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Intendente de Caracas: Si Creemos en el valor de la gente, debemos descentralizar el poder

18.11.05

lavaca en Venezuela (primera nota)

“Si creemos en el valor de la gente, debemos descentralizar el poder”

La frase es del intendente de Caracas, Fredy Bernal, que se califica a sí mismo como “revolucionario y soñador”. Venezuela vive una ebullición que mezcla fuerza, contradicciones, dilemas, desafíos, sorpresas. Un encuentro sobre Democracia Participativa sirvió como disparador de propuestas acerca de la descentralización del poder, la cogestión, la autogestión, y las peleas contra la burocracia. ¿Cómo eliminar las relaciones sociales de dominación? Claves para entender qué es lo que está en juego.

Dos cosas caracterizan a los venezolanos que participan de este Encuentro Internacional sobre Democracia Participativa: una explícita urgencia política y una inmensa alegría.
La urgencia política –explican- es un rasgo de formación: describir una experiencia es para ellos exponer la diferencia que existe entre lo que se propusieron hacer, y aquello que finalmente lograron convertir en realidad. Y lo que los urge ahora es ir por lo que falta. La alegría es un síntoma social. Las casi 500 personas que colmaron la sala Simón Bolívar de la Universidad Bolivariana son mujeres de todas las edades, en su gran mayoría, y unos pocos hombres jóvenes que llevan coloridas camisetas con los títulos de los proyectos que los tienen como protagonistas: Desarrollo Endógeno o Barrio Adentro, por ejemplo. Nombres que esconden el territorio donde esta construyéndose la política social del chavismo.
En el encuentro hay representantes de experiencias políticas y sociales de Brasil (el ex alcalde de Belem do Para, Edmilsson Brito, y Vera Barbosa, una importante referente del Movimiento Sin Tierra en el Norte de Brasil), de Bolivia (Claudia López, de la Coordinadora del Agua), de Cuba (el filosofo Jesús Pastor García) y de Suecia (América Vera-Zavala), además de colombianos, guatemaltecos y un puñado de suecos pertenecientes al Foro Internacional de Izquierda, co-organizador de la reunión. La apertura estuvo a cargo del intendente de Caracas, Freddy Bernal, un carismático orador que se definió como “alcalde, revolucionario y soñador”. Bernal expuso su intención de formar a un millón y medio de hombres y mujeres en la defensa de la nación. “Las Fuerzas Armadas formales suman 100 mil hombres y mujeres. Pero cuando tenemos enfrente un enemigo tan poderoso como los Estados Unidos, con armas de destrucción masiva, cohetes y tecnología de invasión, nuestra mejor defensa es entregarle la democracia a la gente. Eso es lo que nos ha dado la inmensa fortaleza que nos permitió derrotar en menos de 47 horas un asalto al poder. Hemos dado un ejemplo de lo que un pueblo hace posible cuando cree en su propia fuerza. Ahora debemos dar otro paso porque la defensa de nuestro país no puede circunscribirse a las Fuerzas Armadas. Si creemos en el valor de la gente debemos descentralizar el poder”.
Bernal es un ex policía que se negó a cumplir órdenes de represión cuando tuvo que enfrentar la revuelta popular. Hoy la ciudad está embanderada con su nombre y su retrato, y aunque sus pancartas son numerosas, no logran empañar la figura onmipresente del presidente Hugo Chávez.

Los jubilados vs. la tecnocracia
El segundo venezolano en exponer su experiencia fue el alcalde del municipio de Caroni, Clemente Scotto. Con la ayuda de las diapositivas de un power point ilustró la participación de la comunidad en el diseño, gestión y control del presupuesto de la comuna.
Sin duda la más interesante exposición fue la del representante del sindicato obrero venezolano, Luis Primo, encargado de narrar las experiencias de gestión obrera en las empresas venezolanas. Comenzó por un punto de inflexión: el paro realizado por el personal tecnico superior de la empresa estatal petrolera, realizado entre diciembre de 2002 y febrero de 2003. La medida de fuerza significó un boicot a la gestión chavista y revelo con total crudeza uno de los problemas claves del actual proceso: la resistencia de los profesionales a los cambios sociales. Durante el conflicto eso que Primo define como “la tecnocracia” inició una medida de fuerza que paralizó la producción de petróleo a nivel nacional. Dueños de claves de acceso a computadoras, satélites y demás trampas tecnológicas de las cuales dependía totalmente el funcionamiento de las plantas, ingenieros, gerentes y técnicos protagonizaron una verdadera guerra entre el conocimiento y la fuerza de trabajo. Sin ellos, los trabajadores parecían no poder hacer nada. El presidente Chávez convocó a través de su programa de televisión a los trabajadores jubilados para reemplazarlos e instó a los trabajadores a tomar el control de la producción. Así fue y el resultado fue el despido de todos los huelguistas y la participación de los trabajadores en la dirección de la empresa. A partir de allí comenzaron otros desafíos.

Cooperativas y cogestión
El segundo punto de inflexión es el desarrollo de las cooperativas. A la llegada de Chávez al gobierno sumaban 762. Hoy hay 74.245 con 709.044 asociados. El número es apabullante, pero también revela la limitación que ha encontrado este tipo de organizaciones. “Se han creado sin control ni sintonía con el plan de desarrollo general del país. Generalmente se crearon para resolver un problema de subsistencia y algunas esconden detrás de esta modalidad un trabajo precario o empresas disfrazadas. En la actualidad hay 3.500 cooperativas que se están revisando porque presentan diversas irregularidades”.
La tercera etapa es la que marca la experiencia de cogestión, aunque aquí Primo distingue entre aquellas experiencias que han sido impulsadas por luchas de los trabajadores y aquellas que han sido impulsadas desde el gobierno.
Un ejemplo de las nacidas al calor de la lucha obrera es la empresa Invepal. Fue la primera en ser expropiada el 31 de enero de este año y también la única en funcionamiento. El Estado tiene el 51% de las acciones y los trabajadores, el 49%. La asamblea de trabajadores elige al presidente y a la Junta Directiva, además de los coordinadores de producción y planta. El sindicato fue eliminado por decisión de la asamblea y los sueldos son igualitarios. El problema comenzó a generarse cuando se crearon nuevos puestos de trabajo. Los nuevos empleados –que ya no pertenecen a la cooperativa- ingresan en calidad de contratados y con sueldo mínimo, lo cual crea diferencias y nuevos desafíos.
Otra de las empresas cogestionarias es Inveval, productora de válvulas para la industria petrolera. Fue expropiada en abril de este año, luego de una lucha que se extendió por más de dos. Aun no está operativa. En esta situación se encuentran, también, las empresas Caigua (procesadora de tomates), Oxidor (plásticos) y Mis manos (en el Amazonas venezolano).
“La idea básica para estas empresas es que se fortalezca la solidaridad y que una parte de los excedentes vayan a las comunidades”, concluye Primo.

La revolución cultural
En cuanto a las empresas cuya cogestión planteó el Estado, la más importante es Cadafe, una compañía de electricidad que actualmente protagoniza uno de los mayores dolores de cabeza para quienes impulsan este tipo de iniciativas. ‘Actualmente la cogestión está estancada por las contradicciones que existen entre la gerencia de la empresa y el sindicato Fetrelec –apunta Primo- Existe una tendencia hacia la conformación de una tecnoburocracia que considera que no debe existir un proceso de cogestión profundo en las empresas estratégicas nacionales”.
Según estima Primo, hay por lo menos unas 215 empresas parcial o totalmente paralizadas que podrían sumarse a este proceso, creando empleo para unos 5.000 trabajadores, pero las dificultades todavía son muchas. “Por un lado existen enemigos externos, como el imperialismo y las burguesías transnacionales: por el otro internos, como la burguesia criolla intermediaria y algunos sectores de la tecnoburocracia estatal. Pero también son enemigos la burocracia y la corrupción y todos esos valores que forman parte de una cultura aprendida e impuesta que se encuentran incrustados en nuestras mentes: el egoísmo, la competencia, el individualismo, el consumismo. Así como a nivel internacional tenemos países dependientes y otros desarrollados, a nivel de las empresas y puestos de trabajo tenemos su correlato de dominación: creer que algunos piensan y otros ejecutan. Sobre la cogestión existen varios modelos y muchas más opiniones. Pero creemos que no alcanza con eliminar las relaciones de producción capitalista para garantizar un cambio. Hay que eliminar las relaciones sociales de dominación que creo y para eso es necesario una profunda revolución cultural”.

Cómo abrir la universidad
La respuesta concreta a esta necesidad es el edificio mismo donde se desarrolla el Encuentro. Antiguo enclave de la estatal petrolera, hoy es una de las sedes de la Universidad Bolivariana, un centro de formación que ha abierto sus puertas a los sectores sociales que estaban excluidos hasta de la Universidad estatal. No ha sido fácil, sin embargo, concretar el deseo de llevar la Universidad a los sectores menos favorecidos. En principio, la Bolivariana ya cambió tres veces de autoridades en sus escasos tres años de creación. Los motivos: la primer gestión tenia una visión posmoderna, la segunda no pudo lograr que los profesores accedan a la propuesta de ir a dictar clases en los barrios y la tercera está logrando, con sudor y negociación, que se lleven adelante los planes de descentralización.
Las heridas de esta batalla son numerosas. El plan de salud impulsado por el gobierno de Chávez llamado Barrio Adentro tiene, como principal motor, la labor de los médicos cubanos que se instalaron en los barrios más pobres. Tuvieron que librar una batalla con el colegio médico venezolano que se negaba a reconocer los títulos extranjeros sin dar exámenes de reválida. Luego, se sumó el boicot de los profesionales locales que se negaron a participar del programa. Un paro de los profesionales de la salud dividió aun más las aguas. “En mi hospital solo quedamos atendiendo dos médicos durante el conflicto. Y cuando terminó, mis compañeros me negaron la palabra. No me perdí nada, porque eran muy aburridos”, cuenta una doctora asistente al Encuentro.

Ahora, la Universidad Bolivariana espera ansiosa la promoción de su primera generación de médicos formados en otro modelo de conocimiento. Ese modelo tiene, debe decirse, características inesperadas. Un ejemplo: la carrera de Diplomacia. Comienza con un mes de pasantía de recorrida por los ministerios públicos. Luego, durante el siguiente mes, los alumnos trabajan en uno de los tantos barrios pobres que cuelgan de los cerros de Caracas. Aprenden, así, la diferencia que hay entre el enunciado de un plan social y su aplicación concreta.
Ahora mismo tres de estos alumnos nos acompañan a recorrer los laberintos del barrio de Antimano, una experiencia que merece nuestra próxima crónica.


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