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Transcripción: palabras de Marcos en Quintana Roo

24.01.06

Playa del Carmen, Quintana Roo (16 /ene/06)
Reunión con medioambientalistas y simpatizantes

Ya se descubrió que la mayoría no es de aquí de Quintana Roo, o de Playa del Carmen, donde estamos ahorita. Quería contarles algunas cosas que tienen que ver con lo que se ha dicho aquí, que tiene que ver con los que estamos aquí. Hace muchos años cuando yo llegué a la Selva Lacandona, hace 22 años, conocí a un hombre, un sabio, que le decíamos el Viejo Antonio. Alguna vez, platicando con él, le decía yo —porque no entendía muchas cosas, venía de la ciudad— que cómo era posible que después de tantos años, tantas guerras, tanto afán de conquista y de destrucción, los indígenas mayas —porque nosotros somos indígenas mayas— se mantuvieran resistiendo. Él me dijo que el secreto estaba en la tierra; que podían destruirnos a unos o a otros, pero que mientras la tierra estuviera, los árboles, las aguas, lo que se conoce pues como la tierra o la naturaleza, eso podía volver a alimentar y hacer crecer y a nacer, una y otra vez, a los hombres y mujeres de maíz.

Por eso, para nosotros, para los zapatistas, y estoy seguro que para muchos de la Otra Campaña, la defensa de la tierra no es una cuestión de interés… no sé cómo decirlo… nada más snob, sino que es una cuestión de sobrevivencia. Esta sobrevivencia como cultura, como pueblos indios, depende también de la sobrevivencia de la naturaleza. En ese sentido, nosotros entendemos perfectamente y tienen en nosotros a los mejores alumnos para todo lo que nos han dicho.

Nosotros quisiéramos invitarlos a la Otra Campaña, a la Sexta Declaración y decirles que ahí van a encontrar la solución a sus demandas, pero la mentira no es nuestro modo. No van a encontrar las soluciones, van a encontrar más problemas: van a encontrar heridas, dolores, sufrimientos, de la tierra, de la naturaleza, como los que nos contaron, tal vez más terribles, tal vez iguales, pero igual de criminales. Pero también van a encontrar otra gente que quiere aprender, que quiere conocer y que quiere hacer algo. Si están buscando soluciones a sus demandas, el lugar no es con nosotros. Si están buscando gente que quiere aprender y entender esto y conocer más de estas heridas en otras partes, y encontrar a otras gentes como ustedes que están interesados en esto y luchar junto con ellos, aquí estamos. Primero, nosotros los zapatistas y, seguramente, compañeros y compañeras que vienen ahorita aquí de otras partes de la república, y compañeros y compañeras que están en otras partes en México escuchando lo que ustedes dijeron aquí y enterándose a través de los medios alternativos de comunicación y también de los medios de prensa conocidos.

Piénsenlo, nosotros pensamos que este espacio es para que se construya. Ustedes pueden construir ese lugar; el lugar de esta defensa, conservación y cuidado —porque no se trata sólo de conservar lo que ya hay, sino de cuidar para que siga desarrollándose— de la naturaleza. Este es el lugar, no va a haber otro lugar a nivel nacional que se construya así. Los partidos políticos van a tocar el tema ambiental según la zona y según el porcentaje de votos que les pueda traer, y al final, no va a haber solución, porque como lo explicaron bien aquí, la política de destrucción de la naturaleza, de humillación, de desprecio y de explotación, es la misma, no importa el color del partido.

Nosotros pensamos que tenemos que construir las cosas así como las hicieron ustedes: independientemente de los partidos políticos, con nuestras propias fuerzas, y con la razón que hemos podido construir unos con otros en el trabajo diario, en la investigación, en la ciencia y en la tecnología. Y aprendiendo —como lo han señalado ustedes— de quienes estuvieron aquí antes de que llegáramos todos, antes de que llegaran los hoteles y las carreteras —y que en este caso nos une desde Chiapas hasta la punta de la península de Yucatán—: el pueblo maya.

Esto es lo que les tengo que decir sobre este asunto y les quiero contar otra cosa, porque aquí llevo parte de la ofrenda que hicieron a la compañera Comandanta Ramona. También pasó hace tiempo. Hace aproximadamente 15 o 16 años, que yo la conocí, y a ella le tocaba llevarnos a uno de los pueblos donde se estaba haciendo la explicación de cómo estaba la situación de nuestra lucha. Nosotros cada tanto explicamos a nuestra gente cómo vemos el mundo, el país, nuestra lucha y nuestros pueblos. Y a ella esa vez le tocó dirigir la marcha. Ella era muy alegre y muy burlona. Decía de broma cuando le tocaba guiarnos a nosotros —porque ella era la única que conocía el camino— que nuestra lucha era buena, porque era lo primero en lo que la mujer iba adelante. Y bromeaba conmigo y decía: “cuando ganemos tal vez nos van a alcanzar ustedes, los hombres que todavía van detrás de nosotras y, entonces, en el nuevo mundo que queremos construir vamos a caminar uno al lado de otro”. Y lo decía con burla porque la costumbre hasta entonces en las comunidades es que el hombre iba adelante y la mujer atrás, siguiéndolo.

Mi torpeza para caminar es legendaria en la Selva Lacandona y pronto lo será en el resto del país. Yo me iba tropezando a cada rato y ella se adelantó. Aunque era muy chaparrita y chiquita pues caminaba como pirinola, o sea como que le daban cuerda y échale los jales, porque no la alcanzaba. Por supuesto, me perdí. Por el peso yo iba mirando abajo y aprendí a seguir su huella. Iba dejando la huella —ella caminaba descalza, yo con botas—, iba dejando su huella… Bueno, si se adelanta mucho yo voy siguiendo su huella… Llegó un momento en que el suelo estaba duro, como aquí. Yo no me había dado cuenta y seguía viendo sus huellas y siguiéndola. Entonces, me paré a descansar, porque entre los pulmones y la pipa pues no, tampoco aguanto mucho. Y entonces me di cuenta por qué era que estaba dejando huella el pie de Ramona si el piso estaba duro. No sé si era un problema geológico, o algo así, pero voltee a ver y no estaban mis huellas a pesar de que yo usaba botas y era del doble de estatura que Ramona. No entendía porque su paso dejaba huella y el mío no. Más adelante la alcancé por fin y le pregunté: ¿ya viste que tu paso sí deja huella y el mío no? “Así es de por sí”, dijo y se siguió.

No entendí entonces. Tiempo después, de vuelta otra vez —creo que esto fue en los Altos de Chiapas, es otro clima, hay mucha niebla— Ramona gustaba con jugar de que había que caminar la nube, decía, porque llegaba un momento en que la niebla se acostaba completamente sobre las montañas y parecía que estábamos realmente caminando sobre las nubes. Volví otra vez a la parte de la selva y encontré al Viejo Antonio y le conté la anécdota de Ramona —ellos se habían conocido en una de nuestras reuniones—, y se sonrió y me dijo: “Te voy a contar una historia que cuentan nuestros más antiguos”. Los nadie sabedores de nuestros pueblos indios, contaban que en los primeros días les habían escogido a hombres y mujeres grandes, y los hicieron grandes porque grande era su tarea; gigantes, dirían ustedes, ellos usaban la palabra grandes. Y que a esos hombres y mujeres les tocaba, por su estatura, ir marcando el camino para que cuando se fueran muy lejos, la gente que iba atrás los viera de lejos, muy por encima de los árboles. Y que al principio así fue, pero llegó un momento en que esto despertó la envidia y el coraje de otros: de los chiquitos o de los pequeños, y se hizo el gran problema.

Se reunieron entonces los dioses primeros, los que nacieron el mundo y dijeron: “bueno, aquí ya hicimos un problema —ellos sí reconocían cuando hacían mal las cosas, no como los gobiernos de ahora— y entonces, ahora, cómo le hacemos”. Dijeron: “vamos a tener que esconder la grandeza de estos hombres y mujeres de alguna forma” y decidieron hacerlos chiquitos, pero eran gigantes, nada más que de corta estatura. Pero entre que se estaban peleando y se ponían a bailar con la marimba y todo eso —porque eran dioses muy alegres, muy bailadores— se les olvida un detalle y sí les modifican la estatura, pero no el peso. Entonces resulta que estos hombres y mujeres que eran gigantes, eran chiquitos, pero pesaban como gigantes e iban dejando huella.

Decía el Viejo Antonio que siempre había que aprender para aprender el modo de los indígenas mayas, había que aprender a mirar hacia abajo. Decía que los caxlanes, los tzules, los conquistadores, que tenían diferentes colores, diferentes nombres y diferentes nacionalidades, incluso mexicanos, que nos iban a ir oprimiendo a lo largo de todos estos años interpretaban que los indígenas bajábamos la cabeza como un signo de humillación y obediencia. Dice el Viejo Antonio: “No, lo que estamos haciendo siempre es buscando la huella que es profunda; aprende a mirar abajo y atrás de que vayas de alguien y sigue la marca, síguelo, no lo pierdas, porque arriba no lo vas a encontrar”.

Y entonces, ¿qué pasa después?, le pregunté al Viejo Antonio. Cuando esos gigantes mueren por fin, los dioses dejaron arreglado el problema que todos están pensando: cuando ya están finados, juntos, no va a haber tumba en la que quepan, porque aunque son pequeños de cuerpo, son grandes de estatura. Y entonces me dijo: “para eso es que está la ceiba, estos hombres y mujeres no pueden yacer tendidos; viven y mueren de pie y tienen que estar descansando después de dejarnos, de pie. Estas personas, estos hombres y mujeres, cuando mueren forman parte de la gran ceiba madre, que es la que los arropa”.

Años después y todavía, sigo mirando mis pasos y no hay huella, pero sigo recordando el paso de Ramona y de otros compañeros que son los que nos dirigen y sigo viendo que aunque el suelo esté duro, sea árido, aunque haya cemento cuando han salido a la ciudad, siguen dejando una huella muy honda, y siempre me preocupo de ver para abajo para no perderla. Es con esa huella, la de nuestros compañeros que son los que nos dirigen, indígenas mayas todos ellos —y lo digo aquí en tierras mayas—, como llegamos aquí, y como vamos a recorrer todo el país.

Y a lo mejor ustedes no se fijan y son mal pensados; que si miro para abajo les estoy criticando los zapatos que traen. En realidad, estoy viendo la profundidad de su huella. Y la que hemos visto hasta ahora es honda, firme y profunda. Va a ser un honor estar con ustedes, detrás, siguiéndolos, para juntos construir, de este país, algo mejor, más justo, más libre, más democrático y que exista. Donde la naturaleza y el hombre dejen de estar compitiendo por quién mata a quién primero.

Esto es lo que les quería contar, porque parte de este homenaje que le hicieron a Ramona lo voy a entregar a su familia cuando regrese. Y la otra parte la voy a poner al pie de la ceiba, tenemos un campamento donde la vamos a recordar.

Gracias compañeros, gracias compañeras. Buenas noches.

Acto Público en la cancha deportiva de la colonia Colosio en Playa del Carmen

Buenas noches compañeros y compañeras:
Gracias porque vinieron aquí para escuchar nuestra palabra. Queremos explicarles un poco qué estamos haciendo acá en Playa del Carmen, y en su estado de Quintana Roo, nosotros que estábamos hasta hace poco en las montañas del sureste mexicano. Queremos primero que nada saludar a nuestros paisanos chiapanecos que están por acá hasta… que están por acá también chambeando junto con los hermanos y hermanas de Quintana Roo. Queremos contarles algunas cosas que han pasado, porque hace un rato en la tarde había un homenaje de unas compañeras a nuestra compañera finada Comandanta Ramona, que murió hace poco y que por eso retrasamos nuestra venida acá a Quintana Roo, y había un grupo de gentes que estaban haciendo escándalo que son del partido de Acción Nacional. Unas mujeres que estaban gritando cosas dirigidas por un hombre; tal vez así de por sí son las mujeres del PAN que necesitan un hombre que les este diciendo lo que hagan y ellas obedecen. Nosotros creíamos que era al revés por lo que pasa allá en Los Pinos con Marta Sahagún y con Vicente Fox. Pero queríamos decirles que ahí estaban gritando y escuchando todo y nadie les dijo nada, pero cuando nosotros, cuando una compañera nuestra, la compañera Comandanta Esther, fue a hablar a la Cámara de Diputados y de Senadores cuando la ley indígena los del partido PAN se salieron, porque no podían soportar que una indígena maya —como somos nosotros los zapatistas, indígenas mayas— pudiera hablar y todo mundo la escuchara, porque estas gentes del partido Acción Nacional no pueden ver a la gente morena, pequeña y con otra cultura como somos los indígenas, si no es como sirvientes o como carne de un cementerio o de un panteón o de una cárcel. Esta gente es la que está dirigiendo ahora el país y es la que ha destruido la naturaleza aquí en Quintana Roo y en todas partes donde ha pasado; es la que ha vendido la tierra al extranjero para que la destruya y levante, sobre las ruinas de nuestros antepasados mayas, grandes hoteles de lujo donde sólo somos peones, sirvientes, meseros, al servicio de esos extranjeros.

El Partido Acción Nacional en el gobierno ha conseguido en apenas casi 6 años lo que al PRI le costo más de 60: la venta del país, la destrucción de la dignidad mexicana, la vergüenza de entregar nuestra historia, nuestra tierra, nuestra gente, al extranjero; porque por culpa de sus programas económicos y culturales muchos compatriotas nuestros de todos los estados de la república mexicana tienen que ir a trabajar a los Estados Unidos y sufrir la persecución allá de la policía o de los paramilitares en Estados Unidos, que les regalan la muerte o la expulsión y los pocos que logran pasar se pasan la vida separados de sus familias, trabajando para poder mandarles un poco de paga para que puedan vivir.

Y así como el Partido Acción Nacional están los demás partidos políticos: el de este ladrón vergonzante y criminal que se llama Roberto Madrazo Pintado del Partido Revolucionario Institucional y el mismo PRI que se cambia de color y se pinta de negro y amarillo con el Partido de la Revolución Democrática y Andrés Manuel López Obrador; y detrás de ellos los partidos chiquitos, los enanos, que se venden al mejor postor. Lo que nosotros venimos a decirles, compañeros y compañeras, es que no podemos seguir pensando que alguien va a venir a hacer por nosotros lo que nos toca a nosotros, porque lo que podamos construir aquí en Quintana Roo y aquí en nuestro país que se llama México, no importa en que estado esté uno, lo que tenemos que construir lo tenemos que construir nosotros y lo que estamos haciendo en la Otra Campaña es levantando un movimiento nacional; no se trata nada más en el estado de Chiapas ni nada más en Quintana Roo ni Yucatán, Campeche y Tabasco y todos los estados donde vamos a caminar. Se trata de un movimiento nacional que una la fuerza de todos que ahorita está dispersa, suelta, débil y la haga grande, fuerte y firme.

Tenemos que escoger, compañeros y compañeras, si nos vamos a dedicar a esperar —mucho o poco tiempo— a que alguien venga a prometernos algo que no va a cumplir. Tenemos que escoger si alguien va a resolver lo que nos toca resolver a nosotros. Y ahí tenemos que escoger compañeros y compañeras: nos podemos quedar sentados viendo la televisión, los periódicos —leyéndolos—, escuchando la radio y creyendo que ahora sí, talvez, a lo mejor sale uno bueno o a lo mejor sale uno malo. Y esperar un tiempo para desilusionarnos y en ese tiempo ver cómo somos más pobres, cómo somos más miserables, cómo somos más despreciados, porque pasa un gobierno y pasa otro de los distintos partidos políticos y los jóvenes siguen siendo perseguidos por su forma de vestir, por su corte de cabello, por si tienen tatuaje o piercing, por si les gusta una música u otra, o por si andan en zancos o tocan batucada. En ese momento que están haciendo eso, para esos que están en el gobierno, los jóvenes son delincuentes, no les importa cuál es su pensamiento, cuál es su corazón, cuál es su esfuerzo por hacer otra cultura y por llevarla a más gente; porque para ellos lo único que vale es lo que pasa en las grandes televisoras. Y entonces ellos, esos partidos políticos, son los que han criminalizado a la juventud, no había pasado antes, ahora ser joven es un delito nada más por ser joven y tienen que pasar los años de su juventud esperando a que pase ese momento en que pasa la policía, los judiciales y los detiene para ver qué traen, qué están haciendo, porque usan rastas o porque tienen los pelos parados. Y talvez los jóvenes están entendiendo bien lo que estoy diciendo porque lo han vivido, han vivido la persecución, la burla y la criminalización de su quehacer cultural, de su modo, como decimos nosotros. ¿A poco vamos a pensar que eso va a cambiar con un gobierno? Si ustedes saben como jóvenes que los espacios que tienen los han conquistado ustedes, nadie se los ha regalado. A veces en contra de sus mismos familiares, en contra de sus amigos que no entienden esos movimientos que están surgiendo y que no alcanzan a ver la nobleza y la verdad que encierran, porque desgraciadamente la cultura que nos imponen, nos pone como orejeras para sólo ver por un camino: el camino de la obediencia, de la sumisión. Y es en esta juventud donde piensan hacer la rebeldía.

Y también vemos a nuestros hermanos de varios estados de la República que tienen que trabajar como peones acasillados en los grandes hoteles que se están construyendo y reconstruyendo; porque después del paso del huracán Vilma, pasó el huracán de la ambición y la corrupción de los gobernantes. Porque a la gente más jodida, la más humilde, no le llegó ayuda. La ayuda gubernamental fue para los grandes empresarios, para sus hoteles, para que los extranjeros pudieran llegar sin problema y el gobierno mexicano —nosotros lo vimos— gastó millones de pesos en propaganda para decir que ya se podía ir a la Riviera Maya otra vez. No importaba cuánta gente se había quedado sin casa, cuánta gente había visto destruido su patrimonio y había tenido que emigrar otra vez a sus tierras, porque el trabajo que tenía aquí lo perdió y con ello perdió todo. Ustedes saben mejor que nadie que no recibieron nada de ayuda, que merecían y que era su derecho, no una limosna. En cambio, los grandes empresarios esos sí recibieron toda la ayuda y especialmente para ellos, para que pudieran poner a funcionar rápidamente sus hoteles y siguieran viendo los extranjeros esta tierra maya, no como un lugar que hay que respetar por la dignidad que encierra, no sólo por su pasado con los indígenas mayas que levantaron este estado, también con la gente que ahora lo habita y no sólo de Quintana Roo, sino de otros estados de la República. Todo eso no importó; lo que importaba es que los extranjeros pudieran venir a la playa y encerrarse detrás de sus hoteles sin importar que la gente que los está sirviendo no lo hace por sirvientes, sino por la necesidad de trabajar; sin importarles cómo está viviendo acá. Y aquí, en Playa del Carmen, se puede trazar una línea que va sobre la playa. De ese lado, del lado de la playa, están los grandes hoteles, los lujos, las diversiones y, del otro lado, la miseria, casas sin drenaje, calles sin pavimentar, persecución a la juventud, desprecio a la mujer, prostitución, crimen organizado… Todo lo que hace posible que esos que están allá estén de holgazanes, mientras todos nosotros estamos trabajando para servirlos.

Tenemos que escoger, como jóvenes, como mujeres, como indígenas que somos, como trabajadores, si vamos a seguir soportando eso o vamos a pensar que alguien va a venir a cambiarlo: sea Andrés Manuel, sea Felipe, o sea Roberto, o sea Marcos. Nadie lo va a cambiar por nosotros compañeros. Y nosotros no les estamos proponiendo que si se unen a nosotros se van a resolver los problemas. Mentira y nosotros no vamos a echar mentira. Aquí no van a encontrar la solución a sus problemas; van a encontrar a otros como ustedes: jóvenes, mujeres, indígenas, hombres, trabajadores del campo y de la ciudad, que junto con ustedes quieren cambiar las cosas por completo. No cambiar nada más por arriba, sino cambiar como se cambian las cosas: por abajo, empezando a la izquierda.

Porque lo que nos está jodiendo a todos nosotros es un sistema, que a veces tiene color tricolor, a veces es color azul, a veces es amarillo y negro. Y ¿qué importa el color que nos están poniendo, si como quiera para nosotros sigue siendo gris? Y estar apostando cada día a ver si amanecemos al otro, a ver si ese día, o esa noche, no estamos en la cárcel. A ver si no nos golpean, a ver si no nos matan. A ver si ahora sí nos van a pagar. A ver si no nos tienen encerrados como tienen a los trabajadores que están trabajando en esta reconstrucción —a los que llamamos a que se rebelen, que exijan sus derechos y que exijan buena paga— porque los tienen como esclavos, compañeros y compañeras, y nosotros no podemos permanecer insensibles a que eso esté pasando en ese lado y nosotros viendo también como pasa el día y tratando de resolver nuestros problemas personales.

Si se entran con nosotros en este movimiento que estamos levantando, no va a haber premios, ni cargos, ni dinero, ni soluciones, va a haber problemas y va a haber gente con quien luchar para solucionarlos. Y aquellos que tengan la fuerza en el corazón para decidirse y ser parte de este movimiento que va a transformar a este país de deveras —no a cambiar de patrón o de amo— entonces va a entrar con nosotros y se va a encontrar con otros como ustedes que son del norte, del sur, del centro, del este y del oeste de esta república que se llama mexicana, todavía, a pesar de que esos ladrones de los partidos políticos del PRI, PAN y PRD la quieren convertir en el estado 52 de la Unión Americana. No, nosotros dijimos no, y junto con nosotros miles de compañeros en todo el país, que son los que están con la Sexta Declaración y con la Otra Campaña. Nosotros los estamos invitando a que escojan y a que elijan: su inteligencia, su esfuerzo, ¿lo van a delegar en la esperanza con otro, con un partido político? o se van a unir esa inteligencia y esa fuerza con otros y organizadamente, con respeto a su organización o a su forma de ser como individuo, grupo cultural, organización social, política, familiar, como quieran ustedes ser parte de ese movimiento y poder llegar al día en que esto se transforme. Elijan: estar de un lado o de otro, de los que hicieron las cosas para cambiarlas o los que esperaron sentados a que otros las cambiaran por ellos.

Por eso donde estamos pasando, decimos que sí, que este año hay que elegir, pero no quién nos gobierna; tenemos que elegir qué vamos a hacer nosotros. Ya a la hora de las elecciones, ustedes vean si votan o no votan y por quién, eso no importa. El chiste es ¿en este tiempo qué vamos a hacer, cómo nos vamos a organizar? Nosotros los estamos invitando a que digan su lucha, que la hablen y nos estamos comprometiendo —no nada más los zapatistas, sino todos los compañeros que están en la Otra Campaña— a escuchar esa voz y que la voz de rebeldía de los jóvenes aquí, de los indígenas mayas, de los trabajadores que están como peones acasillados, de las mujeres rebeldes, de los trabajadores, campesinos, de los obreros, albañiles, todo lo que sabemos que hay aquí, sea escuchada por otros compañeros y compañeras en otras partes de México y que ustedes, en correspondencia, escuchen también esa voz. Y que no toquen a nadie sin que toda esa voz responda por todos lados. Ahora nos pegan, nos encarcelan, o nos matan y nadie sabe si es que se sabe. Ahora se trata de hacer un movimiento que responda nacionalmente a cualquier ataque o represión que sufra un luchador social o una organización social que lucha, eso es lo que queremos hacer y en base a eso empezar a avanzar y a construir desde abajo, hablando con la gente y escuchándola un programa nacional de lucha. No que venga un político a decirnos la lista de promesas —que ya pasó Navidad y ya pasó Reyes Magos— y que si votamos por él lo va a cumplir, que ya sabemos que no lo va a hacer, sino a preguntarle a la gente. Y que los mismos jóvenes digan cuáles son sus demandas, no otro que ni siquiera es joven; que las mismas mujeres digan sus demandas, no un hombre; que los homosexuales y lesbianas digan sus demandas; que los indígenas digan sus demandas; que los trabajadores del campo digan sus demandas; que los trabajadores de la construcción digan sus demandas; que los empleados, los pequeños comerciantes, los choferes, los taxistas, cada quien diga su demanda y hagamos una gran lista que es nuestro Programa Nacional de Lucha y podamos decir: esto queremos. Y ahora vamos a decidir cómo lo vamos a lograr, pero ya no nada más uno en cada parte sino como un movimiento nacional.

Eso es lo que nosotros hicimos en las montañas del sureste mexicano; no llegamos y dijimos “así va a ser y a ver quién le entra”, sino que fuimos hablando con los compañeros y con las compañeras y se fue construyendo lo que es el movimiento zapatista que ustedes conocieron el primero de enero del 94, pero que empezó 10 años antes, así como está empezando ahora la Otra Campaña.

Nosotros les pedimos que lo sientan en su corazón, lo piensen y cuando llegue el momento decidan. Si este momento que estamos levantando con este movimiento en todo el país; si van a estar con nosotros o si van a estar leyendo el periódico, viendo la televisión y escuchando el radio a ver que pasa con ese movimiento que también está peleando por ustedes. Porque nosotros estamos peleando por todos y, por eso, cuando decimos “para todos todo, nada para nosotros” no estamos echando mentiras, sino que estamos presentando un proyecto de lucha al que los estamos invitando.

Antes, desde 1994, les pedimos su apoyo compañeros y compañeras para que se obtuviera el reconocimiento de los derechos y la cultura indígena, y lo obtuvimos de aquí de Quintana Roo, de muchas partes del mundo y de todas partes de México hubo gente que nos dijo los apoyamos, su demanda es justa, es noble, es verdadera y la respuesta que obtuvimos de los políticos —de esos que ahora dicen que van a cumplir— del PRI, del PAN, y del PRD fue de desprecio, la respuesta fue: no nos importas, ni tú como indígena, ni toda la gente que no es indígena que está de acuerdo en tus demandas. Ese camino ya no lo vamos a seguir; ahora los estamos invitando no a que nos apoyen, sino a que juntos vamos a construir una lucha donde nos apoyemos entre todos y podamos levantar nuestras demandas, exigir nuestros derechos y poder enfrentar al rico y al poderoso, y al político que lo sirve, con una fuerza verdadera en todo el país. Porque ellos sí están unidos y ellos sí tiene a su servicio policías y ejército y jueces para perseguirnos, para encarcelarnos y para matarnos, y nosotros todavía estamos dispersos.

Lo que hemos visto ahora en estos días que hemos estado en su estado, hemos visto una lucha de dignidad, rebelde, no hemos encontrado conformismo, ni resignación, tal vez por ahí alguno dice “bueno, ni modo, pues así nos tocó vivir”, pero lo que hemos visto es ese sentimiento de rebeldía y de dignidad organizada. Lo que estamos invitando es a que esa rebeldía organizada se conozca no sólo en todo Quintana Roo, sino en todo el país y que su voz crezca junto con nuestra voz y se haga una sola, en un movimiento de izquierda.

Y estamos diciendo que es otra política porque no estamos buscando cargos, no queremos ser presidentes, ni gobernadores, ni presidentes municipales, ni cabildo, ni diputados, ni senadores. Y no queremos serlo porque para ser eso hay que ser imbécil y nosotros nos preciamos a nosotros mismos. Nosotros lo que queremos es que se organice la gente y que sea la gente la que mande. Muchas veces nos quieren vender la idea de que la gente nada más quiere el desmadre y el relajo, pero aquí los que están en el desmadre y en el relajo, los criminales, son los que son los gobernantes; pero ellos están libres y los que están presos son los que luchan contra ellos. Hay historias aquí en Quintana Roo y no tan lejos, aquí mismo en Playa del Carmen, de luchadores sociales que se enfrentan o denuncian los abusos de los ricos y estos que luchan y denuncian son los que van a dar a la cárcel. Como la periodista Lidia Cacho que denunció a un hijo de la fregada empresario que viola niñas y se divierte con ellas y ese está libre y la que lo denunció está en la cárcel. ¿Cuánto tiempo vamos a estar esperando a que esa historia se repita una y otra vez? Total, le pasa a otro y a otro y a otro, hasta que nos pase a nosotros y entonces el rico y el político pueden hacer lo que sea: matar, reprimir, violar —a mujeres, hombres, niños—, no le va a importar si nadie lo va a castigar, siempre va a haber una ley que lo protege y si alguien levanta la voz ese es el que va a ir a la cárcel, ese es el que va a ser perseguido.

Ese sistema no va a cambiar si cambiamos de partido político, va a cambiar si cambiamos de país. Y cuando decimos Otra Campaña estamos diciendo que queremos otro país, otra relación; voltear el país de cabeza y volver a acomodarlo, porque ahorita los criminales, los ignorantes, los bastardos son los que están arriba, gobernando y dirigiendo, y la gente que trabaja, que levanta las grandes construcciones, que hace florecer la tierra, que hace que este país tenga riqueza… y a llamarles a entrarle. Ahora es cuando hay que decidir, es primera vuelta que damos en Playa del Carmen, vamos a regresar y vamos a regresar con más compañeros del EZLN, indígenas mayas, jefes nuestros, comandantes y comandantas, y vamos a tratar de aprender de ustedes porque nosotros no venimos a decirles aquí cómo tienen que luchar, al revés, queremos que ustedes nos enseñen cómo es su lucha, cómo se lucha y cómo es la dignidad rebelde aquí en estas tierras, y nosotros aprender de ella y así aprender de ustedes, a conocerlos y aprender a respetarlos. Porque de eso se trata todo esto: de aprender a respetarnos nosotros mismos como lo que somos, y con nuestra historia y con nuestra lucha. Porque hasta ahora ningún partido político de esos que están luchando por el poder, nos toma en cuenta o nos respeta, somos un número en la encuesta, un número en la lista de votantes, una credencial de elector. Hay veces —como hace el PRI, el PAN, o el PRD— que ni siquiera nos necesitan, nomás nos piden la credencial de elector y ellos mismos hacen todas sus trampas. Entonces, no puede ser que la dignidad de una persona esté limitada a eso.

Lo que nosotros les pedimos es que recuerden su dignidad humana y la defiendan, y la dignidad, compañeros y compañeras, es el respeto a uno mismo; que uno pueda verse al espejo cada mañana sin vergüenza, sin pena, que pueda ver a los hijos o a los hermanos, o a los papás, o a los amigos, o a la banda, según cada modo, sin vergüenza, sin pena, eso es lo que queremos hacer nosotros.

Les invitamos a que le entren, no tienen nada que perder, ni siquiera el tiempo, porque cada palabra que escuchen algo va a servir para aprender de las cosas que están pasando en otro lado y a lo mejor, quien quita, encuentra otra voz que es igual que la suya, y descubren que su lucha por la cultura o por el respeto al modo de la juventud tiene también otros que la defienden y luchan por ella en otras partes de México. Y que no es el único lugar donde se anda con zancos y se tocan batucadas o se usan rastas, o piercings o tatuajes; que no es el único lugar donde los indígenas son despreciados a pesar de que esta es su tierra, y que todo esto que se está levantando se está levantando sobre la cultura que maravilló al mundo: la cultura maya.

Eso es lo que les queremos decir. También como mujeres, a lo mejor se descubre que el desprecio, la cosificación que sufren aquí es la misma que sufren en otro lado y la indignación y la rabia que eso les produce; también produce indignación y rabia en otro lado. Los trabajadores de la construcción: la misma explotación, los bajos salarios, lo caro que está todo. Los pequeños comerciantes: el chantaje, el robo que los policías hacen cada tanto, los funcionarios que piden mordida para un permiso y resulta que uno está trabajando todo el día para que la patrulla pase o el policía de a pie y se lleve la paga de un día. Los jóvenes, que estudian y sacan la primaria, la secundaria, la preparatoria, la universidad y, al final, no tienen trabajo. Las amas de casa, que cada día ven que cuesta más dinero y es más difícil poner algo en esa mesa. Los niños, que tienen que estar cuidándose de los adultos que, mientras más ricos, más perversos, más malvados, más ladrones y más criminales. ¿Ese es el mundo que vamos a querer construir? Nosotros no y eso venimos a decirles, y estamos seguros que aquí en Quintana Roo vamos a encontrar a otros que van a decir que no lo quieren así. Ahora, no basta sólo decir no, sino tenemos que convertir eso en una transformación y a eso es a lo que los invitamos.

Compañeros y compañeras de Quintana Roo, de Playa del Carmen y de los alrededores —no voy a decir el nombre del municipio porque suena a Salinas de Gortari— queremos pedirles que se organicen, que organicen sus luchas junto con nosotros, que nos esperen otra vez, que sigan informándose y difundiendo su lucha y que, ojalá, en octubre que regresemos acá y que tardemos más tiempo, nos den chance, permiso, de ir a sus casas, a sus centros de trabajo, a sus centros culturales, a los lugares donde se reúnen y hablan, a escucharlos, a aprender su modo de hablar, de expresarse y a aprender su historia, por qué luchan y cómo luchan y aprender de esa historia y de esa lucha para darla a conocer a otras partes.

Los invitamos pues, compañeros y compañeras, a otra cosa, a Otra Campaña, a construir otro país, de otra forma. Eso es lo que somos y a eso venimos. Gracias compañeros, compañeras. Buenas noches.

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