Sábado 7 de enero de 2006
Enrique Calderón Alzati
La Jornada
Bravo por los zapatistas
Con ánimo diferente al de 1994, inicia México este año de 2006. Al igual que éste, era aquél un año de elecciones; sin embargo, el ambiente que privaba en amplios sectores de la sociedad era de optimismo, ante la mascarada de progreso y prosperidad que Carlos Salinas había sabido vender; lejos estábamos de saber la pesadilla que el país vivió un año después, cuando el escenario económico se vino abajo. Tampoco imaginábamos los dramáticos sucesos que sacudieron al país los meses siguientes.
En este nuevo año de 2006, el sentimiento que priva es de desaliento, luego de un sexenio de estancamiento económico para las mayorías, de desempleo creciente, de acumulación de capitales y de saqueo del patrimonio nacional, de promesas presidenciales sistemáticamente incumplidas. Las diferencias a simple vista son grandes, aunque en esencia no las hay, para un país que hoy como entonces marcha sin rumbo, dominado por el sueño neoliberal.
Es en este contexto que aparece hoy, como apareció el primero de enero de 1994, el movimiento zapatista, como una respuesta a las graves carencias nacionales en materia de liderazgo, de visión y de alternativas. La campaña que se proponen realizar, lejos de ser oportunista, como algunas voces interesadas señalan, es oportuna; más aún: es necesaria.
En el pasado he tenido diferencias con los zapatistas, en particular con el subcomandante Marcos; públicamente las he expresado en varios artículos, pero también me he sentido orgulloso de las colaboraciones con las que he podido responder a los encargos del mismo Marcos, coordinando los procesos de cómputo de las dos consultas zapatistas realizadas desde entonces. Hoy me encuentro simplemente entre los miles que aplauden la decisión de realizar esta campaña y me atrevo a afirmar que su impacto sobre la sociedad mexicana y para el futuro del país será mayor que el de su levantamiento en enero de 1994 y acciones subsecuentes a lo largo de aquel año. Mis argumentos para respaldar esta tesis son los siguientes:
Ante el grave deterioro de la nación en prácticamente todos los órdenes, lo que hoy necesitamos es discutir ideas, plantear alternativas, definir un nuevo proyecto de país, para luego establecer compromisos y crear las alianzas que hagan posible su instrumentación. De eso deberían tratarse las campañas políticas y los procesos electorales. La realidad es otra: las últimas campañas electorales, de manera particular la más reciente de 2003, no han sido otra cosa que concursos de trivialidad, estribillos ridículos y pegajosos en vez de ideas, eslogans comerciales en lugar de planes, inundación de espots vacíos hasta el cansancio, derroche insultante de dinero etiquetado en favor de las televisoras, en un afán interesado de convertir la democracia en un circo. La tendencia es repetir todo esto en las campañas por iniciarse, para convertirlas en promoción de chatarra hasta el aburrimiento; las precampañas ya realizadas son una muestra de lo que puede seguir.
Durante el proceso electoral de 2004 los planteamientos del ejército zapatista sacudieron a la opinión pública nacional en varias ocasiones, por su claridad, pero entonces ellos estaban enclaustrados en la selva de Chiapas, mientras hoy estarán recorriendo el país entero; ciertamente no son la novedad que fueron entonces, pero la relevancia de sus propuestas sigue siendo igual de vigente.
La presencia de los zapatistas discutiendo en serio los problemas de la gente, escuchando con atención, haciendo propuestas, planteando alternativas de solución a viejos problemas, crearán sin duda un contraste con las campañas de los partidos políticos y de sus candidatos, obligándolos a cambiar para bien de todos, o de arriesgarse al ridículo por comparación, porque no podemos olvidar que, además de sus contenidos, los zapatistas, en particular Marcos, dominan sin duda las estrategias de medios.
Vistas así las cosas, el país será testigo de una entre dos posibles opciones. O las campañas electorales suben el nivel de sus propuestas y de su discusión, como debería haber sido siempre, o bien el proyecto zapatista se convierte en la campaña política nacional y las acciones de los candidatos pasan a ser “las otras campañas”. En cualquiera de los casos el país recibirá un beneficio.
Desde ahora es posible prever que, si bien la campaña zapatista será extremadamente crítica del sistema político en su conjunto y del gobierno federal en particular, por las graves fallas que anida y por su incapacidad para sacar al país del grave atolladero en el que se encuentra, la atención principal estará concentrada en la difícil tarea de construir una nueva izquierda, y ello representará un conflicto permanente con el Partido de la Revolución Democrática, por cuanto la facilidad con la que los líderes actuales y recientes de ese partido han claudicado a las razones mismas de su existencia.
Desde ahora, mis mejores deseos para el movimiento zapatista en esta nueva acción que se propone realizar.