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Democracia universitaria y movimiento estudiantil platense en el siglo XXI

07.03.06

por Angela Beatriz Juarez (estudiante de la FP y CS de la UNLP)

“Es necesario el despertar de la sensibilidad social en los hombres. Es necesario que la injustisticia, el hambre, la enfermedad, el dolor y la explotación existentes se constituyan, aun cuando ello suene a paradoja, en elementos educativos a favor de la constitución de un nuevo estado de conciencia. No se trata de crear conciencias “caritativas”, sino simplemente justicieras. Es necesario que los marginados en todos los órdenes, aquellos que con su presencia y su fuerza tienen el poder de quebrar los universales ideológicos y de exigir una nueva libertad, un nuevo Dios, una nueva nación, adquieran la capacidad de organizar socialmente su presencia y su fuerza. El niño, el adolescente, desconocidos en las relaciones educativas en su alteridad, integran también el mundo de los marginados. De ahí el sentido profundo de las rebeliones estudiantiles”
Arturo Roig[1]

Introducción
El movimiento estudiantil de la ciudad de La Plata, desde sus comienzos, sobresalió de entre sus pares de la región. Uno de los sucesos que lo llevaron a emerger ante la opinión pública fue la cuestión de la Reforma Universitaria, demostrando que nada tenía de subalterno y pasivo. En esta lucha de nivel nacional, los platenses (por nacimiento o por estudios) jugaron un papel decisivo, en la democracia universitaria, al participar de distintos encuentros corporativos que se realizaron, a fines de la década del ‘10 y principios de la del ’20, dentro y fuera de la Argentina. Su papel fue fundamental en la obtención del co gobierno y otras reivindicaciones académicas de la época.[2]
Desde entonces, los estudiantes universitarios platenses jugarían un papel primordial en las luchas por pugnar o detener reformas en la educación que pretenden la transformación social.
Algunas cuestiones que han perdurado desde 1918, en la ciudad de las diagonales, son las ideas (o, por lo menos, los ecos) de la importancia de la autonomía política, docente y administrativa que deben tener la casa de altos estudios en su desarrollo interno; la gratuidad de la enseñanza y el co gobierno –aunque no igualitario como en un primer momento-.
Esta organización en claustros, hoy hace de una división técnica que proviene de diferentes niveles de conocimiento un tipo de gobierno donde un sector predomina sobre otro. La última formulación de la Ley Nº 24.521de Educación Superior (LES), sancionada bajo el gobierno menemista, profundiza esta brecha otorgando la posibilidad de que el claustro docente (ahora unificado) tenga una representación aún mayor que la actual y complementando esto con incentivos económicos en favor de las camari­llas profesorales y en detrimento de los trabajadores no docentes.
Entonces ¿Se puede sostener que el cogobierno tripartito o cuatripartito, las Asambleas que eligen a los Rectores y las elecciones que se practican en las Universidades son expresiones de democracia académica? ¿Es democrático un régimen de gobierno donde uno de sus tres claustros, el de graduados, constituye una ficción, el eslabón débil de una cadena de imposturas? ¿Es democrático que los no docentes de la universidad no posean ni voz ni voto? ¿Es democrático que para obtener un consejero estudiantil por la oposición, en el Consejo Superior de cada Facultad, se necesite el 25% del total del padrón votante?
Evidentemente, tras ochenta y siete años, la disyuntiva de la problemática universitaria ha dejado de ser laica o no laica. En el siglo XXI la cuestión universitaria, en la ciudad de La Plata, pasa por su forma de gobierno, y en esta lucha, el movimiento estudiantil es un actor fundamental.

La democracia de la Institución
Para muchos docentes, estudiantes y autoridades de la UNLP alcanza con decir que dicha casa de altos estudios posee autonomía para afirmar que es democrática. Sin embargo, vale aclarar que ninguna universidad puede darse autónomamente su propia política desconociendo las opiniones, necesidades e intereses del pueblo.[3] La universidad no es, en ningún caso, una isla. La autonomía debe concebirse como un medio para poner en práctica la democracia (pues, no necesariamente son sinónimos) y no como un fin en sí misma.
A partir de la Ley de Educación Superior Nº 24.521, las instituciones universitarias tienen autonomía académica e institucional, lo que les permite dictar y reformar sus estatutos (suceso que debe ser comunicado al Ministerio de Cultura y Educación): Estos solo entran en vigencia a partir de que se los publica en el Boletín Oficial tras ser verificada su adecuación a la LES. En caso de desajusto entre el nuevo estatuto, propuesto por la universidad, y la LES, el ministerio lo impugna judicialmente. [4]
Previo a la vigente Ley Nº 24.521, el Ministerio se limitaba a acusar recibo de la comunicación de reforma de estatuto, tomar nota y archivar la documentación. Este procedimiento no es parte de la autonomía que da a las casas de altos estudios la actual Ley de Educación Superior.
Parte de esta autonomía, que pretende ser práctica de democracia, se basa -en la Universidad Nacional de La Plata (de ahora en más, UNLP)- en el co gobierno. Este sistema fue heredado de aquella reforma del ’18 y pretende asegurar la participación activa de los estudiantes en la enseñanza y su especifica representación (con voz y voto) en los consejos académicos. En este esquema tripartidario (profesores, estudiantes y graduados) los egresados han perdido peso[5] y se ha excluido a los no docentes (personal administrativo de la casa de altos estudios).
Más allá de la especificidad de la ciudad de las diagonales, se debe tener en cuenta que la UNLP se encuentra inmersa en contexto social determinado por los cambios y la vulnerabilidad institucional producida por las discontinuidades políticas y permeables a las lógicas del mercado capitalista.[6]
Pensar una organización académica (y, por ende, gobierno) que conforme a todos los actores de la UNLP es por demás complicado por la fragmentación que existe hacia su interior, pero no imposible. La división de esta casa de altos estudios se da tanto por las disciplinas que allí tienen lugar, por el tamaño de los establecimientos que a ella pertenecen, como así también por la estructura jerárquica de las cátedras.[7]
De allí que los mecanismos de representación que configuran la vida universitaria sean tan complejos y estimulen fuertemente la delegación, elitizando la toma de decisiones, que con una apariencia académica encubre una esencia definidamente política. Así la intervención política en la educación superior se hace extremadamente difícil y, la mayoría de las veces, la maquinaria burocrática logra su objetivo de escindir lo ideológico y lo académico como si fue­ran cosas separadas.
En la UNLP se da una suerte de formas burocráticas por parte de los cuerpos directivos que existen, en tanto que, formas colegiadas (Consejos Directivos o Superiores) de instancias ejecutivas que terminan por delegar la gestión de sus decisiones a determinados miembros de la pirámide de poder universitario (secretarios, rectores, decanos, etc.).
A pesar de que la LES no determina los órganos de gobierno ni su composición, funciones o atribuciones, si establece algunas pautas mínimas; como, por ejemplo, que el claustro docente tenga la mayor representación relativa (no inferior al 50% de la totalidad de sus miembros), que los representantes estudiantiles sean alumnos regulares y tengan aprobado el 30% del total de la carrera que cursan, que los graduados puedan elegir y ser elegidos si no tienen relación de dependencia con la institución universitaria (si es que se los incluye en los órganos colegiados), y que el personal no docente tenga representan en dichos cuerpos con el alcance que opte cada universidad.[8]
La universidad de la ciudad de las diagonales tuvo desde sus inicios un consejo académico de seis profesores titulares y adjuntos elegidos por sus pares, a causa de la Ley-convenio Nº 4.699 de nacionalización.[9]
El actual sistema de gobierno de la UNLP concuerda con el sistema de organización y gestión que se da a nivel Estado. Por ende, la casa de altos estudios de la ciudad de La Plata no está al margen de los desequilibrios institucionales del país, como tampoco lo esta de las presiones políticas que se dan en el actual período. Al igual que el resto de las Universidades Nacionales, ésta convive con las contingencias socio políticas nacionales que la atraviesan.[10]

De los claustros que tienen voz y voto en la UNLP

a) Estudiantes de la UNLP
Los estudiantes universitarios de la UNLP, en cuanto tales, no están direc­tamente involu­crados en las relaciones de producción; se preparan para ocupar en el futuro una posición en la economía. Ellos son actores fundamentales de dicha casa de altos estudios, por ende, receptores de su crisis.[11] Por eso su caracterización social debe tener en cuenta varios factores. Uno de ellos es la posición que ocupa­rán al terminar los estu­dios. Esto es, debe tomarse en cuenta la posición del estu­diante con relación a su futuro, o “como parte de una trayec­toria de clase”.
Basta con prestar atención a la actitud y posición de, por ejemplo, un estu­diante que se prepara para ser administra­dor de empresas. Su visión es distinta a la de aquél cuyo futuro más probable sea, por ejemplo, el de intelectual semi proleta­riza­do (caso de un docente de escuela secundaria).
Sin embargo, este cuestionamiento no alcanza para fijar posición en cuanto a los universitarios. También se debe tener en cuenta otros factores tales como el origen social y la situa­ción actual (por ejemplo, si trabaja o no). Estos reactúan sobre las pers­pecti­vas del estudian­te y sobre su trayec­to­ria de clase.
De este modo, a un universitario de familia burguesa puede asegu­rarse una inserción laboral muy distinta a la de uno proveniente de los secto­res medios o bajos. Esto ejerce entonces una influen­cia central en la visión ideológica del estudiante y en la definición de sus intereses de clase. Y siempre estará mediada por los factores presentes, socia­les y políticos (como la coyun­tura de la lucha de clases).
La posición de buena parte del estu­diantado se define según coyunturas políticas, económi­cas y sociales. Por supuesto, algunos definen desde el inicio una trayec­toria clara­men­te burguesa; pero una inmensa mayoría tendrá una posición oscilante.
A pesar de que en el país no sobran los profesionales sino que están mal distribuidos[12], muchos de los estudiantes universitarios ya adquie­ren concien­cia de que los caminos están bloquea­dos, o por lo menos de que las perspec­tivas son res­tringi­das y su futuro será precario.
Esta división también pone límites insalvables a los proyec­tos de “uni­versidad al servicio de los trabajadores” dentro del modo de producción capitalista. No sólo por el carácter de clase de la institución universitaria, y su inserción en el conjunto social, sino también porque en el seno de la misma “comunidad universitaria” hay sectores que procuran limitar la oferta de egresados y asegurar sus posicio­nes futuras (a lo que se suma muchas veces la presión de los colegios de graduados por limitar la producción de egresados).
La antigua visión de que el paso por la universidad producía una homogenización de las desigualdades sociales, ya no existe. El estudiante medio, como el resto de los actores, demanda nuevas herramientas a la casa de altos estudios. [13]La misión de la UNLP en su contexto ya no solo es la de producción científica y formación de jóvenes, ahora debe dar respuestas a otras problemáticas sociales.

b) Docentes de la UNLP
La ley Nº 24.521 cita pocas normas sobre el personal docente de las universidades. Entre las que enumera hace referencia a que el acceso, permanencia y promoción de estos profesionales es parte de las atribuciones de cada institución. Además de esto, afirma que todos ellos deben poseer título universitario de igual o superior nivel a aquel en el cual se desempeñan (exceptuando a quienes acrediten meritos excepcionales y a los ayudantes alumnos).[14]
Esta última especificación peca de imperfecta, ya que al ser “ayudantes alumnos”, la misma categoría los excluye de la posesión de titulo; y en cuanto a los profesores eméritos o consultos ni siquiera ella misma establece categorías profesorales.
Más allá de las contradicciones que existen en esta ley, como en todas, existe otro factor que hace insuficiente el tipo de gobierno universitario que plantea: la diversidad de actores -dentro de los diferentes claustros-.
A pesar de que todos los docentes poseen un ingreso común (el presupuesto estatal), ellos no conforman una capa homogé­nea. Muchas veces, se da ordenamiento jerárquico según los cargos y la dedicaciones, lo que segmenta y estamentaliza los cuerpos docentes.[15]
Al vender sus fuerzas de trabajo, se insertan en la categoría de trabajadores intelectuales asalariados, en un proceso de proletarización creciente.
Sin embargo, este razonamiento aun no es completo pues, existe una canti­dad importante de estos intelectuales que no tiene en la docen­cia su fuente princi­pal de ingresos. Para este sector, sus intere­ses de clase no están determinados sólo, ni principalmente, por la relación que mantienen con la Universidad para la que traba­jan.
Para ejemplificar esta postura, alcanza con pensar en aquel docente que, además, está al frente de un gran estudio de abogacía, y que recibe una parte sustan­cial de plusvalía por su colaboración en los asuntos del capital (al tiempo que utiliza su cátedra univer­sitaria como elemento funcional para el cobro de sus honorarios profesionales). Este sujeto no puede, de ninguna manera, ser englobado en la misma clase social que la de aquel docente que trabaja exclusi­vamente en la Universi­dad por un salario que apenas le alcanza para obtener los productos de la canasta básica alimenticia. Mientras que el primero puede pertenecer a la burguesía, o a la pequeña burgue­sía acomodada, en vías de ascenso, el segundo se acerca a la clase obrera.
El segundo ejemplo de sujeto pertenecería al de los docentes universitarios que están “haciendo producción”, y “en masa”, que trabajan por apenas 250 o 700 pesos, corrigen cientos de exámenes, agotan su voz ante clases multitudinarias y deben seguir las pautas fijadas autori­ta­riamen­te por sus jefes de cátedra. Son intelec­tuales en vías de prole­ta­riza­ción, ya que no están aun completamente subsumidos a las condi­ciones impuestas por el capital.
La condición de estos muy distinta a la del primer ejemplo de sujeto docente (para el cual la cátedra es sólo un ingre­diente en un conjunto de actividades de las que derivan altos ingresos).
Esta es la bipolaridad que muchos ven en la docencia universitaria: o “intelectuales” que, desde un lugar de privilegio, dicen lo que hay que hacer; o “asalariados” que, enajenados de su condición de productores, sólo brindan un servicio.
Por todo ello, se puede decir que el conjunto docente es grupo social híbrido. De allí mismo, se explica por qué en muchas universi­dades en las que este último tipo de docente está muy extendido, los llamados a defen­der los intereses gremiales tienen un eco muy par­cial.
Todos los agentes de la educación están insertos en el sistema en el sistema capitalista y no llegarán nunca a una revolución dentro de este. Si pretenden transformar la educación, se verán obligados a hacer lo mismo con las bases del sistema económico.[16]
Sin embargo, esto posee un alto nivel de dificultad, pues como ya se ha dicho líneas arriba, varios docentes universitarios pertenecen a la burguesía; y es a esta a quien no conviene mantener los ojos de los docentes vedados en la ilusión de ser apóstoles de la enseñanza.[17]

c) Graduados de la UNLP
Lo novedoso de la Reforma del ’18 era la creación de ese nuevo claustro formado por los antiguos alumnos que habían terminado con éxito sus estudios y que son considerados necesarios para enriquecer el gobierno de la universidad.[18] Sin embargo, como ya se ha afirmado con anterioridad, graduados ha ido perdiendo terreno, por distintas razones. Una de ellas podría ser el hecho de que el estudiante egresado de la UNLP es victima de una educación universitaria ha descendido a un nivel de (o que antes era) el ciclo medio; la verdadera educación superior es cuartenaria y en posdoctoral a la que solo accede un grupo reducido de personas[19].
Sucede en muchas ocasiones que se requieren gran cantidad de conocimientos para acceder a determinados, pero luego no se haga uso de los solicitados al momento de ingresar. Al expandirse el sistema educativo y distribuirse los profesionales de manera errónea (acumulándose en las capitales) se incrementa el nivel educacional de la Población Económicamente Activa; por lo cual es ésta la que posee dificultades para conservar sus puestos de trabajo. [20]
Toda esta problemática laboral conlleva a que los graduados de la UNLP se esfuercen en conseguir (y mantener) un trabajo y no en continuar perfeccionándose. La continuidad de estudios post grados es casi imposible para ellos ya que una gran parte de los diplomados trabaja en áreas ajenas a su especificidad que no le permite disponer de un excedente con el cual costear el perfeccionamiento.
De este modo, gran parte de los egresados de la UNLP no vuelve a la casa de altos estudios. La mayoría de los graduados no son estudiantes de postgrado y en consecuencia, el claustro de graduados no puede tomarse como el ámbito de representación de los estudiantes de postgrado.[21]

Conclusión
Enmarcada en una ley hecha a contramano de la historia y la tradición universitaria argentina, de acuerdo con los requerimientos mercantilistas del Banco Mundial, la UNLP es victima de esta normativa de flagrantes contradicciones que pretenden conciliar los reclamos de los defensores y los detractores de la Universidad Pública, con saldo final que favorece la mercantilización de la educación, el quiebre del co-gobierno y la liquidación de la autonomía en todos sus niveles.
Es en esta universidad platense del siglo XXI donde el claustro estudiantil, como en todos los episodios de transformación de dicha institución, protagoniza y encabeza esta demanda de la anulación de la Ley Nº 24.521 (y luego apoyado por algunos sectores de los demás claustros). [22]
Si bien es cierto que existen dentro del co gobierno las lógicas propias del pluralismo político (como por ejemplo: las agrupaciones y tendencias), no es menos cierto que al tiempo posea fuertes elementos corporativos (ejemplo de ello son los claustros)[23]
La división en claustros es un obstáculo a la unificación de la comunidad uni­versitaria porque alimenta criterios corporativos en la toma de decisiones. Es imperativo reorga­nizar la Universidad de modo que los diferentes puntos de vista se expresen corno diferencias políticas y no sectoriales académicas. La abolición de los claustros y la deliberación conjunta en asamblea tiende a la eliminación de los privilegios y es un terreno más favorable para que los universitarios expresen sus puntos de vista sobre el rol de la Universidad en términos del enfrentamiento clasista presente en la sociedad.
Por ello, es necesario una nueva reforma universitaria que esté guiada por una crítica implacable del actual “demos” universitario. El concepto de cogobierno implica la existencia de claustros y debe ser reemplazado por la idea de autogobierno que está libre de este supuesto así como los actuales mecanismos de representación deben dar paso a otros más consustanciados con la democracia directa.
Se debe ir más allá de la teoría, hacer practica la democracia. Las modalidades que se han puesto en funcionamiento, en los últimos años, para regular la sociedad universitaria se centraron más en las instituciones que en los sujetos y más en la coerción que en el consenso.[24]

Bibliografía

· CANTINI, José Luis, La autonomía y la autarquía de las universidades nacionales, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 1997
· BIAGINI, Hugo Edgardo, La reforma universitaria: Antecedentes y consecuentes; Ed Leviatán, Bs. As, 2000
· FACULTAD DE PERIODISMO Y COMUNICACIÓN SOCIAL, Fundamentación de la transformación curricular, La Plata, 2005
· KROTSCH, Pedro y PRATI, Marcelo, La Universidad cautiva: Legados, marcas y horizontes, Ed Al Margen UNLP FAHCE, 2000
· PONCE, Aníbal, Educación y lucha de clases, L.J. Rosso, Buenos Aires, 1936
· PUIGGROS, Adriana, La otra reforma, ed Galerna, Bs. As, 1996
· TIRAMONTI, Guillermina; SUASNÁBAR Claudio; SEOANE Viviana, Políticas de modernización universitaria y cambio institucional, UNLP. FAHCE, La Plata, 1999
· UNZUÉ, Martín, “Democracia Universitaria: el rol del claustro de graduados”, Congreso Latinoamericano de Educación Superior en el Siglo XXI, Universidad Nacional de San Luis. 18-19 y 20 de septiembre de 2003

[1] ROIG, Arturo, autor de “las relaciones educativas desde el punto de vista de una pedagogía de la liberación” (disertación en el Colegio Nacional Central de la Universidad de Cuyo), y “Algunas preguntas a propósito de las relaciones de la UNC con su medio” (Los Andes, Mendoza, 1969) entre otras obras.
[2] BIAGINI, Hugo Edgardo, La reforma universitaria: Antecedentes y consecuentes; Ed Leviatán, Bs. As, 2000, Pág. 84.
[3] CANTINI, José Luis, La autonomía y la autarquía de las universidades nacionales, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 1997, Pág. 36
[4] CANTINI, José Luis, La autonomía y la autarquía de las universidades nacionales, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 1997, Pág. 46
[5] BIAGINI, Hugo Edgardo, La reforma universitaria: Antecedentes y consecuentes; Ed Leviatán, Bs. As, 2000, Pág. 71.
[6]TIRAMONTI, Guillermina; SUASNÁBAR Claudio; SEOANE Viviana, Políticas de modernización universitaria y cambio institucional, UNLP. FAHCE, La Plata, 1999, Pág. 98
[7]TIRAMONTI, Guillermina; SUASNÁBAR Claudio; SEOANE Viviana, Políticas de modernización universitaria y cambio institucional, UNLP. FAHCE, La Plata, 1999, Pág. 97
[8] CANTINI, José Luis, La autonomía y la autarquía de las universidades nacionales, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 1997, Pág. 56
[9] CANTINI, José Luis, La autonomía y la autarquía de las universidades nacionales, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 1997, Pág. 58.
[10]TIRAMONTI, Guillermina; SUASNÁBAR Claudio; SEOANE Viviana, Políticas de modernización universitaria y cambio institucional, UNLP. FAHCE, La Plata, 1999, Pág. 99
[11] BERDAGUER, Leticia Fernández, “La perspectiva de los actores sociales sobre la Universidad” en KROTSCH, Pedro y PRATI, Marcelo, La Universidad cautiva: Legados, marcas y horizontes, Ed Al Margen UNLP FAHCE, 2002, Pág. 255
[12] PUIGGROS, Adriana, La otra reforma, ed Galerna, Bs. As, 1996,Pág. 179
[13] BERDAGUER, Leticia Fernández, “La perspectiva de los actores sociales sobre la Universidad” en KROTSCH, Pedro y PRATI, Marcelo, La Universidad cautiva: Legados, marcas y horizontes, Ed Al Margen UNLP FAHCE, 2002, Pág. 253
[14] CANTINI, José Luis, La autonomía y la autarquía de las universidades nacionales, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 1997, Pág. 74
[15] TIRAMONTI, Guillermina; SUASNÁBAR Claudio; SEOANE Viviana, Políticas de modernización universitaria y cambio institucional, UNLP. FAHCE, La Plata, 1999, Pág. 97
[16] PONCE, Aníbal, Educación y lucha de clases, L.J. Rosso, Buenos Aires, 1936, Pág. 286
[17] PONCE, Aníbal, Educación y lucha de clases, L.J. Rosso, Buenos Aires, 1936, Pág. 292
[18] UNZUÉ, Martín, “Democracia Universitaria: el rol del claustro de graduados”, Congreso Latinoamericano de Educación Superior en el Siglo XXI, Universidad Nacional de San Luis. 18-19 y 20 de septiembre de 2003, Pág. 1
[19] BIAGINI, Hugo Edgardo, La reforma universitaria: Antecedentes y consecuentes; Ed Leviatán, Bs. As, 2000, Pág. 72
[20] BERDAGUER, Leticia Fernández, “La perspectiva de los actores sociales sobre la Universidad” en KROTSCH, Pedro y PRATI, Marcelo, La Universidad cautiva: Legados, marcas y horizontes, Ed Al Margen UNLP FAHCE, 2002, Pág. 258
[21] UNZUÉ, Martín, “Democracia Universitaria: el rol del claustro de graduados”, Congreso Latinoamericano de Educación Superior en el Siglo XXI, Universidad Nacional de San Luis. 18-19 y 20 de septiembre de 2003, Pág. 2
[22] FACULTAD DE PERIODISMO Y COMUNICACIÓN SOCIAL, Fundamentación de la transformación curricular, La Plata, 2005, Pág. 14
[23] TIRAMONTI, Guillermina; SUASNÁBAR Claudio; SEOANE Viviana, Políticas de modernización universitaria y cambio institucional, UNLP. FAHCE, La Plata, 1999, Pág. 97
[24] TIRAMONTI, Guillermina; SUASNÁBAR Claudio; SEOANE Viviana, Políticas de modernización universitaria y cambio institucional, UNLP. FAHCE, La Plata, 1999, Pág. 104

Enviado por Ángela Beatriz, la autora.
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