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Dilemas electorales de la Conaie

15.04.06

Viernes 14 de abril de 2006

Raúl Zibechi
La Jornada

El movimiento indígena y popular ecuatoriano, que en la última década derribó tres gobiernos y se encaramó al poder en ancas de la candidatura presidencial de Lucio Gutié-rrez, se plantea ahora el dilema de cómo posicionarse frente a las elecciones de octubre. No se trata de un abstracto debate ideológico, sino del muy concreto balance que la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indí-genas de Ecuador) hace de una década y media de levantamientos y de su participación en las instituciones estatales.

En las recientes jornadas Movimiento Indígena, Resistencia y Proyecto Alterna-tivo, celebradas en La Paz y El Alto -Bolivia- a fines de marzo, la cuestión de las relaciones entre los movimientos y los nuevos gobiernos progresistas y de izquierda y el debate en torno a la relación entre lucha social e instituciones ocuparon lugar central. La experiencia ecuatoriana y las movilizaciones actuales contra el TLC fueron relatadas por Miguel Guatemal, secretario de organización de la Conaie, y el economista Pablo Dávalos, asesor de la organización india. El punto de partida fue considerar que en los momentos claves de la historia reciente, el movimiento social “triunfa y a la vez pierde”, o sea, “obtiene triunfos que enmascaran derrotas”.

En 1998, dijo Dávalos, el movimiento consiguió la renuncia del presidente Abdalá Bucaram, lo que dio paso a una Asamblea Constituyente que declararía a Ecuador como país multinacional. Pero ese triunfo se convirtió en derrota toda vez que la burguesía “consiguió imponer el sistema liberal representativo” que, en aras de la gobernabilidad, relativiza la potencia de la movilización social. El reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos indígenas no modificó los fundamentos del Estado ecuatoriano.

En enero de 2000 la poderosa movilización indígena y popular forzó la dimisión de Jamil Mahuad, pero no se consiguió impedir la dolarización de la economía, lo que permite a Dávalos concluir que se trató nuevamente de “un triunfo que esconde una derrota”.

En las elecciones de 2002, la Conaie apoyó a Lucio Gutiérrez, que venció en segunda vuelta, con resultado similar al anterior: el nuevo presidente se “independiza” del movimiento social y busca destruirlo, cosa que estuvo a punto de conseguir. “El movimiento indígena se estrelló contra el muro liberal”, apunta Dávalos.

Apoyado en los planes de cooperación y desarrollo diseñados por el Banco Mundial, el nuevo gobierno buscó dividir, aislar y cooptar a sectores decisivos del movimiento indio, en particular en la Amazonia, cuya organización consiguió fracturar. Pese a haber ganado las elecciones, ocupado varios ministerios y organismos estatales y contar con una importante bancada parlamentaria, la Conaie concluye que “nunca habíamos sido más débiles que cuando ocupamos el gobierno”.

A los seis meses la organización decidió pasar a la oposición, pero a fines de 2004, en un Congreso histórico que evitó la inminente división y eligió a Luis Macas, dirigente histórico de la sierra, como presidente, la Conaie comienza un proceso de recuperación que le permite ya a fines de 2005 convertirse nuevamante en el actor social y político decisivo del país.

La pregunta de cómo cayó la Conaie en una situación de extrema debilidad que casi la lleva a la desaparición, la siguen formulando sus dirigentes y buena parte de los movimientos del continente. “Habíamos pensado que ganar las elecciones es clave para cambiar la sociedad, y eso es liberalismo”, dijo Dávalos en La Paz. Fue más lejos: “Es el liberalismo el que nos está dando los marcos epistemológicos y eso nos llevó a poner nuestras prácticas emancipatorias en clave liberal”, entre otras cosas, porque “el discurso liberal sirve para desmovilizar y deslegitimar”.

A lo largo de 2005 la dirección de la Conaie retorna a las bases comunitarias, que habían mantenido su solidez, pese a la ofensiva estatal. Se realizaron más de 200 talleres de discusión sobre el TLC; Macas asistió a más de 150 y la Conaie despareció del panorama político ecuatoriano porque toda la dirección había retornado a las bases. Esa desaparición mediática le permitió reconstruirse por abajo. Ya en noviembre pasado el movimiento resurge en la arena pública con una gran marcha de 10 mil indios a Quito, y en marzo comienza el largo y sinuoso levantamiento que -como venía sucediendo desde el primero, realizado en 1990- está siendo capaz de modificar la relación de fuerzas a escala nacional. Aún no sabemos cómo concluirá esta batalla, pero el TLC debe vérselas con un potente movimiento indígena.

Este es año electoral. Dávalos pretende recoger la experiencia de una década desde que la Conaie formó el Movimiento Pachakutik para participar en las instituciones: “Supongamos que vamos a las elecciones y gana Luis Macas. Nos va a pasar lo mismo que a los bolivianos: los cuadros organizativos se convierten en cuadros del Estado y empiezan a legitimar al Estado, un Estado liberal, y cuando hablan lo hacen en función del Estado y ahí ya tienes otras dinámicas y otros comportamientos. Por eso estamos discutiendo qué hacemos, porque otra vez vamos a tener una victoria que la burguesía convierta en derrota, pero no es sólo un problema de los ecuatorianos sino de los bolivianos, los mexicanos…”.

El propio presidente de la Conaie llamó a “patear el tablero electoral”. Preguntamos cuál es la alternativa. “Una campaña que politice las elecciones que, generalmente, son espectáculos de banalización”, dicen los ecuatorianos. La referencia es la otra campaña, o mejor: “otra campaña” en clave ecuatoriana, pero inspirada en la que viene realizando el zapatismo.

El movimiento indígena sigue con mucho interés la otra campaña, dijo Dávalos, como parte del intento de “reconstruir y descolonizar los discursos y prácticas emancipatorios”. En la búsqueda de nuevos caminos -luego del balance sobre la amarga experiencia vivida- se impone una lectura que inspira el viraje: “El movimiento social no puede institucionalizarse porque se muere”.


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