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Para cristianos rebeldes: La Fe y las Convicciones como Inspiradores de una lucha por una Sociedad más Justa

31.03.06

P. Víctor E. Masalles

Este tema fue presentado en la puesta en circulación del libro “Pensamiento y Acción” de José Gómez Cerda, en el Instituto Nacional de Formación Agraria (INFAS) de Santo Domingo, República Dominicana el dia 26 de marzo del 2006.

Víctor E. Masalles se graduó de Economía en la UASD. Luego de sus estudios filosófico-teológicos en Santo Domingo hizo Maestrías en Espiritualidad y Teología Bíblica en Roma. Su doctorado fue en la Universidad Gregoriana, también de Roma. Enseña Sagradas Escrituras, Espiritualidad y Retórica en diversas instituciones. Es el Rector del Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino desde el 2002.

Muy buenas noches a todos los aquí presentes. Quiero, ante todo, agradecer a mi amigo José Gómez Cerda el privilegio que me ha dado de expresar algunas palabras en este acto de puesta en circulación de esta nueva obra: “Pensamiento y Acción”, en donde nos presenta una gama de hombres grandes en la historia que se atrevieron a tener horizontes elevados y fueron capaces de articular ideales y acción en un mismo riel.

Lo conocí en el año 1986, cuando él enseñaba en el Seminario la materia de Economía, materia que pertenecía a mis primeros estudios universitarios que tuve el privilegio de realizar en la década de los 70´s en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Luego nos volvimos a encontrar en Roma en el año 1995, cuando de pasada se dirigía a prestar los servicios en la Secretaría General de la Federación Mundial de Trabajadores de la Agricultura en Bruselas.

Finalmente vuelvo a encontrarme con él en el año 2001, a mi retorno de Roma, en donde comienzo a conocer su trabajo y su aporte en el mundo del sindicalismo tanto a nivel nacional como a nivel internacional. Y es por esta razón, que recibo esta obra con gran complacencia e identificado con el pensamiento de su autor.

El tema que pienso tratar es el de “La Fe y las Convicciones como Inspiradores de una lucha por una Sociedad más Justa”, por lo que procedo a introducir mi exposición.

Introducción

La época en que nos ha tocado vivir es muy particular en la historia humana. Nos encontramos en un tiempo de cambios acelerados, en los que se entremezcla el más sofisticado mundo de la tecnología con altísimos y espantosos niveles de pobreza, que conjugan una sociedad en la que se evidencia que ella todavía no ha sido capaz de comprender los verdaderos retos que se le presentan.

Acontecimientos como la caída del Muro de Berlín y el desmante-lamiento de la Unión Soviética parecían tan sólo hace unos años realidades inimaginables.

La revolución de la información le permite al hombre estar enterado instantáneamente de todo lo que acontece en el mundo. La televisión en vivo y en directo, el teléfono celular, la comunicación por satélite, las redes de Internet, la popularización de los computadores, entre otros, le permiten a un adolescente tener un mayor acceso a información de la que años atrás tenía el más renombrado científico o investigador. Los recursos que ofrece la tecnología cambian a una velocidad mayor de lo que el hombre necesita.

Ya no podemos predecir el comportamiento de la humanidad a mediano plazo, todo pasa aprisa. Parecería como si pudiésemos decir: “Bienvenidos al futuro”.

Pero este futuro nos ha llegado por la puerta de atrás, porque este vendaval de electrones viene acompañado de un mal sabor de miseria que le quita todo el brillo a la ceremonia de la historia presente.

Los tiempos en que vivimos

Sabemos muy bien que la modernidad le dio plena acogida al dicho de que “la verdad es una sola”, pero lo era sólo la verdad científica, racional y demostrable en la que el mito del progreso, la ciencia y la tecnología dejaron al hombre en una fascinación por un humanismo secular y lo llevaron a cerrarse en el individualismo, amenazando así la convivencia natural (vecindario, paraje o pueblo) y empujándolo a reducir drásticamente su nivel de interrelaciones (familia numerosa, círculo amplio de amigos).

Pero nos encontramos en plena época de la post-modernidad, donde se pierde la fuerza del valor absoluto de lo racional, dando paso a una era que tiende a un total relativismo de los valores y de las verdades[2], llevando al hombre a necesitar buscar más allá del frío dato científico o racional, abriéndose a nuevas maneras de expresión de su búsqueda de realizarse como persona con dignidad propia.

A pesar de lo sofisticado de las comunicaciones y de estar en contacto con todo y con todos, el hombre se siente profundamente solo y aislado; a pesar de los conocimientos que le ofrece la tecnología el hombre destruye el medio ambiente en el que vive; a pesar de que dispone de una gran cantidad de información sobre la situación económica mundial, se desinteresa de las realidades sociales; a pesar de que desarrolla al máximo la medicina a fuerza de dólares, destruye a sus semejantes con armas y con los más sofisticados instrumentos de destrucción a costos mucho mayores.

Este hombre, encerrado en los cánones de la globalización, se limita a vegetar desanimado en el mundo del anonimato. Ha dejado de pensar que el mundo va a ser mejor cada día, y en un esfuerzo por quitarse el ropaje de la racionalidad, se siente desprovisto de respuestas que le puedan dar un sentido a su existencia. Para él es muchas veces una búsqueda a ciegas.

¿Hacia dónde vamos?

Para entender el fenómeno de la globalización hay que entender que en inglés global significa mundial, y no general, como lo entendemos en el castellano. Su sinónimo en nuestro idioma sería “mundialización”. Quizás los que distinguen mundialización de globalización no entendieron que en el imperialismo anglosajón ambos procesos han ido tomados de la mano y han sido concebidos por la misma cabeza. Recordemos las palabras de Eduardo Galeano: “La diosa tecnología no habla español”[3].

Así las empresas, las finanzas y la información se manejan a un nivel mundial, en donde el planeta se transforma en una pequeña aldea en donde todos estamos en un igual nivel de contacto sin importar las distancias. Un hombre puede a veces estar más cerca de personas de países lejanos que de las que viven a su lado. Y es que el arraigo afectivo hace más difícil y comprometedora la comunicación y la relación con los demás. El trasfondo ideológico de este fenómeno es evidente. El capitalismo salvaje es el que dicta las pautas al ritmo de las ideas del neoliberalismo.

El hombre de la post-modernidad en nuestros países combina los sistemas más avanzados de la tecnología con las estructuras de subdesarrollo que mantienen a una gran parte de la población en los márgenes de la pobreza y la miseria, y con una tendencia constante al aumento.

El pluralismo y el relativismo tienen como resultado el provocar un estado de gran inseguridad en el hombre de hoy, que se puede notar en que a una persona se le puede ver ascender en la escala social con el narcotráfico, la delincuencia y la corrupción política y administrativa, de la misma manera que se le puede ver descender en esta escala social cuando busca vivir honestamente los más elevados valores humanos. Esto es el reflejo de lo que podríamos llamar una “sociedad enferma”.

El Hombre de la Post-modernidad
El hombre de la postmodernidad ha sido programado para tender sólo a la búsqueda del bien individual, al margen del daño que esto pueda llegar a generar en otros o del bien que le pueda evitar. La búsqueda del confort y del placer son los valores primordiales que mueven el accionar de la maquinaria social y sus hélices son el consumismo, el individualismo, el hedonismo y el relativismo.

De ahí que en el hombre típico de la era cibernética no existe la menor preocupación por los problemas de los demás, pues la vida se plantea en un constante ascenso social, en donde nunca se mira hacia “abajo” y no se detiene a reflexionar sobre la realidad de los excluidos de nuestro planeta, que se pasean por los supermercados de la vida para saciarse de sueños, y vaciarse de esperanza.

El hombre post-moderno se siente solo y desamparado, sin capacidad de confiar en el sistema que lo oprime y lo utiliza. Naufraga por los mares que le ofrecen mejores vientos, de ahí que vende sus ideales por poca cosa y no se aferra a nada de manera absoluta. Navegante de ideologías que lo oprimen, vagabundea por las calles buscando las sobras. Se siente como si fuera tan sólo una ficha más del engranaje social al que pertenece. Ante esta situación que debe enfrentar el hombre en la actualidad, y ante la situación de cambio de milenio, se hace una pregunta que hoy día sigue siendo ineludible: ¿Hacia dónde vamos?

Perspectivas del Hombre de la Post-modernidad

El hombre latinoamericano del s.XXI, alienado y alejado de sus raíces y los elementos de unidad e identidad nacional y continental se lanza a la búsqueda de nuevos valores. El imperialismo norteamericano ha logrado proyectar en América Latina el “Sueño Americano (American Dream)” más allá de sus fronteras, haciendo que nuestros países volcaran también todos sus sueños hacia el Imperio del fetichismo de la mercancía.

No es casualidad que tengamos cerca de 1,600,000 compatriotas que residen en el área metropolitana de Nueva York, muchos de los cuales se lanzaron en pos del “Sueño Americano” atravesando la “Pesadilla Domini-cana” del Canal de la Mona, estrecho de 160 Kms. que separa nuestra isla del Territorio Federal, para al máximo sobreviviendo en un apartamentito de mala muerte en Washington Heights.

Todo esto por la situación de incapacidad de que se creen los espacios para que en nuestro país el trabajador pueda vivir dignamente ha provocado un éxodo de riqueza humana que ha tenido que ampararse en los modestos trabajos de los dominicanos en la Ciudad que nunca duerme.

Sabemos muy bien que en los procesos económicos de nuestro país la mano de obra sigue siendo uno de los insumos más afectados y por las oligarquías nacionales. El sistema vomita hombres en vertederos de pobla-ciones marginales despojadas del derecho al trabajo decente, que permite ganar salarios mucho más bajos que en países como los Estados Unidos. En países como los nuestros la productividad se fabrica a costa de una mano de obra que ofrece a muchas familias niveles de pobreza radical[4], para adornar los palacios y descarados despilfarros de las familias de los opresores.

Algunas líneas en la Biblia y en la D.S.I.

En la Biblia tampoco deja de estar presente el reclamo de las justas reivindicaciones por el salario del trabajador. A pesar de la rudimentaria sociología que acompaña a muchos textos de la Biblia, que sabemos que es debido a las limitaciones del tiempo en que fueron escritos, los autores hacen duras críticas al respecto. Veamos un interesante texto bíblico de la Carta de Santiago:

Stgo 4,13-5,6: “13Ahora bien, ustedes los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí el año, negociaremos y ganaremos»; 14ustedes que no saben qué será de su vida el día de mañana… ¡Son vapor de agua que aparece un momento y después desaparece! 15En lugar de decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello». 16Pero ahora se jactan en su fanfarronería. Toda jactancia de este tipo es mala. 17Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.5 1Ahora bien, ustedes, ricos, lloren y den alaridos por las desgracias que están para caer sobre ustedes. 2Su riqueza está podrida y sus vestidos están apolillados; 3su oro y su plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra ustedes y devorará sus carnes como fuego. Han acumulado riquezas en estos días que son los últimos. 4Miren; el salario de los obreros que segaron sus campos y que no han pagado está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. 5Han vivido sobre la tierra lujosamente y se han entregado a los placeres; han hartado sus corazones para el día de la matanza. 6Condenaron y mataron al justo y no les resiste”.

Quizás este sea uno de los pasajes que aluden más claramente a la situación de la injusticia laboral en su tiempo. Hace un rústico, pero valiente análisis de expropiación del trabajo del asalariado y que se usa para disfrutar de los lujos y los placeres de la vida. Es una llamada a los miembros de la Iglesia a sensibilizarse con el producto social de este proceso llamado “hombre explotado”, proceso que no se irradia en beneficio de todos, sino que consolida los desniveles existentes.

El problema de la Biblia es que afronta la realidad social sin las herramientas necesarias que le permiten al creyente analizar las causas de la pobreza. Es sólo a partir de la sociología moderna y de los análisis críticos de la realidad a través de los cuales el creyente puede iluminar sus opciones y combatir la pobreza con una mayor eficacia.

Entre los documentos de la DSI acerca de las cuestiones sociales surgirá en el 1891 el conocido primer documento que fue promulgado por León XIII, y es la Rerum novarum, que examina de manera más definida la cuestión de los trabajadores asalariados, especialmente los de la industria, en orden a proponer un orden más justo[5], incluso en las relaciones laborales[6].

A los 40 años después del primer documento, Pio XI confirmará con el documento Quadragesimo anno los postulados de la primera, extendiendo la atención que se debe poner no sólo a la justa retribución del asalariado, sino a las necesidades de su familia[7].

A los 90 años surgirá la Laborem exercens, de Juan Pablo II, que aportará el principio del trabajo humano como el bien fundamental y como clave para “hacer la vida humana más humana”[8]. A los 100 años de la primera encíclica Juan Pablo II presentará la primera encíclica en cuestiones sociales luego de la caída del Muro de Berlín, que será la Centesimus annus, en el 1991. Dando continuidad a la D.S.I. expuesta hasta ahora. La misma hará referencia a la nueva era que se avecina con el acercamiento de las dos europas, cuya primera consecuencia será el encuentro en muchos países entre la Iglesia y el Movimiento obrero, el cual, habiendo nacido como una reacción de orden ético-cristiana a la situación de injusticia, había quedado bajo las teorías materialistas y economicistas del marxismo[9].

Cómo pensar que la inquietud por las desigualdades sociales es una cuestión reciente. Como breve ejemplo de lo que digo sólo menciono una frase conocida de San Basilio del siglo IV d.C:

“Lo que a ti te sobra, pertenece a otro. El pan que tú guardas pertenece al hambriento. Los vestidos que tienes en tu cofre, al desnudo. El calzado que se pudre en tu casa, al descalzo. El dinero que atesoras, al necesitado[10]”.

El libro que hoy pone en las manos José Gómez Cerda, “Pensamiento y acción”, va en consonancia con lo antes expuesto. Nos presenta veintiún personaje que cambiaron el mundo, sencillamente porque se atrevieron a verlo con prismáticos nuevos, e inspiraron a muchos acerca de la necesidad de luchar por una nueva sociedad más justa y digna.

Me pidió que hiciese mención de dos de ellos. Me centraré en dos abogados, a los que la profesión les quedó pequeña, pues entendían que en las cuestiones de derecho, la consagración para construir una vida mejor está más allá de los códigos civiles, por perfectos que sean.

Me referiré primero al abogado Alberto Hurtado, que estudió Derecho en la Universidad Católica de Chile, y después al abogado Mohandas Karamchand Gandhi (Mahatma Gandhi), que estudió también Derecho en el University College de Londres. Conocemos la vida de ambas figuras, y sabemos de sobra que en ellos, la justicia que procuraron se debió a motivaciones mucho más elevadas que las de una simple profesión.

La Fe como Estímulo al compromiso

En completa consonancia con los principales documentos de la D.S.I. expuesta hasta entonces, esto es, Rerum novarum (1891) y Quadragesimo anno (1931), la Iglesia de Chile ha vivido un camino de reflexión social intenso basado en estos documentos.

En ese fervor surge la figura de Alberto, estudiante de Derecho que entra en contacto con la reflexión social de la Iglesia en el 1920, participando en el Círculo de Estudios León XIII. Luego de diplomarse en el 1923, ingresa en la Compañía de Jesús en ese mismo año, tomando los votos en el 1925. Surge en este proceso un claro signo de que la fe necesariamente debe ser un estímulo para el compromiso social.

Normalmente está presente en la idea de muchos de que la fe y el compromiso social están reñidos, por lo que, con un dualismo espiritualista opone la relación entre fe y praxis, o como diría el autor: “el pensamiento y la acción”. En Alberto Hurtado, S.I., el camino cristiano pone ambos polos en íntima relación.

El joven jesuita se ordena sacerdote en el 1933, y su ministerio estará orientado en sus primeros años a acompañar la juventud chilena. En el 1941 es nombrado Asesor de la Acción Católica de Jóvenes de Santiago. En ese mismo año escribe un libro que tituló ¿Es Chile un país católico?, el cual marcó una época en Chile. Con gran agudeza, optimismo y valentía, abre los ojos de muchos católicos acerca de la verdadera situación del catolicismo en Chile en medio de la situación del horror de la guerra[11].

Además de los jóvenes, otra de sus grandes preocupaciones fue la condición de vida de los obreros. Insistentemente, el Padre Hurtado abogó por la sindicalización de los trabajadores como medio principal de mejorar su calidad de vida, de superar las desigualdades y de implantar un orden social cristiano y hacer presente a la Iglesia en el terreno del trabajo organizado[12]. Para estos fines fundó en el año 1947 la Asociación Sindical y Económica Chilena (ASICH).

Todo este proceso estaba asociado con una pertinaz crítica al modo de vida de la clase alta chilena, lo cual le valió la antipatía de personas influyentes que, acusándolo de tener “ideas avanzadas en el plano social”, lograron que presentara su renuncia al cargo de asesor de la Juventud Chilena.

Ante las dificultades de enfrentar a los sectores de poder el mismo Hurtado manifestaba aún más el deber de la sociedad y junto con los jóvenes y los obreros, su causa se dirigió al extremo más duro de la pobreza: la indigencia. El mismo Alberto repetía: “Acabar con la miseria es imposible, pero luchar contra ella, es deber sagrado”.

Su personalidad era recia. En referencia a las críticas de los sectores de poder escribe en una de sus cartas: “Claro que hay muchos peligros, y que el terreno es difícil… ¿Quién no lo ve? Pero, ¿será ésta una razón para abandonarlo aún más tiempo?… ¿Qué alguna vez voy a meter la pata? ¡Cierto! Pero no será más metida de pata, por cobardía, por no hacer lo que pueda”[13].

En uno de sus viajes a Europa del año 1947 el padre Hurtado viajó a Europa y en Roma fue recibido, el 8 de octubre, por Su Santidad Pío XII, a quien pidió autorización para preparar dirigentes obreros en el pensamiento católico para los sindicatos, y patrones jóvenes comprometidos con la doctrina social. La petición fue bien recibida por el Papa.

A pesar de que el desarrollo de la ASICH se realizó con reticencias por parte de la jerarquía de Chile, en el año 1950 la misma fue reconocida por la Conferencia Episcopal Chilena, lo cual constituía un espaldarazo a su obra. Las invitaciones que recibirá por parte de episcopados y organizacio-nes sindicales de diversos países.

A través de sus conferencias, actividades y de la revista “Mensaje” el Padre Hurtado se convertiría en el Apóstol de la clase trabajadora, ayudando a toda una generación chilena a tomar conciencia de la necesidad del trabajo del sindicalismo autónomo en la defensa del trabajador. Será el inspirador del sindicalismo latinoamericano.

La muerte de Alberto Hurtado en el año 1952 fue un gran impacto para una sociedad que aprendió que la fe es un estímulo para comprometerse en la lucha de una sociedad más justa. La Iglesia lo ha afirmado a través de la D.S.I. y lo ha confirmado con la beatificación del P. Hurtado el día 16 de octubre de 1994 por Juan Pablo II, que representa un espaldarazo total a su obra. Posteriormente canonizado el 23 de octubre del 2005 por Benedicto XVI. Es un claro testimonio de que la fe y el pensamiento deben ser proyectados en la acción y viceversa.

Las Convicciones como estímulo a la Resistencia

Gandhi es una de las personalidades más importantes del siglo XX. Permanece en la memoria de la humanidad como símbolo de la acción polí-tica y reivindicativa fundada en el espiritualismo y la resistencia pacífica.

Estudió Derecho en Inglaterra, graduándose en 1891. Hubo dos libros decisivos que marcarán profundamente su vida: la Biblia y el Bhagavadgita. Del primero le cautivaron pasajes que postulan el pacifismo a ultranza y la ausencia de respuesta a las agresiones: “a quien te hiere en un mejilla, pre-séntale también la otra” (Sermón de la Montaña). Del segundo, libro sagrado del hinduismo, Gandhi extrajo la capacidad de esfuerzo y la resistencia tenaz ante la adversidad.

Gracias a la influencia de los textos de John Ruskin, Gandhi pasó a valorar en primer término el trabajo manual, o sea, lo conseguido por uno mismo con el propio esfuerzo; de Henry David Thoreau extrajo el concepto de desobediencia civil como modo de lucha y resistencia del individuo frente a la injusticia de las instituciones; y por último, de Tolstoi el anarquismo pacifico como una opción transformadora de la realidad social.

La síntesis fue una doctrina original en su conjunto, mas no en todos sus componentes, utilizando las influencias recibidas. Dos principios de la mística hindú fueron base de su sistema de pensamiento: la “satyagraha”, “fuerza de la verdad”, del que deriva el concepto de resistencia pasiva, y la “ahimsa”, “no violencia”.

El primero supone la búsqueda de la verdad como camino de rectitud y virtud; es, por tanto, una acción, por más que su componente sea físicamente pasivo: resistencia, vigor y fe son creencias que tienen su reflejo en los actos individuales. El segundo, la “no violencia”, deriva de la “satyagraha” (abrazo de la verdad en sánscrito), y su consecuencia directa: la fuerza de la verdad se impone por sí misma; al daño infligido no se responde con violenta; es la no violencia como modo de resistencia.

Estuvo 20 años en Sudáfrica. A raíz de un incidente comenzó a propa-gar la política de resistencia pasiva y la no cooperación con el gobierno sudafricano. Se dedicó al apoyo de las minorías tratados en condiciones humanas en esa colonia inglesa.

A su llegada a La India se dedicó de lleno a la política, en donde combinó los ideales que propagaba con un estilo de vida austero, eliminando cualquier atisbo de ostentación de sus ropas y alimentándose con lo estrictamente necesario. Se granjeó gran fama entre los suyos de hombre sabio y espiritual. En realidad fue Tagore el que le impuso el sobrenombre de “Mahatma”, que quiere decir alma grande. Para los hindúes se había convertido en un guía espiritual, un “karmayogui”, es decir, una persona rodeada de santidad y llena de bondad.

Los aspectos económicos del movimiento eran significativos, puesto que la explotación de los campesinos indios por los industriales británicos había originado una extrema pobreza y la virtual destrucción de la industria de la India. Gandhi propuso como solución a esta situación potenciar el renacimiento de las industrias artesanales. Comenzó a usar una rueca como el símbolo de la vuelta a la sencilla vida campesina que predicaba y del renacimiento de las industrias autóctonas, tales como el hilado manual, lo cual representaba un boicoteo a los productos británicos.

En el 1921 se le otorga la autoridad ejecutiva plena del Congreso Nacional Indio (o Partido del Congreso), grupo que encabezó el movimiento de independencia, incluido el derecho de designar su sucesor. La población india no entendió la doctrina de la resistencia pasiva, por lo que hubo revuel-tas armadas. Gandhi confesó que había fracasado su campaña de desobe-diencia civil. Encarcelado en 1922 y puesto en libertad en el 1924, se retiró de la vida política activa, pero no de su lucha por la independencia india.

En 1930 Gandhi proclamó una nueva campaña de desobediencia civil, organizada para romper simbólicamente el monopolio británico sobre este producto. Convocó a la población a negar el pago de impuestos con los que los ingleses gravaban la sal. Se llevó a cabo una marcha hasta el mar, en la que miles de indios siguieron a Gandhi desde Ahmadabad hasta el mar de Omán, donde obtuvieron sal evaporando agua del mar.

Arrestado nuevamente y puesto en libertad en 1931 para poder participar en el Round Table Conference de Londres, en donde se trató el tema de la independencia de la India. Las reuniones fracasaron y fue encarcelado nuevamente, desde donde realizó huelgas de hambre en defensa de los parias, despojados de derechos. En 1934 deja la política, sustituido por el dirigente máximo del Partido del Congreso, Jawaharlal Nehru

Finalizada la guerra, Gran Bretaña dividió su colonia en dos partes, la India y Pakistán, a lo que Gandhi se oponía. El proyecto planeaba crear dos países según la religión predominante en cada uno de ellos, la hindú en la India y la musulmana en Pakistán. Gandhi no pudo evitar la decisión del Primer Ministro Atlee, lo cual fue una fuerte decepción, pues siempre soñó con una India unida en la que tuviesen cabida todas las religiones conviviendo pacíficamente. El 15 de agosto de 1947 la India y Pakistán son declarados independientes del Imperio Británico.

Un año más tarde, en casa del primer jefe de gobierno hindú, Nehru, se retiró a orar junto con dos de sus seguidores, cuando fue ultimado por Viyanak Nathura Godse, extremista religioso que acusaba a Gandhi de traidor por propugnar la convivencia con los musulmanes. Godse le propinó tres tiros a quemarropa el 30 de enero de 1948 que acabaron con su vida.

Gandhi fue motivo de inspiración para otros movimientos políticos, incluso con procesos de naturaleza diferente al de La India. Entre ellos están el movimiento de Nelson Mandela en Sudáfrica y el de Martin Luther King en los Estados Unidos de América. La tenacidad de Gandhi y la fuerza de sus convicciones fueron capaces de motivar una lucha por una sociedad en donde todos en la sociedad pudiesen tener los mismos derechos.

En espiritualidades mal enfocadas hemos oído decir que ni la fe, ni el cristianismo, ni la religión deben “involucrarse con las cosas de este mundo, o con la política”. Sin embargo vemos que las enseñanzas de la D.S.I. así como los legados del P. Alberto Hurtado y Mahatma Gandhi nos dicen todo lo contrario. Para responder a esto hay unas interesantes e iluminadoras palabras de Gandhi al respecto:

“A mi juicio, la política separada de la religión no es más que una actividad perfectamente envilecida. Hay que rechazar siempre esta separación. Si la política se preocupa del bien de las naciones, es normal que un espíritu religioso se consagre a ella”[14].

La Fe y las Convicciones permiten que los ideales perduren

Vidas como las de Alberto Hurtado y Mahatma Gandhi son ejemplos claros de que los proyectos deben estar fundados en ideales muy definidos. Un ejemplo nuestro es el proyecto de la Patria Nacional, cuyo lema reza “Dios, Patria y Libertad”, que se apoya en la fe cristiana, y es la que le da origen a la nación. Negar sus raíces sería negar el proyecto.

La fe, las convicciones y los ideales son los que permitirán que los valores perduren. No es extraño que la muerte sea incluso la expresión de un ideal que perdura más allá de los tiempos. Para ilustrar lo que acabo de decir, quisiera terminar recordando las palabras dramáticas de alguien que no está en este libro, pero que se entregó a la causa de las luchas obreras y campesinas: Mons. Oscar Arnulfo Romero, obispo y Mártir de la causa de los explotados. Días antes de morir asesinado dio pruebas de que creía que cuando un ideal es auténtico, no hay ni tiempo ni distancia que lo detengan, al decir: “Y si me asesinan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.

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[2] Cfr. J.F. Lyotard, La condición posmoderna, 10.

[3] Cfr. E. Galeano, Las Venas Abiertas de América Latina, 404.

[4] Cfr. E. Galeano, Las Venas Abiertas de América Latina, 412-413.

[5] Cfr. RN 25.

[6] Cfr. RN 32.

[7] Cfr. QA 71.

[8] Cfr. LE 3.

[9] Cfr. CA 26.

[10] San Basilio, Homilía sexta, PG 31, 277.

[11] Cfr. Centro de Estudios y Documentación Alberto Hurtado, Un Fuego que enciende otros fuegos, 17.

[12] Cfr. Centro de Estudios y Documentación Alberto Hurtado, Un Fuego que enciende otros fuegos, 19-20.

[13] Cfr. Centro de Estudios y Documentación Alberto Hurtado, Un Fuego que enciende otros fuegos, 22.

[14] M. Gandhi, Todos los hombres son hermanos, 13.


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