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Al borde de la ruptura, el movimiento sindical estadunidense luego de 50 años

26.07.05

La Jornada
Lunes 25 de julio de 2005

Cuatro agrupaciones anuncian que no participarán en la convención de Chicago

Concluyen sin éxito nueve meses de debate sobre una reforma a la AFL-CIO

Chicago, 24 de julio. El movimiento sindical estadunidense está por celebrar el 50 aniversario de su central obrera en el momento más débil de su historia y al borde de una ruptura interna que podría poner en jaque a la organización social (no religiosa) más poderosa del país.

Hoy, cuatro sindicatos nacionales, entre ellos tres de los cinco más grandes de la central obrera, anunciaron que no participarán en la convención cuadrienal que se inicia aquí mañana, lo cual es el primer paso hacia una ruptura formal. Los cuatro sindicatos forman el núcleo de la llamada Coalición por el Cambio para Ganar, constituida ahora por siete sindicatos nacionales, y que conjuntamente representa más de un tercio del total de 13 millones de agremiados en los 56 sindicatos de la AFL-CIO. Hace unos nueve meses iniciaron un intenso debate sobre una reforma de la central y hoy declararon que ese debate ha concluido sin éxito, y por lo tanto procederán a promover sus iniciativas para resucitar el movimiento sindical estadunidense fuera de la central.

“Hoy será recordado como el renacimiento del movimiento laboral estadunidense”, declaró Anna Burger, presidenta de la nueva Coalición por el Cambio para Ganar (CTWC, por sus siglas en inglés) al anunciar la decisión en una conferencia de prensa. Los líderes de los sindicatos nacionales disidentes señalaron que aún no han decidido romper con la federación, aunque indicaron que esto podría decidirse tan pronto como mañana.

Andy Stern, presidente del sindicato más grande de la central obrera, el de trabajadores de servicios SEIU con unos 1.7 millones de agremiados, y líder de los disidentes, hoy afirmó en conferencia de prensa que “no estamos intentando dividir al movimiento obrero, lo queremos reconstruir”, y señaló que continuar “en el mismo camino” sólo llevaría a la muerte de ese movimiento, y por lo tanto “es hora de salirse de ese y proceder por un camino de nueva esperanza” para los trabajadores estadunidenses.

Sin embargo, el actual presidente de la AFL-CIO, John Sweeney, condenó hoy el anuncio como una amenaza al sindicalismo en su momento más débil. “No asistir a la convención -especialmente cuando las diferencias que permanecen entre nosotros son tan mínimas- es un insulto a sus hermanos y hermanas sindicales, y a todos los trabajadores”. Acusó que la decisión de no participar en la convención por los sindicatos disidentes brota no de diferencias sobre política y estrategia, sino sobre una pugna de poder sobre la central. “Es mucho más fácil destruir un movimiento sindical que construir uno. Los trabajadores de Estados Unidos no pueden soportar que los sindicatos declaren ‘o es a mi manera o me voy’ cuando los trabajadores están bajo el asalto más grande en 80 años. La unidad y solidaridad son la piedra angular de nuestra fuerza”.

Podría renacer el movimiento

Ahora la AFL-CIO realizará su convención cuadrienal aquí esta semana bajo la sombra de una división que para algunos podría ser mortal y para otros podría marcar el renacimiento del movimiento laboral ante una realidad en donde los trabajadores estadunidenses en general que han sufrido, con el debilitamiento paulatino del poder de los sindicatos durante más de 20 años, algunos de los índices más altos de desigualdad económica en un siglo y la destrucción incesante de las conquistas laborales de la lucha obrera que en parte marca su nacimiento aquí en esta ciudad a finales del siglo XIX.

Pero los cambios dentro del AFL-CIO también tienen enormes consecuencias para la dinámica política y social de este país, ya que la central obrera es la organización social secular más poderosa del país, fundamento de la corriente liberal-progresista en el ámbito político, y un pilar clave para el Partido Demócrata. Según los dirigentes de la central, los sindicatos miembros del AFL-CIO aportaron 225 mil activistas el día de las elecciones nacionales en noviembre de 2004, y hogares sindicalizados constituyeron 24 por ciento de voto emitido en esas elecciones, mayoritariamente para los candidatos presidenciales y legislativos demócratas. Además, las contribuciones financieras del AFL-CIO y sus afiliados a las campañas electorales superaron los 100 millones de dólares el año pasado.

Por lo tanto, cómo se abordará la crisis dentro de la cúpula sindical aquí tendrá amplias y profundas consecuencias para todo trabajador -incluyendo inmigrantes (los sindicatos disidentes encabezaron el cambio de política de la central en favor de los derechos de los inmigrantes)- en Estados Unidos como también para la dinámica político-electoral del país.

Los disidentes insistieron en el transcurso del último año en que la AFL-CIO tenía que reformarse para enfrentar los desafíos del siglo XXI, entre ellos la “globalización”, los cambios en la economía, y sobre todo un cambio de prioridades de la central y sus sindicatos afiliados del enfoque sobre el ámbito político-electoral a uno concentrado en la sindicalización masiva de más trabajadores. Hoy decidieron que la central no estaba dispuesta a promover tal reforma interna, y por lo tanto, que se impulsara por afuera de ella.

La Coalición por el Cambio para Ganar incluye, además de SEIU, al poderoso sindicato de los Teamsters (con más de 1.2 millones de agremiados), el sindicato de trabajadores de alimentos y comercios UFCW (con más de un millón de agremiados), el de la costura, textiles recién fusionado con el de hoteles y restaurantes UNITE/HERE, el de los carpinteros (el cual se salió de la AFL hace unos tres años), el Laborers con casi 400 mil, y recién la semana pasada se sumó el sindicato de jornaleros UFW fundado por César Chávez. Aunque tres de ellos sí participarán en la convención, hoy enfatizaron su plena lealtad y compromiso con la nueva agrupación sindical.

Unos mil delegados estaban programados para asistir a 4 días de la convención que se iniciará este lunes, donde también estarán presentes representantes de sindicatos de otras partes del mundo y figuras políticas nacionales. Pero ahora habrá un hueco notable en el evento, y esto se convierte en el epicentro de lo que estaba anunciado como una celebración de 50 años desde que se superó la última gran división dentro del movimiento obrero organizado, entre la Federación Laboral Americana (AFL) y el Congreso de Organizaciones Industriales (CIO).

La crisis actual del movimiento sindical se ha profundizado en parte por la ofensiva antisindical de las ultimas décadas (empezando con la presidencia de Ronald Reagan), la cual se ha intensificado por el gobierno de George W. Bush y un cada vez más agresivo sector empresarial. A la vez, la transición de una economía industrial a una de servicios y alta tecnología ha devastado sectores económicos que anteriormente eran bastiones del sindicalismo. Junto con esto, los derechos laborales y sindicales han casi desaparecido en este país. “Pocos afuera del país entienden que aquí en los hechos no existe el derecho fundamental de organizar un sindicato”, comentó un funcionario de la central obrera a La Jornada.

Como resultado, sólo uno de cada 12 trabajadores del sector privado está sindicalizado hoy día en este país (en total, incluyendo el sector público, sólo 12 por ciento de la fuerza laboral está sindicalizada) comparado con más de uno de cada tres hace medio siglo.

Estos factores externos desataron un intenso debate dentro de las filas sindicales sobre cómo enfrentar los nuevos desafíos, y de hecho hace 10 años hubo un cambio sin precedente en la cúpula sindical: la dirigencia histórica fue derrotada por una agrupación sindical encabezada por el actual presidente de la AFL-CIO, quien inauguró una serie de reformas dedicada a revertir el desplome de la tasa de sindicalización y recuperar el poder político de la central obrera.

Pero una década después, la federación se encuentra más débil que nunca, especialmente después de la devastadora derrota de su apuesta electoral el año pasado para evitar la relección de su peor enemigo, George W. Bush. Aquí, por lo tanto, está por escribirse un próximo capítulo de la historia laboral estadunidense y mientras algunos creen que podría ser un epitafio, otros esperan que sea sólo un nuevo prólogo.

Una vez más, Chicago, donde nació el símbolo mundial de la lucha obrera, los mártires de Haymarket celebrados el primero de mayo en casi todos los países del mundo menos aquí, es sede de un momento crítico para los trabajadores. Tal vez no habrá nuevos mártires, pero muchos buscarán refugio en otro de los grandes regalos al mundo de esta ciudad: el blues urbano, la música del sufrimiento, el lamento y la celebración de la sobrevivencia a pesar de todo.


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