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Los muros de Berlín, Gaza , Celta, Melilla y Estados Unidos

22.12.05

Los muros están de moda.

Los antiguos gobernantes chinos, la más elevada civilización de las comunidades del norte del planeta a la fecha, habían levantado la Gran Muralla para detener las hordas de invasores pobres y salvajes de aquellas épocas. Los señores feudales de todos los rincones del Planeta erigieron poderosos muros para aislar sus castillos de los ataques externos.

La nomenclatura del capitalismo de estado levantó el ignominioso muro de Berlín para evitar la fuga de cientos de miles que escapaban para caer de la sartén al fuego en las garras del capitalismo concurrencial.

Los gobernantes de Israel levantaron el muro de Gaza para evitar los constantes ataques de la resistencia palestina, los de España levantan el suyo para evitar la irrupción de tanto negro y árabe en Celta y Melilla, sus enclaves africanos, y los actuales gobernantes de Estados Unidos levantan el nuevo muro doble para evitar la contaminación de un continente que empieza a alzar la voz y que le envía miles de migrantes desesperados muchos de los cuales hoy día están acogiendo el llamado de la Sexta Declaración de Lacandona y se organizan para recibir a los zapatistas.

Desde que cayeron las torres que las políticas de inmigración, control, aduana, segregación, racismo, xenofobia y demases han sido actualizadas aprovechando la pseudo legitimación adquirida por el hecho, que aún se discute si fue realizado por los árabes o por los propios servicios de seguridad del país que comanda las tropas internacionales del imperio del capital.

Los líderes latinos están ocupando puestos importantes en la administración de ciudades y regiones, dejando de lado la tradicional influencia de la gusanería cubana con su millón y medio de personas en Miami, cantidad que hoy es irrisoria comparada con el aumento de los porcentajes de latinidad que crecen arrolladoramente.

Parece ser una invasión silenciosa, como en Europa, donde han estallado los barrios de migrantes de París en oleada que se extendió a otras regiones. Si las comunidades negras reventaron en Nueva Orleáns, nada impide que dentro de poco sean los latinoamericanos los que contribuyan con lo suyo. No parece casual que desde hace años no haya habido una huelga como la que estremece a Nueva York, ciudad donde los latinos hacen nata.

Se organizaron grupos paramilitares tipo Ku Kluk Klan para atrapar migrantes en regiones fronterizas, pero detrás de ellos llegaron observadores y grupos sociales para denunciarlos. Falló el plan racista y proteccionista, había que buscar nuevas formas. La Sexta Declaración de Lacandona abre una enorme brecha en las fronteras y es acogida por las comunidades de migrantes organizados que ven en el zapatismo su propio espejo de rebeldía, lo que nunca ningún grupo político había podido lograr, más dedicados a los “derechos” de los migrantes en pos de su institucionalización que a potenciar su capacidad de erigirse en bastiones de resistencia, al igual que en Europa, donde partidos, ONGs e iglesias se disputan los favores de la migración con actividades paternalistas e integracionistas.

La victoria de la dupla Evo-Álvaro en Bolivia sin ninguna duda va a influir de manera notable. Ya muchos analistas hablan de otra América Latina y de un eje La Habana-Caracas-La Paz, como habían hablado del eje La Habana-Caracas-Brasilia-Buenos Aires o del eje París-Moscú-Pekín, o la simpática propuesta de Dieterich del eje Lula-Lucio, el eje Lulú. Hay muchos autores que viven inventando ejes para concitar la adscripción de las masas electorales a los gobernantes progresistas que están reordenando a la población para el funcionamiento del capitalismo, estatal o concurrencial.

La migración en Estados Unidos no tiene el sentimiento patriótico que se le adjudica, no están muy apegados a los sentimientos nacionalistas de lo que ocurra con la política en sus países, pero la emergencia de las comunidades originarias y de procesos que al parecer podrían envolver a la población en el protagonismo histórico, aparece como otra incitación, distinta a las viejas fórmulas antiimperialistas o anticapitalistas gastadas y desgastadas por las izquierdas tradicionales, ya se trata de voces provenientes desde los propios pueblos. Por eso la simpatía hacia el zapatismo, a los mapuche, a los garifuna, a los aymara, a los MTDs argentinos, etc. Hay una identificación que va más allá de la connotación clasista o estatal, es una identidad de pueblos en lucha que surgen e irrumpen en la arena noticiosa rescatando y actualizando los más de 500 años de resistencia continental.

Por ello no es posible ver mucha afinidad entre esa masiva migración con los procesos venezolano o cubano, procesos poco apegados a las raíces históricas continentales, más bien se pronuncian como que la historia empezara con las luchas de la independencia, siendo las figuras principales Martí y Bolívar, artífices del nuevo estado que substituiría el poder de los invasores por el poder de las oligarquías locales legitimando un estado que luego podría ser disputado para su conducción. Cuando el debate avance hacia el no estado, es decir hacia el comunismo, recién ahí abrirán las polémicas para reconocer más atrás que las raíces son más profundas aún.

Zapata, hijo de mestizo y hablante del idioma nahuatl, organizó desde el inicio a los indígenas y su propuesta estaba basada en las comunas libres, lo que le asienta en la tradición más antigua y el rechazo a la república estatal estilo europeo. “La utopía zapatista creada en los momento de paz, en 1915, tiene antecedentes en la tradición cultural del sur: de la autonomía de la República de Indios. Por ello la propuesta zapatista creada a partir del levantamiento del 11 de marzo de 1911, y plasmada en el Plan de Ayala, son parte de una larga historia que viene de muy atrás” (“Emiliano Zapata: la memoria de la rebeldía” por Victor Hugo Sánchez Reséndiz).

La identidad continental, aún en los barrios periféricos de las ciudades, está asentada en estas historias que vienen más atrás de los estados independientes y que trascienden o no se orientan por las fronteras. Sintomático es el caso de los nordestinos en los barrios periféricos de Sao Paulo, los interioranos de Bogotá y los indígenas de Ciudad de México, Lima, La Paz, Quito y muchas otras. Es de allí que provienen los ejércitos de migrantes que atraviesan la frontera hacia Estados Unidos a costa de sus vidas.

Se hace necesario estar vigilantes a los censos de población, donde los gobiernos tratan por todos los medios de reducir la presencia de la sangre originaria, por lo que las cifras son poco creibles, como en Chile, donde le cuesta a la población aceptar que mucho más del 10% de los habitantes son de origen mapuche, en especial cuando las cifras oficiales indican que en el censo de 1992 casi un millón de personas mayores de 14 años se declara mapuche, a lo que hay que agregar a los menores de esa edad y los que no saben o no se atreven a declararse tales por la enorme discriminación racial existente. Resulta un tanto molesto para mucha gente imaginar que los mapuche sean alrededor del 20% o más, eso sin contar con el mestizaje histórico, fácilmente perceptible en los rasgos de los habitantes de los barrios periféricos de las ciudades chilenas.

Todo ello y otros antecedentes que no vamos a traer para este breve análisis, indican que existe en el continente una identidad desdibujada que poco a poco comienza a asomarse en el plano de la auto conciencia y que atraviesa claramente las fronteras, haciendo del estado un accidente que habrá que sacarse de encima a la brevedad a partir del desarrollo de los propios aspectos histórico identitarios de la población.

Aún falta que caiga el muro ideológico para poder mirar directamente hacia nuestras raíces históricas.

Abrazos
Profesor J


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