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La otra campaña: El sup Marcos, Delegado Zero, llama a los indígenas de Querétaro a seguir en pie de lucha

16.03.06

El subcomandante Marcos intenta platicar con una pequeña otomí durante la reunión con niños, donde leyó el cuento La flauta chueca Foto Víctor Camacho

Miércoles 8 de marzo de 2006

“El destierro es la respuesta de los gobiernos para la gente que pelea por sus derechos”

La Jornada

Vista Alegre Maxei, Qro., 7 de marzo. La reunión de adherentes a la Sexta declaración de la selva Lacandona en este suburbio de la capital del estado, que concluyó en las primeras horas de hoy, mostró un mosaico muy amplio de las luchas populares, muy duras en un medio tan conservador y autoritario como el queretano; especialmente, según consenso, luego de que el PAN conquistó el poder en la entidad. El delegado Zero reconoció al final que el diálogo había sido inusualmente “completo”. Aquí se vio una suma de reuniones, más que una sola; el despliegue de las experiencias de indígenas, campesinos, colonos, organizaciones no gubernamentales (ONG), trabajadores del transporte, jóvenes y ex presos políticos. Sería justo decir que todas se entrelazan y complementan.

El encuentro se celebró en una casa de uso colectivo en Vista Alegre Maxei, “semillero” de la lucha popular y la resistencia en el difícil medio queretano, que toma su nombre del ñañú, donde “Maxei” alude a que “el camino que tenemos que transitar es muy largo”. Y fueron precisamente los representantes indígenas de diversos poblados y colonias urbanas, como San Miguel, San Ildefonso y La Nueva Realidad, quienes iniciaron la jornada.

La organización Fuerza Hormiga Ñañú, de memorables movilizaciones en tiempos del PRI y luego del PAN, contó que en sus orígenes “hacia un montoncito y otro montoncito, como en el trabajo de la hormiga”. Pronto vieron que sus luchas “estaban funcionando”. El origen fueron los migrantes de Santiago Mexiquitlán, quienes fundaron la colonia La Nueva Realidad, contra los designios del poder. Su inspiración fue el levantamiento del EZLN. “Cuando el Ejército federal empezó a atacar a nuestros compañeros en Chiapas, nos movilizamos para detenerlo”, revelan.

En su lucha por tierras para vivir y espacios para trabajar y practicar el pequeño comercio, entablaron pláticas con el gobierno panista, “sabiendo que no iba a resolver nada”. En consecuencia, el gobierno encarceló a algunos dirigentes. En aquel entonces “recibieron el apoyo de los comandantes zapatistas”. Ante el delegado Zero, los pobladores de ese otro “semillero”, la colonia La Nueva Realidad, reconocieron que han logrado tener servicios, drenaje, electricidad, escuela, vivienda.

Otro indígena, a nombre del Consejo Indígena de la colonia La Nueva Realidad, contó que en el nacimiento de Fuerza Hormiga Ñañú participaron 18 personas. “Teníamos varios compañeros que dormían en la calle, sin dónde tener a sus familias. No era posible que siguieran así. Vimos a los hermanos zapatistas que estaban en Chiapas y dijimos, ’si ellos lo hacen, ¿por qué nosotros no?’ Decidimos tomar las tierras, en favor de 60 familias indígenas, y otras mestizas. Aprendimos a vivir, a mejor la calidad de vida, el trabajo mutuo, aprendimos de una gran organización. Tuvimos un gran maestro”, reconocieron de la impronta zapatista.

“Grandes luchas hicimos, pero no se ha logrado lo que queremos en nuestra colonia, que está al norte de Querétaro. Siempre nos han aventado a las orillas. Ya basta de tanto pisoteo, de tantas humillaciones. También los indígenas existimos.” En 1997 sufrieron represión y encarcelamiento de sus compañeros, en parte por su simpatía hacia los rebeldes de Chiapas. “Fuimos castigados y divididos, pero nos recuperamos y aquí seguimos.”

Varias mujeres toman la palabra y exponen sus vivencias. Una relata la experiencia de un plantón indígena, recuerda el trato racista de los mestizos. “Nos ven y tuercen la nariz, de que no les gusta nuestro olor.” Cuenta las violencias sufridas, para doblarles el coraje. “pero la guerra se gana sufriendo”.

Un hombre mayor llama: “Hay que levantarnos con una fuerza digna. Hay que hablarnos en otomí”. Un campesino de San Ildefonso habla de la represión, sólo “por hacer una petición ante el gobierno en tiempos del gobernador panista Ignacio Loyola Vera, que persiguió indígenas, y también a la sociedad civil pro zapatista”.

Las carencias, las promesas incumplidas, los engaños, la persecución judicial. Se suceden las denuncias del municipio de Amealco, próximo a la capital queretana, y del pueblo San Miguel Tlaxcaltepec, donde el comisariado ejidal oficialista vendió tierras ejidales mediante engaños, y ahora quiere expulsar a las familias que viven en ellas.

Pascual, un ñañú que permaneció en prisión durante todo el gobierno de Loyola Vera, afirma que “son muchos los sufrimientos, pero uno muy grande es la emigración. La hemos hecho por falta de apoyo y conocimiento. Emigramos a las grandes ciudades de nuestro país y al extranjero. Nos atropellan, nos amenazan, nos maldicen, nos reprimen, nos acusan de ensuciar sus fachadas y nos regresan a la fuerza”.

Reconoce que La Nueva Realidad y Vista Alegre Maxei han sido “semilleros para los indígenas que deambulábamos en la vía pública, pues nos dieron el camino de autorganizarnos. Nos juntamos 120 compañeros que andábamos por las esquinas de la ciudad. Cuando el zapatismo empezó a sonar empezaron también a perseguirnos. Luchamos por una autoridad comnitaria. En San Ildefonso los demás partidos hicieron pacto para que nuestro compañero no ganara, y ganamos. Al compañero le permitieron estar en el cargo tres meses, hasta el 31 de diciembre de 1997″.

Pascual prosigue: “Eramos presos políticos porque seguimos el pensamiento de los zapatistas; por eso nos persiguió el gobierno”. Reconoce que su organización ha sufrido embates graves y divisiones, y ahora está en fase de recuperación de su lucha. “Luchamos contra las promesas que se repiten cada tres o seis años. Lo más espantoso han sido la injusticia y que nos peleemos entre hermanos. Pero ya nadie nos representa, más que nosotros mismos. Entre nosotros nos guardamos el respeto y la cordura.”

El subcomandante Marcos reconoce: “todo lo que hemos logrado hacer es por gente como ustedes”, y los exhorta: “tienen que volver a levantar la organización, la fuerza ñañú. La que vamos a hacer es la mera lucha; si se pierde ésta se pierde todo el país”. Habla de las mujeres zapatistas, de su influencia en el movimiento rebelde, y se extiende a las presentes: “Las mujeres sabemos que nos chingan como pobres y como indígenas. Nos avientan agua porque así es como corren a los animales”. Y añade: “Tenemos que unirnos con los trabajadores de la ciudad. Vimos claro que los que más decidido van a luchar son los pueblos indios. Ya no estamos luchando para ver que nos va a dar el gobierno, sino que es por quitarlo. Y tenemos que estar truchas para que a la hora que vamos a ganar no nos dejen olvidados otra vez”.

Enseguida comenzó la reunión con trabajadores del campo. Anselmo Martínez, otro de los presos políticos del Frente Independiente de Organizaciones Sociales (FIOS, que pronto cambió a FIOZ al hacerse zapatista) bajo el gobierno de Loyola. “Fue por la ‘Z’ que nos trataron peor.” Relata que en 1998 el gobierno militarizó Santa Rosa Jáuregui, estableció retenes y hostigó con interrogatorios y cateos a los campesinos. “Pretendían la destrucción de la familia, nos quisieron comprar. Le dijimos que no estábamos en venta, y nos respondieron que nos iba a pesar.”

Un representante de San José el Alto, que junto con Santa Rosa y San Isidro Buenavista solía ser una bolsa de votos verdes para el PRI, relató que en 1995 el gobierno de Mariano Palacios Alcocer despojó a los campesinos de muchas hectáreas para construir una prisión, el rastro y una carretera. Habló de cómo las parcelas se titulan individualmente, que es el preámbulo a perderlas. “Uno siente como si le desprendieran el corazón, pero el campesino vende su tierra porque su mesa está vacía. Qué gobierno tan perverso. Nada le interesa la historia.”

Otro labriego refiere que “la tierra, que es de nosotros, ahora es del nuevo presidente municipal. Ahora sí van a meter pavimentación, porque los dueños son otros. Se las vamos a prestar un rato, pronto las recuperaremos”.

Ante esto, Marcos expresa: “Estamos sufriendo una nueva guerra de conquista”, y en relación con el penal en San José, comenta que seguramente servirá para encarcelar a los hijos de los campesinos que fueron dueños de esas tierras. “El destierro es la respuesta de los gobiernos para la gente que lucha por sus derechos.” Adelanta que los precios de los productos seguirán bajando, y que el gobierno lo tiene calculado. “Lo que no calcula es la rebeldía de la gente.”

Tras escuchar a miembros de diversas ONG, dice que éstas son “la conciencia incómoda de la sociedad” y reconoce sus avances sobre la cuestión de género y la diversidad sexual, además de estar atentos de los problemas ambientales y el desarrollo sustentable.

Luego hablan los punks libertarios, anarquistas y autogestionarios, quienes exponen sus ideas de acción política y participación social, así como la constante represión policiaca de la que son objeto. Enseguida los colonos de Maxei cuentan sus 20 años de lucha, sus conquistas, el proceso de construcción de su colonia y su organización.

Los jóvenes de Maxei (”una madre, una semilla que engendró muchos frutos”) refieren que crecieron en la lucha de sus padres, lo cual reforzó en ellos su sentido de solidaridad. Señalan la importancia de la organización en torno a proyectos definidos, y que “el individualismo es un elemento indispensable para la implantación del neoliberalismo”. La experiencia que heredan “con respeto y responsabilidad” los hizo parte de ese proceso de conformación política, geográfica y social del espacio donde hoy nos encontramos”, y se pronuncian por reactivar el legado de sus padres, enriqueciéndolo con una sólida base política.

Finalmente habla Sergio Jerónimo Sánchez (otro de los presos políticos del ex gobernador Loyola Vera), quien extendió la solidaridad de la otra campaña a otros luchadores que permanecen presos: los barzonistas Rubén Díaz Orozco y Angel Guillén Pérez (abandonados por su organización), y Martha, la compañera de Anselmo Martínez.


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