Manuel Aguilar Mora
El siguiente es el texto de una conferencia impartida en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México el pasado 15 de agosto del 2005.
LA SEXTA DECLARACIÓN DE LA SELVA LACANDONA
Su significado político y alcance revolucionario
El estallido de una gran crisis política está latente en México por lo menos desde 1988. Sólo el poderío del régimen de dominación tradicional priista y su anverso, la ausencia de una dirección independiente y revolucionaria de las masas populares, determinaron que esa latencia potencial de la crisis política no se actualizara materialmente. Sin embargo, la maduración de esta gran crisis avanza a pasos agigantados.
Precisamente el carácter del presidencialismo autoritario conformado durante el siglo XX, determinó que fueran los fines de los periodos presidenciales cuando las señales soterradas de esta crisis surjan a la superficie, presentándose incluso fisuras en el bloque dominante y oportunidades para la intervención popular. Estamos atravesando en el actual periodo una situación así ante la perspectiva de las elecciones presidenciales del 2006.
La enumeración de las cuatro ocasiones anteriores de situaciones de fin de sexenio y de elecciones presidenciales es suficientemente explícita. La crisis política y económica de 1982 desató una espiral inflacionaria cuyas consecuencias están todavía con nosotros. En 1988 el sistema priista recibió un golpe mortal en las urnas que sólo pudo superarse con un fraude colosal realizado con la complicidad tácita de las dos corrientes principales de la oposición burguesa (la panista y la neocardenista). En 1994 la insurrección del EZLN arrojó al régimen a una de sus peores crisis de la cual el PRI, aunque victorioso en las urnas, paradójicamente salió herido de muerte. Finalmente en el 2000 los grupos en el poder económico y político gestaron una salida a la crisis priista y así el gobierno foxista se instaló con el caudal del ampliamente promovido “voto útil”, supuestamente representando una “transición democrática”, en realidad una transición pactada, para preservar intactos los cimientos fundamentales del régimen estatal capitalista dependiente del imperialismo que nos gobierna.
Llegamos así a la situación actual en que la profunda decepción existente en la abrumadora mayoría de la población, producida por el patético desempeño del “gobierno panista-foxista del cambio”, ha gestado un ambiente de malestar político, potencialmente explosivo, que en la medida que se acerca la cita del cambio presidencial el primer domingo de julio del 2006 tiende a acumular conflictos y confrontaciones sociales de gran calibre.
Es en este macrocontexto histórico y político en el que se inscribe el impacto de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y sus consecuencias tanto políticas como organizativas. Precisemos esto: una situación política nacional cargada de tensiones sólo puede ser influida e incluso determinada por fuerzas de su misma dimensión, fuerzas con impacto nacional. El EZLN es una de esas fuerzas como es bien sabido. Es la única fuerza política no sistémica capaz de movilizar sectores masivos de la población. Su convocatoria es hoy por hoy la única que puede competir con la de los tres partidos principales que sostienen al régimen político establecido.
La emisión de la Sexta Declaración con su mensaje revolucionario e independiente tiene una dimensión política sólo comparable al acto de la insurrección neozapatista del 1º de enero de 1994. ¿Por qué? Fundamentalmente por dos razones estrechamente conectadas. La primera es la declaración literalmente urbietorbi (no hay que olvidar que el EZLN tiene una audiencia que va más allá de las fronteras nacionales) de la putrefacción política que domina al régimen político establecido en nuestro país. Aquí no hay posibilidad de duda. La Sexta Declaración es una denuncia e impugnación a fondo de la corrupción y la represión imperantes en el régimen político mexicano, incluidos todos sus actores: partidos, personajes centrales y precandidatos presidenciales. Es una profunda e incisiva crítica sin concesiones al sistema político actual en su conjunto.
Los sectores socialistas revolucionarios han desarrollado críticas parecidas tanto en la actualidad como anteriormente, muchas de ellas incluso más completas que la contenida en la Sexta Declaración. Pero ninguna de las organizaciones socialistas y revolucionarias en México han tenido o tienen el alcance político que ha logrado el EZLN. Esa es su enorme importancia: por primera vez en la lucha popular masiva de nuestro país, surgido de las raíces más profundas y de los sectores más oprimidos y explotados como son los indígenas, circula entre las masas de México un mensaje independiente, revolucionario y emancipador que pueden sentir y hacer suyo. Los neozapatistas del EZLN están aquí tratando de seguir el ejemplo del zapatismo original de la revolución de 1910, no sólo constituyéndose como un ejército, sino actuando también como una corriente ideológica.
La historia política de México está plena de lecciones que resaltan la importancia mayúscula que representa este hecho. Una clave fundamental de la larga estabilidad del régimen de dominación tradicional, encarnado en la dictadura priista durante la mayoría del siglo XX, fue el enfeudamiento de las masas populares dentro de los organismos corporativos del partido oficial y sujetos a los mecanismos de control político e ideológico de los gobiernos de “la revolución mexicana”. Al nivel electoral, este hecho se expresaba en los acarreos, el voto verde, en suma, en la manipulación corrupta y cínica del priismo de las masas populares. Durante el siglo XX hubo una ausencia de independencia política por parte de los sectores populares, en especial de los trabajadores. Ante este retraso histórico de los trabajadores, hoy vuelve a imponerse una característica específica de la evolución del pueblo mexicano, a saber, que han sido los sectores campesinos más pobres y marginados quienes han llevado en los momentos cruciales de su desarrollo el papel de vanguardia y de orientación de nuestro pueblo: sucedió durante el periodo de la independencia nacional del siglo XIX y se repitió durante la revolución mexicana de principios del siglo XX.
La segunda razón de la importancia excepcional de la Sexta Declaración es, por supuesto, su convocatoria a que esa independencia política del establishment oficial encarne en una organización. Aquí entramos de lleno a los acontecimientos cotidianos. Es la historia viva de estos días, de las reuniones convocadas por el EZLN en Chiapas con las organizaciones políticas independientes y socialistas, con los grupos indígenas, con las organizaciones sociales, con las ong´s, con las personas independientes no agrupadas en organizaciones que quieren participar en el nuevo esfuerzo. Es la perspectiva que el próximo 16 de septiembre surja un frente o gran coalición de fuerzas independientes y democráticas de izquierda que reunirá a amplios sectores que lucharán por la emancipación de los trabajadores y la liberación nacional, por el proyecto de una nueva nación que, con profunda vocación internacionalista, deberá extender su mano solidaria a los pueblos de América Latina y los demás continentes para forjar unidos otro mundo libre de opresión y explotación. Es la perspectiva de iniciar la historia mexicana del siglo XXI aprendiendo y asimilando las terribles lecciones del pasado siglo.
Por boca de su vocero principal, el EZLN ha declarado innumerables ocasiones que “la otra campaña” como ha denominado a este proyecto, se trata de una propuesta que se realizará sólo a largo plazo, de una perspectiva que abarca los próximos años para transformar a nuestro país de abajo hacia arriba. No se trata de un proyecto sectorial sino nacional, no es sólo para liberar a las poblaciones indígenas sino abarca a todos los sectores populares, no surge por la coyuntura electoral sino que la trasciende. Se trata pues de una lucha por conquistar la consciencia independiente del pueblo para que emprenda la tarea de la radical transformación de México que sólo él es capaz de realizar.
Los acontecimientos se han agolpado y obviamente el periodo escogido por el EZLN para anunciar y poner en práctica su nuevo proyecto no es de ninguna manera casual. Se trata de un timing perfectamente escogido y de consecuencias previsibles. Es evidente que estamos ante una decisión profunda y lentamente madurada en las caracoles zapatistas, en el seno de las filas del EZLN y de su dirección. Es una decisión que, para tomarla, se debió reflexionarla a fondo, haciendo un balance, que incluyó una autocrítica de su propio accionar.
Es aquí donde los medios de comunicación masivos han concentrado su atención, en el deslinde que ha hecho el EZLN de parte de su trayectoria política anterior. Tal deslinde ha incluido una ruptura con la alianza tácita que el EZLN inició con el PRD en 1994 y mantuvo hasta 2001 y es el aspecto que más ha sido señalado por estos medios tanto por sensacionalismo político como por constituir uno de los resultados más polémicos del giro que representa la Sexta Declaración.
Ahora bien, no hay porqué sorprenderse de tal ruptura. No es poca cosa que los legisladores del PRD, junto con los del PRI y el PAN, hayan votado la ley indígena que representó el rechazo de la propuesta del EZLN después de haber hecho concesiones a la Cocopa, la autora de la iniciativa de ley que los neozapatistas hicieron suya. Los legisladores perredistas ni siquiera quisieron votar como minoría, simplemente se asimilaron con la mayoría del PRIAN.
Durante cuatro años el EZLN enconchado en sus caracoles seguramente analizó y sopesó sus fuerzas y perspectivas. Aislándose de un proceso de movilizaciones de sectores de trabajadores fundamentales como los electricistas del SME y la corriente democrática del SUTERM, de los trabajadores del IMSS, de los maestros de la CNTE y varios otros sectores, el EZLN seguramente comenzó a comprender que su alianza tácita con el PRD estaba resultando por completo nefasta para su causa. Mientras tanto tuvieron lugar los Diálogos Nacionales por un Proyecto Alternativo de Nación que agrupaban a sectores políticos y sociales claves de las movilizaciones contra las privatizaciones de las industria energética y en general contra las contrarreformas estructurales del gobierno foxista. Y el EZLN permanecía enconchado.
El gran movimiento masivo que se dio contra el intento de desafuero de López Obrador fue también decisivo para que el EZLN se lanzara a “la otra campaña”. La abrumadora mayoría que participó en la gigantesca manifestación del 24 abril en la ciudad de México defendiendo a López Obrador y mandando un mensaje contundente a la camarilla reaccionaria foxista, lo hizo entendiendo perfectamente que defendía un derecho propio y elemental de los ciudadanos mexicanos pisoteado por el gobierno. Sólo una minoría de ese enorme río humano era estrictamente perredista, pero este partido y su principal (pre)candidato, López Obrador, fueron los que se beneficiaron directamente de él. Era obvio que la situación le exigía al EZLN una definición. La Sexta Declaración fue la respuesta.
Es absolutamente incoherente acusar al EZLN de que con su nueva postura expresada en la Sexta Declaración y en las tomas de posición del subcomandante Marcos en los encuentros que se dan estos días en Chiapas, está favoreciendo a la derecha y en especial a Madrazo, el más posible candidato presidencial priista. La política es una actividad de fuerzas no sólo de posiciones e ideas, o mejor aún, las posiciones e ideas expresan fuerzas. La Sexta Declaración es la toma de posición de una fuerza que ha sido independiente desde que surgió a la escena nacional en 1994 pero que por razones tácticas (erróneamente, según creemos) decidió mantener una ambigua e indefinida posición política con respecto al PRD.
Así es posible entender que lo sorprendente más bien ha sido la tardanza de la definición del EZLN pues los hechos son contundentes: es el PRD quien se ha venido aliando con la derecha, tanto panista como priista. Allí están las alianzas electorales del PRD con el PAN en Oaxaca, Yucatán, Nayarit y Chihuahua para mencionar algunos casos conspicuos. Y fácilmente se olvida que en Chiapas mismo, la elección del nefasto gobernador Mendiguchea, con cuyo curso represor han tenido que lidiar directamente los neozapatistas, es el producto de una alianza entre el PRD y el PAN. Y qué decir de los sectores priistas que al no conseguir sus objetivos en dicho partido se van al PRD para lograr su postulación a cargos públicos (por ejemplo en Tlaxcala). O el caso de las elecciones del estado de México en las cuales la empresaria Yeickol Polensky, ex presidenta de la Canacintra, fue una candidata propuesta y sostenida directamente por López Obrador. Si en el 2006 el PRI tiene la oportunidad de volver a Los Pinos, la responsabilidad recae directamente en el gobierno foxista y en la lamentable situación del PRD.
Es imposible eludir el hecho de que en Chiapas, el enfrentamiento de las comunidades zapatistas con el gobierno estatal ya ha cobrado una cuota sangrienta y esa línea de sangre no es fácil que se borre.
En el gobierno del Distrito Federal, sin duda la estrella de los gobiernos perredistas, López Obrador está lejos de ser el gobernante democrático que se pretende hacer creer con la propaganda. El propio Cuauhtémoc Cárdenas ha hecho críticas muy fuertes a su compañero de partido y se disponen ya de varios balances críticos de la administración de AMLO hechos por intelectuales y políticos que son contundentes. Refirámonos a dos casos muy graves: el hecho que AMLO no auspició, como lo había prometido, la ley para la conversión del DF en una entidad federativa igual a los demás estados y los encubrimientos de la procuraduría capitalina de los dos salvajes asesinatos de Digna Ochoa y el de Pavel González, calificándolos como “suicidios”. El EZLN ha sido el fiscal implacable de estos siniestros encubrimientos auspiciados por el gobierno de AMLO.
Así ¿acaso no es comprensible y lógico que a la hora de los balances la ruptura neozapatista con el PRD sobresalga? Después de todo el EZLN nunca tuvo ilusiones del PRI ni del PAN. Fue el autodenominado “partido de izquierda” el que le ofreció una alianza política tácita que defraudó por completo.
En todo caso, “la otra campaña” que propone y a la cual convoca el EZLN, no es una campaña electoral. Es un esfuerzo de politización y organización de los de abajo. Es una empresa que trasciende a julio del 2006, buscando la organización popular independiente , democrática y autónoma para todo el periodo histórico que se abre. Una cuestión es evidente, esta otra campaña no será cabalgada por los partidos y candidatos registrados que se repartirán el fabuloso premio que tiene el IFE para ellos: cinco mil millones de pesos, de los cuales las tres cuartas partes son para el trío principal PRI, PAN, PRD. Esta majadería a la pobreza del pueblo es uno de los agravios mayores del actual sistema político cuyo gasto por voto es mayor que el de Estados Unidos. Esta por verse cuál será la táctica electoral que surja de la coalición que se gesta bajo el impulso de la Sexta Declaración: la abstención, un candidato independiente (no registrado por el IFE), etc. Lo cierto es que no será una decisión típica de la política electoralista tradicional.
La cuestión de muchos grupos que comparten el mensaje de la Sexta Declaración pero siguen prisioneros de las trampas del electoralismo y del voto útil para “detener a la derecha”, como si ésta no estuviera bien asentada en el poder con cualquiera de los partidos registrados, será resuelta por la vida misma. La experiencia internacional nos ha dado casos ejemplares que no es posible olvidar en estos momentos. Partidos revolucionarios que dirigieron procesos masivos de lucha antidictatorial y antiimperialista como el Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador acabaron derrotados por la corrupción neoliberal y el mercantilismo electoral. La conducción de una revolución no garantiza la decadencia de los partidos de izquierda militante.
Y hoy mismo somos testigos de la inmensa tragedia de Brasil cuando el Partidos de los Trabajadores, encabezado por Lula, un antiguo metalúrgico, dirigente de formidables huelgas obreras que dieron la puntilla a una feroz dictadura militar y que se convirtió en el partido obrero más grande de la historia de América Latina, una vez instalado en la presidencia de la república es el vergonzoso escenario de escándalos de corrupción y capitulación frente al imperialismo que afectan directamente a su cúpula y desgarran a sectores masivos del pueblo brasileño.
La liberación de los pueblos de América Latina está demostrando ser una tarea ardua y difícil. Todas las grandes empresas históricas lo son, si no, no serían empresas de calibre histórico. Pero las luchas de hoy que se dan en Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina y otros países de América Latina y del mundo entero son fuentes de inspiración, como lo son de enseñanza sus combates del pasado. La perspectiva abierta por la Sexta Declaración de la Selva Lacandona tiene ese aliento internacionalista tal y como lo ven desde Chiapas unos combatientes ejemplares que llevan más de diez años firmes en sus posiciones, resistiendo un cerco militar de decenas de miles de soldados. El porvenir que se delinea es de grandes movilizaciones, de batallas decisivas y de posibles victorias históricas que podrán cambiar definitivamente el destino de nuestros pueblos. La Sexta Declaración de la Selva Lacandona inscribe nuestra lucha, la del pueblo mexicano, en ese grandioso escenario continental y mundial. Creemos que no hay que perder tiempo y hay que ponernos en marcha para lograr sus objetivos que no pueden ser otros que el de la emancipación de los trabajadores y la liberación nacional de nuestra patria mexicana.
México, D.F. a 15 de agosto de 2005