Las elecciones en Ayití: el fraude democrático para validar a los golpistas
by José Antonio Gutiérrez - OCL-Chile
¡Fuera las tropas de ocupación de la ONU! ¡Abajo la dictadura de los Gwo Manje!
Las fuerzas de ocupación de la ONU en Haití, pretenden hacer pasar las elecciones a realizarse el 8 de Enero del 2001, como un genuino acto democrático. La banalidad de tales afirmaciones no logra ocultar el hecho de que las elecciones están jugando un rol primordial en validar el golpismo de la oligarquía. Pero más allá del rol particular que estas elecciones tengan en la actual crisis, está en juego qué camino ha de seguir el movimiento que lucha por los cambios sociales en Haití. Creemos que la construcción de poder popular es la única apuesta capaz, a largo plazo, de derrotar la dictadura, la ocupación y la hegemonía de los oligarcas. Ojalá estas reflexiones sirvan para aportar a la discusión; por nuestra parte, seguiremos manteniendo en alto las banderas de la solidaridad internacionalista: Junto al pueblo haitiano, seguiremos gritando ¡Abajo la Ocupación! ¡Abajo los Makout!
Las elecciones en Ayití: el fraude democrático para validar a los golpistas y macoutes en el poder
“Sabemos de aquellos héroes (ed. De la Revolución Haitiana de 1804) y vemos los líderes que tenemos hoy. Estos tipos hoy en día no tienen más visión que llenarse los bolsillos.”
(Jean Robert, vecino de Puerto Príncipe, hablando de los candidatos para las elecciones haitianas)[1]
Las elecciones presidenciales, parlamentarias o locales, tienen ese encanto de ser, aparentemente, el espacio mediante el cual uno puede ejercer su máximo derecho ciudadano: elegir a sus gobernantes. Siempre es visto como EL espacio por excelencia en el cual el pueblo puede hacer valer su opinión. Si uno protesta, se le dice que cierre la jeta y la abra recién cuatro años más tarde, cuando toque elegir a los nuevos mandatarios. Si uno se queja del gobierno, se le dice, “y bueno, ¿para qué los votaste entonces?”. O “¿por qué no votaste entonces?”. Al final da igual, la culpa siempre la termina teniendo uno. Es que las elecciones son esa pequeña ilusión burguesa, de que es el momento en el cual todos somos iguales ante la ley, todos valemos igual, todos pesamos lo mismo: un voto. La sociedad aparece, por un día mas que sea, depurada de las diferencias sociales, de clase, que la empañan todo el resto del año, y se une en un carnaval cívico, lleno de espectáculos, galas, globos de colores y chicas con poca ropa, donde se reafirma el compromiso del conjunto social en mantener las instituciones y en construir un “mejor futuro”.
En realidad, todas estas buenas intenciones, profesiones de fe civilistas y promesas de igualdad y crecimiento, se traducen en una ilusión con la cual se mantiene y legitima el orden presente, fundado en la desigualdad entre ricos y pobres, explotados y explotadores. Es el acto mediante el cual la dominación de clase de la burguesía se viste de “voluntad popular”. Es el acto mediante el cual el principal mecanismo de exclusión social, y el pilar del poder de los pocos sobre los muchos –el Estado- aparece como una emanación natural vox populi.
Las elecciones en Ayití no son ninguna excepción a este respecto; pero el ambiente extraordinario en que se pretenden llevar a cabo, disipa cualquier ilusión que la burguesía quiera pasar de contrabando: se vive una ocupación militar oprobiosa (MINUSTAH) a manos de matones uniformados traídos de todo el mundo por la ONU[2]; la situación de inseguridad, la violencia, es escandalosa y va en aumento; el terrorismo impartido por la policía (PNH) y los cascos azules se hace sentir en todas las esferas de la vida popular, especialmente, en los bidónville (barrios populares) y en las zonas francas (maquiladoras haitianas); la represión a las manifestaciones pacíficas y a las protestas, ha sido brutal[3], y ha ido de la mano de una persecución política incesante en contra de los seguidores de Aristide, de los militantes de su partido, Fanmi Lavalas (FL), y de todo quien se atreva oponerse al gobierno-dictadura; con cárceles llenas de presos políticos; con la presencia de un gobierno de facto, auténtica dictadura política, instalado tras el derrocamiento del presidente Aristide, elegido democráticamente, y derrocado por el imperialismo francés, yanqui y la oligarquía-macoute[4] en una sospechosa alianza con ex-militares, macoutes y narcotraficantes financiados por la CIA. Con todos estos antecedentes, es muy difícil tratar de disfrazar el acto eleccionario en Haití como un ejercicio de voluntad popular.
Ni tampoco resulta muy difícil, considerando el contexto ya descrito, entender que estas elecciones hayan sido aplazadas cuatro veces. Habiendo sido programadas originalmente para el 9 de octubre y 13 de noviembre, han sido fijadas finalmente, tras múltiples cambios de fechas, los días 8 de enero (elecciones presidenciales y legislativas), con una segunda vuelta programada para el día 15 de febrero. Las elecciones locales, quedan aplazadas hasta el 5 de marzo. La duración de la dictadura de Latortue queda así estirada según su propio capricho.
(S)Elecciones: ¿Ejercicio Democrático o Coartada Anti-democrática?
Konstitisyon Se Papyé, Bayonet Se Fé
(La Constitución es de papel, la bayoneta, de fierro. Proverbio haitiano)
Resulta demasiado evidente, incluso para el observador más ingenuo, que en Haití es imposible en estas condiciones lo que podríamos llamar un proceso electoral acorde a las normas básicas de la democracia más crasamente burguesa. Incluso, este hecho ha sido reconocido por el mismísimo jefe de la MINUSTAH, el “socialista” chileno Juan Gabriel Valdés. Haciendo gala de un vulgar racismo, ha declarado que es esperable que haya irregularidades en las elecciones haitianas, porque estas elecciones “no son elecciones en Austria, sino en Haití”[5].
Valdés, en su simplismo racista y estúpido, prefiere retratar al pueblo haitiano como incapaz de vivir en democracia, y deja de lado que en el pasado sí ha habido elecciones sin mayores irregularidades en Haití. Pero la “irregularidad” es que el candidato que las ha ganado no es el que cae en gracia, precisamente, al imperialismo yanqui y han sido ellos, junto a los antiguos amos coloniales franceses los principales enemigos de la democracia formal[6] en Haití. Y hoy, la ONU, precisamente con el señor Valdés a la cabeza, son los tontos útiles que siguen haciendo la pega al imperialismo yanqui y evitando el desarrollo de un proceso de democratización real. Valdés, mejor que nadie, sabe que estas no son elecciones en Austria, pues allí no serían capaces de realizar sin ruborizarse todos los atropellos e irregularidades que en una raquítica república tercermundista y dependiente como Haití sí pueden realizar.
Y frente a las evidentes irregularidades del proceso actual, aún Valdés tiene la desfachatez de asegurar: “Creemos que estas elecciones serán, probablemente, las más limpias y transparentes jamás realizadas aquí”[7]. No sólo queda en evidencia lo poco que sabe el señor Valdés de la historia reciente de Haití, que insistimos, si ha tenido elecciones limpias y democráticas (la elección de 1990 que instala a Aristide en el poder es la más limpia e indiscutida hasta la fecha), sino que además la dureza de su cara para mentir deliberadamente, sin siquiera arrugarse. Su mitomanía es tan deliberada, que llega a ser irritante.
El abogado Brian Concannon, quien ha sido observador de Derechos Humanos en Haití, identifica tres grandes problemas para el desarrollo de elecciones democráticas, en el sentido formal del término:
1. El hecho de que el gobierno de facto de Latortue no haya respectado los plazos originales para las votaciones y las haya postergado a voluntad; así, el traspaso del poder, que debía efectuarse el 7 de febrero quedará aplazado hasta quién sabe cuando. Esto sienta el precedente de que se puede alargar el mandato de un determinado gobierno, sencillamente, al no realizar elecciones;
2. La persecución política y el encarcelamiento de opositores del régimen de Latortue, de opositores a la ocupación y partidarios de Aristide, incluido, uno de los potenciales candidatos presidenciales de mayor popularidad, el padre Gerard Jean-Juste, quien, de esta manera se ve imposibilitado de tomar parte en estas elecciones “selectivas”;
3. El clima de terror político que se vive en Haití.[8]
Este es el escenario en que las elecciones tendrán lugar, con el gentil auspicio de todos los payasos imperialistas disfrazados de “demócratas”. En vista a este gris panorama, no está de más repasar un poco de la historia reciente de Haití, cuando la comunidad internacional protestaba vehemente ante los resultados de las elecciones de mayo del 2000 - que dieron una abrumadora mayoría a FL y que demostraron el respaldo de un importante sector de la población haitiana a Aristide (pese al hostigamiento de la Casa Blanca)-, en las cuales hubo discrepancias menores sobre algunos de los mecanismos porcentuales para el recuento final de votos de un par de cupos (los cuales, por cierto, no afectaban los resultados)[9]; gritaron “¡Corrupción!”, “¡Fraude!” a los cuatro vientos. Hoy ellos mismos, hacen la vista gorda ante las irregularidades flagrantes que se cometerán en el proceso electoral pronto a realizarse. Las irregularidades hoy no son “fraude”, sino más bien, “incidentes” necesarios en una nación sin tradición democrática sustancial como Haití. Su hipocresía, así como la falsedad de su “convicción” democrática, quedan al desnudo.
(S)Elecciones: Muchos candidatos, nada que elegir
Makout Pa Ladann
(No se aceptan Macoutes. Rayado en las paredes de Puerto Príncipe, elecciones1990)
Mediante las elecciones, en verdad, lo único que se pretende, es legitimar el golpe de Estado, con el cual fue removido Aristide del poder e instalado el gobierno de facto de Latortue- quien no es más que un triste títere de los yanquis y del antiguo amo colonial francés. Así, el imperialismo norteamericano, que se pasea como un gorila golpeándose el pecho por toda América Latina, amenazando a Venezuela, condenando al pueblo en lucha en Ecuador, Bolivia, etc., pretende aplicar un poquito de maquillaje al desgastado dominio de la oligarquía haitiana, fiel vasalla del orden impuesto desde Washington para toda nuestra región.
Al igual que en Irak, en Ayití las elecciones se presentan como un hito mediante el cual el imperialismo y la agresión militar busca un respaldo en la población civil para lavarse la cara con retórica democrática. Mientras tanto la violencia en Ayití y la persecución política pueden seguir como de costumbre.
Por eso estas elecciones requieren de una buena inyección de recursos, para que así el enfermo terminal parezca saludable: Los EEUU hasta mayo habían gastado U$15.000.000 en estas elecciones, que se sumaban a los U$44.000.000 que ya ha aportado la OEA[10]. Se estima que los EEUU y la Unión Europea aportarán unos U$60.000.000 en estas elecciones[11]. A esto se deben sumar los U$26.000.000 aportados por Canadá[12]. Y a medida que las elecciones se siguen aplazando, los gastos siguen aumentando.
Los EEUU saben que esta clase de elecciones en que, en realidad, no se resuelve nada, necesitan de fondos abundantes: la mismísima sociedad yanqui se ha convertido en un símbolo de la superfluidad de la “democracia” formal con su sistema bipartidista, en que republicanos y demócratas se reparten el poder cada cierto tiempo, sin dejar espacio a ninguna tercera opción. Muchos movimientos progresistas de ese país protestan por la falta de alternativas reales. Sin embargo, los haitianos bien podrían quejarse de lo contrario al bipartidismo: en vez del restringido número de candidatos de la “democracia” yanqui, los haitianos padecen de 54 candidatos. Y ninguno de ellos representa una alternativa real.
Las opciones que se han dado a elegir al pueblo son todos de un grupo dominado por individuos de dudosa reputación, macoutes y empresarios, vinculados al golpismo y al G-184 (frente civil de la oligarquía golpista)[13]; entre ellos destacan gente como Guy Philipe, el ex-policía corrupto y narcotraficante, agente de la CIA, que formó junto al connotado macoute Louis Jodel Chamblain el brazo armado de la oligarquía haitiana que se encargó de propiciar el derrocamiento de Aristide en febrero del 2004. Otro personaje siniestro en estas elecciones es el duvalierista y prófugo Franck Francois Romain: él fue alcalde de Puerto Príncipe en momentos de la masacre de St Jean Bosco[14] y se le sindica como el principal responsable tras ella. Huyó para escapar del juicio a República Dominicana, desde donde tramitó su “asilo político” en Honduras, con la venia de los EEUU, quienes dijeron que un eventual juicio a este criminal podría “poner en riesgo el proceso democrático en Haití”[15] (¡la misma cantinela nos es tan familiar en Chile!). Hoy Romain reaparece en gloria y majestad por las calles de Puerto Príncipe tras el golpe y el establecimiento del paraíso de impunidad de monsieur Latortue, ni más ni menos, que como candidato presidencial. Resulta curioso que mientras los militantes de FL, activistas poblacionales y sindicalistas son perseguidos, encarcelados y asesinados por la PNH y las tropas de MINUSTAH, en nombre de la seguridad de Haití, individuos como Philipe y Romain no sólo son dejados en libertad, sino que se les permite participar libremente en las elecciones[16].
Además, encontramos gente como Charles Henry Baker, admirador de Bush y Reagan, miembro del G-184, representante blancoide de las oligarquías de ese país, que mantienen a los obreros haitianos sobreviviendo con sueldos de hambre, y que son los principales opositores a cualquier proceso real de democratización formal en Haití –que necesariamente implicaría desconcentrar el poder de las ínfimas manos que hoy lo detentan. Encontramos también a Hubert Deronceray, ex-ministro de la dictadura criminal de Jean-Claude Duvalier; a Dumarsais Siméus, otro empresario “negrero”, cercano a Bush, miembro del partido Republicano, que renunció a su nacionalidad haitiana, siendo hoy ciudadano yanqui, que ha vivido 41 años de su vida en los EEUU.
Con semejantes opciones, no hay que extrañarse que el pueblo haitiano se vea poco entusiasmado con las elecciones –aún considerando que hoy viven bajo dictadura- y que hayan tardado tanto en concurrir a registrarse para participar en ellas. El 1 de julio, luego de meses de abrirse los registros electorales, no habían sino 200.000 inscritos, es decir, menos del 5% del universo votante[17]. La única manera en que lograron hacer repuntar el número de personas participando en las elecciones fue estableciendo una nueva cédula nacional de identificación, la cual será obligatoria para todo mayor de edad en Haití después de las elecciones y la cual será entregada a quienes se inscriban para participar en ellas[18]. Así, hoy en día, hay cerca de 3.500.000 inscritos en un universo de 4.200.000[19]. Como se ve, la cifra ha repuntado, pero tampoco es espectacular, lo que nos hace suponer que muchos o no ven que sus condiciones de vida puedan mejorar significativamente con estas elecciones, o se oponen a este acto haciéndose parte del llamado de organizaciones populares a boicotearlas. En palabras de un joven de Cap Haitien, “Aristide aún es el presidente legítimo, por eso no participaremos. Cuando Aristide estaba aquí, había por lo menos esperanza, pero no confiamos de ninguno de los candidatos”[20].
Pero hay otro factor que, en el laberinto político haitiano, ha venido a complicar aún más el escenario: la participación de representantes de Lavalas en las elecciones. Hasta comienzos de agosto la postura de rechazo a las (s)elecciones por parte de FL parecía monolítica; pero la inscripción de la candidatura de Louis Gérald Gilles en agosto[21], apoyada por otros líderes de FL como Rudy Hériveaux e Yvon Feuillé, abrió una fisura en FL que se siguió agrandando cuando a la carrera presidencial se sumó el ex-primer ministro de Aristide (1991) y ex-presidente de Haití (1996-2001) René Preval. Estas inscripciones fueron como una bomba que hizo estallar en diferentes fragmentos la aparente unidad del movimiento Lavalas. Siguió a ellas una honda polémica entre los sectores de FL que se oponen a las elecciones (particularmente, los seguidores más fieles de Aristide y los sectores populares) y los que han decidido participar en ellas –en este último grupo, hay algunos pragmáticos del sector popular lavalassien como Samba Boukman, dirigente popular del barrio Belé, y otros que representan a los sectores burgueses de FL, como Preval mismo[22]. Pero la situación se complicaría aún más, con la aparición en escena de Marc Bazin, del partido “Union pour Haiti”, conformado por la alianza del partido derechista MIDH con sectores de FL; Bazin, ex-ejecutivo del Banco Mundial, fue el candidato presidencial representante de la tecnocracia fondomonetarista y favorito de Washington en las elecciones de 1990, que fueron ganadas por una abrumadora mayoría por Aristide. Bazin, luego del golpe de Septiembre de 1991 que derroca a Aristide, fue primer ministro del dictador Raoul Cédras, responsable de la masacre de 5.000 lavalasiens. ¡Y ahora aparece en luna de miel con sectores de Lavalas![23]. Según Bazin, esta vuelta de 180 grados es fácil de explicar: “Lavalas es el partido más popular del país y el MIDH es un partido de estabilización económica que se opone al déficit presupuestario y a la devaluación”[24].
La aparición de sectores de FL ocurre en momentos que ese partido, así como sectores progresistas y populares, denunciaban la exclusión de esa colectividad, la más popular de Haití, la ausencia de opciones “populares” y el hecho de que el potencial candidato ganador, el padre Jean Juste, se encuentra encarcelado sin ningún cargo en su contra. La irrupción de estos sectores en la carrera electoral, más que nada, parece una suerte de coartada entregada a las élites haitianas para así poder presumir que las elecciones ocurren de manera “pluralista” y “democrática”. Este es el resultado objetivo que la participación de sectores de FL en las elecciones tiene, independiente de sus verdaderas intenciones, sean éstas puro pragmatismo, el convencimiento de que no puede haber elecciones sin FL tomando parte en ellas o mero oportunismo; ahora, la elección de los macoutes, el acto de “purificación” del golpismo, aparece validado no sólo por la “comunidad internacional”, sino por sectores lavalassien.
El otro efecto objetivo que esta decisión tiene, es que legitima la intervención extranjera y el golpismo macoute como un mecanismo válido de hacer política en Haití. Al tomar parte en unas elecciones organizadas por un gobierno golpista, instalado por el imperialismo francés y yanqui, con el beneplácito de la burguesía local (los gwo manje[25]) y con la participación entusiasta de una banda de milicos y asesinos a sueldo, dan crédito a un proceso político completamente ilegítimo; refuerzan la idea de que es natural que la oligarquía remueva a gusto a cualquier gobernante que no les caiga en gracia, sin importar su popularidad, e instalen matones en el poder. Se remueve a Aristide antes del término de su mandato, se desata una persecución política violentísima que acaba con la vida de unos 10.000 haitianos, de extracción popular en su mayoría, se instala un gobierno de facto que sólo se mantiene en el poder gracias al apoyo armado brindado por MINUSTAH y las fuerzas de ocupación toman las riendas generales del proceso –luego de todo esto, la participación de sectores de FL en las elecciones no puede sino entenderse como la más humillante de las genuflexiones ante la oligarquía gorila haitiana. Su visto bueno a las elecciones, de una u otra manera, es un visto bueno al modus operandi de la oligarquía, una renuncia a cualquier principio de la democracia “formal” y la aceptación de que los gwo manje pueden hacer o deshacer y que son ellos quienes dictan las reglas del juego.
Estas son las elecciones que hay y el pueblo, como siempre, se ve forzado a elegir entre lo que se le ofrece, en vez de crear o construir lo que quiere y así convertirse en protagonista real: al final, se va a votar igual como siempre, por el menos malo, por el que pueda sacar más carteles, por el que ofrezca respuestas a los problemas más inmediatos. Algunos, los gwo manje, irán a votar esperanzados y alegres al ver que, nuevamente, tras el proceso de pérdida de la hegemonía política de la oligarquía que de una u otra manera se vivió desde 1986, los de arriba recuperan la iniciativa política definitivamente[26]. Otros, los que se han tratado de acomodar al nuevo escenario, creerán que la participación en las elecciones permitirá al movimiento popular recomponerse mediante las reglas del juego democrático-burgués y no perder todo lo poco que se ha avanzado –votarán entonces, por algún sucedáneo de Aristide. Muchos se opondrán decididamente a tomar parte en estas elecciones fraudulentas, las denunciarán activamente y demandarán que a Aristide se le permita terminar su mandato; y los más, asistirán a votar sin mayores esperanzas y sabiendo que al final, a las malas, los poderosos de siempre pueden revertir cualquier decisión de sufragio universal. A lo más, esperarán que la nueva tarjeta de identificación esté lista pronto…
Lo cierto, es que ante esos 54 candidatos, el exiliado Aristide sigue teniendo mucha mayor popularidad que todos ellos juntos: una encuesta reciente, demuestra que el 51% de los haitianos considera que Aristide debiera retornar y terminar su mandato[27].
Los Quiebres en Lavalas; ¿Cuestión Táctica o Estratégica?
Dan Pouri Gen Fos Sou Bannan Mi
(Dientes podridos son fuertes con el plátano maduro. Proverbio haitiano)
Pero estos quiebres en FL dejan entrever otra clase de cuestiones que enfrenta el movimiento popular haitiano para llevar adelante la lucha por las transformaciones necesarias a sus intereses, y más aún, estas mismas cuestiones son universales a cualquier movimiento de lucha en cualquier rincón del mundo. Son las famosas cuestiones de táctica y estrategia; ¿Cuáles son los objetivos que el movimiento persigue? ¿Qué significa, en términos concretos, una sociedad con justicia social? ¿Cuál es el camino que se escoge para llegar a ese objetivo? ¿Qué mecanismos elegimos y cuáles desechamos?
Todas esas, son cuestiones cruciales que todo movimiento de cambio social se debe preguntar. Y dependiendo del grado de precisión y de lucidez con que sean contestadas, dependerá qué tan lejos se podrá llegar. Algunos dirán que las actuales diferencias sobre la cuestión de las elecciones, son sólo diferencias tácticas en FL: sólo son diferencias en cuanto a qué métodos utilizar ante el período. Personalmente, creo que son diferencias también de estrategia, es decir, qué clase de Ayití se busca construir. La cuestión táctica, es decir, de participar o no en las elecciones, en circunstancias tan excepcionales cómo las que vive Haití hoy por hoy, hace que ésta se vuelva una cuestión de principios y estratégica.
Si bien FL es un partido que en términos generales puede ser caracterizado dentro de un mismo horizonte político (reformismo, gradualismo, democratismo burgués), esto no significa que sea homogéneo. El enfrentamiento con la dura realidad, ha evidenciado las notorias diferencias en su seno, que la presencia carismática de Aristide, logró, casi siempre, relegar a un plano que no afectará mayormente la unidad. Así y todo, es significativo que Preval, el segundo hombre de Aristide, hoy lidere una de las corrientes dentro del movimiento Lavalas que se posiciona en divergencia con la línea “oficial” (es decir, con el propio Aristide). Esto demuestra las múltiples fracturas y la falta de una base política sólida desde la que se constituyó el movimiento.
Lavalas, como todo partido que propugna por una democracia “formal”, es un partido policlasista; esto en el pasado ya había generado tensiones entre los sectores populares de Lavalas y los sectores burgueses[28]. Estas tensiones se habían encendido ante las condiciones del retorno de Aristide, ante el ritmo de las transformaciones sociales y ante las medidas económicas que EEUU les forzó a implementar tras el retorno del poder a Aristide (1994), que consistieron en privatizaciones y ciertas medidas de austeridad a contrapelo con lo que FL había propuesto como parte de su programa de gobierno. La contradicción de clases en Lavalas se expresa también entre quienes apuestan a una política más participativa de las masas (esa es la principal fuerza, después de todo, de FL) y quienes, quizás por desconfianza instintiva, apuestan a la negociación y al aprovechamiento de los espacios políticos oficiales, como la arena privilegiada de la lucha política; entre quienes plantean privilegiar reformas sociales primero, y quienes plantean seguir al pie de la letra los dictados del FMI. Hoy estas contradicciones quedan en brutal evidencia con el apoyo de ciertos sectores de Lavalas a la candidatura de Bazin, que ha canalizado a los sectores burgueses y tecnocráticos dentro del movimiento.
Y si a esto se suma que la táctica adoptada para llevar adelante las transformaciones sociales propuestas por Lavalas es la utilización de las vías institucionales, tan frágiles en Haití, tenemos un panorama más claro del quiebre. Así, ante una coyuntura tan seria, FL no habría sino estado destinado a fracturarse. En este panorama, la cuestión de participar o no en las elecciones, representa una cuestión importantísima de táctica: la aceptación o no de las (s)elecciones, como ya hemos visto, significa aceptar al golpismo como el árbitro real para controlar el ritmo de los procesos sociales en Haití. El participar, asumiendo una postura resignada ante la política burguesa de los hechos consumados, no significa más que entregar la iniciativa política al macoutismo y consecuentemente, redefinir el espacio que se ha asumido como de participación “democrática”. Por cierto, de este espacio, quedan excluidos quienes hoy se oponen movilizándose en la calle a la ocupación y al gobierno de facto.
La diferencia táctica de si participar o no, revela una diferente percepción de qué tipo de democracia pretende el movimiento Lavalas lograr en Ayití: los sectores que han decidido participar, claramente, aceptan un modelo de democracia vigilado y restringido, sin cambios fundamentales en la balanza del poder en la sociedad haitiana; mientras que los partidarios del depuesto Aristide, se aferran a la posibilidad de una democracia plena, que de una u otra manera, sí afecte la desigual concentración de poder y riquezas y las redistribuya un poco más equitativamente. Estas diferencias no pueden ser ni minimizadas ni trivializadas.
Mientras Lavalas asume el poder denunciando como principales problemas de la sociedad haitiana la honda brecha entre ricos y pobres, denunciando al duvalierismo, Preval identifica hoy en día, como el principal problema de la sociedad haitiana… ¡la inseguridad![29]. Esto lo acerca al discurso derechista, ya que sin poner en dudas la gravedad de la inseguridad en Haití, no se cuestionan las bases de la inseguridad, ni los hondos problemas sociales que ésta expresa. Preval se presenta como un candidato por la estabilidad capitalista. Incluso, amenaza con acabar con la violencia en los bidonville por el diálogo o por la fuerza.[30] Así, se pone por fuera de las masas populares que se oponen a la ocupación y su remedio para los males generados por la ocupación es redoblar la represión, e indirectamente, aumentar el número de muertos y presos políticos. Todo con tal de terminar con la inseguridad.
Pero todas estas diferencias que han precipitado la ruptura de FL, se encontraban en ciernes y de manera contradictoria en la misma trayectoria de este movimiento, mucho antes que estas elecciones evidenciaran las diferencias tácticas y estratégicas en su seno. Lo que ha hecho Preval, es hacer prevalecer los aspectos más burgueses e institucionalistas de Lavalas, sobre los elementos populares y contestatarios también presentes. Si bien Preval ha aceptado las reglas del juego impuestas por la oligarquía macoute, es cierto que en sus orígenes, Lavalas hace lo mismo al aceptar la Constitución de Namphy[31] y luego el marco generado por ellas durante las elecciones de 1990. Luego, tras el golpe de 1991, Aristide acepta obedientemente todas las humillantes condiciones impuestas por EEUU durante las negociaciones para su retorno. Esto fue fruto de una opción política, que descartó el desarrollo de la lucha popular, de base, como alternativa para desplazar y derrotar al golpismo de Cedras. Cierto es que Preval acepta la intervención y ocupación militar extranjera con su participación en elecciones concertadas en estas circunstancias excepcionales; pero eso no es del todo diferente con la opción política tomada por el propio Aristide de validar la ocupación militar yanqui de 1994 como el mecanismo para retornar al poder. Ya desde entonces se había, aunque no fuese sino de mala gana, aceptado a los actores armados imperialistas como actores válidos en el escenario haitiano. Cierto es que los diferentes contextos, y los grados de la aceptación de todos estos elementos, no pueden ser ignorados; pero demuestra que las tendencias que ha desarrollado Preval ya se habían desarrollado bajo el alero del movimiento lavalassien. De una u otra manera, la experiencia lavalassien ha sido posible dentro del marco definido por la oligarquía y el imperialismo, y mientras ellos lo han permitido.
La aceptación de la hegemonía burguesa, como táctica de Lavalas ha abierto los flancos a la reacción y ha expuesto las debilidades del movimiento. La fragilidad de la vía institucional en un país tercermundista donde la desigualdad social, la concentración de poder y riquezas son exacerbadas enormemente por las estructuras de dependencia es una apuesta riesgosa; y esta apuesta, al ser enfrentada ante una redefinición de los marcos institucionales donde se puede operar, realizada de hecho por la dictadura de Latortue, genera una serie de contradicciones en el seno de ese movimiento entre quienes aceptan las nuevas reglas del juego impuestas por la burguesía (quienes se deciden a participar en las elecciones) y quienes se aferran a las antiguas reglas del juego (quienes se aferran a la Constitución y al retorno de Aristide). Si bien esta es una diferencia de grado, es demasiado sustantiva como para despreciarla fácilmente; pero en esto está contenida la inevitabilidad del fraccionamiento actual de FL.
[1] “Duncan Campbell in Port-au-Prince”, The Guardian, 20/12/05
[2] La lista de países que componen la MINUSTAH ya ha sido discutida en otro extenso artículo “Ayití, una cicatriz en el rostro de América”. Esta lista está, mayoritariamente, compuesta por países con dudosas credenciales respecto a derechos humanos y derechos cívicos.
[3] José A. Gutiérrez, Ayití, una cicatriz en el rostro de América, http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=1063
[4] Nombre dado a los integrantes de la policía política de la dinastía dictatorial de los Duvalier (1957-1986), la VSN (Voluntarios de la Seguridad Nacional). El nombre deriva de tontons macoutes, nombre que recibe en las historias infantiles el “viejo del saco” que hace desaparecer a los niños.
[5] 01/07/05, http://haitisupport.gn.apc.org/whats_new_index.html
[6] Por democracia formal, me refiero a la democracia en el sentido más burgués del término, en su acepción más chata. No me quiero meter, por ahora, ni siquiera con la democracia directa, participativa, popular, obrera, proletaria, o como se le quiera llamar.
[7] Campbell, op. cit.
[8] Brian Concannon, Seeing the Forest and the Trees, http://www.truthout.org/docs_2005/120405F.shtml
[9] Gutiérrez, op.cit. Se puede revisar en este artículo la discusión en extenso sobre las diferencias respecto al método de recuento de votos. http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=1063
[10] “Pour le retrait des troupes étrangéres” Haiti Tribune, 2a Quincena de Mayo, 2005.
[11] Haiti Progres, “With Elections On, and Now Off”, 26/10/05
[12] Andrea Schmidt, “Haiti’s Vigilant Gardener”, www.nologo.org; Jared Ferrie, “Haiti turning into Canada’s Iraq” 31/12/05 thetyee.ca/News/2005/ 10/25/HaitiCanadaIraq/
[13] Se puede revisar la lista y trayectoria de todos los candidatos en la siguiente página www.haitielection2005.com
[14] La masacre de St. Jean Bosco, ocurrió el 11 de septiembre de 1988, cuando un grupo de 50 macoutes al servicio del gobierno del General Henri Namphy y de Franck Francois Romain, irrumpen en la iglesia de St. Jean Bosco, en Puerto Príncipe, durante el servicio del padre Jean Bertrand Aristide, opositor de Namphy y el continuismo duvalierista. Una docena de fieles fueron asesinados, hubo más de 70 heridos, la iglesia fue incendiada y el padre Aristide salvó apenas ileso.
[15] “Haiti, thirst for justice”, Human Rights Watch, Vol.8, No.7, Septiembre de 1996 http://hrw.org/reports/1996/Haiti.htm
[16] Philipe es candidato de su partido formado tras el golpe, el Frente de Reconstrucción Nacional (FRN)
[17] 01/07/05, http://haitisupport.gn.apc.org/
[18] Andrea Schmidt, “Haiti’s Biometric Elections”, www.nologo.org
[19] Brian Concannon, op cit.
[20] Campbell, op. cit.
[21] Lavalas Family Registers to Participate in Sham Elections, 10/08/05, www.haitiaction.net
[22] Haiti’s leading political party condemns “sham” elections, proposes censure of former Lavalas representatives, 14/08/05, www.haitiaction.net
[23] Bazin se expresa, sin embargo, abiertamente contrario al retorno de Aristide: “Nada va a funcionar con él aquí” (Campbell, op. cit.)
[24] Haiti Tribune, 2a Quincena de Septiembre, 2005.
[25] Nombre popular de la oligarquía, que quiere decir, en Kréyole, los “grandes comilones”.
[26] Esta iniciativa la fueron ganando tras una serie de eventos que comienzan desde principios de los 90; pero es ahora, con estas elecciones que pasan definitivamente a la ofensiva sin mayor contrapeso del campo popular.
[27] Encuesta conducida por el National Organization for the Advancement of Haitians / The Democracy Group http://www.angus-reid.com/polls/index.cfm/fuseaction/viewItem/itemID/10347
[28] Uno de cuyos sectores burgueses, liderado por Rosny Smarth, formó en 1997, la OPL.
[29] http://www.haitisupport.gn.apc.org/fea_news_index.html
[30] http://www.haitisupport.gn.apc.org/fea_news_index.html
[31] Dictador militar que asumió tras la caída de “Baby Doc” Duvalier. En un año de su régimen, murió más gente que en los 15 años de gobierno de Baby Doc. Fue el encargado de controlar la marea humana que se tomó las calles y ejerció justicia popular en contra de los agentes del duvalierismo. Redactó en 1987 una Constitución “progresista”, encargada de estabilizar una situación que se escapaba crecientemente de las manos a la burguesía y al imperialismo.
Segunda parte
¡Fuera las tropas de ocupación de la ONU! ¡Abajo la dictadura de los Gwo Manje!
Las fuerzas de ocupación de la ONU en Haití, pretenden hacer pasar las elecciones a realizarse el 8 de Enero del 2001, como un genuino acto democrático. La banalidad de tales afirmaciones no logra ocultar el hecho de que las elecciones están jugando un rol primordial en validar el golpismo de la oligarquía. Pero más allá del rol particular que estas elecciones tengan en la actual crisis, está en juego qué camino ha de seguir el movimiento que lucha por los cambios sociales en Haití. Creemos que la construcción de poder popular es la única apuesta capaz, a largo plazo, de derrotar la dictadura, la ocupación y la hegemonía de los oligarcas. Ojalá estas reflexiones sirvan para aportar a la discusión; por nuestra parte, seguiremos manteniendo en alto las banderas de la solidaridad internacionalista: Junto al pueblo haitiano, seguiremos gritando ¡Abajo la Ocupación! ¡Abajo los Makout!
Democracia, ¿Cuál democracia?
“(los reformistas) necesitan la movilización popular cuando son atacados, pero una vez que se han sacudido a los macoutes de sus espaldas, se alían con la burguesía para bloquear cualquier cambio más profundo. Siempre dirán que no es con tal de bloquearte. Te dicen que no eres realista, que eres extremista, que eres purista. Te tienen toda clase de nombres. Pero cuando los macoutes les vuelven a penar, rápidamente lloran por socorro”
(Fritz, militante popular durante la rebelión antiduvalierista)[1]
Durante el desarrollo de este artículo he hablado de democracia “formal” o “burguesa”. Esto, porque me quiero referir a la democracia en el sentido estrictamente formal, como el acto de elegir administradores del Estado, que es un instrumento de represión burgués. En este sentido, no se puede perder de perspectiva que Haití ha tenido momentos de democracia “formal” en momentos excepcionales de su historia[2] –en la mayoría de los países latinoamericanos, la democracia formal, ha sido el instrumento normal de dominación de clase. En Ayití, el mecanismo tradicional ha sido la autocracia y la dictadura abierta, cuando no, la intervención y ocupación extranjera[3]. En esa perspectiva, ciertamente, la presencia de movimientos de raigambre democrática, no deja de inquietar a una oligarquía acostumbrada siempre al más férreo control, temerosa de que cualquier ablandamiento en su tradicional y absoluta potestad sobre la sociedad haitiana, pueda servir de válvula por donde se libere la presión contenida en siglos de opresión.
Además, utilizo democracia en su acepción formal (vale decir, burguesa), porque creo que es primordial desmentir la mitología que Francia, EEUU, la oligarquía haitiana, el imperialismo y la burguesía en general, han inventado en torno a Aristide, retratándolo como un autócrata o un dictador. Tal mitología es completamente carente de sentido, no tiene asidero alguno en la realidad, y su único objetivo es justificar de alguna u otra manera al golpismo en Haití. Con la calumnia, pretenden lavar el rostro a la barbarie. Estas mentiras son deplorables, juegan en favor de la oligarquía y como tales, deben ser desmentidas y combatidas en base a los hechos y a la verdad. Hacer tal cosa, es el deber de todo revolucionario que quiera esclarecer honestamente los sucesos en Haití. No significa, en nuestro caso, predicar las bondades del democratismo-burgués[4]. Tal ha sido nuestro principal objetivo en los anteriores artículos[5], oponernos a la avalancha de falacias en torno a FL que inundó a la prensa internacional.
Aclarado este punto, es necesario entrar en materia sobre la naturaleza del reformismo democrático en Haití, que en lo sustancial, difiere de los movimientos democráticos o progresistas de otras partes de Latinoamérica por el hecho de que en Ayití el autoritarismo de la oligarquía ha sido llevado al paroxismo[6]. No sólo esta oligarquía no está dispuesta a ceder un ápice de su control y mira con recelo reformas que puedan servir como grietas en una represa, para concluir en un desbordamiento popular; además, es perfectamente comprensible el encanto que un movimiento genuinamente democrático-burgués pueda causar en las masas populares, desacostumbradas a las más básicas libertades cívicas y que han sobrellevado, rutinariamente, toda suerte de violaciones a los más elementales derechos humanos durante siglos[7].
Los movimientos populares en Ayití, han luchado por reformas completamente moderadas y por derechos básicos, que en otras latitudes son de sentido común. Esta lucha, además, ha estado inscrita en un proyecto de implementación de una democracia formal plena. Lo que el movimiento Lavalas ha propuesto como programa político, no tiene nada de revolucionario de por sí: son los derechos que cualquier ciudadano en la mayoría de los países del mundo da por sentado. Lo que ha dado radicalidad a Lavalas, es la enconada oposición de las clases dominantes a cualquier tipo de apertura democrática. En este contexto, las reivindicaciones de FL parecen ser de carácter revolucionario.
En general, la lucha por reformas en países tan deformes política y económicamente como Haití, asume características de lucha revolucionaria. Esto, que en general es cierto para muchos de los sectores más empobrecidos, dependientes y deprimidos de América Latina, es doblemente cierto en esta pequeña nación caribeña.
La historia, demuestra que las experiencias reformistas han sido duramente golpeadas por la burguesía y el imperialismo, quienes en ningún momento han respetado las “reglas del juego”. Estas experiencias han partido asumiendo la neutralidad del aparato Estatal (en muchos casos, incluido el Ejército); la posibilidad de lograr reformas significativas por una vía pacífica y respetando las reglas del juego de la clase dominante; que la burguesía va a respetar los avances populares, y en el juego político, no va a hacer “trampa”; que las reformas serán sustentables en el tiempo y que se solucionarán armónicamente las contradicciones que generen con las estructuras económicas y políticas de la dependencia. Todos estos presupuestos han sido demostrados como ingenuos en repetidas ocasiones por la misma práctica. Esto debiera ser más claro en Haití que en ningún otro rincón de nuestra América Morena.
Si la lucha que se va a dar es tan dura y plantea la necesidad de asumir connotaciones revolucionarias, al enfrentar la oposición de la clase dominante y de la institucionalidad burguesa, es necesario, por tanto, definir si los objetivos que se persiguen son dignos del sacrificio que se realizará en pos de ellos. Si la lucha por un programa mínimo implica el mismo esfuerzo que por el programa máximo, es necesario redefinir no sólo los mecanismos y las tácticas, sino también los objetivos que se persiguen. El reformismo, como un primer paso gradual hacia transformaciones más de fondo, en esta perspectiva, se vuelve superfluo y paralizador.
Es más; al asumir la lucha por los cambios sociales como una lucha necesariamente revolucionaria, las tácticas forzosamente tendrán un efecto sobre el programa político, el cual consecuentemente deberá asumir un carácter revolucionario.
En este punto, los movimientos populares que buscan el cambio social, deben tomar una decisión: reformismo o vía revolucionaria, democracia burguesa, o democracia directa y popular. No hay aquí espacios para medias tintas. El insistir en el reformismo burgués, el confinar la experiencia de cambio y la razón popular a los moldes de la institucionalidad burguesa, significa arrojarse a pelear con el tiburón en el mar, en su ambiente natural. Y la respuesta burguesa al reformismo ha sido siempre implacable. Como lo afirmaba trágicamente Miguel Enríquez frente a la experiencia chilena de la Unidad Popular (1970-1973) y al Golpe criminal de Pinochet, “en Chile no ha fracasado la izquierda, ni el socialismo, ni la revolución, ni los trabajadores. En Chile, ha finalizado trágicamente una ilusión reformista de modificar estructuras socioeconómicas y hacer revoluciones con la pasividad y el consentimiento de los afectados: las clases dominantes” (octubre de 1973)[8].
De la misma manera, el insistir en limitadas reformas al sistema democrático-burgués, teniendo en cuenta que sólo pueden ser aseguradas mediante una lucha de carácter revolucionario se muestra como una tozudez; llegado al momento de jugarse el todo por el todo, hay que plantear los objetivos finales del movimiento en los términos definitivos: guerra a la concentración de riqueza y de poder político, al dominio de clases. Pero el reformismo se vuelve un obstáculo para el pueblo al que dice representar, cuando en momentos en que se requiere pasar a la ofensiva, y defender revolucionariamente las conquistas, éste necesariamente entrega la iniciativa a la oligarquía para mantenerse en el plano de la institucionalidad. Pero como dice el popular proverbio haitiano, Konstitisyon se papyé, Bayonet se fé (La Constitución es de papel, la Bayoneta es de fierro); la oligarquía haitiana ha aceptado al reformismo mientras éste le ha dado tiempo para reagruparse, re estructurarse, y apenas ha estado en condiciones de atacar de nuevo y recuperar la hegemonía absoluta, así lo ha hecho. En eso reposa el más grave error del reformismo; como plantea el compañero haitiano Henry Boisrolin:
“A mi entender el primer error de Aristide, parte justamente de su participación en la carrera presidencial en aquel tiempo (ed. 1990). Se había desviado, a mi juicio, la lucha popular postergando el triunfo de una revolución adoptando una postura reformista en un momento que reclamaba otro tipo de respuesta. Diría más: el movimiento popular que había rechazado la Constitución burguesa elaborada en 1987, pasaba a defenderla cómo si se tratara de un texto elaborado para la defensa de sus intereses. Hasta ahora - como lo había hecho luego del golpe criminal de 1991 en contra de Aristide - el pueblo sigue reclamando el retorno al orden constitucional. Es decir, pienso que desde diciembre de 1990 hubo un retroceso en la lucha por el poder popular. Pues, creer que el abrumador triunfo electoral de Aristide en diciembre de 1990 era garantía de poder, era una ilusión. Haber sido electo presidente es una cosa, y un triunfo revolucionario es otra. Así, la historia - en ausencia de una estrategia revolucionaria - tomó un recodo. Y hasta ahora estamos pagando el precio de aquella decisión catastrófica.”[9]
El reformismo como horizonte político tuvo como resultado objetivo -independientemente del heroísmo de muchos de sus militantes de base y de las innegables buenas intenciones de muchos de sus dirigentes- el desviar una posible revolución de los de abajo, que repitiera la gesta heroica del aplastamiento del orden colonial por parte de los esclavos haitianos en 1804. Ese potencial revolucionario se dejaba entrever en la incontenible avanzada popular frente a la represión del Duvalierismo sin Duvalier (1986-1990), representado en los diversos generales (Namhpy, Avril, Abraham) y gobiernos títeres (Manigat, Pascal-Trouillot) que sucedieron a Duvalier, así como en la práctica popular del Dechoukaj y Rache Manyók[10], formas de ataque frontal a los cómplices del duvalierismo, que fue convenientemente restringido a los elementos de menor jerarquía –los peces gordos del duvalierismo, o fueron protegidos por el régimen, o fueron sacados a tiempo de Haití por los EEUU. Estas prácticas, si bien se limitaron a elementos de poco peso del duvalierismo, representan la voluntad popular de extirpar al duvalierismo de raíz, de acabar no sólo con quienes apoyaron una institucionalidad criminal, sino con la institucionalidad misma:
“El concepto de Dechoukaj comprendía mucho más que justicia popular en las calles. De hecho, su dimensión más potente era la política. Los campesinos se organizaron para eliminar la brutal estructura de los jefes de sección, los estudiantes lucharon por acabar con el control estatal de la universidad y las masas se agolparon para desmantelar no sólo a los mismísimos Tontons Macoutes, sino que a toda la maquinaria política que los creó y sustentó por 30 años.
Los militantes populares estaban convencidos de que el Dechoukaj, de dejarse seguir su curso, hubiera podido traspasar exitosamente el poder desde los Duvalieristas y las elites a la mayoría pobre. De hecho, era este el potencial que más preocupaba al campo reformista, muchos de cuyos adherentes se beneficiaban, aunque más no fuera indirectamente, del status quo y podrían haber sido –de dejarse al Dechoukaj político seguir su curso- al final cuestionados por las bases más militantes.
Haciéndose eco de los Obispos Católicos designados por Duvalier, los reformistas lanzaron una ofensiva propagandística, que resaltaba los aspectos de justicia callejera del Dechoukaj, llamando a la reconciliación nacional”[11]
Este es un testimonio de las limitaciones del reformismo como programa en las sociedades dependientes. Mientras tanto, las masas avanzaban intuitivamente a respuestas de fondo, a reemplazar la institucionalidad burguesa por un nuevo tipo de relaciones sociales; que todo ese potencial, que toda esa energía no se haya podido consolidar en un proyecto autónomo a la burguesía, es responsabilidad de los sectores que se inscribían dentro del marco revolucionario. En las calles de las ciudades haitianas las multitudes coreaban “Nous bezwen chanjman radikal nan peyi a” (Necesitamos cambio radical en el país)[12]. Era al capitalismo y al Estado mismo, como un organismo que obstaculiza el desarrollo de las fuerzas populares y el avance de las masas, a lo que se oponía intuitivamente el pueblo. Y en ese proceso de construcción abortada de poder popular, se visualizaba un nuevo tipo de democracia, revolucionaria, con contenido de clase, que no disociaba la voluntad, la libertad, de las condiciones materiales que le hacen posible y que le dan sentido. En 1989, un conjunto de organizaciones populares declaraban:
“a. La clase dominante jamás será capaz de encontrar una solución beneficiosa para la mayoría popular. Las negociaciones arbitradas por los amos imperialistas norteamericanos y franceses no pueden resolver la crisis haitiana…
b. Hasta que el pueblo no tenga en sus manos el control del poder económico y político, no habrá solución definitiva a la crisis nacional en deterioro…”[13]
No se puede pensar en participación política, sin derecho a participación en los bienes generados por el conjunto social; y a la vez, esta idea de participación nacía desde los espacios de organización de base, popular, y no con miras restringidas a un simple acto electoral, que ocurre cada cierto par de años. Eso es lo que el pueblo traducía en los muros de los barrios cuando escribía “Viv Demokrasi Popilé!” (¡Viva la Democracia Popular!)
Democracia directa y popular, ¿Bases para un nuevo Ayití?
Piti, Piti, Wazo Fe Nich Li
(Poco a poco el pájaro hace su nido. Proverbio haitiano)
Creemos que dadas las limitaciones del reformismo democrático liberal, en el contexto de aguda confrontación de clases de Haití, para producir avances sustentables en el tiempo, la lucha por la democratización no puede sino ser revolucionaria y dar un contenido nuevo a la democracia, siendo éste un contenido popular y libertario. Todos dicen querer la democracia, pero ¿cuál democracia? ¿qué queremos decir con democracia?. Nuestro concepto de democracia directa y popular, que presupone la apertura a la toma de decisiones al conjunto social, a través de sus organizaciones de base, es indisoluble de la construcción del poder popular. Esto significa, la organización autónoma del pueblo en la lucha de clases, al margen de la institucionalidad burguesa y en oposición a ésta. El poder popular se plantea como un poder dual, que, por una parte, organiza para la lucha, y por otra, sienta las bases de la organización social que supere a la maquinaria Estatal y capitalista. Es un puente que une los distintos momentos del proceso revolucionario, y da coherencia a la resistencia con la creación de una nueva sociedad justa y libre.
Este poder popular ha sido claramente explicado por los compañeros del Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Populares Autónomas:
“Cuando se habla de poder popular se habla de que el pueblo tenga capacidad de resolver sus problemas por sí mismo, sin delegar en otros.
El poder popular se da cada día y en donde se esté presente, con la democracia directa, la acción directa y la horizontalidad.
El poder burgués se destruye con el poder popular. Construyendo el poder del pueblo desde hoy, estamos construyendo la nueva sociedad; para construir una sociedad de iguales, justa, solidaria es necesario empezar a practicar estos principios desde ahora. Es cuestión de correlación de fuerzas entre las clases, los intereses irreconciliables entre las clases se dirimen desde posiciones de fuerza.
Se pueden construir islas de poder popular pero hay que ir creciendo desde un proyecto de conjunto.
(…)El poder popular se debe construir a partir de cinco ejes fundamentales:
Organizar lo desorganizado: para afrontar la desorganización que existe en la clase; creando ámbitos de participación con independencia política y autonomía orgánica. Autonomía que se debe entender de forma integrada a un proyecto unitario. Organización desde los principios de la democracia directa y horizontalidad. Que permita aplicar metodologías de acción directa.
Unir lo disperso: para revertir la dispersión y fragmentación de nuestro pueblo y unificar las luchas.
Dar la lucha ideológica: para crear subjetividad de clase o sea, reconocernos como clase oprimida. Vemos la importancia de la formación como forma de construir colectivamente y de forma consciente desde abajo.
Mantener la autonomía: de los partidos políticos, iglesia y estado.
Reconstruir los lazos sociales: y valores de solidaridad para romper con el individualismo y la descomposición social.
La acumulación estratégica de fuerzas para construir el poder popular debe entenderse en el marco de fortalecer el campo popular, ya que en definitiva es el pueblo el que va a llevar los cambios adelante, y a este no hay partido ni organización política que lo sustituya”.[14]
Esta idea de democracia directa y de poder popular, como ya hemos demostrado, no es una idea exógena al pueblo haitiano. La multitud de organizaciones de base, barriales, grupos obreros en las zonas francas, de organizaciones campesinas que surgieron y se reprodujeron a un ritmo vertiginoso en todo Ayití, con diferentes fines y propósitos, han sido la prueba viviente de ello. Estas organizaciones no sólo precipitaron la caída de la dinastía duvalierista y sobrellevaron la lucha en contra del duvalierismo después de Duvalier: además, estas organizaciones tomaron en sus manos la implementación de las demandas populares y de la justicia popular. Comenzaron la ocupación de predios, una incipiente reforma agraria, formaron cooperativas campesinas, en los bidónville nació una infinidad de grupos populares para hacerse cargo de los problemas más apremiantes de la población. El pueblo ayisién[15] ha demostrado con creces sus capacidades para regenerar su sociedad y construir un nuevo Ayití desde la base.
El pueblo ayisién no es el responsable de la actual crisis: los responsables del fracaso de Haití para dar respuesta a las más básicas y apremiantes necesidades de un pueblo explotado y hambriento son los oligarcas macoutes, la burguesía mercantilista, los mercachifles del FMI y del Banco Mundial, los EEUU, Francia y los poderes imperialistas que han intervenido incesantemente en la nación caribeña durante dos siglos. La crisis haitiana es la prueba palpable del fracaso de años de aplicación ortodoxa y sin contrapeso de los planes diseñados por el FMI y los EEUU; de la incapacidad de los gwo manje para crear una sociedad siquiera funcional, que con el peso de sus privilegios moldeados en la estructura colonial heredada de los tiempos del dominio francés, ha asfixiado, como un pesado yugo, al pueblo descendiente de los esclavos revolucionarios de 1804; de la intervención extranjera que ha pisoteado la voluntad popular para acudir al auxilio de una oligarquía incapaz de mantenerse en el poder por un minuto sin la asistencia del “Big Brother” del norte.
Es tiempo de poner fin a esta secuencia de derrotas y fracasos. Es tiempo de que el pueblo explotado y excluido dé un paso adelante y se convierta en el protagonista que la crisis requiere. Es un proceso largo y difícil, de articulación desde la base, de recomposición del movimiento popular que ha sido duramente golpeado por las sucesivas oleadas represivas. Es el lento trabajo de recomponer el tejido social que da cuerpo al poder popular. ¿Qué formas concretas deberá asumir este poder popular? Eso corresponde definir al propio pueblo haitiano en lucha. A nosotros, como parte del movimiento internacional de solidaridad, sólo nos cabe aportar con nuestras opiniones e ideas. Contamos con la creatividad haitiana y confiamos plenamente en las capacidades de ese pueblo. Eso da espíritu a cualquier proyecto revolucionario que dé coherencia estratégica al desenvolvimiento que espontáneamente ya ha presentado el ingenio popular ayisién. Los campesinos que hoy reclaman su lugar en la toma de decisiones, nos señalan que este espíritu no está muerto: “hoy, los campesinos quieren involucrarse directamente en la lucha por sus demandas. Tienen el derecho a participar en las grandes decisiones que conciernen a todo el país”[16].
Libéte se pou pép ki vanyan[17]
Chen Gen Kat Pat, Men Se Yon Sel Wout Li Fe
(El perro tiene cuatro patas, pero puede ir solo en una dirección. Proverbio haitiano)
Por ahora, la persecución política y la violencia en Haití siguen su curso, reportándose todos los días nuevos hechos de violencia -arrestos arbitrarios y torturas; la PNH y la MINUSTAH asesinando a manifestantes pacíficos, o baleando indiscriminadamente a la población de los bidónville; los Macoutes, tolerados por Latortue, operando y asesinando impunemente a pleno luz del sol, armados con machetes y armas automáticas; cadáveres que aparecen en las calles de las principales ciudades haitianas[18]. En este panorama, la ocupación militar de la ONU ha jugado un papel fundamental al apoyar a un régimen títere, incapaz de mantenerse por sí solo: y esta ocupación tiene aún para rato, ya que la Resolución 1608 (22/06/05) del Consejo de Seguridad de la ONU, extiende el mandato de MINUSTAH hasta el 15 de febrero del 2006, con la intención de seguir prolongándola indefinidamente[19]. Pero como me hacía ver recientemente un compañero haitiano, lo más grave no es la actual ocupación militar, sino que la ocupación política que se está maquinando tras la presencia de MINUSTAH.
Las elecciones hoy son un claro síntoma de esa otra (y obscurecida) ocupación. Estas elecciones son un mecanismo para “volver a poner, ahora democráticamente, por las buenas, a los mismos que han dominado desde siempre al país por las malas”[20]. Los diferentes candidatos, incluidos los representantes de Lavalas y el derechista Bazin, repitirán hasta el cansancio la misma cantinela: “estabilidad”, “estabilidad”, estabilidad”… pero, ¿qué estabilidad? ¿La “estabilidad” de Papa Doc? ¿La estabilidad del status quo? Sabemos que predicar la estabilidad sin miramientos a la justicia social, es una traición a todo lo que el pueblo ha luchado por conseguir. La inestabilidad es sólo una consecuencia de la enconada lucha de clases en Haití. Cualquier gobierno que surja de las elecciones, surgirá exclusivamente de la negociación entre los actores externos (MINUSTAH), la oligarquía macoute y las élites políticas de todo signo que han decidido participar, con vista a garantizar la estabilidad del capitalismo en Haití.
Como afirmábamos anteriormente, “sea cual sea el candidato que propongan (ed. La oligarquía, el imperialismo), lo cierto es que el destino de Ayití seguirá en manos extrañas a los propios ayisien (…) aunque ahora se retoque con colores “democráticos” a este horrible cuadro”[21]. Por eso, nos hacemos eco de quienes hoy denuncian estas elecciones y quienes llaman a su boicot. Pero queremos plantear, la necesidad de llevar esa posición un poco más allá, a la necesidad de construir una salida desde las mismas fuerzas y organizaciones populares.
Repetimos una vez más: La condición actual haitiana no es la consecuencia directa y mecánica del triunfo de la revolución de esclavos hace 200 años, sino el más crudo testimonio de los efectos del colonialismo y del imperialismo yanqui. Hoy, cabe a la gran masa ignorada y excluida sentar las bases para la regeneración de Ayití.
José Antonio Gutiérrez,
31 de Diciembre del 2005.
[1] Marx V. Aristide & Laurie Richardson, “Haiti’s popular resistance” p.67, en “The Haiti Files: decoding the crisis” (J. Ridgeway ed.), Ed. Azul 1994.
[2] Los gobiernos de Aristide y Preval solamente.
[3] Recordemos el período de ocupación norteamericana 1915-1934, y las posteriores ocupaciones de 1994 y la ocupación actual.
[4] Creo sumamente importante aclarar este punto, pues he sido malentendido en alguna ocasión en mis artículos anteriores sobre Haití, al defender la condición de demócrata de Aristide en contra de sus calumniadores. Esta defensa de un hecho evidente ha sido erróneamente entendida como adhesión a la táctica del reformismo demo-liberal de Lavalas. En esta ocasión, quiero explayarme más sobre este punto que estimé necesario subordinar anteriormente a la denuncia de la persecución política de FL y de sus militantes.
[5] http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=742 ; http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=1063
[6] Esto, que podría entenderse como una diferencia de grado (cuantitativa) entre el autoritarismo de otros regímenes latinoamericanos y Haití, asume tal gravedad en el caso haitiano que de ser una diferencia cuantitativa puede bien considerarse como cualitativa.
[7] Recordemos nada más la efervescencia demo-burguesa que se vivió en Chile tras 17 años de dictadura militar.
[8] http://www.chilevive.cl/homenaje/miguel/1973oct.shtml)
[9] Observaciones a “Ayití, una cicatriz en el rostro de América” http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=1063
[10] Extirpar, Arrancar. Fueron prácticas de acción directa destinadas a “limpiar” la sociedad haitiana de duvalierismo. Estas prácticas son explicadas en mayor detalle en http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=1063
[11] Marx V. Aristide & Laurie Richardson, “Haiti’s popular resistance” pp.65-66, en “The Haiti Files: decoding the crisis” (J. Ridgeway ed.), Ed. Azul 1994.
[12] “Gonaives: Symbole de la Résistance”, Haiti Progres, 19/05/86. Reproducido en “Libéte”, p.155, Charles Arthur & Michael Dash ed., (MWP, IRP & LAB, 1999)
[13] Le Militant, No.18, Marzo-Mayo 1989. Cit. en Arthur & Dash, p. 164, 1999.
[14] Informe de la Reunión 19/10/2005 –Comisión Organizadora del 4º Encuentro Latino Americano de Organizaciones Populares Autónomas (ELAOPA). Montevideo, Uruguay.
[15] Ayisién, Haitiano.
[16] “Haiti’s elections: Will the peasantry’s demands be taken into account?” Djems Olivier, 30/11/05, www.haitisupport.gn.apc.org
[17] “La libertad es para un pueblo valiente”, Jean-Claude Martineau, del poema Ayiti Demen, 1991.
[18] Denuncias periódicas de este violencia, pueden encontrarse en www.haitiaction.org
[19] http://daccessdds.un.org/doc/UNDOC/GEN/N05/395/57/PDF/N0539557.pdf?OpenElement
[20] Gutiérrez, op. cit.
[21] Gutiérrez,