Notas escritas en el día de hoy 11 de septiembre, día como el que hace 32 años inició con el golpe militar la nueva fase neoliberal y contrainsurgente en los territorios controlados por el estado chileno, donde se me fueron muchos compañeros y desde ahí he quedado desgarrado, rearmándome paso a paso con el ejemplo de la autoorganización social. Y no van dirigidas a nadie, es sólo una catarsis.
Las experiencias guerrilleras del continente ha dejado tres vertientes fundamentales como herencia tanto en los que lucharon como en los que les simpatizan: Los que no aprenden, los que se pasan al sistema y los que aspiran a extraer lecciones.
Los que no aprenden son aquellos que andan en lo mismo, hacen discusiones, charlas y talleres de formación para profundizar la línea teórica e ideológica sin cuestionarla un milímetro, destinan importantes esfuerzos a las tareas organizativas de los aparatos y, cuando tienen acceso, usan a los frentes sociales para la penetración en pos de la conducción hacia el estado centralizado.
Los que se pasan al sistema hacen nata. En Uruguay es sintomático ver como los militares rinden honores a los ex tupamaros que presiden las instituciones de la dominación. En Brasil muchos ex guerrilleros, entre ellos uno de los principales consejeros de Lula que fue miembro de un grupo armado chileno, son los responsables de la administración del capital, es decir, de la continuidad de la explotación del hombre por el hombre, el aumento del abismo entre ricos y pobres y de la marginación. Triste papel le ha tocado a los sandinistas y farabundos, abocados a las pugnas superestructurales y negociaciones con miembros y representantes de las instituciones y del empresariado, mientras distintas corrientes y fracciones se desgajan de tanto en tanto desilusionados, algunos por no recibir su parte del botín, otros por no concordar con el verticalismo y autoritarismo de esa izquierda aferrada al modelo Lula.
Los que aspiran a extraer lecciones revisan su práctica, estudian nuevos textos, analizan las otras experiencias, efectúan nuevas lecturas de la historia, evaden la tradición cultural legada por la negativa experiencia del capitalismo de estado, se ligan más profundamente a la realidad y dinámicas de lo social, perciben que desde las multitudes y de los movimientos, barrios, comunidades y localidades viene el nuevo sujeto emancipatorio en un proceso de autoorganización.
Esos compañeros estudian e intercambian con anarquistas, situacionistas y comunidades originarias, otros leen autores críticos dentro del marxismo libertario, algunos para seguirlos, otros para extraer sus propias conclusiones. Unos reestudian las experiencias, errores y aciertos de los llamados ultraizquierdistas de los tiempos de Lenin. Otros miran espantados como la experiencia maoísta deriva hacia el capitalismo más desembozado.
Los que conservan el purismo de la secta de los escogidos del Olimpo se aferran cada vez más a sus propios argumentos, se distancian y combaten duramente a las experiencias autónomas (o las infiltran) y se alían al reformismo en la misma medida de su coincidencia en la aspiración de alcanzar el poder central.
Bastante se ha discutido acerca de la no necesidad del estado socialista para avanzar al comunismo, pero el espíritu pesimista y “realista” se impone y continúan aceptando la presencia todopoderosa del capital que habrá que administrar con la racionalidad instrumental en lo que aún llaman “socialismo”. Es asombroso ver como viejos militantes revolucionarios hoy son astutos administradores de empresas o de instituciones del estado, condición que determina sus posturas frente a la autonomía social y la espontaneidad de las multitudes, o se meten debajo de la cama o lloran lágrimas de cocodrilo por la “ausencia del partido proletario capaz de conducir a las masas … etc”.
Cada vez más se perfila una contradicción progresivamente más compleja entre estos grupos de vanguardia y las dinámicas sociales de la actualidad, en especial ante la estrategia capitalista de gobernar con la mano del gato de la izquierda, propuesta que es asumida alegremente por las formaciones “proletarias” ante la ausencia de las cadenas de intermediación que antes ayudaban a cumplir el papel de representantes de lo social dentro del sistema, como los partidos, organismos corporativos y sindicatos. Muchos se insertaron en ONGs y similares para desde allí cumplir funciones de asistencia desde las cuales sembrar ideas y posibilidades “organizativas” de ganados estructurados como población cautiva, las “bases de sustentación”.
Es sintomático ver como 76 organizaciones mexicanas, algunas de fuerte arraigo social, otras con sólida presencia nacional y algunas de muchos años de actividades, se coordinan junto a los zapatistas para levantar una izquierda antisistémica entre todos, de manera horizontal, consultiva y participativa, experiencia inédita (Ver las declaraciones de los 76 grupos en http://clajadep.lahaine.org).
Estamos acostumbrados a que grupos de afinidad, partidos, corrientes y etcétera, se agrupen o hagan “unidad” superestructural como Frentes, Coaliciones, Coordinaciones, para desde allí llegar a dirigir lo social. En el caso de la Sexta es al contrario, la idea es dirigirse en grupo de diferentes tendencias a escuchar a las organizaciones, reconocerlas como interlocutores, como sujetos plenos de la potencia del oprimido, y con ello y junto a ellos armar programas de luchas locales que se apoyen mutuamente de región a región, para con eso comenzar a diseñar un programa amplio y abarcador que postule una nueva constituyente.
Más organizador y propositivo que eso difícil encontrar hoy entre medio de las pugnas sobre quien es el Papa, el enviado de los dioses. Es rayano con lo ridículo ver como se reúnen a teorizar sobre la estructura de la Nebulosa de Andrómeda, se hacen escuelas de cuadros para levantar las viejas banderas, se disputan el reclutamiento, etc. las viejas formaciones dirigidas por militantes que han entregado su vida a una causa y se han modelado de tal forma que se les hace muy cuesta arriba despojarse de las vendas que no les permiten ver el bosque. El espíritu de secta es algo que nos ha legado la cara negativa del viejo reformismo, priorizando los lazos orgánicos entre militantes por sobre los lazos sociales que construyan desde lo pequeño a lo grande, y si hacen ambos, obviamente lo social debe subordinarse a las estrategias definidas en el aparato de los autoelegidos para llevar el rebaño.
Eso es válido también para las formaciones anarquistas, pues las búsquedas de la acción rebelde y las dinámicas de la autonomía han logrado que amplias capas de jóvenes y trabajadores se asuman dentro de esta concepción. Allí se da también la lucha sin cuartel y se cruzan las mismas contradicciones que dentro de las prácticas identificadas con el marxismo libertario o el marxismo a secas. Algunos anarquistas quieren dirigir, otros vivir en el colectivo de afinidad, otros levantan aparatos que en nada envidian al estalinismo, otros reclutan al más puro estilo partidista, otros no vacilan en unirse a corrientes estatistas para hacer “luchas”, entendiendo por tales la expresión de la capacidad organizativa entre colectivos de afinidad. Es triste ver como diferentes grupos del anarquismo se juntan para salir entre ellos a combatir tal o cual enemigo dejando totalmente de lado la organización social, a diferencia de muchos otros que pacientemente instalan una biblioteca o un centro cultural en el barrio y van tejiendo la nueva sociabilidad en la vida cotidiana. Es allí que se encuentran con los marxistas libertarios, los situacionistas, las comunidades originarias, muchos marxistas a secas, los autónomos, ecologistas, la población distante de la política, etc, que hacen de su militancia una aguja llena de hilo generoso con la que envuelven su vida en hacer cada minuto la materialización del sueño de la nueva sociedad. No hablar ni predicar más sobre la utopía, sino demostrar con su propio cuerpo que ello es posible. Salir de los laberintos argumentativos y organizativos de los espacios intelectuales superestructurales y sumergirse con los seres humanos de carne y hueso en el mar del día a día, los afectos, problemas, luchas y soluciones.
Esa generosidad está dando sus frutos. Por diferentes lugares brota la rebeldía y la autoorganización junto con la alegría y optimismo de que se han dejado de lado las maquetas para pasar a construir la casa de la vida ladrillo a ladrillo, acariciando y sintiendo con la piel cada uno de esos ladrillos que se cargan de un lado a otro, mirándolos amorosamente y transformándonos a medida que la forma de la casa adquiere ribetes inverosímiles gracias a que el del lado trajo su ladrillo diferente y lo puso en otro ángulo sorprendiéndonos con su belleza, así podemos interrumpir los quehaceres y mirarnos a lo profundo de los ojos para identificarnos espejándonos en el quehacer cotidiano del otro. El brillo de los ojos del otro será el espejo de nuestro propio brillo.
Saludo desde estas letras a los muchos que hacen y siguen haciendo de su vida una vida para los otros, en ellos viven nuestros muertos.
Abrazos
Profesor J