Viernes 6 de enero de 2006
No me había imaginado que los discursos en la plaza de la catedral fueran como esas intervenciones que se escuchan en los diálogos calmados de una habitación. Aquello no se parece nada a una campaña política. Es como el inicio de una conversación difícil.
Cuando hablar es una manera de actuar cuesta más trabajo hablar. Las dificultades aumentan si se quiere que las personas y organizaciones “hagan consensos”.
El problema apenas empieza a resolverse cuando los comandantes hablan con un tono bajo y el delegado Zero se expresa como si platicara.
En la asamblea plenaria del día siguiente se advierte el propósito de que todos digan: “Hay un lugar para mí…”; “Alguien, por fin, nos está escuchando…”
Muchos de los que hablan son mujeres, y pobres entre los pobres del color de la tierra. Sus modos de hablar y pensar juntan sintaxis de distintos idiomas y creencias. “Son sus modos, los que tenemos que comprender”, aclara el delegado…
Añade o añaden: “Si empezamos a lastimarnos entre nosotros ya perdimos la otra campaña”; “En la discusión, no ver quién ganó y quién perdió. Ver cómo piensan y cómo pensamos.”
“No permitamos que los gobiernos nos traten como animales”: “Nosotros, indígenas, queremos luchar también… Muchas veces nos morimos porque no tenemos atención médica…Es una tristeza ver a los desplazados…”
“Es muy bueno que nos juntemos… porque así podemos exigir nuestros derechos… La división es la destrucción de la vida, hay quienes no alcanzan a ver eso… La división se da en nuestros pueblos; la alientan quienes se aprovechan de nosotros: los ricos y los poderosos… Nos desgranan como al maíz para acabarnos…”
” Ni se imaginan cómo nos falta información… Y las mujeres somos a veces depreciadas”. “Si llegamos a un hospital, vieran el maltrato que nos dan en los hospitales.” “Venimos del colectivo de sicólogas rebeldes. Trabajamos contra los procesos traumáticos que nos deja la guerra de baja intensidad…” “Vemos en la otra un espacio para construir nuestra identidad”. “Somos personas que nadie sabe cómo es el nombre.” “Somos muchas que nos hemos reunido aquí.”
“Ya no estamos ni en Guatemala, ni en el 68, ni en Vietnam, ni en la revolución nicaragüense… Pero estamos aquí y sentimos como que luchamos con Chiapas, con Bolivia, con Cuba… y más.” “Necesitamos una traducción de la otra para Estados Unidos… Hagamos la otra campaña aquí y también allá… El peligro que tenemos que vivir los desplazados en México y en Estados Unidos no se lo imaginan; el desprecio, la añoranza de los que nos hemos tenido que ir…” “¿Qué tipo de organización se va a hacer? ¿En red de organizaciones, en una organización con redes?”
Hay momentos muy emotivos. “Acongojados”, dice uno. Otro no alcanza a terminar. Se le va la voz. “En mi pueblo mataron a un compañero por defender los bienes comunitarios…” Y allí se queda. Ya no puede seguir de los ruidos que produce su garganta: respiratorios y nerviosos. Toda la asistencia lo entiende por un momento “en su corazón”.
Los pobres cuentan sus emociones con la palabra o con el dolor intenso que los sofoca. Pero en general hay una gran contención de las penas.
“La lucha por el poder del Estado se planteó antes como lucha electoral o como lucha armada. Hoy se plantea otra lucha, una que quiere ser pacífica: por el poder de la sociedad civil, con los pobres y con los discriminados, para que los gobiernos manden obedeciendo a una múltiple fuerza organizada de los que han tenido que hallar el modo de juntar la unidad en la diversidad y el modo de cumplir con los principios”.
El discurso de los adherentes a la otra se enlaza una y otra vez con el discurso de los delegados, incluso con el discurso del delegado Zero. En momentos se siente que lo que dicen los adherentes lo dice el delegado Zero y al revés.
Ser consecuente es fundamental. Respetar el modo de los otros. Construir el nosotros con ese lenguaje en que las palabras son continentes de conductas. Las viven, o las enuncian. Construir una cultura de la cooperación que tiene en la historia de la humanidad tantas experiencias acumuladas y enriquecidas por la moral de numerosas colectividades. Cultura de los ideales y de la práctica de los ideales, o de las filosofías, o de las creencias, con las artes y las tácticas y las estrategias para lograr los objetivos.
Muchas cosas que SI se pueden como el NO tener envidia de que destaquen compañeros (ni afán de controlarlos); o NO presentarse uno como que está dirigiendo y encabezando un movimiento que DE POR SÍ ES dirigente, encabezado y encaminado; capaz de tomar decisiones colectivas para su comprensión, su preparación, su nivel de información-acción; para actualizar palabras como libertad, democracia, justicia, anticapitalismo.
La otra campaña está viendo cuáles son los puntos de consenso. No espera mucha gente en las reuniones, sino muchas reuniones de la gente. Que hablen los pobres, que cuenten de ellos y de nosotros. Que narren y vean en qué se parecen, en qué están de acuerdo entre diferencias respetables y respetadas; que oigan sus propias preguntas; que se fijen en las de la gente y en las de los periodistas: que conozcan con intimidad los “medios” dominantes y alternativos: que se vuelvan cada vez más claros, usando sus “referentes” no doctrinarios, sino críticos y prácticos: que vivan la “destrucción creadora” al tiempo de crear “otra política”, otro modo de mandar y obedecer anunciado, otro modo de producir y acumular, otro modo de vivir sin ese afán de lucro, que enfermo, hoy domina en la sociedad y el gobierno, en la economía y la cultura de los “medios”. Y que todo lo vayan haciendo de aquí a las elecciones… pero también después, en una historia emergente que empieza el día 1º de enero de 1994, y el día primero del año cero de la otra campaña, y que va a continuar muchos años después del breve y olvidable tiempo de las elecciones.