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Narra Marcos: “no queremos que el gobierno nos dé la mano, sino que nos quite el pie de encima”

27.03.06

Reunión en Ayotitlán, en imagen del jueves pasado Foto Víctor Camacho

Sábado 25 de marzo de 2006

En Ayotitlán exigen se retire “convenio” con minera “que roba nuestra riqueza”

El campesino cava su tumba si cae en la “trampa” del Procede: Marcos

La Jornada

Ayotitlan, Jalisco, 24 de marzo. “Que le den a Ayotitlán lo que merecemos, que nos respeten, y ya no le pedimos ni agua al gobierno”. Con esas palabras, Gaudencio Mancilla resume lo que necesitan hoy miles de pueblos, colonias y ciudades. Millones de personas. Pero él sólo se refiere a una comunidad nahua de la sierra de Manantlán, ubicada en la serranía que separa las ciudades de Colima y Autlán.

Invadido y despojado por la compañía minera Peña Colorada, el ejido Ayotitlán exige que se anule un “convenio” que la empresa “quiere aprovechar ilegalmente para explotar el mineral, engañando al ejido y robando sus derechos”, según se lee en una carta dirigida a “los vecinos y avecindados de Ayotitlán” por los representantes de ejidatarios, “con derechos plenamente reconocidos”.

Al recibir hoy al subcomandante Marcos en un encuentro de adherentes a la otra campaña, al que asisten más de un centenar de indígenas en el barrio de Tiroma, bajo la sombra de una enramada de palma en las afueras de Ayotitlán, municipio de Cuautitlán, los representantes ejidales y algunos ancianos exponen su lucha contra Peña Colorada, por la restitución de sus tierras y el reconocimiento de sus derechos como pueblo indígena.

“Somos ricos y somos pobres”, dice Nicolás Monroy. “La minera día a día nos está robando nuestra riqueza. Nos pagaron una miseria por la tenencia de la tierra que explotan para hacerse ricos”. La empresa compró algunas voluntades, falsificó otras, y terminó por imponerse y adueñarse de los yacimientos de hierro. Ya sufren todos las consecuencias del nuevo despojo. “Dicen que somos los malos porque andamos defendiendo lo que es nuestro”.

En la reciente elección de autoridades ejidales, la minera Peña Colorada “compró” al comisariado con una planilla financiada millonariamente, y al no alcanzar la mayoría abultó la elección con acarreados que no son ejidatarios. Así apuntaló su presencia en estas tierras “legalmente”, luego de que intentó sin éxito escriturar la mina en otro ejido. La planilla impuesta, e impugnada por los ejidatarios, fue la conformada por Jesús Michel Prudencio, Martín Martínez y Pedro Ciprián.

Engaño y violencia

Gaudencio Mancilla lo pone claro: “La base principal del engaño y la violencia está allá arriba”. Existe resolución de la Secretaría de la Reforma Agraria favorable al ejido. “Es ‘la’ Peña Colorada la que no ha permitido que se ejecute. Pero no vamos a retroceder, y no vamos a dejar que se lleve más piedras. Y eso que yo creo que la empresa es la dueña del mundo: antes las nubes llegaban al pico, al pulmón de este cerro, y ahora ya no llegan como antes”.

No es pensamiento mágico, es puro ojo de campesino. Gaudencio advierte: “Ya no permitiremos, no aguantaremos las barbaridades que hace esa empresa, que no es viable y posible, y queremos que se sepa. Necesitamos unidad para defendernos. Si hay un encarcelado o muerto, la responsable será la empresa. Y ya se los dijimos. Han querido quitar el maíz y despojar el terreno. Y aquí estamos. No lo digo a los que están aquí. Se los digo a los de allá arriba. Al gobierno. Nuestra lucha es para defender a nuestra comunidad”.

El sol de la tarde proyecta sombras incompletas sobre los sombreros de los hombres y las cabezas de las mujeres procedentes de Ayotitlán, Telcruz, Cuzalapa, Los Robles y otros poblados indígenas y campesinos de Manantlán. También se encuentra aquí una delegación de representantes huicholes, y unos 30 adherentes de otras partes de Jalisco a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.

Rogelio Rojas dice: “Entendemos que tenemos un gobierno represivo. Cada día se aprueban más leyes para justificar el despojo. Es el momento oportuno para tomar decisiones. Así como hacen los zapatistas, nuestros abuelos nos enseñaron a nombrar a nuestros representantes, pero hemos caído en la trampa de los partidos políticos”.

El saldo ha sido divisiones. Javier, otro campesino, agrega que las cárceles de Cuautitlán y Chuatlán “están llenas de gente de nuestras comunidades en la lucha social”. Esto, aunque “nadie, ninguna comunidad, se dedica a destruir la tierra y la naturaleza”. Los persiguen, les prohíben cortar madera, les vedan el paso a territorios que les pertenecen.

No abriga falsas ilusiones: “Siempre que tuvimos algo bueno, nosotros lo hicimos, no el gobierno”.

Otro hombre asienta: “Se llevan la riqueza y nos dejan la basura. Por eso estamos contra el capitalismo”.

¿En cuántas partes del país es hoy evidente esta situación de “ahora o nunca”? Todo indica que en muchas. Y la gravedad del peligro hace renacer identidades, recuperar memorias colectivas, derechos legales y también ancestrales. Tan sólo aquí pudo existir en otros siglos una “pequeña república de Ayotitlán” que llegaba hasta el mar, donde hoy se encuentra el puerto de Manzanillo.

Don Jesús Ocaranza dice que ahora, a cada encuentro con el gobierno, sus programas y sus presiones, “nos encuentra más unidos”. El fantasma del Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede) y el de Certificación en Comunidades (Procecom) extiende sus alas sobre los pueblos, y esto se siente en la vida diaria, y en las participaciones. “Luchamos por la tenencia de la tierra. No nos respetan. A nuestros abuelos, de sus manos les empezaron a quitar la tierra. Los abuelos dejaron como herencia la demanda no cumplida en la sed de justicia. El abuelo nos dejó todos esos documentos”, y arenga: “No perdamos ‘el’ moral. Sigamos unidos, compañeros”.

A la reunión han llegado algunos de los ejidatarios que vendieron sus derechos, para que terminara beneficiándose la minera Peña Colorada. Y sorpresivamente llegaron algunos caciques de Cuzalapa, que han promovido la extensión de Procede en sus comunidades. Al tomar la palabra, por último el delegado Zero, ya al caer la tarde, hará referencia a ellos como “gente que se vino a asomar”, y para ellos expresará que los que venden la tierra de sus pueblos están traicionándolos.

Los que se fueron “a asomar”

El subcomandante Marcos empieza por narrar a los nahuas de Ayotitlán y comunidades vecinas sobre los indígenas que con el tiempo formaron el EZLN; “estaban solos y abandonados en las montañas de Chiapas, y la única indígena que existía era la India María, o las que hacen artesanías, pero mero no nos tomaban cuenta nuestra cultura”. Dice que seguramente muchos aquí ya saben la historia de los zapatistas, pero a lo mejor no los que “nomás se vinieron a asomar”.

Establece un paralelismo entre las tradiciones y la historias verdaderas de los pueblos de Chiapas y la sierra de Manantlán. “Un lugar especial lo tiene la gente mayor, la de edad”. Y cuenta de cuando dijeron, “no queremos que el gobierno nos dé la mano, sino que nos quite el pie de encima”. Ofrece una reseña, en lenguaje muy directo, muy campesino, sobre la autonomía y el derecho a la tierra, y las evidencias de que el gobierno y los ricos “lo que quieren es hacerle daño a la tierra”. Así allá en el sureste como acá en Jalisco.

Razona en favor de la unidad entre los pueblos y de éstos con los demás trabajadores y gente de abajo, los jóvenes de la ciudad, los defensores del medio ambiente, los colectivos, los pescadores, los maestros, etcétera.

Expone que las presiones “para vender la tierra por lo que sea, minas o lo que sea” son comunes en todo el país. La otra campaña lo ha ido confirmando en los 14 estados que lleva recorridos hasta aquí, donde concluye la etapa de Jalisco, para iniciar mañana en Nayarit.

Las penurias por el Procede y el Procecom no son exclusivas de Jalisco. Ni siquiera en estas tierras que parecen pobres. Algunos poblados brotan de las rocas, como ciertas milpas un poco milagrosas.

Luego de un largo trayecto en terracería, el delegado Zero y su caravana fueron recibidos este jueves con un ritual tradicional. Ya luego transcurriría la reunión, una auténtica asamblea, al cabo de la cual Marcos hablará sobre la “trampa” de los programas de titulación individual promovidos por el Estado. “Y entonces, aquellos que están en favor del Procede, porque aquí hay unos que están oyendo, que piensan que es bueno, haz de cuenta que estás cavando tu tumba como campesino, como indígena. El que le entra a eso no está vendiendo su alma al diablo, está comprando su muerte”.

Hablando de las comunidades indígenas, hace eco a lo que expresaron antes los representantes de Ayotitlán: “Siempre que tuvimos algo bueno es que lo luchamos juntos. Nadie vino a regalarlo”.

Y sin aludir directamente a algunos presentes, expresa: “La gente que vendió, que se dejó engañar, se murió, aunque esté viva. Ya no puede dar la cara, de vergüenza. Y está más jodido que el que luchó”. Pero dirigiéndose también a ellos, dice enseguida a los que aún resisten: “Piensa si te unes con los demás compañeros de la sierra. Ya está grande la otra campaña. Y si te juntas con los de la Huichola, ya está más grande. Y con los explotados de Jalisco. ¿A poco no es un buen tanto?”

“El de la minera se tiene que ir”, expresa también, pues propone a los ejidatarios no ceder y recuperar lo que les pertenece.

Lo han escuchado con atención. Lo han recibido con respeto. Al inicio de la sesión, Marcos fue presentado como “el subcomandante que le dicen en Chiapas, y allá saben por qué, pero para nosotros los indígenas de la sierra de Manantlán es el comandante Marcos”.

En su discurso final, el delegado zapatista los remite a los mayores de aquí, “los que más saben”, y hace mención a lo dicho por un hombre de Ayotitlán, de que los ancianos antes engendraban hijos hasta el final de su vida. “Aquí vivían hasta muy avanzada edad. Y se reproducían, según estuvieron presumiendo”, lo que provocó risas.

Invita a los campesinos nahuas de la sierra de Manantlán en general a que “sigan su lucha, no la vayan a desaparecer, no la metan en otro lado”. Y a que le entren a la otra campaña, para que su voz sea más escuchada y su fuerza sea más grande.


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