdad. Es más, mientras les escribo esto, él (o sea el pingüino) está aquí a mi lado, comiendo del mismo pan duro y rancio (tiene tanto moho que le falta un grado para ser penicilina) que, con el café, me tocó como ración de hoy. Sí, un pingüino. Pero de esto les cuento más luego, porque primero hay que platicar un poco de la Sexta Declaración.

Hemos leído con atención parte de las dudas, críticas, consejos y debates sobre lo que planteamos en la Sexta. No todas, es cierto, pero adjudíquenlo no a la desidia, sino a la lluvia y el lodo, que alargan todavía más los caminos en las montañas del Sureste Mexicano. Aunque son muchos los puntos, en este texto sólo me referiré a algunos de ellos.

Algunos de los ejes de crítica se refieren al llamado a un nuevo intercontinental, al carácter nacional mexicano de la Sexta Declaración y, de la mano de éste, a la propuesta (todavía es sólo eso, una propuesta) de unir la lucha indígena a las de otros sectores sociales, marcadamente a las de los trabajadores del campo y la ciudad. Otros se refieren a la definición de izquierda anticapitalista, y a que la Sexta toca “temas viejos” o utiliza conceptos “desgastados”. Algunos más advierten peligros: el desplazamiento del tema indígena por otros y, por consiguiente, el arrinconamiento de los pueblos indios como sujetos de transformación; el vanguardismo y centralismo que pudiera surgir en la política de alianzas con organizaciones de izquierda; la sustitución del liderazgo social por el político; el que la derecha use al zapatismo para golpear a López Obrador, o sea al centro político (yo sé que esos señalamientos dicen que AMLO es de izquierda, pero él dice que es de centro, así que aquí tomamos lo que él dice, no lo que dicen por él). La mayoría de estos señalamientos son bien intencionados y buscan ayudar, bien advirtiendo obstáculos en el camino, o bien aportando opiniones de cómo podría crecer el movimiento que pretende despertar la Sexta. Todo esto lo agradecemos, lo valoramos y lo tomamos en cuenta.

De la tijera y el engrudo

Dejaré de lado a quienes lamentan que la alerta roja no haya culminado en la reanudación de los combates ofensivos por parte del EZLN. Sentimos no haber cumplido con sus expectativas de sangre, muerte y destrucción. Ni modos, discúlpenos. Tal vez en otra ocasión… También quedan a un lado las críticas deshonestas. Como las de quienes editan el texto de la Sexta Declaración para que diga lo que quieren que diga. Esto es lo que hace el señor Víctor M. Toledo en su artículo “El zapatismo rebasado. Sustentabilidad, resistencias indígenas y neoliberalismo”, publicado en el periódico mexicano La Jornada (18 de julio de 2005). Creo que se pueden debatir los propósitos y métodos que plantea la Sexta Declaración sin necesidad de ser deshonestos. Porque, aplicando el método de “la tijera y el engrudo”, el señor Toledo edita la Sexta para señalar que le falta… lo que le cortó. Dice Toledo: “Sorprende que (el EZLN en la Sexta Declaración) decida unir sus esfuerzos a campesinos, trabajadores, obreros, estudiantes, mujeres, jóvenes, homosexuales, lesbianas, transexuales, sacerdotes, monjas y luchadores sociales, y que no haga una sola referencia a las miles de comunidades indígenas volcadas a la búsqueda de la sustentabilidad”.

Bueno, las partes que el señor Toledo editó de la Sexta dicen lo contrario. Por ejemplo, en el segmento donde se reconoce la existencia de resistencias y alternativas al neoliberalismo en México, y como primer lugar en la enumeración de ellas, se señala: “Y así nos enteramos que hay indígenas, que sus tierras están retiradas de aquí de Chiapas, y que hacen su autonomía y defienden su cultura y cuidan la tierra, los bosques, el agua”. Tal vez el señor Toledo esperaba un recuento detallado de esas luchas indígenas, pero eso es una cosa, y otra muy diferente, y deshonesta, decir que no se hace ni una sola referencia. En el recuento que hace el señor Toledo de los esfuerzos a los que el EZLN decidió unirse ha cortado al primer grupo social al que se refiere la Sexta, que dice textual: “Y entonces, según el acuerdo de la mayoría de esa gente que vamos a escuchar, pues hacemos una lucha con todos, con indígenas , obreros, campesinos, etcétera”. Y no sólo el primer punto de la Sexta propiamente dicha señala: “1.- Vamos a seguir luchando por los pueblos indios de México, pero ya no sólo por ellos ni sólo con ellos , sino que por todos los explotados y desposeídos de México, con todos ellos y en todo el país”. Y en el colofón de la Sexta se dice: “Invitamos a los indígenas , obreros, campesinos, etcétera”. En fin, imagino que habrá, entre los irritados por nuestras críticas a López Obrador y al PRD, argumentos más serios y honestos para el debate. Tal vez algún día los presenten. Esperaremos, es nuestra especialidad.

De en este barrio no te queremos

Están también las críticas, aunque más soterradas, a que la Sexta Declaración se refiera a algunos temas internacionales y el modo en que son tocados. Así, algunos critican que nos refiramos al bloqueo que el gobierno norteamericano mantiene contra el pueblo de Cuba. “Es un tema muy viejo”, dicen. ¿Qué tan viejo? ¿Tanto como el bloqueo? ¿O tan viejo como la resistencia de los pueblos indios en México? ¿Cuáles son los temas “modernos”? ¿Quién, con honestidad, puede ver el mundo y dejar pasar, “por ser un tema viejo”, una agresión a un pueblo que hace lo que deben hacer todos los pueblos, es decir, decidir su rumbo, paso y destino como Nación (”defender la soberanía nacional”, le dicen)? ¿Quién puede ignorar las décadas de resistencia de todo un pueblo ante la prepotencia norteamericana? ¿Quién, sabiendo que puede hacer algo, aunque sea muy poco, por reconocer ese esfuerzo, no lo hace? ¿Quién puede ignorar que ese pueblo tiene que levantarse, después de una catástrofe natural, no sólo sin los apoyos y créditos de los que gozan otros países, sino también en medio de un cerco brutal e inhumano? ¿Quién puede hacer caso omiso de la base norteamericana de Guantánamo en territorio cubano, del laboratorio de torturas en que se convirtió, de la herida que representa en la soberanía de una nación y decir: “vamos, ese es un tema viejo”?

Por otra parte, ¿no les parece natural que un movimiento mayoritariamente indígena, como el zapatista, despierte simpatías y admiración, lo que hacen los indígenas en Ecuador y Bolivia? Que sienta hermandad con los que no tienen tierra y luchan en Brasil. Que se sienta identificado con los “piqueteros” de Argentina y que salude a las Madres de Plaza de Mayo. Que perciba similitudes en experiencias y organización con los mapuche de Chile y con los indígenas de Colombia. Que advierta en Venezuela lo evidente, a saber: que el gobierno norteamericano está haciendo todo lo posible por vulnerar la soberanía de ese país. Que aplauda con entusiasmo las grandes movilizaciones en Uruguay para oponerse a la imposición de la “estabilidad macroeconómica”.

La Sexta Declaración no se refiere a instituciones de arriba, buenas o malas. La Sexta está mirando abajo. Y está mirando una realidad que es compartida, cuando menos desde las conquistas que España y Portugal hicieron en las tierras que hoy comparten el nombre de “Latinoamérica”. Tal vez este sentimiento de pertenencia a “la patria grande”, que es América Latina, es “viejo”, y lo “moderno” es voltear la mirada y las aspiraciones al “norte revuelto y brutal”. Tal vez, pero si algo es “viejo” en este rincón de México, de América y del Mundo, es la resistencia de los pueblos indios.

Hay también (resalto y resumo algunas de ellas) las críticas por pretender “nacionalizar y aun universalizar” nuestro discurso y nuestra lucha. La Sexta, nos dicen, recae en estos despropósitos. Recomiendan entonces que el EZLN se quede en Chiapas, que fortalezca las Juntas de Buen Gobierno, y que se circunscriba al compartimento estanco que le ha tocado. Que ya consolidado ese proyecto y ya que hayamos demostrado que podemos “poner en práctica una modernidad alternativa al neoliberalismo en los propios territorios”, entonces podríamos lanzarnos a lo nacional, a lo internacional y a lo intergaláctico. Frente a esos argumentos, nosotros presentamos nuestra realidad. No pretendemos competir con nadie a ver quién es más antineoliberal o quién tiene más avances en la resistencia, pero, con modestia, nuestro nivel y aporte están en las Juntas de Buen Gobierno. Se puede venir, hablar con las autoridades o con los pueblos, hacer caso omiso de las cartas y comunicados donde hemos dado cuenta de este proceso e investigar, de primera mano, lo que aquí pasa, de los problemas que enfrenta, de cómo se resuelven. No sé ante quiénes tenemos que demostrar que todo esto es “poner en práctica una modernidad alternativa al neoliberalismo en los propios territorios”, y quién nos va a calificar con palomita o tache, y, entonces sí, permitirnos salir e intentar unir nuestra lucha a otros sectores.

Además, tenemos el presentimiento de que esas críticas serían alabanzas… si la Sexta declarara el apoyo incondicional al centro político representado por López Obrador. Y si dijéramos “vamos a salir para sumarnos a las redes ciudadanas en apoyo a AMLO”, vendrían el entusiasmo, los “sí”, los “claro, hay que salir, no hay que quedarse encerrado, es hora de que el zapatismo abandone su guarida y una sus experiencias a las masas volcadas a favor del esperado”. Mmh… López Obrador. Acaba de presentar su “Proyecto Alternativo de Nación” ante las redes ciudadanas. Nosotros desconfiamos y no vemos más que un maquillaje plástico (que cambia según el respetable) y una lista de promesas olvidables. Como quiera, tal vez alguien pueda decirle a AMLO que no puede prometer “el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés”, porque eso significa, entre otras cosas, reformar la Constitución, y si mal no recuerdo ése es trabajo del Congreso. En todo caso, la promesa la debería hacer un partido político, señalando que sus candidatos cumplirán si son elegidos. De otra forma, tendría que proponerse que el Ejecutivo federal mandara sobre los otros poderes o los desconociera. O sea, una dictadura. Pero no se trata de eso. ¿O sí?

En la política de arriba, los proyectos buscan, en los periodos electorales, sumar lo más que se pueda. Pero al sumar a unos, restan a otros. Entonces deciden sumar a los más y restar a los menos. Como estructura paralela al PRD, AMLO ha creado las “redes ciudadanas” y su objetivo es sumar a los que no son perredistas. Para esas “redes ciudadanas”, AMLO presenta a seis personas que van a coordinar, a nivel nacional, a todos los lopezobradoristas no perredistas. Veamos a dos de los “coordinadores nacionales”.

Socorro Díaz Palacios, subsecretaria de Protección Civil en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. El 3 de enero de 1994, mientras los federales perpetraban la matanza del mercado de Ocosingo, declaró (cito el boletín de prensa de la Secretaría de Gobernación): “Los grupos violentos que están actuando en el estado de Chiapas presentan una mezcla de intereses y de personas tanto nacionales como extranjeras. Muestran afinidades con otras facciones violentas que operan en países hermanos de Centroamérica. Algunos indígenas han sido reclutados, presionados por los jefes de estos grupos, y también, sin duda, manipulados en torno a sus reclamos históricos que deben seguirse atendiendo”. Y más adelante: “El Ejército Mexicano, por su parte, seguirá actuando con gran respeto a los derechos individuales y de la población, hasta dar una respuesta clara y decidida a la demanda de orden y seguridad… bla, bla, bla”. En los días subsiguientes la Fuerza Aérea bombardeaba las comunidades indígenas al sur de San Cristóbal de las Casas, y el Ejército detenía, torturaba y asesinaba a 3 indígenas en la comunidad de Morelia, entonces en el municipio de Altamirano, Chiapas, México.

Ricardo Monreal Avila. En enero de 1998, apenas unos días después de la matanza de Acteal, el entonces diputado por el PRI e integrante de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, comentó “que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es un grupo paramilitar, al igual que aquellos que victimaron a los 45 indígenas tzotziles el 22 de diciembre de 1997 en Chenalhó, Chiapas. Porque paramilitar es todo aquel que actúa como Ejército sin serlo y se arma siendo civil. Todos tienen que desarmarse, porque todos han contribuido a esta violencia innecesaria, injusta y torpe que nos ha enlutado a todos los mexicanos”, indicó (El Informador, de Guadalajara, Jalisco, 3/I/98). Días después, antes de pasarse al PRD, porque en el PRI no le dieron la candidatura al gobierno de Zacatecas, declararía (cito la nota de Ciro Pérez y Andrea Becerril, en La Jornada, 7/I/98) que el episodio de Chenalhó (se refiere a la matanza de Acteal) sí estaba planeado, “pero no por quien asegura el líder blanco de los indígenas de piel oscura”. Opina que la posición del EZLN respecto a la matanza trata de “allegarle una justificación adelantada a Marcos y a los intereses que protege”, y termina advirtiendo que el EZ sirve a intereses extranjeros que buscan “obtener el dominio de la zona del Istmo de Tehuantepec, sus recursos y su ubicación estratégica, objetivo al que adecuadamente sirven Marcos y los ejércitos que disputan la bandera indígena”. Mmh… me suena, me suena… sí, es el punto 28 del programa de AMLO, que dice, textual: “Vincularemos el Pacífico con el Atlántico, en el Istmo de Tehuantepec, mediante la construcción de dos puertos comerciales: uno en Salina Cruz, Oaxaca, y otro en Coatzacoalcos, Veracruz, así como ferrocarriles de carga de contenedores y la ampliación de la carretera existente”.

Con esos personajes, López Obrador se ha definido, ha sumado a unos, y con ellos ha restado, entre otros, a los “neozapatistas”.

Pero, por otro lado, ¿por qué no hay nada en ese programa sobre los presos y desaparecidos políticos en la guerra sucia de los 70 y 80? Ni sobre castigo a los ex gobernantes que se enriquecieron de manera ilícita. Ni sobre hacer justicia en los casos de las masacres de Acteal, El Bosque, Aguas Blancas, El Charco. Temo que, en justicia, López Obrador ofrece “borrón y cuenta nueva”, lo que, paradójicamente, no es nuevo.

Antes de volver a las críticas contra los pronunciamientos que sobre México, Latinoamérica y el Mundo hace la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, permítanme decirles algo:

De vamos a salir

Vamos a salir. Vamos a salir, y más vale irse haciendo a la idea. Vamos a salir y, creo, sólo hay cuatro formas de detenernos.

Una es con un ataque preventivo, tan de moda en esta etapa neoliberal. Los pasos predecibles son: acusaciones de ligas con el narcotráfico o, en general, con el crimen organizado; invocaciones al estado de derecho y pamplinas por el estilo; una campaña mediática intensa; un ataque doble (contra las comunidades y contra la Comandancia General); control de daños (es decir, reparto de dinero, concesiones y privilegios entre los “voceros de la opinión pública”); las autoridades llaman a tomar las cosas con calma; los políticos declaran que lo más importante es que el proceso electoral transcurra en paz y con tranquilidad social; después de un breve impasse, los candidatos reanudan sus campañas.

Otra es tomarnos presos en el momento de salir, o en el transcurso de “la otra campaña”. ¿Los pasos? Reuniones clandestinas entre las dirigencias del PRI, PAN y PRD para hacer acuerdos (como en 2001, cuando la contrarreforma indígena); la Cocopa declara que el diálogo está roto; el Congreso vota la anulación de la Ley para el Diálogo; la PGR activa las órdenes de aprehensión; un comando de la AFI, con apoyo del Ejército, toma prisioneros a los delegados zapatistas; simultáneamente, el Ejército copa las comunidades indígenas rebeldes “para prevenir el desorden y mantener la paz y la estabilidad nacional”; control de daños, etcétera.

Otra es matarnos. Etapas: se contrata a un sicario; se monta una provocación; se comete el crimen; las autoridades lamentan el hecho y ofrecen investigar “hasta las últimas consecuencias, y caiga quien caiga”. Otra alternativa: “un lamentable accidente provocó la muerte de la delegación zapatista, que se encontraba en trayecto hacia bla, bla, bla”. En ambas, control de daños, etcétera.

Otra es desaparecernos. Me refiero a una desaparición forzada, como la que se aplicó a cientos de opositores políticos en la etapa de “estabilidad” priísta. Esta podría ser así: no aparecen los delegados zapatistas; la última vez que se les vio fue cuando bla, bla, bla; las autoridades ofrecen investigar; se aventura la hipótesis de un problema pasional; las autoridades declaran que investigan todas las pistas y que no se descarta que la delegación zapatista haya aprovechado la salida para huir, con una cantidad de pozol agrio, a un paraíso fiscal; la Interpol investiga en las Islas Caimán; control de daños, etcétera.

Estos son los peligros iniciales con los que topa la Sexta. Para enfrentar esas posibilidades es que nos hemos preparado muchos años; es por eso que la alerta roja de las tropas insurgentes no se ha levantado, sólo la de los pueblos, y es por ello que uno de los comunicados señalaba que el EZLN puede perder, por cárcel, muerte o desaparición forzada, a parte o a la totalidad de su dirección conocida públicamente, y seguir luchando.

(Continuará…)

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos

México, julio de 2005.

II

(La zapatista es apenas una casita, acaso la más pequeña, en una calle llamada “México”, en un barrio llamado “Latinoamérica”, en una ciudad llamada “Mundo”).

Les decía yo sobre las críticas a los señalamientos que sobre México, Latinoamérica y el Mundo, hace la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Bueno, pues frente a ellas permítanme algunas preguntas:

De en este mundo no cabes.

¿Qué pasa, por ejemplo, hace más de una década, cuando una niña (digamos de 4 ó 6 años), indígena y mexicana, ve que su padre, sus hermanos, sus tíos, sus primos, o sus vecinos, toman un arma, una bola de pozol y un tanto de tostadas y “se van a la guerra”? ¿Qué pasa cuando algunos no regresan?

¿Qué pasa cuando esa niña crece y, en lugar de ir por la leña, va a la escuela y aprende a leer y escribir con la historia de lucha de su gente?

¿Qué pasa cuando esa niña llega a la juventud, después de 12 años de ver, oír y hablar con mexican@s, vasc@s, norteamerican@s, italian@s, español@s, catalan@s, frances@s, holandes@s, aleman@s, suiz@s, británie@s, fínlandes@s, danes@s, suec@s, grieg@s, rus@s, japones@s, australian@s, fílipín@s, corean@s, argentín@s, chilen@s, canadiens@s, venezolan@s, colombían@s, ecuatorian@s, guatemaltec@s, portorriquefi@s, dominican@s, uruguay@s, brasileñas, cuban@s, haitian@s, nicaraguens@s, hondureñ@s, Bolivian@s, y etcéter@s, y saber de cómo son sus países, sus luchas, sus mundos?

¿Qué pasa cuando ve que esos hombres y mujeres comparten con su comunidad las carencias, los trabajos, las angustias, las alegrías?

¿Qué pasa con esa niña-luego-púber-luego-jóvena después de ver y escuchar a “las sociedades civiles”, durante 12 años, trayendo no sólo proyectos, también historias y experiencias de diversas partes de México y del Mundo? ¿Qué pasa cuando ve y escucha a los obreros electricistas, trabajando con italian@s y mexican@s en la instalación de una turbina para dotar de luz a una comunidad? ¿Qué pasa cuando se encuentra con los jóvenes universitarios en plena huelga de 1999-2000? ¿Qué pasa cuando descubre que en el mundo no sólo hay hombres y mujeres, sino que la atracción y el amor tienen muchos caminos y modos? ¿Qué pasa cuando ve a jóvenes estudiantes en el plantón de Amador Hernández? ¿Qué pasa cuando escucha lo que dijeron los campesinos de otras partes de México? ¿Qué pasa cuando le cuentan de Acteal y los desplazados en Los Altos de Chiapas? ¿Qué pasa cuando conoce de los acuerdos y avances de los pueblos y organizaciones del Congreso Nacional Indígena? ¿Qué pasa cuando se entera que los partidos políticos ignoraron la muerte de los suyos y decidieron desconocer los acuerdos de San Andrés? ¿Qué pasa cuando le cuentan que los paramilitares del PRD atacaron una marcha zapatista, pacífica y para llevarle agua a otros indígenas, y dejaron a varios compañeros heridos de bala, precisamente un 10 de abril? ¿Qué pasa cuando ve a los soldados federales pasar todos los días con sus tanques de guerra, sus vehículos artillados, sus fusiles apuntando a su casa? ¿Qué pasa cuando alguien le cuenta que en un lugar que se llama Ciudad Juárez, secuestran, violan y asesinan a jovencitas como ella y las autoridades no hacen justicia?

¿Qué pasa cuando escucha a sus hermanos y hermanas, a sus padres, a sus parientes, contar de cuando fueron a la marcha de los 1,111 en 1997, a la consulta de los 5000 en 1999, platicar de lo que vieron y escucharon, de las familias que los recibieron, de cómo es su modo de los ciudadanos, de que también luchan, de que tampoco se dejan?

¿Qué pasa cuando ve, por ejemplo, a Eduardo Galeano, Pablo González Casanova, Adolfo Gilly, Alain Touraine, Neil Harvey, con el lodo hasta las rodillas, reunidos en una champa en La Realidad, platicando del neoliberalismo? ¿Qué pasa cuando escucha a Daniel Viglietti cantar en una comunidad “A desalambrar”? ¿Qué pasa cuando ve la obra de teatro “Zorro el zapato” que los niños franceses de Tameratong presentaron en tierra zapatista? ¿Qué pasa cuando ve y escucha a José Saramago hablando, hablándole? ¿Qué pasa cuando oye a Osear Chávez cantar en tzotzil? ¿Qué pasa cuando escucha a un indígena Mapuche contar su experiencia de lucha y resistencia en un país que se llama Chile? ¿Qué pasa cuando se mete a una reunión donde uno que dice que es “piquetero” cuenta de cómo se organizan y resisten en un su país que se llama Argentina? ¿Qué pasa cuando oye a un indígena de Colombia contar que, en medio de la guerrilla, los paramilitares, los soldados y los asesores militares norteamericanos, sus compañeros tratan de construirse como indígenas que son? ¿Qué pasa cuando oye a los “ciudadanos musiqueros” tocar esa música muy otra que se llama “rock” en un campamento de desplazados? ¿Qué pasa cuando sabe que los de un equipo italiano de fútbol que se llama Internazionale de Milano apoyaron económicamente a los heridos y desplazados de Zínacantán? ¿Qué pasa cuando ve llegar a un grupo de hombres y mujeres norteamerican@s, aleman@s y británic@s con aparatos electrónicos, y los escucha contar de lo que hacen en sus países para acabar con las injustícias, mientras le enseñan a armar y a usar esos aparatos, y al rato ella ya está frente al micrófono diciendo “Escucha usted Radio Insurgente, la voz de los sin voz, transmitiendo desde las montañas del sureste mexicano, y vamos a empezar con una bonita cumbia que se llama “La Suegra “, y les avisamos a los promotores de salud que ya pasen al Caracol a recoger la vacuna” ¿Qué pasa cuando escucha en la Junta de Buen Gobierno que ese catalán vino desde muy lejos para entregar personalmente lo que un comité de solidaridad juntó como apoyo para la resistencia? ¿Qué pasa cuando ve a un norteamericano ir y venir con el café, la miel y las artesanías (y el producto de su venta), que producen las cooperativas zapatístas, cuando ve que no reclama ninguna atención especial a pesar de que lleva años haciendo eso sin que nadie, mas que nosotros, le lleve la cuenta? ¿Qué pasa cuando ve a l@s grieg@s traer el dinero para los materiales de la escuela y pues que se ponen a trabajar junto con los indígenas zapatistas en la construcción? ¿Qué pasa cuando ve a una frentista llegar al caracol y entregar un camión lleno de medicinas, aparatos médicos, camas de hospital y hasta uniformes y zapatos para l@s promotor@s de salud, mientras otros jóvenes del fzln se distribuyen para ayudar en las clínicas comunitarias? ¿Qué pasa cuando ve que los de “una escuela para Chiapas” llegan, se van y dejan, en efecto, una escuela, un camión escolar, lapiceros, cuadernos, pizarrones? ¿Qué pasa cuando ve que, a la escuela de idiomas que hay en Oventik (y que, en condiciones heroicas mantiene funcionando un compañero “ciudadano”), llegan hindúes, coreanos, japoneses, australianos, eslovenos, iraníes? ¿Qué pasa cuando mira que llega una persona a entregar con la Comisión de Vigilancia un libro con la traducción en árabe o en japonés o en kurdo, de los comunicados del EZLN y las regalías de su venta?

¿Qué pasa cuando, por ejemplo, una niña crece y llega a la juventud en la resistencia zapatista, durante 12 años en las montañas del Sureste mexicano?

Les pregunto porque, por ejemplo, aquí, haciendo la posta de alerta roja en el Cuartel General del EZLN, hay dos insurgentas. Las dos son, como dicen los compas, “cien por ciento indígenas y cien por ciento mexicanas”. Una tiene ahora 18 años y la otra 16. O sea que en 1994 tenían 6 años la una y 4 la otra. Como ellas hay decenas en nuestras posiciones de montaña, centenas en las milicias, miles en los cargos organizativos y de comunidad, decenas de miles en los pueblos zapatistas. El mando inmediato de las dos que hacen la posta es un teniente insurgente, indígena, de 22 años, o sea que tenía 10 años en 1994. La posición está bajo el mando de un capitán insurgente, también indígena, al que, como debe de ser, le gusta mucho la literatura, y tiene 24 años, es decir, 12 años cuando inició el alzamiento. Y en todas partes de estas tierras hay hombres y mujeres que pasaron de la niñez a la juventud y de la juventud a la madurez, en la resistencia zapatista.

Entonces, les pregunto: ¿Qué les digo? ¿Que el mundo es ancho y ajeno? ¿Que sólo importa lo que nos pase a nosotros? ¿Que lo que pasa en otras parte de México, de Latinoamérica y del Mundo no nos interesa, que no debemos meternos ni en lo nacional ni en lo internacional, y que debemos encerrarnos (y engañarnos), pensando que podremos lograr, solos, eso por lo que murieron sus parientes? ¿Qué no debemos hacer caso a todas las señales que nos indican que sólo haciendo lo que vamos a hacer podremos sobrevivir? ¿Qué debemos negarle el oído y la palabra a quienes no nos han escatimado ni el uno ni la otra? ¿Qué debemos respetar y apoyar a los mismos políticos que nos negaron una salida digna a la guerra? ¿Qué, antes de salir, tenemos que aprobar ante un jurado calificador para ver si lo que se ha construido acá en 12 años de guerra tiene méritos suficientes?

En la Sexta Declaración les contamos que han entrado nuevas generaciones a la lucha. Y No sólo son nuevas, también tiene otras experiencias, otras historias. No lo dijimos en la Sexta, pero lo digo ahora: son mejores que nosotros, los que empezamos el EZLN e iniciamos el alzamiento. Miran más lejos, tienen el paso más firme, son más abiertos, están mejor preparados, son más inteligentes, más decididos, más conscientes.

Lo que plantea la Sexta no es un producto “importado”, elaborado por un grupo de sabios en un laboratorio ascéptíco, y luego implantado en un grupo social. La Sexta viene de lo que somos ahora y de donde estamos. Por eso aparecen esas partes primero, porque no se puede comprender lo que nos proponemos, si no se entiende antes lo que ha sido nuestra experiencia y organización, es decir, nuestra historia. Y cuando digo “nuestra historia” no estoy hablando sólo de la del EZLN, también incorporo la de todos esos hombres y mujeres de México, de Latinoamérica y del Mundo que han estado con nosotros… aunque no los hayamos visto y estén en sus mundos, sus luchas, sus experiencias, sus historias.

La lucha zapatista es una champita, una casita más, tal vez la más humilde y sencilla entre las que se levantan, con idénticos o mayores penurias y esfuerzos, en esta calle que se llama “México”, Quienes habitamos en esa casita, nos identificamos en la banda que puebla todo el barrio bajo que se llama “Latinoamérica”, y aspiramos a algo aportar en hacer habitable la gran ciudad que se llama “Mundo”. Si esto está mal, adjudíquenlo a todos esos hombres y mujeres que, luchando en sus casas, barrios, ciudades, es decir, en sus mundos, tomaron un lugar entre nosotros. No arriba, no abajo, sino con nosotros.

Un Pingüino en la Selva Lacandona

Bueno, lo prometido es deuda. Al inicio de este escrito les dije que les iba a contar del pingüino que hay aquí, en las montañas del Sureste Mexicano, así que ahí les va.

Sucedió en uno de los cuarteles insurgentes, hace poco más de un mes, en las vísperas de la Alerta Roja. Me encontraba yo de paso, rumbo a la posición que sería el cuartel general de la Comandancia General del EZLN. Ahí debía recoger a los insurgentes e insurgentas que formarían mi unidad durante la Alerta Roja. El mando del cuartel, un Teniente Coronel Insurgente, terminaba de levantar el campamento y tomaba las disposiciones para mover la impedimenta. Con el fin de no recargarse mucho en el suministro que mandan las bases de apoyo para el sostenimiento de las tropas insurgentes, los combatientes de esta unidad habían desarrollado algunos medios de subsistencia propios: una hortaliza y una granja. Se decidió que de las hortalizas se cargaba lo que se pudiera y lo demás quedaba a la buena de dios. En cuanto a los pollos, gallinas y gallos, pues la alternativa era comerlos o dejarlos. “Mejor los comemos nosotros y no los federales”, decidieron, no sin razón, los hombres y mujeres (jóvenes menores de 20 años la mayoría), que mantenían esa posición. Uno a uno, los animales fueron a parar a la olla y, de ahí, a los platos hondos de los combatientes. Tampoco eran muchos animales, así que en unos cuantos días, la población avícola se había reducido a dos o tres ejemplares.

Cuando sólo quedaba uno, precisamente el día de la partida, pasó lo que pasó…

El último pollo empezó a caminar erguido, tal vez pretendiendo confundirse con nosotros y pasar desapercibido con esa postura. No sé mucho de zoología, pero parece que la constitución anatómica de los pollos no está hecha para caminar erguidos, así que, con el bamboleo que le producía el esfuerzo de mantenerse derecho, el pollo caminaba tambaleándose y sin atinar un rumbo preciso. Fue entonces que alguien dijo “parece pingüino”. El hecho provocó risas y éstas derivaron en simpatía. El pollo parecía, es cierto, un pingüino, sólo le faltaba la pechera blanca. El caso es que las bromas terminaron por impedir que el “pingüino” tuviera el mismo destino que sus compañeros de granja.

Llegó la hora de la salida y, revisando que no quedara nada, se dieron cuenta de que el “pingüino” estaba todavía ahí, tambaleándose de un lado a otro, pero sin volver a su posición natural. “Llevémoslo”, dije, y todos me quedaron viendo para ver si bromeaba o era en serio. Fue la insurgenta Toñita la que se ofreció a llevarlo. Empezaba a llover y lo puso en su regazo, debajo de la pesada capa de plástico con la que la Toñita protegía su arma y su mochila del agua. Lloviendo iniciamos la marcha.

Llegó el pingüino hasta el Cuartel General del EZLN y rápidamente se adaptó a la rutina de alerta roja insurgente. A menudo se unía (siempre sin perder la descompostura de pingüino), a los insurgentes e insurgentas en la hora de la célula, o sea del estudio político. El tema de estos días es sobre las 13 demandas zapatistas y los compañeros lo resumen bajo el título de “Por qué luchamos”. Bueno, pues no me lo van a creer, pero cuando me he acercado a la reunión de la célula, pretextando la búsqueda de café caliente, he visto que el “pingüino” es el que pone más atención. Y no sólo, de tanto en tanto, picotea a alguno que se queda dormido en mitad de la plática política, como reconviniéndolo para que preste atención.

No hay otro animal en el cuartel… digo, además de las culebras, las tarántulas “chibó”, dos ratones de campo, los grillos, las hormigas, un número indeterminado (pero muy grande) de zancudos, y una cojolita que llega a cantar, probablemente porque se siente convocada por la música de cumbias, rancheras, corridos, de amores y de despecho que sale del pequeño radio que se usa para oír el noticiero matutino de Pascal Beltrán en Antena Radio, y luego la “Plaza Pública” de Miguel Ángel Granados Chapa en Radio UNAM.

Bueno, les decía que no hay otro animal, así que parece normal que “pingüino” piense que nosotros somos sus congéneres y tienda a comportarse como uno más de nosotros. No habíamos advertido hasta qué grado había llegado, hasta que una tarde se negó a comer en el rincón que tiene destinado y se acercó a la mesa hecha de palos. Pingüino hizo un escándalo, más de pollo que de pingüino, hasta que comprendimos que quería comer con nosotros. Deben saber que la nueva identidad de Pingüino le impide al ex pollo el volar el mínimo necesario para subir a la banca, así que es la insurgenta Erika quien lo sube y le da de comer de su plato.

El capitán insurgente al mando me ha dicho que al pollo, quiero decir a Pingüino, no le gusta quedarse solo en la noche, tal vez porque teme que los tlacuaches lo puedan confundir con un pollo, y protesta hasta que alguien lo lleva a su techo. No tardará mucho tiempo en que la Erika y la Toñita le hagan con tela una pechera blanca (querían pintarlo con cal o con pintura de casa, pero logré disuadirlas… creo), para que no haya dudas de que es un pingüino y nadie lo confunda con un pollo.

Ustedes pueden pensar que estoy, o estamos, delirando, pero lo que les cuento es cierto. Mientras tanto. Pingüino se ha convertido en parte de la Comandancia General del ezetaelene y, tal vez, podrán verlo con sus propios ojos quienes vengan a las reuniones preparatorias para la “Otra Campaña”. También es de suponer que Pingüino sea la mascota del equipo de fútbol del EZLN cuando se enfrente, próximamente, al internazionale de Milano. Tal vez entonces alguien saque una foto para el recuerdo. Tal vez, pasado algo de tiempo y mirando la imagen, una niña o un niño preguntaran: “Mamá, ¿y quienes son los que están al lado de Pingüino?” (suspiro).

¿Saben qué? Se me ocurre ahora que nosotros somos como Pingüino, esforzándonos por erguirnos y hacernos un lugar en México, en América Latina, en el Mundo. Como de por sí no está en nuestra anatomía el viaje que emprenderemos, seguramente andaremos tambaleándonos, vacilantes y torpes, provocando risas y bromas. Aunque tal vez, también como Pingüino, provoquemos alguna simpatía y alguien, generoso, nos arrope y nos ayude, caminando con nosotros, a hacer lo que todo hombre, mujer o pingüino deben hacer, es decir, tratar siempre de ser mejores de la única forma posible, o sea luchando.

Vale. Salud y un abrazo de Pingüino (¿?).

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos México, Julio del 2005.


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