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Construir espacios autónomos en todo el país, propuesta en la reunión zapatista

06.09.05

Martes 6 de septiembre de 2005

Estas formas de gobierno no pueden prosperar en el aislamiento, consideran

Asistentes al encuentro agradecieron ser escuchados, “algo que se niega en todos los órdenes”

La Jornada

Dolores Hidalgo, Chis. 5 de septiembre. En la quinta reunión preparatoria de la otra campaña zapatista los tonos, las presencias, las motivaciones personales eran tan diversos e inaprehensibles que un joven expresó: “éste es el encuentro de nuestras soledades”. Y no porque faltaran colectivos o familias, que no faltaron, sino porque este fin de semana se trasladaron hasta el otrora segundo valle de Ocosingo gentes, individuos, la cifra última de toda encuesta o estadística. La única que no es divisible y ya sólo puede sumar.

Cuántos años hace de aquello de “lo personal es político”, tan sixties. Y no obstante, cualquier atrevimiento fue posible aquí. Quienes vinieron a encontrarse con los zapatistas para ser escuchados compartían una necesidad de cambio, un descontento y una determinación de “hacer algo” que se antoja imbatible.

No es casual que la idea de autonomía, más allá de la practicada ahora en la selva y las montañas de Chiapas, haya rondado en discursos, confesiones y vehemencias. Un grupo de mujeres dijo, a eso de las dos de la mañana: “Este es un proceso social inédito que exige el ejercicio compartido de la imaginación y el compromiso”. Dichas mujeres se pronunciaron por “la creación de nuevas formas y acciones que nos conduzcan a la articulación de la sociedad civil, obreros, campesinos, amas de casa, niñas y niños, etcétera, con los pueblos indios”, una de cuyas lecciones radica en “cómo han puesto en la conciencia nacional su voluntad de construir autonomías”. Además, hay que comprender “que las autonomías no pueden prosperar en el aislamiento”, dijeron.

De aquí se derivó la propuesta de construir espacios autonómicos en todo el país y redes solidarias que los unan para el intercambio de productos, servicios y experiencias, en barrios, poblados, vecindades, colectivos y municipios autónomos en donde existan.

Hubo familias que se trasladaron de Nuevo México y California para hablar de los “mexicanos infiltrados en Estados Unidos”, uno entre ellos se refirió a los que con su trabajo “están reconquistando lo territorios que nos fueron arrebatados”. Ya somos millones, apuntó.

Pero también hubo quien se atrevió a “completar” la Canción mexicana de Octavio Paz, y aunque reconoció sus limitaciones sin mayor alarde, enlazó las guerras de la Reforma y de Zapata, y la perplejidad del poeta sin motivos para pelear, con el levantamiento neozapatista: “Ya no más silencio, hay que aprender a escuchar”.

Los individuos participantes agradecían a los rebeldes; unos, por el esfuerzo desplegado por los indígenas en su resistencia; otros, por el simple hecho de escucharlos. “Algo que se nos niega continuamente en todos los órdenes”, se quejaba un hombre que ya peina canas.

La realidad se filtró por los más diversos intersticios. El indígena chol de Tila, desplazado por la violencia de Paz y Justicia y engañado por el gobierno “del cambio” que le ofreció “reconciliación” y nunca hizo justicia. La ex finquera de Altamirano que perdió su rancho al ser “recuperado” por los indígenas también se llamó “desplazada”, y sin embargo se dijo simpatizante de los rebeldes y propuso un “acercamiento” entre zapatistas y propietarios, quienes “permanecen enfrentados”.

Enseguida se puso de pie un comandante zapatista y dijo a la ex propietaria que acudiera con la junta de buen gobierno para plantear tanto su inconformidad como su propuesta.

Un arqueólogo dijo: “No creo ser zapatista, pero suscribo la Sexta Declaración de la Selva Lacandona porque comparto sus planteamientos”.

Ante la comisión sexta de la comandancia zapatistas se sucedían defensores de los bosques, opositores de la hidroeléctrica La Parota, en Guerrero, y El Cajón en Nayarit, mayas de Yucatán que con la campaña “No en nuestro nombre” se oponen a las consultas y presuntas reformas del gobierno estatal y la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, pues representan una “nueva manipulación emanada del incumplimiento de los acuerdos de San Andrés”.

Luego de un fuerte aguacero que no apagó la llama de voces, la reunión consumió buena parte de la noche del sábado y la mañana del domingo. Si bien hubo quien criticó a los zapatistas por cosas como vender refrescos de trasnacionales en sus puestos de comida y por planear partidos de futbol con equipos profesionales capitalistas, predominaron los testimonios autobiográficos y los agradecimientos tácticos: “Los queremos mucho los gorditos y las gorditas”, dijo una rolliza indígena de Yucatán.

Fragmentaria, dispersa, marginada, la inconformidad sincera brota de los lugares más insospechados de barrios, colonias, escuelas, núcleos familiares. Gente ofendida por el poder tradicional y sus relevos del “cambio”. Alguien habló de resentimiento. Alguien de traición. De engaño, desprecio, represión.

Las franjas de descontento en la sociedad mexicana que se han ido develando en las cinco reuniones preparatorias de la otra campaña desafían el mainstream de la política nacional de una manera que inquieta principalmente a la izquierda partidaria en ascenso, pues viene de “la gente” sin adjetivos. Los Juanes y Juanas Pueblo que sin embargo se mueven. Además, aquí se aplica lo del poeta inglés: “Ningún hombre es una isla. Cada quien es parte de un continente”. Dicho de otro modo, a la quinta de la sexta vinieron islas que serán archipiélagos, y quieren tender puentes entre ellos. O cuando menos, transbordadores confiables.


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