Viernes 9 de septiembre de 2005
Gilberto López y Rivas
La Jornada
La otra campaña se presenta como alternativa estratégica para la re-constitución de la nación mexicana desde la perspectiva de los oprimidos y explotados, y a partir de una práctica política que rompa con la cultura del caudillismo y la delegación de poderes y saberes en una clase política profesional. Sin embargo, de la asistencia a la reunión convocada por el EZLN con las organizaciones no gubernamentales surgen las siguientes reflexiones con base en una preocupación central: ¿la sociedad civil y política antisistémica está preparada para llevar a cabo la otra campaña?
Lo efectivo no quita lo festivo. Es necesario reconsiderar si las exposiciones autorreferenciales y sin límite de tiempo son la mejor forma de llevar a cabo un diálogo, discusión o encuentro. No se trata de someter a nadie (mucho menos a los jóvenes) al control de una disciplina carente de entusiasmo, creatividad artística y formas diversas de comunicar ideas y propuestas. No obstante, la propia experiencia zapatista durante el proceso que llevó a la firma de los acuerdos de San Andrés muestra que mesas de trabajo temáticas, con oradores acotados por la democracia del tiempo, resultaron no sólo fructíferas en sus resultados, sino que fueron formadoras de un nuevo carácter colectivo de debate que toma en cuenta a todos los participantes y no sólo al que hace uso o abuso de la palabra.
Dejar de verse el ombligo. El gran reto que representa la otra campaña es trascender lo propio, pensar en formas de articulación comunal, regional, nacional, internacional, sectorial, en el ámbito del territorio como espacio de luchas y resistencias, y en la profundidad de la acción política específica de cada organización. No es suficiente dar a conocer con profusión lo que se hace, sino también proponer qué hacer con similares o diversas organizaciones para desarrollar o potenciar el trabajo en común.
Ni vanguardia ni populismo. En innumerables ocasiones el EZLN ha declarado que no desea asumir un papel vanguardista en la lucha de liberación del pueblo mexicano. Sin embargo, es un hecho objetivo que el neozapatismo es la única organización nacional con la autoridad moral y política capaz de convocar una tarea de la envergadura de la otra campaña. Esto trae responsabilidades adicionales y por ello es muy importante cuidar cada uno de los pasos e iniciativas que los mayas zapatistas llevan a cabo como el factor aglutinador de este gran esfuerzo de reconstrucción nacional. El conjunto del movimiento en su relación con el EZLN tiene que observar esta realidad sin caer en el seguidismo o la incondicionalidad, pero reconociendo la singularidad del compromiso y la generosidad del zapatismo, asumiendo los riesgos y las responsabilidades que esto implica. Con mucha frecuencia se olvida que el EZLN y sus comunidades de apoyo sufren de la permanente agresión del Estado, sus fuerzas represivas y de inteligencia, así como de los cuerpos paramilitares a su disposición.
Por la liberación nacional y por las autonomías indígenas. Una errónea interpretación de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona podría ser que los zapatistas con la otra campaña abandonan la lucha por los autogobiernos y los procesos autonómicos de los pueblos indios. Precisamente porque el EZLN está firmemente vinculado con la causa indígena es necesario dar el salto hacia una resistencia anticapitalista, dado que las corporaciones neoliberales son enemigas por antonomasia de las autonomías y pretenden adueñarse de los territorios, recursos naturales y estratégicos de los indígenas. La consolidación de las autonomías pasa por la transformación del país y la sociedad, y por la conformación de una fuerza política nacional poderosa y capaz de establecer las autonomías como parte esencial de una nueva constitucionalidad. No son los zapatistas los “rebasados”, sino quienes insisten en reducirlos dentro de los límites del localismo, el ecologismo y el indianismo. Los pueblos indios en sus comunidades, regiones, ciudades y espacios de migración son actores activos de la cuestión social y nacional, protagonistas contemporáneos de la resistencia anticapitalista por la democracia, la justicia y el socialismo.
No es posible dividir lo ya dividido. Quienes consideran que la otra campaña resta fuerza a la izquierda institucional y diminuye sus posibilidades de triunfo electoral en 2006 no toman en cuenta que ha sido el propio Partido de la Revolución Democrática el que ha causado a lo largo de estos años la separación de este organismo político de la sociedad mexicana. Han sido las traiciones, los oportunismos, la corrupción, el secuestro de sus organismos de dirección por grupos de interés, su abandono de los principios fundacionales lo que ha llevado descrédito y desintegración a las filas de sus militantes y simpatizantes, muchos de los cuales han optado por la separación o la renuncia. No son sus detractores los responsables de su escaso o nulo posicionamiento en regiones enteras del país y de la pérdida de influencia en otras; de la ausencia de trabajo político en los sectores obrero, campesino, estudiantil y urbano-popular; del reclamo de los pueblos indios por su incongruencia, falta de interés e instrumentalismo. Si alguien ha hecho daño a la izquierda de este país han sido quienes han denigrado la política y el ejercicio del buen gobierno.
Se hace camino al andar. El mayor reto de la otra campaña es reconstituir la cultura y la práctica políticas con el propósito de estar a la altura de las necesidades del momento histórico que se vive, en el que es necesario definir un rumbo distinto para nuestra patria y establecer un compromiso con base en la acción colectiva de largo aliento. Va mi adscripción pública a la otra campaña.