El delegado Zero se reunió con pobladores del ejido Los Elisios, en la ciudad de Manzanillo, Colima, donde se encuentra al lado de una termoeléctrica que contamina el lugar Foto Víctor Camacho
Viernes 31 de marzo de 2006
Apoyado en una muleta, Epifanio comparte sus pesares con el delegado Zero
“Sólo sé que no quiero morir de hambre y tampoco pedir limosna”
El colectivo El Ultimo Andador se queja de la represión en la Universidad de Colima
La Jornada
Colima, Col., 30 de marzo. “Soy Epifanio, y vine a sumarme al Ejército Zapatista de Liberación Nacional porque no quiero morir de hambre, sed, ni frío. Tengo una pensión del ISSSTE de sólo mil 600 pesos mensuales, dicen los del gobierno que por los índices de la inflación. Yo no sé. Sólo sé que no quiero morir de hambre y tampoco quiero pedir limosna.”
Apoyado en una muleta y con voz entrecortada, Epifanio Villarreal Hernández tomó el micrófono en la plaza Libertad de esta capital para compartir con el delegado Zero su preocupación diaria. Epifanio tiene una discapacidad, camina con dificultad y hace un par de años se vio obligado a pensionarse porque en la Secretaría de la Reforma Agraria, donde trabajaba, sus jefes lo orillaron a dejar el puesto cuando ganaba 5 mil pesos mensuales.
El subcomandante Marcos dijo anoche ante centenares de personas reunidas frente a la basílica menor de la capital colimense: “No venimos a pedirles que confíen en nosotros, mucho menos en el hombre que oculta su rostro en una máscara. Venimos a invitarlos a que confíen en ustedes”.
Adán Reyes, del Partido Comunista, denunció que al igual que en la época colonial, cuando los españoles ordenaron tumbar las palmas de coco para obligar a la gente a consumir vino europeo en vez de la bebida que fabricaban los indígenas con la savia fermentada de la palma, ahora el gobierno estatal abrió las puertas al imperialismo para que se establezcan tiendas trasnacionales, situación que provoca el cierre de pequeños comercios locales.
Un integrante del colectivo El Ultimo Andador denunció que los miembros de esa organización son perseguidos por la policía preventiva del municipio conurbado de Villa de Alvarez y discriminados en la Universidad de Colima -a la que calificó de altamente represiva- sólo por el hecho de ser diferentes.
Al tomar la palabra subido en una mesa, en una de las esquinas de la plaza central, a pocos pasos del palacio de gobierno, Marcos habló por las amas de casa que se enfrentan diariamente “con mesas que cada vez tiene menos alimentos y de peor calidad”; por los trabajadores que ven despojados sus derechos laborales; por las mujeres que desde niñas empiezan a ser acosadas sexualmente; por los estudiantes que estudian una carrera por una vocación y después no encuentran trabajo; por los maestros que no tienen libertad de cátedra; por los ancianos y ancianas que son tratados como desecho.
“En todas partes estamos viviendo ese dolor y cada uno lo puede explicar mejor que otro porque es el propio, es su propia lucha, su propia indignación. Pero resulta que un puñado de hombres y mujeres: nosotros, nosotras, la otra campaña, hemos sentido el dolor por esa bandera que están enlodando allá arriba el presidente Fox, el gabinete, los diputados y senadores, los gobiernos y los partidos políticos, que ahora se disputan un puesto como si estuvieran disputando un presupuesto, y cualquiera de ustedes sabe que no les importamos nada.”
Ahora “simulan interés en nosotros, pero pasando el 2 de julio no existimos para ellos, ni aún como tengamos rostro o nombre. Esa es la gran paradoja: que a nosotros, indígenas de Chiapas, nos ven porque nos tapamos el rostro y a ustedes, que tienen el rostro descubierto, no los ven. ¿Qué clase de país es este? Este país es el que está moribundo porque alguien ha decidido vender esa bandera, pero nosotros hemos decidido que no lo vamos permitir”, enfatizó.
El delegado Zero aclaró que el EZLN llamó “a tumbar al supremo gobierno y a los ricos que los están sosteniendo, y entonces sí, que la gente que trabaja, la gente que estudia, decida qué gobierno, cómo y cuándo, y que ese gobierno obedezca a la gente del pueblo y no al revés como ahora, que tenemos que obedecerlos y además mantenerlos”.
Puntualizó que en la otra campaña “no venimos a pedirles a ustedes que confíen en nosotros, mucho menos en el hombre que oculta su rostro en una máscara. Venimos a invitarlos a que confíen en ustedes. No los estamos llamando a que se alcen en armas ni a que dejen su lucha, su historia, su ciudad ni sus calles, montañas, campos, salones de clase, cubículos, pequeños comercios, colonias populares. Los estamos invitando a que levanten más alto que nunca esas luchas y también la bandera nacional. Si no la levantamos ahora, no va a haber nada que levantar más que la vergüenza de no haber hecho nada”.
En la capital del decimiosexto estado que recorre la otra campaña, Marcos recapituló: “Hemos escuchado por todo el país sobre el campo destruido y despoblado y detrás de eso la entrada de grandes empresas. ¿Qué clase de país es éste que expulsa a quienes lo forman? ¿Qué clase de país es éste que desprecia y humilla a quienes lo formaron? ¿Qué clase de país es éste que ni siquiera le puede ofrecer el respeto a la dignidad de la mujer, el joven, el anciano, los niños? ¿Qué país es éste, a punto de perecer?”.
En la otra campaña, dijo, “les traemos la invitación a hacer lo que vamos a hacer. Les estamos avisando, pero queremos que estén junto con nosotros. No pedimos nada especial, sólo que confíen en sí mismos, en el lugar que se construyan con nosotros y que a la hora que enfrentemos al gobierno y a los grandes ricos con movilizaciones civiles y pacíficas podamos contar con ustedes, y que entonces el referente de Colima no sea el desastre natural, el ciclón, el terremoto, la erupción del volcán.
“El país está moribundo, pero hay mucha gente que no soporta más y va a reventar. Nosotros queremos que esa explosión sea por caminos civiles y pacíficos y que tenga un destino donde cada quien vea reconocidos sus derechos y su dignidad”, concluyó.
Bajo el volcán
Los habitantes del ejido La Yerbabuena (municipio de Comala), donde este martes se reunieron adherentes de la otra campaña de dicho poblado y de otras partes de Colima, saben el peligro que representa vivir a 8.5 kilómetros de la cima del Volcán de Fuego, pero han rechazado la reubicación definitiva debido a que se aferran a la tierra, desconfían de las autoridades locales y federales, y temen ser despojados por presuntos prestanombres del ex gobernador Fernando Moreno Peña, quien estaría interesado en adquirirlas para venderlas a empresarios hoteleros.
El último intento del gobierno por reubicar a los pobladores de La Yerbabuena, quienes se han declarado en resistencia civil pacífica, fue en junio de 2005, cuando a petición del mandatario colimense Jesús Silverio Cavazos Ceballos el presidente Vicente Fox giró instrucciones a los titulares de la Secretaría de la Reforma Agraria, la Procuraduría Agraria y el Registro Agrario Nacional para que “trataran de convencerlos” de que acepten vivir en otro sitio, elegido por ellos mismos, con el argumento de que sus vidas peligran.
La Yerbabuena es la población más cercana al coloso, seguida de La Becerrera, por el lado de Jalisco, situada a 11 kilómetros. Según los vulcanólogos del Comité Científico Asesor del Volcán de Fuego de Colima, en caso de una erupción violenta, La Yerbabuena sería sepultada por toneladas de piedras y cenizas calientes que descenderían rápidamente por las laderas a más de 150 kilómetros por hora.
La última erupción violenta del volcán ocurrió en enero de 1913 y, de acuerdo con el mapa elaborado por el Comité Científico, La Yerbabuena está asentada en restos solidificados de aquella erupción. En 1967 el gobierno federal otorgó mil 531 hectáreas a campesinos de Jalisco, quienes fundaron el ejido La Yerbabuena. Cada familia obtuvo lotes de mil 650 metros cuadrados para construir viviendas y el resto de la tierra se utilizó para cultivar café.
Hace 15 años, el ejido perdió mil 131 hectáreas que ahora forman parte del rancho El Jabalí, y los ejidatarios sólo conservaron 400, por las que están dispuestos a morir, explicó Leandro Cuellar, fundador del ejido.
La reubicación de quienes lo aceptaron se realizó en el sexenio de Fernando Moreno Peña a través del Instituto de Vivienda del Estado de Colima, que construyó 49 pies de casa que se entregaron a las familias. La nueva colonia se denomina La Yerbabuena II, conformada por viviendas de concreto separadas entre sí por un angosto pasillo de tierra. Cuenta con los servicios básicos y un área común.
Mientras en Cofradía de Suchitlán 46 familias reubicadas aprendían un nuevo estilo de vida, en las faldas del volcán las familias que rehúsan abandonar La Yerbabuena han efrentado al Ejército federal, al sistema de protección civil y al gobierno estatal que arreció sus acciones de convencimiento para sacarlos de la zona.
Entre enero de 2003 y mayo de 2005 los habitantes de La Yerbabuena vivieron en relativa calma, pues el gobierno del extinto mandatario Gustavo Alberto Vázquez Montes no emprendió ninguna acción. Sin embargo, Antonio Alonso Oseguera denunció que en junio de 2005, después de la visita que realizó a Colima el presidente Vicente Fox, los delegados de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, Eloy García Alcaraz; de la Secretaría de la Reforma Agraria, Ramón del Toro; la Procuraduría Agraria, María de la Luz Rodríguez Mendoza, y la ex delegada del Registro Agrario Nacional, Odilisa Gutiérrez Mendoza, empezaron a visitar la comunidad para ofrecerles 100 hectáreas de terreno en el municipio de Tecomán, además de maquinaria, casas y créditos para proyectos productivos. La comunidad rechazó la oferta.
Alonso Oseguera, quien opera un temascal al que acuden visitantes de Colima y otros estados los fines de semana, asegura que el movimiento de resistencia de la comunidad no es auspiciado por ningún partido político, pero sí cuenta con la solidaridad del EZLN. Los zapatistas “nos han hecho entender que no ganamos nada con derramar sangre y que nuestra lucha debe ser pacífica”, enfatizó.