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Notas Marplatenses (4 de noviembre de 2005)

09.11.05

A los que hicieron Mar del Plata habitable:
Guille, Nico, Mabel, María, Juli, Mampu y Malenita

En un contexto geopolítico que puede caracterizarse como el de un loable intento (lamentablemente muy poco habitual en los últimos años en latinoamérica) de obstaculizar “desde arriba” la estrategia expansionista del ALCA en la región, la reunión cumbre de Mar del Plata puede ser un buen escenario para entrever las posibilidades y limitaciones de la confrontación con el capitalismo actualmente.

En Argentina este escenario de confrontación no puede desligarse del proceso político iniciado el 19/20 de diciembre de 2001, que trastocó de manera tajante el tablero de la actual institucionalidad democrática (con todas las ambigüedades que el término tiene hoy) que en aquel momento acababa de cumplir sus 18 años de edad (tomando como fecha su nacimiento el 10 de diciembre de 1983).

Y quizás sea la ciudad de Mar del Plata, a su manera, un sitio donde pueden leerse las derivas de aquel proceso iniciado en el histórico acontecimiento de aquel “diciembre argentino”.

El propósito de este escrito no es entrar en el detalle de los efectos más geopolíticos de la cumbre (cuya importante tarea ya realizan los expertos en esos temas) sino utilizar la “situación cumbre” para pensar lo ocurrido un poco más debajo de los escenarios, más precisamente en las calles de esta ciudad, e intentar desde la vivencia que posibilitó un pensamiento de cómo las distintas fuerzas políticas que intervienen en esta confrontación se posicionan respecto de la sociedad y -quizás lo más importante- de que modo efectivizan (o no) su deseo de cambio social.
La crisis de izquierda
Retomando lo que se dijo previamente, el hecho político de la anti-cumbre puede inscribirse en una serie de eventos movilizadores de masas que una “nueva izquierda” latinoamericana viene activando y que consisten en la apelación a la “sociedad civil” que descontenta (por no decir harta) de los partidos políticos (de izquierda incluidos) no renuncian a su participación política.
Justamente por ese potencial político (en poblaciones altamente instruidas como la nuestra) y además de su influencia decisiva en acontecimientos de potencia autonomista como el diciembre argentino, devienen un apetecible target que puede “capitalizarse” políticamente en eventos como en los últimos Foros Social Mundial o este último acto de Mar del Plata.

De alguna manera en Mar del Plata se cumple un paso más de una estrategia de contención institucional de las derivas de los “nuevos” movimientos sociales reconocidos sobre todo a partir del diciembre argentino, como en Bolivia (en el acto estaba Evo), Ecuador y Brasil.
Movimientos cuya potencialidad se hace necesario contener (“organizar”) ante el factor “anomia” cada vez más evidente (en las últimas elecciones argentinas el voto ausente/blanco/impugnado obtuvo el 29,5% de los votos ganándole al oficialismo triunfante por 3 puntos).

En este sentido quizás Mar del Plata sea el escenario donde se pueda percibir la crisis que desde adentro corroe a la izquierda argentina. Y quiero aclarar que la intención esta reflexión es aportar para una transformación que la arranque de lo que parece perfilarse como su patético destino.

El inicio de esta crisis puede situarse en el 19/20 cuando la izquierda partidaria se dio de bruces contra eso que algunos teóricos ahora están tratando de definir como “multitud” y cuya consistencia no fue facilmente “organizable” bajo el discurso de la izquierda partidiaria.

El destino de esa fisura ha reconfigurado el tablero político en el campo progre (por decirlo de alguna manera), ha acelerado sus crisis y contradicciones e incluso ha contribuido a que tengamos hoy una política con un tono más progre. Lo que es absolutamente entendible y preferible, luego de la crisis financiera que el establishment fundamentalista-neoliberal nos legara.

En el contexto argentino, las últimas elecciones muestran de manera evidente que el proyecto Kirchnerista ha sido el canal institucional elegido en esta reorganización del sistema representativo (junto con el voto negativo) y que ha significado la derrota de la izquierda más izquierdista, valga la aparente redundancia.

Como se dijo previamente esta reflexión no pretende ahondar ya en más precisiones históricas o sociológicas (dejo esa tarea a otros), sino intentar leer la situación misma, de ese 4 de noviembre de 2005, desde la perspectiva de alguien que quizo involucrarse con la jornada de protesta convocada en la ciudad para esa fecha.
Un estadio en la ciudad fantasma
La primera impresión esa madrugada fue la de una ciudad abandonada. Los efectos de la ola de miedo producida mediáticamente con el objeto de contener la protesta había resultado efectiva: la mayor parte de los habitantes de la ciudad estaban en Tandil o localidades aledañas y los locales tenían el cartelito anunciando que abrirían a partir del 7 de noviembre.
La campaña de intimidación se acompañó de una ola de amenazas de bomba que interrumpieron las clases, y para colmo el clima auguraba un alerta meteorológico oportuno para disipar cualquier intento de comunidad con otros en la calle.

Como si lo anterior fuera poco las fuerzas de seguridad de todos los colores (provincia, federal y gendarmería) pululaban en camionetas y era impresionante su despliegue. Comprando golosinas en un kiosco nos encontramos un muchacho de la CIA que ostentaba muy tranquilo -ante la mansedumbre de los parroquianos- sus credenciales.

Un diálogo en la calle “¿disculpame, tenés idea de donde podemos comprar medialunas?” “nooo, olvidate, de este lado de la valla olvidate, allá está abierto todo pero acá no quedó nada”

Notese que el esquema de contención fue convertir nuestro campo en un no-lugar y eso se sentía en la piel y daba tristeza.

La llegada del tren ALBA por la TV, la llegada de Maradona, fue el título que vino a capturar la atención de lo que allí se estaba dando. Fue notorio como ese efecto mediático nos capturó aún a quienes estábamos allí. Los medios situaban la atención en el tren y nosotros en Mar del Plata, veíamos la tele.

Luego fuimos al punto de convocatoria principal en Luro e Independencia y sentimos por primera vez que habitábamos un lugar con otros, con esa emoción que produce la masa. Por suerte llegamos tarde a los patéticos forcejeos entre la columnas del tren (Maradona y Cía.) y los dueños de la fiesta (Esquivel y Cía), que se pelearon “la cabeza” de la marcha (lo que hubiera sumado tristeza al hecho de estar allí madrugando y cagados de frío).

Cuando llegamos ya se estaba marchando para el estadio, que se encuentra en las antípodas del lugar donde estaba sucediendo la cumbre.
Las columnas marchaban disciplinadas al estadio y circulaban ordenadamente por una ciudad vacía. Éramos muchos, pero quién estaba allí sin alguna pertenencia partidaria, sentía una falta de lugar, que aumentó lo desértico de la situación (me consta que algo parecido se sintió en Capital Federal, ante la disciplina de las “orgas”).

En el estadio el asunto mostró su verdadero rostro: Espectáculo. Y para colmo a la cubana. La gran bandera de Guevara, el escenario rojo y el animador hablando de “gran fiesta popular”. Mientras los subsidiados, militantes de distintas fracciones y los “solos” como nosotros nos acomodamos en nuestros lugares, para esperar sentados un aburrido discurso revolucionario que pedagógicamente nos instruyera sobre el planeta Marte, Rosa Luxemburgo, Chomsky, Marx, Evita, y por supuesto el che.

A pesar de las reminiscencias combativas de pasados recitales de Silvio y Pablo en Boca, la situación no dejaba de ser incómoda ante la evidencia de una puesta en escena mediática, con programa musical incluido. En el interín fuimos testigos de algo digno de recordar a toda esa izquierda que hace alarde de sus demostraciones de fuerza: La “Agrupación Evita” (la misma que elogió Chávez) entró al estadio dando patadas, empujones y palazos a quienes se interpusieran, colocando sus banderas encima del escenario, tapándolo a quienes estábamos en las tribunas. A pesar del exabrupto, lo ocurrido resultaba entendible: si la escena mediática determina que quien más cerca esté del escenario más posibilidad de existencia tiene, aunque se tape el escenario al resto del estadio, esa bandera tenía allí su sentido.

Un póster de Hugo Moyano diciendo “alcarajo”, una bandera con los nuevos líderes revolucionarios latinoamericanos (Kirchner, Lula, Evo), unos muñequitos humanistas, unos policías disfrazados de antiglobales (uno con largas rastas rubias y handy) no hicieron sino aumentar nuestra zozobra y ante la lluvia y la melancolía del evento (en las voces de Viglieti, Silvio) optamos por intentar almorzar algo y verlo por TV. Lo cual era de lo más lógico si en el fondo de eso se trataba.
Del estadio a la valla; después de la tanda, más espectáculo
Volvimos al estadio luego para la segunda parte del evento, que se iniciaba justo cuando Chávez finalizaba su discurso.
Allí era obvio que se concentraba la marcha más “combativa” y de la cual no participarían muchas de las organizaciones que fueron traídas hasta el estadio y que se empezaban a volver en sus micros.

Estaban también -una bocanada de aire fresco encontrarlos- el comando Errorista de Etcetera y los Bristol que propusieron acciones directas no violentas.

Durante la ida a la valla las agrupaciones de la izquierda más institucional negociaron con los “pesados” sus 20 minutos de acto, para que luego se pudra todo.

Volvimos a cruzar la ciudad fantasma (que por suerte a esa altura ya hacía algo de calor y el sol había salido), y no me sorprendió ver como la seguridad de los partidos de izquierda desfilaban como militares. No puedo olvidarme de la cara de orgullo de los que hacen la “seguridad”, y me resultó demasiado parecida a ese gesto de prepotencia que muestra policía cuando despliega su armamento.

El final es conocido. Pasaron los veinte minutos, los “pesados” vinieron empujando desde el fondo y se pudrió todo. Sobre todos para los que íbamos por fuera de las orgas.
La izquierda institucional se retiró ordenadamente, los canas tiraron gases, los pesados quemaron locales y el que pudo se fue antes que la poli cerrara el cerco y el que no pasó la noche en cana y tendrá que enfrentar los avatares de un proceso penal.

Mientras nos alejábamos de la valla, con los ojos todavía llorosos por el gas, nos encontramos con los Bristol haciendo una exquisita performance teatral, ignorados por los otros “militantes” más preocupados por la situación de confrontación “contra la valla” que acababa de desencadenarse. Era una buena imagen de lo que queda del 19/20tismo: otro modo de la política que no termina de generar su propio espacio, ignorados olímpicamente por las orgas.

Antes de subir al micro pudimos ver en la TV el detallado inventario de los incidentes y de cómo los “violentos de izquierda” produjeron desordenes.

Mientras ibamos dejando atrás la ciudad fantasma, se me ocurrió comparar lo ocurrido con el 19/20. En aquella oportunidad la ciudad fue tomada por la gente, y fue exactamente lo contrario a una ciudad abandonada, fue una ciudad habitada por la gente sin sus “orgas”.

Y si los efectos de aquella rebeldía subsisten hoy en las experiencias autogestivas de MTD’s como Solano, La Matanza, Allen y Guernica, en tantos colectivos culturales y de pensamiento, en empresas recuperadas (Bauen, Zanon, Brukman, etc), en sindicatos de base que han doblegado a las burocracias (Simeca, Subte, Zanon, etc), y no cabe duda que estos protagonistas definitivamente no estaban en Mar del Plata, que no fue más que una ciudad desierta escenario de múltiples espectáculos mediáticos.

En la ciudad fantasma, la desorientada izquierda argentina nuevamente transitó una vez más la situación en los términos que el poder le dio, sin poder habitarla más que a través de una “fiesta nacional y popular” de estadio o en el clásico “titanes en el ring” de la valla; con el evidente costo político de “representar” una vez más la violencia que “no lleva a nada”, e incluso colaborando en la desertificación de la ciudad y la justificación del aparato represivo.

Ese mismo viernes los trabajadores del BAUEN se movilizaron en la Capital Federal para evitar que el macrismo recientemente victorioso les confisque la fuente de trabajo que les ha permitido una nueva vida.

Los partidos de izquierda no pudieron apoyarlos porque estaban en Mar del Plata, haciendo sus espectáculos.

Gregorio Samsa
8/11/05


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