Nota de Clajadep:
Enviado por mauricio alberto torres delgado
El título es nuestro.
Gracias Mauricio
Diciembre 25 de 2005
El Tiempo de Bogotá, Colombia
EDITORIAL
Repartir, repartir y repartir
Hasta hace algunas semanas, Pedro Arnold Caicedo era un ‘todero’ de Juradó (Chocó): un adolescente de 14 años que se buscaba la vida pescando jaibas y cangrejos de río, vendiendo limones y cargando maletas. Su condición de pescador fluvial lo obligaba a remar varias horas diarias en una rústica chalupa. Descubierto por una dirigente deportiva chocoana que buscaba en los caseríos un representante departamental para el Campeonato Colombiano de Canotaje, Caicedo viajó a Bogotá, compitió y ocupó un extraordinario cuarto puesto, solo superado por deportistas expertos mayores que él. Se convirtió entonces en figura nacional y el país supo que, en su viaje a Bogotá, comió por primera vez con cubiertos y, extasiado, pudo ver por fin de cerca y tocar un automóvil.
No siempre es tan feliz el encuentro entre un individuo de esa Colombia mayoritariamente pobre y marginada, y el país minoritario del consumo y la riqueza. Por lo general, se produce en condiciones de explotación o, por lo menos, de desventaja. El Gobierno revela que la economía se disparó en el último trimestre y creció 5,75 por ciento. Cifra que supera incluso el saludable crecimiento del consumo interno, que alcanzó un 4,5 por ciento insólito, que no se registraba desde hacía muchos años. Hay quienes critican al Gobierno por no haber aprovechado los indicadores positivos del año para realizar ajustes económicos de fondo.
Los resultados, desde el punto de vista econométrico, son buenos. Lo lamentable es que este progreso no fue para todos los colombianos, sino para unos pocos. La estructura injusta de reparto de la riqueza en Colombia opera como una perversa maquinaria, donde las crisis –como aquella que devastó la economía entre 1997 y el 2003– afectan a todos, pero en particular a los más pobres. Las bonanzas, en cambio, se quedan en manos de los más opulentos y salpican marginalmente a las clases medias y menesterosas.
América Latina padece una in equitativa distribución de la riqueza. El Banco Mundial señaló el año pasado que el 10 por ciento de la población percibe el 48 por ciento del ingreso. Colombia registra índices parecidos o peores. En el 2002, los ingresos del 20 por ciento de la población más rica superaban más de 20 veces los del 64 por ciento de los colombianos, situados bajo la línea de pobreza. En algunos sectores, la desigualdad alcanza cifras dramáticas. Afirma Fedesarrollo que el 20 por ciento de los pensionados más ricos controla el 70 por ciento de las pensiones pagadas, mientras que el 20 por ciento más pobre tiene que contentarse con el 1 por ciento de los recursos. Para no mencionar que los grandes beneficiarios del boom de la construcción fueron los estratos altos; los de la devolución de los dos puntos del IVA por pagos con tarjetas de crédito fueron los mismos estratos, y quienes han hecho mucho dinero con el auge de las acciones en la bolsa son un puñado de personas. En cuanto a servicios públicos, el estrato uno destina a su pago el 11 por ciento de sus ingresos, mientras que el estrato seis solo el 5 por ciento.
No todos los colombianos ganamos igual ni todos perdemos igual. El desmesurado aumento de la deuda pública (que en 1994 representaba el 12 por ciento del Producto Bruto Interno y en el 2003 alcanzó el 53 por ciento) ha hipotecado más de la mitad de lo que produce el país, pero, según expertos, enriquece de manera “descomunal” a bancos y grupos económicos.
El presidente Álvaro Uribe ofreció al país que atendería la seguridad y la miseria. Su elevada popularidad se debe al primero de estos campos. Pero la deuda en el frente social sigue sin pagarse: su gestión en lo social ha sido pobre, por no decir que insignificante. La mayoría del pueblo colombiano necesita remar tanto como Pedro Arnold Caicedo –es un decir– para conseguir la comida de cada día. Por eso, a partir del 2006, el Gobierno debería cambiar de lema.
No basta con “trabajar, trabajar y trabajar”. Ahora es urgente repartir, repartir y repartir…