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Virgen de las Nieves, territorio mapuche

22.08.05

“La memoria histórica mapuche sostiene que desde tiempos inmemoriales, las comunidades mapuches viven y se desarrollan a ambos lados de la cordillera de los Andes. Una lectura crítica de las fuentes utilizadas por la historiografía, la antropología y otras ciencias “occidentales” permiten corroborar que efectivamente, el mapuche es un pueblo originario, es decir, su presencia aquí es anterior a la llegada de la corona española y por ende, al surgimiento del Estado argentino” (Foto de Archivo).

Por Adrián MOYANO / Periódico Azkintuwe

La comunidad mapuche “Tripan Antü” protagoniza desde hace décadas una disputa territorial con el Estado argentino, en particular con el Ejército. Las familias que allí viven, los Ranquehue y los Gualmes, pueden demostrar su presencia más que centenaria en el paraje que se denomina Virgen de las Nieves, nombre impuesto a mediados del siglo XX. La Justicia Federal ha fallado en contra de los “mapuche” y ordenado su desalojo, que afortunadamente aún no se ha consumado (diciembre de 2001).

Para intentar la reversión de la medida, a comienzos del mismo año y por iniciativa del abogado del “Lof”, se realizó una presentación ante el entonces presidente de la República Argentina, Fernando de la Rúa. Las líneas que siguen fueron elaboradas para demostrarle sucintamente al Estado argentino que la zona donde hoy se erige la ciudad de Bariloche, pertenece al territorio mapuche. Las tierras en disputa están ubicadas a 8 kilómetros de esa ciudad, entre los lagos Gutiérrez y Nahuel Huapi, sobre la ladera occidental del cerro Otto. Hasta el momento, no se obtuvo una respuesta favorable de las autoridades argentinas y el conflicto continúa.

Introducción

La zona que hoy se denomina Virgen de las Nieves está ubicada en San Carlos de Bariloche, en la Provincia de Río Negro (Argentina). Allí vive “desde siempre” la familia Ranquehue. Mientras tanto los Gualmes aparecen en escena a partir de 1895, cuando Pedro Pablo Gualmes, abuelo de Clorinda nacido en 1852, llega al lugar procedente de Comallo a raíz de haber sido desplazado de su tierra original por un conocido comerciante de entonces en aquel paraje, ubicado a 120 kilómetros de Bariloche. El área permaneció fuera de la soberanía argentina hasta fines del siglo XIX, cuando el gobierno nacional decidió llevar adelante las campañas militares que se conocen como Conquista del Desierto. En derredor del lago Nahuel Huapi la presencia mapuche puede comprobarse a partir del siglo XVI, aunque la memoria histórica mapuche prefiere referirse a milenios.

Cabe recordar que la jurisdicción española jamás pudo efectivizarse al este de la cordillera de los Andes más allá del río Salado, a unos pocos kilómetros de Buenos Aires (2). Al oeste del macizo montañoso, después de 100 años de guerras que arrojaron como resultado una derrota para la corona ibérica, la frontera entre las comunidades mapuches independientes y España, quedó establecida en el río Bío Bío “de océano a océano”. Así lo afirma el Pacto de Quilín, celebrado en 1641(3).

Por poco menos de dos siglos, la frontera entre las diversas comunidades mapuches y los españoles se ubicó en una línea que arrancaba por el río Salado en la actual provincia de Buenos Aires, seguía por el sur de Santa Fe; sur de Córdoba, centro de San Luis y centro de Mendoza (4). Las provincias que hoy se denominan Neuquén y La Pampa estaban íntegramente “controladas” por las diversas parcialidades mapuches (“rankvlce” o Ranqueles; Pehuenches y “Cazice” o Salineros). Más al sur, en la provincia que hoy llaman Río Negro, habitaban comunidades mapuche “wijice” al sur del lago Nahuel Huapi.

Ese “status” no se modificó hasta bien avanzada la época republicana. En Chile, el gobierno asumió la decisión política de incorporar la llamada Araucanía hacia 1881 y en la Argentina, se decidió correr la frontera hasta los ríos Negro y Neuquén recién en 1879. La propia concreción de ambas campañas militares deja establecida la pre-existencia mapuche, es decir, el pueblo mapuche es anterior en su existencia a los estados argentino y chileno.

Ciencias occidentales y memoria mapuche: La presencia ancestral mapuche en la Patagonia Argentina

La memoria histórica mapuche así lo afirma pero además, hay múltiples datos que provienen de la ciencias occidentales que certifican la aseveración. La arqueología ha encontrado cerámica “Pitrén” o mapuche en el oeste de la provincia de La Pampa y en el este de Neuquén, a la que dató hacia el año 1.000. Esas piezas no son atribuidas sólo al comercio, sino a la presencia directa de grupos “paleoaraucanos” (5). Así llaman los arqueólogos a los antiguos mapuches.

Más adelante, el poema épico denominado “La Araucana”, del soldado español Alonso de Ercilla, asevera que el ejército mapuche que enfrentó a las tropas de Pedro de Valdivia, estaba integrada por diversas parcialidades pertenecientes al pueblo originario, entre ellas, los puelches. En “mapuzugun” (habla de la tierra, idioma mapuche) “puelce” (pulelches) significa gente del este.

La afirmación del poeta deja en claro que mucho antes de que comenzara la supuesta y mal llamada Araucanización de Pampa y Patagonia, ya existían comunidades mapuches a ambos lados de la cordillera. La presencia de puelches en Gulu Mapu (territorio mapuche del oeste) en 1550 para arriesgar la vida en común frente al invasor, evidencia no sólo la unidad cultural y lingüística del pueblo mapuche, sino también la existencia de profundos lazos políticos.

A raíz de su claridad meridiana, cabe traer a colación las conclusiones del investigador chileno Carlos Ruiz Rodríguez, de la Universidad de Santiago de Chile: “El pueblo o nación mapuche ha tenido desde tiempos prehispánicos un desarrollo simultáneo en ambas vertientes (de los Andes), del cual los vínculos observados a partir del siglo XVII son sólo la parte visible ante los ojos del hispanocriollo, de un fenómeno de más antigua data”.

Ruiz afirma que a la llegada de los conquistadores “sin duda numerosas parcialidades de ambas vertientes cordilleranas estaban emparentadas y creaban continuamente nuevos vínculos para facilitar el intercambio entre comunidades de pisos ecológicos diferentes para tener acceso a bienes que no producían en el nivel propio. Sin duda, la alianza militar contra los españoles hizo aún más estrechas estas relaciones”. (6)

Como puede advertirse, ya no sólo los mapuches sostienen que su presencia como pueblo en el actual territorio argentino, se remonta a siglos antes de la constitución del Estado que hoy pretende disputarle su tierra a los Ranquehue y los Gualmes. Existen muchos otros datos que se derivan de la historiografía de los no mapuches, que coinciden con la memoria histórica del pueblo originario.

Por ejemplo, algunas fundaciones de plazas fuertes españolas no se explican si para los conquistadores, las hostilidades de los “puelce” o “pewence” provenientes del este de la cordillera, no hubieran sido significativas. La erección de San Bartolomé de Gamboa en el antiguo sitio de Chillán (VIII Región del Bío Bío, Chile) tiene sentido no para reforzar las comunicaciones entre Concepción y Santiago, sino para prevenirse de la llegada de los mapuches que venía del actual territorio argentino, en plan de guerra defensiva. No es el único caso (7).

También hay que tener en cuenta la certificación de la toponimia. A su paso por el actual territorio argentino, los españoles encontraron denominaciones en “mapuzugun”, inclusive antes de que comenzara la supuesta “araucanización”. Cuyo viene de “cuyum”, que significa arenal; Trepananda deriva de “Xipan Antv” o “Xipay Antv” (de donde viene el Sol); Guaymallén se parece a “waj malen” (todos las jóvenes o rodeado de mujeres jóvenes)”.

Los ejemplos se multiplican por decenas o quizás centenas. Se trata de denominaciones que han quedado plasmadas en las primeras crónicas ibéricas, trabajos que fueron datados muy tempranamente y que dejan reflejada la presencia ancestral mapuche en el actual territorio argentino. Sucede que la relación entre los mapuches y la naturaleza es sustancial y muy entrañable. Los nombres que fueron proporcionados a aguadas, cerros, ríos, pampas, lagos y demás características de determinado espacio territorial, no pudieron surgir espontáneamente o como producto de un paso transitorio, sino a partir del conocimiento profundo de sus “newen” o fuerzas. Cabe concluir entonces, que la presencia mapuche en “Puel Mapu” (territorio mapuche del este) es muy anterior a la llegada de los españoles.

Bariloche no es la excepción. Los investigadores se refieren a la presencia centenaria aquí de los “puelches del Nagüelhuapi” (8) . Algunos de ellos adhieren a corrientes antropológicas que se han esforzado por negar la existencia del pueblo mapuche, pero los hechos son claros. Ya se dijo que los “puelce” son los mapuches que viven al este de la cordillera de los Andes y es notorio que se denomina Nahuel Huapi (Isla del Tigre en “mapuzugun”), al lago sobre cuyas orillas se levanta la ciudad.

El Paso de los Vuriloches que buscaron afanosamente los consquistadores, se refiere a “Furilofce”, que significa las comunidades que están detrás de la espalda. Estas denominaciones son muy antiguas y su presencia en las crónicas ibéricas también contribuye a desmoronar las tesis de la Araucanización de Pampa y Patagonia, según la cual los mapuches entraron al actual territorio argentino en los siglos XVII y XVIII.

Hay muchos otros ejemplos, pero la breve enumeración ya alcanza para advertir que la toponimia se constituyen en otro elemento de fuste, a la hora de dejar demostrada la pre-existencia mapuche. Es decir, la presencia del pueblo mapuche en estas latitudes es anterior a la llegada de los conquistadores españoles y por ende, al surgimiento de la República Argentina como entidad política independiente.

Antes de la Conquista del Desierto

Múltiples testimonios legados por viajeros dejan demostrado que el área del lago Nahuel Huapi formaba parte del territorio mapuche hacia fines del siglo XIX. Uno de los aportes más valiosos fue formulado por George Musters en su libro “Vida entre los patagones”. El inglés inició su célebre periplo 10 años antes de que comenzara la Conquista del Desierto y viajó desde la Isla Pavón (Santa Cruz) hasta Carmen de Patagones (Buenos Aires). Previamente, hizo escala en las tolderías de Savweke (Sayhueque), en la actual provincia de Neuquén.

Junto con una nutrida partida de tehuelches que venían a parlamentar y comerciar con los “araucanos”, Musters recorrió durante buena parte de su trayecto una vieja vereda Tehuelche. A la altura de Chubut y Río Negro, esa senda coincidió en muchos tramos con el posterior trazado de la actual Ruta Nacional 40. Algunos de los estudiosos que analizaron su libro de viajes mencionan que la comitiva pasó 33 Km al este del lago Nahuel Huapi. Otros afirman que lo hizo a 50 Km.

Pero lo cierto es que apenas superado el punto donde actualmente se emplaza la ciudad de Esquel (oeste de Chubut), los tehuelches en marcha se toparon con los primeros “araucanos”, quienes integraban las tolderías del “logko” Quintuhual. Unos días más tarde, los tehuelches se encontraron con el “logko” Foyel en cercanías del sitio donde hoy se emplaza Ñorquinco (Río Negro). Juntas, unas y otras comunidades marcharon hacia el norte para participar del “xawvn” (parlamento) que se desarrollaría en el así llamado por los blancos, País de las Manzanas.

Los párrafos que Musters consagra a ambos encuentros permiten arribar a varias conclusiones. En primer término dan por la borda con la teoría que afirma que los mapuches entraron a la Patagonia para conquistarla a sangre y fuego, en desmedro de los tehuelches. Si bien los viejos “aonik-enk” y “gününa küna” que viajaron con el inglés recordaban antiguos entreveros, se trataba de combates entre contendientes de poderío más o menos similar y no de prácticas genocidas, como sostiene buena parte de la “academia” histórica patagónica. Es más, el “logko” mapuche Inacayal rememora su participación en un entrevero en el cual los mapuches llevaron la peor parte.

Además, queda claro que entre tehuelches y mapuches existían relaciones políticas y comerciales muy fluidas. No sólo con las parcialidades “pewence” o manzaneras (así las llamaba el “wigka”) sino también con las “cazice” o salineras. Apenas se encontraron los del sur con la gente de Quintuhual y Foyel, arribó un mensajero que traía un recado del mismísimo Kalfvkura (Calfucura), el cual invitaba a sumarse a un “fuxa malon” contra Buenos Aires. Manzaneros y tehuelches desecharon la alianza con el “toki” de Salinas Grandes, pero la propia existencia de la comunicación indica que en el mundo indígena anterior a la llegada del Ejército argentino, las comunicaciones eran muy fluidas y los vínculos muy estrechos.

Pero el legado más importante de Musters a los efectos de este trabajo, está dado por la existencia de una “frontera” (por así llamarla) entre mapuches y tehuelches, que se ubicaba aproximadamente al norte de Esquel, pero con más nitidez en El Bolsón y Ñorquinco, sobre el oeste de la futura provincia de Río Negro. El último enclave argentino que había encontrado Musters durante su inmenso trayecto, había sido su punto de partida: la Isla Pavón. En su libro menciona también a las colonias galesas de la costa chubutense y claro está, el inglés finalizará su trayecto en la zona de la actual comarca Viedma-Patagones. El resto del inmenso territorio patagónico pertenecía a las comunidades indígenas independientes.

Diversas fuentes incluyen al área del Nahuel Huapi dentro del denominado País de las Manzanas (Neuquén). Las comunidades que allí vivían hacia 1870 reconocían el liderazgo político del “logko” mapuche Savweke, quien mantuvo buenas relaciones con el gobierno nacional hasta que éste decidió incorporar el territorio indígena a su jurisdicción, por la fuerza de las armas. Suele afirmarse también, que el emplazamiento actual de la ciudad de Bariloche, ocupa el sitio donde estaban establecidas las tolderías del “logko” Inacayal.

Los tratados

No fue justamente un militante indígena el que pronunció el siguiente párrafo:

“La mayoría de la historiografía se ha detenido en estudiar las relaciones bélicas entre estas comunidades (indígenas e hispanos): las guerras que sostuvieron, unas veces por iniciativa de unos, otras veces por iniciativa de otros. Es tanta esta historiografía que pareciera que todo se redujo a eso, que no hubo otra clase de relaciones que la de la violencia y que estuvieron ausentes las relaciones pacíficas, fueran de tipo comercial, social o de naturaleza diplomática, cuando la realidad es bivalente: tiene dos caras. Una, sí, la del conflicto. Pero al mismo tiempo, la otra: la del acuerdo, la paz, la convivencia, el tratado, la comunidad de intereses y la búsqueda de medios para articular esos intereses comunes”.

Las definiciones precedentes fueron formuladas por el doctor Abelardo Levaggi, especialista en Historia del Derecho (Facultad de Derecho de la UBA; CONICET), en el marco del seminario Derecho Indígena Comparado (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, Buenos Aires, 1998). Su charla se denominó “Los tratados con los indios en la Argentina” y puso sobre el tapete otro elemento que ratifica la preexistencia mapuche.

Levaggi se refiere a la “Frontera que hasta el siglo pasado (por el XIX) existió, y que separaba el territorio efectivamente poseído por los gobiernos blancos o de origen europeo –españoles y criollos, después de la independencia- y el territorio indígena, en el cual señoreaban las comunidades libres no sometidas a estas autoridades de origen europeo, y que vivían en la tierra que siempre habían ocupado. Esas frontera interior fue una frontera móvil porque, desde luego, no se mantuvo siempre igual; hay un avance progresivo del Estado blanco –digamos- sobre el territorio indígena, pero hasta fines del siglo pasado fue reconocida su existencia, y es en torno a esta frontera de uno y otro lado donde desarrollan estas relaciones” (de acuerdo y paz).

Agrega el especialista que: “Lo característico de estas relaciones a las cuales me estoy refiriendo es que no estuvieron regidas por el derecho interno sino por el derecho de gentes –como se decía entonces-, actualmente derecho internacional. No fueron relaciones de subordinación, como son las características del derecho interno, sino relaciones de coordinación, como son las relaciones internacionales, entre partes jurídicamente iguales o parecidas si no exactamente iguales”.

Según Levaggi, “El tratado fue el medio idóneo, eficaz, para articular las relaciones hispano indígenas, y posteriormente –porque subsistió la práctica de los tratados –entre los gobiernos republicanos y las sociedades indígenas”.

Sostiene el historiador del Derecho, al citar a un ensayista norteamericano, que “Desde los primeros tiempos de su independencia, las tribus han sido reconocidas como naciones, como comunidades políticas separadas que retenían sus derechos naturales, y que las relaciones de derecho interno sostenidas con ellas, se sujetaban a los principios del derecho internacional”.

“Los pactos con los indios son llevados al papel desde el siglo XVII –informa el estudioso-. Anteriormente eran puramente verbales, lo cual no disminuía su valor porque en aquel entonces, tanto valía el tratado oral como el escrito. Se ha dicho que sólo fueron actos aparentes, tendientes a legitimar la conducta de los españoles o a satisfacer sus veleidades formalistas, pero que para los naturales esto no significaba absolutamente nada y que ni siquiera habrían tenido conciencia de los compromisos que asumían mediante estos documentos. Sin embargo, a partir de la investigación y de los resultados a los cuales he podido llegar, esto no es así. Sin descartar que haya habido casos puntuales semejantes, las fuentes de las cuales se dispone desde el siglo XVII acreditan que, en general, hubo una participación consciente de las comunidades indígenas en la celebración de estos acuerdos”.

En otro párrafo de su alocución, queda sentado que: “Algo no siempre sabido es que cuando la Constitución argentina originaria de 1853 incluyó esa cláusula suprimida con motivo de la última reforma de 1994, que decía ‘conservar el trato pacífico con los indios’ (…), los constituyentes se estaban refiriendo a los tratados que en esa época se celebraban frecuentemente con los indios. De manera que la Constitución respaldaba la política de tratados con los indios. Este trato pacífico con los indios, que la Constitución mandaba conservar, no era sino continuar con los acuerdos, con los tratados de paz y sobre esta base, mantener sus buenas relaciones con ellas. Cuando hablo de tratados –insisto- me refiero a las relaciones con las comunidades indígenas libres; las que estaban del otro lado de la frontera interior, no con los indios sometidos al gobierno nacional, porque para ellos las relaciones eran de derecho interno, y de subordinación; mientras que con las comunidades libres se pretendía mantener la política de tratados”.

Levaggi sostiene que: “Con motivo de estas campañas militares, fueron disueltas o exterminadas comunidades indígenas, y a partir de ese momento el discurso respecto de los tratados cambió radicalmente respecto de la idea anterior. Ya no se intentó más, desde luego, su celebración; habían desaparecido esas comunidades libres, que eran la contraparte de los tratados. No sólo no se insistió con su práctica sino que además, se difundió la opinión de que esos tratados nunca habían existido. Y tanto éxito tuvo esa prédica que hasta el día de hoy muchos de nosotros pensamos que nunca se celebraron tratados con los indios en la Argentina”.

Sin embargo, allí están.

“Pacta sunt servanda”

El doctor Levaggi identificó 74 tratados que oportunamente, fueron firmados por las autoridades argentinas con las comunidades indígenas no sometidas. Buena parte de esos acuerdos, fueron celebrados con las diversas parcialidades mapuches. Ya se trajo a colación aquí la jornada histórica del 6 de enero de 1641, en tiempos “hispánicos” cuando se celebró el Parlamento General de Quilín.

Ese día numerosos “logko” mapuche de varias identidades regionales se reunieron con los representantes de la corona española, quienes no tuvieron más remedio que reconocer su independencia, libertad y soberanía. El límite entre las posesiones de los ibéricos y el territorio mapuche libre quedó fijado en el río Bío Bío “de océano a océano”. Como consecuencia, los “puelche” consideran que ese tratado internacional, firmado de igual a igual y de potencia a potencia, tuvo vigencia para la República Argentina, que al consagrar su independencia, se consideró heredera de los derechos y obligaciones asumidos por la corona española.

En “Puel Mapu” (territorio mapuche del este), los españoles no hicieron irrupciones masivas en territorio mapuche hasta bien entrado el siglo XVII. De inmediato comenzaron las acciones defensivas de los indígenas, llamados “pampas”, “puelches”, “aucas” y de otras maneras por los españoles. Se supone que las primeras “paces” se celebraron entre 1734 y 1742, pero el texto del tratado no se ha recuperado aún. No obstante, otra capitulación que se llevó a cabo en 1742 a instancias de un sacerdote que hizo las veces de mediador, establecía como “lindero” entre las comunidades libres y las posesiones españolas, “el Saladillo, que ciñe dichas estancias de Buenos Aires”. Queda claro entonces, que las autoridades ibéricas reconocían la independencia y soberanía mapuche más allá de ese curso de agua, ubicado en la actual provincia de Buenos Aires.

Ese reconocimiento no fue aislado. En otro tratado firmado por oficiales españoles y trece “pu logko” mapuches y tehuelches, se establece en su artículo 5to:

“Que siempre que pasen a potrear los indios sobre las costas del Salado, no deberán pasarlo de las partes norte cuyo campo corren nuestras partidas, para evitar todo disturbio entre indios y cristianos…”. (9)

Se establece entonces que del río Salado al norte, la jurisdicción era española. Desde el curso de agua al sur, España admitía una vez más la independencia, soberanía y libertad de los antiguos mapuches.

Un tratado complementario al anterior, califica de “Nueva República” a las comunidades que por entonces vivían en las actuales sierras del Volcán y Tandil, y admite que el “ñizol logko” (principal) Kalfükir era su “cabeza”. Si bien la organización originaria mapuche no tiene nada que ver con los estados, las monarquías o las repúblicas, la terminología utilizada por los españoles demuestra una vez más que los acuerdos eran celebrados entre jerarquías de igual importancia, más allá de los vaivenes de la lucha armada que en ocasiones, encontraban a los indígenas en ventaja y otras, en derrota. Como consecuencia de estas “paces”, se alcanzó un período de relativa tranquilidad que se extendió hasta prácticamente, la independencia argentina.

En otros puntos del “Waj Mapu” (territorio ancestral) los mapuches también celebraron tratados con los españoles. El 17 de noviembre de 1796 los “logko” de los “Rankvlce” Cheglén y Karipilün firmaron un acuerdo con el gobernador intendente de Córdoba. Si bien el contenido del pacto fue en general desfavorable para los indígenas, cabe destacar que los españoles se refieren en todo momento a “la nación Ranquelche” y además, la existencia de las negociaciones previas y del propio tratado, demuestra implícitamente que el sur de la actual provincia argentina, una de las más ricas de este país, formaba parte del territorio mapuche. Así fue hasta fines del siglo pasado.

También los “Pewence”, que ocupaban las zonas que hoy corresponden al norte de Neuquén y sur de Mendoza, celebraron acuerdos con las autoridades españoles de esas regiones. Se trata de tratados que les fueron impuestos en situaciones de derrota, no obstante, también se habla en ellos de “naciones” para referirse a los pewenches o también huilliches. Asimismo, queda claro que la última posesión de los ibéricos era el fuerte de San Carlos, sitio que está ubicado bajo actual jurisdicción mendocina. Desde allí al sur, las comunidades vivían en libertad. La frontera quedó fijada por el Tratado del 2 de abril de 1805 en la confluencia de los ríos Diamante y Atuel.

Apenas 10 años después de la Revolución de Mayo, el por entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez, parlamentó con los “logko” Ankafilu, Takuman y Xixinin, que a su vez traían la representación de otras doce “lofche” (noción mapuche de comunidad). El artículo 4to. del tratado resultante, dice que: “Se declara por línea divisoria de ambas jurisdicciones el terreno que en esta frontera los hacendados (han alcanzado) sin que en adelante pueda ningún habitante de la Provincia de Buenos Aires internarse más en el territorio de los indios”. (10)

Sin embargo, un año después Rodríguez cayó con sus tropas sobre las “ruka” (casa) de los “logko” que habían firmado el tratado, con la excusa de responder un malón de los “rankvlce”, que en realidad no habían participado de las negociaciones.

En 1873, a escasos 6 años de la denominada Conquista del Desierto, los “logko” Vicente Pincén y Nahuel Payún firmaron un “Tratado de paz” con el Coronel Francisco Borges, por entonces “Comandante en Jefe de las Fronteras Oeste y Norte de Buenos Aires y Sud de Santa Fe, en representación del Excelentísimo Gobierno de la Nación…”. El propio cargo del militar argentino y la existencia misma del tratado, indican una vez más los alcances reales de la soberanía argentina y la persistencia de la libertad e independencia de las comunidades mapuche.

El artículo Primero de ese tratado, firmado en una circunstancia militar desfavorable para los mapuches, establece que “El Gobierno Argentino se compromete a proteger y amparar la residencia tranquila y permanente de dichos caciques, capitanejos y sus Tribus en los campos que actualmente ocupan”.

En el artículo Cuarto, se dice que: “El Gobierno Nacional se compromete a hacer respetar la ocupación de los campos que hoy ocupan (sic) las tribus, a no invadirlos nunca y a que puedan vivir tranquilamente bajo el amparo del Gobierno”.

Ese amparo significó “Remingtons”, sangre y muerte a menos de 6 años de firmado el acuerdo.

Existe otro testimonio de la preexsitencia mapuche: El mismo año pero, en Agosto, se firmó otro tratado entre los pewenches y el comandante en jefe de la frontera sud de Mendoza, en representación del gobierno de la República Argentina. Los mapuches representados en el parlamento fueron el “ñizol logko” Puran o Purrán, y los “logko” Yankakeo y Ayjal. En este acuerdo, la Argentina se comprometía “A proteger y amparar la residencia tranquila y permanente de dichos Caciques, Capitanejos y sus tribus en el territorio que actualmente poseen hasta la margen derecha del Río Neuquén”.

El tratado tenía una duración de 5 años y preveía su renovación si la parte indígena hubiera respetado todos sus términos. Antes de su caducidad, en 1879, las tropas del ejército argentino persiguieron a Purrán y los suyos hasta Lonquimay (hoy bajo jurisdicción chilena) sin detenerse en ninguna consideración legal.

Los tratados enumerados y muchos otros, hasta fines del siglo pasado estuvieron para el Estado argentino, bajo el principio “pacta sun servanda”, es decir, habían sido celebrados y debían ser respetados. La zona de Virgen de las Nieves perteneció “desde siempre” a esas comunidades indígenas libres que se reconocen mapuches. También desde esa perspectiva exigen que el gobierno reconozca los acuerdos que la Argentina firmó.

Desde siempre

Los Ranquehue consideran que viven en la zona de Virgen de las Nieves “desde siempre”. Así se lo escuchaban decir Marta y Enrique a su abuelo, Alejandro Ranquehue, quien falleció en 1991. Nunca pudieron establecer con certeza su edad porque en su documento figuraba como nacido en 1919. Sin embargo, él mismo contaba que se fue a anotar por sus propios medios a Pucón (Chile), porque pensaba que así tenía que hacerlo. O sea que no nació en 1919, sino al menos una década antes.

Marta y Enrique consiguieron llegar en su proceso de reconstrucción de la historia familiar hasta Rómulo Ranquehue, su tatarabuelo. Alejandro decía que Rómulo había sido cacique o “logko”, hecho que implica la presencia de una comunidad, ya que dentro de la organización originaria mapuche, es inconcebible la existencia de un “logko” sin su respectivo “lofche” (noción mapuche de comunidad).

Al tratar de hilvanar su “kvpalme” (origen) los Ranquehue del presente, suponen que Rómulo no pudo haber nacido después de 1870 y sostienen que lo hizo en lo que hoy es Bariloche, zona que por entonces era territorio mapuche. Cabe apuntar que los investigadores dan por sentado que las tolderías del “logko” Inacayal, estaban ubicadas entre las desembocaduras de los ríos Ñireco y Ñirihuau, a unos pocos kilómetros de Virgen de las Nieves. Allí las encontró la expedición al Nahuel Huapi de Conrado Villegas.

El hijo de Rómulo Ranquehue se llamó Carlos, bisabuelo de Marta y Enrique. Alejandro, nieto de Rómulo y Rosa Ulloa e hijo de Carlos y Clarisa Llevenes, recordaba que Rómulo y Carlos “se la pasaron 5 años disparando”. Nadie sabe de qué o de quién se escapaban los mayores de los Ranquehue, pero no hace falta esforzar demasiado la imaginación. Todo el mundo sabe que sucedía por estas latitudes hacia fines del siglo XIX.

Alejandro y todos los Ranquehue recuerdan un hecho luctuoso que tuvo lugar en 1934, cuando Carlos mató a su yerno. El hecho tuvo lugar en Virgen de las Nieves y como consecuencia, Carlos Ranquehue marchó a prisión. Afectado por el suceso, Rómulo, su padre se dirigió hacia Chile y allí murió. Hace dos años, los Ranquehue pudieron establecer que existe gente con su mismo apellido en la zona de Lumaco, IX Región de la Araucanía (Chile). Cuando Rómulo emigró, los Gualmes quedaron encargados del puesto.

Rankewe en “mapuzugun” significa lugar del totoral o del cañaveral. Su similitud con “Rankvlce” salta a primera vista. La “gente del totoral” habitaba antes de la Conquista del Desierto, el norte de La Pampa, el sur de San Luis y el noroeste de Buenos Aires. Cuando se desencadenaron las expediciones militares migraron hacia el oeste y el sur. Por ejemplo, el célebre “logko” Baigorrita dejó de existir en la actual provincia de Neuquén, como se ha encargado de documentar la historia militar argentina.

Según recuerdan sus nietos, Alejandro siempre decía: “Los Ranqueles son mis parientes”. Es probable entonces que Rómulo o sus mayores hayan llegado donde los pewenches en busca de mayor seguridad, cuando las enfermedades que trajo el blanco o la propia ofensiva militar obligaron las migraciones. Que no haya otros Ranquehue en la zona de Bariloche refuerza esta hipótesis.

Sus nietos recuerdan que Alejandro conocía el nombre en “mapuzugun” de Virgen de las Nieves, pero no pueden reproducirlo. De todas formas, saben que el lugar se denominaba Pedrero Alto y que recién a partir de 1945, cuando se instaló la gruta que alberga la imagen religiosa, el paraje comenzó a llamarse como hoy. Silvia Ranquehue, hija de Alejandro y madre de Marta y Enrique, nació allí en 1940. Ella testimonia que su padre participó en la construcción de la actual Avenida de los Pioneros, que se trazó sobre la huella que su padre y demás vecinos del lugar, utilizaban para unir el poblado con la ladera oeste del cerro Otto.

También asevera que su padre le tenía mucho miedo a la “milicada”. Es tristemente célebre entre los mapuches de Río Negro la actuación de la vieja Policía Territorial. Probablemente se refiera Silvia a ese cuerpo de vigilancia. Por otro lado, afirma que Alejandro también trabajó en la construcción del Camino Viejo a Cerro Catedral. Su padre solía comentar que en donde se levanta el Centro Cívico, “estaba lleno de michayales” y que la primer comisaría de Bariloche se construyó con “palo pique”.

Marta y Enrique recuerdan que durante su infancia, Alejandro les enseñó “a no lastimar los árboles, a no tirar piedras al agua y a no maltratar a los animales”. Puede reconocerse allí el respeto ancestral mapuche a los diversos “newen” o poderes que según la cosmovisión mapuche, integran la naturaleza. En una ocasión, se ganaron la reprimenda del abuelo cuando con las mejores intenciones, intentaron “limpiar” la vertiente. Alejandro les dijo que “el dueño del agua se limpiaba solo” y les auguró que habría problemas. Así sucedió. Desde entonces, el curso –por donde en toda estación corría el “ko”- sólo alberga agua durante el invierno.

También recuerdan que en las madrugadas del 24 de junio, inclusive cuando eran muy pequeños, los levantaban de la cama para irse a lavar a las vertientes. La costumbre tiene que ver con el Wiñoy Xipantu o Año Nuevo Mapuche, que se celebra justamente, el 24 de junio de cada año, en coincidencia con el solsticio de invierno. El rito se entiende según la cultura mapuche, como un acto de renovación, en coincidencia con el inicio de un nuevo ciclo en la naturaleza.

A modo de síntesis:

La memoria histórica mapuche sostiene que desde tiempos inmemoriales, las comunidades mapuches viven y se desarrollan a ambos lados de la cordillera de los Andes. Una lectura crítica de las fuentes utilizadas por la historiografía, la antropología y otras ciencias “occidentales” permiten corroborar que efectivamente, el mapuche es un pueblo originario, es decir, su presencia aquí es anterior a la llegada de la corona española y por ende, al surgimiento del Estado argentino.

Con la firma de decenas de tratados, los ibéricos primero y los criollos después reconocieron la independencia, soberanía y libertad de las comunidades mapuches que vivieron fuera de su sucesiva jurisdicción. Al momento del surgimiento de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la frontera con las diversas identidades regionales mapuches pasaba por el río Salado, en la actual provincia de Buenos Aires; seguía por el sur de Santa Fe; sur de Córdoba; centro de San Luis y centro de Mendoza. Del actual lado chileno estaba instalada sobre el río Bío Bío.

La pertenencia mapuche del área que rodea al Nahuel Huapi es sostenida por la memoria histórica mapuche y reafirmada, una vez más, por una lectura crítica del testimonio que dejaron los conquistadores españoles, los sacerdotes católicos, los partes militares y las crónicas de viajeros. Las columnas militares que hasta aquí llegaron a partir de 1879 se encontraron con comunidades mapuches, denominaciones en “mapuzugun” (lengua mapuche) para la toponimia y con vestigios culturales mapuches (cementerios).

Los Ranquehue reivindican su pertenencia al pueblo originario mapuche, preexistente al Estado argentino. Pero además, pueden demostrar que al menos cinco de sus generaciones, vivieron, crecieron, amaron, trabajaron y hasta murieron en Virgen de las Nieves. Los Gualmes, además de su pertenencia al Pueblo Mapuche, acreditan una posesión en el lugar de al menos 105 años. En cambio,

“la Agrupación Militar Bariloche, que comenzó a organizarse en Puerto Moreno, se fue formando en base a un batallón del ex Regimiento Nro. 1 de Ferrocarrileros que llegó a la localidad el 28 de diciembre de 1937, con los cuadros del Batallón Nro. 6 de Zapadores Pontoneros. Luego se agregaron los del Destacamento de Exploración Motorizado de la 6ta. División del Ejército y el Batallón Nro. 6 de Comunicaciones. Sumando la incorporación de los soldados clase 1917 se completó la dotación de la Agrupación Militar Bariloche el 18 de enero de 1938 siendo su primer jefe el mayor Don Raúl Famin”. (11)

Los pueblos indígenas que habitan la Argentina del 2000, aspiran a construir con el Estado nacional una nueva relación que se base en la justicia, el respeto y la comprensión. En la Argentina del 2000 coexisten al menos siete pueblos que son culturalmente distintos a la sociedad dominante occidental y cristiana. Los mapuches, al igual que el resto de sus hermanos originarios, trabajan para erigir una convivencia armónica con la sociedad no indígena, que no sepa de desigualdades y respete la diversidad. Que el Estado nacional reconozca la posesión de Virgen de las Nieves por parte de los Ranquehue y los Gualmes, tiene que ver con esa nueva relación. La consumación de un nuevo despojo, además de injusta e inmoral, hará retroceder la historia unas cuantas décadas y se encaminará peligrosamente hacia la perpetuación del odio / Azkintuwe

NOTAS

* Actas del Primer Congreso Internacional de Historia Mapuche. Del 1 al 4 de febrero de 2002. Siegen, Alemania. Centro de Documentación Indígena Rucadugun.
1. Licenciado en Ciencias Políticas, Periodista, investigador.
2. Martínez Sarasola, Carlos “Nuestros Paisanos los Indios”. Editorial EMECE Buenos Aires Argentina. 1992.
3. Campos Menchaca, Mariano.“Nahuelbuta”. Editorial Francisco de Aguirre.1972.
4. Martínez Sarasola, Carlos. Ibid.
5. Hajduk, Adan “La Etapa Alfarera Patagónica”, en “Culturas Indígenas de la Patagonia”.
6. Ruiz Rodríguez, Carlos “Migraciones y Contactos entre los Pueblos Originarios de Chile y Argentina en el Período Prehispánico y entre los Siglos XVI y XVII”, para la investigación “Población indígena de Chile central: asentamientos, poblaciones, cacicazgos y aculturación”.
7. Ibid.
8. Albornoz Ana ; Hayduk. Adam “Antecedentes Arqueológico para la Península de Llao Llao”.
9. Los historiadores llaman Tratado de Paz de la Laguna de la Cabeza de Buey a ese acuerdo, que fue firmado el 3 de mayo de 1790.
10. Tratado de Miraflores, efectuado el 7 de marzo de 1820.
11. Vallmitjana, Ricardo. “Puerto Moreno en el Recuerdo”, Archivo Histórico Regional. Bariloche. Argentina.


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