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Llega la caravana zapatista a Morelos

11.04.06

Lunes 10 de abril de 2006

Autoridades y poderosos depredan bosque para enriquecerse, denuncian ejidatarios

Llega la caravana zapatista a Morelos, tierra de panistas y “grandes negocios”
En acto simbólico, el delegado Zero recorre la zona privatizada de esta comunidad
Realizará este día homenaje al general Emiliano Zapata en su aniversario luctuoso

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Recibimiento a los delegados zapatistas en Tlalnepantla, Morelos, donde hoy se rendirá homenaje a Emiliano Zapata Foto Carlos Ramos Mamahua
Tetela del Monte, Mor. 9 de abril. Ronda la muerte al último bosque del valle de Cuernavaca, una hermosa foresta húmeda de altura, con abundantes bromelias y orquídeas en las ramas y un ejército de árboles que pueblan los cuatro puntos cardinales. Hasta allá arriba llegó esta tarde la otra campaña. Unas 200 personas acompañaron a los comuneros de Tetela del Monte, una de ellos en silla de ruedas, con la columna vertebral dañada hace pocas semanas en un Centro de Readaptación Social (Cereso), por maltrato policiaco.

Doble brutalidad del gobierno panista de Sergio Estrada Cajigal: contra los árboles y contra la gente que los defiende, porque les pertenecen el suelo y el bosque.

En un dispositivo de judiciales digno de mejores causas, las autoridades se llevaron detenida a Carmen Lucila González Gómez por defender el bosque, en su triple carácter de comunera, ex presidenta del comisariado ejidal y abogada de sus hermanos comuneros.

El subcomandante Marcos recorrió con ella la explanada central de la arboleda. Los rodeaban el comisariado ejidal, nuevo y legítimo, de Tetela del Monte; un centenar de adherentes y simpatizantes de la Sexta declaración de la selva Lacandona, que incluía a muchos de los 40 ejidatrarios que han decidido impedir que pase por aquí la vía rápida oficialmente llamada Libramiento norponiente, pero conocida por los ejidatarios como “carretera México-Panamá”, sin el menor ánimo metafórico, además de otro centenar de personas de la caravana que acompaña al delegado Zero, ahora que se incorporaron a ella unos 50 estudiantes de la UNAM.

Las obras programadas por el gobierno morelense no sólo prometen ser extremadamente dañinas para el medio ambiente, sino que garantizan la culminación de un negociazo para los funcionarios panistas, que -según denuncian ejidatarios- ya adquirieron tierras en Santa María, Temixco y Pueblo Viejo. Estas son las zonas aún rurales y vecinas del bosque. Imagínese cuántas zonas residenciales se podrán “desarrollar” pronto gracias a la innecesaria vía de comunicación cuya construcción es ya un brillante negocio.

Carmen Lucila describe con fervor y casi cariño la situación (todavía) de esta zona. Sus barrancas siguen limpias, y en ella se dan tepocatas, esos reptiles pacíficos que Vicente Fox eligió alguna vez como encarnación de sus enemigos y hoy tienen aquí su último santuario de la región. En el proceso de defensa del bosque, los ejidatarios lo han abierto como centro deportivo de campo, con rutas para ciclistas cross-country, mesas para días de campo y áreas para recreación infantil. Lo han abierto, en fin, para el disfrute del bosque en sí mismo.

Al arreciar la presión gubernamental, los comuneros instalaron un campamento para defender el área. Con hachas y machetes vino a tumbarlo la policía. Ahora lo han vuelto a instalar.

Un grupo de pobladores del ejido Tetela del Monte ya cedieron. Comandados por la líder y precandidata del PRD a la alcaldía de Cuernavaca, Leoba Morales, que, como su nombre indica, amenaza con todos sus dientes y los de sus seguidores a los comuneros que se resisten a vender (o “aceptar” la expropiación).

Al salir hoy del bosque, este grupo increpará y apedreará a la caravana de la otra campaña, gritando: “¡Váyanse de aquí, que no es de ustedes!” Técnicamente, tampoco suyo, pues se encuentran en el lujoso desarrollo residencial que avanza ya hacia el bosque y, eso, fuera de la zona de calles privadas de la urbanización, con calles exclusivas para los ricos habitantes de las residencias que proliferan tras un retén de varias patrullas de la policía municipal y agentes de seguridad fornidos, mal encarados y con una pick-up de vidrios polarizados.

La gente de Leoba espera abajo. Por lo visto no se dan cuenta de que ya se comportan como despojados. Esta situación, claro, ya dividió a la comunidad de Tetela del Monte, que es de lo que se trata. ¿O no? Una minoría que cuenta con todo el apoyo de las instituciones. Están como quien besa la hoja de hierro que los habrá de guillotinar.

Recorrido por el bosque

El comisariado ejidal legítimo, compuesto por Arturo González García, Yolanda Cortés y Ubaldo Pérez, se dirige al delegado Zero en el bosque. Ubaldo expresa su preocupación de que la carretera va a interrumpir los mantos freáticos que descienden a la capital morelense. Esto reducirá la captación de agua de la sedienta ciudad. Pero qué más da, si engordará las billeteras de los que deciden arriba.

Como ayer expresaba un miembro del Frente Cívico en la reunión de adherentes de Cuernavaca: “He descubierto que la única razón de todo es el negocio”. Entre un crujir de la hojarasca se suceden varios ejidatarios en breves intervenciones. Uno expresa su agradecimiento al EZLN “por venir hasta aquí, porque así permite hacer una actividad que el gobierno no les permitiría de otra manera”.

Se trata, sí, de una movilización en el bosque. Al regreso, la caravana del delegado Zero impondrá su paso por las calles vedadas de la zona residencial, para perplejidad de los amedrentadores guardias de seguridad. Y permitirán ver de cerca la clase de flamantes casas que ya sentaron sus reales.

Entre los observadores de la acción se encuentra el gran sociólogo argentino Juan Carlos Marín, quien comenta con entusiasmo a este enviado: “Esto es ya un hecho político”.

También se revela un fenómeno educacional. Un nuevo cambio de mentalidad, en sentido opuesto al que induce la política neoliberal. Los ejidatarios insisten en la importancia de esta riqueza natural para sus hijos y para las generaciones futuras “de Morelos, México y el mundo entero”. Uno de ellos, no obstante, muestra un oficio a todos los presentes: “Este es mi amparo. Porque para venir aquí necesitamos estar amparados”.

Una comunera lamenta que sus vecinos, seguidores de Leoba, “se burlan de nosotros, pero no responden cuando les pregunto qué van a hacer cuando ya no tengan agua; nomás se ríen”. Una extensión patética de la risa que deben tener en el gobierno ante las perspectivas de tan promisorio “desarrollo”.

El agua de una barranca ha empezado a contaminarse, señala un ejidatario más.

La persecusión contra Carmen Lucila ya la había llevado a prisión en marzo de 2005, cuando era comisariada ejidal. El juez le tasó una fianza de 20 millones de pesos, “o la tierra del bosque”.

La segunda vez, sin orden de aprehensión, escondida en patrullas por judiciales nerviosos, fue introducida violenta y secretamente al Cereso, y allí arrojada contra las escaleras en dos ocasiones, hasta lesionarle las vértebras dorsales. ¿Alguien dijo “brutalidad policiaca”? Qué exageración.

Luego de escuchar a los comuneros de Tetela del Monte, el subcomandante Marcos habló brevemente, a la sombra de varios árboles: “Para nosotros era importante llegar hasta acá, porque con nosotros vienen compañeros y compañeras de la otra campaña, y gracias a ellos, que son el oído de la otra campaña, y también su mirada, y pueden llegar a otras partes de México y el mundo”.

Explicó a los comuneros y ejidatarios que difícilmente se podría agregar algo a “la indignación y la rabia que tienen sus palabras, que hacemos nuestras también”. Y les dijo: “Queríamos venir a decirles una cosa. No es cierto que son 40 ejidatarios, sino todo un movimiento nacional que está también por la defensa de esta tierra, junto con ustedes”.

Se refirió enseguida a “lo que hacen los gobiernos panistas, porque esto es un doble asesinato. Uno inmediato sobre la naturaleza y otro sobre las personas a futuro. Si no hacemos lo que tenemos que hacer, lo que aquí va a haber es una zona residencial y no se va a poder pasar, como no nos dejaron pasar hace rato. Y si hacemos lo que tenemos que hacer, este va a ser un lugar donde vendrán los hijos de los obreros, de los campesinos, de los empleados, de toda la gente que trabaja y que ahora no dejan entrar en calles que son libres al tránsito”.

De aquí que la travesía de la otra campaña minutos después en la exclusivísima zona residencial vecina, como queda dicho arriba, adquiera un valor de acto algo más que simbólico.

“Sabemos que se van a mantener. Sabemos también que vamos a estar al lado de ustedes, no sólo informando a los grupos ecologistas y de defensa de los recursos naturales en todo el mundo, sino también como campesinos, como obreros, como pueblos indios vamos a estar a su lado. No están ya solos, hay que decirles a esos que se burlan de ustedes y al gobierno que no son 40 ejidatarios, que es un movimiento nacional, la otra campaña, que está en esto”.

Por la mañana, en vísperas del aniversario luctuoso de Emiliano Zapata en tierras morelenses, el delegado Zero llegó a Tlalnepantla, en los altos de Morelos, para respaldar la lucha autonómica de dicho municipio nopalero y combativo, donde la sangre ha corrido desde 2003 hasta hoy, por la resistencia de los campesinos y las violentas acciones de las policías estatales y federales y el Ejército federal. Dos muertos (uno este mes de enero), decenas de heridos, centenares de detenidos y perseguidos, en algún momento miles de exilados, y un proceso de autonomía que sigue en pie y tiene a la mayoría de la población de su lado.

Este es el “otro Morelos”, sin sus Lomas de Cocoyoc ni sus proyectos inmobiliarios, turísticos y carreteros; sin sus gobernantes impunes; sin la policía brutal a ojos vistas; sin los campesinos vencidos o vendidos que tanto festejan las autoridades. Un Morelos que no avergonzaría a su general Emiliano Zapata si cabalgara otra vez.


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