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¿A través de cuáles discursos y prácticas hemos aprendido a ejercer lo político? Análisis de Mariana Mora

15.09.05

Los Alfabetos Zapatistas

Mariana Mora
mariana_mora@yahoo.com

El ensayo argumenta que en la reunión de organizaciones indígenas de la sexta se planteó un reto importante por enfrentar en “la otra campana” que requiere reflexionar críticamente en torno a las prácticas políticas de esta década de lucha por los derechos y cultura indígena para asegurar que el respeto a las diferencias étnicas y de género formen una parte central de los debates que le están dando forma a esta nueva iniciativa zapatista.

En la reunión de organizaciones indígenas de la sexta declaración, la representante de la Nación Purépecha planteó un reto por enfrentar en “la otra campaña” cuando dijo, “coincido con los otros compañeros que a veces los de izquierda no entienden del todo al movimiento indígena. Están analfabetos en cuestión de la autonomía de los pueblos.”
La relación entre indígenas y no indígenas, como parte de un proyecto de liberación nacional y de la construcción de nuevas formas de hacer política, ha recibido escasa atención en las reuniones de la sexta, salvo el caso excepcional de la reunión de organizaciones indígenas. Sin embargo, transformar viejas prácticas políticas basadas en ideologías de asimilación ha sido una de las tareas principales a la cual nos hemos dedicado a lo largo de estos doce años de lucha zapatista.
En el 2001, cuando el Congreso de la Unión rechaza la ley Cocopa y la Suprema Corte de Justicia de la Nación declara la improcedencia de las más de 300 controversias indígenas, se agotan las posibilidades de que el estado cumpla con los Acuerdos de San Andrés. A pesar de ello, dicha lucha política generó amplios debates, discusiones y prácticas entre ciudadanos acerca de lo que implica construir relaciones sociales basadas en el respeto a la diferencia. Recordemos el experimento novedoso y radical que fue el proceso del lado del EZLN en los Diálogos de San Andrés y el diálogo nacional llevado a cabo a través del intercambio de palabras entre personas que fue la Consulta por los Derechos y Cultura Indígena en 1999, tan solo como dos momentos históricos que reflejan la construcción de nuevos métodos realmente innovadores que facilitaron estas posibilidades de encuentro entre individuos.
Si la sexta declaración propone entablar una lucha anticapitalista que parte de las realidades que viven distintos sectores indígenas y no indígenas de la sociedad para así generar propuestas que construyan una nueva nación fundada en la pluri-etnicidad, entonces tenemos la gran responsabilidad de reflexionar críticamente en torno a las prácticas políticas realizadas hasta el momento dentro del zapatismo. Para ello, un punto de partida fundamental es rescatar como, durante ésta década de lucha por el reconocimiento de los derechos y cultura indígena, hemos aprendido a relacionarnos respetando las diferencias, al igual de identificar los obstáculos por superar en la construcción de nuevas formas de hacer política que no solamente escuchan y traducen nuestras experiencias, sino que ayudan a transformar los elementos que han posicionado a distintos sujetos en relaciones de dominación y de subordinación.
La importancia de dicha tarea se vuelve aún más aparente si vemos cuántas veces en las reuniones de la sexta se ha abordado las relaciones entre grupos étnicos, y aquí incluyo la categoría del mestizo, comparado a las veces que se ha abierto el debate que tanto ha consumido la izquierda históricamente- cómo se transforma la sociedad en función a cómo se relacionan las organizaciones con entidades estatales, en éste caso con el proceso electoral y con el PRD.
En los espacios de contrapoder que se han construido, reorganizado y fortalecido en estos años, vale la pena preguntarnos, ¿a través de cuáles discursos y prácticas hemos aprendido a ejercer lo político de tal forma que se generan las posibilidades de escucharnos desde nuestras distintas posiciones étnicas y de género? ¿A través de cuáles mecanismos se han mantenido prácticas de exclusión étnicas y de género en el centro del quehacer político de la llamada izquierda? ¿De qué manera las prácticas y los conocimientos del movimiento indígena en general, y de las mujeres indígenas en particular, han descentralizado esas posiciones hegemónicas de una izquierda tradicional? Es decir, vale preguntarnos al inicio de una nueva etapa, qué hemos aprendido en la anterior y cuáles son los obstáculos aún por superar.
Contestando preguntas como las arriba mencionadas nos puede llevar a construir un puente necesario entre esta nueva etapa y la última década de lucha por el reconocimiento de los derechos y cultura indígena, que si bien recordamos nunca se planteó simplemente como un respeto a las diferencias étnicas, lo que hubiera significado un “pluralismo” neoliberal, sino como un punto medular en la transformación profunda y plena de la sociedad.
Durante su intervención en la reunión de la sexta de colectivos y ongs, Don Pablo González Casanova hizo referencia a esta necesidad de reflexionar acerca de los aprendizajes sembrados en estos años cuando resaltó el concepto de dignidad como una aportación fundamental, que ha hecho el movimiento indígena ligado al zapatismo, a la definición actual de lo que constituye lo político. ¿Cómo se han transformado las prácticas de la “izquierda” como resultado de contribuciones y aprendizajes como esta y cómo podemos asegurar que formen parte de una nueva etapa de lucha anticapitalista por la transformación nacional?
Con este llamado, no quiero dar la impresión de que estas discusiones no se hayan dado a lo largo de estos años entre organizaciones, colectivos y entre ciudadanos. Es todo lo contrario. Es precisamente porque sí se han dado que se debería abrir el debate de forma pública en el espacio de “la otra campaña”, de la misma forma en que se ha abierto la discusión sobre las relaciones que organizaciones de izquierda puedan o no mantener con los partidos políticos. Creando colectivamente dichos espacios de debate es un paso fundamental en la creación de prácticas y mecanismos que nos permitan escuchar los múltiples alfabetos con las cuales en “la otra campaña” le podamos dar un sentido desde abajo a la democracia, esa palabra tan abstracta y a la vez tan llena de potenciales transformadores.


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