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Estrategias políticas y sociales en Chile. En homenaje a los 40 años del MIR

13.08.05

Dos tendencias se cruzan hoy día en los territorios controlados por el estado chileno, la tendencia al socialismo y la tendencia al comunismo. Por su vez, dentro de cada tendencia se entrecruzan experiencias prácticas, dinámicas organizativas y propuestas de todo tipo.

La tendencia al socialismo queda más clara si la definimos por su nombre: capitalismo de estado, donde encontramos socialistas, neoliberales, partidos comunistas, etc. unos en el gobierno y otros pugnando por dirigirlo, unos controlando el estado, otros queriendo hacerlo también. Unos en las elecciones, otros en la lucha armada. En fin, distintas corrientes que, como los ríos, siempre llegan al mar. Unos para administrar el capital en beneficio de pocos, otros para administrarlo en beneficio de muchos. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, perdón, del estado.

La tendencia al comunismo se perfila en las dinámicas que apuntan a la sociedad sin clases, al no estado, la anarquía o sociedad comunista, la autoorganización social, el poder popular autónomo, la autogestión, la comuna.

Unos enuncian sus propósitos para articular conciencias, otros esperan que las metas sean definidas en las asambleas horizontales de democracia directa, lugar donde podrán enunciarlo y discutirlo sin aferrase a dogmas.

Estos territorios son unos de los pocos en el mundo donde puede decirse que no hay barrio ni región donde no proliferen las experiencias de base buscando la realización de nuevas experiencias de sociabilidad asentada en la práctica del asambleismo y el respeto mutuo. Casi no hay barrio o región que no tenga uno o más grupos de hip hop. Casi no hay barrio o región donde no haya uno o más colectivos anarquistas. Casi no hay barrio o región que no cuente con uno o más centros culturales autogestionarios. Casi no hay donde no exista una experiencia de autonomía, de reflexión, de pequeñas prácticas.

Así, en vez de articular un aparato central de conducción (que luego se hará cargo del estado, obviamente, para eso tiene dirección de arriba abajo), de manera hasta sorprendente, la conciencia de la autonomía se expande por todos lados y viene desde la carne misma de la sociedad, de las localidades, escuelas, centros de trabajo, regiones y territorios concretos. Numerosos militantes han optado por establecer raíces en sus locales de vivienda o trabajo abriendo sus brazos y sus corazones a los vecinos y compañeros para iniciar con ellos un camino andando, un camino sin trazados previos, sin estrategias, dejando que la estrategia sea hecha paulatinamente por el andar de las comunidades autoorganizadas con capacidad de protagonismo y decisiones que configuren esos nosotros, esos poderes locales que se establecen como pequeños núcleos de reagrupamiento de la población a partir de sus problemas y de su vida cotidiana, ya no más a partir de programas y tácticas que les arrojan desde el Olimpo de los intelectuales colectivos.

Las últimas luchas estudiantiles, tanto secundarias como universitarias, mostraron una diferencia sustancial con años anteriores: una presencia creciente de colectivos asamblearios de democracia directa. Y ello se percibió en casi todas las ciudades del llamado “país”. Las dirigencias y centros de estudiantes fueron sobrepasados por las bases. Sólo en pocos lugares las estructuras tradicionales, como centros de alumnos y federaciones, consiguieron mantener su capacidad de conducir el ganado, que se llenaba de ovejas negras y rojinegras por todas partes que cortaban calles y se enfrentaban valerosamente a la represión estatal.

El gobierno, conciente de ello, así como los partidos que lo componen, han lanzado una ofensiva en todos los terrenos intentando capitalizar electoralmente la contestación generalizada que ha trascendido a los estudiantes y se ha desplegado por otras regiones de la geografía social, otorgando rebajas de deudas por aquí, concesiones por allá, negociaciones acullá, como el caso de los deudores habitacionales, cuya lucha de años ha llegado al punto de manifestarse con mayos asiduidad y masividad que años anteriores, así como se ha extendido por las más variadas regiones.

La oposición de derecha se ha visto obligada a levantar otro candidato, ya que el pinochetista Lavín se ve cada vez más arrinconado mientras la farsa de la democracia hace jugar a Pinochet el papel de chivo expiatorio favoreciendo la estabilidad del capital en torno a candidatos de consenso que no aparezcan como radicales. Así el lavinismo, la derecha golpista, y el Podemos, la izquierda extraparlamentaria, son menospreciados para favorecer entre todos los aparatos a la concentración de la atención en los dos capitalistas buenos, Piñera, el empresario, y Bachelet, la mujer.

Mientras la lucha social desde abajo sigue expandiéndose. Comunidades mapuche y pescadores artesanales se unifican en el sur para la defensa del territorio y las aguas contra la depredación y envenenamiento de la empresa de celulosa y papel. Varias huelgas de trabajadores se erigen como nuevas maneras de agruparse para la lucha. Crece la protesta contra las empresas mineras en varias regiones. Cesantes realizan huelga de hambre en Valparaíso. Profesores se movilizan. Protestas contra las AFP. Resistencia en Montedónico, etc.

Así, se cruzan en proceso de retroalimentación esas dinámicas sociales por abajo con las formas de autoorganización de colectivos que buscan descubrir en la praxis social las nuevas relaciones sociales que serán irreductibles.

Por arriba la batalla electoral atrae a muchos, pero entre los dos millones y medio de no inscritos, el millón de abstencionistas y de votos nulos y blancos, constituyen una clara muestra derivada del proceso electoral de un fenómeno que se extiende. No hay duda que entre los no inscritos crece la conciencia de la autonomía, de hacer una vida entre ellos, en fin, forjar una nueva sociedad sin definirla, sentir y vivir esa necesidad. La sociedad sin clases no se erige por decreto ni por conducción de una vanguardia, sino en el proceso de encuentro, protagonismo y determinaciones sobre su propia vida que hace la gente. El encuentro e intercambio entre esas experiencias, las luchas sociales y los colectivos autónomos de afinidad y búsqueda, irá estimulando la convicción de que vamos por el buen camino, es decir, por donde no lo hay, inventándolo en cada momento al calor de las miradas y las manos juntas, en resistencia permanente y construcción cotidiana.

Abrazos
Profesor J

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