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Los autonomistas han asumido serios balances de sus antecesores anarquistas y marxistas

22.08.05

Defensa del autonomismo
Por Hugo Barrio - Sunday, Aug. 21, 2005 at 3:56 PM
Indymedia Argentina

polemica con katz y su ataque al autonomismo

Crítica del autonomismo
Por xx xx
I
El ascenso de nuevos gobiernos de “centroizquierda” en Sudamérica confirma las dificultades de los grupos electoralistas de izquierda en ver que no hay separación entre planos políticos y sociales. Pero el autonomismo si sabe de las limitaciones actuales de los movimientos sociales para autogobernarse, porque no idealiza la resistencia popular espontánea, como febrilmente lo ha hecho la izquierda tradicional. Ya registraba y lo hizo saber, que las asambleas y los piquetes en Argentina eran insuficientes para impedir la reconstitución del orden (el poder nunca fue perdido) de las clases dominantes. Además sabe bien que los agrupamientos de lucha expresan peculiaridades nacionales, en un marco de dominio imperialista o imperial.
El autonomismo no desvaloriza la estrategia, la conciencia (permíteseme el término) y la organización que necesitan los oprimidos para triunfar, por eso no apura los trámites como lo hace la izquierda tradicional. Descalifica la confrontación con los opresores en el terreno electoral en la coyuntura actual (no dogmáticamente) y no ignora las restricciones de la democracia directa. Percibe muy bien que los precarizados forman parte de la clase trabajadora y relativiza las diferencias entre excluidos y los incluidos, y tiene en cuenta las tradiciones comunes que los asocian.

La ansiedad y la creencia en tomar el poder condujo a la izquierda tradicional, en el pasado a muchos fracasos. El autonomismo sabe bien que el poder se entiende de muchas maneras, como relación, como construcción, pero que no es una cosa líquida que se tome, o una silla en donde sentarse.
El Estado es un campo más de lucha de las demandas populares y sólo podría extinguirse superándose de manera dialéctica –al decir marxista- al cabo de un largo proceso no sabido todavía.El proyecto de manejo y transformación previa de esa institución es una ilusión de la izquierda tradicional.
El autonomismo sabe bien que la multiplicación de contrapoderes no evitará la negociación con el Estado/Capital para obtener conquistas populares.
El autonomismo no pierde de vista que las cooperativas no pueden prosperar como islotes colectivistas porque son erosionadas por la competencia (ya lo dijo Prohudon enel siglo xix). La ilusión de gestar una economía paralela al capitalismo se basa en ciertos casos en un diagnóstico estancacionista y en otras vertientes alienta un programa de autoproducción que conduciría al afianzamiento del subdesarrollo.
Los autonomistas han asumido serios balances de sus antecesores anarquistas y marxistas. No desconocen la capilaridad del Estado porque han pensado como nadie sobre el poder. Al postular que el capital depende del trabajo, captan la fragilidad inmanente de la ofensiva neoliberal y no recurren al uso excluyente de categorías abstractas que obstaculizan la comprensión de las funciones del estado, como vive haciéndo la izquierda tradicional.
El análisis del capitalismo contemporáneo exige apelar a los criterios críticos de investigación que la izquierda dogmática rechaza. Celebrar la negatividad, cuestionar las definiciones y formular preguntas con respuestas abiertas motoriza esta indagación. La crítica a la dominación es compatible con la formulación de alternativas y reconocer ciertas certezas provisorias es indispensable para avanzar en un proyecto de cambio social.

Los problemas del autonomismo

Desde mediados de los noventa, las prácticas autonomistas aparecen antes que las reflexiones de los teóricos. Sus teóricos no han sido muy leídos.Este escenario no ha comenzado a cambiar con la aparición de nuevos gobiernos nacionalistas y de centroizquierda. El ascenso de Lula, Kirchner y Tabaré, el afianzamiento de Chávez, el resurgimiento de Fidel y la gravitación de López Obrador no modifican el cuadro que favoreció la expansión de las tesis libertarias porque son constituciones distintas.
Los autonomistas no rehuyen el alineamiento político social y pero no se dejan atrapar por el encuadramiento ideológico dogmático. Comparten sensibilidades, actitudes y proyectos, pero no sostienen una doctrina común, sostienen prácticas coordinadas o no, pero genuinas. Superan la crítica moral al capitalismo desde perspectivas antiautoritarias y rechazan toda forma de liderazgo y estatismo. Manejan un lenguaje libertario y defienden la autoorganización, resaltando los valores solidarios y comunitarios. Contemplan la participación en ámbitos institucionales y alientan la autogestión en el terreno económico sabiendo que nos movemos en tiempo presente, y no en el delirio idealista como la izquierda partidaria.
Los autonomistas conforman un conglomerado muy heterogéneo y carecen de voceros reconocidos como exponentes comunes de esta visión. Para encarar el debate, hay que mirar en las prácticas y en la visa real, no en el espejo librero de algunos autores que expresan supuestas tesis relevantes de esa corriente. La izquierda prefiere hablar con Zibechi (para ellos sintetiza gran parte de estos planteamientos en el plano político, porque identifica el proyecto autonomista con la práctica de varios movimientos sociales de la región y postula esta asociación en su análisis del zapatismo mexicano, el MST brasileño, el indigenismo ecuatoriano, los cocaleros bolivianos y los piqueteros argentinos). La izquierda prefiere leer en el plano teórico, Negri y Holloway que son dos pensadores que ellos creen de renombre como referentes del autonomismo. La caracterización del estadio imperial del capitalismo que plantea el primer autor y la propuesta de cambiar el mundo sin tomar el poder que desarrolla el segundo no sirven de fundamento para la acción de ninguna vertientes libertarias. Son sólo reflexiones a posteriori y los campesinos, los trabajadores, los piqueteros, no tienen mucho tiempo de leer Imperio o acceder a Holloway. Pero numerosas discusiones sobre las tesis de ambos autores han girado exclusivamente en torno a concepciones generales sin tomar en cuenta la aplicación política de esos enfoques. Como este análisis desemboca en debates muy abstractos, a la izquierda partidaria le conviene. Se podía invertir la secuencia y revisar las acciones izquierdistas o autonomistas de ciertas sublevaciones y movimientos de lucha recientes en Latinoamérica para entender por donde andan unos y otros.

El laboratorio argentino
La sublevación popular de 2001-2003 en Argentina fue una experiencia particularmente relevante para los autonomistas porque coincidía con lo que venían haciendo. Participaron en las asambleas barriales y a los piquetes dando ejemplos de la nueva autoorganización emancipatoria y fueron críticos con los que extendieron esta valoración a los clubes de truque, las fábricas recuperadas y los colectivos contraculturales.
Pero la irrupción de estos ensayos de construcción popular no impidió que el viejo sistema político se reconstituyera en tiempo récord y ellos lo veían, discutiendo en eso con la febril izquierda tradicional que creía que Dualde estaba al caer, etc, etc.
La recomposición burguesa debilitó a las asambleas y a los piquetes y atenuó la expectativa en un desenvolvimiento imparable de la acción popular. Las clases dominantes desactivaron la demanda democrática inmediata (“Que se vayan todos”) a través de un encauce institucional que la revuelta no logró contrarrestar y en el que la izquierda partidaria se acomodó alimentándolo como nadie (“que asuman zamora –walsh” “asamblea constituyente en el marco burgués” decían ellos).
Los autonomistas registraban que los opresores aprovecharon las limitaciones de una sublevación aguerrida, pero carente de organización, y en ese marco trabajaban. Los izquierdistas solo querían su liderazgo. Sabían de estas dificultades. No veían en un consignario larguísimo ni un programa ni unplan de lucha.
Las asambleas surgieron cuando el agrietamiento de las instituciones transformó la propaganda neoliberal contra los políticos y la representación, en una radicalizada movilización contra todo el régimen. Canalizaron la participación popular en los momentos de mayor sublevación, pero decayeron cuando la clase dominante recuperó las riendas del sistema. Muchos autonomistas han hecho este balance, y no olvidan que los oprimidos no pueden construir una alternativa emancipatoria separada del desarrollo de un proyecto político propio. Asignan relevancia a este obstáculo porque consideran que los movimientos sociales tienden a construir una nueva sociedad bajo el impulso espontáneo de la rebelión, extendida en su autoaprendizaje. La izquierda separa todos los planos sin ver su unidad.
Esta visión se extiende a la caracterización de los piqueteros como gestores de formas paralelas de organización social. Muchos izquierdistas los observan como constructores de circuitos políticos y económicos alternativos y por eso interpretan que los piqueteros son el nuevo sujeto del cambio (por eso cada partido tiene su grupo piquetero).
Pero la experiencia de los últimos años no corrobora esta caracterización. Los piqueteros siempre buscaron confluir con el resto de los oprimidos y generalizaron las marchas a los centros de las ciudades para evitar su reclusión en localidades aisladas. Es falso suponer que los piqueteros no quieren volver al trabajo formal o que han construido su identidad en oposición a lo operarios. Esta creencia choca con el sentido de las demandas y las acciones de los desempleados. Siempre reclamaron subsidios de supervivencia y reinserción laboral. En sus movilizaciones, demandan trabajo genuino y salarios dignos.
Durante la rebelión popular, florecieron muchas variedades de la organización económica propuesta por el autonomismo.
En estas opciones no entran, los clubes de trueque que fueron particularmente efímeros porque retrotraían el comercio a formas primitivas. El trueque sólo perduró bajo el impacto coyuntural de la devaluación y a la emisión de monedas provinciales y se diluyó con la reconstitución de la circulación de las mercancías. Algunos izquierdistas confunden todo.
El fervor que despertaron otros emprendimientos también tiende a disminuir bajo el efecto de la reactivación económica. La presión competitiva del entorno capitalista afecta especialmente a los talleres autogestionados. Los autonomistas nunca perdieron de vista el carácter defensivo de estos organismos, que emergieron con fines de supervivencia en el cenit de la crisis. Como el principal objetivo de estas iniciativas era conservar alguna fuente de ingresos en medio de la catástrofe, comenzaron a decaer al concluir la depresión.
Pero muchas panaderías, comedores y huertas persisten porque fueron creaciones de la lucha popular. Se gestaron sin apoyo oficial y con el sostén exclusivo de la comunidad. Ya forman parte de la tradición de resistencia porque demostraron que los desocupados no son holgazanes y seguramente podrían apuntalar el desarrollo de un programa popular de recuperación económica, pero no generan empleo en gran escala ni proveen ingresos al grueso de la población y esta limitación es bien sabida por losautonomistas. En cambio, la izquierda partidaria está totalmente obsesionada con las elecciones
Las empresas recuperadas constituyen otro logro mayor de la rebelión. Libraron una dura batalla contra los jueces, gobiernos y ex propietarios que intentaron desalojarlas o asfixiarlas económicamente. Sobrevivieron a la represión, a los atropellos judiciales y al ahogo financiero, ilustrando cómo se pueden gestionar las empresas sin la presencia de los patrones.
Pero ciertos autonomistas no olvidan que estas compañías operan en un reducido segmento del universo laboral y no deben ser idealizadas. Omiten las dificultades creadas por la presión del gobierno para convertirlas en pequeñas firmas capitalistas. Las empresas recuperadas pueden desarrollarse y apuntalar un proyecto emancipatorio, pero es equivocado concebirlas como islotes dentro del universo capitalista. Los auonomistas saben que autonomía no es autismo.


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